¡Hola! No saben lo feliz que estoy de que la historia siga siendo tan bien aceptada. Si me dispusiera a expresar qué tanto me emocionan los comentarios que recibo de su parte, les parecería exagerado, así que me limitaré a decir que me animan bastante.
Esta capítulo lo dedico a Lapislazuli Stern, Damalunaely, Chovitap, Akiba Shock y Sasunaka doki por su apoyo en él último capítulo subido. Espero que disfruten la historia.
Suyo
Se quedó impactada. Si la imagen que presenciaba era de por inesperada sus palabras la habían descolocado por completo. Sentía como a cada instante perdía un poco más el control de su cuerpo, sus instintos la instaban a lanzarse sobre el hombre que la escrutaba sin la menor intención de ocultar su desnudez.
Ella ya había visto ese cuerpo y conocía hasta el último detalle del recorrido de los definidos músculos que lo formaban, pues en más de una ocasión lo había limpiado y curado y gracias a su actual memoria lo recordaba con nítidez.
Más de una vez ese cuerpo despertó su deseo.
Pero en esta ocasión era distinto.
Esto no procedía ni de su mente consciente o de los sentimientos que había empezado a desarrollar por el mayor, era algo más, algo poderoso que la quería hacer sucumbir. Sin embargo no lo permitiría.
Los recuerdos fugaces de cómo se había entregado a Inuyasha en una candente noche de pasión aún estaban en los recovecos de su memoria. En el momento llegó a pensar que Inuyasha se había decidido por ella, y le expresaba con su cuerpo los azares de su amor, por fin correspondido.
Cuán equivocada estuvo.
Aquello no fue más que un impulso animal, y ella estaba a la mano para satifascerlo. Poco después tuvo lugar la última batalla contra Naraku y ella cargó con las heridas de su corazón en silencio, sabiendo que todo youkai que se le acercaba reconocía en ella el olor de un ser sobrenatural, que la tomó recientemente sin marcarla.
Por alguna razón de manera inconsciente perdonó el ultrajo de Inuyasha, si él se había sentido así en aquel momento, no le sorprendía que la haya tomado sin amarla. Pero no repetiría el mismo error.
Fijó sus ojos en Sesshomaru mientras comenzaba a replegarse en su propio cuerpo.
-No… yo…lo deseo, pero no de esta manera. No así Sesshoamaru, porque yo… yo… -Hablaba mientras apretaba fuertemente sus antebrazos con sus manos, sus palabras eran leves susurros entrecortados. Luchaba con toda su energía contra los impulsos que la asediaban. Sus garras se clavaron en su tierna carne mientras movía sus manos lentamente hacia los codos, el dolor la ayudaba a mantener la consciencia. El olor embriagante de su sangre empezó a inundar el olfato de ambos. – Yo…- De un rápido movimiento Sesshomaru estaba frente a ella, que tenía la vista nublada, le apretó son fuerza y presición un punto exacto en la nuca, dejándola inconsciente, evitando así que perdiera el control.
La estrechó contra su cuerpo mojado. Podía sentir contra su piel la elevada temparatura que había tomado su cuerpo. La cargó entre sus brazos caminando lentamente devuelta a las aguas, ya la sumergió dejando la cabeza fuera para que pudiese respirar.
Ella era más fuerte de lo que había imaginado.
De los pocos humanos que habían sobrevivido a la transformación youkai, todos, sin excepción, fallecieron al poco tiempo al ser completamente incapaces de controlar sus impulsos.
El de matar. Ella había hecho gala de no tener el menor indicio de instinto asesino en defensa propia, por eso nunca había mostrado los verdaderos poderes que albergaban en su ser mientras la entrenaba.
Repugnancia a los humanos. En todo momento continuó siendo la misma, desde Rin hasta su familia y el resto de seres humanos con los que tuvo contacto. Y finalmente el sexual.
Un cuerpo Taiyokai adulto busca por naturaleza e instinto perpetuar su descendencia, haciéndose especialmente difícil de controlar para los seres transformados, pues las sensaciones los superan, en el caso de las hembras esto pasaba sin falta en el ciclo fértil que tenía lugar un solo día al mes, sobre todo si alguien de su raza estaba cerca.
Pero ella fue capaz de contenerse.
En realidad quería haber escuchado todo lo que tenía que decir. ¿Que ella qué? Pero lamentablemente había llegado al límite de su cordura antes de terminar.
