Disclaimer: Shaman King y sus personajes no me pertenecen. Son del gran Hiroyuki Takei. Tampoco son de mi autoría algunos lugares, canciones y/o marcas que aparecen aquí. Sólo la trama, personajes propios y lugares ficticios son invenciones mías. Gracias a Sabr1 por prestarme a sus OC (Evolet/Alyss, Cedric y Leia).
Advertencias: lenguaje soez, gore (leve o moderado), y algunos pensamientos obscenos (Rated T).
Género: General. Tiene un poco de todo.
Pensamientos, comunicación por telepatía, recuerdos, sueños.
Conversación en otro idioma.
29
Desenlace
Había demasiada luz en ese sitio… o, a lo mejor, sólo era su imaginación. Quiso voltearse para seguir durmiendo, pero entonces recordó lo que ocurrió hace tan sólo unos minutos atrás, eso era lo que él pensaba. Sin embargo, aquel doloroso recuerdo de su gemelo muriendo a su lado lo hizo abrir los ojos de golpe.
—¿Qué demonios…? —la voz le salió como un hilo.
Siete grandes figuras se alzaban frente a él. Uno de ellos, alto y fornido, lo estaba analizando con la mirada, cosa que lo puso nervioso. Por un momento creyó que no reconocería a ninguno, pero se equivocó. Aquella corona de espinas que traía uno de ellos y las orejas alargadas y caídas que tenía otro, eran características inconfundibles de la deidad más grande en sus respectivas culturas.
—¿Qué es este lugar? —susurró alguien a su lado.
Volteó a su derecha, encontrándose con su hermano. Sintió alivio al verlo a salvo a pesar de todo, pero era un tanto extraño verlo vestido con una larga túnica de color blanco. No tardó en notar que él estaba en las mismas condiciones y ambos estaban sentados en tronos de piedra, al igual que las entidades presentes.
—¿Dónde estamos?
—Dentro de los Grandes Espíritus, por supuesto —respondió Jesús, soltando la típica sonrisa que lo caracterizaba—. En la Sociedad del Shaman King, para ser más específicos. Como su nombre lo indica, este es el lugar donde habita el gran G-7, conformado por aquellos que fueron reyes desde el inicio de los tiempos… Bueno, seríamos G-8 ahora.
—Espera un momento. ¿Intentas decirme que tú y Buda fueron el Shaman King en sus épocas? —soltó Hao, sin poder ocultar su sorpresa.
—Zeus también —mencionó un divertido Buda, señalando al hombre fornido.
—Esto es sorprendente… —musitó Yoh, a la vez que intentaba acomodarse.
Alguien más soltó una pequeña risa sarcástica. Se trataba de un humanoide con la espalda jorobada y una máscara que le cubría el rostro. Tenía en sus manos un cetro en cuyo extremo superior estaba una pequeña pirámide con un ojo en el centro.
—Si hay algo sorprendente es el hecho de que los Grandes Espíritus accedieran a romper la tradición de escoger a un único rey —declaró Yabisu, aquel que fue el séptimo Shaman King.
—Espera, no le hemos rogado a nadie para que eso pasara —se defendió Hao, malinterpretando lo dicho por su antecesor—. La condición de matar al oponente era cruel. Nos asesinamos entre nosotros porque no queríamos cumplir con esa tontería.
—En realidad… Lo hicieron porque ambos necesitaban volverse reyes si querían hacerle frente a este enemigo en común—señaló otro miembro del grupo—. Los Grandes Espíritus lo sabían desde antes, al igual que su mentor, quien fue autor de todo este plan… Nunca existió la regla de acabar con el oponente en la final.
Ninguno podía creer todo lo que Cedric había hecho para ayudarlos, ni tampoco sabían de la gran estima que él les tenía para haber intercedido así. A pesar de eso, había algo que no cuadraba. ¿Por qué los Grandes Espíritus aceptarían así sin más? No tuvieron tiempo de preguntarlo.
—Siempre estuvieron destinados a derrotar al actual rey vampiro —reveló Zeus, casi sin tacto—. Fueron designados como salvadores, pero esta no es la primera vez… En cada una de sus vidas anteriores, ustedes se encontraron con Darkar, pues su deber era detener sus planes. Era parte de su destino nacer cuando una catástrofe muy grande amenazaba con arrasarlo todo, dándole el dominio a este ser de poderes inimaginables.
Los hermanos voltearon a verse entre sí, pues no terminaban de creérselo todo. Era de suponer que esa no era su primera vida, ya que los shamanes creían en la reencarnación, pero saber que no era la primera vez que se encontraban cara a cara con su enemigo era algo muy fuerte. ¿Acaso Darkar también lo sabía?
Fue entonces cuando se vieron rodeados de numerosas pantallas, donde verían recuerdos de sus vidas pasadas. Uno en particular les llamó la atención. Vieron a un par de niños jugando cerca de una casa, siendo vigilados por una mujer de edad. Esta se alejó un momento, y antes de preguntarse por qué, otras pantallas mostraban que los padres habían tenido que ir a otra ciudad por un mensaje que recibieron, firmado por un tal "D. B". Los niños escalaron la pequeña loma para intentar tomar una de las flores que crecían en la cima de la misma, anunciando que sería el regalo perfecto para su hermano mayor… Yohmei Asakura. No pasó mucho tiempo antes que un extraño sonido se hiciera presente. Alzaron la vista hacia el cielo, contemplando cómo un avión parecía dejar caer algo desde lo alto. Segundos después, se escuchó una gran explosión que envolvió todo en una luz cegadora. Los niños lanzaron un grito agudo que fue silenciado rápidamente.
Ninguno supo qué decir, luego de haber visto ese terrible acontecimiento.
—Darkar manipuló su viaje familiar para que ustedes murieran en el bombardeo atómico de Hiroshima —explicó Buda con calma—. Por lo que parece, siempre estuvo al tanto sobre ustedes, los elegidos para detenerlo. Por ese motivo, buscó la forma de asesinarlos en cada reencarnación antes de que alcanzaran la juventud. Por desgracia, siempre tuvo éxito.
—…y la historia volvió a repetirse —murmuró Hao, dándose cuenta de lo que en verdad ocurría al ver que las pantallas mostraban la terrible pelea que se estaba llevando a cabo—. Estamos muertos, tal y como él lo planeó.
El ejército del gobernante de Ascantha era demasiado grande para que su familia y amigos, además de conocidos, pudieran hacerle frente. Aquellos soldados de energía oscura parecían invencibles, al igual que los vampiros puros que estaban bajo el control del soberano. No supieron cómo era posible, pero incluso Darkar lucía más poderoso que nunca.
—Son los nuevos reyes, ¿no? Aún es su deber detener esto —habló otro de los presentes, cuya apariencia se asemejaba a la de un dios egipcio… Tal vez Ra, aunque no estaban seguros—. Están en la Sociedad del Shaman King, son libres de obrar desde aquí y tienen los poderes de los Grandes Espíritus a disposición —explicó, haciendo una pequeña pausa—. Sin embargo, tendrán que esperar un par de horas hasta que terminen de asimilar sus nuevas habilidades. Una vez que haya transcurrido ese tiempo, podrán intervenir. Así que, ¿Qué harán?
¿Qué harían? Era una excelente pregunta. Deseaban devolverle la tranquilidad al mundo. La humanidad estaba muy corrompida, en eso le daban la razón a su enemigo. Tendrían que esforzarse para cambiar la mentalidad de las personas y hacer que el planeta entero tuviera un cambio social y ecológico positivo. Hao lo pensó mucho antes de su batalla y concluyó que ser un rey significaba lograr comprender las necesidades de los demás, por lo que tendría que estar en paz consigo mismo antes… pero no estaba conforme con las limitaciones del G-7.
—Esta vez, tenemos una petición para los Grandes Espíritus —se adelantó Yoh, sin vacilar.
Sonrió de lado, pues sabía que estaban pensando en lo mismo. Él también había encontrado un vacío legal en ese contrato divino.
•❈•
La aldea estaba siendo consumida por el intenso fuego que se había iniciado a causa de la feroz batalla. Había escombros por todos lados, además de uno que otro cuerpo que ya había perecido a manos de la guerra. Tanto los abuelos como la familia de Manta se vieron obligados a ocultarse por estar en desventaja. Jun y Tamao eran quienes los protegían, pero no eran las únicas con un problema…
—¡Muévete, Pilika! —exclamó Horo-Horo.
La ainu apenas tuvo tiempo de notar que un ataque iba dirigido a ella. Por fortuna alguien fue más veloz y la sacó del lugar. Leia se encargó de protegerla con un movimiento de su tridente. Horokeu suspiró de alivio.
—Tenemos que resistir unas horas más, cariño —le recordó la mayor.
La joven observó a su espíritu acompañante, un lobo ártico, que no estaba mejor que ella. Ambos estaban muy agotados. Ni siquiera sabían cuanto más podrían resistir. Decidió dejar de pensarlo tanto y volver al ataque.
—¡Impacto letal!
A diferencia de Pilika, Marion parecía tener todo bajo control. Ella y Chuck tenían muy buena coordinación, tanto que podían perfectamente contra dos enemigos por igual. El muñeco alzó su pistola y soltó tres disparos. Como las balas iban a una gran velocidad, creyó que los esqueletos se harían polvo. Uno de ellos agitó su espada para desviarlo, como si fuera simplemente el viento. Marion retrocedió un poco, haciendo lo posible por no mostrar temor.
—¡Fuego cruzado!
Chuck lanzó dos disparos con su magnum. Las balas siguieron un trayecto que fue indicado por el espíritu, mientras se cruzaban entre sí. El oponente restante creó una esfera de energía oscura que absorbió ambas balas. Un sonido similar al de una risotada provino de su garganta. Marion volvió a retroceder, asustada. Se sobresaltó cuando oyó otro chasquido óseo a sus espaldas. Creyó que estaba rodeada y era su fin.
—¡Sephirot Blast!
Un poderoso rayo de luz atravesó a los soldados, reduciéndolos en cenizas. Mari abrió los ojos para buscar a su salvador. Detrás de ella estaba el Golem, un robot gigante que fue creado por el padre de Redseb. Este se hincó para que el joven pudiera salir de la cabina.
