UN BREVE INSTANTE
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Tiempo atrás..
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Hace 2 meses..
A menudo, los bandidos acechaban entre las ruinas de la ciudad en la encrucijada que colindaba con pueblos vecinos a la misma. Eso se estaba volviendo muy frecuente y demasiado molesto para los ciudadanos y para los señores en el castillo. Los youker se habían vuelto un problema de todos y un mal que debía ser combatido y arrancado de raíz. Así que se ordenó, por parte de los altos señores, que todo soldado acompañado por un superior deberían dividirse estratégicamente a lo largo de todo Templar y eliminar el mal.
Se mantuvo atenta aferrándose firmemente a las riendas de sus caballos, sus oídos se mantenían atentos a cualquier crujido, su mirada se agudizaba para detectar movimientos entre árboles y hojas, sus nervios estaban al borde del colapso. Ese era el tipo de instinto que desarrollaba cualquier guerrero Chard caster que quisiera salir con vida después de una misión. Nerviosa, acomodó su capa y mantuvo su rostro bajo, sólo esperando. Pero cuando volvió a tirar de las riendas al llegar justo al primer cruce, donde la visión era casi nula por los altos árboles, el follaje y algunos enormes pilares derrumbados, donde antiguamente se adoraban a los más viejos y sagrados espíritus escuchó un crujido, algo muy sutil, pero era evidente que alguien estaba ahí, mirándola desde entre las ramas, se mantuvo calmada y relajó su pulso, pronto saldrían de eso no había duda, querían que se acercara para facilitarles el atraco. Era una pena que lugares tan sagrados fueran vilmente utilizados por esos traidores.
Humo, podía percibir el humo, los caballos levantaron las orejas nerviosas.
-Tranquilos – dijo por lo bajo nerviosa. Si los caballos salían a todo galope sería el fin de todos – tranquilos por favor – agarró con más firmeza las riendas. Tenía miedo que sus nervios la traicionaran, no quería fallarle a él, no cuando puso su fe en ella. Jaló aire para que corrieran libre por sus pulmones, pero cuando estuvo a punto de sacarlo un ave salió despavorida volando cerca de su cara asustándola, ocasionando que pegara un brinco y soltara las riendas de los caballos.
-Tranquila – escuchó muy bajito a su espalda – quiero que te calmes, estoy aquí, nada malo te pasara. ¿Confías en mí?
¿Qué si confiaba en él? Le preguntaba. Claro que lo hacía, confiaría su vida a él, en la que no confiaba era en ella en esos momentos. Apretó sus ojos y se agachó tranquilamente a tomar una vez más el mando de los caballos. Todo irá bien, se repetía como una letanía en su cabeza. Para él que se encontraba escondido en la parte trasera de la carreta fue una afirmación de su pregunta la cual no fallaría, no a ella.
-Pronto saldrán – dijo otra voz.
-Sí, lo sé. – sonrió el rubio complacido – casi puedo olerlos.
-Y vaya que huelen mal- mencionó otro.
-¡Shh! Silencio, no es momento para chistes – silenció el general – pero sí, huelen mal – estiró sus bellos labios.
Todos dentro de la carreta sonrieron por el chiste de su superior. ¿Cómo no hacerlo? Era un placer servir a ese chico, que a pesar de ser el general más joven de la historia era letal, sagaz, magnifico como líder y por qué no decirlo, contaba buenos chistes.
-Su mujer, lo hace bien señor. – dijo uno a su lado.
El mencionado le miró, giró su rostro a la chica que le daba la espalda y sonrió halagado. Sí lo estaba haciendo bien.
-No cabe duda que la señora tiene agallas.
Sonrió. Que si las tenía. Era de temerse cuando estaba molesta.
-Los caballos se detuvieron – dijo ella muy bajo.
-Actúa normal, no pasara nada.. bueno sí, pero a ti no..
La chica rodó los ojos.. ¿Qué clase de explicación era esa?
Seguramente habría youker entre las ruinas por eso los caballos se negaban a continuar.
-En total son doce hombres, no más. Es un grupo relativamente pequeño.
-Sí, tres se encuentran entre los arboles de atrás. Dos al norte y dos al sur, a treinta metros de nosotros. Los otros tres en las copas de los árboles ..y los últimos dos.
-Frente a nosotros – concluyó el rubio.
