"Para que dos se condenen falta una sola mirada."

Ana Clavel ("Las violetas son flores del deseo")

Instinto

Se despertó sudando sintiendo un calor insoportable. Bochornoso. Era la quinta vez en lo que iba de los últimos quinces días y aún no tenía idea de que le estaba pasando.

El único remedio que lo ayudaba a soportar esos momentos incómodos, era mojarse la cara con agua fría. Aunque el efecto era temporal, apaciguaba un poco la molesta sensación de calor en su piel.

Se levantó y se dirigió al pequeño escritorio que tenía en su casa, ahí siempre colocaba una vasija; tomó agua con sus manos y se mojó el rostro.

Al ver hacia un lado y ahí como si nada estaba el raro objeto con el que Midna lo ayudaba a transformarse en un lobo.

Alguna vez le mencionó que no debía pasar mucho tiempo bajo los efectos del cristal, entrar a las zonas afectadas por el crepúsculo y volverse un lobo con ayuda de su trifuerza era distinto a transformarse con la magia de la piedra.

La verdad era que la piedra era una manera de controlar la maldición de Zant, lo que le permitía volverse un lobo a voluntad.

"– …Pueden haber ciertos efectos secundarios al usarla de mas…"– dijo una vez la Princesa del ocaso.

Desde que venía usando ese raro objeto notó que como humano algunos de sus sentidos eran más agudos de lo normal. Sobre todo a lo que olfato y oído se refería, podía escuchar cosas a mayor distancia o reconocer de inmediato el aroma de las personas que conocía.

Hacía unos días mientras terminaba sus labores en el rancho pudo escuchar con claridad que Colin venía corriendo desde la villa, se lo mencionó a Fado quien dijo que no escuchaba absolutamente nada. Al principio pensó que fue su imaginación pero unos segundos después ambos divisaron al hijo de Rusl.

–"¡Vaya!¿Cómo lo hiciste?"–había preguntado Fado muy impresionado a lo que el contestó que no tenía idea, que simplemente había escuchado pisadas eso era todo. Solo faltaba que empezara a entender a los animales al estar como hyliano.

¿Hasta donde podía llegar a afectarle este tipo de cosas?

No había pasado nada serio. No lo había metido en problemas pero...

Levantó la piedra y se sentó en la silla del escritorio, observando todas las marcas de la misma como si estas pudieran darle una respuesta.

–Tal vez si la he usado demasiado…– se dijo a sí mismo

¿Cuántas veces había usado aquel objeto últimamente?

Al recordar se dio cuenta que en la semana la había usado más veces de las que recordaba.

Se reclinó en la silla y volteó a ver el techo, todavía sentía calor y estaban en pleno verano.

Incorporándose, se dirigió a las escaleras de su casa , bajó por ellas, tomó sus pantalones, se puso sus sandalias y salió de su casa.

El clima fresco del bosque fue lo primero que sintió. El aire estaba tibio y húmedo, y el aroma del bosque le llenaba la nariz.

Bajó por las escaleras para dirigirse a la pequeña caída de agua que estaba cerca de donde vivía; iría a pie. Epona estaba descansando en los establos del rancho.

Al llegar a la fuente de Ordona, se quedó un rato observando los reflejos de las luces nocturnas en el agua, que no eran más que la de la luna y las luciérnagas que había en esa época del año. Hacía que el santuario luciera aún más misterioso y bello.

Ni siquiera se molestó en quitarse la ropa, solo se metió a la parte más profunda que encontró y se hundió hasta quedar completamente mojado quedándose debajo de la superficie del agua por unos segundos para después salir a tomar aire de nuevo.

–"¡Que bien se siente!"– pensó al sentir como su piel se erizaba al sentir la frescura del agua y el viento combinados.

Emprendió el regreso de inmediato, solo quería refrescarse , además, al parecer su cuerpo ya comenzaba a decirle que se fuera a descansar otra vez por medio de un bostezo.

Se pasó la mano izquierda por el cabello para quitárselo de los ojos y salió del lugar escurriendo, no le molestaba al contrario, se sentía más cómodo y relajado.

Volvió a bostezar.

–Mejor me voy a dormir– Empezó a dirigirse de regreso a su casa cuando de repente escuchó el sonido de numerosas pisadas y un aroma que ya era bastante conocido para él junto con otro que no identificaba muy bien –. Lobos– susurró.

