Beca

Nunca quise ser un héroe.

Supongo que nadie lo hace. Todo empezó el día que conocí a Rukia Kuchiki. Esa noche cambió mi vida para siempre. De estudiante común, a Shinigami sustituto. Luego llegaron los Hollow, el mundo espiritual, la Sociedad de Almas, Hueco Mundo, y, bueno... todo lo demás.

Peleé contra capitanes, espadas, traidores, arrancars, Fullbringer, y hasta contra los mismísimos quincy. Una guerra que casi me destruye. Literalmente.

Pero ganamos. Aunque no sin perder cosas por el camino. Algunos amigos, parte de mí mismo... mi inocencia, si es que alguna vez tuve algo así.

Después de eso, las cosas se calmaron. Ya no hay grandes guerras, ni enemigos que amenacen el equilibrio del universo. De vez en cuando aparece un Hollow perdido, pero nada que no pueda manejar mientras hago tarea o trabajo medio turno en la clínica.

Supongo que esta es la parte en la que debería decir que todo está en paz.

Pero entonces, llegó esa carta. Una beca. Para estudiar en Gotham City.

Sí.Gotham.
La ciudad con el índice de criminalidad más alto del hemisferio occidental. La ciudad de Batman.

Porque claro, después de vencer a un rey Quincy con poderes divinos, ¿por qué no irme a estudiar a una ciudad plagada de lunáticos con máscaras?

Un es sorprendente saber que hay y de verdad existen héroes... y aliens, eso también.

El aroma del arroz recién cocido y la sopa de miso flotaba en el aire como una brisa cálida, llenando la cocina de la casa Kurosaki con esa familiar sensación de hogar. Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, dibujando líneas doradas sobre la mesa de madera mientras los sonidos rutinarios del desayuno resonaban: platos colocados, sillas movidas, y una tetera silbando en la estufa. Yuzu, como de costumbre, se movía de un lado a otro con la energía de una pequeña tormenta, colocando tazones, sirviendo porciones, asegurándose de que todos tuvieran lo necesario. Karin estaba sentada con el mentón apoyado en la palma de la mano, apenas despierta, mirando su té como si esperara que lo hiciera por ella el trabajo de despertarla.

Ichigo entró a la cocina con el sobre en la mano, observándolo como si fuera una especie de artefacto misterioso. Se lo había encontrado la noche anterior sobre su escritorio, con el sello oficial de una institución extranjera. Lo había dejado reposar sin abrirlo, como si presintiera que ese sobre traía consigo un cambio que no podía ignorar.

—¿Tú cocinaste todo esto sola? —preguntó Ichigo al sentarse, mirando con una mezcla de admiración y culpa a Yuzu, que le respondió con una sonrisa llena de orgullo.

—Claro. Y siéntate ya, que se enfría.

Ichigo dejó el sobre al costado de su plato. El desayuno transcurrió tranquilo durante unos minutos. Isshin bajó tarde, como siempre, con su bata de baño volando detrás de él, el cabello revuelto y una expresión dramática como si acabara de despertar de un coma inducido por la pasión médica.

—¡Familia! ¡La sangre de los Kurosaki debe alimentarse para mantener su vitalidad heroica! —exclamó antes de besar la frente de Yuzu y lanzarse teatralmente sobre la silla al lado de Ichigo.

Karin levantó una ceja, apenas interesada, mientras Ichigo bufaba y trataba de hacerse el desentendido. Pero era inútil. Su padre sabía cómo arruinar la normalidad con una sola frase.

Y entonces, Ichigo deslizó el sobre por la mesa, empujándolo hacia el centro.

—Llegó esto ayer —dijo con un tono neutro, como si no tuviera importancia, pero sus ojos no dejaban el papel—. Es una beca... para estudiar en Gotham City. Medicina.

El silencio cayó de inmediato sobre la mesa como una nevada inesperada. Incluso Isshin se quedó quieto, sorprendido.

—¿Gotham? —repitió Yuzu en un susurro, con una mezcla de asombro y emoción.

—¿Como en... Batman? Gotham? —Karin levantó la vista con expresión alerta. Ella, de todas, había sido la más expuesta a la cultura estadounidense gracias a los videojuegos y las noticias sensacionalistas.

Ichigo asintió despacio, tomando el sobre y sacando los papeles. Eran varios documentos impresos con membrete de la universidad, una carta de felicitación, algunos folletos turísticos. Lo extendió frente a ellos como si estuviera poniendo las cartas del destino sobre la mesa.

—Me nominaron por rendimiento académico y por un ensayo de aplicación médica espiritual. No lo pedí. Pero es real. Y lo más raro es... —se detuvo para tomar aire— la beca cubre gastos también para familiares. Incluye alojamiento y escolaridad para hermanas menores de edad. Si quiero ir, ustedes vendrían conmigo.

Yuzu entreabrió la boca, impresionada. Miró a Karin con una chispa de ilusión en los ojos.

—¡¿Podríamos estudiar allá también?! ¡Eso es... eso es enorme, Ichigo!

Pero Karin no se dejó llevar tan fácil. Frunció el ceño mientras recogía un trozo de nori de su plato.

—¿Y qué parte de "ciudad plagada de psicópatas enmascarados" no te hace ruido? Gotham es peligrosa, Ichigo. Tiene a Batman porque necesita a alguien así. Nadie pone un tipo con capa a patrullar una ciudad segura.

Isshin, sin perder el ritmo, saltó de su silla y abrazó a Ichigo por los hombros.

—¡Mi hijo! ¡El prodigio de la familia! ¡El doctor Kurosaki! ¡Voy a llorar! ¡Voy a gritar! ¡Voy a.…!

Ichigo le lanzó una mirada que decía claramente "si no me sueltas, te vas al suelo", y su padre lo soltó con una risa nerviosa, sobreactuando un tropiezo mientras se volvía a sentar.

—¿Qué dicen entonces? —preguntó Ichigo mirando a sus hermanas, y luego a su padre—. Esta oportunidad no va a repetirse. Gotham tiene una de las universidades médicas más avanzadas del mundo. Tienen tecnología de punta, clínicas asociadas... Y honestamente, siento que necesito un nuevo comienzo. Ya no soy el mismo chico que empezó a ver fantasmas a los quince años.

Yuzu parecía a punto de reventar de emoción, pero se contenía por respeto. Se giró hacia Isshin, buscando una especie de permiso silencioso.

El padre apoyó ambos codos sobre la mesa y los miró con una expresión más sobria de lo habitual.

—Yo confío en ustedes. En los tres. Pero también tengo que decirles que no voy a poder acompañarlos.

Ichigo lo miró, sorprendido.

—¿Por qué? ¿Yuzu y Karin son menores. ¿No deberías...?

—Estoy trabajando en un proyecto con Ryūken Ishida —respondió Isshin, y eso fue suficiente para poner a Ichigo en alerta. Su padre, trabajando con el frío y meticuloso padre de Uryū, era una de esas frases que no imaginaba decir en voz alta.

—¿Tú y Ryūken? ¿Sin matarse?

Isshin rio, pero no con su tono habitual de broma. Esta vez fue más contenido.

—Tuvimos nuestras diferencias, pero... lo que estamos desarrollando podría cambiar muchas cosas. Medicina espiritual avanzada. Técnicas de regeneración en pacientes con daños a nivel de alma. Nada de eso puede hacerse si no estoy aquí. Es demasiado inestable todavía.

Ichigo asintió con lentitud. Lo entendía. A su manera, su padre también estaba cumpliendo su deber.

—Entonces solo seríamos nosotros tres —dijo Karin, pensativa.

—Sí —respondió Ichigo—. Pero si vamos, lo haremos juntos. Nadie tiene que ir obligada.

