Disclaimer: Shaman King y sus personajes no me pertenecen. Son del gran Hiroyuki Takei. Tampoco son de mi autoría algunos lugares, canciones y/o marcas que aparecen aquí. Sólo la trama, OC y lugares ficticios son invenciones mías.
Advertencias: lenguaje soez, gore (leve o moderado), y algunos pensamientos obscenos (Rated T).
Género: General. Tiene un poco de todo.
Pensamientos, comunicación por telepatía, recuerdos, sueños.
2
Sospechas
Hao Asakura
Me tiré en la cama y dejé la mirada fija hacia el techo. Estaba hecho polvo; y encima, por culpa de la tal Jeanne, se me había venido el día para abajo. Todo ese asunto de los chupa-sangre me tenía harto. Lo que más me encolerizaba era que esa súcubo se hospedaría en la casa. Bufé molesto. Pudo haber sido peor, repetía una y otra vez en mi mente, tratando de convencerme a mí mismo. Me dieron ganas de poner la calefacción, pero me entró una terrible flojera desde que me había tumbado en aquella cama. Había estado parado durante todo el día y el frío era horrible. No quería admitirlo, pero sentía algo de terror, al igual que mi hermano. No me gustaba usar mi Reishi en todo aquel que conocía, pero Yoh me tenía un poco consternado y yo sólo cumplía con mi papel de hermano mayor.
De pronto, sentí que comenzaban a pesarme los párpados. Intenté luchar para mantenerme despierto, ya que no podía dormir… No con esa sanguijuela a unos metros de mi habitación. No iba a darle la oportunidad de clavarme sus diabólicos colmillos en la yugular al verme completamente indefenso, mientras estuviera inconsciente. Sin quererlo, pensé en cómo sería la vida de un vampiro. Estaba cien por ciento seguro que era algo que nadie disfrutaría; vagar en este mundo por siglos hasta que este se acabe.
—Hermano —me quejé un poco, mientras me daba la vuelta en esa cama individual.
Tenía la urgencia de responderle, pero mi cuerpo no reaccionaba. Me volvió a llamar, riéndose en el proceso y acercándose más hacia mí. Me movió con delicadeza un par de veces. Yo seguía sin estar consciente de lo que estaba sucediendo en ese preciso momento.
—¿Qué? —exigí saber con voz adormilada.
Yoh se acostó a mi lado un poco afligido. Seguro esperaba alguna reacción de mi parte. Algo como: "Yoh, yo también te quiero, pero ya sabes. Sólo como hermanos, nada más. Lamento decepcionarte", mientras una sonrisa sarcástica decoraba mi rostro… Nada. Me daban ganas de gritar, mas no podía. ¿Qué diablos me estaba pasando? ¿Acaso era obra de Jeanne? ¿Me había echado alguna maldición por haberme burlado de ella? Bueno, si esa suposición resultaba ser verdadera, se las iba a ver conmigo. Aunque estuviera prácticamente muerta, de alguna manera la iba a mandar de ida al infierno. No sabía por qué, pero la odiaba tanto.
—Despierta, Hao. Son las ocho de la noche. Aún tenemos muchas cosas por hacer; terminar la tarea de física, estudiar lo que vimos hoy en química, ayudar a preparar la cena, lavar los trastes y otras cosas más antes de que llueva y nos quedemos sin luz. El sujeto del clima dijo que no iba a llover, pero creo que no hay nadie que haga peores predicciones que él.
Abrí los ojos como platos en plena conversación, sorprendido porque pasó lo que no quería que pasara. Me había quedado dormido. Me enojé tanto conmigo mismo. Sentí que únicamente cerré los ojos como por dos segundos, pero no. Fue por mucho más tiempo. ¿Cuánto? Aún no lo sabía. Lo que menos me había importado desde que entré a la pensión era la hora.
Yoh me ayudó a incorporarme, mientras sofocaba unas cuantas risitas. Bufé de nuevo. Si esa francesita prima de Anna pasaba por aquí, la mataba. Ya estaba pensando en cómo me las arreglaría para cumplir con mi cometido, cuando Amidamaru me interrumpió. Nos llamaba para que empezáramos a hacer la cena porque Anna estaba hambrienta y si no la hacíamos de una buena vez, mañana ya no viviríamos para contarlo. Entonces, a Yoh y a mí, por suerte se nos vino la mejor solución posible para tal problema: pedir pizza a domicilio.
—Oye, Yoh —me detuve, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo. Me daba pena preguntarle a mi hermano—. ¿Qué hora es? ¿Habré dormido mucho?
—Creo que no tanto. Bueno, en realidad no lo sé. Supongo que cinco minutos, a lo mucho.
¡Maldición!
—¿Dónde está Jeanne? —le pregunté, recordando la existencia de la vampiresa. Yoh se encogió de hombros. ¿O sea que ya no estaba en la pensión? Rogaba que ella ya se hubiera ido—. ¿Cómo demonios no vas a saber dónde está? ¡Por los Grandes Espíritus, Yoh! Has estado más tiempo con ella que yo… Oye, no me mires así. No pretendo buscarme novia, lo sabes mejor que nadie. Prefiero a alguien más… no sé… ¿Mortal?
Yoh rio entre dientes. No podía ocultarle nada a mi gemelo. Le conté que, sin querer, había usado mi Reishi con ella y por ello esperaba una reprimenda de su parte. Un extraño silencio invadió el lugar entretanto analizábamos la situación, hasta que Yoh quiso romperlo. Gracias a esta grandiosa habilidad con la que misteriosamente nací, me enteré que Jeanne conspiraba contra nosotros. Pensaba algo así como que un ejército tan grande que jamás se había visto en todos estos años controlaría al mundo entero y también pude concluir que quería hablar con su amo respecto a Yoh y a mí. No me extrañó que se hiciera pasar como una santita por pura conveniencia. Si no hubiera sido porque mi hermano y "su Annita" estaban ahí, quizás habría perdido los estribos. Me reí como loco cuando Yoh mencionó que nos violaba con la mirada. Confiaba tanto en mi hermanito que ya no resistí y le expliqué detalladamente lo que había escuchado gracias a mi adorado Reishi.
—¿En verdad crees que sea prima de Anna? Quiero decir… No se parecen en nada —señalé.
No podía evitar sentirme desconfiado de ella. Algo me decía que nos traería más problemas de los que ya teníamos.