La chica oía todo. Levantó un poco el rostro oculto entre la capucha y frunció el ceño. Cómo se dieron cuenta, ella no podía ver absolutamente nada.
-Eso quiere decir que..
-¡Estas Rodeado!
Los caballos chillaron y golpearon sus cascos contra la tierra asustados.
-Será mejor que nos entregues tu mercancía anciano, si no quieres terminar como los pobres que tienes encima tuyo.- sisearon entre de las rocas. Dentro de la carreta entre las pocas rendijas que ofrecía su escondite los ojos asombrados eran testigos de los cuerpos colgados.
-Por los espiritus..
Sin poder evitarlo la chica comenzaba a subir la mirada.
-¡No veas! – apresuró el general a su mujer, la cual inmediatamente bajó su mirada asustada.
–No querrás terminar como aquellos pobres campesinos. ¡Dame tu Espíritu…!
-¡QUÉ NO ESCUCHAS ASQUEROSO! ¡RÁPIDO!
Todos se empezaron a mover. Estaban atacando.
-¡CUIDADO!
Sólo pudo escuchar el grito de su esposo, algo que explotaba muy cerca de su oído que la aturdía, algo caliente y después no lo recordaba.
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Aquella mañana algo lluviosa abrió los ojos, siempre volvía a ese sueño cuando pasaba por el mismo lugar. Suspiró. Era inevitable, era el único camino que conocía para llegar a la capital. Frotó sus cansados ojos y giró para buscar a su compañero de cama. Sonrió. Estaba completamente sola. Tan cansada estaba que ni sintió cuando se fue.
La noche anterior había dejado su casita con tejado color pizarra en los tranquilos y apartados bosques de Fayre, sin duda le encantaba ese lugar, era como estar dentro de un paraíso privado. Rodeada de árboles, animales, silencio y lo mejor contaba con un pequeño río a unos cuantos metros del cual disponía cuando le apetecía sentase y admirar la tranquilidad que la rodeaba. Sin duda él había encontrado el lugar idóneo para ella. Y lo mejor era que se sentía realmente útil. Ayudaba a toda clase de personas, al principio creyó tener la suficiente destreza, pero con el tiempo empezaron a ir a la puerta de su casa a pedir su ayuda como sanadora y a él eso le reconfortaba bastante cuando llegaba a ausentarse por semas de casa, al menos tenía la certeza que mantenía su mente ocupada y su preocupación por él disminuía. Aunque ella siempre lo tenía en mente y eso era un secreto que jamás confesaría a su esposo.
Salió de la cama, se puso la bata y se dispuso a bajar a la cocina esperando encontrárselo con el desayuno, como ya era su costumbre. Pero nada, toda la casa estaba en silencio. Ni su maestro había aparecido en toda la noche.
Tenía tantas ganas de verlo.
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El anciano caminaba a paso lento por el pasillo de la torre principal, estaba a punto de llegar al cruce con el ala secundaria. Había sido una semana demasiado dura para su envejecido cuerpo. Movió su cuello cansado y sintió alivio. No cabía duda que ya no era lo mismo de hace veinte años, cuando sentía que podía con el peso del mundo él solo. Se apoyó más en su bastón para dar el siguiente paso firme al momento de bajar las últimas escaleras que lo conducirían a otra pelea.
-Señor – llamaron a su espalda - ¿ya le han informado…?
-Sí, ahora voy para allá – dijo sin perder el paso lento – que alguien busque a Sebastián.
-Como ordene. – hizo una reverencia y salió en dirección contraria.
-Maestro.
El sabio se detuvo. Cerró sus ojos esperando que sus oídos le estuvieran haciendo una mala jugada. De todos los días que pudo regresar, tenía que ser precisamente ese, justo ese día. Aunque ese detalle, a él, precisamente a él se le escapó de las manos. Suspiró. Tampoco era como si pudiera hacer mucho, al fin y al cabo era necesaria su presencia. Era el General. Nada se podía hacer.
-Maestro – repitió aquella voz masculina – he sido llamado por la incursión de los custodios en el castillo. El maestro Sebastián me pidió salir a buscarlo.
El anciano asintió y giró su rostro para toparse con joven frente a él.
-Mi joven – dijo - ¿Cuándo has llegado?
-Por la noche – dijo con aquella sonrisa amable que era su sello persona.
-¿Has venido solo?
El joven soltó una risotada.