Yuzu bajó la vista por un segundo, como si estuviera meditando algo profundo, y luego la levantó con decisión.

—Quiero ir —dijo con voz firme—. Quiero ver otro mundo. Aprender cosas nuevas. Y.… también ayudar a que Onii-chan que no esté solo.

Karin tardó un poco más. Se cruzó de brazos, soltó un suspiro, y al final asintió. —Está bien. Pero si algún loco intenta algo lo voy a patear.

Ichigo rio, aliviado por primera vez desde que recibió la carta. Incluso Isshin levantó su taza de té como si brindara.

—Entonces es oficial —declaró Ichigo, mirando el papel como si fuera una brújula hacia lo desconocido—. Nos vamos a Gotham.

La tarde caía sobre Karakura con una luz suave y dorada, como si el cielo mismo supiera que algo estaba por cambiar. Ichigo se quedó solo en la cocina un rato después de que sus hermanas subieran, el sobre de la beca aún sobre la mesa, doblado con cuidado. Isshin, en un gesto inusualmente maduro, se detuvo en el umbral antes de retirarse.

—Oye, Ichigo —dijo con una voz más baja que de costumbre—. Deberías avisarles a tus amigos. No solo los Shinigamis fueron parte de tu camino. Ellos estuvieron ahí... desde antes de todo eso.

Ichigo asintió, comprendiendo al instante. Sí, era cierto. Orihime, Chad, Uryū... incluso Tatsuki, su amiga de la infancia, que siempre había sido una presencia firme en su vida, antes de que los hollows, las espadas o los Shinigami cambiaran su mundo para siempre.

Guardó el sobre, se levantó y subió a su cuarto. El celular descansaba sobre el escritorio, vibrando levemente con notificaciones sin abrir. Se sentó en la silla y, por primera vez en mucho tiempo, redactó varios mensajes uno por uno.

"¿Tienen tiempo esta semana? Me voy a mudar. A otro país. Quiero verlos antes de irme."

Lo envió primero a Chad, luego a Orihime. Dudó con el de Uryū —sabía que podía estar en alguna pasantía médica intensa— pero lo envió igual. El último fue para Tatsuki. A ella le escribió algo más informal, como siempre había hecho:

"Te invito a un jugo. Tengo una noticia loca."

Las respuestas llegaron rápido. Chad respondió con un simple "Cuenta conmigo", directo como siempre. Orihime mandó un torbellino de emojis, seguido de un "¡Claro! ¿Estás bien? ¿Dónde nos vemos?". Uryū respondió con puntualidad quirúrgica: "Disponible el viernes por la tarde. Espero que no estés huyendo de tus obligaciones". Y Tatsuki... Tatsuki lo llamó de inmediato.

—¿Qué hiciste ahora, Kurosaki? —dijo al contestar, su tono burlón pero lleno de esa familiaridad que sólo alguien que te ha visto crecer puede tener.

—Nada ilegal —respondió Ichigo, sonriendo—. Pero te lo cuento con un jugo en la mano.

—Perfecto. No acepto menos de mango con leche.

Se reunieron el viernes, justo cuando el cielo empezaba a nublarse con promesa de lluvia. El lugar era un local nuevo, una juguería luminosa con paredes de colores pasteles y nombres ridículos para cada mezcla. Ichigo ya estaba allí cuando llegaron. Chad fue el primero. Se sentó sin decir mucho, pero el golpe amistoso en el hombro bastó para expresar que estaba ahí por él.

Orihime llegó después, su cabello largo peinado en una coleta alta, con una sonrisa brillante que no lograba ocultar cierta preocupación en sus ojos. Tatsuki llegó última, pateando suavemente la silla frente a Ichigo antes de sentarse.

—Ok, habla. ¿Qué es tan grave como para que convoques al escuadrón Karakura original?

Ichigo rio suavemente y sostuvo el jugo frente a él como si brindara.

—Me dieron una beca para estudiar medicina.

—¿Medicina? —repitió Orihime, genuinamente sorprendida—. ¡Eso es increíble, Ichigo!

—Sí, pero... es en Gotham.

Hubo una pausa. Tatsuki frunció el ceño.

—¿Gotham como la ciudad de Batman? ¿Qué carajos vas a hacer allá? ¿Abrirle una clínica al Joker?

Chad no reaccionó, pero Ichigo sabía que lo estaba analizando todo en silencio.

—Es una beca de prestigio, y.… mis hermanas también podrán estudiar allá. Todo está cubierto.

Uryū llegó justo en ese momento, su impecable uniforme médico contrastando con la informalidad del resto. Se sentó y saludó con un breve asentimiento.

—Pensé que sería una reunión más normal, pero claro, tú solo haces anuncios de proporciones internacionales.

Ichigo soltó una risa seca.

—No me quejo de lo que me dan. Solo trato de decidir cómo despedirme.

El ambiente se volvió más cálido después de eso. Compartieron jugos, hablaron de cosas triviales, bromearon sobre lo que Ichigo haría si se cruzaba con Batman. Tatsuki contó que una vez soñó que le pateaba el trasero al Pingüino. Orihime confesó que aún no entendía cómo Gotham podía tener tantos villanos sin que interviniera la ONU o la liga de la justicia.

Pero fue cuando el grupo comenzó a dispersarse, que Orihime se quedó un poco atrás. Ichigo la notó callada, los dedos apretando el vaso vacío mientras miraba la acera.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Orihime lo miró, y por un momento pareció estar considerando muchas cosas al mismo tiempo.

—Solo... estoy feliz por ti —dijo, con una sonrisa algo temblorosa—. Pero pensé que... bueno, que después de todo lo que pasamos juntos, tal vez...

Ichigo se quedó quieto. Sabía a lo que se refería. Desde el final de la guerra con los quincy, había habido una cercanía entre ellos que no se había dicho en voz alta, pero que se sentía en los silencios, en las miradas largas, en los momentos en que sus manos se encontraban sin buscarlo.

—Yo también lo pensé —dijo, despacio—. Pero tal vez esto no sea un final. Solo un cambio.

Orihime bajó la mirada y luego la levantó otra vez, más segura.

—Entonces prométeme que escribirás. No quiero que la distancia nos haga olvidar... lo que somos, seremos... o queremos que sea... lo que sea que tenemos.

Ichigo asintió, y sin decir más, le tocó la mano con suavidad. Fue un gesto pequeño, pero para ellos significó más que cualquier declaración ruidosa.

Esa noche, Ichigo regresó a su cuarto y cerró la puerta tras de sí. La ciudad estaba tranquila, los sonidos de la calle filtrándose a través de la ventana entreabierta. Encendió la lámpara de escritorio y abrió el cajón donde guardaba su pase de batalla.

Lo tomó con cuidado, como si fuera una reliquia, aunque en realidad parecía más una simple tarjeta negra con bordes metálicos. La deslizó por la ranura de seguridad que aparecía al contacto espiritual y la tarjeta se transformó, desplegándose hasta adoptar la forma de un pequeño teléfono móvil.

Presionó el centro. La pantalla se iluminó. Una sola palabra apareció:Conectando a la Sociedad de Almas...

Segundos después, la imagen de Rukia apareció, en uniforme de capitana del escuadrón 13, su cabello corto moviéndose levemente bajo una corriente espiritual invisible.

—Ichigo. ¿Qué pasa?

Él la miró un momento en silencio. A pesar del tiempo, ella no había cambiado. Siempre fuerte, siempre confiada.

—Me voy a ir. A Gotham. Una beca para estudiar medicina.

Rukia frunció el ceño, claramente reconociendo el nombre.

—Esa ciudad está fuera del alcance de los territorios que la Sociedad de Almas monitorea. No hay una base fija ahí. Solo agentes aislados. No tenemos permiso para actuar sin justificación directa.

