Capítulo VII "Mi sueño…eres tú"
La luna llena se encargaba de guardar con su platinada luz los sueños de la joven de ondulados cabellos azabaches que descansaba en su habitación luego de haber caído rendida ante el cansancio provocado por una noche derramada en lágrimas.
Mientras un joven confuso de cálidos ojos dorados y cabellos plateados finalmente caía rendido al silencio de la noche, después de haber tomado una difícil decisión, una pequeña sonrisa posada en sus labios, sus párpados finalmente cubriendo sus ojos entregándose a los sueños; justo cuando la magia de la noche unió los sueños de ambos jóvenes, para permitir una vez más que su amor, proveniente de miles de años atrás, una vez más se hiciera presente en sus corazones, con la intención de preservar un amor, que había vencido y logrado trascender toda la eternidad del tiempo…
La blanquecina luz de un radiante sol, provocaba destellos en el hermoso y sedoso cabello plateado de su amado. Kagome se sentía en plena paz, en el bosque que siempre le acompañaba, lleno de belleza y llenando de plenitud sus almas al compartir tan gran sentimiento, el origen de la vida. Sus pies descalzos disfrutaban del frescor de la hierba, y su blanco vestido caía en suaves ondas igualando a su oscuro cabello.
Se encontraba entre sus brazos, con la felicidad rebosándole al haber escuchado a InuYasha susurrarle al oído la decisión que había tomado…era a ella, y no a Kikyou a quien realmente amaba, lo había descubierto al besar a Kikyou, ya no sentía lo que alguna vez pudo haber sentido por esa chica…
-Kagome, perdóname…es sólo que…-InuYasha fue interrumpido por la hermosa mano de Kagome al posarse sobre sus labios
-No tienes porqué darme explicaciones…te perdono…porqué te amo…y siempre te he amado…- De alguna manera, Kagome e InuYasha eran conscientes de su amor siempre presente a través de los años…y no permitirían que nada ni nadie lo dañase…
-InuYasha…nunca me abandones…- le pidió Kagome, al recordar arrepentida, su pequeño arrebato de venganza con Kouga, mientras se aferraba al abrazo con fuerza
-Nunca….nunca…- respondió InuYasha envolviéndola en sí con sus brazos.
Unos pasos apresurados resonaban en los pasillos de la tenebrosa mansión. Kikyou abrió la puerta de la habitación de Náraku con un golpe rápido, para encontrarse con el oscuro ser, de pie, esperándola
- ¿Qué sucede? ¿Por qué semejante interrupción? –preguntó Náraku en un tono frío pero aún así reluciendo la preocupación en sus palabras.
- Hoy es el día….- respondió Kikyou.
La sorpresa se presentó abruptamente en los ojos de Náraku, había llegado el día, y había fallado….no los había matado y eso le costaría su propia vida.
- Es toda tu culpa Kikyou…y lo sabes…- no era necesario aclarar el tono de amenaza que cargaban las palabras de Náraku, si él moría, Kikyou se iría con él, se encargaría de eso.
Las facciones de Kikyou se llenaron de ira…había determinado matar a InuYasha antes de que quedara con la imbécil de Kagome…después de haberse enterado de toda la verdad…
/Flash Back ((Recuerdos de Kikyou))/
Una risueña Kikyou iba sonriente de un lado al otro de su casa, sabía que se encontraba profundamente enamorada de InuYasha y le encantaba admitirlo y de ser posible, gritarlo a cualquiera dispuesto a escuchar. Y hoy, estaba segura de que alguien la escucharía, pues se encontraría con un viejo amigo que no veía en muchos años: Náraku. Estaba segura de que él estaría encantado de escuchar toda su historia, después de todo recordaba que él (cuando eran unos años más jóvenes) le gustaba ayudarla y aconsejarla. Solía ser un chico muy alegre y encantador.
Unos toques en la puerta le avisaron que ya era hora de encontrarse con su viejo amigo, finalmente había llegado al país después de un largo viaje. Kikyou se aseguró de que su aspecto estuviese bien en un espejo de pie antes de bajar corriendo la escalera que la conducía a la puerta principal de la casa. La abrió inmediatamente y soltó un gritito ahogado
- Náraku! Como has cambiado! Estás mucho más alto! Y tu cabello!...Oh Dios mío! Tu cabello! Está larguísimo! - Náraku simulando una sonrisa recibió el abrazo de bienvenida de Kikyou.
- Pues bien…no esperabas que estuviese igual que hace cinco años, o si? - Kikyou se separó y le miró divertida, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo al fijar su mirada en la de él…realmente había cambiado era una mirada llena de frialdad, quizá hasta de maldad…y sus ojos habían cobrado un tono rojizo
-vaya…pero has cambiado demasiado – le dijo Kikyou riendo tratando de disimular su pequeño susto…
-bueno…sucede que a veces los cambios son buenos, mi querida niña – otro escalofrío más recorrió a Kikyou por completo, mientras está lo disimulaba con una de sus mejores sonrisas.