—Es un gran lío en la familia Kyoyama… pero sí, estoy cien por ciento seguro que son primas, Hao —me aseguró con una falsa sonrisa. Sonreí de igual modo. Los dos sabíamos que algo andaba mal ahí—. Son primas hermanas. De hecho, el padre de Jeanne era el hermano mayor de la madre de Anna. A pesar de que son familia, Jeanne odia tanto a Annita que no quiere tener ningún trato con ella —iba a decir algo cuando Yoh me interrumpió—. Yo también pensé lo mismo. ¿Entonces para qué se tomó la molestia de venir hasta aquí? Según ella, porque le hacía falta ver a su querida prima; que sentía como si hubiesen pasado siglos, en lugar de años, desde que se habían visto por última vez. Creo que no podría ser más melodramática.
—¿En serio la detesta tanto que no quiere relacionarse con ella? ¿Tan mal se llevan? —pregunté entre risas.
Yoh asintió, sonriendo de manera divertida.
—Como tú y Kaos se llevaban con el que era mi vecino en Izumo —quedé perplejo ante esa comparación. Recordé que entre mi hermana menor y yo casi lo golpeábamos por un par de comentarios estúpidos que hizo. Eso quería decir que la relación entre Jeanne y Anna andaba bastante mal—. Anna dice odiarla, pero esos sentimientos comenzaron cuando ocurrió lo que estoy a punto de contarte.
Hizo una breve pausa.
—La familia de Jeanne, y con la familia me refiero a sus padres, son de esos que presumen tener más dinero que las demás personas. Es como una versión de Len, pero mucho más fastidiosa, o al menos eso es para ti —Len a veces me resultaba insoportable, porque siempre andaba diciendo "Mi familia tiene esto, mi familia tiene lo otro…". Por favor, mi familia también tenía unos cuantos ahorros y no andábamos presumiéndolo. Len me caía bien, pero esa actitud me resultaba desesperante—. El señor Kyoyama, el abuelo de las dos, falleció cuando Anna y Jeanne tenían cinco y cuatro años, respectivamente. Le dejó a su hijo, el papá de Jeanne, un reloj de oro valorado en unos noventa mil yenes, un carro clásico que hoy en día cuesta una fortuna y la escritura de una casa que tenían en Aomori. A la mamá de Anna, le dejó más de ciento sesenta y ocho millones de yenes.
—¡¿Qué?! ¿Qué demonios hicieron con tanto dinero?
—Una gran parte lo donaron a obras de caridad. Si antes no tenían razones para odiarlos, digamos que fue la bomba que desató la guerra… El papá de Jeanne odió tanto a su propio padre que decidió adoptar el apellido de su esposa, una shaman francesa.
—Oye, ahora que lo mencionas… ¿Qué les ocurrió a los padres de Anna? Ya sabes, no es como si me atreviera a usar mi Reishi para leer su mente. Mucho menos con algo tan delicado como eso.
La mirada de Yoh se ensombreció por un segundo. Era como si no le gustara recordar todo lo que Anna había sufrido. Soy un idiota, no debí preguntar…
—Sus padres murieron unos meses antes de que Anna cumpliera los seis años. Quedó huérfana… y sus abuelos paternos eran los únicos familiares que le quedaban. No obstante, ellos no quisieron hacerse cargo de ella. Siempre la despreciaron por haber heredado la capacidad de ver espíritus que tenían sus padres.
—¿Eran humanos? —pregunté. Me dio asco tan sólo pensar en lo estúpidos que fueron los abuelos de Anna—. ¿Lo ves? Luego dices que mi odio hacia los humanos es injustificado.
—Yo tampoco los tolero demasiado, o al menos no a la gran mayoría… —admitió mi gemelo, mirándome a los ojos—, pero la verdad es que no puedo imaginarme cómo sería el mundo sin ellos. Su odio hacia nosotros es tonto, lo sé. Sin embargo, hay que admitir que han inventado tantas cosas sobre los shamanes, que no me sorprende que les haya generado cierto miedo. Aunque fueran cosas que probablemente nosotros nunca hubiéramos hecho.
—Supongo —comenté, apartando la mirada hacia otro lado. Cómo detestaba que tuviera razón—. ¿Qué pasó luego? ¿Fue cuando Kino la encontró?
—Así es, la abuela viajó al Monte Osore y la conoció. Decidió acogerla en la casa y tomarla como aprendiz, porque vio que Anna tenía mucho potencial para convertirse en una poderosa itako. No se equivocó, ahora es la mejor de sus aprendices… Además, su habilidad del Reishi le llamó mucho la atención y decidió ayudarla a controlarlo. Una vez que pudo dominar las técnicas básicas que le fueron enseñadas, la abuela la llevó a Izumo y así fue como la conocí…
—…y así fue como te enamoraste de ella —sonreí con burla, al ver que las mejillas de mi hermano enrojecían violentamente. Tenía que admitirlo, me encantaba molestarlo con Anna—. Mejor bajemos y pidamos esas pizzas, antes de que mi cuñada decida mandarnos al otro mundo por la falta de alimentos en esta casa.
Salimos de mi cuarto, encontrándonos con todos los demás en el pasillo. Abracé a Yoh con mucho cariño, tanto que nos hacía parecer un par de esposos enamorados. Mi gemelo se echó a reír forzadamente, mientras sus mejillas adquirían un ligero tono rosado. Estallé en carcajadas al ver las miradas raras de Horo, Len, Manta, Lyserg, Chocolove y la sonrisa divertida de Kaoru.
Llegamos justo a tiempo para ver cómo la Renault abría la puerta de la entrada principal con sus rígidas manos. Al observar su piel exageradamente pálida, concluí que definitivamente no podía ser algo de nacimiento. Era muy obvio. Una manera de identificar a los vampiros era por su piel inhumana. Teníamos la prueba frente a nuestros propios ojos y, aun así, no podíamos decir nada o nos tacharían de locos. Me vi a mí mismo con ese aspecto sobrenatural. Cuando el extraño pensamiento desapareció de mi mente como una ráfaga de viento, verifiqué si sólo era un acto de mi imaginación. Mis brazos seguían igual de bronceados. Suspiré con alivio, mientras la prometida de mi hermano me veía como si hubiera perdido la cabeza.
—Ya era hora que te fueras, Jeanne —pronuncié esas palabras con sarcasmo.
—También fue un placer para mí conocerte, Hao.
Salió de la casa dando un portazo. Aguanté como pude las ganas de reírme. Tenía la apariencia de un ángel venido del cielo, de una muñequita de porcelana. Sin embargo, era el mismísimo demonio disfrazado de mujer. Yoh me miró con desaprobación. De seguro tenía una leve suposición de lo que estaba pensando en ese instante.
—Parece que esta no cayó en tus juegos, cuñadito —soltó Anna, con una sonrisa que nos puso los pelos de punta. ¿Anna se estaba burlando de mí? ¿Pero qué…? Sólo yo podía hacer eso. Burlarme de la gente era mi trabajo, no el de ella… Ah, olvidaba que mi querida cuñada me amaba de sobremanera—. Ninguno de tus encantos funcionó.