Se quedó quieto, esperando a que la jauría apareciera de tras suyo.

De repente varios ojos brillantes estaban observándolo detenidamente. Ninguno de los miembros se atrevía a acercársele pero también sabía que si les provocaba éstos no dudarían en atacarlo. No querían hacerle daño pero era obvio que no confiaban en él; ser uno de ellos hacía que los entendiera mejor que a ningún otro animal.

A primera instancia no se dio cuenta de donde provenía el otro aroma que los mismos animales despedían, si no hasta que sopló el viento.

–Sangre… –dijo en voz en baja.

Volteó a ver hacia delante de él y se dio cuenta de que ahí había un rastro dejado por algún siervo o tal vez una liebre. No debía estar en muy buenas condiciones, y tampoco era buena idea estar entre ellos y su presa.

Se dirigió hacia un árbol y se quedó al lado de este hasta que todos los canes pasaron frente a él sin quitarle la vista de encima. No fue sino hasta que todos pasaron frente a él que echaron a correr, siguiendo el rastro de sangre de su presa.

Si su memoria no le fallaba hacia un mes que la época de celo de algunos animales había dado inicio y por su puesto que también la de los lobos. Se quedó pensando ¿Y si era por eso que sentía tanto calor y ansiedad por las noches?

Empezó a reírse de lo que acababa de pensar, era ridículo. Es decir no había llegado hasta esas consecuencias ¿No?

Bueno tal vez cabía la posibilidad que también estuviera en… bueno en ¿Celo?

Había leído alguna vez, que en algunas especies de animales los machos también entraban en calor. Seguían el ciclo de sus hembras. Así que tal vez él estaba...

–¡Ya deja de pensar estupideces!– se dijo a si mismo mientras se daba de topes con la mano, como si quisiera sacarse lo que parecía ser una absurda idea.

Optó por dirigirse de nuevo a su casa y antes de volverse a dormir le dio un vistazo más a la piedra y, mientras se quitaba las ropas mojadas, pensaba que tal vez podría consultar a La Princesa del reino. Después de todo era versada en magia y era la única que sabía de su secreto.

Pero eso lo haría mañana, ahora solo quería volver a dormir.


Como todas las mañanas, escuchó el siempre puntual grito de Fado quien lo venía a despertar para empezar sus labores en el rancho, alimentar a las cabras, ordeñarlas, revisar las cosechas y todo aquello que implicaba trabajar en el campo.

Si quería ir al castillo debía levantarse ya. Por supuesto antes de todo debía de vestirse, pensó que el dormir desnudo lo haría descansar mejor. Bueno la verdad la anterior noche ya no se quiso ponerse nada por flojera. En cuanto su cabeza tocó la almohada, perdió la noción del tiempo.

–Mejor me visto… –Se desperezó y se levanto a buscar ropa que ponerse, la más ligera y cómoda que pudiera encontrar para el tiempo que estuviera en el rancho. Daba gracias a que la ropa en Ordona no constaba de tantas prendas.

Al salir de su casa se encontró con Fado que lo esperaba como siempre.

–Vaya, esta vez no te tomó tanto tiempo despertarte.

-No esta vez no, espero terminar mis labores antes.

-¿Irás al castillo de nuevo?

-Si…necesito consultar asuntos importantes con la princesa.

-¿Del reino..?

-Eh bueno…

-¡Link, Fado buen día!

Se salvó de darle explicaciones a su compañero de trabajo, gracias a que Ilia apareció en ese preciso momento.

–Buen día– le contestaron al mismo tiempo.

Link de repente olfateó un aroma raro proveniente de la chica, no era algo parecido a ningún perfume, era una esencia desconocida, sin embargo, no era desagradable, más bien era atrayente.

¿Por qué de repente se sintió tan inquieto? Como si quisiera cortejarla e ir a un lugar más privado...

Ahí fue cuando se asustó, desde hacía ya mucho tiempo Ilia dejó de interesarle de una forma romántica. Pero esto no era nada de esa clase, era algo más físico, una simple necesidad imperiosa de satisfacer ciertos impulsos.

–"Estoy comenzando a pensar lo peor"– pensó

Se estaba poniendo muy nervioso, tenía miedo de no poder controlarse...

