Disculpen la tardanza
Esta historia es para ti, que te tomas el tiempo de leerla, cuento con tu apoyo y comentarios.
Ella dormía apaciblemente entre brazos. Tras haberse echado a llorar mientras los abrazaba cuando se despertó se quedaron acostados juntos en la cama. Era evidente que había descansado muy poco mientras lo cuidaba por lo rápido que incurrió en sueños.
Él tenía buenos motivos por los que mantener su corazón cerrado, más bien, protegido, y ese motivo era su sangre. Siendo un demonio perro su naturaleza innata no estaba muy lejos de esos animales, como cualquier perro una vez que diera con una persona que realmente le gustara, le sería fiel de por vida, siguiendo su olor por todas partes, protegiéndola de todo. Y no tenía intención de ello, al menos, no aún. No sin estar seguro.
Tal como su nombre lo indicaba él era portador de la muerte, trayéndole a todas aquellas criaturas desventuradas que se cruzaran en su camino cuando no estaba en su mejor aún así se permitió disfrutar por un rato el calor de un cuerpo abrazado al suyo, sensación que desconocía. Se levantó procurando no despertarla. Podía sentir claramente la presencia de más seres malignos aunque se escondían y estaban lejos. Además aquella criatura con la que había peleado la última ocasión era sin duda un siervo de un antiguo enemigo. Esa maldita perla solo servía para traer problemas, pues quiénes deberían permanecer en sus tumbas desde que la Shikon no Tama había reaparecido se la pasaban levantándose. A él nunca le había interesado, al fin y al cabo el era un demonio completo y el ser viviente más fuerte de su época, no necesitaba ese tipo de artilugios para ser más poderoso. Se convirtió en una esfera azul y salió por la ventana, dirigiéndose lejos, hacia algún sitio desde el que se pudiera apreciar el cielo estrellado, y oler la naturaleza sin esos asquerosos aromas humanos. Si bien en su tiempo ya los seres humanos eran de por sí despreciables, en la época de Kagome era peor aún. Demasiados.
Kagome se levantó mientras se desperezaba, había dormido bastante bien.
-¿Sesshomaru? – Dijo mientras los buscaba, primero con la vista, luego con sus otros sentidos. Aún estaba presente su aroma en toda la habitación y en especial en la cama que ahora ocupaba ella, sin embargo no podía sentirlo en los al redores. El sol apenas salía.
Bueno, era de Sesshomaru de quien se estaba hablando, así que no valía la pena preocuparse. Ahora que Sesshomaru estaba bien y que el pozo no funcionaba lo mejor era aprovechar para disfrutar un poco de su antigua vida. Se levantó y observó su figura en el espejo. Tendría que hacer unos retoques.
Concentrándose un poco consiguió que las marcas violetas de su cuerpo desaparecieran y sus garras obtuvieran la apariencia normal de las uñas de un humano al igual que sus orejas. Con una tijera se cortó el pelo hasta media espalda por donde antes solía llevarlo. Luego procedió a darse un baño.
-Ahhh que delicia. No hay lugar como el hogar- Susurró para sí mientras se hundía por completo en la tina. Era bueno sentirse tan normal… tan humana.
Estos pensamientos le dieron un poco de nostalgia. No es que se sintiera mal con su nueva naturaleza, era sólo que no podía evitar extrañar su antigua rutina, tan libre de preocupaciones.
Tras el baño se colocó su uniforme. Ya estaba en último año de secundaria, y si no quería reprobar debía aprovechar al máximo ese tiempo en su época. Quizás sonara trivial, pero la ayudaba a relajarse el simplemente pensar en estudios y notas. Comprobó su imagen en el espejo. Con excepción de que estaba un poco más alta y formada, se veía casi igual.
El olor de la comida invadió sus fosas nasales, salió de la habitación corriendo por el pasillo y saltó la escalera para luego dirigirse a la mesa.
Kagome, no corras en la casa ni saltes la escalera- Le reprendió su madre tranquilamente mientras servía el desayuno, haciendo que su abuelo y Sota se cayeran hacía atrás por sus maneras.
-Hermana ¿Ya se despertó Sesshomaru? –Le preguntó Sota, quien aún se sentía en cierta medida culpable por lo sucedido-
-Si, pero ha salido.-
El desayuno transcurrió con tranquilidad, luego Kagome se despidió de su familia para irse al colegio. Esa sensación la llenaba de nostalgia, pues había tardado realmente mucho tiempo en regresar. En el camino a la escuela se encontró con sus amigas, que se mostraron muy alegres con su presencia y la pusieron al día de las clases que habían dado en aquellas dos semanas desde que finalizaran las vacaciones de verano.