—No es que quiera regañarte, pero deberías tener más cuidado, ¿no? —su voz era un tanto juguetona—. Creo que sería una atrocidad que lastimaran a alguien tan hermosa.
¿…Ese sujeto estaba flirteando con ella en un momento así? Sin embargo, ya ni siquiera le parecía tan raro. Habían comenzado a conocerse y se podría incluso decir que eran amigos… Le parecía hasta adorable. Accedió a entrar a la cabina junto a él, provocando que el chico se sorprendiera en demasía. Ella soltó una risita al ver esos hermosos ojos azules abiertos de par en par.
—Mi héroe… —susurró.
Enredó sus manos alrededor de su cuello para atraerlo hacia ella, sorprendiendo a este con un beso. Le tomó unos segundos al chico cerrar los ojos para besarla de vuelta. No podía creer que, luego de un tiempo ya, Marion por fin correspondía a sus sentimientos. Imitó los delicados movimientos de Marion, pensando que él era muy afortunado. Se sentían tan bien, no querían que nadie los interrumpiera. Lastimosamente, fueron obligados a separarse al escuchar una explosión cerca de ellos. Ambos notaron que una de las fieles copias de Nichrom estaba siendo consumida por el fuego.
—¿Qué…? —musitó el Munzer.
—Oigan, me alegro de que por fin se entiendan, pero no es el momento. ¡Por los Grandes Espíritus! —exclamó el apache—. ¡Esa explosión pudo haberme hecho cenizas!
—Bueno, ya, ¿no? —replicó Redseb de mala gana, cerrando la cabina con Mari dentro para continuar luchando.
Sin importar que el rey vampiro contara con un centenar de soldados, no podían faltar sus fieles X-Laws. Una señal bastó para que todos aparecieran en escena. Marco, Denbat, Porf, Venstar y Meene rodearon a Horo-Horo, Manta, Chocolove, Len y Lyserg. Los chicos hicieron sus posesiones más conocidas, pero estaban forcejeando con los soldados, pues estos también se habían vuelto más fuertes.
—¿Qué dicen de esto ahora, chiquillos? —se burló Denbat.
—¡¿Chiquillos?! ¡Ya verás, alimaña! —amenazó un enfadado Len.
—Es inútil que se resistan a los deseos del amo —habló Marco, mientras Miguel atacaba a Horo—. Al final, nos beneficiará a todos.
—No sé a qué te refieres con "beneficios", pero lo dudo mucho —se defendió el pequeño Manta con su enorme martillo.
Por su lado, el mismo Darkar yacía de pie a unos metros del corazón de la gran batalla, con los ojos cerrados y muy concentrado, como si su energía controlara todo a su alrededor. El enorme campo de fuerza que lo rodeaba desprendía unos ligeros rayos. Tocarlos no era precisamente una buena idea.
—Yoh y Hao no tardarán en aparecer y los harán papilla —amenazó el ainu, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—¡Y luego nos iremos de vacaciones a Barranquilla!
Chocolove apareció con un vestido puesto, colorido y con un gran escote, un par de alas enormes y una corona, ambas decoradas con grandes plumas. Pareciera que un arcoíris le vomitó encima. Por su parte, Mic traía una extravagante peluca dorada similar a la melena de una conocida cantante colombiana.
…
Fue la gota que colmó el vaso de los X-Laws. Cada quien aumentó su respectiva posesión, modificando así sus características físicas. Los espíritus intentaron dar una buena golpiza al shaman del afro, quien se salvó por unos centímetros.
—¡Sólo empeoras la situación con tus malos chistes, moreno! —exclamó Horo, saltando hacia un lado para esquivar el ataque.
—¡Intento traer la brisa de la risa al mundo, pue'!
Los chicos sabían que no era bueno alargar la batalla. Las posesiones cambiaron a las armaduras que usaron en el torneo. Ninguno notó que Lyserg vaciló por un momento. Percibió un destello que provino de su péndulo dorado y sonrió al ver dicho brillo.
—Tienes razón, Morphine —susurró, comenzando a sentir la adrenalina correr a través de sus venas—. Es hora de que conozcan nuestro poder… ¡OVERSOUL! ¡MASTEMA DOLKEEM!
El péndulo del inglés emitió un destello que cegó por un breve minuto a los otros. Cuando la luz desapareció, notaron su nueva armadura. Unas placas flotaban a su alrededor, las cuales se conectaban por la parte trasera de la armadura, y así quedaban cubiertos sus hombros y su cintura. Detrás de la cabeza tenía otro tipo de protección hecha con esas placas. Igualmente, seis brazos hechos de furyoku color verde sobresalían desde su espalda. Lyserg dio un gran salto hacia arriba. Con un movimiento de su mano, los brazos de furyoku cobraron vida. Sujetaron los espíritus contrincantes, que no pudieron predecir ese ataque. Supusieron que el joven Diethel no tendría una posesión tipo armadura, ya que no la había usado durante la Shaman Fight. Habían cometido un gran error al subestimarlo.
—¡Chicos, apártense! —les pidió Lyserg.
Sus amigos no dudaron en obedecerle, dando un gran salto y poniéndose a salvo en un árbol a unos metros de la zona.
—¡CREMACIÓN!
Los apéndices de la armadura giraron a una velocidad increíble, a la vez que se incendiaban. Crearon un remolino de fuego ardiente que envolvió a los grandes ángeles. El ataque fue tan potente que incluso alcanzó a unos cuantos soldados de la oscuridad.
—Wow… —murmuró Manta.
Los X-Laws habían quedado inconscientes, por el momento. Cuando los chicos bajaron del árbol, se acercaron a Lyserg, quien estaba deshaciendo su posesión.
—Cielos, Lyserg. Los hiciste morder el polvo —admiró el joven del norte.
—Nunca mostraste esa armadura —señaló Len—. Ni siquiera entrenando.
El chico de cabellos verdes soltó una leve risa.
—Me creerán idiota, pero… aún no la había desarrollado —los chicos se fueron de espaldas al oírlo—. Como sea, démonos prisa. Tenemos que continuar.
Todos asintieron y se dispersaron. Si bien los soldados habían caído, no todo el grupo había corrido con esa mala suerte. Jeanne aún seguía de pie, y luego de hacer caer a algunos miembros de la Rebelión, se encontró con la persona que más quería ver.
—Supongo que ahora tendrás una relación a distancia, querida prima —se burló la Renault. Anna rechinaba los dientes, siempre manteniendo su postura con su fiel compañera y amiga detrás. Alyss le sugirió que se calmara—. Esos malditos bastardos deben estar muchos metros bajo tierra. Qué ridículo, no pudieron tener el valor de decidir, y en lugar de eso, se sacrificaron ambos. Vaya par de burros.
—Cállate, Jeanne —ordenó la rubia, mirándola con furia.
—¿Por qué la violencia? Mi compañera sólo está diciendo la verdad —conocían esa voz masculina, por lo que no se sorprendieron al voltear y ver a Allen detrás, quien había bloqueado la otra vía de escape—. Es una pena, pero tal y como lo dijo Jeanne: qué par de burros.
Las chicas no tuvieron más remedio que colocarse espalda contra espalda para defenderse.
—Ven conmigo, es la última vez que te lo pido —exigió el nativo.
—¡Ya te he dicho que no! —exclamó Alyss, mostrando sus características de la posesión demoniaca con Zen Aku, las orejas sobre la cabeza, los ojos alargados y las diez colas a la altura de la espalda baja—. ¡Tampoco me obligarás!
—…Bueno, si así lo quieres.
Ambas se vieron sobre el hombro para ponerse de acuerdo con los ataques. Zen Aku le hizo frente al gran tamaño de Doddo, utilizando sus oscuros ataques que el gran oso en realidad no podía detener. Por otro lado, Zenki apareció frente a Anna para protegerla. Shamash hizo lo mismo por su dueña y ambos tuvieron un combate cuerpo a cuerpo. En una de esas, Alyss notó algo en particular.
—¡Anna! ¡Su bolso! —exclamó la joven Blair—. ¡Es el medio de posesión!
Tanto la aludida como su prima se sorprendieron, pues nadie se había percatado de ese detalle. La Renault siempre escondía el arma que utilizaba en cada una de sus peleas. Sabiendo eso, la pelea tomaría un rumbo distinto. Goki posesionó el rosario de Anna y con ello logró darle al bolso de su adversaria. Shamash se desvaneció cuando la máscara fue destruida. Casi al mismo tiempo, Alyss había utilizado la velocidad de su demonio para aparecer detrás de Allen y robarle ese anillo con el que hacía la posesión del Gran Oso.
—¡¿Qué…?! —Allen cayó al suelo, sin evitar un golpe.
—¿…Cómo? —susurró Jeanne—. El metal con el que está hecha la máscara…
—Sí, sí. Es indestructible —la cortó Anna, restándole importancia—. Los poderes de Myorei no son los únicos que pueden destruir ese metal. Goki puede crear un veneno que es igual de poderoso.
—Sin embargo, tú no ocultaste muy bien tu arma —declaró Alyss, deshaciendo su posesión y viendo a Allen de manera seria—. Oigan, los vencimos… Váyanse antes de que ocurra algo muy malo.
Antes de poder continuar, unos gritos alertaron a ambas jóvenes, pues eran muy conocidos. Era de esperarse que fuera Kaoru quien estuviera enfrentándose al degenerado de Ashil, pues debía terminar con lo que este había iniciado. Arzahel había tomado su verdadera forma para hacerle frente a Siegfried, y ninguno iba a darse por vencido tan fácil. De pronto, Ashil se detuvo en seco, como si algo lo provocara, y cayó de rodillas, incapaz de levantarse. Una voz resonó por todo el lugar, deteniendo el choque de armas en el campo de batalla.
—Estoy harto de tus calenturas de puberto, Ashil —declaró Darkar.
Este había dejado su posición para acercarse a la escena. Su profunda mirada bastó para helarle los huesos a su subordinado.
—No haces más que echarme los planes a perder porque no puedes controlarte ni un momento —siseó él—. Eres uno de los más prometedores, pero no puedo hacer más por ti si no pones de tu parte, y no voy a dejarlo pasar, no en la tierra que verá nacer al rey más poderoso de todos —alzó una mano, apuntando hacia el Fournier—. Tu falta será castigada. Después de todo, no podía esperar nada más de un vampiro impuro.