-Como si pudiera maestro, usted mejor que yo sabe que no se puede discutir respecto a eso.
El anciano asintió regalando una tenue y débil sonrisa.
-Estaba más que impaciente por verlo, y yo soy incapaz de negarme a algo que quiera. Usted lo sabe.- el joven soltó un suspiro al tiempo que elevaba sus hombros despreocupadamente. Sus bellos ojos azules resplandecían de alegría y amor al hablar. – Lo esperó hasta muy tarde, pero usted nunca apareció.
-Cuanto lo siento, pero.. – hizo una pausa – se presentaron inconvenientes.
-Mi señor, solicita su presencia en la sala – un soldado le dijo al recién llegado y al anciano junto a él.
El rostro del chico se trasformó en una de seriedad frente a su soldado.
-Vamos – asintió y se encaminó.
-Khai
El chico regreso su rostro al sabio que lo llamaba desde atrás, donde se había quedado rezagado. Su rostro le decía muchas cosas al joven Shard Caster y ninguna le gustó.
-General – llamaron a su espalda con premura – es urgente su presencia.
-Maestro me disculpo – se inclinó – pero…. – le miró dudando si debía preguntar por aquella mirada que le estaba dando. Una de preocupación… incertidumbre ¿tal vez.., usted quiere decirme algo?
-Puede esperar mi joven, ahora ve que te esperan. Yo necesito resolver otro asunto y no puede esperar. – lo despidió con la mano al aire y prosiguió con paso lento-
-Maestro, puedo pedir que me otorguen tiempo si usted lo desea – insistió.
-No, no, es tu responsabilidad estar presente con el Maestro Dimitri, los sabios y los altos señores.
-Pero usted ¿no va? ..
El anciano movió la cabeza negando.
-No se diga más, te buscare en cuanto todo termine..
-Está bien.
-Tal vez lo sepas antes.. – y desapareció al dar vuelta.
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-Me dijo que no tendría ningún problema maestro - decía un panadero muy asustado desde el otro lado del mostrador. Cuando lo vio cruzar la calle con ese caminar seguro y altivo por la ventana, pensó que podría ir a comprar pan, de hecho pensó muchas cosas, menos que le entregaría esa carta donde decía que se le haría una audiencia con las cabezas que movían a Templar.
-No, mi joven guerrero, no es nada.
-Pues esto no me parece nada maestro – agitó el papel que yacía en su mano derecha.
-Sólo diles lo que me dijiste, es eso lo que quieren escuchar, nada más – agitó su mano al aire quitándole importancia al asunto- te di mi palabra que no te ocurriría nada y mi palabra vale oro – sonrió y se encaminó a la puerta –si te sirve de consuelo estaré presente en la audiencia, soy uno de los invitados, qué gran honor para ellos ¿no lo crees? Creo que necesitan más votos para que comiencen a rodar cabezas – volvió a sonreír al tiempo que subía los hombros al aire – así que no tiene que temer mi joven amigo, mi presencia te infundirá valor….
Micky rodó los ojos y movió la cabeza.
- …ah, otra cosa. – giró el rostro ya serio – él ya despertó… Lo digo por si, en algún momento querías visitarlo y charlas de los viejos tiempo. Creo que eso hacen los viejos amigos ¿no? – terminó y cerró la puerta tras él.
Micky se quedó ahí parada con carta en mano sin saber que debería hacer. No podía mentir y hacer que aquel sentimiento que había nacido aquella última vez que lo vio desapareciera y más cuando ella confeso… en fin, comenzaba a divagar nuevamente en el pasado, eso ya no importaba ahora.
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Caminaba. Las calles seguían tal cual las recordaba a esas horas de la mañana, bulliciosas; gente que iba y venía con sus carretas llenas de comida, para vender o consumir. Sujetó con fuerza el mango de la canasta en su mano. Una sonrisa de formo en sus labios rosados. Giró su rostro e inhaló con fuerza y emoción, cuanto le emocionaba estar de nuevo ahí. Se regañó mentalmente. Bueno, no es que se haya ausentado por años, ni tampoco era como si se hubiera mudado a otro mundo. Tan solo unos meses y al pueblo vecino, del que si quería podía dar una visita, era cuestión de viajar en carreta un par de horas a lo mucho.