—Como si me importara. No está mal, lo admito, pero tu adorada prima no está a mi altura. Lamento si te decepciono, he visto mejores. Además, esa adorable actitud que tiene… Oh, creo que los hombres caerían de rodillas a sus níveos pies —hablé, mientras veía por donde se había ido la extraña chica—. Por cierto, se nota que tu cariño hacia ella es inmenso. Jamás había estado en un ambiente donde el amor se sintiera en el aire —hasta Yoh se rio al escuchar eso.
—Así que ya te enteraste. Supuse que Yoh te contaría… Siempre supe que algo andaba mal con ella.
Entonces… ¿Eso quería decir que sabía que era una vampiresa?
—Por supuesto que lo sé, Hao. Al instante noté que trataba de embobarte con sus encantos vampíricos. No me sorprende lo lejos que pudo llegar esta vez la bola de inútiles que tienen como amigos. ¡La tenían frente a sus propias narices y ni se percataron de su verdadera naturaleza! Aunque, yo sabía que Kaoru no debía ser tan… despistada como los demás. Esa Jeanne no me robará a mi prometido. Lamentará haberse metido conmigo. Muy pronto se dará cuenta del grave error que cometió y cuando se entere… pobre de mi prima. Por fin habrá de saber cómo se hace para matar a un vampiro, aunque técnicamente este ya esté muerto… Creo que tengo mucho que contarle a E…
Interrumpió lo que iba a decir, sonriendo maliciosamente. Sentí que mis mejillas ardían con todo y un calor sofocante me invadió con el intento de mención del nombre de la chica de la que no había podido evitar enamorarme, luego de conocerla en Izumo. Lo peor del caso fue que Yoh también sonrió de la misma manera. ¡Lo que me faltaba! Agradecía a los Grandes Espíritus que únicamente ellos dos lo supieran. Si los otros se enteraban, sería el fin del mundo. En ese momento me estaba muriendo de la vergüenza, tanto que ni imaginaba cómo sería escuchar las burlas de todos mis amigos. Desvié la mirada hacia cualquier punto de la habitación con tal de no toparme con los ojos de mi cuñada o mi hermano. Aún seguía ruborizado.
—Interesante —murmuró Anna Kyoyama, alegre.
Tragué con nerviosismo. Eso sólo significaba una cosa; algo tramaba. Su mente estaba maquinando algo y con seguridad podía decir que yo era el blanco principal.
—Bueno, Anna. ¿Puedo pedir ya la pizza o qué? —quise cambiar el tema.
Odiaba que ambos me molestaran con… ella. Daba gracias a los Grandes Espíritus que no estaba presente.
—Es que es tan divertido molestarte, Hao —se encogió de hombros, mientras buscaba la programación de los canales televisivos. De seguro quería ver una nueva novela—. Pídela de lo que sea, pero que no lleve espinaca. Eso es una atrocidad.
—Por fin coincidimos en algo —comenté, mientras tomaba el teléfono y me disponía a llamar.
No quería admitirlo, pero en ese momento estaba feliz de comer "comida chatarra", como lo llamaría mi madre. Anna, además de distribuir a quién le tocaría preparar los tres tiempos de comida en un mismo día, nos tenía en una dieta muy estricta. Parecía que nos estábamos volviendo vegetarianos y eso me hacía detestarla enormemente. ¿Cómo me van a pedir a mí, que soy amante de la carne y mariscos, que coma pasto? ¿Exagero? Para nada, ya que una vez de verdad nos hizo comer pasto. Odié mi vida en ese momento.
—No se acostumbren. Esta vez se los acepto porque tengo mucha hambre. Mañana regresarán a la dieta estricta.
—No puedes obligarme a seguir esa dieta de mierda —le reclamé, completamente disgustado—. Mucho menos si tengo que comer a diario los vegetales que más detesto. Sabes lo mucho que odio la remolacha.
—Sigue quejándote y haré que corras treinta kilómetros por toda una semana, mientras cargas quinientas libras de remolacha sobre tus hombros.
—No sabes cómo te detesto —solté, viendo con enfado su sonrisa divertida.
En verdad odiaba que me ganara una disputa.
—Tranquilo, Hao. Tal vez dentro de unos días podamos volver a comer lo que queramos… Extraño mucho comer pulpo —musitó Yoh, mientras una sonrisa triste se formaba en sus labios.
—También yo… —suspiré.
Nuestros extraños lamentos se vieron interrumpidos cuando oímos que se armaba un pequeño alboroto en el recibidor de nuestra casa. Nos acercamos a la salida de la pensión, un poco alarmados… ¿Ya habrá llegado el repartidor de pizzas?
—No creo que quieran perderse esto, amigos —nos llamó Manta.
Nos volteamos a ver con confusión, mientras nos acercábamos más. Vaya que no quisimos perdernos tal espectáculo. Cuando salimos de la pensión, pudimos observar cómo una enorme estrella atravesaba el cielo. Tragué con nerviosismo, pues sabía lo que aquello significaba.
—Es hermosa, nunca había visto algo así —comentó Manta, viendo con asombro la gran esfera de luz.
Todos los presentes volteamos a verlo.
—De hecho, creo que es imposible que alguno de nosotros haya visto algo parecido… En especial cuando sólo aparece cada quinientos años —dije en tono casual, recordando las historias que mi padre me contaba, relacionadas con aquel acontecimiento. Manta se extrañó cuando me escuchó decir eso—. Supongo que es normal que no estés enterado, considerando que eres un shaman que nació en una familia humana. Nadie pudo habértelo explicado.
—Lo que sucede, Manta, es que esa estrella es la que anuncia el comienzo del Torneo de Shamanes —le explicó Yoh, sin apartar la vista del hermoso astro—. La Estrella Lago. Quiere decir que en las próximas semanas iniciarán las batallas de admisión para la Shaman Fight.
—Lo cual significa que su entrenamiento se volverá aún más intenso —expresó Anna, acercándose con unos billetes en sus manos.
Vi que le entregaba el dinero al repartidor de pizza, quien estaba igual de impresionado que nosotros. Seguramente el muchacho no tenía ni idea de qué significaba la aparición de Lago en el cielo… y tampoco sospechaba que la chica que le estaba pagando por las pizzas iba a asesinarnos con su infernal entrenamiento próximamente.
•❈•
—¡Oye! Fíjate por dónde vas, niña.