Los ojos de Darkar se tornaron casi blancos, al tiempo en que lo envolvía un aura oscura. Ashil comenzó a murmurar una disculpa que fue ignorada. Una enorme lanza, que sostenía uno de los soldados, levitó varios metros por encima, hasta que cayó de golpe sobre su objetivo. El arma entró a través de la boca del joven, desgarrando su interior. Kaoru emitió un grito al sentir que la sangre le salpicaba. Fue como si el miedo intentara apoderarse de ella. No quería ver el cuerpo que tenía enfrente, pues su mente aún la atormentaba con el sonido de los órganos de Ashil siendo atravesados por esa arma. Una risa espeluznante la sacó de sus pensamientos. Notó que Darkar la miraba con burla.
—No te victimices, si acabó así fue por tu culpa —declaró el mayor, sin nada de tacto—. Creo que está claro que la lanza tenía adytheranian.
Dicho espectáculo hizo que más de una batalla se detuviera. Incluso los X-Laws habían recuperado la consciencia.
—…Ashil está muerto —susurró Meene, sin despegar la vista del cadáver.
—¡Ese será el destino para todo aquel que me desobedezca! —bramó Darkar.
—Mi Lord, eso no fue… —Marco fue interrumpido por una mirada severa.
—¿Cómo te atreves a hablarme de vuelta? Creí que sabías cuál era tu lugar —la oscuridad parecía apoderarse cada vez más de un ya no tan calmado Darkar—. ¿En verdad creyeron que los vampiros impuros como ustedes tendrían un trato más decente que los mismos humanos? Sólo los vampiros nacidos tenemos el derecho de gobernar y no ver como nuestros iguales a los demás… Por ende, si quieren que tenga 'algo' de piedad con ustedes, harán lo que yo diga. ¡Entendido!
Ninguno de los presentes pudo dar crédito a lo que oía. Ni los del bando contrario ni los mismos seguidores del vampiro rey. Bastaba con ver los rostros de Jeanne o Marco para saberlo. Fue en ese momento que Anna lo pensó mejor y, guiada por un impulso o quizá por lo que creía que Yoh haría, decidió hacer lo correcto.
—Vete de aquí, Jeanne —Anna la sacó de su ensimismamiento—. No mereces morir a manos de Darkar, a pesar de todo lo que ha pasado. Escapa ahora que puedes, y… llévate a tus amigos contigo.
Alyss miró a su amiga, sorprendida. Poco a poco, fue mostrando una sonrisa que daba a entender lo orgullosa que se sentía por ello. Volteó a ver a Allen con algo de preocupación.
—Haz lo mismo… Ve y empieza una nueva vida.
Por primera vez en mucho tiempo, Allen en verdad pareció escucharla. Jeanne, aunque aún estaba un poco aturdida, decidió obedecer. Agradeció en silencio el gesto que tuvo su consanguínea. Aprovechó para huir con los miembros que aún quedaban. No volteó hacia atrás en ningún momento. Ni siquiera cuando su líder volvió a reír macabramente.
—…En realidad, no estoy sorprendido. Supongo que sólo los más fuertes podrán continuar a mi lado —pareció meditarlo—. Tendré tiempo para aniquilarlos, aún sigo superándolos en número. Esto apenas comienza…
Antes de que alguien pudiera darse cuenta, este se había movido a velocidad de la luz para posicionarse detrás de Alyss, quien apenas pudo voltear. Darkar soltó una sonrisa de lado al ver la misma mirada de Cedric en ella.
—…pero antes, voy a encargarme de ti. No permitiré que vuelvas a escapar.
Ni siquiera alcanzó a levantar la mano cuando Cedric se interpuso entre los dos, dispuesto a detener su ataque. Las palmas de su hijo comenzaron a emitir ese brillo que él conocía tan bien, donde había un sello parecido al de un ojo. Darkar saltó hacia atrás justo antes de que un potente rayo de luz se disparara hacia él.
—¿…Por qué lo haces? —en la voz de Cedric incluso había dolor disfrazado—. ¿Ni siquiera te pesa que llevemos la misma sangre?
—Oh, créeme. Es lo que más lamento —declaró su progenitor.
Colocó ambas manos sobre la tierra, provocando que esta se abriera. Cedric dio un salto para evitar caer. Mientras estaba en el aire, alzó ambas manos hacia el cielo. El ruido de los relámpagos opacó cualquier otro sonido en el ambiente. En cuestión de segundos, unos poderosos rayos cayeron alrededor de la zona. Los demás tuvieron que apartarse para no resultar heridos. Darkar ni siquiera movió un dedo para esquivarlo, pues sus poderes los desviaban.
—¿Sabes? Ahora que lo pienso mejor, creo que no hubiera asesinado a tu hija si hubiera acabado en mis manos —sonrió de lado—. Habría hecho algo peor.
Con un movimiento de su mano, hizo que la lava brotara a través de las grietas en la tierra. Sonrió con burla cuando su heredero le advirtió al resto de su grupo. Hubiera deseado ver sus cadáveres siendo consumidos por esas rocas fundidas.
—La habría criado a mi imagen y semejanza… y sería peor que yo —contempló con gusto la expresión sorprendida en el rostro de su oponente—. Eso te habría matado, Cedric.
El susodicho no pudo aguantarlo más. Volvió a arremeter contra su padre, quien le devolvió cada uno de los ataques. El más joven notó que la Rebelión lucía más débil conforme pasaba el tiempo. Si bien nadie sufría de agotamiento físico por ser inmortales, el poder espiritual sí que se reducía.
—Creo que podría llegar a perdonar tu idiotez si haces algo por mí —le propuso. Contuvo su risa al ver el semblante confundido de su sucesor—. Sólo tienes que matar a tu esposa e hija, y luego a todos los shamanes que puedan interferir en mis planes. Si lo haces, te perdonaré la vida y volverás a ser mi legítimo sucesor.
—Vete al diablo —replicó el menor.
Volvieron a colisionar en ataques. Durante su batalla, un sonido indefinido llegó hasta los delicados oídos de Cedric. Parecía un débil latido… pero lo peor de la situación era que este venía del pecho de su padre. ¿Cómo? ¡Imposible! Aquel repentino lapsus le dio a Darkar una oportunidad perfecta para lanzarle una gran esfera de energía oscura que le perforó el hombro. Cedric cayó al suelo, bastante malherido.
—…Puedo admitir que fuiste la mejor de mis herramientas, lástima que llegaste con un defecto de fábrica a causa de tu madre. No debí permitir que te amara ni te influenciara —argumentó, cruelmente.
Cedric no desvió la mirada ni por un segundo. Todo ocurrió en cámara lenta, ya que Darkar estuvo a punto de atacar cuando un vampiro de cabellera castaña se interpuso frente a él, causando que el rayo lo atravesara. Ambos vampiros vieron con sorpresa cómo el hombre caía al suelo, aunque Darkar estaba más molesto y Cedric estaba incrédulo. El brillo maligno del control mental abandonó sus ojos, dejando ver el natural morado de ellos. El hombre miró a Cedric, antes de hablar.
—Tenía que hacerlo —explicó él, hablando en voz baja—. Tenía que proteger al verdadero rey de Ascantha, mi Lord.
El aludido sintió que su pecho subía y bajaba, en una crisis de negación. Ahí iba otra vida que se sacrificaba por él. Se sintió tan impotente y se llenó de rabia. Él tenía un concepto muy alto de la vida de todos en su pueblo. Por ende, una gran culpa lo carcomía por dentro.
—¡Basta! No permitiré que estas plagas sin importancia sigan impidiendo que te mate —dictaminó el mayor.
Su furia incrementó al oírlo hablar así de su pueblo. Él era el verdadero rey, por lo que debía protegerlos como tal… De repente, su cuerpo se paralizó. Abrió los ojos al sentir los primeros síntomas de las consecuencias de sus decisiones. No pudo evitar soltar una ligera sonrisa… Había funcionado. Sentía que podía morir en paz, ya que, aunque su padre lo superara en fuerza y poder, había cumplido con el cometido de darle ese poder a quienes realmente podrían con él. Darkar seguía acercándose a él.
—No te preocupes, me ocuparé de tu mujerzuela y de tu bastarda más tarde —murmuró, divertido—. Hasta nunca, hijo mío.
Lo apuntó con su dedo índice. Una sádica sonrisa se asomó en sus labios al oír más de un grito en contra de lo que iba a suceder, incluidos los de los shamanes, su nuera y nieta. Acercó su mano peligrosamente al pecho de su heredero, casi saboreando la victoria. Sin embargo, algo lo detuvo… sintió que no podía mover su brazo y que sus pies estaban pegados como dos magnetos en el suelo. Era incapaz de moverse. Alguien estaba manipulando la gravedad y sólo le afectaba a él.
—Creo que hablaste demasiado pronto…
Cedric alzó la mirada, confundido. ¿Qué había pasado? Buscó con la mirada el origen de aquella misteriosa voz. De pronto, un súbito brillo hizo que casi todos tuvieran que apartar la mirada o entrecerrar los ojos. Varios metros alejados de la zona, dos personas llegaban caminando con ese místico brillo detrás. Figuras altas, pero delgadas, que vestían largas capas con capucha. Una beige y la otra negra. Nadie lo sabía, pero la verdadera batalla estaba a punto de comenzar.
•❈•
—Por todos los espíritus…
Sintió que su rostro se deformaba del horror. Lo único que se podía apreciar de la que alguna vez fue una hermosa aldea eran los restos. Edificios caídos, casas destruidas, cuerpos regados… Esto era demasiado. Miró a su acompañante para hacerle saber que no había tiempo que perder y siguieron avanzando. Era algo imposible contener una mueca de desagrado, mientras más se adentraban en el campo de guerra. Llegaron justo para ver cómo Darkar estuvo a punto de acabar con su único hijo, el cual estaba muy malherido y se veía hasta indefenso. No se pusieron a pensarlo más, por lo que uno de ellos levantó la mano, alterando así la gravedad. Todos voltearon a verlos.
—Aléjate de él —no ocultó una sonrisa de lado cuando más de uno pareció hasta reconocer su voz—. El único que puede darle una paliza soy yo.
Bajó la capucha de su capa, mostrándole su rostro a los presentes. La mayoría soltó exclamaciones, e incluso pudo jurar que su madre estaba a punto de llorar. Volteó e hizo una mueca frustrada al notar que su compañero seguía oculto. Alzó su mano para quitársela también.