Pestañó deteniéndose en medio de la calle, justo frente al castillo. Meditó. En estos momentos sería una completa desconsiderada si lo interrumpiera y se excusara diciendo que no conocía la situación en la que se encontraban. Suspiró y se alejó de la calle principal, sería mejor preparar la comida, seguro terminaría muerto de cansancio y hambriento. Con ese nuevo motivo comenzó a comprar los alimentos frescos.
-¿Has escuchado?
Ella giró el rostro para mirar a un grupito de señoras que hacían las compras matutinas de ese día. Se encontraban a unos pasos de ella. La otra se acercó un poquito más a su compañera, como temiendo que alguien ajeno a ellas escuchara.
-Los soldados… ¿sabes por qué hay tantos?
-Ellos dicen que sólo están haciendo rondas… - dijo una de ellas. – pero nunca han hecho rondas a tan altas horas de la madrugada.
-Y están custodiando las cuatro entradas al pueblo – dijo otra llevándose la mano a la mejilla, signo de preocupación.
-Sí, y hacen una inspección a las carretas – afirmó – mi esposo preguntó el por qué, pero le dijeron que era órdenes del castillo, por nuestra seguridad. Hay muchos bandido por la zona, eso dijeron.
-Pues yo escuche que gente peligrosa se ha desplazado sin autorización de ambas naciones.
Todas pusieron cara de miedo.
-¡Por los espíritus! – exclamó una.
-¿Una invasión? ¿Nuevamente? –dijo preocupada.
La chica de cabellera larga y negra suspiró. Los ciudadanos no tenían por qué enterarse. Sólo les causaría angustia y preocupación como la última vez. Nada fue lo mismo desde aquella ocasión. En cierta forma ella entendía que todo debía manejarse lo más discreto posible. Además en las últimas semanas los soldados habían sabido manejar la supuesta invasión. Porque si mal no recordaba no eran simoushan o youker sólo simples civiles asustados, muy asustados.
-Qué habrá pasado con esa familia – se preguntó la joven.
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flash back
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Habían llegado los primeros rumores de gente no Templaria. Fue esa misma tarde que se ordenó por el Maestro Dimitri buscar por Fayre algunos supuestos guerreros que se desplazaron sin permiso a nuestra tierra. No sabían cuántos eran ni por qué estaban ahí o por qué huían, ni de dónde eran. Un completo misterio y un inminente peligro para los propios ciudadanos.
¡LOS VI!... ¡Tras los matorrales!
¡Es un niño! –dijo otro que se aproximaba veloz hacia ellos.
¡NO! ¡NO LO TOQUEN! – gritó la mujer desesperada , con los ojos llenos de lágrimas- ¡NO! ¡ES SOLO UN NIÑO! ¡UN NIÑO! - se arrodilló perdida y temerosa – no nos maten, no nos maten – repetía una y otra vez.
Ella había corrido a buscar al niño dentro de las hierbas altas, si se adentraba más al bosque posiblemente algún espíritu sin dueño terminaría atacándolo. Lo encontró agazapado en un hoyo rodeado de gruesas ramas, hojas secas y espinas. Con mucha paciencia y sin asustarlo le sonrió y alargo su mano blanca para ayudarlo a salir.
-Ven no pienso hacerte daño.
El niño asustado y llorando negó con su cabecita.
-Prometo no hacerte daño, no soy capaz de hacerlo- volvió a sonreí – mm ¡ya se! Qué te parece, si sales te llevare a un lugar donde te darán de comer – sugirió y el niño por un momento dudó – anda te darán un montón de comida, pero sólo si sales de ahí. – Vio nuevamente al niño sucumbir - ¿tienes hambre cierto? – preguntó y el pequeño asintió - tu mami también puede venir .. ¿Qué dices? Ella ya está con nosotros esperándonos haya adelante – señaló a un lado regalándole una vez más una sonrisa tranquilizadora.
Después de tanto esperar y rogar que por fin la siguiera. El pequeño niño estiró su manita y tomó la de la mujer.
-¿Cómo está el niño? – giró su rostro a la chica que estaba por llegar.
-Está cansado y con hambre – le sonrió – pero está bien – él también le sonrió.
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Fin flash back
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-Esto no puede estar ocurriendo nuevamente. – dos de ellas asintieron a lo pronunciado.
-Tenemos que tener fe en que nada malo nos pasara..- habló con decisión.
