II. Un día normal de verano


UN FUERTE GOLPE SE ESCUCHÓ EN EL PISO DE SUPERIOR , mientras los adultos se encontraban tranquilos en la cocina. El alboroto ya era algo acostumbrado y fue en aumento cuando las Lestrange se unieron a la estadía en la casa Black.

Con una taza de Affogato en su mano derecha y el periódico en la izquierda, Cleissy hizo una cuenta regresiva desde las 5 para empezar a escuchar los regaños de Molly. Y en el momento justo todo sucedió tal como estaba esperado. Remus negó con la cabeza mientras que Sirius se hacia el desentendido, los regaños de la mujer pelirroja iban aumentando cuando se pudo escuchar la voz de Gomeisa en medio todo.

—¡Podrían dejar de hacer tanto ruido, parecen Procnias!

Y tan pronto como salieron esas palabras los magos quedaron confundidos a excepción de la Granger que abría y cerraba la boca sin saber que decir en su defensa, Denebola solamente estallo en carcajadas.

— ¿Nos acaban de insultar a George?

—Por su reacción, creo que si Fred.

Hasta ahora los gemelos Weasley, eran los que más convivían con las hermanas Lestrange, al menos hasta que su paciencia se agotaba, y ciertamente la que tenía la mecha más corta era la menor mientras que la mayor que sólo se disponía atacar con sarcasmo, mucho. sarcasmo cuando le fastidiaban lo suficiente.

Denebola por reírse tanto, su cabello paso a ser un amarillo muy cálido, el color de la felicidad como suele decir su madre.

Por otra parte, Molly volvió a mandar a todos los adolescentes que seguían con sus tareas de limpieza. Las hijas de Cleissy habían dejado bien en claro que no serían elfos domésticos, tal y como lo deseaba la pelirroja -molestando así a varios de la casa de los leones-, por lo que la casi rubia se la pasaba leyendo en el cuarto que le Pertenecía a Regulus, y la azabache mandaba a Kreacher por dulces y más cosas para comer.

Con una sonrisa en sus labios la mujer de rasgos asiáticos dejó su taza para seguir leyendo otro artículo que iba en contra del director de Hogwarts, Albus Dumbledore, no iba a negar las hazañas del viejo aun así lo detestaba por hacer pasar a su hermano muchos años en Azkaban y muchas otras cosas más que todavía no venían al caso.

—Otra vez están colocando calumnias en el Profeta. No dicen más que tonterías.

Se quejó la madre del batallón de pelirrojos al ver como la azabache leía con completa tranquilidad el diario.

—Bueno, todo lo que dicen debe de tener una base o sino no saldría publicada.

—Sí claro, lo que son unos carroñeros. Crean únicamente mentiras de personas tan buenas como Dumbledore y como Harry.

La Lestrange alzó una ceja ante la mención del menor de edad, realmente no entendía porque lo mencionaba si ella misma se había encargado de que ningún artículo relacionado con el Potter saliera a la luz. Ni una foto o mención del chico había estado en los diarios de toda Europa mágica. Claro que solo ignorará a la mujer como siempre lo hacía, no quería caer en discusiones donde posiblemente terminaría maldiciendo a la pequeña y rechoncha pelirroja.

—Si usted lo cree así, no hay manera de cambiar una mente que ya da todo por sentado, solo sería una pérdida de tiempo —Molly se sintió y antes de refutar, la voz de la también Black se alzó—. Denebola, es hora de tus lecciones.

La mencionada asomo su cabeza por la entrada. Una clara mueca estaba en su rostro, después de todos los entrenamientos con su madre la dejaban adolorida.


—No crees que fuiste un poco ruda.

La voz de Lupin llegó a oídos de Cleissy, quien vio a su hija mayor en el piso recuperar el aliento después de haber recibido un encantamiento asfixiante.

Creyendo que las palabras de su amigo eran ciertas, solo podía dar fin a ese día de entrenamiento.

—Atria, descansa mañana espero que respondas mejor.

La nombrada avanzando sin llegar a moverse, todavía le hacía falta el aire. Sin importar que tanto su madre quisiera o malcriara a sus hijas, estas tenían un estricto régimen de entrenamiento y normas que cumplir, tal vez por eso eran tan sobresalientes durante sus clases en Hogwarts, una comparación de lo que Cleissy les enseñaba eso era un juego. de niños.

Al salir de la habitación junto al hombre lobo, Maia seguida de los gemelos entraron a ver como estaba la chica de Slytherin.