—No planeo actuar —respondió Ichigo—. Solo estudiar. Ser normal por una vez, solo que en un lugar más loco que mi vida normal.

Rukia lo miró con una mezcla de escepticismo y comprensión.

—Lo dices como si pudieras dejar de ser quién eres.

—Voy a intentarlo —respondió él, con media sonrisa.

Ella suspiró.

—Ichigo... ten cuidado. Gotham no es solo peligrosa por sus criminales. Es un lugar donde las cosas... cambian, bueno en todo Estados Unidos. Donde las reglas se rompen. No te pierdas allí.

—No lo haré. Te avisaré si algo pasa.

Rukia asintió. Y por un momento, solo por un segundo, su expresión se suavizó.

—Entonces te deseo suerte. Y.… que encuentres lo que estás buscando.

La pantalla se apagó. Ichigo se quedó mirando la nada durante un largo minuto.

El atardecer avanzaba sobre Karakura, tiñendo los techos de las casas con un naranja profundo. Ichigo, después de terminar de empacar una caja más de libros —la mayoría prestados por Urahara y nunca devueltos—, se estiró con un bostezo. A pesar de la emoción por el viaje, el cansancio comenzaba a notarse. Sin embargo, aún le quedaba una llamada pendiente. Una muy importante.

Caminó hasta su escritorio, sacó su pase de batalla —aún con forma de teléfono espiritual—, y presionó una combinación de pulsaciones que solo usaba para contactar con el excéntrico ex–Shinigami y exiliado más famoso del Seiretei: Kisuke Urahara.

La pantalla parpadeó por unos segundos hasta que una figura familiar, con un sombrero de rayas y una sonrisa despreocupada, apareció.

—¡Ichigo! Justo pensaba en ti. ¿Estás llamando para devolverme mis libros o para pedir más favores imposibles?

Ichigo rodó los ojos, medio sonriendo.

—Sabes bien por qué llamo. Me voy. Ya es oficial. A Gotham.

Urahara inclinó ligeramente la cabeza, su expresión cambiando de juguetona a pensativa.

—Así que es cierto. Vaya... Gotham, ¿eh? Ciudad compleja.

Entonces Ichigo escuchó un segundo "clic" digital, y otra voz femenina, tan elegante como sarcástica, habló por el fondo.

—Ichigo, estás en altavoz. Espero que no te moleste. Kisuke siempre se toma libertades que nadie le da.

Ichigo se enderezó automáticamente.

—¿Yoruichi? ¿Tú también estás ahí?

—Por supuesto. Me lo habría perdido por nada del mundo —dijo ella con tono sedoso, y aunque no la veía en persona, Ichigo casi pudo imaginarla sentada con las piernas cruzadas en alguna estantería alta del local de Urahara—. Entonces te vas a la tierra del murciélago enmascarado. Qué curioso.

—Vine para pedirles algo, en realidad —dijo Ichigo, y bajó un poco el tono de voz—. Si algo llega a pasar en Karakura... algo grave, algo que requiera que vuelva... avísenme, ¿sí? No importa la hora, mi hogar y mis amigos son prioridad.

Hubo una pausa. Urahara lo miró fijamente por la pantalla, y por una vez, no sonrió. Asintió con calma.

—Por supuesto, Ichigo. Aunque en teoría todo está tranquilo, Karakura siempre ha sido un punto espiritual importante. Pero te prometo que te contactaremos si algo cambia.

—Sin embargo —añadió Yoruichi—, Estados Unidos es un territorio espiritual... diferente. Gotham, en particular, está fuera del rango de la Sociedad de Almas. Hay tanta mezcla de culturas, tanta historia entretejida y mutada, que se vuelve... impredecible. Espíritus antiguos, deidades menores, energías ajenas a nuestra comprensión. Te conviene mantener un perfil bajo.

Ichigo frunció el ceño.

—¿A qué te refieres con "espíritus ajenos"? ¿Hollows?

—No, no exactamente —intervino Urahara, volviendo a su tono más académico—. En América, especialmente en ciudades como Gotham, las leyendas locales evolucionaron sin influencia directa de las estructuras espirituales que conocemos. No hay Shinigami vigilando de forma activa. Las almas errantes pueden convertirse en cosas... raras. Espíritus vengativos, fragmentos de mitologías urbanas, entidades que no responden a lo que estas acostumbrado, ni al Reiatsu, sino a cosas como... el miedo, la culpa, el caos, magia negra, cosas del infierno, etc.

—Y lo peor es que no sabes con qué estás lidiando hasta que es demasiado tarde —añadió Yoruichi, con una risita casi divertida—. Pero no te preocupes, Ichigo. Yo voy contigo.

Ichigo parpadeó.

—¿Qué?

—Dije que voy contigo —repitió ella, como si fuera lo más natural del mundo—. Como polizón, claro. En mi forma de gato. Ya tengo mi jaula de transporte y todo. De hecho, es muy cómoda. Almohadilla incluida.

Urahara soltó una risita nasal.

—Y tiene sus vacunas al día, certificado de salud veterinario, pasaporte para mascotas y un chip subcutáneo por si se pierde, aunque claro este es falso.

Ichigo soltó una carcajada, y hasta la pantalla tembló cuando se oyó el fuerte sonido de un golpe seco.

—¡No tenías que decir eso, Kisuke! —bramó Yoruichi desde fuera de la cámara—. ¡Era un secreto!, quedamos que quedaría entre nosotros, ¡idiota!

Ichigo apenas podía contener la risa mientras Urahara sobaba su mejilla con una expresión exagerada de dolor.

—¡Solo quería asegurarme de que no te pongan en cuarentena en la aduana, Yoruichi-san!

—¡No necesitaban saber que tengo microchip como un gato callejero!

Ichigo tosió disimuladamente para volver al tema.

—Entonces... ¿vienes conmigo de verdad?

La imagen de Yoruichi finalmente apareció en pantalla. Estaba en su forma de gato, con sus ojos dorados brillando con picardía.

—Sí, pero no por nostalgia. Hay algo en Gotham que me interesa. Unas cositas mágicas que quiero... examinar. Pero no tienes que preocuparte por eso. No interferiré en tus estudios.

Urahara levantó una ceja desde el fondo.

—Solo una pista: empieza con "Lazo" y eso es todo lo que te voy a decir.

—¡Kisuke! —gritó Yoruichi con furia—. ¡Silencio!

Ichigo parpadeó. "¿Lazo ?" Sacudió el cabeza confundido.

—¿Tienen algún plan específico?

—Nada que debas saber —dijo Yoruichi rápidamente—. Lo importante es que sí, iré contigo.

Ichigo lo pensó por un minuto Y dijo: a cambio de acompañarnos, tienes una sola condición: cuida a mis hermanas cuando no estés ocupada. Sé que son listas y fuertes, pero en Gotham... lo inesperado puede ser peligroso. Además, no quiero que estén en peligro innecesario.

- ¿Las puedo entrenar?, para que estén preparadas para el futuro, ya sabes como es este mundo- Cuestiono con un leve tono de alegría en su voz.

Ichigo pensó un momento. Era extrañamente tranquilizador saber que alguien como Yoruichi estaría cerca. Aunque técnicamente era un polizón, ella no solo era poderosa, sino también increíblemente astuta. Y si algo pasaba... sabía que protegería a Karin y Yuzu sin dudarlo.

—Trato hecho, pero antes de que las entrenes, pregunta si es que ellas quieren —dijo, finalmente—. Solo no te metas en problemas en el aeropuerto.

—Tranquilo —respondió el gato con una voz melodiosa—. Me comportaré... más o menos.

—Más te vale —añadió Urahara, agitando la mano—. O me culparán a mí de nuevo.