La chica de cabellos plateados avanzaba a zancadas sobre la acera cubierta de nieve. Fruncía el ceño, mientras recordaba lo sucedido minutos atrás. Los gemelos la habían descubierto, pero… ¿y qué? Al menos no había sido la estúpida de su prima. No les serviría de nada saber la verdad, de todos modos. Su destino siempre sería el mismo. Ser inmortales durante toda la eternidad, para servirle únicamente a su amo. De no haber sido por él, ella les habría partido la cara a ambos. Llevó sus manos hasta su abrigo de piel y se quedó jugando con los hilitos que se desprendían de este, los cuales bailaban con el viento, que los mecía de un lado a otro a su antojo… No quedaba mucho tiempo. Los malditos apaches tenían que iniciar el estúpido torneo si querían llevar a cabo sus planes.
Todo tendrá lugar allá.
Esas fueron las instrucciones de su señor. Si le hubieran dicho que su misión era destruir a los gemelos Asakura, lo habría hecho con mucho gusto. Los hubiera asesinado y hasta los hubiera revivido, sólo para volver a hacer lo mismo. No sólo detestaba a la familia Kyoyama, también a la familia Asakura por involucrarse mucho con esta. Por haberle brindado un prometido a su prima para así continuar con el linaje shaman.
Sonrió divertida al recordar esa vez en que oyó a los gemelos discutiendo fuertemente… Incluso llegó a escuchar palabras altamente ofensivas. Recordaba lo mucho que sus amigos se habían preocupado, porque temían que no volvieran a hablarse nunca más. Tan sólo recordarlo le divertía enormemente, debido a que esa pelea la había provocado ella. Fue un día entero en que ambos no se dirigieron la palabra ni tan siquiera cuando en verdad era necesario. Lástima, porque hubiera querido que fuera por más tiempo. Quizá su superior tenía toda la razón y ese lazo era más fuerte que el de cualquier par de gemelos existentes en el mundo. Ese lazo que los hacía ser inseparables.
—Hola, lindura —terminó por darle un puñetazo a un sujeto de aspecto morboso que se había atrevido a darle una nalgada. Respiró hondo en un intento por calmarse—. No tengas miedo, sólo quiero divertirme contigo.
—¡Cuidado con lo que dices, estúpido mortal! —le gritó, olvidándose por un momento que ella tenía que parecer lo más humana posible. De pronto, un aura de tranquilidad la rodeó. Sus ojos reflejaron la misma confianza que su sonrisa. No había motivo alguno para molestarse con esos miserables humanos—. Mejor disfruten los últimos días que les resta de vida —susurró para sí misma.
Se desabrochó los dos últimos botones de su larguísimo abrigo, a la vez que continuaba con su camino. Antes de salir de la pensión En, había cambiado su extravagante vestido por una blusa de blonda color azul oscuro, un pantalón negro y unas zapatillas del mismo tono que la blusa. Tenía que parecer lo más humana posible, aunque ya no lo fuera. Usar ese tonto abrigo la tenía incómoda, por no decir harta. No lo necesitaba. Ese horrible clima no le afectaba en nada. Se había librado de esas necesidades humanas un par de meses atrás.
Apartó sus ojos del grisáceo camino y los posó en una enorme casa que estaba frente a ella. Levantó una mano, dispuesta a tocar la puerta, pero detuvo sus acciones al notar que su mano se puso rígida como una piedra, negándose a continuar. Bufó molesta. No era buen momento para ponerse nerviosa por una tontería. Dio un respingo al ver que esa elegante puerta de madera se abría lenta y misteriosamente.
—¡Marco! —saludó, aliviada de verlo esperándola en la entrada de la casa.
El susodicho parpadeó confundido.
—Je suis toujours enchanté de vous voir, mademoiselle Jeanne. (Siempre es un gusto verla, señorita Jeanne)
La chica de Francia rio divertida al escuchar el delicado acento del shaman italiano.
—Merci, Marco —sonrió con gratitud.
Las luces se encendieron de improviso, dejando ver a un hombre sentado en un gran sofá color vino. Al parecer, estaba observando la Estrella Lago que surcaba el cielo en ese momento. Al sentir la mirada casi penetrante de la francesa, se levantó del asiento y caminó hacia ella con algo de sorpresa. La había enviado a que le consiguiera información de gran importancia para sus planes. Ningún otro había demostrado ser digno de recibir una misión de tal magnitud. Jeanne era su protegida, y además también su consentida. La había convertido porque vio algo especial en ella. Los demás… Bueno, le serían útiles después. Ni siquiera pasaba por su mente que Jeanne Renault temblaba como un cachorro asustado. Era verdad, había cumplido con lo mandado. No obstante, no era la suficiente información como para que su amo la considerara útil. Eso lo sabía de sobra. Sin lugar a dudas, hoy recibiría la reprimenda más cruel de todas las que tuvo desde que adquirió su inmortalidad.
—Amo —susurró con suavidad, temblando levemente.
No quería admitirlo, pero en ese momento su superior se veía tan desafiante. No podía evitar sentirse intimidada ante ese vampiro muy bien parecido.
—¿Averiguaste algo? —cuestionó con indiferencia, aunque en su fuero interno estaba muy interesado en la respuesta de su súbdita.
La chica asintió algo dudosa. En verdad detestaba sentirse tan estúpida, tan vulnerable, tan… humana. Jeanne dejó de apretar los dientes. Tenía unas inmensas ganas de descuartizar a alguien. ¿A alguien? ¡A varias personas en especial! Sin embargo, se contuvo. No podía ni debía ir de aquí para allá matando gente sin razón. Sería demasiado extraño que hubiera tantas muertes seguidas en todo Tokio. ¡Las autoridades se volverían locas con tantas llamadas de personas que demandarían saber lo que estaba ocurriendo! Pensándolo bien, eso sería muy divertido de ver. La otra razón, era que no podía perder los estribos frente a su superior.
—Sí, mi señor. Usé como excusa la visita a mi prima Anna para espiarlos en su propia casa —sonrió altivamente al recordarlo.
El hombre asintió, al parecer complacido.
—Excelente, Jeanne… Excellent —Jeanne rio nerviosamente—. Me encanta eso de ti. Tienes algo que no todos los que están presentes aquí tienen. Una de las mejores cualidades que tanto humanos como vampiros deberíamos poseer. ¿Sabes a qué me refiero? —la joven francesa negó con la cabeza, un poco confundida. El hombre se echó a reír con ganas—. ¿No sabes de qué estoy hablando? Algo que nos identifica a todos… Algo con lo que no se nace, sino que lo adquirimos conforme pasa el tiempo, al haber vivido tantas experiencias. Me refiero a la sinceridad.
Jeanne tragó duro. El hombre esbozó una gran sonrisa con la finalidad de acentuar la maldad en sus palabras.
—Amo, n-no es lo que usted piensa. ¡Se lo juro!