—¿Sabes que acabas de echar a perder nuestra entrada?
—Necesito estar concentrado, Hao —se excusó Yoh, aun manteniendo la mirada fija en Darkar—. Este sujeto tiene que mantener los pies sobre la tierra.
Al saber que Yoh Asakura era el responsable de su situación, el rey de Ascantha lo fulminó con la mirada.
—¿Te comieron la lengua los ratones? —se burló Hao.
—¡¿Qué significa esto?! —demandó saber Darkar—. ¡Deberían estar muertos!
—Pues qué mal por ti, porque estamos más vivos que nunca —replicó el mayor.
—Hao, no podré resistir por más tiempo —habló Yoh, apretando los dientes.
En efecto, Darkar estaba logrando moverse más de lo permitido, contrarrestando las fuerzas gravitatorias del poder de Yoh. Hao chasqueó la lengua, y luego miró a su mentor.
—¡Ponte a salvo! —le pidió—. Nosotros haremos el resto.
El vampiro asintió con la cabeza, depositando su entera confianza en ellos.
—Muy bien.
Yoh soltó una maldición antes de que el soberano de Ascantha se liberara. Tenía que pensar rápido para ganar más tiempo. Colocó ambas manos sobre la tierra y un par de montículos de roca sujetaron de los pies al vampiro mayor.
—Hay que sacar a todos de aquí. ¡Rápido!
Hao observó a su alrededor. Había demasiada gente esparcida por el predio, era hasta difícil reunirlos. Intentaba no ponerse nervioso ante la posibilidad que tenía Darkar de escapar. Fue entonces cuando tanto el Espíritu del Fuego, como de la Tierra se acercaron. ¡Perfecto! Todo el pueblo podría subir a ellos para escapar. Ambos estaban expectantes a sus órdenes.
—Saquen a todos de aquí —ordenó el menor de los Asakura—. Asegúrense de estar lo suficientemente alejados de la aldea.
Los espíritus acataron órdenes y mostraron su verdadera forma, antes de abrirse paso entre las explosiones para buscar a cada uno de los aliados y aldeanos que eran inocentes. Hao se encargó de reforzar la barrera de Yoh con llamaradas de fuego que distraían a Darkar de su labor de liberarse. Pasaron unos minutos que fueron casi una tortura para los dos, hasta que notaron que sus espíritus estaban cargados de gente. Estos se elevaron lo suficiente como para perderse de vista.
—¡Basta de jueguitos! —rugió Darkar, deshaciéndose de la prisión de roca, antes de elevarse por los aires—. ¿Cómo demonios hicieron para volver a la vida?
—Oh, eso tiene una explicación muy sencilla —declaró el Asakura mayor.
Una sonrisa sarcástica apareció en su rostro.
—…Porque somos los malditos reyes shamanes.
Yoh extendió sus brazos a ambos lados, provocando que la tierra se abriera de par en par. Las rocas que se habían desprendido se unieron para crear una más grande, la cual fue lanzada contra su enemigo. Darkar la detuvo antes de recibir el golpe. Este cerró sus manos con simpleza, logrando que la roca se quebrara. De pronto, notó que había lava saliendo de las grietas del suelo, la cual estaba siendo manipulada por Hao. Hizo que esta se elevara hacia el cielo como si se tratara de un volcán en erupción, para luego caer violentamente sobre el hombre. Darkar agitó la mano para crear un escudo de energía oscura. La lava salpicó a su alrededor.
—Es más resistente de lo que pensé —susurró Hao, sabiendo que su hermanito lo escucharía a la perfección—. ¿Alguna otra idea?
Su gemelo apretó los labios, intentando pensar en algo más. Manipuló los pocos árboles que habían sobrevivido al desastre, haciendo que sus raíces se movieran a voluntad. Intentó atrapar a Darkar con ellas, pero su contrincante las esquivaba perfectamente. Estuvieron así un buen rato, peleando sólo con sus habilidades elementales, mientras que Darkar utilizaba sus propios poderes de vampiro. No se sentían cansados, pero sí les preocupaba no poder detenerlo… Mientras se ponían a pensarlo, un leve latido los sacó de su trance. Les crispó la piel notar que dicho sonido venía de Darkar.
—¿Cómo…? —susurró Hao—. ¿Por qué… te late el corazón?
—Los seres inmortales no tienen un corazón vivo —añadió Yoh, tan confundido como su hermano mayor.
Chicos, escúchenme con cuidado, oyeron la voz de Cedric en sus cabezas. No era necesario buscarlo con la mirada porque no lo encontrarían. Era más seguro que había logrado comunicarse con ellos gracias al Reishi de Anna. Un inmortal con un corazón que late es un ser prácticamente indestructible. No importará que lo maten una y otra vez, el corazón seguirá latiendo y volverá a vivir.
¿Entonces cómo podemos detenerlo?, pensó el menor.
Destruyendo su corazón, por supuesto. Sólo un poder tan grande como el de un rey shaman puede hacerlo. Háganlo y rápido, antes de que los descubra.
¿Destruir el corazón? Se oía más sencillo pensarlo que hacerlo. De pronto, aquel conocido dolor de cabeza cortó su comunicación con Cedric. Al ver los brillantes ojos de Darkar, supieron que este lo había provocado. Ambos habían caído casi de rodillas, sujetándose la cabeza para aminorar el dolor. Como pudo, Hao juntó sus dedos índices, simulando una pistola, y soltó un disparo imaginario… o eso fue lo que Darkar pensó. Se echó a reír al ver ese gesto tan inmaduro, pero esa risa murió al notar que tenía una equis dibujada sobre el pecho… De improviso, un par de dragones de fuego aparecieron detrás de Hao y persiguieron el objetivo que el chico había marcado. Cuando finalmente lo alcanzaron, se enrollaron por sus brazos, impidiendo que lanzara un nuevo ataque. Por su parte, Yoh hizo que un árbol cobrara vida. Sus raíces simularon ser piernas y las ramas eran brazos, e incluso se formó un rostro de aspecto tétrico en el centro de su tronco. El árbol avanzó hacia Darkar y hundió sus manos en la tierra. Los tallos se adhirieron a sus piernas, sujetándolo contra el suelo.
—Haremos lo que el G-7 nos enseñó, ¿verdad? —preguntó Yoh, viendo de reojo a su hermano.
Hao tenía la misma mirada seria, pues no sabía qué consecuencias traería.
—No tenemos otra opción.
Ambos tomaron cierta distancia. De alguna forma, sintieron mucha presión por lo que iba a suceder, pero, sobre todo, no querían defraudar a nadie.
—¡OVERSOUL! ¡GRANDES ESPÍRITUS!
Una luz lo envolvió todo durante un breve instante. Cuando esta se desvaneció, Darkar quedó pasmado por la imagen que sus ojos le mostraban. Un espíritu de enormes proporciones se materializó frente a ellos. Era de color blanco celestial y, de cierta forma, se parecía a un enorme robot. Unas resplandecientes líneas celestes se expandían por algunas partes del cuerpo y dos grandes pilares salían de su espalda. Lucía muy poderoso… y por supuesto que lo era. Sólo el Shaman King era el único que podía manejar sus increíbles poderes, pues su reiryoku –el poder espiritual del propio espíritu–, era nada más ni nada menos que de ocho millones.
El gemelo menor miró a su hermano, notando que estaba muy pensativo. No era necesario pensarlo mucho para saber que estaba recordando aquella plática que tuvo con Alyss unas semanas atrás. Recordó lo mucho que el mayor se molestó al saber que ella creía que hasta Darkar se merecía una oportunidad de cambiar su camino. El mismo Yoh pensaba igual, pero él sabía que no era tan probable.
—Te daré la oportunidad de vivir si te arrepientes… —soltó Hao, hablando muy suavemente—. Sin embargo, tu castigo, por todo lo que has hecho hasta ahora, será vivir sin tus poderes y tu libertad será condicionada por nosotros. Serás un testigo más del crecimiento de tu pueblo, y el cambio que haremos en el mundo. Vampiros y humanos podrán coexistir en armonía.
Aún sometido, el vampiro permaneció en silencio un momento, sin quitar el odio en su mirada.
—Prefiero morir antes que eso pase —siseó, haciendo una mueca de asco.
—…Pensé que dirías eso —finalizó Hao, encogiéndose de hombros.
Yoh formó una lanza con sus poderes terrestres. Corrió hacia él y aplicó mucha fuerza en su ataque. La lanza fue abriéndose paso a través del pecho de Darkar hasta atravesarlo por completo. Ambos tuvieron una vista panorámica de aquel corazón inmortal que latía. Hao preparó los cañones de su posesión.
—¡SUPERNOVA! —exclamaron los gemelos al unísono.
El oversoul activó su ataque, causando que el corazón de Darkar desapareciera en esa explosión. Ambos se protegieron del ataque, esperando que no alcanzara a su familia y amigos. Cuando ese increíble poder cesó, el cuerpo de su enemigo cayó inerte, al igual que su gran ejército. Los soldados oscuros terminaron como huesos en el suelo, y los vampiros nacidos quedaron inconscientes. Los Grandes Espíritus desaparecieron, regresando así al Territorio Sagrado.
Comenzaron a tener síntomas del agotamiento. A lo lejos, escucharon gritos de alegría. Sus espíritus acompañantes bajaron a todos los que habían rescatado. Todos se acercaron, siendo su madre la primera en abrazarlos como si su vida se le fuera en ello. Keiko lloraba, al igual que Miki, quien se unió al abrazo de su esposa con sus gemelos. Era un milagro que estuvieran con vida. Yoh intentaba disculparse con su madre por haberla hecho pasar un horrible momento, y Hao nunca se había sentido tan amado. Sintió en su pecho una sensación cálida y se dejó envolver por ella. Fue entonces cuando dejaron de abrazarse para ver cómo la líder de los Apaches se acercaba a ellos, acompañada de un par de gemelas que no parecían pasar de los cinco años, también apaches.
—En nombre de la tribu apache y la aldea, les debemos la vida —Goldva inclinó un poco la cabeza, sonriendo con orgullo—. Estaremos en eterna gratitud. Que vivan los reyes shamanes.
—¡Que vivan los nuevos Shaman King! —exclamaron las niñas.
