"Para que dos se condenen falta una sola mirada."

Ana Clavel ("Las violetas son flores del deseo")

Instinto

Para el atardecer y toda la gente que había llegado ya no estaba, lo que incluía a las mujeres de otros pueblos.

–¡Por fin! Ahora puedo irme sin perder la conciencia o algo peor.

Al llegar a su casa sacó el cristal de Midna de su bolsillo y la guardó en la gaveta de su escritorio. Iba a tomar el consejo de Zelda y dejar de usarla un tiempo. Después de todo era eso o volverse un animal para siempre.

–Hablando de ella ¿Dónde estará?, ¿se habrá ido? –sacudió la cabeza–Debe estar descansando en casa del alcalde.

Se acercó a una pequeña ventana y vio como el sol se ocultaba, dando paso a una gigantesca luna llena en un cielo que se salpicaba de estrellas. Al parecer sería una noche tranquila y sin contratiempos.

–Podría ir a bañarme a la pequeña cascada en el bosque, nadie va después del atardecer.

Tomó sólo que lo que necesitaba, se quitó la camisa y salió de su hogar para dirigirse a la vertiente de agua. Le ayudaría el refrescarse, así dormiría mejor. O al menos eso esperaba. Quizá eso le ayudaría a bajarse los ánimos y no terminar cayéndose de la cama por sueños nada inocentes. Sin embargo quién podía culparlo de haber soñado lo que soñó, ella era mujer atractiva.

Por alguna razón se sentía muy tranquilo y relajado. Todo parecía estar bien con él hasta el momento Tal vez era simplemente que la noche estaba así o...

Adiós paz y tranquilidad.

¡¿Qué clase de enfermo dios o espíritu estaba jugando con él?!

Delante de él, en el agua, estaba una mujer de piel pálida y cabellos castaños completamente desnuda, tomando agua con sus manos y dejándola caer por su cuerpo.

Link se quedó petrificado. Si quería irse tenía que hacerlo rápido o la ninfa en el agua se daría cuenta de su presencia, pero parecía que sus pies estaban pegados al suelo pues sólo se quedó contemplando cada detalle de los movimientos de la mujer. No podía apartar la mirada serena de ella, de su cuerpo, de cada hebra que se le adhería...

Nunca, ni si quiera en sus más descabellados sueños, se hubiera imaginado ver a la soberana de Hyrule así.

Una voz interna le imploraba quedarse, pero otra le decía que se alejara, que no era sensato ni siquiera el verla. Era impropio, estaba mal. Y aún así, daría lo que fuera por unirse a ella.

–"¡¿Qué crees que estas haciendo? Aléjate, vete!"– Cerró los ojos, y reuniendo toda su fuerza de voluntad, se dio la vuelta para regresar a su casa; se estaba empezando a marear y a sentirse ridiculamente acalorado.

Sus primeros pasos fueran torpes y su primer error lo cometió al pisar una rama.

–"¡Demonios!"–pensó, seguro ella ya lo había escuchado.

Zelda se alertó y salió del agua tan rápido como pudo, se puso la capa y tomó su espada.

Link oyó pasos provenientes de la pequeña formación de agua e intentó levantarse y correr, pero no pudo. Su cabeza le daba vueltas y se apoyó contra la pared de roca, buscando apoyo.

–"Ahora si estoy en problemas"– se dijo a si mismo con una sonrisa irónica en el rostro.

La princesa salió con espada en mano buscando la causa del ruido, para su sorpresa vio a un joven de cabello rubio en el suelo recargado contra las rocas e inmediatamente corrió hacia él para ayudarlo.

–¡Link ¿Qué pasó, porqué estas en el suelo?!– la preguntó alarmada mientras pasaba una de las manos del joven sobre sus hombros.

–Estoy bien… solo fue un pequeño mareo.

No podía correr, y ahí estaba otra vez ella, tan cerca. Ya estaba empezando perder la cabeza. Claro que esa poca de razón le impedía tomarla y aprisionarla entre algún árbol y su propio cuerpo y hacer todo lo que se le ocurriera ahí mismo.