Como si aquellas señoras sintieran una mirada a sus espaldas giraron.
-¡Oh, Roya!
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Un frió corría descarado por todo su cuerpo, no dejaba un rincón libre de su aguijón. Su cuerpo, aquel órgano que lo hacía mantener con vida no le respondía, no lo sentía suyo. Trató de moverse pero le fue imposible. Quizá aún se encontraba sumergido en aquel sueño del cual nunca podía despertar, aun cuando trataba y trataba siempre era lo mismo, creía poder abrir los ojos y moverse, sólo para darse cuenta que ni se movía , ni veía y que podía, con horror, verse acostado sin poder abrir los ojos y él fuera de su cuerpo. Continuaba atrapado.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido. No sabía si aún continuaba con vida. Solo estaba seguro que nunca podría salir de aquel lugar, donde fuera que estuviera. Tal vez la muerte era eso, creerse dormido y perdido sin que nadie sepa de la existencia de otro, siempre flotando en aquel limbo que a veces era blanco, negro o con paisajes. Donde unas garras frías salían de la oscuridad y atrapaban como ganchos el cuerpo congelándolo. Donde una voz dulce, pero fría daba la bienvenida, susurrando cerca del oído su nombre y le hacía ver una y otra vez las mismas imágenes, en las cual siempre terminaba en el suelo sin poder respirar, sudoroso y con mucho dolor. Sólo esperando el próximo.
Movió un dedo, luego el otro hasta cerrarla en un puño. Luchó porque sus parpados rígidos obedecieran a su cerebro y decidieran por fin abrirse. Fue cuando sus oídos; ajenos al ambiente, se conectaran con aquellos sonidos dispersos que comenzaban a ser más evidentes y tener muchos más sentido conforme comenzaba a ser consciente de su cuerpo pesado, de la fría losa bajo su espalda, de lo entumido y notoriamente adolorido que su cuerpo estaba. Comprendía que comenzaba a despertar de su interminable y solitario letargo.
Miró hacia el techo y enfocó difícilmente su vista en un punto muerto; sus ojos bailaban sin sentido alguno de lado a lado. Parpadeó varias veces para que su vista se acoplara a los tímidos rayos que se filtraban por los barrotes de la fría celda y para que esas nebulosas y brillantes luces que saltaban a sus ojos desaparecieran, ladeo el rostro y con dificultad subió una mano al rostro para apretar con fuerza el puente de su nariz. Volvió a intentar enfocar su vista para identificar su posición y tuvo éxito, al menos las cosas ya no se veían tan distorsionadas como al principio. Sin duda se trataba de una celda.
Cerró un instante los ojos y agudizo su oído, tenía que identificar cualquier sonido, el mínimo que fuera. Rondaba el silencio. Abrió nuevamente los ojos confundido ¿Cómo había llegado hasta ahí? Parpadeo confundido. ¿Qué había pasado? Forzó a su mente a traer consigo los últimos recuerdos.. y después…¿después?
El rechinido de la puerta al abrirse lo trajo de vuelta a la realidad.
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Veinte personas se dispersaban alrededor de aquella amplia sala, rodeaban a un pobre individuo como buitres al acecho de su presa moribunda, sólo esperando el momento que cayera muerta al piso y diera su último suspiro de agonía para lanzarse a desmembrarlo y tragarlo para que desapareciera. Muchas miradas eran acusadoras y ciertamente de desagrado. El pobre diablo en medio de la jauría miraba como polluelo asustado a su alrededor escondiéndose entre sus roídas ropas.
-¿Es así?
El pobre hombre negaba a cada pregunta hecha por aquellos que, aunque no comprendía del todo, sabía que los estaban culpando por provocar una guerra y que posiblemente les pensaban peligrosos.
-¿Quién es su líder?
-Dinos su nombre.
-¿Ellos se encuentran con vida?
-No, somos exiliados de nuestra tierra – habló temeroso – a él – señaló con su mano temblorosa al Maestro Dimitri que se encontraba al fondo– a él ya se lo dijimos, somos exiliados. Nosotros no provocamos ninguna traición, mucho menos una guerra. Huimos de la tierra que nos mataba.
Khai miraba todo desde su lugar a un lado del Maestro Dimitri, el cual también guardaba silencio. Apoyó sus codos sobre la mesa y entrelazó los dedos analizándolo todo. Por dónde lo viera, esas personas tenían de guerreros lo que él tenía de panadero.