Kagome hizo un acuerdo con la escuela para que sus clases fueran semi presenciales, así aunque no fuera siempre y tuviera poca asistencia podría pasar el curso sin problemas mientras pasara los exámenes, ya que su "delicado estado de salud" no le permitía venir continuamente.
Iba caminando a la salida de la escuela con sus amigas, hablando de trivialidades y del novio de una de ellas, un chico universitario. Su delicado olfato percibió una fragancia que hizo, para su sorpresa, que el corazón le saltase en el pecho. Sesshomaru caminaba con parsimonia (a paso humano, cabe destacar) hacia ella, mientras todo el mundo alrededor lo escrutaba con los ojos, pues era simplemente imposible que un hombre como él pasara desapercibido.
Un metro ochenta y cinco de estatura, el musculoso cuerpo que la yukata blanca con detalles de flores en rojo no conseguía disimular. Profundos ojos ámbares, que solo conseguían ser resaltados por el maquillaje (según quiénes le observaban) que llevaba en su rostro. Larguísimo pelo, en el que cada hebra podría confundirse con un hilo de plata. Aquellas orejas puntiagudas y el porte de nobleza que le rodeaba. Prontamente los murmullos empezaron a correr entre todas las personas, que nunca habían visto una belleza similar más que en revistas o películas.
-Mira a ese hombre ¿Será albino? Parece un modelo.
-¿Quién sabe? Podrían ser lentes de contactos y una peluca.
-Debe ser extranjero. He leído que hay clubes en Inglaterra que solo aceptan personas que tengan las orejas así, lo hacen con cirugía plástica.
-¿Cirugía plástica? Puede que también se haya hecho la nariz y los labios.
-Apuesto a que vive en un gimnasio…
-¿Qué hará aquí?
-¿Será maquillaje o tatuajes? No es justo que un hombre tenga ese pelo y ese rostro.
Sesshomaru podía escuchar fuerte y claro cada murmullo. Como si lo estuvieran susurrando en su oreja, aunque no entendía la mayor parte de lo que decían, pues palabras como "gimnasio" o "cirugía plástica" le eran desconocidas.
Llegó hacía la mujer, que era su propiedad. Las humanas a su lado lo observaban como hechizadas. De hecho, los humanos de aquel lugar eran realmente muy extraños. Desde que se había dejado ver por algunos, esperando que corrieran aterrorizados o suplicaran por su vida como sería la reacción normal, se le quedaban viendo como… ¿Cuál sería la palabra? Fascinados, concluyó tras confirmar con su olfato. Sus altas capacidades de aprendizaje y deducción le habían llevado a una rápida comprensión de muchas de las cosas de la época, como las colmenas humanas que se levantaban tratando de alcanzar el cielo donde vivían decenas y decenas de ellos. O los carruajes de metal en los que se movilizaban por todas partes. Aquel lugar "la escuela" era el sitio al que asistían desde temprana edad para adquirir erudición. A fin de cuentas él también había tenido incontables maestros en las ciencias del conocimiento y el combate cuando apenas era un cachorro.
Él no era tonto, no tenía ni un pelo de ello. Este era el futuro, un futuro en que los humanos gobernaban, y sin saberlo, también eran gobernados. Por un momento llegó a pensar que los de su especie se habían extinguido en aquel lugar, pero tras la batalla con aquella asquerosa criatura dio por sentado que no era así. Simplemente los humanos no eran conscientes de su existencia. Sus sentidos le llevaron a encontrar a Ryorumaro, uno de sus generales, que ahora era un "empresario".
El presidente de la empresa Nagashita, principal fabricante y exportadora nacional de autos, Nagato Ryorumaro, estaba solo en su oficina analizando las estadísticas de ventas del pasado mes, cuando una presencia que hace siglos que no sentía se hizo presente, salió de inmediato, a una velocidad inhumana al inmenso balcón que le ofrecía una vista privilegiada de la ciudad, haciendo una profunda reverencia a la esfera de luz que había adoptado la forma de su siempre indiscutible amo.
-Lord Sesshomaru.
-Ryorumaro.