–¿Link estas bien?

–¿Qué?,si estoy bien, sólo algo cansado.

–¿No dormiste bien?– le preguntó Fado muy extrañado por el raro comportamiento del joven.

–Bueno me desperté en la madrugada, tal vez fue por eso, no estoy seguro.

–Entonces vamos a desayunar de una vez –se acercó a Link intentando tomarlo del brazo pero este se adelantó a caminar lo más rápido que pudo.

Tenía la sensación de que si lo tocaba se pondría aún peor.

–¡Claro vamos, vamos!

¿Que, en el nombre de Din, le estaba pasando?

–"Tranquilo, desayuna, termina tus tareas y te vas"–se repetía una y otra vez así mismo

Fado e Ilia se quedaron mirando el uno al otro por el extraño comportamiento de Link. Así que sin más simplemente lo siguieron.

Al llegar a la mesa de la villa, donde de vez en cuando todos comían juntos, se sintió un poco atemorizado cuando Beth corrió a saludarlo.

–¡Link, buen día!– solo que esta vez se dio cuenta de que con la niña ya no sintió ese nerviosismo anterior.

–"Tal vez solo lo imaginé"– quiso pensar.

Pero cuando se acercó a la mesa del desayuno las cosas se pusieron peor, había dos mujeres más ¿Ashei y Telma? ¿Qué hacían ellas aquí?

–¡Link mírate como estas de crecido, muchacho!– escuchó que le gritaron desde el otro lado.

–Auru, Shad ¡¿Cuando llegaron?!– exclamó sorprendido por la inesperada visita.

–Llegamos hace unas horas– le contesto el pelirrojo de los anteojos.

Con la llegada de sus viejos amigos, aprovechó para no tener que sentarse con las demás mujeres y no pensar en lo que pasaría al acercárseles. Pero claro, lo inminente llegó y su cabeza le empezó a dar vueltas, algo no estaba bien.

El calor se incrementaba aún más y pronto su mente sucumbió ante ello.

–¡Link!

Trató de levantarse pero su cuerpo no le respondió y cayó al suelo. Sus amigos corrieron a ayudarle y lo único que pudo decir fue "piedra... la princesa... necesito" y después todo fue oscuridad.

Cerca del atardecer, despertó alarmado por el aullido lejano de una jauría de lobos, pero sobre todo por el tacto de una suave mano rozándole la frente.

–Veo que ya despertó Link – dijo una voz conocida para él

Sentada al lado de su cama estaba la princesa regente del reino.

–¿Cuándo? ¿Cómo es qué...? "¿Soy yo o de repente hace mucho calor aquí?"– pensó al sentirse tan cerca de su excelencia, y por el tacto de sus manos. El que estuviera conciente de su aroma a duraznos entremezclado con la escencia que había sentido en las otras mujeres, tampoco ayudaba.

–Auru y Telma me avisaron que te habías puesto mal, y que me habías mencionado junto con algo acerca de una piedra– ante los ojos sorprendidos de Link, Zelda alzó el cristal– que he de suponer es ésta.

Link solo asintió. Por alguna razón se sentía indefenso ante ella, no inseguro, nervioso y ansioso.

Al notar una ligera brisa fría en sus brazos, se dio cuenta que estaba semidesnudo. Tal vez era por eso que se sentía desprotegido, no podía haber otra explicación ¿Verdad?

–No debieron molestarla, no fue grave y…

–En primera vine porque quise y en segunda, como te he dicho anteriormente, deja de hablarme de usted me haces sentir muy vieja…–lo interrumpió con una sonrisa al mismo tiempo que colocaba una pequeña toalla mojada sobre la cabeza.

La proximidad del cuerpo de la bella gobernante con el suyo, el saber que con solo estirar un brazo podía atraerle hacia si. Eso quería hacer, atraerla hacia él, besarla, sentirla.

–E...Entonces no tienes porque decirme "joven link" a mí me hace sentir como un niño "Llámame como mejor te plazca"– ¿De donde diablos había venido ese pensamiento? Nunca, en el tiempo que llevaba de conocerla, se había atrevido siquiera a pensar así de ella. Bueno tal vez un par de veces, en realidad muchas veces, pero nunca en su presencia. Siempre era en privado, muy en privado, en donde nadie pudiera escucharlo o verlo.