-Por qué estamos preguntando las mismas cosas que ya sabemos – preguntó la mujer sabio del otro lado de la sala. Todos esperaron alguna respuesta – el shard caster aquí presente nos ha entregado un informe.. – la mujer refiriéndose a Khai, tomó las hojas y empezó a hojearlas – bastante completo diría yo.
-Díganos su punto de vista general – habló uno de los altos señor al otro lado de la sala –encontraron alguna señal que nos indique lo contrario a lo que ya sabemos.
Khai se levantó.
-Ninguna.
- Sea más explícito general – pidió el sabio de Neotopia.
- Señor – asintió el guerrero – todas las personas que se encontraron en las afueras del pueblo vecino, entre ellos sólo se pudieron encontrar a mujeres, niños, hombres moribundos , ninguno con rastros de ser simoushan , youker o algún otro tipo de guerrero – hizo una pausa para ver al pobre hombre que seguía en medio de la sala mirando a todo mundo con temor y volvió a dirigir su azul mirada a los de la sala – si me permiten, estas personas no causan ningún peligro para nuestros ciudadanos, son personas que difícilmente han tomado una arma entre sus manos…
-¿Lo dice por experiencia general? – interrumpió uno. Khai giró el rostro con seriedad.
-Por supuesto señor, soy shard caster, a mi mando tengo a shard caster , entrono a muchos más y puedo asegurar, por mi amplia experiencia que si buscan conspiradores – señaló al hombre – ahí no lo encontraran. – hizo una pausa - Comprendo que estamos pisando una línea muy delgada con el país vecino …otra vez –dijo renuente – y que nuevamente hay personas inocentes involucras , entre ellas nuestra misma gente – habló calmado y mirando a todos y por último al Maestro que tenía a su lado – pero, señor.. ¿Es necesario que se les trate de esta manera? ¿No se puede hacer nada con respecto a ellos?
-Eso, ya se ha determinado general – hablaron al otro lado de la sala.
Khai volteo confundido mirando a todos ahí.
-Eso no está en discusión, sólo limítese a contestar la pregunta que se le formo al principio.
El guerrero rubio frunció el ceño. ¿Entonces qué diablos querían que dijera? Ya se los había dicho todo. Miró al hombre que seguía parado en medio de la sala y que por un momento dejo de ser el centro de atención. De hecho pareciera que ante los ojos de los ahí presentes había desaparecido.
-No se encontró a nadie con alguna descripción diferente a la que menciono en el informe entregado hace una semana señores. Al menos no uno que yo no haya encontrado. Y si los hay no están en Templar. Ellos – miró al enjuiciado- no causaran más daño de lo que les han causado en su tierra.
Silencio en la sala.
- Vaya, me sorprende mi guerrero, no dudamos de sus capacidades y le creemos – habló nuevamente el sabio de Neotopia. Khai frunció el ceño. – usted es uno de nuestros más importantes pilares respecto a nuestra seguridad y la de nuestro señor, aquí presente – señalando a Dimitri - Cómo no confiar en usted. Sabemos de sus capacidades para detectar conspiradores, traidores o desertores.. su amplia experiencia lo avala general.
-¿Entones..? – Khai no comprendía a dónde llevaba eso.
-Pero esta vez, su instinto le ha fallado.. – sonrió.
-¿A qué se refiere?
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-Ha pasado tiempo...
Aquella voz. Entrecerró los ojos captando más aquella figura difusa al fondo. La reconocía. Sonrió. No cabía duda su suerte.
-Sí …- confirmó - …anciano.
El silencio se instaló cómodamente entre los presentes. Nuevamente el rechinido de la celda al cerrarse los trajo a la realidad.
-No deberías ser tan cínico chico.. – dijo otra voz.
Zed movió la cabeza a un lado captando otra figura oscura y alargada.
- Maestro Sebastián – fue su saludo casual.
-Perdonen si no me levanto a saludarlos, pero me es imposible mantenerme en pie – sonrió - su afectuosa bienvenida me ha dejado sin poder hacerlo.
Un silencio pequeño se volvió a formar. Al parecer era realmente incómoda esa situación, en especial para aquellos sabios que seguían en su tarea de examinar al chico frente a ellos. Aquel aspecto que mostraba era realmente deplorable.