—Lo sé, Jeanne. No pasó nada… Sólo me mentiste por temor a lo que pudiera hacerte —añadió el hombre, frunciendo el ceño. Sus cabellos color violeta le cayeron como cascada sobre sus ojos azul topacio. Se los apartó con suavidad, permitiendo observar su nívea piel, y prosiguió—. Eso no estuvo bien, niña.
—Lo siento. No lo volveré a hacer, amo.
—Sé que no lo volverás a hacer, querida. Eso lo sé de sobra —cambió un poco su semblante por uno pensativo. Jeanne sintió que su corazón dio un vuelco, para luego palpitar con fiereza… Un momento. ¡Ya no era humana! ¿Cómo demonios podía sentir que le latiera el corazón cuando dejó de hacerlo hace varios meses atrás? En verdad odiaba compartir sentimientos humanos—. Así que se dieron cuenta de que tú eres una inmortal.
—Le juro que no fui la responsable de ese pequeño incidente, mi Lord. Ellos ya habían tenido contacto con uno de los nuestros, poco antes de que yo pudiera verlos —se defendió con rapidez. El aludido la miró con incredulidad. Ese insignificante detalle no lo sabía.
—…Kurozawa —concluyó con enfado. Jeanne asintió a la vez que sonreía satisfecha, confirmando sus dudas. Después de todo, había quedado demostrada su inocencia. En definitiva, no podía existir un ser más inepto que aquel vampiro; el sujeto de cabellos naranjas que había intentado cenarse a los gemelos. Sonrió sádica, volviendo a rememorar dicho suceso—. ¡Claro! No hay nadie igual en este universo. Jeanne, estás perdonada… por esta vez.
—Gracias, mi señor —le agradeció con una sonrisa llena de inocencia—. Tengo una duda, si me lo permite, amo… ¿Por qué los gemelos Asakura le interesan tanto? Digo, no es que me moleste o algo por el estilo.
—¿Celos, Renault? —inquirió una Meene burlona.
Jeanne le arrojó a la cabeza el libro más cercano que tenía. La otra chica estalló en carcajadas.
—Verás, ellos poseen grandes dotes como los shamanes que son —ella arqueó una ceja, confundida. El hombre lanzó un resoplido—. Tienen una fuerza sobrenatural y su nivel espiritual es algo fuera de este mundo —Jeanne rio divertida. Le hacía gracia que cosas tan insignificantes como esas llamaran la atención de su amo—. No te burles, sabes bien que eso es cierto. Supuestamente son rumores, pero es completamente verdadero. No hay otra razón por la que Hao posea el Reishi, e Yoh tenga el Uranai…
—¡¿Adivinación?! —exclamó, asombrada.
—Yo diría que es más que eso. Al parecer, Yoh puede predecir el futuro.
—…pero se supone que eso puede hacerlo el jefe de la estúpida familia Asakura. También sus aprendices, aunque las predicciones de ellas sean mediocres —comentó Jeanne, mientras cruzaba los brazos.
Por un momento, pensó que la habilidad de Yoh era especial, cuando en realidad era una más del montón. Seguramente él también usaba esa inservible tablilla.
—¿No escuchaste lo que acabo de decir? El Uranai es un poder increíble que no cualquiera puede tener, pues se puede predecir el futuro por medio de visiones. Él no utiliza una tablilla ni ningún otro instrumento; y no acaba ahí. Según dicen, también es capaz de ver el pasado y el presente… Algo que esté sucediendo en ese mismo momento, pero a miles de kilómetros de distancia. Simplemente fascinante. No dudo que los Asakura tengan muchos secretos ocultos y mucho poder transmitido de generación en generación. Son realmente idiotas al no hacer nada al respecto, incluso sabiendo que podrían ser capaces de controlar el universo entero.
—¿Y eso de qué manera podría ayudarlo en sus planes? —indagó la Renault.
—Imagina lo que sucedería al convertir a esos dos en vampiros. Serían más fuertes de lo que son. Tal vez hasta desarrollen otras habilidades, y si lucharan de nuestro lado…
—Nuestro clan sería invencible —completó ella, logrando que su jefe asintiera con orgullo.
Por fin lo comprendía todo. Entonces, la única razón por la que los quería era por pura conveniencia, para volverse más fuerte. No se quejaba. De cierta manera, le hacía feliz que los planes de su amo se volvieran realidad. El mundo sería tal y como debió haber sido desde un principio. Los humanos entrarían en razón. Definitivamente, ya no pensarían que su especie era sólo un mito. Que tantas películas eran sólo para aterrorizarlos, cuando bien pudieron haberlas utilizado como táctica para darse cuenta de su existencia.
—¡Por fin alguien lo entiende!
Permanecieron un rato en silencio, mientras ambos contemplaban la enorme estrella que anunciaba el comienzo del torneo. Esto se pondrá bueno, pensaba Jeanne con malicia. La estrella no sólo representaba el inicio de la Shaman Fight. También significaba que los planes de su amo por fin empezarían a llevarse a cabo.
—Señor, permítame darle el castigo adecuado al imbécil de Kurozawa. Llevo varias semanas pensando en cómo torturarlo, pero no tenía ninguna excusa para hacerlo —interrumpió Meene.
El líder del clan puso los ojos en blanco. Nadie más que él se encargaba de esos asuntos. Ya todos deberían saberlo.
—No, Meene. Gracias por la oferta —le agradeció con sarcasmo—. Sabes muy bien que yo vivo del sufrimiento de los demás… Sin embargo, hoy estoy de buenas y creo que podrías ser de ayuda para idear un excelente castigo. Tal vez con eso Kurozawa aprenda que hizo muy mal en desobedecerme.
•❈•
Durante toda la semana, el único tema que se trataba en la escuela era la aparición de Lago. ¿Por qué esa temática armaría tanto revuelo entre los alumnos? Pues, todos nosotros estudiábamos en Seishin Kokusai High School, una escuela en la que únicamente admitían shamanes. Era genial, hasta cierto punto. La verdad era que detestaba con toda mi alma estar rodeado de chicos humanos que no entendían nada sobre shamanismo y lo asociaban con brujería. La enseñanza se asemejaba un poco a la de una escuela normal. Salvo Historia, en la cual enseñaban cosas como la persecución que hubo en Europa en 1743, porque nos creyeron brujos; y Educación Física, en la que, de vez en cuando, nos poníamos en parejas para hacer alguna que otra pelea por diversión.