Todo el recorrido solo estuvo atento a su rostro sereno, su cabello suelto cayendo por sus hombros y espalda, su aroma y sobre todo de sus labios; se moría por probarlos...

No tenía muy claro como lograron subir los dos hasta su casa, ni siquiera en que momento llegaron.

Zelda por supuesto, estaba preocupada por él, le estaba en deuda y fue principalmente por esa razón que se había quedado cuidándolo anteriormente y ahora, sentía...

Un cosquilleo en toda la espalda que la estremecía; unos dedos débiles surcaban sobre la tela de su capa, en busca de apoyo, pero para Zelda, era una caricia muy inquietante. No llevaba más que su capucha puesta.

El joven estaba tan confundido que cuando se dio cuenta, ella ya lo estaba ayudando a recostarse sobre su cama.

–Aquí estarás bien– susurró, ayudándolo a acostarse.

Link entreabrió los ojos y vio como la bella soberana le dirigía una sonrisa.

–Gracias– dijo en voz baja.

–Mejor te dejo descansar– Estaba por levantarse cuando la tomó de la muñeca, impidiéndole alejarse.

–No... te vayas –pidió con la voz áspera

Se acercó a ella, a su rostro. Acercó sus labios a su mejilla con la intención de besarla pero no como un humano suelen hacerlo...

Zelda no pudo contestar pues su querido amigo ya se había dormido, claro, sin soltarle la mano.

Ella se limitó a sonreírle y cumplir lo que le había pedido, aunque sólo sería un por un momento. No podía quedarse tanto tiempo.


Link se despertó en la mañana. Sonrió al acordarse de la visión tan dichosa que había tenido, pero también recordó lo que había dicho antes de quedarse dormido y eso lo alarmó.

–¿Cómo pude?–se llevó las manos a la cara.

Se levantó rápido y empezó a buscar ropa que ponerse, no podía dejar que pensara mal de él por eso debía de hablar con ella. Necesitaba hacerlo. Debía aclarar todo el asunto.

Con el tiempo la había llegado a conocer, no como a su monarca, si no como a una persona real. Se habían vuelto cercanos, eran amigos pero también se dio cuenta que tal vez, había algo más...

Salió corriendo de su casa y corrió hacia la villa.

Debía hacerle saber que ella era… para él…

–Hey Link ¿Adonde vas tan con tanta prisa?

–¡Rusl!, iba a buscar a la princesa.

–Bueno, entonces apresúrate, parece que se marchará hoy mismo.

¿Cómo que se iba? De seguro era por su culpa.

–"En verdad necesito hablar con ella"– Entonces se dirigió a la casa del Alcalde.

Tocó la puerta y para mala suerte del pobre Link, era una jovencita quien le había abierto la puerta, una muy bonita por cierto.

–Buen día ¿necesitas algo?– tenía el cabello cobrizo, y unos ojos grandes y oscuros.

Para su sorpresa, dentro de la casa del alcalde Bo había muchas personas y por lo tanto, mujeres.

–"¡Din!" Vengo a…buscar a la princesa.

–¡Claro,Sir Link! No te había reconocido pasa. Ella esta dentro despidiéndose.

–"Sólo tengo que mantenerme frio y todo estará bien."

La jovencita que le había abierto la puerta lo guió hasta donde Bo solía practicar lucha, mientras le iba haciendo varias preguntas a lo que él respondía tan normal como podía. Porque siendo sincero con él mismo, estaba más atento a ciertas formas del cuerpo de su acompañante que a lo que decía.

Otra vez sentía esa ansiedad de correr detrás de cualquier cosa que fuera mujer.

¿Por qué tenía que haber sido una la que abriera la puerta?

No tardaron mucho en llegar a la arena donde la gente convivía alegremente, esperaba que nadie reparara mucho en él.

La chica se despidió de Link e inmediatamente éste empezó a buscar a Zelda entre la multitud. Varias personas se acercaron a saludarlo, tanto hombres como mujeres, sobre todo mujeres, detalle que la princesa notó desde donde se encontraba.

–"No sabía que fueran tan popular "– se dijo a si misma, en ese momento otra jovencita le dirigía la palabra a él.