-¿Se quedaran ahí sólo observándome? – preguntó un tanto irritado de la situación.
-Si así nos apetece tal vez – contestó Sebastián sin titubeos. – no estás en la posición de exigir absolutamente nada, así que guarda silencio. Y mantén esa arrogancia tuya a raya si no quieres terminar peor de lo que aquel demente te dejó.
Zed tronó sus labios.
-Dejen que lo vuelva a intentar - amenazó ..
-Esos arranques tuyos sólo te han traído problemas chico, mírate ahora.
- Creímos no volver a verte … – interrumpió con cierta tranquilidad el anciano – tu presencia nuevamente en Templar es simplemente desconcertante.
- Debo admitir que nos has causado una desagradable sorpresa... – rompió con voz tranquila el del shard en la cabezas para ir subiendo su tono de voz –¡.. y admiración por el valor que tienes al pararte frente a nosotros después de lo que hiciste y en los problemas que ocasionaste!
-Suena a reclamo – aventuró a decir orgulloso y con un deje de indiferencia, sin quitar la mirada de donde él suponía que estaba su figura.
- ¡Y eso es chico! – frunció más su ceño – ¡como extranjero en nuestro país debiste acatar las reglas de nuestros líderes!
-¡Sus líderes son unos imbéciles! –apartó sus ojos llenos de ira de su figura.
-¡ZED..!
-¡Ya basta!- dijo serio el anciano desde su lugar al otro extremo– ustedes dos dejen de gritar – dirigió su mirada miel al joven shard caster. Hizo una pausa y continuó - ¿De dónde te has desplazado?
Zed frunció el ceño.
-Tsh – tronó los labios – no sé por qué lo preguntan, si ya lo saben… Task.
Los dos sabios se miraron. Por ilógico que sonara y aun sabiendo el destino que había tomado el chico en esa época no creyeron realmente que siguiera allí. Se habían planteado ciertamente una posibilidad que una vez fallida su búsqueda podría estar viajando por reinos extraños de los que ellos desconocían. El chico nunca fue fácil de aquietar, su espíritu, como el viento era incontrolable, difícil de retener, imperioso, difícil de domar y como él, nunca estaría en un lugar mucho tiempo, como el viento era libre….aunque también era conocido que era destructor natural.
Se planteó cierta posibilidad que ambos sucesos tuvieran una simple coincidencia, una muy extraña. Sus desplazamientos podrían provenir de diferentes sitios, y haber coincidido al momento de llegar.. Pero ahora.. Un mal presentimiento.
- Hogar de aquella mujer ..- susurro al fin el sabio del bastón del dragón
-Entonces, aquellas personas.. – interrumpió el silencio Sebastián.
-Los he traído conmigo..- respondió tranquilamente.
-¡TÚ…! – rugió nuevamente el del char en la cabeza – ¡tú no entiendes las consecuencias de tus actos ¿cierto? No comprendes lo frágil que es mantener el balance con otros…! ¡pero claro que no lo entiendes! – movía con energía sus manos al aire - ¡SÓLO PIENSAS EN TI Y EN TU ARROGANCIA, SUPUESTO HÉROE! ¡Crees que no existen consecuencias por tus actos! - se acercó con furia al chico - ¡POR TU MALDITO EGO HERIDO NOS HAS CAUSADO INNUMERABLES PROBLEMAS QUE HASTA LA FECHA RESENTIMOS! ¿Y por qué? ¡Por una chica que no tuvo el valor de seguir su vida, porque el odio era más fuerte que sus ganas de cambiar y que sólo quería venganza a como diera lugar no importándole su gente ni nadie a su alrededor! Haciéndola pasar por una mártir y convirtiéndote a ti en su supuesto salvador, el que tenía como misión cargar su cruz.
Hizo una larga pausa.
-¡Claro!... Hay algo que tú y ella tienen en común. ¿Sabes qué es? – Zed levanto la mirada - Nunca tendrán un lugar que puedan llamar hogar… porque no lo saben conservar, porque todo lo destruyen. … ¡Ni personas que los esperen, porque los lastimaran o peor ..Terminaran traicionándolas!…
Sebastián salió de la celda dejando a su amigo en silencio y a un Zed con una supuesta sonrisa. No esperaba que lo recibieran con los brazos abiertos por lo que hizo, pero no podía evitar esa sensación de estar tratando con unos completos extraños. Aquellas palabras le habían herido. Agachó la mirada y no dijo más.