Sin duda era él, aunque evidentemente había ocultado todas sus facciones demoníacas, y tenía la perfecta apariencia de un humano. Habló con él durante unos minutos. Al parecer Jaken seguía buscándolo, había desaparecido hace 542 años, en el año 1469 del ahora llamado período Sengoku.
Entonces así funcionaba.
Obviamente no dio explicaciones y se fue sin más.
Él había pasado por un portal del tiempo, hace 542 años. Como aún no regresaba a su época se figuraba que había desaparecido. De los que continuaban con vida sus más fieles sirvientes aún seguían esperándolo, aunque eran muy pocos. La mayor parte de los youkai y taiyokai habían muerto, al no poder enfrentarse a los humanos quienes aprendieron a unir fuerzas para derrotarlos y realizaron muchísimos avances. Las familias más poderosas del mundo eran descendientes de demonios, aunque la mayoría lo ignorase, pues tras tanta hibridación casi nada quedaba de su antigua sangre. Débiles. Sesshomaru daba por seguro que la fuerza de su sangre jamás se perdería, aunque se mezclase con humanos, sin embargo no valía la pena pensarlo porque eso jamás sucedería. La compañía Nagashita estaba registrada a nombre de Sesshomaru Taisho. Si decidía quedarse en aquella época podría hacer su vida a partir de ahí.
Pero sus planes eran otros.
Kagome observaba a Sesshomaru preguntándose qué hacía allí, pero su atención fue dirigida a lo que traía en su mano derecha. Dos fragmentos de la perla. Sesshomaru se dio vuelta rehaciendo sus pasos por el mismo camino que había llegado, y ella fue tras él. Sus amigas la ahogarían de preguntas, pero eso podía esperar a más tarde.
Él había hallado dos fragmentos de la perla por sí mismo, en tan solo unas horas. Inuyasha debería estar agradecido de que a Sesshomaru no le interesara la perla, pues tanto él como Naraku la habrían tenido bastante difícil.
Los tiró hacía arriba, como quien no quiere la cosa, y Kagome los atrapó en el acto. ¿Cuántos fragmentos habrían en su época?¿Cuántos tendrían que recolectar antes de regresar al Sengoku? El que Sesshomaru fuera en su búsqueda tan pronto solo indicaba que no tenía la más mínima intención de quedarse allí por mucho más tiempo.
Tan pronto subieron las escaleras del templo Kagome se relajó. Había tenido que mantenerse alerta todo el día procurando mantener sus rasgos demoníacos ocultos. Sus garras crecieron, sus oreja se pusieron puntiagudas y en distintas partes de su cuerpo marcas violáceas se hicieron presente.
-¡Mamá ya llegué!
-¿Cómo te ha ido Kagome? –Su madre le ofreció una cálida sonrisa- Hola Sesshomaru-sama- Dijo ahora en un tono respetuoso, sin dejar de lado su calidez. Sesshomaru solo asintió con la cabeza en señal de respuesta, mientras emprendía camino a la habitación de la joven.
Admiraba eso de su madre, la capacidad de adaptarse de manera inmediata a la más extraña de las circunstancias, a las que de hecho, ella le había estado exponiendo constantemente. Le avisó que la cena estaría en dos horas, luego de saludar a su abuelo y hermano, subió también a su habitación. Sesshomaru la esperaba sentado en la ventana, con la mirada fijada en algo que ella no alcanzaba a ver.
-Te entrenaré una semana más. Luego partiremos a buscar esos malditos fragmentos.- Él seguía viendo hacia algún lugar. Aunque habló bajo y despacio sus palabras se escucharon como una orden contundente. Él la entrenaría un poco más y luego irían a por los fragmentos, cada cuál por su lado. Debía dar lo mejor de sí, pues en esta búsqueda no tendría nadie velando por ella y tampoco tenía pensado morir tan pronto. Aprendería tanto como pudiera de Sesshomaru en ese período de tiempo.
-Hai- Por lo menos había podido asistir un día a la escuela, y pasarlo como una completa humana. Aunque para ser honesta, se sentía bastante cómoda con su nueva naturaleza, en especial con el reciente descubrimiento de su memoria. ¡Podía recordar perfectamente todo lo que había leído en las notas que le prestaron sus amigas! Gracias a ello su desempeño en ese día había confirmado a los profesores que llevaría a cabo sin problemas sus estudios semi-presenciales. Solo debía tener cuidado con regresar para las fechas de los exámenes.