Link estaba muy nervioso, veía para todos lados buscándola, sin embargo, alguien siempre lo abordaba para decirle halagos y preguntas que no entendía muy bien, solo respondía por inercia. Realmente en estos momentos los comentarios que pudieran hacerle no le importaban simplemente quería encontrar a Zelda y hablar a solas con ella.

De mientras, la susodicha, lo seguía con la mirada sin prestar mucha atención de los comentarios que le decía un joven con el que se encontraba platicando. Que hasta donde recordaba era el hijo de un... Bueno no se acordaba de quien era, sus ojos estaban posados en un hyliano nervioso que volteaba a ver hacia todos lados.

–Me disculpa un momento caballero– le dijo al joven que se quedó sin poder terminar lo que iba a decir.

Caminó hacia él esquivando a cuanta persona encontraba.

Por su parte el pobre muchacho, seguía sin encontrar a Zelda y estaba comenzando a desesperarse, cuando comenzó a sentir el olor de la princesa. No importaba cuantas mujeres hubiera en ese momento, reconocería ese aroma en cualquier lado.

Como siempre hizo uso de ese recurso, empezando a seguir la fragancia, y para su sorpresa ni siquiera tuvo que buscar mucho, pues la bella muchacha ya se dirigía hacia él.

–Princesa yo…–

¿Qué tenía esa mujer que lo ponía a temblar? La admiraba mucho y debía admitir que se sentía atraído a ella, en todos los sentidos de la palabra.

–Vamos Link, antes de que te desmayes de nuevo– lo tomó de la mano y lo guió fuera de la casa.

Nadie se dio cuenta de que la bella soberana de Hyrule iba jalando, como si de un niño se tratara, al salvador del reino.

Aunque ella tampoco sabría decir por que reaccionó así.

Sólo cuando salieron de la arena, el joven pudo quedar a la par de la princesa. Ésta le sonrió, distrayéndolo un momento.

Pronto llegaron al exterior, donde no había gente a la vista, por suerte.

–"Pensé que lo primero que haría sería abofetearme por atrevido" Quería hablar con usted… contigo de ayer– dio un suspiro y continuó– no se porque lo hice y quería disculparme.

Link estaba notablemente avergonzado.

–No tienes porque apenarte Link– Zelda soltó la mano del joven para posarla en su rostro haciendo que éste la mirara a los ojos– no tienes la culpa, además no me molestó lo que hiciste.

Se sobresaltó por la acción de la princesa. De todas las situaciones que se pudo haber imaginado, ésta era la única que no se le ocurrió.

Ella se acercó más a Link, tomando con ambas manos, su rostro con la firme intención de darle un beso.

–¡Princesa!

En el instante que casi rozaban sus labios, el sujeto con el que Zelda había platicado en la casa de Bo, abrió la puerta buscando a la joven.

Como reacción se alejaron sonrojados.

–"Tenía que ser"– pensó molesto el héroe.

–¿Que pasa? "¿Qué quiere ahora?"– Contestó la joven mujer escondiendo, tanto como podía, su malestar al haber sido interrumpida su conversación.

–Estaban buscándola dentro– antes de entrar de nuevo a la casa de Bo, se quedó viendo con cierto desdén a Link –Tú eres el famoso héroe ¿No?

–Mucho gusto eh…

–Conde Sailon- Sin preguntar si quiera el nombre de Link este se dirigió de nuevo a la joven gobernante– Princesa ¿me permitiría escoltarla?

–Gracias pero, el joven Link lo hará ¿Verdad?– dijo dirigiéndole a Link una sonrisa de complicidad.

Podría ver esa sonrisa toda la mañana, la tarde y la noche. Si no fuera por ese conde, se la llevaría en brazos hasta su casa.

–Alteza– Sin decir más Link le ofreció su brazo a la princesa.

Sailon solo mostró una mirada de disgusto hacia el joven héroe y se fue, dejándolos solos otra vez. Parecía que el gesto de antes se había quedado en el olvido pero...

Al estar cerca de la puerta, sin decir nada, empujó al héroe contra ella y lo besó.

Aunque sorprendido Link atinó a rodearle con sus brazos y presionarla más contra él. Cuanto había deseado hacer aquello.