Poco a poco su temperatura fue disminuyendo. Sintió en su pecho orgullo pleno a causa de ella. Él quería poseerla, hasta lo último de su ser. No simplemente un cuerpo lujurioso que aceptaría a cualquier inu o medio inu.
Al paso fugaz que solo los de su clase consiguen llevar, retornó a la casa. Entró a la habitación de la muchacha sin que ninguno de los habitantes notara su presencia. En el camino las ligeras ropas de ella se secaron. La acostó en la cama, y por un momento se detuvo a contemplarla.
El pelo azabache regado en la almohada y sus finos rasgos faciales fueron el centro de su atención. Se quedó observándola durante largo tiempo. Podía escuchar perfectamente el continuo latido de su corazon, y la sangre fluyendo por sus venas.
Localizó sus ropas y armadura y se las colocó de forma veloz y exacta. Se acercó nuevamente a Kagome que seguía inconsciente, como duermiendo en total tranquilidad. Acercó su rostro al de ella manteniendo los ojos abiertos, viendo cada una de sus más leves reacciones. Cuando sus labios estaban a punto de tocarse, lamió los de ella apenas con la punta de la lengua, rápida y delicadamente.
Sin más, se marchó.
-Nos veremos pronto, Kagome-
Como ya había salido del aposento, no pudo presenciar la leve sonrisa que se formó en los labios de la aludida.
Se levantó con los primeros rayos del sol, sentía en sus labios una sensación cálida, y los tocó con su dedo índice. La sensación desapareció de inmediato y concluyó que debió ser su imaginación. No recordaba cómo había llegado a su casa, pero el aroma de Sesshomaru impregnado en su cuerpo le confirmó que él la trajo. Un rápido chequeo le hizo notar que sus cosas ya no estaban, así que él ya había partido. Se puso de pie con un salto y desperezandose sonrió a un nuevo día. Ella también debía prepararse e irse, para localizar los fragmentos de su época lo más rápido posible. Algo en su interior le aseguraba que Sesshomaru la buscaría cuando fuera el momento, y eso aliviaba un poco, sólo un poco, el molesto sentimiento de soledad que la invadía ante el conocimiento de que él se había ido sin mediar palabras.
Tomó un largo y relajante baño, a sabiendas de que no podría disfrutar de los de su casa por un tiempo. Esta vez se vistió con sus ropas de batalla, que no usaba desde que había llegado a su época. El ajustado vestido strapples de piel, la yukata verde un sólo brazo, medias blancas largas, zapatos negros. Su katana y kodachi al cinto, arco y carcaj a la espalda. Procuró llevarse un pequeño monedero con algo de dinero, eso siempre podía ser útil. Escuchaba perfectamente la actividad de todos en el hogar, y cuando se presentó en el comedor todos supieron que era hora de ella irse; aunque la impresión de verla a ella con aquella apariencia no había disminuido ni un poco. Sus orejas puntiagudas, su pelo azabache nuevamente largo y las marcas violáceas de su rostro y brazo derecho que era la única extremidad expuesta, le daban, para su familia, una apariencia de deidad. Pero sabían que seguía siendo su Kagome.
Su madre la abrazó fuertemente, rogando a Kami-sama que mantuviera a su princesa sana y salva. Kagome era todavía muy joven y parecía cargar en su espalda el destino de muchas vidas.
-Kagome hija, cuídate mucho y ten cuidado.-
-Sí mamá- La amplia sonrisa que le regaló le dio un poco más de seguridad. Sabía que la promesa silenciosa de regresar a casa estaba hecha.
El abuelo por su parte le regaló unos talismanes que "seguro la protegerían cuando más lo necesitase" y quería darle otras tantas cosas a las que se negó amablemente.
Souta la miraba sin saber qué decir, a él, en lo personal, su hermana le parecía un poco intimidante. Pero Kagome fue hacia él y lo cargó con facilidad entre sus brazos, abrazándolo.
-Sé bueno y cuida de mamá y el abuelo.
-Hai onee-san- No importaba el tiempo que pasase, ni los cambio físicos que tuviera Kagome. Siempre sería su onee-san. El cálido abrazo de su hermana le hizo recordar que siempre podría contar con ella cuando más la necesitase, y que él no tenía ningún motivo para temerle. Ahora que se detenía a pensarlo, ella siempre había sido intimidante. Él era el hombre de la casa y se encargaría de proteger a su familia, no tan sólo en la ausencia de ella, si no para toda su vida.
Dando por finalizada las despedidas, de un poderoso salto se alejó, saliendo ya de la vista de sus familiares.