La llamada se cortó, y el cuarto volvió a sumirse en el silencio habitual. Ichigo dejó el teléfono espiritual sobre el escritorio, respiró hondo y se dejó caer en su cama. Con cada día que pasaba, el cambio se volvía más real. Pero, por primera vez en años, no era un cambio provocado por la guerra, la muerte o el deber.

Era solo... vida.

En la tienda de Urahara Yoruichi estaba dándole una paliza a Urahara para que le diera las instrucciones para construir un nuevo sótano en su nueva casa en Estados Unidos, y en el entrenar a sus nuevos juguetes, después de todo necesita un lugar ideal para que no se rompan tan pronto.

Porque era obvio que ellas iban a aceptar, nadie le dice que no a Yoruichi.

Los días previos a la partida fueron una mezcla de caos, nostalgia y preparación meticulosa. Yuzu empacaba con una precisión impecable, guardando etiquetas en fundas de plástico y haciendo listas para las compras de último momento. Karin, por su parte, se dedicó a leer cuanto pudo sobre Gotham, aunque con un tono más cínico que curioso.

—¿Sabías que hay un tipo que se viste de acertijo y secuestra gente solo por diversión? —le dijo una noche a Ichigo, mostrándole su Tablet—. ¿Y este otro? El Espantapájaros. Tiene un gas que provoca alucinaciones. ¿A eso le llaman ciudad moderna?

—Solo eviten callejones solitarios y no hablen con payasos —respondió Ichigo sin levantar la vista—. Reglas básicas de supervivencia.

Karin lo miró.

—Eres un Shinigami. Un dios de la muerte. ¿Y aún te preocupan los payasos?

—He visto muchas cosas. Pero nada da más miedo que un payaso con un cuchillo, ¿que no ven las películas?.

A medida que la fecha de salida se acercaba, las despedidas comenzaron. Ichigo visitó el cementerio para hablar con su madre. No dijo mucho, solo que las niñas estaban bien, que papá seguía siendo un idiota encantador y que él... intentaría hacer algo con su vida. Algo bueno.

La noche antes de irse, Urahara apareció en la puerta con un bolso pequeño lleno de "regalos". Amuletos de ocultamiento, una pulsera que contenía un gigai mejorado, para en caso de emergencias, uno para él y otros dos para sus hermanas, una tableta de comunicación camuflada y un pergamino con sellos personalizados.

—Nada que explote. Al menos no en teoría —dijo con una sonrisa.

—Lo usaré con cuidado —respondió Ichigo, recogiendo los objetos con respeto.

—Y recuerda, Ichigo —añadió Urahara, poniéndose serio—, no importa cuán lejos estés, no estás desconectado.

Esa misma noche, Yoruichi se introdujo furtivamente en la casa. Ya en forma de gato, se deslizó con elegancia hasta la maleta que Yuzu había etiquetado como "elementos personales - frágil" y se acurrucó dentro de una caja pequeña con mantas y una pelotita de lana que, según ella, era "estrictamente para mantener la apariencia".

Yuzu la descubrió minutos después y, lejos de asustarse, le puso un lazo rojo en el cuello.

—¡Te llamaré Nyoruichi!

—Por favor, no —murmuró la gata, resignada—. ¿Dónde quedó mi dignidad...

Ichigo miró todo desde el umbral de su cuarto. Su familia. Su pasado. Sus aliados. Todo se quedaba atrás.

El aeropuerto de Narita estaba lleno de ruido, pasos rápidos y voces en varios idiomas. La tarde avanzaba, y con ella, la sensación de despedida se volvía cada vez más pesada. Ichigo sostenía su pasaporte con fuerza entre los dedos, mientras las voces de sus hermanas, que discutían por el tamaño de sus mochilas, se fundían con los anuncios en japonés e inglés por los altavoces.

El grupo ya había pasado el control de seguridad preliminar, pero aún no cruzaban hacia migración. A un costado, una figura alta y tranquila se acercó con paso seguro.

—¿Listos para irse, Kurosaki?

Sado Yasutora —Chad, para los amigos— apareció con una sonrisa breve pero sincera. Su altura seguía siendo imponente, pero había suavidad en su mirada. A su lado, con el cabello naranja recogido en dos trenzas, estaba Orihime Inoue. Llevaba una bolsa con obsequios envueltos con moño.

—¡Ichigo! ¡Yuzu! ¡Karin! —Orihime los saludó con entusiasmo—. Les traje algo para el viaje. ¡Son bentos! Estilo internacional, con un poco de todo, para que no extrañen Japón de inmediato.

—Gracias, Orihime —dijo Ichigo, sonriendo un poco más al ver la dedicación con la que había decorado cada caja.

Apenas unos pasos detrás, llegó Ishida Uryū, elegante como siempre, con una camisa perfectamente planchada y lentes nuevos. Saludó con una leve inclinación de cabeza.

—Espero que no olvides tus deberes como protector espiritual de Karakura, Kurosaki. Estés donde estés.

—Tú lo harás bien sin mí —respondió Ichigo—. Además, tú siempre fuiste el más serio del grupo.

—Tatsuki está por llegar —avisó Orihime, mirando el reloj—. Vino corriendo desde el dojo.

No tardaron mucho en verla aparecer, ligeramente sudada, pero aún con energía. Su cabello corto ondeaba con cada paso firme que daba hasta alcanzar al grupo. Sin decir nada, se plantó frente a Ichigo y lo abrazó de un solo movimiento, fuerte y directo.

—Tú mejor que nadie sabes lo mucho que odio las despedidas largas —dijo sin soltarlo—. Así que no hagas esto más difícil. Pero... me alegra que hayas tomado una decisión por ti mismo.

—Gracias, Tatsuki —dijo Ichigo, correspondiendo el abrazo con la misma fuerza—. Vas a patearle el trasero a cualquiera en el dojo.

Ella sonrió y luego lo soltó, dándole un pequeño golpe en el hombro.

—Y tú no te olvides de escribir, ¿ok? Aunque sea para presumir que ahora hablas inglés mejor que nadie.

Orihime se acercó entonces con una sonrisa suave.

—Ichigo... espero que puedas encontrar paz allá. Y que no dejes de ser tú.

—Tampoco quiero olvidarme de ustedes —respondió Ichigo, con un poco más de emoción en su voz—. Ustedes siempre serán parte de lo que soy.

Orihime le dio un pequeño beso en la mejilla como un pequeño regalo de despedida, y la cara ichigo solo se pintó del rojo más intenso que pudo hacer su rostro, sostenía una sonrisa boba que muy poca gente en vida a podido presenciar.

El grupo compartió miradas, silencios, promesas mudas. Al final, cuando fue momento de avanzar hacia la zona internacional, Yuzu les dio a todos un último abrazo emocionado, mientras Karin solo asentía con una sonrisa seria, aunque sus ojos brillaban ligeramente.

Es una lástima que gran parte de sus amigos técnicamente son los amigos de ichigo, quizás sea un buen momento para hacer nuevos amigos en Gotham, que sean de su misma edad.

Yoruichi, en su forma de gato, asomó disimuladamente desde dentro del bolso especial de mano de Ichigo, observando a los presentes con ojos felinos y callados. Chad notó al gato, alzó una ceja, pero no dijo nada, sabes desde la primera vez que la conoció que donde sea que ella este en su forma de humano o gato va a ser un caos y no quiere ser parte de eso en este momento.

Con el último llamado de embarque, el grupo pasó por migración y desapareció tras los controles.

El vuelo de Japón a Estados Unidos fue largo. Más de doce horas de trayecto entre comidas servidas a medias, anuncios bilingües, y una pantalla que mostraba el mapa del mundo con un puntito avanzando lentamente hacia el oeste.