Todos los estudiantes estaban emocionados porque pronto iniciaría el Torneo de Shamanes y más de uno tenía la ilusión de poder participar en él. En el transcurso de esa semana, muchos chicos se acercaron a preguntarme si quería pelear en la Shaman Fight –a algunos de ellos ni siquiera los conocía–. Me hacían todo tipo de preguntas: "¿Tienes nuevos ataques planeados?", "¿Serías capaz de pelear contra tus propios hermanos?", y la más difícil "¿Por qué quieres convertirte en el Shaman King?". Sinceramente, no tenía un sueño en específico. Envidiaba a los chicos, porque ellos sí tenían un motivo bastante bueno por el cual participar: Horo-Horo y su deseo de crear un campo de plantas para los koropokkuru, Len soñaba con eliminar el odio existente en los corazones de los humanos… En fin, los demás tenían una razón justificable para ingresar al torneo, ¿y yo? Pues, por el momento, no quería nada. Simplemente me llamaba la atención ser partícipe del evento más grande entre los shamanes. ¿Por qué no? El título de Shaman King sonaba demasiado genial. Quién sabe, tal vez encuentre una causa que valga la pena cumplir, o ayude a llevar a cabo algunos de los deseos de mis amigos. Cualquier cosa podría suceder.
Mientras esperábamos alguna señal o mensaje de cómo haríamos para ingresar al torneo, tenía que enfrentarme a la cruda realidad del estudiante. Menos mal que era viernes, y los profesores eran tan "geniales" –jamás pensé decir eso– que nos dejaban pocas tareas para el fin de semana… A excepción de Física, porque la maestra se había desquitado con nosotros y nos había dejado una guía de ejercicios para calcular aceleraciones y esas cosas. Las demás clases estuvieron tranquilas. En Literatura, estuvimos repasando el libro del cual nos harían una evaluación: "El pasillo de la muerte" de Stephen King, primer volumen. En Historia, vimos la cultura babilónica y una breve introducción a la cultura egipcia. De vez en cuando refutábamos a la maestra, gracias a las mil charlas que nuestro abuelo nos daba sobre el tema. A veces compartíamos horarios con alumnos de otros años. Era por eso que veíamos a Kaoru, Pilika y Tamao a pesar de ser menores por un año. Finalmente, llegó la última hora. Estábamos en el laboratorio de ciencias, repasando lo que vimos el año pasado sobre las formas de calor y todo eso.
—¿Se supone que esta cosa tiene que cambiar de color? —pregunté, viendo de reojo el matraz Erlenmeyer que teníamos sobre la mesa.
—No lo sé, no me acuerdo —susurró mi gemelo.
Se le veía un poco avergonzado por no recordar qué rayos teníamos que hacer en esa práctica de laboratorio. No lo culpaba, la maestra suplente no sabía explicar nada. De pronto, la nueva instructora se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta. Noté que conversaba con un chico paliducho, cuyos cabellos castaños le llegaban casi hasta los hombros. Sus ojos eran de un extraño color gris. Probablemente era un nuevo estudiante. Le indicó que pasara al frente para presentarse.
—Bonjour a todos —saludó con una sonrisa arrogante—. Mi nombre es Ashil, y vengo de Francia. A partir de este día seré su nuevo compañero, así que espero que nos llevemos muy bien.
—¡Qué chico más lindo! —escuché a un par de compañeras que susurraban entre sí.
—Yo podría ser su mademoiselle si quiere.
—Oh là là —soltó una de ellas con una sonrisa traviesa, para después echarse a reír con sus amigas.
Iugh, qué asco, pensé, mirando completamente hastiado al chico. ¿Quién demonios se creía que era? …Sin embargo, pasé del asco a sentirme desconfiado. Noté que se le quedó viendo con mucho interés a Kaoru. Esa sonrisa socarrona no me gustaba para nada, mucho menos si se la estaba dedicando. No sabía con exactitud lo que estaba tramando, pero sentía que tenía que cuidarla de ese sujeto. Sabía que los franceses eran buena gente y todo… A pesar de eso, tanto Jeanne como Ashil eran distintos. Inspiraban desconfianza y dudaba que fuera casualidad que se nos hubieran cruzado en el camino. Por un momento, pensé que yo era el único que sentía que algo no andaba bien, pero me tranquilicé un poco al ver a mi gemelo. Él también observaba al chico, ligeramente intrigado.
Pasó un buen rato hasta que logré dejar de pensar en ese tipo. Observaba con aburrimiento el reloj, pues sentía que las horas pasaban demasiado lento. Era algo normal, después de todo, hoy tendríamos cuatro horas de laboratorio, debido a que teníamos que reponer la clase que perdimos la semana anterior. Yoh rio por lo bajo, dándome un pequeño codazo, el cual se lo regresé igual de divertido. Fue entonces cuando un vago recuerdo se me vino a la mente. Tenía seis años y le rogaba a Mikihisa que ya no me enviara a la escuela, porque la estupidez humana se contagiaba. Le decía que mejor aprovechara ese tiempo para seguir ayudándome a controlar al Espíritu del Fuego, pues en ese entonces apenas y podía mantener la posesión durante poco tiempo. También me ayudaba a dominar mi Reishi, puesto que, si me descuidaba, tendríamos cientos de onis dentro de la casa. Ahora me daba tanta vergüenza recordarlo, pues mi querido padre no había dudado en contarle eso a Keiko, quien casi murió de ternura al imaginarse cómo me veía a esa edad. Qué pena…
—Deja de pensar en que aborrecías ir a la escuela, Hao —me regañó un sonriente Yoh, intentando no soltar una carcajada.
Me quedé viéndolo por unos instantes, extrañado. ¿Acaso me había escuchado? Creía que no, pero no perdía nada con preguntarle.
—¿De qué hablas? ¿Lo dije en voz alta? —murmuré con un dejo de asombro.
Mi gemelo pareció pensarlo un momento, para después tener la misma reacción. Al parecer, no lo dije en voz alta. ¿Cómo diablos escuchó mis pensamientos?
De vez en cuando tenía visiones del futuro en sus sueños, y sabía que eran reales. La prueba estaba en que supo el final de nuestra serie favorita, mucho antes de que saliera. Me contó que había tenido una visión relacionada con el último episodio y que la serie terminaría de una manera pésima. Sin poder contenerme, le pedí que me la contara; nunca me molestaron los spoilers. Al final, el protagonista despertaba de un coma y todo lo que había sucedido a lo largo de las temporadas fue sólo un sueño. Esperamos hasta que transmitieran el dichoso episodio y todo se dio exactamente como él lo soñó. Nunca dejaba de sorprenderme su Uranai. No obstante, eso no tenía nada que ver con leer mentes. Yoh no poseía el Reishi. De eso estaba muy seguro. ¿Acaso se trataba de la supuesta telepatía que solía existir entre los gemelos? Era algo difícil de saber.