-Sugoi- Los ojos brillantes de Souta estaban admirados. Era la primera vez que la veía haciendo gala de su velocidad, y fue solo un momento, cuando ya se iba.
Kagome afinó sus sentidos buscando energías demoníacas, y le sorprendió el resultado. ¡Eran demasiados!
-¿Qué está pasando?- Sin perder el tiempo aceleró el pasó. Tendría mucho, mucho trabajo.
Se dejaba caer de una altura tal que podía verse su figura descender de entre las nubes. Los brazos cruzados bajo su pecho, cayendo de espaldas. Si le ponían a escoger qué tipo de youkai le agradaba menos, sin duda diría que el tipo volador, pues aquellos seres tenían el mal hábito de, al no conseguir acabar con su contrincante, pretender llevarlos con ellos fuera de la armósfera en un acto suicida. En aquella pelea sus condiciones eran de clara desventajas… o eso creía su enemigo. Abrazarla fuertemente para llevarla con ella a la muerte fue un claro error, pues lo único que Kagome necesitaba hacer era purificarla. Habría buscado algún método para no tener que quitarle la vida y conseguir los dos fragmentos que aquella arpía*llevaba consigo, pero no le dejó más opción.
Cuando estaba a menos de cien metros en caída libre se puso derecha, manos pegadas por encima de la cabeza, cayendo en picado, preparada para penetrar en las aguas del océano. Allí estaba otro fragmento, esta vez incrustado en una ballena que gracias a sus poderes era capaz de entender a los humanos. Una forma bastante limpia de usar la perla, tomando en cuenta la forma en que los seres demoníacos solían hacer uso de sus poderes. Fue una batalla rápida y sencilla, aquel ser marino sólo deseaba continuar su pacífica vida al lado de los suyos, así que no opuso mucha resistencia.
Si algo la llenaba de curiosidad era cómo Sesshomaru se convertía en una pequeña esfera de energía, ya que sería una técnica bastante útil. Tener que nadar de vuelta a la costa desde mar abierto no era ningún chiste. Pero tampoco gozaba de muchas opciones así que puso manos a la obra, literalmente.
Han pasado ya dos lunas desde que no la veo. La infinidad de cosas que he aprendido en este lugar no se puede enumerar. Cargo conmigo doce fragmentos de la dichosa perla, mayoría de los obtuve mediante sangrientas batallas, si mis sentidos no fallan (y nunca fallan) ya debe ser posible pasar por el portal del tiempo.
Cinco siglos. Eso es lo que les ha tomado a los humanos convertir el mundo en lo que es hoy. Más allá de las tierras del norte, sur, este y oeste, más allá de los amplios mares hay otras tierras, inmensas. Resulta que donde estamos, Japón como la llaman hoy, no es más que un mínimo fragmento. Tienen aparatos voladores y marinos que les permiten ir de un "continente" hacia otro.
Pero la raza humana está aún más podrida de lo que la recuerdo.
Voy hacia ella, y ella demuestra nuevamente por qué ha conseguido captar mi atención. Se acerca nadando a la costa en la que ahora la espero fuera de su vista.
Un poco más. Un poco más. ¡Tierra!
Por fin tierra firme, supongo que así se ha de sentir un náufrago. Ahora estoy toda empapada, retiro de mi espalda el carcaj de piel, metódicamente saco las flechas de madera que he hecho a mano, no se me han caído porque al ser tantas estaban bien apretadas. Lo volteo con intención de sacarle el agua que le queda dentro. Me quito el sencillo obi blanco que tanto mantiene mi yukata cerrada como me sirve de cinto para katana y mi kodachi. Ya esta atardeciendo y en estas costas rocosas nunca hay visitantes. Acomodo mis armas sobre una de las tantas rocas a mi alrededor para luego exprimir el agua de mi yukata y soltarme el cabello, así se secará más fácil. Suelo cortarme el pelo con regularidad pues parece que no deja de crecerme hasta llegar a las rodillas, y por comodidad prefiero tenerlo a media espalda, como siempre lo he llevado, por otro lado mantengo mi apariencia humana, con un poco de paciencia y otro tanto de disciplina he logrado ocultar a la perfección mis rasgos youkai. Me quito mis zapatos para también exprimir mis medias.