–Es mejor que entremos ya.

–Pero...

–Alguien podría venir a buscarme de nuevo.

Ni siquiera pudo replicar, porque Zelda lo tomó del brazo y ambos entraron pronto a la casa. Viéndolo desde otra perspectiva era una forma extraña de vengarse de él, por lo de la noche anterior.

La mañana sería larga para él.

En cuanto entraron a la casa no tuvo oportunidad de estar junto a su Princesa, pues cada vez que quería acercarse, alguien se la llevaba por entre la gente o por el contrario a él.

Claro que no faltaron las miradas de complicidad entre los dos, uno que otro roce de sus manos y alguna que otra caricia furtiva.

Un rato después fueron llamados a una mesa que se había colocado para el desayuno de despedida.

Como era de esperarse, Bo que era el alcalde se sentó del lado izquierdo de la monarca y, por petición de Zelda, el héroe de Hyrule a su derecha. Propuesta con la que Link estuvo muy honrado y encantado.

Por supuesto hubo cierto personaje que no estuvo contento con tal acto, pues se suponía que él se sentaría ahí por ser el noble de visita. Pero eso no era importante.

La comida fue como se esperaba, claro que hubo un incidente que a Link no le desagradó del todo.

Una muchacha que pasó un plato al Héroe, coqueteó con él, claro que no le fue muy indiferente, razón por la que recibió un pequeño y doloroso castigo por debajo de la mesa. Cortesía de Zelda por supuesto.

Aunque un tiempo después, el joven sintió que algo suave rosó su pierna derecha y no era algún gato o perro. Era algo más suave.

De repente volteó a ver hacia donde estaba Zelda platicando con el Alcalde ¿Sería ella?

La princesa lo miró de reojo con esa sonricita maliciosa en la comisura de su boca. Si en definitiva era ella. Era una pena que se fuera ese mismo día, en verdad no quería que se fuera. Deseaba poder pasar más tiempo para estar con ella.

¿Por qué se tenía que ir precisamente hoy?, ¿no podía quedarse sólo un día más?

En el estado en el que se encontraba no iba a ser muy bueno para él, es decir, estando con ella apenas y mantenía el control. Si se iba tal vez iba a terminar volviéndose loco de verdad.

¿Debía pedirle que se quedara?

Él no lo sabía pero ella estaba pensando lo mismo. No había asuntos urgentes en castillo, todos estaban resueltos, en parte gracias a la ayuda que el mismo Link le había dado. Había gente de su confianza vigilando en el palacio.

No era mala idea.


Cerca del atardecer, ya no había más visitantes y Zelda solo esperaba que llegaran por ella.

–Espero que no les haya pasado nada, ya es tarde– dijo mirando hacia el cielo que empezaba a oscurecerse.

–¿Ves?, mejor quédate conmigo –sugirió a Zelda, poniendo una sonrisa expectante en su rostro.

La princesa lo quedó viendo sorprendida por el inesperado comentario, para después empezar a reírse.

–Lo estoy diciendo en serio– le tomó la mano y la miró con ojos suplicantes, como si fuera un cachorro.

Zelda no podía decirle que no a esos ojos. No quería. Ella también estaba pensando en quedarse; no parecía mala idea.

En el momento que ella estaba por darle su respuesta, escucharon pasos, soltándose de las manos.

–Excelencia llegó un mensaje…–Bo dejó de hablar al ver al par de jóvenes solos– ¡Oh! Espero no interrumpir.

–No no, solo estábamos hablando –contestó pronto la princesa–. Pero adelante continúe.

–Ah si claro, al parecer su escolta tuvo problemas en el camino, vendrán hasta mañana por usted mi lady.

La cara de Link por fuera mostraba preocupación, pero esto solo era una máscara. Por dentro prácticamente daba saltos de felicidad. Sólo que los saltos de felicidad terminaron pronto. Un dolor entumecedor lo recorrió de pies a cabeza, como si lo hubieran puesto debajo de una roca y lo aplastaran lentamente.