Tomó un baño y bajó a cenar. Sesshomaru estuvo todo el tiempo en el techo de la casa, como sumergido en sus pensamientos. Pensamientos que Kagome se moría por conocer, pero su instinto le decía que no debía preguntar.
Lo que ella no sabía es que esa sería su última cena familiar y tranquila en mucho tiempo.
Calló sobre sus rodillas. Su respiración agitada y las gotas que de sudor que empapaban su piel evidenciaban su cansancio. Si lo pensaba detenidamente parecía que todos los entrenamientos a los que Sesshomaru la había sometido ese día no eran más que un simple juego de niños. Y tenía el presentimiento de que para él aún lo eran, pues allí donde estaba, parado a varios metros de ella con su impecable yukata blanca y su habitual expresión indiferente cualquiera podía juzgar por su aspecto que aquel TaiYoukai estaba tomando las cosas como la seda; ella era otra historia, el sudor, la tierra y la sangre que manchaban su vestimenta estaban en la misma condición que el resto de su cuerpo e incluso su largo cabello azabache. En esos precisos momentos sus ojos usualmente marrones estaban adquiriendo el tono ámbar que caracterizaba a su oponente, mientras le embestía con todas sus fuerzas y la mayor velocidad que su cuerpo le permitía, sólo para ser bruscamente rechazada e ir corriendo a buscar su arco que minutos antes había soltado víctima de un violento ataque. Mientras saltaba lo cargó con una flecha e imprenándola con su energía espiritual se la lanzó a Sesshomaru quien simplemente las sostuvo con una mano y con la misma desvió el resto de las flechas que llegaba rápidamente hacia él.
Nada.
Si quiera un rasguño.
La energía purificadora de Kagome no le hacía absolutamente nada a Sesshomaru, para él sus flechas eran juguetes. Justo después de ese último pensamiento se desmayó. Ya llevaban una semana entrenando todo el día con apenas unas horas para reponer sus fuerzas, a pesar de su constitución Youkai Kagome no pudo soportar más y fue presa del cansancio. Si su enemigo hubiese sido otro… en ese momento estaría muerta.
Sesshomaru se acercó y la agarró por el antebrazo derecho, la levantó y tiró sin la menor delicadeza pero sin demasiada fuerza hacia un árbol, para que descansara en la sombra. Kagome ni siquiera se inmutó cuando su cuerpo chocó en ruido sordo contra el árbol, no recuperó la conciencia hasta varios minutos más tarde, cuando la velocidad regenarativa de su cuerpo se había ocupado de curar casi por completo sus heridas se puso de pie.
-Ya hemos terminado. Descansa hoy y mañana partiremos.
Sesshomaru se fue, desapareciendo de su vista. Ella nunca regresaba a la casa inmediatamente después. Esperaba a estar completamente curada, y procuraba entrar de tal manera que su madre no viera como quedaba, se dio un largo baño, sacando toda la sangre y el lodo de su cuerpo. Hoy por primera vez en la semana, abrazó a su madre, impregnándose del olor de ella.
-¿Ya te vas hija?-
-Casi. Sesshomaru dijo que nos iríamos mañana.-
Salió de la casa y de un salto llegó al techo. Su cuerpo se sentía sumamente caliente, y no sabía por qué. Cerró los ojos afinando sus sentidos, permitiendo que sus instintos le comunicasen donde estaba su poseedor. Rápidamente emprendió camino, a tal velocidad que los ojos humanos ni siquiera notaban su paso. Se internó en el Parque Nacional Fuji-Hakone-Izu en la zona de la Prefectura de Yamanashi. Su presencia se hacía más fuerte a cada instante. Escuchó el sonido de las aguas, proveniente del mismo camino en que sentía a Sesshomaru. El que pudiera percibirlo indicaba una sola cosa: Había dejado su esencia a propósito, pues él era un experto en desvanecerse. Cuando por fin llegó, se quedó quieta, admirando la imagen ante sí.
Desnudo y sentado entre las rocas mientras el agua le cubría, con los ojos cerrados y la luz de la luna iluminando su cuerpo, estaba Sesshomaru. Disfrutando de un baño al aire libre. Abrió lentamente los ojos, posándolos en la mujer que lo miraba atentamente, extasiada de su figura. En sus ojos se notaba el deseo, y un leve rastro de locura, como si en cualquier momento fuese a perder el control. Sus palabras salieron suaves y directas.
-Te permitiré escoger. ¿Esto es lo que quieres?
-Continuará-