Ichigo, sentado junto a la ventanilla, observaba las nubes y el cielo cambiante. Sus hermanas dormían en los asientos contiguos. Karin, encogida con una manta, y Yuzu, abrazando su bolso de mano como si fuera un peluche. Entre los pies, el compartimento especial oculto con Yoruichi —gato polizón estrella— permanecía en silencio.

Durante el vuelo, Ichigo intentó leer una revista en inglés y se dio cuenta de que, aunque podía entender bastante, aún le faltaba soltura. Recordó entonces que tenían una semana entera en Gotham antes de que comenzaran oficialmente las clases. Una semana para caminar, adaptarse, practicar el idioma y entender el terreno.

Cuando el avión aterrizó en Nueva York para la escala, el bullicio del aeropuerto John F. Kennedy fue abrumador. Pero el verdadero cambio se sintió cuando abordaron el vuelo de conexión hacia Gotham. El ambiente era distinto. Más serio, más reservado. Las voces eran más bajas, los rostros más duros. Ichigo lo notó incluso antes de despegar.

Una vez en el aire, Gotham los recibió con un cielo grisáceo que parecía perpetuo. Cuando descendieron, la ciudad apareció bajo una ligera neblina, con estructuras góticas, edificios altos y calles que se entrelazaban como venas de una criatura dormida. Era una ciudad que no sonreía.

El apartamento donde se hospedarían estaba en un complejo para estudiantes internacionales, cerca de la Universidad de Gotham y del instituto donde Karin y Yuzu asistirían. Lo primero que hicieron al llegar fue deshacer las maletas y revisar el vecindario.

En los siguientes días, cumplieron con su plan de aclimatación. Por las mañanas salían a caminar por el barrio. Aprendieron a usar el transporte público local —un sistema de trenes subterráneos que era rápido pero intimidante, especialmente para yuzu que su apariencia, forma de ser y vestimenta, contrastaba con el fondo de la ciudad totalmente lúgubre y como consecuencia Karin tenía una mirada sobre ella en todo momento y ichigo sobre ambas aún más intenso y aterrador a quien sea que se les acerque—, ubicaron los supermercados más cercanos, una farmacia que también vendía productos japoneses para la alegría de Karin, y un parque en forma de media luna con árboles viejos y esculturas oxidadas.

Karin encontró una cancha de fútbol improvisada entre edificios, donde jugaban niños de varios países. Yuzu hizo amistad con una señora coreana que atendía una tienda de abarrotes y que le ofrecía siempre dulces gratis "por parecerse a su nieta".

Ichigo, por su parte, dedicaba las tardes a practicar inglés conversacional. Veía televisión local, leía menús, hablaba con estudiantes internacionales como él. También comenzó a tomar notas de la arquitectura y los callejones, prestando atención a los detalles, casi por instinto.

Yoruichi, mientras tanto, se escapaba cada noche, deslizándose entre las sombras como una criatura nativa. A veces volvía con alguna chuchería robada —una estampilla antigua, una piedra brillante— y se metía en su caja sin decir nada.

Una noche, Ichigo la encontró observando desde la ventana del departamento.

—¿Y bien? —le preguntó en voz baja.

—Esta ciudad... vive en tensión —susurró Yoruichi sin mirarlo—. Está llena de cicatrices, algunas invisibles. Pero también hay poder oculto. Como brasas bajo ceniza.

Ichigo no respondió. Solo miró las luces lejanas que titilaban como estrellas caídas. Gotham era distinta a todo lo que conocía. Pero estaba listo. O al menos, quería creer que lo estaba.

La semana en Gotham transcurrió con rapidez. Ichigo y sus hermanas, Yuzu y Karin, se adaptaban al nuevo entorno, explorando la ciudad y practicando su inglés. Yoruichi, en su forma de gato, observaba todo con atención, siempre presente pero discreta.

Una tarde, mientras Ichigo revisaba algunos documentos en la sala de su nuevo hogar, Yoruichi saltó al sofá y se acomodó a su lado.

—Ichigo —dijo con su voz grave característica—, necesito hablar contigo sobre algo importante.

Ichigo levantó la vista, sorprendido por el tono serio de su amiga.

—Claro, Yoruichi. ¿Qué sucede?

—He estado trabajando en un espacio subterráneo, similar al sótano de Urahara. Es un área extensa, con un cielo pintado y aguas termales. Quiero usarlo para entrenar a Yuzu y Karin.

Ichigo frunció el ceño.

—¿Entrenarlas? ¿Por qué?

—Aunque ya saben que soy una Shinigami en forma de gato y conocen mi nombre real, quiero hablar con ellas a solas. Es importante que tomen la decisión de entrenar sin tu influencia.

Ichigo suspiró, comprendiendo la importancia de la independencia de sus hermanas.

—Está bien. Confío en ti, Yoruichi.

Yoruichi asintió.

—Además, Isshin me entregó algo para ellas. Son tres collares Quincy que pertenecieron a su madre. Creía que no estaban listas para recibirlos antes, pero ahora piensa que es el momento adecuado. aprovecho el momento y le entrego el suyo a ichigo.

Ichigo se sorprendió.

—¿Collares Quincy? ¿Por qué ahora?, llega un poco tarde, ¿no?- se colgó su collar no por un orgullo quincy que nunca tuvo, pero si por cariño a su madre y su regalo.

—Isshin cree que ya no puede protegerlas como antes. Quiere que estén preparadas para cualquier eventualidad.

Ichigo asintió lentamente.

—Entiendo. Solo prométeme que las cuidarás.

—Lo haré.

Esa noche, Yoruichi se reunió con Yuzu y Karin en el jardín trasero, asegurándose de que no hay nadie más alrededor. La luna iluminaba suavemente el espacio, creando una atmósfera tranquila con las chicas al rededor.

—Chicas —comenzó Yoruichi—, quiero hablar con ustedes sobre algo importante.

Yuzu y Karin se miraron, curiosas.

—¿De qué se trata? —preguntó Karin.

—Su padre me entregó estos collares Quincy que pertenecieron a su madre. Cree que es el momento adecuado para que los tengan, también le entregue el suyo a su hermano, y él está de acuerdo en que los tengan, sin embargo, primero les daré un pequeño entrenamiento antes de dárselo.

Yoruichi les mostró los collares, que brillaban con una luz suave azulada.

—Además, he estado trabajando en un espacio subterráneo para entrenarlas. Quiero que estén preparadas para protegerse a sí mismas, sé que quizás no le vean tan importante en este momento, pero a su hermano desde el accidente con los Fullbringer donde les lavaran el celebro, quedo con un trauma por no poderlas proteger aun cuando no tenía sus poderes de Shinigami.

Yuzu y Karin se miraron, asimilando la información.

—¿Por qué ahora? —preguntó Yuzu.

—Porque su padre cree que ya no puede protegerlas como antes. Y porque ustedes han demostrado crecer lo suficiente como para cargar con la responsabilidad de comprender su historia tanto de quincy como de Shinigami.

Karin asintió lentamente.

—Quiero entrenar. Quiero ser fuerte como Ichigo y proteger a nuestra familia, a mis amigos y a mi hermano para que o tenga te sufrir como el suceso de los Fullbringer.

Yuzu sonrió.

—Yo también. Quiero ayudar y no ser una carga, para mi familia, no quiero ser siempre de una princesa que necesita ser rescatada, quiero ser alguien que sea capaz de cuidarse a sí misma.

Yoruichi sonrió, orgullosa de su decisión.

—Entonces, comenzaremos el entrenamiento mañana. - Y pareciera que con decir esas palabras el tiempo avanzara más rápido.