Como la princesa estaba hablando de que hacer con el alcalde Bo, ninguno de los dos se había dado cuenta de que le estaba pasando al joven si no hasta que este cayó al suelo haciendo un ruido seco.

Lo último que Link oyó fue que lo llamaron desde muy lejos, antes de quedarse inconsciente.

Cuando se despertó, como la vez anterior, estaba de nuevo en su casa pero esta vez se encontraba en la parte de abajo. Al parecer le habían improvisado una cama, con varias mantas y algunos cojines.

Fuera de eso, sentía que algo había cambiado en él.

Levantó sus manos a la altura de su rostro y se dio cuenta de algo fuera de lo común, o se había quedado dormido mucho tiempo y le crecieron las uñas o…

–¿Garras?

Por reflejo se llevo las manos a la cara, todo parecía normal hasta que llegó a donde deberían de estar sus puntiagudas orejas, no encontrándolas en su sitio, si no que ahora estaban más arriba y se sentían peludas.

Volteó hacia el librero, buscando un espejo pequeño que siempre estaba ahí. Dirigiéndose rapidamente hacia él.

Su reflejo lo dejó sin palabras:

En su frente, estaba la tan distintiva marca de su "yo" canino, y como lo había sospechado, sus orejas estaban cubiertas de pelo grisáceo, confundiéndose con su propio cabello.

Cerró los ojos y apoyó el espejo contra su frente…

–"Sólo faltan los colmillos– volvió a poner el espejo frente a él–, efectivamente tengo colmillos"

Como no iba a sentirse extraño, si había cambiado casi por completo. La pregunta era ¿Cuánto tiempo iba a estar así, días, meses?... Esperaba no fuera tanto tiempo ¿Qué iba a decirle a la gente que lo conocía, a sus amigos, a Zelda?

–¡Oh no, Farore!– se dijo al escuchar que alguien subía por las escaleras de afuera de su casa.

Sin pensarlo dos veces regresó a donde se encontraba acostado, cubriéndose de pies a cabeza con la intención de que no vieran el estado en el que se encontraba. Nadie sabía de la habilidad para cambiar, excepto Zelda y Midna por supuesto.

Zelda entró y volteó a ver donde, supuestamente, el joven todavía dormitaba.

–Todo parece estar bien– dijo en voz baja.

Por otro lado, el pobre Link estaba que se debatía entre deseos de levantarse o quedarse donde estaba, al sentir que ella se acercaba.

No pudo evitar sobresaltarse, cuando sintió la mano de la princesa posarse sobre él.

–¿Link? –Lo movió un poco para ver si en verdad seguía dormido– ¿Te sientes bien?

El joven se reincorporó sin quitarse las sábanas de encima, por temor a asustar a la muchacha con el aspecto que tenía.

–Estoy mejor, gracias– mintió.

Zelda lo observó un rato antes de a hablar.

–Eres muy malo mintiendo, ya quítate eso de encima le recriminó sin quitarle la vista de encima– comentó y jaló la sábana.

–¡No! –pero fue demasiado tarde para evitar que la princesa le quitara las mantas.

En un principio, la muchacha se asustó no porque le tuviera miedo sino por el aspecto que poseía en ese momento. Pero esa expresión desapareció tan pronto como vio que el joven al que quería volvía el rostro haciendo un vano intento por esconderlo.

Se acercó a él, quien seguía sin voltear, y lo abrazó. Acción con la cual Link se sorprendió.

–¿No me tienes miedo?

–No tengo porque temerte– después de haberle dicho aquello, le sonrió.

Sin pensarlo se acurrucó en el pecho de Zelda, disfrutando del contacto de sus brazos alrededor de su cuerpo y de ese aroma que era ya muy bien conocido por él. Podría haberse dormido en esa posición pero un pensamiento poco agradable lo asaltó en esos momentos:

–"¿Qué tan afectado estoy?, ¿y si pierdo el control y la daño? No quiero que ella... por mi culpa."– se separó de ella y se zafó del abrazo de la muchacha.

–¿Link que pasa?– le preguntó confundida por el cambió de humor.

–Deberías irte– dijo bajando la mirada.

–¿Por qué?–tocó su antebrazo– al menos dime porqué.