Después de varios minutos, al fin sonó el timbre que indicaba el fin de las clases y la instructora, sin muchas ganas, se despidió de nosotros. Fui el primero en salir corriendo del aula, excusándome con que tenía algo importante que hacer. Corrí hacia mi casillero y lo abrí, no sin antes asegurarme que nadie me estuviera viendo. Recogí un paquetito negro con un listón naranja; un regalo para alguien muy especial. Suspiré al recordar que aún tenía que pagarle al vendedor, quien iba en un curso superior al mío. Fue muy complicado reunir esa cantidad de dinero, ya que justo cuando la idea de comprar tal obsequio se me cruzó por la mente, Mikihisa y Keiko decidieron castigarme con dos meses sin mesada por una travesura que hice.
—¡Oh, vamos Mohamed! Rebájale un poco al precio —le rogaba una y otra vez al chico, mientras pasábamos caminando cerca del salón de música.
Estábamos alejados de mis amigos, como para que no lograran escucharnos.
—Lo siento, esa es mi última oferta. Te estoy vendiendo los mejores asientos. No, Hao. No puedo.
—Hazme un descuento. Si hasta más caras me las estás dando. Que sean de reventa no quiere decir que tengas que aumentarles el setenta por ciento del precio original —noté que Yoh pasaba por ahí, observando por el rabillo del ojo, disimuladamente. Al notar mi mirada, la suya se desvió hacia otro lado y me esperó con los demás en la entrada de la escuela—. Si no lo bajas, te acusaré con la directora por reventa ilegal y podrías meterte en muchos problemas, cosa que no haré si me las das a un precio justo.
Sonreí con triunfo al ver su mirada asesina. ¡Nadie le decía que no a Hao Asakura!
—Está bien. Te dejaré las dos en cuarenta y cinco mil yenes. Sólo porque me caes bien.
—¡Genial! —exclamé, feliz de haberlo conseguido y entregándole el dinero.
Muy cerca de nosotros pasaba Ashil, quien tenía dibujada la misma sonrisa burlona de hace un rato. No pude evitar mirarlo con un poco de molestia, cosa que no pasó desapercibida para Mohamed.
—¿Quién es ese del traje ridículo? —casi me eché a reír cuando escuché aquello.
Tenía razón, la indumentaria de aquel chico lucía bastante extraña. Tal y como la de Jeanne… Curioso.
—Un idiota que entró a nuestro curso… No sé por qué, pero algo me dice que no debería confiar en ese sujeto —admití, viendo al francés alejarse por el largo pasillo.
—Por cierto, ¿Por qué tanta insistencia en que te vendiera las entradas? —quiso saber el chico.
—No reuní el dinero a tiempo y las entradas ya se habían agotado.
—No me refiero a eso. ¿Qué tiene de especial este concierto de AeroException?
Suspiré, mientras una leve sonrisa se formaba en mis labios.
—Hoy es nuestro aniversario… Conocí a Yoh hace exactamente dos años en el primer concierto que dio AeroException en Japón, y como esta es la segunda vez que vienen, decidí aprovechar la ocasión.
—¡Eso es genial! —exclamó sorprendido, mientras guardaba el dinero que le había dado dentro de su mochila—. Apuesto a que le va a encantar.
—Espero que sí —respondí, algo orgulloso.
Me imaginaba a mi hermanito feliz por su regalo, y tan sólo pensarlo me ponía de muy buen humor.
•❈•
El tiempo transcurrió demasiado lento para mí, pero al menos la ansiada hora llegó. Yoh se alistaba sin dejar de preguntarme a dónde iríamos. Tal vez lo estaba fastidiando un poco… Se volvería loco, lo sabía. De todas maneras, he sido tan buena influencia para él que estaba seguro de que lo atraería al lado oscuro. Tenía que admitirlo, me sentía satisfecho por lo que había logrado en estos veinticuatro meses exactos. ¿Por qué no estaba a punto de enloquecer, así como él lo haría en un par de horas? Simple… Superé esa etapa hace un mes, cuando me enteré que tenía otra opción de lo que le regalaría a Yoh en menos de veintiocho días, y en todo ese tiempo me preparé mentalmente para lo que sea que fuera a suceder. Seguramente recibiría una gran reprimenda de parte de mis padres si se enteraban de lo que había hecho. Bueno, la verdad era que me daba igual lo que pasara. Estaba consciente de lo que estaba haciendo y de las consecuencias que esto traería.
Cuando cayó la noche, ya nos encontrábamos caminando bajo la luz de la luna, seguidos por todos los demás. Llevaba vendado de los ojos a mi hermanito. Una hora después y seguía sin decirle absolutamente nada.
—¿Ya me dirás a dónde vamos? —me preguntó por milésima vez.
Suspiré para luego sonreír con entusiasmo.
—No.
—Oye, Hao. Fue toda una suerte que nosotros también consiguiéramos…
—Continúa esa frase y te golpearé, Horo —lo amenacé.
Él y Len tuvieron mucha suerte de conseguir entradas para que todos los demás nos acompañaran –claro, Len fue el que pagó por ellas–. Me hubiera dado igual si venían… ¿O tal vez no? La verdad era que quería disfrutar del momento sólo con Yoh, pero bueno. Qué se le iba a hacer.
—¿Ya me puedo quitar la venda?
—¡No! —grité sin obtener la entonación que yo quería.
Me había reído luego de la exclamación, logrando contagiar a mi otra mitad.
—Ahora que lo pienso… Nunca nos contaron cómo fue que se conocieron ustedes dos —indagó un curioso Lyserg.
Abrí los ojos como platos al escuchar eso. Yoh, quien aún seguía con los ojos vendados, trató de reírse inocentemente. Por mi parte, ahogué como pude la risa. Se me hacía gracioso recordarlo, pues pasé un mes completo sin decirle nada a mi padre, enojándome con él sin razón aparente. Cuando eso pasaba y me preguntaba si algo andaba mal, me quedaba callado porque sentía que, si se me salía algo, sólo iban a ser maldiciones. Estaba feliz de que eso ya fuera cosa pasada y de que nuestro plan para que nuestros padres se reencontraran en el parque central "misteriosamente" resultara. También me alegraba el hecho de que Kaoru, al enterarse, no dijera nada; pues claro, Yoh la había amenazado de muerte… Bueno, quizá no la amenazó en sí, aunque hubiera sido divertido de ver, pero una amenaza era una amenaza y ya que se trataba de Yoh, creo que hasta yo me habría asustado.
—Cuéntala tú, Hao. Yo lo haría claro, si esto no pareciera un secuestro —comentó Yoh, riéndose divertido.