Si no mal recordaban, Goldva las había presentado como sus nietas hace ya un tiempo, las pequeñas Lip y Rap.
Las niñas les pidieron que se hincaran levemente. Ambos, sin dejar de estar algo sorprendidos, obedecieron. Lip puso un collar de plumas alrededor del cuello de Yoh. Rap hizo lo mismo con Hao.
—Les presento, con gran orgullo, a los nuevos reyes —cada uno de los oficiales hicieron acto de presencia—. Los reyes de las estrellas.
Todos ellos bajaron una de sus rodillas al suelo y agacharon levemente la cabeza en señal de respeto. Dicha conducta fue imitada por los miembros de la Rebelión y hasta por la familia y amigos. Los gemelos se sintieron un poco cohibidos por este gesto. Estuvieron a punto de pedirles que se detuvieran, cuando un gemido de dolor, seguido de un sonido seco, los interrumpió. El grito de Leia los alarmó a todos, quienes voltearon para ver que el cuerpo de Cedric había caído. Tenía la cabeza volteada hacia ellos, por lo que pudieron ver que no había expresión en su rostro y que sus ojos no estaban ni del todo abiertos o cerrados. Esto les dio un mal presentimiento.
—¿Papá? —el susurro de Alyss era casi inentendible. Miró a su madre—. ¿Qué sucedió? Estaba bien hace un rato.
Leia no respondió, sólo puso una expresión de dolor y abrazó a su hija antes de ponerse a sollozar. Como si ella supiera algo que todos ignoraban.
—Tu padre nos dejó… —susurró, sintiendo que todo su cuerpo temblaba—. Está muerto.
Todos pusieron una expresión de horror, mientras las dos comenzaban a llorar. ¿Muerto? ¿Cedric había muerto? Los gemelos fruncieron el ceño y se miraron, para luego avanzar entre la gente hasta llegar al pie del cuerpo de su maestro. No entendían nada, Cedric estaba herido, pero no moribundo. El gemelo mayor se hincó a su lado para examinarlo, pero no tenía nada que pudiera darles una pista lo que ocurrió… Fue entonces cuando recordó lo que hablaron con el G-7.
—Goldva… —la susodicha, al igual que todos los oficiales, cargaba un profundo pesar en su rostro—. ¿Qué les ofreció Cedric a los Grandes Espíritus a cambio de que ambos fuéramos coronados como reyes?
Yoh también la volteó a ver, esperando una respuesta.
—Toda gran recompensa requiere un gran sacrificio, lo dije al inicio de su pelea, ¿no? —respondió la anciana—. Fue su vida, a cambio de la de ustedes.
—No… —murmuró Yoh, bajando los hombros en derrota.
Hao cerró los ojos con fuerza, y también con cierta rabia. Esto era algo que nunca iba a poder terminar de agradecerle, pero tampoco lo aceptaba del todo. ¿Quién se creía que era para haber tomado esa decisión por ellos? ¿Iba a dejarlos con el pesar de su pérdida? ¿Sólo así? Maldito sujeto impredecible. El gemelo mayor pensó que esta vez se había pasado… y no lo aceptaba.
—Así que esto fue lo que nos ocultó el G-7 —susurró Yoh.
—…No se lo voy a perdonar.
El menor volteó al oír el susurro iracundo de su hermano. Hao apretaba los puños y era incapaz de contener su rabia. No podía culparlo, pues él sentía los mismos síntomas a pesar de saberlo ocultar. Frunció los labios.
—¡¿En qué estabas pensando?! —reclamó Hao, arrodillado frente al cuerpo del que fue su mentor—. ¿Crees que puedes irte y ya? ¿Cómo te atreves a dejarnos así?
—Hao…
El gemelo menor se arrodilló al otro lado del cuerpo, intentando ver a su hermano de frente, pero él no le prestaba atención. Seguía reclamándole, como si este aún estuviera entre ellos.
—¡Después de tanto sufrimiento a manos de tu estúpido entrenamiento! ¡No te puedes ir sin ver lo que has logrado! —Hao no lo sabía, pero Yoh entendía que era su forma de expresar el cariño que, en realidad, sí le había tomado. Estaba herido y era comprensible—. ¡No me interesa qué tan lejos esté tu alma en este preciso momento, pero la quiero de vuelta! ¿Me oyes? ¡No te puedes morir!
Un resplandeciente rayo salió de las manos de Hao. Este tomó impulso y golpeó el pecho de Cedric con dicha energía, pero su cuerpo apenas se movió. Era casi como si el gemelo mayor utilizara esa electricidad para intentar reanimarlo.
—¡Vuelve, maldita sea! —volvió a ejercer presión con la luz en su pecho, pero el cuerpo de Cedric no reaccionaba—. ¡No te puedes ir! —otro golpe—. ¡NO HAY FORMA DE QUE LO ACEPTE!
Yoh supo entonces que tenían el poder para, al menos, intentar traerlo a la vida. Ayudó a su hermano con la misma energía que se acumulaba en las palmas de sus manos. Las puso sobre el pecho de su maestro, junto a las de Hao, y ambos transmitieron toda la energía que les quedaba. De un momento a otro, la energía pareció llegar a un límite esta hizo una leve explosión que apartó a los gemelos. Los demás se cubrieron, y luego Miki ayudó a Hao a incorporarse, mientras Alyss hacía lo mismo con Yoh. Ambos vieron expectantes a Cedric, pero este no daba señales de vida… Hao desvió la mirada, pero Yoh, quien estaba frente a su cara, notó que el color de los ojos de Cedric se hizo más intenso. Luego, parpadeó.
—Ugh… —gimoteó de dolor, volteando la cabeza y llevando una mano a la frente para aminorar dicho dolor, ante la incredulidad de todos los presentes—. Hao…
El nombrado volteó a verlo, abriendo los ojos de par en par. Se acercó para ver que su maestro giró los ojos hacia él, viéndolo de una forma severa.
—¿Estabas insultándome?
Sin poderlo evitar, se le escapó una sonrisa de alivio, al igual que Yoh. Bajó los hombros, sintiendo que se quitaba un peso de encima. Leia y Alyss soltaron una risa llorosa, sollozando de alegría. Cuando Hao se repuso, le contestó.
—¿Yo? Pff, debiste imaginarlo… —sonrió sinceramente, mientras veía cómo su esposa lo ayudaba a sentarse. Seguía estando muy débil—. Odio admitirlo, fue descabellado y precipitado, pero fue… un buen plan… Gracias.
—No… Gracias a ustedes —respondió el vampiro.
Se podría decir que se habían salvado mutuamente y que estaban a mano. Yoh sonrió, contento.
—Bueno… Parece que todo volvió a la normalidad —comentó un agotado Horo, al igual que los demás—. O bueno, casi.
—Sí, aún falta algo más —coincidió Yoh—. Seguimos siendo inmortales. Quise creer que la caída de Darkar haría que, por alguna extraña razón, todo volviera a ser como antes.
—Creo que estás olvidando una cosa, Yoh —intervino Cedric, sujetándose, con cierta dificultad, el costado—. El talismán.
…Eso era verdad. Tal vez era la última esperanza. El heredero de los Blair pidió a su mujer que les acercara el místico objeto. Una vez en sus manos, Yoh y Hao lo contemplaron con cierta maravilla, rogando, al mismo tiempo, que su poder en realidad funcionara. Cada uno tomó un extremo del objeto y se concentraron. Su abuelo había logrado descifrar las palabras que activarían el amuleto y lo habían memorizado anteriormente. Hao repitió aquel conjuro con sumo cuidado. Luego de unos segundos, el rubí brilló con intensidad. Ninguno de los presentes pudo oírlo porque la voz resonó en sus mentes, como si la joya estuviera hablando… y, de hecho, lo hacía en otro idioma.
—¿Cuál es su deseo?
Supusieron que se trataba del idioma de los antiguos egipcios, pero era un tanto extraño que sólo ellos pudieran entenderlo. Aun así, no se demoraron en dar una respuesta.
—Queremos que todos vuelvan a su estado natural.
Una ráfaga dorada los rodeó por completo. Notaron que unos extraños símbolos egipcios destellaban a su alrededor y se movían en todas direcciones, formando un nuevo significado. Sintieron un ligero dolor óseo en todo el cuerpo, el mismo que sintieron en las encías. Todo aquel que se encontraba a metros de distancia, y fue afectado por la inmortalidad, perdió la consciencia.
—Maldición, eso dolió…
Minutos más tarde, Hao despertó y se incorporó. No supo por qué, pero tenía la impresión de que los apaches le parecían más altos que antes. Abrió los ojos al descubrir su querida piel bronceada de vuelta. Sonrió y no sintió que sus usuales colmillos le clavaran. ¡Ya no los tenía! Volteó a ver a su hermano, y tanto él como todos sus amigos y conocidos, estaban inspeccionándose de la misma manera. Hubo un grito de júbilo en general… Todos habían recuperado su mortalidad, e incluso pensaban que los que habían sido afectados alrededor de todo el mundo también. Salvo, por supuesto, los vampiros nacidos como Cedric y todos los que fueron controlados por Darkar. Incluso Leia había vuelto a ser humana, y Alyss, quien también era parte humana.
—Asombroso…
El mayor no pudo continuar hablando, ya que se desplomó en el suelo, al igual que su hermano menor. Kaoru chilló de susto, preocupándose. Fausto se acercó rápidamente. Se apresuró a verificar sus signos vitales, mientras que los demás contenían el aliento.
—Ambos estarán bien —los tranquilizó el doctor—. Sólo es fatiga.
—Los Grandes Espíritus debieron darles demasiada energía —supuso Chrom—. Regresar de la muerte es agotador, así que es normal que hayan cedido.
—Necesitarán mucho reposo para recuperar sus fuerzas —añadió Silver—. Aún están en proceso de asimilar sus nuevos poderes… Me atrevo a decir que será simultáneo al de Cedric, por obra y gracia de los Grandes Espíritus.
—Supongo que es lo justo —declaró Cedric.
Logró ponerse de pie con ayuda de su esposa y de Pino. Observó a los gemelos por un momento, sintiéndose orgulloso. Vaya par de mocosos que le dieron uno que otro problema al inicio, pero, al final, todo había valido la pena. La paz había llegado.