–Creo que ya estás mejor– Le tocó de nuevo la frente–,vendré mañana para ver como sigues, tal vez averigue algo de la roca.

Se levantó de donde estaba sentada y se llevó la piedra con ella, sin antes sonreírle una vez más al ansioso y acalorado muchacho.

En el momento en que ella se fue, Link por fin se relajó y cerró los ojos; no iba a dormir bien esa noche, no mientras el aroma de ella siguiera flotando a su alrededor y siguiera recordando el tacto de sus manos.


Pasaron unas horas antes de que volviera a despertarse sediento, dándose cuenta que fuera estaba lloviendo.

Se sirvió un vaso con agua, cuando comenzó a escuchar pisadas húmedas en la entrada. Por un momento se alertó pero antes de que saliera a ver que pasaba la puerta se abrió de repente, y ante sus ojos estaba una mujer parada en el dintel de la puerta, completamente mojada.

–Pri… ¡Princesa!– tartamudeó, sorprendido y confundido.

Zelda entró y cerró la puerta de tras de si, sin dejar de mirarlo directamente a los ojos, Link no pudo evitar observar como la tela mojada se le pegaba al cuerpo, revelando su silueta. No dijo palabra alguna y solo avanzó hasta donde él estaba parado, inmóvil, sin palabras.

–Ya te dije que no me llames así– le reclamó antes de besarlo sorprendiéndolo aún más. No sabía si responder o quedarse quieto unos segundos. Estuvo a punto de corresponder aquel posesivo beso solo por instinto, pero su mente lo hizo reaccionar.

–No…es correcto – Como pudo alejó a Zelda de su cuerpo, y él mismo lo más que pudo de ella, algo dentro de él le decía que ella estaba dispuesta, no había nada de malo. Sin embargo la parte lógica de su mente gritaba otra cosa.

–¿Por qué no?, ¿no es por esto que te desmayaste hoy, la causa de esa extraña fiebre?– No podía quitarle la vista de encima. Los ojos de aquella mujer reflejaban una lujuria que nunca creyó llegar a ver en ella.

–Si... ¡No!, bueno, es que yo– De repente se le acabó el camino para poder evitar a Zelda, había topado con pared– "estúpida pared"

Ya no tenía escapatoria, estaba tan cerca de él que acercó su cálido aliento al oído de Link y en susurro le dijo:

–No quiero que otra mujer manipule tus sentidos, sólo yo puedo hacerlo.

–"Cálmate, cálmate, cálmate…"- se repetía así mismo, deseando no sentir como pasaba sus manos sobre sus brazos hasta su espalda, de sus labios húmedos en su cuello.

Apretó los dientes y cerró en puño sus manos al sentir el roce frío y suave de unos dedos queriendo ir debajo de su pantalón.

El autocontrol de sus impulsos más básicos desaparecían con cada caricia, le hacían olvidar que era la suprema gobernante de Hyrule, que ese aroma tan particular que venía de ella no era el de una mujer cualquiera, sino de ella, de Zelda. Lo estaba desquiciando y no sabía cuanto tiempo pasaría antes de terminara cediendo a sus impulsos.

¿Por qué su aroma era diferente al de las otras mujeres, porqué le gustaba tanto?

Mientras se preguntaba eso, sintió como los labios de la princesa trazaban un camino desde su oído hasta sus labios…

–Ríndete– le dijo, rozando los labios de Link al decirlo. Ya no pudo más y en un arrebato, la besó tan fuerte que le dolía la boca, la tomó de las caderas y la cargó hasta la mesa donde solía comer.

Aceptó su derrota.

El sonido de los platos rompiéndose se escuchó por toda la cabaña, que poco importó; en ese momento lo único importante eran las caricias, los besos, mientras intentaban arrancarse la ropa, desesperados por satisfacerse.

Link se deleitaba sintiendo de esa suave y pálida piel contra la suya, de las piernas de Zelda alrededor de su cintura, de sus manos que le revolvían el cabello, que le acariciaban el cuello, de ese cosquilleo que sentía por su abdomen cuando ella mordisqueaba sus orejas, de los gemidos que salían de su boca cuando besaba su cuello, cuando estrujaba sus senos. Era tan placentero tocarla y sentir como se estremecía, oírla llamarlo.