–Tengo miedo– le contestó aún sin verla a los ojos.

–¿De que?– posó una de sus manos sobre el rostro del joven e hizo que éste volteara.

–No quiero lastimarte, no sé…– ella lo besó, fue un contacto breve pero reconfontante.

Su cuerpo se tensó pero aún así, respondió el gesto.

Zelda se separó unos centímetros solo para añadir:

–Si me hubieras querido hacer daño, lo habrías hecho ya– se acomodó frente a él y apoyó su frente contra la de Link.

Esta vez fue el quien la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia él.

–Entonces, ¿te quedarás conmigo?

–Toda la noche–respondió– además, creo que te ves bonito con esas orejas.

Se rieron.

Link puso su rostro frente al de su princesa. Se separaron un momento, en el cual Zelda se deshizo de la capa , después se quitó la tiara.

Él solo la observaba, indeciso de acercase o sólo contemplarla, hasta que decidió ayudarla quitándole los listones de su cabello.

En ese momento no sabía que pensar de lo que estaba pasando. El haberla visto por accidente bañándose, el beso de antes y ahora ella estaba ahí, frente a él. Ya no tenía que voltear el rostro u ocultarse.

–"Si es real..."–pensó. Para confirmar que lo que veía era verdad, alzó ambas manos y tocó su rostro, recorriendo después su cuello, su pecho, deteniéndose inseguro de avanzar más.

Zelda decidió ayudarlo tomando sus muñecas guiando sus brazos hacia su espalda, hasta donde estaba el cierre de su vestido.

–Ayúdame– le dijo al oído.

Se impresionó a si misma al pedirle que hiciera aquello. No se supone que debería estar de esa manera tan íntima con él, ni siquiera debería estar a solas con un hombre. Y sin embargo...

El estómago y vientre le cosquilleaban, cuando él empezó a pasar la punta de sus uñas sobre su espalda. Era una sensación que no podía describir con claridad, se tensaba sin querer cada vez que el joven acercaba la boca a su piel, estaba nerviosa, pero aún así no lo detuvo.

El joven lo notó cuando sintió como la piel de la soberana se erizaba cada vez que la tocaba, su aliento estaba cerca de su cuello. Su piel estaba tan cálida y suave, dispuesta.

Cuando estaba por dirigirse a los tirantes de la prenda, Zelda se separó de él:

–Dije que me ayudaras ¿lo recuerdas?– le dijo con una sonrisa mientras ella misma se quitaba la ropa, delante de un par de ojos azules que no le quitaban la mirada de encima, tenía la sesación de que casi podían ver a través de ella. Se sentía intimidada, nadie, salvo unas cuantas personas, la habían visto desnuda antes.

Al terminar ella y sin dejar de observarla Link la tomó de los brazos atrayéndola hacia si, acomodando sus piernas alrededor de su cintura, quitándole lo que le quedaba de ropa e inmediatamente atrapando sus labios otra vez. Recostándola entre las mantas que hacían de cama, dejando su boca, continuando por sus mejillas y su cuello. Pasando por el valle de sus pechos, lenta y pacientemente, fue ahí cuando ella con un gesto de su mano lo detuvo.

Zelda no sabía con seguridad que hacía, lo hizo sentarse. Las manos le temblaban.

Link se sobresaltó cuando ella posó las manos sobre su cadera, deslizando el pantalón por sus piernas, dejándolo totalmente desvestido. Tragó nervioso por la garganta. Ella dejó de observarlo y se acercó de nuevo a él.

Un escalofrío lo sacudió cuando Zelda pasó sus dedos de arriba hacia abajo por el vientre y pecho del joven, sintiendo su aliento en su cuello y hombros; sus caricias eran tímidas, torpes, invitantes, haciéndolo jadear cuando curiosas se aventuraban por debajo de su vientre, era algo nuevo para él que unas manos distintas a las suyas lo acariciaran y exploraban. Entonces la tomó de las muñecas y la recostó debajo de él.

Volvió a besarla y se dispuso a recorrer el camino que ya había marcado desde antes, llegando a donde estaban a su senos, dándose el gusto de recorrerlos con sus labios; estaban suaves y tiernos. Jamás creyó verla así tan vulnerable, tan hermosa y tan cerca.