—Descansen… —musitó con cierta gracia—. Se lo merecen, mocosos.
•❈•
Habían transcurrido dos semanas desde que la guerra había finalizado. Cedric y los gemelos habían permanecido en cama por varios días, mientras recuperaban fuerzas. Esperaron un tiempo prudente, en el que al menos pudieron ponerse de pie, antes de viajar de regreso. Las familias retornaron a sus respectivos lugares de origen, puesto que la mayoría quería descansar antes de volver a la cotidiana vida, y eso implicaba volver a clases. Los Blair fueron la excepción por el estado del patriarca, así que Keiko los invitó a unirse a ellos. Decidieron pasar un tiempo en Izumo, hasta que los gemelos estuvieran mejor –porque su recuperación real llevaría más tiempo–. Demás estaba decir que Leia estaba encantada de volver a convivir con sus viejos amigos.
—Keiko, ¿no te parece que son demasiados hot cakes? —inquirió Leia, un tanto sorprendida.
Últimamente, la Asakura estaba consintiendo más de lo normal a los hermanos. Preparaba los platillos que más les gustaban. Ambos dudaban en comer otro hot cake más, pues estaban un poco llenos. Luego de meditarlo un instante, cedieron a comerse uno más a causa del delicioso relleno de chocolate. Típico…
—Déjame mimar a mis bebés a mi antojo, por favor —ninguna de las dos notó lo rojos que se pusieron los gemelos.
—Está bien, tranquila… Qué delicada —se burló la mujer.
—Es increíble que no hayan cambiado las dos —rio Yohmei. Luego, volteó a ver a sus nietos—. Aún no nos han explicado cómo es que están con vida. Debieron permanecer dentro de los Grandes Espíritus al ser coronados como reyes.
—Sí, así debía ser —la respuesta de Yoh sólo dejaba más confusos a todos.
—En realidad… Pedimos "permiso" para regresar a nuestra vida mortal —aquella explicación por parte del mayor no esclareció demasiadas cosas.
—¿…Es posible hacer tal cosa? —preguntó Kino, extrañada.
—Al parecer sí —Yoh suspiró al intentar pensar en cómo explicarlo—. Sólo que ninguno de los reyes anteriores lo había deseado. Es una larga historia…
—Supongo que ninguno tuvo un motivo tan grande como para volver a vivir, pero nosotros sí que lo tenemos… No queríamos dejar de vivir una vida junto a todos ustedes —el shaman de fuego se sintió abochornado por las miradas de ternura dirigidas por todos los presentes—. Ellos accedieron, pero fue con una condición.
—¿Y esa fue…? —Anna lo instó a continuar.
—No podremos reencarnar al morir —soltó el mayor, por lo bajo—. Volveremos a la Sociedad del Shaman King con la apariencia con la que fuimos coronados y permaneceremos ahí por siempre… Hasta entonces podremos tener el cien por ciento de los poderes del rey.
Estaba más que claro, no hacía falta explicar que nunca más coincidirían en otra vida con ellos… y eso era triste.
—Opacho no entendió —admitió la pequeña, inocentemente.
Fue un excelente momento para cortar la tensión con un comentario tan adorable como ese. Leia sonrió con ternura, quitándole todo rastro de comida que le había quedado en el rostro. Hao había notado el apego que había tenido la niña con la mujer y su esposo.
—¿Saben? Cedric y yo estamos pensando en adoptarla —anunció, rascando su pancita para hacerla reír. Esto los tomó desprevenidos a todos—. Si no supone ningún problema para ti, hija.
—¿…Por qué debería serlo? —ella sonrió, comprensiva—. Entiendo que, tal vez, te quedaste con las ganas de ser mamá… y ella se lo merece.
—¿Escuchaste eso, Opacho? —la sonrisa de Hao fue devuelta por la pequeña—. ¡Tendrás una nueva familia!
—Papá Cedric le dijo a Opacho que podrá tener una araña de mascota.
El shaman de fuego ahogó una carcajada, pues sabía que alguien no opinaba lo mismo sobre lo "adorable" de las arañas. Quiso reírse aún más cuando Alyss le dio un codazo, roja de la vergüenza… La mañana pasó entre pláticas, hasta que vieron bajar a Cedric acompañado de Fausto. Este último traía unas maletas que parecían pesadas y ayudaba al vampiro a moverse. Leia se apresuró a acercarse también. Debido a la mala condición tanto de los gemelos como de su mentor, el doctor decidió permanecer unos días en Izumo.
—Te dije que no era necesario…
—Y yo te dije que tienes prohibido cargar cosas pesadas, las órdenes del médico están sobre las de cualquier rey cuando se refiere a salud —regañó el rubio.
—…Bueno, ya entendí —era gracioso ver que Cedric se encogía de repente.
—¿Ya te vas? —quiso saber Hao.
—Nos vamos —corrigió Leia, abrazando el brazo de su marido.
—Tenemos demasiadas cosas que hacer en Ascantha, además… Debo asumir el trono en unos días. Luego de eso, me encargaré de restaurarlo todo, mi pueblo me necesita —volteó hacia las cabezas de la familia Asakura y se inclinó un poco en señal de respeto—. Les agradezco que hayan permitido que reposara en su hogar. Estaré siempre en deuda.
Hao se distrajo, notando que había maletas adicionales.
—¿Vas a venir con nosotros, hija?
La pregunta hizo que su garganta se hiciera un nudo y frunciera los labios. Sabía que esto iba a suceder, pero no por eso dolía menos. No estaba preparado para oírla decirle que lo dejaría, así que aprovechó para escabullirse entre la gente y subir las escaleras. Apenas llegó a su cuarto, se encerró en él. Quería gritar del dolor, pero no podía. Prefirió poner algo de música con el reproductor de aquella app que tenía. Maldijo su suerte cuando se dio cuenta que la canción de AE era aquella romántica que nunca le gustó, más que nada porque era triste.
Apoyó su espalda por la pared y se dejó caer al piso. Era consciente de que tenía que ir a despedirse, pero… ¿Despedirse? ¡Era su novia! Iba a estar destrozado en cuanto la viera partir, mas era su decisión. Bajó la mirada, cerrando los ojos… Se sentía como en su niñez, cuando aún no dominaba su Reishi y este lo hería constantemente. Fue entonces cuando la puerta se abrió.
—Vete, Yoh —le pidió de mala gana, sin alzar la vista—. Quiero estar solo.
Un par de pisadas delataron a la persona que se acercó, poniéndolo de muy mal humor. Detestaba que su gemelo fuera tan terco cuando lo único que quería era privacidad. Sintió la cercanía de alguien en frente, y este alguien posó sus labios en su frente para dejar un tierno beso. Hao se extrañó, y pensó que era su mamá o… eso fue hasta que levantó el rostro y vio a quien creyó que nunca más vería.
—Alyss… ¿Qué haces aquí? —preguntó en voz baja—. Creí que estabas por…
—No me iré —le aseguró ella.
¿…Qué? ¿Había escuchado bien?
—Espera… ¿No? —repitió, incrédulo—. ¿No quieres ir con tus padres?
La joven sonrió y se sentó a su lado, antes de verlo a los ojos y acariciar una de sus mejillas.
—No me malentiendas —corrigió, bajando la mano—. Amo a mis padres, nunca querré dejar de verlos, aunque estemos a kilómetros de distancia.
—¿…pero?
El joven seguía preso de su incredulidad.
—No sería feliz —admitió Alyss—. Una vez, alguien me dijo que la felicidad está en el hogar… ni siquiera lo estoy diciendo por Izumo —se detuvo, sonrojándose antes de continuar—. Mi hogar eres tú.
El Asakura pensó que nunca antes había oído algo tan hermoso dirigido a él.
—Además, te hice una promesa y no pienso romperla —la chica fingió no notar el silencioso par de lágrimas que se le escapó a su novio, sólo para evitar un mal rato—. Así que… vas a tener que aguantarme el resto de tu vida, Hao.
Este soltó una risa, mientras se limpiaba los ojos.
—Si supieras que es lo que más quiero… Tú eres lo que más quiero —admitió y sin ningún tipo de vergüenza, esta vez—. Gracias… por llegar a mi vida como un huracán —antes de permitir que ella le contestara, sacó aquella mitad del collar que Darkar le había robado el día que la atacó, para devolvérselo.
Alyss lo miró, sorprendida, pero luego de un momento sonrió con ternura al saber que lo tenía de vuelta. Lo estaba observando entre sus manos, cuando se detuvo en seco y miró a su novio.
—¿Acabas de llamarme 'huracán'?
Ambos rieron por la plática, felices de saber que estarían juntos por mucho más tiempo. Si la 'muerte' de Hao, ni la supuesta despedida de Alyss pudo separarlos, nada más lo haría. El chico tomó del rostro a su novia, delineando sus labios con sus dedos. Ella sólo sonrió.
—Permíteme cumplir esa promesa que te hice antes de la final —una sonrisa de lado se dibujó en sus labios cuando ella asintió—. Como también gané el torneo, tus deseos son órdenes. Ahora podremos estar juntos y ser felices por siempre.
—…Creo que me gusta la idea —imitó su sonrisa.
Hao la atrajo hacia él con un brazo en su cintura, antes de besarla con delicadeza propia –claro, sólo cuando se trataba de ella–. Ella rodeó su cuello con un brazo, dejándose llevar. Era un beso que expresaba todos los sentimientos que tuvieron en esos últimos días: desesperación y dolor por perder al otro, el afán de querer estar juntos… y la gran felicidad que los embargaba al saber que su más grande deseo se cumpliría. Profundizaron su beso sin importar si el oxígeno hacía falta. Todo lo demás podía esperar. Lo único que importaba era aquel íntimo momento que compartían.
•❈•
Sentía un poco extraño estar en ese lugar de nuevo, luego de tantos siglos fuera. No percibía nada suyo en esa enorme mansión que fue de su familia por milenios y milenios, pero ahora sentía… una gran paz. Por fin estaba en la nación que lo vio nacer y crecer, y ahora podría velar por ellos. Sonrió levemente para sí mismo cuando recordó lo eufóricos que se habían puesto las personas que lo criaron en lugar de su madre cuando esta murió. Ocupaban el puesto de "mayordomo" y la "cocinera" en la mansión. Los había extrañado mucho en el fondo.