El corazón parecía querer estallar, mientras un escalofrío recorría toda su espalda al sentir como las manos de la princesa se dirigían a tocarlo entre sus piernas. Estaba tan concentrado en lo que sentía que al querer moverse...

–¡Ay! – Se cayó de la cama, pues para su muy mala suerte solo estaba soñando. Se incorporó confundido, ofuscado y algo excitado.

Ese sueño había sido tan real, demasiado.

Todavía la sentía debajo de él, todavía sentía el calor del cuerpo de Zelda, su aroma, sus manos...

–"¡Basta! Si sigo pensando en eso voy a terminar teniendo el mismo sueño!"–Se levantó y volvió a acomodarse sobre la cama completamente avergonzado de si mismo.

Miró a través de la ventana y se dio cuenta que efectivamente estaba lloviendo. El olor a madera y tierra húmeda, le llegaban desde afuera.

Se quedó unos cuantos minutos escuchando el sonido de la lluvia, esperando algún otro ruido… ¿Pasos tal vez?

–¡Como si fuera posible!

Después de gritar aquello, se cubrió de pies a cabeza con las sábanas e intentó conciliar el sueño otra vez.

Aunque en toda la noche el aroma a mujer entremezclado con duraznos y la de un cuerpo liviano sobre él lo asaltó todo el tiempo en sus sueños. Parecía que apenas cerraba los ojos y ella aparecía detrás de sus párpados.

A la mañana siguiente se despertó antes de que Fado llegara a llamarlo, desayunó solo para evitar tener que estar cerca de tantas mujeres al mismo tiempo, pero sobre todo de Zelda.

En primera porque sabía que se sonrojaría al verla, recordando cada imagen y sensación de sus sueños,y segundo porque tenía miedo de hacer algo indebido ó en su defecto pensar en voz alta como estuvo a punto de hacerlo el día que ella cuidó de él.

Estaba dirigiéndose hacia el rancho, cuando al llegar a la villa se fijó que había más gente de lo normal.

–¿Cómo se enteraron...? - Exclamó al ver a una considerable cantidad de gente cerca de la casa del alcalde Bo

Era de imaginarse que todos querían ver a la monarca de Hyrule y no se podría mantener el secreto de su salida.

No todos los días veías a una futura reina en una pequeña villa; al parecer se encontraba acorralada en las escaleras mientras hablaba con las personas ahí congregadas.

Era ayudada por el alcalde de Ordon, que después hizo señas de que lo siguieran a otra parte de la villa.

Fue un alivio para él puesto que dentro de la multitud había varias mujeres y teniendo en cuenta lo que le causaba estar cerca de ellas.

Esperó a que toda la gente se alejara y volvió a encaminarse hacia su trabajo, pero al parecer la princesa no se fue detrás de aquellas personas pues cuando Link iba pasando enfrente de la casa del alcalde Bo escuchó su nombre:

–Buen día Link.

–¡Princesa! – dio un salto al escuchar la voz de Zelda.

–Ya te dije que no me llames así.

Un escalofrío le recorrió por toda la espalda al recordar esa frase en su sueño.

–Perdón, Zelda buen día– dijo sonriéndole nervioso a la princesa.

–Parece que ya estas mejor– comentó, caminando hacia él.

–Si gracias "no tan cerca" –pensó–.Parece que se enteraron de tu llegada.

–Si así parece, alguien debió de haber dicho algo y ahora todos saben que estoy aquí. En fin, me retiro, te veré más tarde y te diré lo que averigüé acerca de la roca– se despidió del joven con una reverencia y sin mas se alejó.

Cuando Link la perdió de vista, dio un suspiro de alivio.

–¿Cuánto va a durar esto?– se preguntó mirando sus manos que estaban comenzando a sudar con el simple hecho estar junto a ella.


Estuvo casi toda la mañana en el establo limpiando los corrales. De vez en cuando salía a ver que ninguna cabra se escapara del rebaño y cerciorarse que todo estuviera en orden.

Al acabar fue por Epona para cepillarle cuando vio que la gran multitud de antes venía hacia donde se encontraba.

Tomó el cepillo e hizo la pantomima de cepillar a la yegua, mientras veía como el alcalde decía quien sabe que cosas del rancho de una forma muy orgullosa, parándose erguido, acentuando su redonda barriga.