—No te quejes… y ustedes, más les vale que escuchen bien porque jamás lo volveré a repetir —enfaticé. En verdad no me gustaría volver a repetir toda la historia nuevamente—. Bueno, era un 21 de abril… Hace dos años, obviamente. Yo iba en el auto de Mikihisa con un extraño presentimiento de que algo terrible y a la vez muy grandioso estaba por ocurrir. Bajé del auto sin saber que Yoh también se encontraba en el mismo lugar, esperando poder entrar al recinto —apunté entre risas y noté la juguetona sonrisa de mi gemelo.
Probablemente, ese fue el día más importante de nuestras vidas hasta ahora. Conocernos lo cambió todo.
—Mamá se negaba a dejarme bajar de la camioneta hasta asegurarse que no haría nada indebido en el concierto —mi gemelo rio un poco, mientras recordaba aquello—. Iba vestido de negro para molestarla y creo que lo logré, porque al llegar a casa tuve una charla de una hora acerca de mis gustos satánicos —lancé una exclamación, sin poder evitarlo.
—¿Mamá dijo que era una banda de rock satánico? —pregunté sin aliento. Yoh asintió con cansancio. Seguramente había intentado que Keiko entendiera miles de veces que las canciones de AeroException no tenían ningún mensaje diabólico oculto. Noté la mirada furiosa de Anna, y sin querer sudé frío. ¿Desde cuándo mostraba interés en este tipo de temas? Quizá porque era como ver una telenovela—. ¡Bien, continúo! Por todos los espíritus… Después del concierto fue la firma de autógrafos, y luego de eso iban a escoger a unas cuantas personas para que pudiéramos conocerlos mejor e hiciéramos nuevas amistades. Intenté llamarle a papá para que me fuera a traer más tarde, porque fui uno de los seleccionados, pero mi estúpido celular no funcionaba. Entonces me sentí observado. Al principio traté de ignorarlo, pero ya no pude soportar que tuvieran la mirada fija en mí. Estuve a punto de mandar al demonio a quien me estaba viendo tanto… y casi me dio un paro cardiaco cuando vi a Yoh.
—¡Oh por…! No esperaba que fuera tanto así. Pensé que sus padres habían hablado con ustedes primero.
—Pues no, eso habría sido genial… —lancé un bufido. ¡Por los Grandes Espíritus! De nuevo me estaba enojando por aquello que transcurrió hace dos años. No necesitaba ver a Yoh a los ojos para saber que él también estaba muy molesto—. Si tan sólo nuestros padres hubieran pensado que nos sentiríamos muy mal por no saber de la existencia del otro. Su tonta idea de no decirnos nada para no tener que verse de nuevo casi nos provocó un patatús frente a toda esa gente, que además no nos quitaban la mirada de encima. ¿Es que acaso no tenían otra maldita cosa que hacer, en lugar de meterse en los asuntos de los demás? ¡Seguramente pensaron que éramos entretenimiento gratuito o algo así!
Respiré profundamente, tratando de calmarme. Entendí que lo que en verdad querían era que nos desahogáramos ahí mismo, antes de entrar al lugar y que todo se nos viniera encima. Era cierto que aún me hacía gracia la manera en que nos habíamos conocido, pero si había algo que en verdad me molestaba era el hecho de que Mikihisa y Keiko nos habían ocultado la verdad durante más de trece años de nuestras vidas.
Yoh carraspeó, intentando llamar mi atención.
—Hao… ¿Ya puedo quitarme esta cosa de los ojos?
Sonreí, luego de suspirar. Le agradecía a Yoh lo que estaba haciendo. Prefirió cambiar el tema para que no me dieran ganas de matar a papá por la idiotez que había cometido. No pude evitar reírme cuando él se soltó mecánicamente de mi agarre, quitándose la venda de los ojos. Faltaba media cuadra, de modo que ya le podía dar una pista del lugar al que íbamos. Saqué un pequeño paquetito de mi bolsillo y lo dejé en sus manos, logrando que él me dirigiera una mirada de extrañeza. Yoh me había regalado el último volumen de un libro de terror que estaba leyendo. Pensé que tal vez me iría a reprochar por haber gastado tanto dinero en su regalo, ya que no se podía comparar con la cantidad que él había invertido en el libro que me regaló con tanto cariño. Tal vez sonaba tonto, pero no me importaba gastar mi dinero para ver a Yoh sonreír una vez más.
—¡Ábrelo! —exclamé, emocionado. Unos segundos más y podría ver su rostro estupefacto. Seguía con el regalo en sus manos, dudando si debía abrirlo o no. Suspiré con una sonrisa, mientras los nervios me crispaban la piel—. Para hoy, Yoh.
—¡Oye, tranquilízate! ¿Quieres? —me aconsejó.
Negué con la cabeza, al mismo tiempo en que me dieron ganas de saltar debido a los nervios. La emoción acabaría conmigo pronto.
—¡Por todos los cielos, Yoh! Abre de una buena vez el maldito regalo.
Kaoru me regañó, en tono de broma, por mi vocabulario. Sólo me eché a reír. No era mi culpa, estaba más que ansioso por ver su reacción. Tomó el paquetito, examinándolo con cuidado y de una manera exageradamente lenta. Lo hacía a propósito, porque se echó a reír cuando notó la mirada asesina que le estaba lanzando.
—Por la… ¡Yoh! —exclamé, molesto.
Sin más preámbulos, empezó a desgarrar aquel papel negro con estrellas doradas. Esta vez fue mi turno de reír. Tenía razón. Su rostro me resultó mucho más gracioso de lo que me había imaginado. Me abrazó con ganas y yo le devolví el gesto sin dejar de reír. Los demás nos lanzaban miradas que rayaban de la pena, pero a la vez se notaba que estaban contentos por todo lo que habíamos pasado. Yoh se zafó del abrazo y yo le reclamé divertido que ya no me quería, pero él ni se inmutó.
—¡Entradas para ir a ver a…! —se calló inmediatamente y noté que se puso rígido al notarlo.
Esbocé una cálida sonrisa. Estábamos a unos metros de la enorme fila que salía del establecimiento.
—Feliz aniversario, hermanito —susurré, contento.
En ese instante, no noté que un séquito de hambrientos vampiros nos observaba desde lo alto.
•❈•
¡Hola! ^^
Bueno, aquí está el segundo capi, ya editado. Hice un par de cambios con respecto a cómo estaba el capi anteriormente. Espero que les haya gustado como ha quedado.
¿Qué opinan sobre la aparición de Ashil? ¿Será un problema para los chicos? Más adelante lo sabremos xD
Muchas gracias por leer. Cualquier duda, comentario o lo que sea, no duden en escribirme. Muchas gracias por sus reviews n.n
¡Nos vemos!