–¡Ah!– arqueó la espalda y soltó un quejido al sentir la boca de Link sobre sobre ellos.

Mientras una de sus manos seguían sosteniendo las muñecas de la princesa y la otra se ocupaba de reconocer cada centímetro de ella. Sus piernas, cintura, vientre, su centro... húmedo y cálido. Eso provocó que su respiración se volviera más sonora, dejando escapar un gemido de vez en cuando.

Zelda se estremeció al tacto de esas manos que la buscaban. Quería abrazarlo pero no podía, seguía siendo sujetada de las muñecas.

Intentaba reprimir sus quejidos, pero era en vano hacerlo, estaba perdida en un mar de sensaciones que nublaban su mente, haciendo que su cuerpo respondiera por si solo, empezando a moverse incitante debajo de él, atrapándolo entre sus piernas, esperando acrecentar esa sensación.

Link, ávido, volvió a buscar los labios de ella liberando por fin las muñecas de la princesa. Quien contestaba con el mismo deseo con que él la besaba, enredando sus dedos en el cabello del muchacho; de vez en cuando pasando sus manos sobre las curiosas orejas con pelaje plomizo que ahora poseía, hasta bajar por su espalda, llegando hasta sus nalgas.

Entonces sintió las manos de Link en sus piernas. Al saber lo que venía, ambos se vieron a los ojos buscando algún rastro de incertidumbre sin encontrarlo. Ambos querían estar seguros, querían saber que estaban bien.

Zelda cerró los ojos con fuerza y soltó un quejido, aferrándose con las manos a los hombros de Link, al sentir como se unía a él, quien sólo empuñó las sábanas y apretó los dientes abrumado; ambos acostumbrándose al cuerpo del otro, escuchando la respiración entrecortada de los dos.

Entreabriendo los ojos, la princesa, observó el rostro de su amante que ya se encontraba mirándola, esperando un señal que le dijera que podía seguir. Ella no tuvo que pronunciar palabra alguna, fueron sus ojos quienes indicaron todo.

Sin decir nada movió su cadera contra la de ella provocando una sensación tan placentera para ambos, que casi gritaron. Aún así,no desviaron la mirada.

El cuerpo de ella era tan cálido.

Sus movimientos eran en un principio, lentos y profundos, de atrás hacia adelante, sin dejar de besarse y acariciarse. Sintiendo la fricción de la piel de uno contra el otro. Fue después de un instante que empezaron a acelerar su ritmo, provocando que el placer que nacía debajo del vientre se acrecentara, nublando su mente y despertando sus sentidos, haciéndolos respirar más rápido. Ambos disfrutando de cada sensación, de sus movimientos, del ruido de esos gemidos entrecortados, desesperados por seguir y seguir.

Zelda se abrazó con todas sus fuerzas a Link, pronunciando su nombre y ahogando un quejido en su hombro, sintiendo que sus fuerzas la abandonaban. Él también sintió lo mismo y hundió su rostro en el cuello de ella, abrazándola por la cintura, moviéndose por última vez dentro de ella como si quisiera llegar aún más profundo, permitiéndose sentir ese aroma a mujer que desde el primer día lo llenó de un deseo desconocido por ella.

Se dejaron caer, cansados y vencidos pero satisfechos, hundiéndose en un estado de somnolencia y mareo. Sintiéndose perdidos del mundo de afuera; juntos uno al otro, abrazados, diciéndose palabras silenciosas que entendían sin tener que pronunciarlas.

En algún momento se quedaron dormidos sin separarse, sintiendo el calor que cada uno poseía. No sin antes decirse un par de palabras que los hizo sentirse aún más tranquilos, alejando cualquier sombra de duda y temor.


Link se despertó buscando a su princesa , pero al no encontrarlo abrió los ojos y la buscó con la mirada.

Encontrándola frente a él cepillándose el cabello. Ahora podía acercarse a ella y rodearla con sus brazos, besarla, tocarla, hacer el amor con ella.