–Que no empiece con lo de un recorrido porque si no mejor me escondo detrás de alguna cabra…" Claro que si me desmayo otra vez, Zelda cuidaría de mi otra vez, tal vez podría... "–se dio un golpe con el cepillo que tenía en la mano por haberse atrevido a tener tan vergonzoso pensamiento.

Volvió a observar que es lo que hacían, y para su suerte no dieron señas de dar un paseo. Aunque dos personas de la multitud se rezagaron, notando que eran la Princesa y un joven desconocido.

–¿Porque se quedan atrás?– dijo refiriéndose a Zelda y al muchacho con el que platicaba amenamente– ¿Y ése quien es?

No es que estuviera celoso, era simple curiosidad ¿Por qué razón iba a sentir celos? No era su pareja, no eran nada de esa índole.

Él y la Princesa compartían una bella amistad.

-"¿De que estarán hablando? Zelda parece muy contenta "- sin darse cuenta empezó a empuñar sus manos –"¿Cómo se atreve a tomarle la mano? Ni siquiera yo me atrevo a tocarla"

Sin siquiera pensarlo, arrojó el cepillo con todas sus fuerzas y empezó a caminar hacia los jóvenes que hablaban despreocupadamente, con la firme intención de ¿Morder?

Si así es: morder.

Eso fue lo que hizo en cuanto estuvo cerca, simplemente se lanzó encima del hombre y lo mordió tan fuerte como pudo en el brazo.

No podía dejar que un extraño como ese estuviera junto a Zelda, sobre todo si se atrevía a tocarla. Nadie podía ponerle las manos encima ¡Nadie!

Abrió los ojos de golpe, estaba agitado. Seguía en el mismo lugar, sólo había soñado despierto pero como tuvo ganas de hacer lo que imaginó ¿Por qué?

Algo dentro él le decía que tenía que proteger lo que estaba dentro de su territorio. Sobre todo si se trataba de su... ¿Compañera?

–Esto se está saliendo de control, si sigo así no sé que es lo que pueda hacer– Dejó el objeto con que estaba acicalando a su yegua y la guió de nuevo dentro de los establos. Era mejor ignorar que Zelda estaba con otro muchacho, hablando quien sabe que.

–Como si me importara– se dijo así mismo con cierta molestia.

Así que mejor se concentró en Epona, cuando sintió ese ya muy conocido aroma a duraznos cerca.

-"Zelda"– pensó y volteó a verla.

Ahí estaba con un vestido blanco, escotado, con detalles morados alrededor del pecho, el cabello recogido dejando ver sus hombros y cuello. No podía evitar ver los "detalles" del vestido... A quien quería engañar, lo que de verdad observaba era la piel desnuda que la prenda dejaba ver.

–"¿A que maníaco se le ocurre quitarle partes a la ropa de una princesa? y a mi que se me ocurre ver las partes faltantes"– Pensé que se, digo, que te irías con aquel muchacho.

–Primero quería hablar contigo acerca de la piedra –hizo una pequeña pausa–, creo saber porqué te está afectando.

–"Oh, Farore ya lo sabe, va a pensar que soy un pervertido" ¿En serio?

-El hechizo en twili es una maldición... se refiere a afectar en dos formas a la persona que lo posea–le respondió.

- ¿Así?

- Así es, para ser más específica tiene que ver con pasar ciertos comportamientos de la bestia a tu otra forma, la humana, no solo dejarte como lobo sino en verdad convertirte en uno permanentemente –hizo una pausa– ¿Por eso has estado tan ansioso?

–"Estoy perdido"–Bajó la mirada y se sonrojó–. Si, esa es la causa de...

–Que te hayas desmayado –lo interrumpió–, aún no estás acostumbrado.

–Si es… es por eso– contestó escondiendo lo mejor que pudo sus nervios y vergüenza.

–Entonces no es tan grave, solo deja de usarla por un tiempo y todo pasará. Y Link…

–¿Si?

–Creo que esa zanahoria ya está limpia– le comentó Zelda señalando una zanahoria con un agujerito.

Le entregó la roca a Link y se fue tranquilamente.

–"Por eso estas nervioso cada vez que hay una mujer cerca…"– pensó mientras se alejaba con una sonrisa que podía ser de compasión o de burla.