El silencio del sótano era distinto al de cualquier otro lugar en Gotham. Allí abajo, cubierto por capas de concreto reforzado y magia selladora, el tiempo parecía transcurrir diferente. Yoruichi había trabajado sin descanso desde que llegó con los Kurosaki a esta nueva ciudad. Con el consentimiento de Isshin, había replicado, a menor escala, el mismo tipo de espacio de entrenamiento que Kisuke Urahara alguna vez construyó en su tienda de Karakura. Aquel sótano ahora pertenecía a ella, y pronto, sería también de Yuzu y Karin.

La estructura era impresionante: un cielo falso pintado con una técnica espiritual especial daba la ilusión de estar en un ocaso eterno. El terreno estaba cubierto de una mezcla de arena suave y rocas redondeadas, perfecto para la agilidad y el equilibrio. En un rincón, unas aguas termales burbujeaban tranquilas, listas para recibir cuerpos exhaustos.

Yoruichi, en su forma de gato, caminaba entre las rocas mientras hablaba con Ichigo en la superficie, justo después de que él se asegurara de que sus hermanas estuvieran ocupadas con tareas escolares.

—Ya casi está listo el sótano —murmuró Yoruichi, sentada sobre la barandilla de la cocina, moviendo la cola perezosamente—. Voy a entrenar a tus hermanas, ichigo solo frunció el ceño y lanzo una mirada que decía que no se sobre pasar con ella.

El primer día de entrenamiento comenzó al amanecer. Yoruichi despertó a las chicas antes de las cinco de la mañana. Karin se quejó poco; Yuzu, en cambio, tuvo que ser cargada por el lomo, todavía medio dormida.

—No puede ser tan temprano... —murmuró Yuzu, frotándose los ojos.

—La disciplina empieza con romper la comodidad —respondió Yoruichi, ahora en forma humana, ya vestida con ropa deportiva negra—. Vamos, chicas. Hoy es solo entrenamiento físico.

Al llegar al sótano, ambas se quedaron sin aliento. El lugar parecía un mundo aparte. La iluminación cálida, el cielo pintado, la brisa que simulaba un leve viento desértico... todo conspiraba para crear un ambiente de concentración y paz.

Yoruichi comenzó con lo básico para unas niñas sin experiencia como ellas.

Elasticidad, aunque quisiera darle un entrenamiento más intenso ellas no son su hermano, ellas si se pueden romper con muy poca fuerza.

Durante casi una hora, las guio por ejercicios de estiramiento profundo. Torsiones de columna, elongación de piernas, brazos, cuello. Movimientos circulares y ejercicios de yoga adaptado.

—La flexibilidad es la base para evitar lesiones cuando empiecen a manejar energía espiritual. No se trata solo de ser fuertes, sino de controlar el cuerpo.

Karin, con su resistencia natural, soportaba bien. Yuzu, aunque más frágil, mostraba una determinación silenciosa, su hermana tiene cierta ventaja al practicar deporte desde prácticamente siempre, pero ella no se quedara atrás, siempre es un buen momento para aprender.

Un momento después pasaron a la fuerza, si se parecen un poco a su hermano además de la cara es que tienen que ser fuertes, o más fuertes que un humano normal o eso intuye.

Después vinieron las sentadillas, lagartijas, abdominales, flexiones invertidas y ejercicios de equilibrio sobre rocas inestables, (este último fue más por diversión propia más que para realmente entrenarlas). Cada sesión era intercalada con respiración profunda.

Yoruichi, siempre vigilante, corregía posturas y mantenía el ritmo.

—Quiero que recuerden esto: no entrenamos para pelear. Entrenamos para proteger. Para resistir. Para levantarnos cuando todo lo demás caiga, no quiero que sean soldados quiero que puedan cuidarse a si mimas y a quienes los rodean.

Las chicas solo tenían una cara llena de determinación al escuchar esas palabras, quien sabe si es por la edad, pero hacer todo esto es emocionante y las llenas de adrenalina y emoción.

Se continua con la agilidad, con saltos, carreras cortas, esquives, zigzag entre conos marcados en la arena. Luego, un ejercicio de persecución con los ojos vendados.

—Confíen en su oído. En su instinto. No todo se trata de ver.

Yuzu, aunque torpe al principio, empezó a captar patrones. Karin era rápida pero impaciente. Yoruichi las elogió a ambas al final del circuito.

A media mañana, las tres se sentaron al borde de las aguas termales con frutas, arroz y jugo de cebada.

—Han avanzado mucho —dijo Yoruichi—. Me recuerdan a Ichigo, pero también tienen lo suyo.

—Él lo hacía mejor, seguro —dijo Karin, secándose el sudor.

—No necesariamente. Tu hermano tenía una carga emocional más grande. Ustedes están construyendo su camino, no cargando el de otros.

Hubo un silencio. Luego, Yuzu tomó la palabra.

— Sabes...Gotham es... rara. Fría. La gente no sonríe tanto como en Karakura. Hay una... tristeza extraña en el ambiente, no me arrepiento de haber venido, pero se siente que hace falta algo de alegría en este lugar, pero me hare más fuerte.

Se hizo otro silencio.

—El otro día —dijo Karin, mirando a su hermana—. Me contó que alguien la acosó en el parque.

Yoruichi giró el rostro hacia Yuzu.

—¡Karin!

—Teníamos que hablarlo.

Yuzu suspiró.

—No quería molestar. No fue tan grave. Me alejé. No me tocó. Solo me siguió unas cuadras.

Yoruichi se agachó para quedar a su altura.

—Eso es grave, Yuzu. No es normal. Y no debes cargarlo sola. Prometo no decirle a Ichigo. Pero tienes que confiar en nosotras. Entrenas para esto también. Para no volver a sentirte vulnerable.

Yuzu asintió, sus ojos vidriosos, pero fuertes.

Los días siguientes, el entrenamiento aumentó en intensidad. Cada sesión incluía simulacros de escape, defensa ante ataques por sorpresa, ejercicios de resistencia en condiciones desfavorables (sin comida, sin agua, con fatiga). Yoruichi era estricta, pero justa, y aún más, se divertía más que como lo que hacía con ichigo en sus quince años.

Al final del cuarto día, durante la noche, entregó a ambas una caja de madera.

—Esto lo guardó su padre durante años. Es un regalo de su madre, como ya se los había mencionado.

Adentro, collares Quincy de plata, con un pequeño cristal azul en el centro que no habían visto con anterioridad. Las chicas los tomaron con respeto.

—Ella seguramente quería que ustedes decidieran si luchar o no. Ahora lo están eligiendo.

Yuzu colocó el suyo sin dudar. Karin, con más solemnidad.

—¿Y Ichigo?

—Tiene uno. Pero Isshin no cree que lo necesite... ya sabes él es especial a maneras que nadie puede comprender por completo, quizás sea más fuerte, pero no lo veo entrenando esas habilidades en este momento, además un Quincy se caracteriza por el control y el orden, su hermano es la contraparte literal de lo que es un Quincy.

Las chicas se miraron, hermanas, hijas de Shinigami, testigos de tragedias, pero ahora guerreras en formación para poderse defender. Ya no eran solo hermanas del Héroe de Karakura. Eran las futuras protectoras de su propio mundo, de sus decisiones y de sus acciones.

Yoruichi las abrazó, en un gesto extrañamente maternal.

—Han demostrado que valen por sí mismas. Mañana... comenzamos con el entrenamiento de, ya le pedí consejo aUryū para su futuro entrenamiento de reiryoku, al principio se reusó, pero no hay nada que no pueda conseguir.

El entrenamiento apenas comenzaba, pero el deseó de creer las motivaba más que nada.

Por otro lado...