-Tu audiencia espera.
Informó el anciano.
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-¡Roya!
- Mi querida, hace mucho que no te veíamos. No deberías dejarnos solas tanto tiempo, sabes que aquí te queremos y realmente te extrañamos.
-Ahm…- sonrió apenada una bella Roya – lo sé ..lo sé. Pero me harán sentir mal.
-¡Oh! Sí , sí . No sé porque decidiste irte tan lejos, el Maestro ahora pasa mucho tiempo solo en esa casa. En ocasiones hacemos las compras para que tenga algo de comida en ese estante que llama alacena. – decía esto con pesar, ya que el anciano rara vez tenía comida, era un mueble vacío.
Roya sonrió.
-Te ves hermosa chiquilla – admitió la tercera mujer ahí reunida – realmente hermosa.
-¿Usted lo cree? – dijo algo apenada llevando una hebra de pelo oscuro detrás de su oreja.
-¡Qué si lo creo!
Todas sonrieron.
-Perdón pero tengo que preparar la comida – se disculpó rápidamente antes que comenzaran a preguntarle sobre lo que hace unos momentos escuchó. No podía soltar información que le correspondía, ni mucho menos desatar el caos en todo Templar, sin mencionar que era preocuparlos de más – y quisiera pasar a saludar a Micky antes de volver a casa.
-Ah, el joven panadero se dirigía esta mañana al castillo.
-¿Enserio? - preguntó y miró al castillo, tal vez le había llevado un poco de desayuno a los maestros. –..mm bueno en otro momento lo visitare – giró y se despidió amablemente.
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Mini flash black
Sonrió; mostró su más bella sonrisa, se inclinó, pidió disculpas y salió de aquella sala con andar lento y tranquilo, como todo un caballero. Nadie protestó, estaban muy ocupados discutiendo nuevamente. Caminó unos cuantos pasos para alejarse de la puerta con aquel andar pasivo. Después unos pasos no le fueron suficientes y llegó hasta el otro extremo de la torre. Cuando se dio cuenta ya comenzaba a subir aquellas escaleras que llevarían a las ya conocidas celdas con pasos pesados, la sonrisa se le había borrado del rostro, sus ojos color cielo ahora eran un mar agitado y sus nudillos lucían blancos de lo fuerte que cerraba los puños.
Fin mini flash black
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Había abierto cada celda, examinando, buscando. Quería comprobarlo él mismo.
Sus ojos se mantenían cerrados, su espalda apoyada en aquella dura y fría piedra, y su mente trabajaba rápidamente. Aquel bello rostro blanco estaba transfigurado por aquel malestar que comenzó a surgir en cuanto supo todo aquel alboroto y aquella urgente reunión. No sólo eran aquellas personas. Ahora comenzaba a ser todo claro. No comprendía por qué tanto alboroto por unos pobres campesinos sin hogar y más muertos que vivos, que él, en su mayoría ayudó a desplazarse al castillo.
Abrió sus ahora metálicos ojos azules. No, era un problema aún mayor. Uno que pensó jamás volvería a ver.
Con eso en mente prosiguió su camino alejándose de aquella celda húmeda donde había ido, sólo para comprobar aquellas palabras. Se marchó, dirigiéndose al salón principal donde se haría aquella matanza. Y él por supuesto, ayudaría al desmembramiento.
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Sólo un pequeño, muy pequeño avance…
-Sin duda usted conoce muy bien de quien se trata general –decía el sabio - ahora , me podría decir con aquellos buenos instintos, si aquel que tiene enfrente entra en aquel detallado informe.. Digamos, es un simple e indefenso civil.
El rubio levantó su rostro examinando con aquellos hermosos ojos azules hielo.
-No.
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Hola a todas ustedes. Feliz año.
Y pido una enorme, ENORME disculpa por todas las que han sido pacientes.
Espero les haya gustado. Y como ya saben, dejen sus comentarios.
**** Tuve muchas dudas con respecto a estos guerreros: simoushan y youker, sinceramente estuve buscando más información respecto a cómo se escribían y no encontré absolutamente nada (la info. de este anime, es realmente escasa) así que disculpen si está erróneo, así que si alguien sabe pues me daría mucho gusto saberlo***
Gracias nuevamente a todas ustedes que siguen aquí conmigo.