Cleissy sonriendo al ver como el par de dos estaba abriendo un poco la zona de amigos de sus hijas, aunque no lo demostrara le preocupaba que estaban tan cerradas y con la guerra a sus espaldas necesitaba saber que al menos sus estrellas tenían aliados que defendían a sus espaldas.

Como ya era costumbre, Sirius tenía un vaso con licor en la mano provocando una mueca en la Black menor. Remus había salido momentáneamente de la casa, al parecer tenía que hacer una misión de la orden, pero se había pasado antes por el hogar para avisar.

— ¿No es como muy temprano para tomar? —preguntó.

—¿No es un entrenamiento como muy espartano? —devolvió la pregunta a su hermana.

—Contestar con otra pregunta es de mala educación, si la tía Euphemia te escuchara ya te estaría regañando.

Y agitando su varita, la copa de Sirius desapareció de su mano, escuchando un leve reclamo por parte de su hermano la fémina se sentó.

—Pienso salir de Europa —declaró dejando al hombre de ojos grises sin palabras—, por eso necesito que ellas se puedan defender lo mejor que puedan. No pude conseguir cambiarlas de colegio y dejarlas en un lugar tan peligroso me tiene los nervios de punta.

—Pero que cosas dicen, si Hogwarts es un lugar completamente seguro —rugió el Black provocando la curiosidad en los adolescentes. Hasta las hermanas Lestrange se unieron al grupo de Gryffindor para tratar de escuchar, en el tiempo que llevaban allí nunca habían escuchado a su tío gritarle a su madre.

—Eso es lo que muchos dicen. Aunque realmente no lo creo, en estos últimos 4 años han sucedido muchos incidentes. Y ahora que el ministerio va a meter las manos en el asunto no creo que mejore, es más capaz y saquen al viejo barbudo muy pronto del puesto.

Cleissy dio una sonrisa zorruna mientras que empezaba a girar su varita sobre su propio eje.

—¡Y lo dices con tanta alegría! ¡Sin Dumbledore, el colegio solo se caería a pedazos! —grito el hombre y dirigiéndose su mirada hacia la Black.

Al ver el rostro inexpresivo de su hermana, Sirius sintió como un escalofrío recorrer por todo su cuerpo.

En ese momento recordó un detalle importante, lo que más detestaba Vulpecula eran los gritos y más lo que iban dirigidos hacia ella, estos despertaban algo realmente tétrico en ella a raíz de muchos traumas del pasado.

Al animago no le dio chance de esquivar porque en un abrir y cerrar de ojos se encontró en el suelo tras chocar contra la pared.

—Mi querido hermano, creo que tenemos que hacer algo con tu mal carácter. No puedes andar alzándole la voz a todos los que tengan una opinión diferente a la tuya —expresó con una sonrisa caminando hasta donde había caído Sirius—. Vamos, se un buen can y recupera esos buenos modales.

Justo ahora los ojos que miraban a Sirius no eran esos cálidos y llenos de amor que siempre mostraban, sino unos llenos de locura.

Los ojos de la matriarca Lestrange siempre han sido completamente negros, algo realmente extraño dentro de los magos y que los muggles llaman, aniridia, pero gracias a esos orbes azabaches y la gran cantidad de magos que cayeron ante sus hechizos le apodaron la emisaria de la muerte. Nadie se metía con ella, mucho menos con aquellos que le importaban, por eso tras la muerte de James a manos de Voldemort muchos mortífagos prefirieron caer en Azkaban que cruzarse con ella.

—Ahora levántate, que en menos de un minuto vendrá la pelirroja a armar drama.

Una voz fría y seria salió de Cleissy. Era mejor para su hermano mayor no seguir tentando a la suerte, si solo había usado un Expulso contra él era porque son familia, hubiera sido otra persona y sería otra historia.

—Estoy pensando en conseguir un lugar seguro, no solo para ti y las niñas, sino para los demás miembros de la orden por si lo necesitan —sentencia para salir de la habitación dejando a Sirius aún en el suelo y que Molly diera un grito al cielo al verlo.

Ninguno de los estudiantes había podido escuchar bien porque el encantamiento silenciador que lanzó la mujer ante el primer grito de su hermano, ya después las hermanas se enterarían de los planos de su madre.

Y así fue como todos siguieron su rutina hasta la cena para dar fin a un típico día normal de verano en una casa llena de magos.