Las luces de la ciudad de Gotham titilaban como luciérnagas atrapadas en frascos de concreto. Para alguien que había crecido en Karakura, la atmósfera cargada y tensa de la ciudad estadounidense era algo completamente nuevo. Ichigo, con las manos en los bolsillos de su chaqueta negra, caminaba con paso firme por las veredas irregulares del distrito oeste. Aunque había recorrido ya parte de la ciudad con sus hermanas, ese paseo nocturno era distinto: era solo para él, para conocer y comprender cómo latía Gotham cuando el sol no estaba.

No era solo una exploración casual. Ichigo estaba en una misión personal. Desde que había llegado, no podía ignorar esa sensación constante de amenaza en el aire. Era diferente al peligro de los hollows, es más humano. Buscaba lugares clave: estaciones de policía, de bomberos, hospitales y puntos de acceso público seguro. Tomaba mentalmente rutas rápidas, pasajes poco transitados, almacenes abandonados que podrían servir de cobertura o esconderse si era necesario.

Cruzó por la avenida del parque Robinson, vio un museo cerrado que albergaba una exposición de culturas antiguas, y más allá un cine que proyectaba clásicos de terror. El ambiente estaba cargado de niebla, apenas disipada por los faroles oxidados. El olor a lluvia reciente impregnaba el asfalto.

Tras dos horas de caminata, notó que se había alejado demasiado de su nuevo departamento. Consultó el mapa en su teléfono y comprobó que estaba al menos a una hora caminando. Pensó en tomar un taxi, pero decidió aprovechar para conocer el sistema de transporte nocturno. Bajó unas escaleras hacia una estación de metro semivacía, pero un cartel de "fuera de servicio" le obligó a tomar la superficie otra vez.

Suspiró. "Genial...", murmuró con resignación y comenzó a caminar hacia el norte.

Fue entonces, mientras pasaba frente a un callejón entre dos edificios de ladrillos antiguos, que lo escuchó. Un grito, agudo y cargado de ira y miedo.

—¡Suéltame, bastardo! —gritó una voz femenina.

Ichigo ni siquiera lo pensó. Corrió hacia el callejón, impulsado por el instinto que había cultivado durante años. No sabía si se trataba de un asalto común o algo más, pero el impulso de proteger era incontrolable.

Al llegar, vio una escena que, aunque cotidiana en Gotham según lo que ve en las noticias, nunca dejaría de ser indignante. Una mujer, de cabello plateado recogido en un moño bajo, vestida con un abrigo largo color vino tinto, forcejeaba con un hombre que sostenía un revólver oxidado en una mano y un bolso en la otra. La mujer no parecía una víctima cualquiera. Había algo en su postura, en la forma en que no soltaba su bolso ni dejaba que el miedo la venciera.

—¡Oye! —gritó Ichigo antes de impulsarse hacia el ladrón.

En un solo movimiento fluido, dio un salto y le propinó una patada giratoria en la cara. El sonido seco del impacto resonó en el callejón. Algo se rompió: tal vez la nariz o la mandíbula del agresor. El hombre cayó de espaldas, pero aún sujetaba el arma con la otra mano.

Ichigo se movió rápidamente y sujetó la muñeca armada. Con un giro rápido del brazo, dislocó el hombro del asaltante, que soltó el revólver mientras gritaba de dolor antes de perder la conciencia.

La mujer recogió su bolso, se sacudió el abrigo y se acercó a Ichigo con una expresión que oscilaba entre la gratitud y el reproche.

—Gracias... supongo. ¿Tienes idea del estado en que lo dejaste? Podría haberle causado una conmoción cerebral—dijo mientras se agachaba para revisar al ladrón con una destreza médica evidente.

Ichigo se encogió de hombros, algo confundido, por lo general solo le dan las gracias no le regañan por ayudar a alguien.

—No estaba pensando en darle una lección... solo en detenerlo.

Ella suspiró.

—Gracias por tu ayuda... soy la doctora Leslie Thompkins. Trabajo con clínicas gratuitas en Gotham. Y tú... eres muy joven para andar golpeando criminales. Eso se lo dejamos a Batman y sus niños ninja.

Ichigo levantó una ceja.

—No necesito un disfraz para ayudar a alguien, lo hare siempre que tenga la oportunidad, no puedo ser selectivo de quien ayudar.

Leslie lo miró fijamente. Su mirada era intensa, del tipo que no aceptaba excusas. Por un instante, le recordó a Yoruichi cuando estaba enojada.

—Tu corazón está en el lugar correcto, pero Gotham no es cualquier lugar. Aquí, ayudar puede meterte en problemas. Puedes hacer más daño que bien si no sabes cómo manejar las consecuencias de entrometerse en los problemas ajenos, a menos que quieras cargar con la responsabilidad.

Antes de que Ichigo pudiera responder, ella sacó su teléfono celular marco lo que parece un numero predeterminado.

—Ya llamé a la policía. Vendrán pronto. No voy a involucrarte, pero deberías irte. Aunque antes...

Se detuvo, observándolo con una mezcla de interés y algo de compasión.

—Cerca de aquí hay un restaurante pequeño que sirve buena comida a estas horas. Ven. Es lo menos que puedo hacer.

Ichigo dudó.

—Estoy bien. Solo quería asegurarme de que estás a salvo.

Leslie cruzó los brazos.

—No fue una invitación. Ni fue una opción. Vamos.

Ichigo suspiró. Esa mirada... definitivamente como la de Yoruichi, y con el tiempo sabe que cualquier mujer con esa mirada lo que menos puedes hacer es dar una negativa.

Minutos más tarde, estaban sentados en una pequeña mesa de un restaurante de comida casera, iluminado por lámparas de té y decorado con pinturas de la ciudad. Leslie pidió sopa de cebolla y pan de ajo. Ichigo, indeciso, simplemente pidió lo mismo.

Ichigo se limitó a mirar por la ventana.

Ambos comenzaron a comer en silencio, no había mucho que platicar.

Leslie cómoda en el silencio observa a ichigo y ichigo se percata de su mirada y siete algo incómodo.

- Podrías haber sido menos violento sabes...-

Ichigo come lentamente y entre pausas le contesta, - No me caracterizo por controlarme a la hora de ayudar a alguien, pero puede que tengas razón, pero no me arrepiento de lo que hice.

Leslie asintió lentamente, sorbiendo su sopa.

—Bueno, "sin control" aquí puede tener consecuencias graves. Pero aprecio que me hayas salvado. ¿Eres nuevo en Gotham?, la gente no se mete en este tipo de situaciones y mucho menos en Gotham.

—Sí, estoy por empezar la universidad aquí en Gotham.

—Entonces, no busques problemas. Esta ciudad es peligrosa para las personas que subestiman aGotham, no es u lugar para turistas inocentes. Hay quienes se pierden en ella, y hay quienes encuentran su propósito, aunque la mayoría ese propósito compromete al de las personas inocentes. ¿Cuál será tu caso?

Ichigo no respondió de inmediato. Sonaba estúpido, pero ya básicamente salvo al mundo sí que... cualquier cosa puede pasar, ¿No?.

—No lo sé... pero no lo voy a pensar demasiado, solo quiero tener una buena beca, en una buena escuela, iniciar y terminar la carrera de medicina... y de ahí pensara mi yo del futuro.

Leslie sonrió suavemente.

—Tienes tiempo. Y si alguna vez necesitas hablar... mi clínica está en Park Row, por si llegas a tener algún problema con la universidad de medicina. Pregunta por mí, es lo mínimo por ayudarme hoy.

El resto de la comida transcurrió en una conversación tranquila, con Leslie contando anécdotas de su trabajo y su historia en la ciudad, mientras Ichigo escuchaba con atención. Gotham era un lugar duro, pero también estaba lleno de personas que, como Leslie, luchaban cada día por hacer del mundo algo mejor.

Al despedirse en la salida del restaurante, Ichigo le agradeció sinceramente.