Comenzaron una larga caminata, en la que Kikyou jamás hubiese pensado escuchar semejante historia…ni descubrir tal verdad, lo cierto fue que Náraku tardó en convencerla, pues su historia le sonaba a Kikyou un tanto inverosímil, pero al final, el malvado hechicero logró lo que quería…
Le demostró a Kikyou mediante antiguos libros, que la historia que contaba era cierta…En la época del Sengoku sucedió una mágica historia que hasta el día de hoy todavía era escuchada pero tan solo como una leyenda…Durante el largo viaje de Náraku, pudo descubrir de manera escalofriante la veracidad de la historia. La cual contaba el eterno amor entre una sacerdotisa y un hanyou, ambos destinados a morir y a renacer sin la posibilidad de volver a encontrarse, pero justo antes de caer en la maldición ambos juraron reencontrarse y acabar con el hechicero y su maldición. Historia, que por supuesto se consideraba tan solo una leyenda…
- no permitiré que esa tal sacerdotisa me arrebate a InuYasha- en la mirada de Kikyou se pudo apreciar un arrebato de odio hacia la supuesta sacerdotisa, Kagome.
y yo no moriré porqué esos dos rompan mi maldición…- pensó Naraku.
-Mira, se acerca la puesta del sol…- susurró Kagome, pues allí reinaba una paz exquisita, y temía que su voz pudiese interrumpir la armonía de ese lugar.
Sí…¿recuerdas lo que significa? – preguntó InuYasha.
- "Si al llegar al crepúsculo, al dar paso a la luna,
los dos amantes sellan su amor, con divina ternura
ante el beso verdadero
Sucumbirá la oscura magia del hechicero. "-
Recordaron ambos la profecía que tuvo lugar en el nacimiento de Kagome, miles de años atrás.
Naraku se movía desesperado de un lugar a otro, dentro de una habitación en un estado lamentable, la pintura caía de las paredes, hecha pedazos, un olor deplorable llenaba el lugar que se encontraba repleto de estantes polvorientos que contenían frascos de diversos tamaños y formas llenos de sustancias o cosas de las que nadie necesitaría regularmente.
Había confiado en Kikyo, pero ella no había logrado su cometido, incluso después de los dos años que dedicó a su preparación, le había fallado y pues no le quedaba otra opción que recurrir al antiguo portal del tiempo que había sido sellado hacía muchísimo tiempo con la finalidad de evitar el reencuentro de ambos. Pero una fuerza que desconocía los había transportado ahí, y el ahora necesitaba remover el sello del portal y matar a uno de ellos.
Se movía rápido, pues el tiempo acaecía, el atardecer estaba cerca. La angustia recurría sus venas, la muerte se le venía encima, había confiado su vida en una mujer estúpida.
El día iba cediendo, la luz dorada se convertía en una rosada con pequeños destellos rojizos que anunciaban la venida de la noche. Ambos se encontraban ya en los brazos del otro, en aquél lugar, tan mágico. Su bosque, el bosque destinado a presenciar la unión de dos almas. El sol se situó en el borde de las montañas, ya era el momento.
Justo cuando comenzaban a aumentar la cercanía de sus rostros, pero antes de que pudieran sentir el aliento del otro, un ruido espantoso surcó el aire, como quien rasga una hoja de papel, Naraku rasgó el tiempo, acabando con la seguridad de que su maldad se acercaba al final.
Sin embargo, la cercanía de ambos ya era tal, que InuYasha sin esperar un segundo más, cuando la boca del malvado hechicero se abría para pronunciar el conjuro que acabaría con la vida de alguno de ellos, posicionó sus garras detrás del cuello de Kagome y selló su amor con un beso de amor verdadero. Cumpliendo así su promesa de acabar con el hechicero y su magia.
De Naraku, no supieron nunca más, de hecho, no supieron de nadie de ese mundo que acababan de abandonar, excepto de sus dos mejores amigos… Pues al finalizar el hechizo, y al descubrir que el portal se había cerrado nuevamente tras la desaparición de Naraku, salieron del Bosque Sagrado y tras una larga caminata llegaron a una pequeña aldea, en la que todos parecían conocerlos, en la que todos parecían haber olvidado que ellos no habían estado allí hacía miles de años.
Los recuerdos abordaron sus corazones, reconociendo al instante quienes eran cada una de aquellas personas y los lugares en los que juntos habían disfrutado de tantas cosas, y reconociendo por supuesto a sus dos mejores amigos, Sango y Miroku, quienes formaban una linda familia y siendo ellos los únicos que conocían lo ocurrido, pues aún recordaban que los habían acompañado en su travesía como una especie de guardianes.
Kagome e Inuyasha, celebraron su boda en el Bosque sagrado, disfrutaron de una vida tranquila y plácida, tuvieron una familia, e incluso después de sus hijos, sus nietos y cuando ya les llegaba la hora de morir, sus almas permanecieron juntas en aquél paraíso que les esperaba.
Dos almas destinadas a demostrar que el amor verdadero y eterno…si existe…
FIN.
Lo prometido es deuda ;)