Cedric se detuvo cuando finalmente llegó a su destino. El salón principal, donde se encontraban los tronos, tanto del monarca como de su pareja. Él había tenido una conversación con Leia sobre ese momento en que ambos se convertirían en los nuevos reyes de Ascantha, y se alivió al saber que pensaba igual: no querían utilizarlos. Cedric decidió dejarlos como un recuerdo histórico de la nación.
—Lord Cedric —escuchó que lo llamaron—. He terminado de restaurar el árbol genealógico de los Blair. ¿Le gustaría verlo?
Sintió mucha curiosidad por ver el resultado final, así que no dudó en acercarse a una de las paredes del gran salón. En efecto, la antigua pintura de un árbol la cubría casi por completo. En sus ramas estaba plasmado el linaje de su familia. Había decidido que le dieran un retoque al mural, pues comenzaba a deteriorarse un poco. Darkar no había tenido ni el más mínimo interés en conservar la imagen. No pudo evitar fruncir un poco el ceño ante ese pensamiento.
—¿No es de su agrado? —la decepción se veía en los ojos del artista.
—Tranquilo, has hecho un buen trabajo —le aseguró Cedric—. Sólo quiero hacer unos cuantos cambios.
—¿Como cuáles?
—En primer lugar, no quiero ver el rostro de mi padre en este muro —declaró, a lo que el artista coincidió—. Fueron tiempos muy oscuros para nuestro pueblo y no considero que deba ser recordado, así que asegúrate de quemarlo o borrarlo. Quiero que el rostro de mi madre permanezca como la reina que era.
Luego de dar indicaciones de que sus hijas formaran parte del árbol, salió a toda prisa, pues tenía algo más que hacer en la otra ala de la mansión. Era momento de iniciar su ritual de coronación. La habitación era igual de elegante que el resto de la mansión, pero esta no tenía nada más que una gran alberca en su interior, la cual, en lugar de tener agua, contenía un espeso líquido blanco. Estaban ahí presentes todos los que debían presenciar su renacimiento, así como su esposa –quien había sido transformada nuevamente– y Los Antiguos. Leia le daba fuerza con la mirada, mientras lo acompañaba al vestidor para que pudiera reemplazar su ropa por un albornoz negro. Cuando ambos regresaron, uno de los miembros se adelantó a hablar.
—Desde este momento, damos inicio al ritual de coronación del nuevo rey de la nación —informó, manteniendo ese semblante solemne que caracterizaba a ese grupo de vampiros veteranos. Volteó a ver a Cedric para darle las indicaciones—. Tendrás que estar sumergido en el elíxir de la nueva vida durante veinticuatro horas. Habrá muchos cambios en ti, pero, sobre todo, deberás sobrevivir.
Había oído hablar sobre el famoso ritual en varias ocasiones, pero nunca había podido presenciar uno. Darkar fue coronado a pesar de no tener la sangre de su familia, y, por órdenes suyas claro, no pasó por dicho proceso. Se quitó la única prenda que llevaba y se adentró a la alberca como llegó al mundo. Quedó casi completamente sumergido, a excepción de su cabeza. Quería ver a su mujer una última vez. Finalmente, el líquido lo envolvió por completo, trayendo consigo un extraño sopor que no tardó en invadirlo. Comenzó a tener extrañas visiones del pasado. Pudo ver a sus progenitores en ellas, lo que le permitió recordar lo dulce que era su madre. No obstante, un recuerdo reciente venció a todos los demás.
Sentía una gran urgencia por terminar lo que tenía pendiente, a pesar su estado tan deplorable. Como no podía recorrer grandes distancias, tenía que utilizar una silla de ruedas. Leia y Alyss trataron de hacerlo razonar, pero al ver que aquello era imposible, le insistieron en que lo acompañarían. Los tres se dirigían hacia el centro de la aldea, donde aún yacían los restos de la guerra. Cedric no pudo evitar sentirse culpable por los estragos que provocó el terrible suceso. Su padre y su ejército habían destruido esos edificios construidos por la antigua civilización persa. Le parecía injusto que los apaches tuvieran que reconstruir el pueblo.
—¿Dónde está su cadáver? —preguntó el vampiro, tras saludar a Silver.
El apache sabía que se refería al causante de todo esto.
—Tuvimos que retirarlo para que nadie pudiera verlo… No era muy agradable —murmuró un incómodo Silver—. No se preocupe, lo traeré enseguida.
Llamó a Kalim para que le ayudara. Unos minutos más tarde, ambos regresaron con un ataúd de grandes dimensiones. Cedric se sorprendió al ver eso; entendía que su padre no merecía estar dentro de un féretro digno, pero no dijo nada más.
—Podemos llevarlo a donde tiene pensado enterrarlo —su esposa e hija estaban algo sorprendidas—. Porque creo que eso hará, ¿no?
No les tomó mucho tiempo llegar a un lugar bien apartado de la aldea. Cedric les indicó que podían bajarlo, y les agradeció el favor. Una vez que los apaches se retiraron, el patriarca miró a su esposa.
—¿Podrían dejarme a solas con él? —les pidió—. Sólo tomará un momento.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, cariño? —inquirió Leia, preocupada.
—…Tengo que cerrar este capítulo de mi vida.
Alyss le hizo ver a su madre que su padre necesitaba darle un final a esto. Luego de que se quedara solo, observó el ataúd cerrado, pues no tenía pensado abrirlo para ver lo que quedaba de su "padre". Suspiró y alzó su mano para dejarla sobre la madera. Había un hueco profundo preparado a su lado, para enterrarlo.
—Creo que no es necesario que te diga lo mucho que has fallado como vampiro, como rey… pero más como padre —admitió, sin quitarle la vista de encima. Aún sentía una opresión en el pecho, pero ya no sentía odio. Su hija tenía razón, no era nada sano odiar—. Sin embargo, de verdad lamento que el odio y el rencor te hayan consumido por completo. Espero que ahora puedas encontrar la paz… Ya te he perdonado.
Utilizó sus poderes para que el cajón descendiera en lo profundo del hueco, así luego lo cubriría con tierra. Cedric sintió un malestar general que lo hizo perder el equilibrio por un momento. Sabía que perdería la consciencia en breve.
—Adiós, padre… —susurró.
Despertó de golpe. Notó que aún estaba sumergido en ese halo blanquecino que no tenía fin. Aquello no había sido más que un sueño. No supo cuánto tiempo se tardó ahí, pero sintió la necesidad de salir. Así que, se sentó y tenía todo el torso fuera de la alberca. El líquido viscoso teñía su cuerpo de un blanco fantasma.
—Amor…
Su esposa estaba afuera, aguardándolo con una toalla. Cedric se dio cuenta que estaban solos. Supuso entonces que había superado las veinticuatro horas. Se acercó a la orilla de la alberca para salir, aceptando la toalla que le tendía Leia para quitarse los rastros del elixir de la nueva vida. Estaba terminando cuando el grito ahogado de su mujer lo alertó. Se volteó hacia ella y notó que lo miraba casi anonada.
—¿Qué sucede?
—…Mírate en el espejo.
Confundido, obedeció a su mujer y se acercó a la única superficie reflectora del lugar. Abrió los ojos a más no poder. Su cabello ya no era morado como el de su padre, sino que había cambiado a un color blanco-platinado. Como no llevaba la usual cola de caballo, notó que su fleco creció levemente al punto de cubrirle la frente. Además, tenía incrustada una pequeña gema morada en el medio mismo de la frente. Ese drástico cambio, más que perturbarlo, lo alivió de cierta manera. Nunca le gustó parecerse tanto a Darkar… Ahora se parecía más a los miembros de su linaje, en especial al primer rey, Lord Arkansas Blair.
—Vamos, te esperan afuera —recordó su mujer, al darle ropa para vestirse.
—Creo que nos esperan a los dos, tú también serás reina.
Leia soltó una risita, y esperó a que su marido estuviera listo. Ambos salieron de aquella habitación, hasta llegar a la puerta principal de la mansión. Los guardias, que estaban adentro, abrieron las puertas para ellos. Como era el atardecer, no les hizo daño la luz del sol. No esperaba que todo el reino estuviera presente en su coronación, pero tenía sentido. Era vitoreado y aplaudido, y esto lo puso algo incómodo. Dos miembros de Los Antiguos se acercaron él y a su esposa. Traían consigo un par de coronas que sólo se utilizaban para esta ocasión. Cada uno le colocó su respectiva corona y retrocedieron un poco, para luego hacer una ligera reverencia. Todo el pueblo imitó dicho acto, incluso su hija y futuro yerno, quien la había acompañado para que no estuviera sola. Hao sonrió de lado, burlón.
Mientras estaba realizando el juramento aristocrático junto a su mujer, pensó en los cambios que haría. Ya no habría distinciones entre especies, tanto en guerras como en el amor. Tendría que trabajar para que los suyos no cazaran de forma indiscriminada a los seres humanos. Tampoco permitiría que utilizaran humanas para procrear a los vampiros puros. Si había quienes querrían ser padres, debían buscar otra alternativa. Pensó también en hablar con los gemelos para evitar los conflictos y las cazas de los suyos. Si quería exigirle a su pueblo que respeten a la humanidad, esperaba que ellos hicieran lo mismo. Leia lo trajo a la realidad de nuevo, tomando su mano y observando hacia el frente.
—Lord Cedric y Lady Leia, que su reino sea tan glorioso como nuestra orgullosa raza siempre lo ha sido. ¡Larga vida a los reyes de Ascantha! —exclamó el más viejo de Los Antiguos.
El coro del pueblo no se hizo esperar.
—¡LARGA VIDA A LOS REYES DE ASCANTHA!
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Luego de volver de su viaje a Ascantha, Hao había tomado una decisión. Estaba muy nervioso, pues se la comunicaría a su hermano en un rato. Esperaba a Yoh en la habitación que compartía con Alyss para hablar con él. Su opinión era una de las que más le importaban, así que tenía miedo de lo que pensaría. Seguían recobrando fuerzas, pero Fausto les había prohibido siquiera intentar utilizar sus poderes. Justo a causa del inicio de clases tenía que hablar con su gemelo, pues la escuela comenzaría en unos días y tendría que empezar a buscar la solución a su problemática. Dio un ligero sobresalto cuando escuchó que abrían la puerta, aunque se alivió al instante al notar que se trataba de su hermanito.