Estaba a nomas de estirar un brazo y deslizar sus dedos sobre esa tersa piel, estrecharla contra si y volver a poseerla otra vez.

Esto tomó por sorpresa a Zelda, quien soltó un gritó y rió, pero eso no impidió que se acomodara contra el pecho del muchacho; disfrutando de su cercanía y calidez.

–Pensé que dormiría hasta tarde Sir Link– le mencionó con algo de picardía escondida en la frase, dándole un beso debajo de la barbilla.

–¿Que pensaría la princesa de mi si no soy buen anfitrión?– preguntó, antes de besarle en la oreja.

–Pensaría que ya ha sido un muy atento– le dijo mientras pasaba una de sus manos sobre el antebrazo, que la mantenía sujeta.

–Eso no quiere decir que ya no le vaya a prestar atención, ¿o si?

No la dejo responder, la besó mientras ambos se reían y se refugiaban debajo de la manta. Lo único que se veía era un bulto de tela que se movía, de la cuál también se oía el ruido de risas hasta que unos golpes en la puerta, los detuvo.

–Oh no– dijo el joven muy asustado asomando la cabeza por encima de la manta.

–Deberiamos levantarnos– Zelda, por otra parte, estaba mas tranquila.

Link empezó a buscar su ropa bastante apresurado. Ni bien terminaba de ponerse el pantalón encima, tocaron de nuevo, echó una mirada detrás de el, para ver a una muy tranquila Zelda apenas buscando debajo de un cojín marrón.

–Zelda... - dijo en un tono suplicante porque los golpes de la puerta se estaban volviendo insistentes.

Cerró los ojos y rogó alas diosas que no se dieran cuenta de nada.

Entreabrió la puerta y vio a Bo, Fado y Rusl parados frente a su puerta.

–¡Link!,parece que ya estas mejor– comento Fado con una sonrisa en el rostro.

–Nos da gusto que ya te veas más saludable– lo secundó Rusl.

–Si gracias, pero ¿Porque están aquí?

–Ah si la Princesa, solo queremos avisarle que vendrán por ella a medio día ¿Nos dejas verla?, ya debe haber despertado ¿No?

–Aún está dormida y...

Escuchó como un sonido metálico chocando contra el suelo

–Oh parece que ya esta despierta–

El corazón de Link empezó a latir casi tan rápido como el de un ratón, cuando el alcalde Bo empujó la puerta, si la veían de la manera en la que estaban momentos antes... Habría muchos problemas.

–Buen día – dijo una muy tranquila y, para su alivio, vestida Zelda.

–"¿Cómo consiguió..? "

–Alteza solo venimos a informarle que…

Quien sabe que cosas más le dijeron, el pobre y confundido héroe solo alcanzó a captar las palabras "por usted... después... medio día... gracias... que te recuperes pronto Link" y el sonido de la puerta cerrándose.

–Ya puedes quitar esa cara– le dijo la princesa después de dejar un sobre encima de la mesa.

–¿Como te vestiste tan rápido? si yo vi cuando tú estabas– se sentó y entonces sin decir ninguna palabra, Zelda le respondió volteándose hacia el y abriendo la prenda que llevaba puesta–... ¡Oh ya veo! –sonrió–. Se me olvidó la capa.

La bella mujer que tenía enfrente de él, se rió y lo último que escuchó antes de que volviera a abrazarla, fue…

–Aún no es mediodía, faltan varias horas– comentó.

La atrajo hacía si y se disponía a quitarle, su única prenda, cuando una duda lo asaltó.

–¿Zelda, tu sabías ya que yo...?

–Si, desde el establo– le respondió contenta.

–Entonces lo del manantial ¿Fue a propósito?

–¿A que te refieres?– Link se acercó a su oído y le dijo lo que pasó antes de que ella lo encontrara tirado cerca de la entrada de la pequeña cascada de Ordona.

–¿Me estabas espiando? –Su mirada le estaba dando miedo, pues no sabía si estaba enojada o no– debí de haberte dejado ahí tirado– después de eso sólo se rió de la cara de vergüenza, algo tardía, de su compañero.


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El fic está inspirado por un libro, una canción y un día de aburrimiento.

La generala