—Fue una noche extraña. Pero... gracias.

Leslie le dio una palmadita en el hombro.

—Cuidado de regreso, yo también me iré en un taxi, así que no te preocupes aspirante a vigilante, que esta ciudad no perdona a los despistados. -

Ichigo asintió. Mientras caminaba de regreso a su departamento, con la brisa nocturna soplando suavemente, pensó en Gotham. En su oscuridad, su historia, y en las personas como Leslie. Tal vez conocer más gente de esta ciudad sea una buena idea si es que se parece un poco a señoraLeslie, a, pero para evitar también regaño de sus hermanas esto no paso y si preguntan porque tardo tanto simplemente dirá que se perdió, que no es técnicamente una mentira solo una verdad a medias.

Mas sin embargo desde los tejados de la ciudad una sombra acosa el andar de la pareja desde hace tiempo.

-Cuando recibiste una señal de ayuda de la Dr. LeslieThompkins, no pensé que terminaría espiando a un adolescente con mal gusto por el color naranja Oráculo, pero quien soy yo para juzgar a la gente. -

-Sabes Red Robin, si no fuera porque estamos cortos de personal después de queNightwing terminara en un mundo alternativo y recién regresara, de queRed Hood este ocupado en el puerto en este momento conSpoiler con un cargamento de armas para el pingüino, y de que Batman esta con la liga lidiando con saber dios que tipo de amenaza espacial, tu no estarías ahí, pero me alegro de que lo estés de entre todo eres el más tranquilo y el que almenas piensa más haya de "atacar primero preguntar después" -

- ¿Y la pequeña bola de Odio? - dijo con disgusto mientras seguía siguiendo a ichigo por los tejados, no es tan ágil como Nightwing, pero es mejor queRed Hood, así que un civil no debería notarlo.

- Castigado por tiempo indefinido, ¿recuerdas el accidente del espantapájaros? -

-Como no hacerlo, esa vez casi pierdo mi mascara de gas en una pelea con unos secuaces antes de que usara ese feo gas del miedo. -

- Robin que no estaba actualizado para hacer esa misión contigo, spoiler y Batman, pero se fue a escondidas de todos modos, lo bueno es que bat lo encontró antes de que hiciera alguna locura, pero no apago el comunicador y puede escuchar como le dio una buena reprimida y de paso lo castigo sin la capacidad de poder ser robin por al menos un mes, además de quitarle los postes de la comida entre otras cosas más como meterlo a talleres de jardinería en la escuela a la fuerza y a un club deportivo, para que fuera más sociable- Desde el comunicador puede escucharla como toma agua y luego suspirar cansada.

Red Robin sonríe, ver a ese niño presumido castigado le produce un poco de alegría. - Me imagino que no lo tomo muy bien-

- Eso es decir poco, le dice que como hijo de batman debería poder hacer más misiones de alto valor, que tiene las habilidades necesarias y etc., en algún punto las cosas escalaron en que, aunque no lo dijo en voz alta lo pude escuchar por el comunicador decir, " es que no me entiendes", ¿sabes lo que significa? - dijo con una sonrisa pícara.

- Que está entrando en su fase realmente rebelde, jajaja, la pequeña bola de odio está creciendo, será un dolor de cabeza para bats- En algún punto de la plática de tanto reír de las desgracias de Damián, termino perdiendo a ichigo.

- Aun no termino como aun le puedes tener tanto celo, pero ese no es el caso, ¿Cómo vas con la observación del desconocido no tan desconocido? -

- He.. bien, ¿pero tu cuéntame que encontraste? - Mientras trataba de encontrarlo de nuevo sin mucho éxito.

-Aquí tienes, su nombre es Ichigo Kurosaki, fecha de nacimiento:15 de julio de 2003, edad: 21, proviene de Karakura Town, Prefectura de Tokio, Japón su padre Isshin Kurosakimédico clínico no hay mucha información del más allá de lo normal, es casi perfecto quitando algunas multas por desorden público, su madreMasaki Kurosaki falleció cuando él tenía nueve , según registros oficiales, murió ahogada al intentar salvar a su hijo en un río cercano a Karakura después de un día de recogerlo de sus clases de karate. -

Tomo un vaso de agua, hay más informaron de lo que esperaba encontrar.

El llego hace casi una semana a Gotham con sus hermanas gemelasKarin y Yuzu Kurosaki ambas menores de edad, actualmente estudiando en una institución secundaria afiliada a la Universidad de Gotham gracias a la beca universitaria de EmpresasWayne de su hermano por calificaciones casi excelentes, al parecer su padre no los acompaño por situaciones de trabajo,Se ha asentado en una residencia cercana al campus universitario con sus hermanas... hay algo interesante.

- ¿Y es...? -

Fue considerado desde pequeño como "conflictivo" desde el accidente de su madre, por profesores y autoridades escolares, debido a su frecuente involucramiento en peleas físicas, muchas de ellas fuera del campus, además de numerosos incidentes de violencia callejera. Sin embargo, los informes indican que la mayoría de los casos ocurrieron en defensa propia o en defensa de terceros, sin evidencia clara de intención maliciosa, pero cuenta con faltas escolares constantes. Una revisión más profunda revela que estuvo ausente durante eventos catalogados como "crisis locales sin explicación natural" (que periódico tan extremo) en Karakura. No se reportó su paradero oficial en esos días, más tarde se confirmó que estaba inconsciente en la clínica familiar, al parecer por los terremotos que sucedieron. Casi pierde el año académico en dos ocasiones. Recuperación milagrosa en ambas.

- Entonces... ¿es un vigilante o aspirante a uno de Japón? -

- No lo parece..., y no hay notas al respecto a vigilantes en las noticias de la ciudad, ni el crimen es tan alto para necesitar uno, la policía hace un excelente trabajo en realidad, pero parece que ese lugar Karakura sí que le ha pasado mucho, lugar centro de varios terremotos y desaparecidos en los últimos años, no es el mejor lugar para vacacionar en mi opinión, pero hay peores., oh mira lo que este increíble hacker encontró.

Aquí hay un Analís del Psicóloga de su antigua escuela dice... Presenta una mezcla única de inteligencia emocional alta y reacciones agresivas instantáneas ante amenazas, lo que lo convierte en una persona leal a su círculo cercano, incluso en detrimento de su bienestar personal.

- En pocas palabras un Punk- dejo de buscar por los alrededores al ver que ya no estaba en ninguna dirección.

-Si un Punk, pero parece al menos bueno hasta cierto punto, aunque debería sonreír más, en las fotos que encontré de él tiene el ceño fruncido casi como Batman en todo momento, quizás y así se miraría más atractivo...-

Oráculo...

Solo bromeo.

Si bueno yo lo perdí, estaba distraído y ya no lo encontré, pero por lo visto no es alguien que debamos preocuparnos, más allá de peleas callejeras al parecer y por lo que recibimos de la doctora como de la policía parece ser así, regresare a la cueva.

- Excelente, pero antes, porque no pasas conRed Robin ySpoiler antes de venir de regreso, al parecer necesita ayuda para limpiar el desorden que hicieron -

Red Robin no quería, realmente no pero no podía simplemente decir que no, así que fue de mala gana. - Si capitana...-

-Elemente cambio y fuera...- mientras tanto, miro la hora y vio que faltaban casi unas cuantas horas para el amanecer.

Espera que haya descansado bien y que el día de mañana no sea duro para Duke, pues Gotham no descansa ni de noche o día.

Que les pareció, es una idea que me estaba dando vueltas después de leer algunos fanfics de Batman y one pice, no esperen actualizaciones seguidas solo quería sacar esta idea de mi mente, pero me gustaría saber su opinión y si quieren más, me voz hasta sabrá dios cuando.

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JAMESBLAFKING