—Oye, llevo cinco minutos esperando —bromeó, ganándose una risa de Yoh.
Este se acercó para poder sentarse a su lado en la cama.
—¿Estás bien? —quiso saber, cambiando su semblante—. Te noto algo extraño.
Aún le sorprendía lo mucho que lo conocía en el poco tiempo que llevaban juntos.
—Nada grave, o al menos eso creo —intentó calmarlo. Desvió un poco su mirada al piso—. Cuando estábamos en la Sociedad del Shaman King, me di cuenta de algo. No puedo seguir teniendo tantos problemas si ahora gobernaremos sobre los humanos, Yoh. Un rey tiene que ser alguien que desborda confianza todo el tiempo, que sepa lidiar con su enojo… y, en especial, que pueda amar a los seres humanos —levantó la vista, para mirar a su sorprendido hermano—. Yo… ya no quiero seguir odiando.
—Eso es increíble, Hao —comentó Yoh con una sonrisa—. Es una decisión muy sabia de tu parte. Estoy muy orgulloso de ti.
…Orgulloso. Su gemelo no lo sabía, pero esa palabra le daba más ánimos para seguir con su plan. No debió dudar en que tendría su apoyo siempre.
—Gracias… Pensé que tal vez podría recibir terapias con Maya —finalmente le confesó la idea que tenía en su cabeza—. Mira, tú fuiste con ella y recuperaste tu esencia. También desconfiabas de los demás, aunque no llegaste a empeorar tanto como yo. ¿Crees que ella también podría ayudarme? Tengo miedo de que mi situación ya no tenga arreglo.
—No tienes nada que temer —le aseguró Yoh, poniendo una mano en su hombro y viéndolo—. Maya logrará tener tu confianza muy rápido. Puedes hablarle sobre lo que te pasa y jamás te juzgará. Los psicólogos son así, sólo buscan ayudarte. ¿Nunca fuiste a ver a uno?
Hao dudó en responderle un momento.
—…Bueno, papá me llevó a ver a uno durante un tiempo. Llegué a tener algunas pesadillas por lo que sucedía en Osaka —soltó por lo bajo—. Odiaba las terapias, creía que eran una pérdida de tiempo porque mi miedo no se iba. Así que decidí fingir que me había curado.
Su hermano menor no sabía que decir. Sabía que lo de Hao era muy serio, pero algo le decía que la historia no terminaba. Se sorprendió al ver la sonrisa amarga que había aparecido en el rostro de su gemelo.
—¿Quieres saber cómo surgió esa máscara que uso todo el tiempo? —preguntó, riendo fingidamente.
Hao utilizó su Reishi para mostrarle lo que había sucedido hace unos años atrás.
Un niño castaño de nueve años caminaba por los pasillos de su nueva escuela, acompañado por sus fieles amigos. Nichrom y Redseb estaban tranquilos, pues creían que Nagoya sería igual de buena que Yokohama. Sin embargo, él no tenía el mismo presentimiento. Algo le decía que los niños de ese lugar no lo tratarían como en aquella ciudad que tanto le gustaba, y que lastimosamente tuvo que abandonar por el nuevo trabajo de Mikihisa. A lo mejor, si fingían, nadie sabría que los tres eran shamanes. No tenían por qué enterarse de su pequeño secreto.
…O eso fue lo que pensó. Sólo pudieron estar tranquilos una maldita semana. Luego de eso, regresaron los insultos e intentos de golpearlos. Incluso las niñas lo miraban mal. ¿Y los profesores? Ellos brillaban por su ausencia. Nadie hacía nada para detener ese terrible bullying, por lo que Hao decidió que tendría que detenerlo él mismo.
—Escuché que estos insectos vienen de Yokohama porque quisieron quemar su escuela —se burló un chico mayor.
Los niños no decían nada, porque no querían tener más problemas. Temblaban de pies a cabeza sin poder evitarlo. Los estaban rodeando un grupo de niños de doce años, quienes se burlaban abiertamente de ellos.
—…Entonces no podemos permitir que hagan lo mismo con la nuestra —señaló otro. Tomó a Redseb del cuello de la camiseta y lo levantó, arremetiéndolo contra uno de los casilleros—. Deberíamos deshacernos de estos dos antes de que nos lancen alguna maldición. Luego buscaremos al otro para hacer lo mismo.
Los matones no contaban con que Hao estaba escuchándolo todo, y decidiría intervenir de una vez por todas. Se despidió mentalmente de aquel niño inseguro y temeroso, para mostrarles la nueva actitud que tendría en esa escuela.
—¡Suelten a mis amigos, imbéciles!
Por primera vez, Hao mostró sus poderes y utilizó el fuego para poder asustar a sus agresores. Los niños salieron corriendo, pues tenían varias quemaduras en los brazos. El shaman de fuego ayudó a sus amigos a levantarse, y se alejaron de la escena. Era una suerte que estuvieran en el receso. Se escondieron en un pasillo para librarse del castigo… Era un hecho que los profesores no les iban a creer y Hao era consciente de esto.
—¿Qué hiciste, Hao? —preguntó Nichrom, entre susurros—. ¡Ahora tendremos muchos problemas! ¡Los niños te temerán! ¡Será peor que antes!
—…No lo permitiré —aseguró un confiado Hao—. No me importa que me tengan miedo, ni recibir el desprecio de todos. Nadie volverá a meterse con nosotros… porque ese será el peor error que podrán cometer en sus cortas vidas.
Sus amigos lo miraron un poco asustados. Sabían que Hao sólo estaba fingiendo ante los demás, y con ellos se comportaría igual que siempre. Era la máscara de protección que había creado. Lo que ninguno de los tres sabía era que la dichosa máscara terminaría apoderándose de Hao… actuando así frente a todos, por la desconfianza que tenía en general.
—Ahora entiendo que no fue la mejor decisión que pude tomar, pero fue lo único que se me ocurrió en el momento —confesó Hao, sintiéndose un poco mal—. Al final tuvo sus consecuencias, y por eso soy tan agresivo cuando me hacen algo a mí o a mis seres queridos. Siento tanto odio hacia los humanos, y sé que tal vez no todos son así. Por eso, quiero solucionarlo… antes de que sea demasiado tarde. Antes de volverme… Darkar.
—Oye, no digas eso —susurró Yoh, poniendo ambas manos en sus hombros—. Tú no eres como él, no quieres destruirlos.
—…Aún —vaciló—, pero sé que eso está mal y quiero arreglarlo. Quiero cambiar antes de que algo en verdad malo pase.
—Tranquilo, todo estará bien —su hermano le sonrió un poco—. Recuerda que tendrás el apoyo de Red y Nichrom, de nuestra familia… de Alyss… y también el mío. Estaré para ti siempre que me necesites —le recordó, sin borrar su típica sonrisa del rostro—. Tal vez no será fácil, pero no estarás solo en este camino. Lograrás convertirte en una nueva persona de la que estaremos muy orgullosos.
Calló abruptamente al notar que Hao estaba llorando. Las lágrimas brotaban de sus ojos, sin que pudiera contenerlas. Las palabras de su gemelo habían logrado conmover su helado corazón.
—¿Por qué eres así conmigo? —preguntó el mayor, sintiendo que su voz se iba a quebrar en cualquier momento—. Siempre dices todo lo que necesito oír y… apuesto a que serías capaz de bajarme las estrellas, si eso me haría sentir mejor. Me siento mal porque tú me has ayudado tanto, y yo siento que he hecho poco por ti. No te he dado casi nada a cambio.
—Claro que sí —murmuró Yoh, contagiándose de su llanto—. Me has dado todo tu amor y tu apoyo, y eso es más que suficiente para mí.
Hao no pudo contenerse más y se largó a llorar con ganas. Yoh lo abrazó y quiso tranquilizarlo a pesar de que él también se sentía mal. Su hermano no merecía haber sufrido de esa manera durante su niñez. Sólo fue un pequeño que recibió maltrato por rumores estúpidos que inventaban los demás niños. Hao necesitaba recibir amor y apoyo todo el tiempo. Confiaba en que se convertiría en la persona que anhelaba ser y él quería ayudarlo a lograr dicha aspiración.
Claro que lo ayudaré, pensó Yoh.
Estuvieron en silencio por un rato más, abrazándose con fuerza. Hao separó un poco su rostro del pecho de su hermano, para mirarlo a los ojos. Notó ese brillo de amor en los orbes oscuros de su querida otra mitad, lo cual hizo que sintiera gran alivio.
—Será mejor que nos separemos —habló con la voz temblorosa. Secó sus ojos como pudo, pues no podía moverse mucho en ese abrazo—. Kaoru podría venir en cualquier momento, y creerá que lo del incesto va en serio.
—…Pues que te valga, Hao.
Se separó de su hermano para mirarlo con sorpresa, sin poder creer lo que dijo. Se echó a reír fuertemente por su consejo. Yoh no era capaz de pronunciar una palabra soez, ni siquiera frente a él. Aunque no lo había hecho del todo, su pobre intento lo hizo sentir mucho mejor. El menor lo miraba con una pequeña sonrisa. Sabía que ese era el comienzo del largo camino que recorrerían juntos. El inicio de lo que sería su reinado sobre los demás shamanes, durante el cual buscarían la forma para cumplir el sueño de Hao. Un mundo donde todos pudieran convivir de manera pacífica. Iba a ser difícil, pero trabajarían juntos para lograrlo.
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Aw, qué adorable final de capítulo :3
¿…En serio creyeron que iba a matar a los gemelos? xD Ellos no merecían un final así. Por supuesto que tenían que volver con sus seres queridos :P Y lo mejor de todo es que ahora podrán estar juntos, sin importar lo que pase. Ya no habrá un malote que les hará la vida imposible.
Como siempre, algunas cosas las retomé del manga, como las armaduras y el oversoul de los Grandes Espíritus. Por muy genial que sea, no lo inventé yo.
¿Qué tal estuvo el capítulo? ¿Les gustó? Espero que sí, ya que está historia casi acaba. En la siguiente actualización podrán leer el último capítulo de este fic. No puedo creerlo que, por fin, le daré un final a esto xD
Gracias por leerme. Saben que pueden hacerme llegar sus sugerencias, dudas, críticas o comentarios en un lindo review. Son bienvenidos.
¡Nos vemos! ^^