La única prenda que aún llevo puesta es mi vestido strapples de piel negra, que me queda como una segunda piel a su vez, esto, por supuesto, sin contar mis interiores. Quiero darme un buen baño, pero en agua dulce. De aguas saladas he tenido más que suficiente por el día de hoy. A menos de un kilómetro hay una sencilla casa de aguas termales. Dejaré mis armas por aquí escondidas, y me vestiré para visitarlas. Después de tanto jaleo me tengo el descanso bien merecido.
Pero mi cuerpo se tensa, mis sentidos me dan un aviso. Puedo notar el leve movimiento de un ser no muy lejos de mí. Sale de entre los altos árboles acercándose lentamente. No puedo tomar mis armas, pero no importa, lo enfrentaré directamente. Se ha acercado lo suficiente como para que pueda verlo. Mi corazón se detuvo. ¡Lo juro! Tuve que obligarle conscientemente a latir de nuevo. Antes de darme cuenta corro hacia él, y me lanzo apretándolo fuertemente entre mis brazos.
-¡Sesshomaru!- Sólo Kami-sama sabe cuánta falta me ha hecho. Desde que me hizo suya no había pasado tanto tiempo apartada de él. La gélida voz que esconde trazos de calidez, la fría mirada de sus ojos capaz de congelar a sus enemigos, la mano dura en los entrenamientos o su fuerte presencia. Lo he extrañado absolutamente todo y no me había dado cuenta de qué tanto hasta ahora, que lo tengo en frente.
Pude haberme ido. Pude haberme hecho notar desde el principio. Pero algo en mí me lo impidió. La vi llegar con la respiración agitada a la costa, subir de gráciles y rápidos movimientos saltando entre las rocas. En ese momento pensé dar a conocer mi presencia, pero ella continuó cada movimiento de forma perfecta. La precisión y belleza de sus maneras se ha acentuado. ¿O es quizás que yo no las había notado? Me mantuve aquí, oculto, observándola sin perderme detalle. Primero se retiró sus armas. Luego su obi. Si bien en ocasiones anteriores he visto su cuerpo expuesto, por alguna razón ahora hay un nuevo brillo de sensualidad en ella, que se hizo eminente cuando se quitó la yukata.
Un simple vestido negro de piel es todo lo que ahora cubre su cuerpo. Observo las perfectas formas de su pecho y caderas, sus piernas fuertes y torneadas que se exhiben en un llamado descarado a la pasión. Su apariencia es perfectamente humana.
Pero toda mi atención se centra ahora en su rostro. Sus ojos marrones, su nariz fina y respingada y sus labios rosados. En sus mejillas aún queda una suave estela rosada por el esfuerzo que ha hecho nadando.
Decido que ya es momento de mostrarme, así que me acerco lentamente. Se pone en alerta, está preparada para atacar, pero entonces me reconoce.
Y viene corriendo hacia a mí.
Como me tomó desprevenido su acción terminé entre sus brazos sin reaccionar. El olor a la sal del mar está impregnado en toda ella. Han pasado vario segundos, y aún continúa abrazándome.
¿Qué debo hacer?
¿Estará esto bien?
No hay manera de que lo revele ante nadie. Si alguien se atreviese a decirlo le decapitaría sin dudarlo. Pero tengo miedo. En lo profundo de mí estoy asustado. No sé cuándo ni cómo lo hizo, soy incapaz de identificar el momento exacto de dicha acción, pero ella ha penetrado en mí, ha llegado hasta los recovecos de mi ser y se ha hecho un espacio que sólo le pertenece a ella. Kagome.
Han sido dos lunas llenas desde la última ocasión en que la vi, dejándola acostada en su cama. Desde entonces cada día, cada hora y en cada momento sin importar lo que hiciera su presencia me ha acompañado. Su recuerdo ha suplantado a mis fantasmas y me han hecho anhelar este momento como nada en lo largo de mi vida.
De forma lenta, acerco mis manos a su cintura, y puedo sentir como tiembla levemente cuando correspondo su abrazo.
Varias veces he tenido este tipo de contacto con ella, pero es la primera vez que los dos estamos conscientes. Ella está ahora en mis brazos, y me lleno por completo de su esencia. Pongo una leve distancia entre nosotros para clavar mi mirada en esos ojos marrones que me han hechizado.
Y por fin sucumbo al deseo y más fuerte anhelo de mi corazón, cuando busco con los míos sus labios en un suave beso que fue, de inmediato, correspondido.
Porque ella lo dijo, y tenía razón. Soy sin lugar a dudas, irrevocable y completamente…
Suyo.
-Continuará-
*Arpía: (Mitología griega) Ave fabulosa con rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña.