Título: Pensé que era amor
Ranking: M (Lemon al final)
Advertencias: UA/Posible OoC/RE-EDICIÓN terminada/Saltos temporales/Primera persona.
Pareja: SesshKag
Disclaimer: Todos los derechos de creación son de la maravillosa Rumiko Takahashi.
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Familia de extraños. Parte II.
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El sonido de la puerta al ser azotada me trajo de nuevo a la realidad. No podía creer lo que había oído, y a la vez sentía que debería dejar de sorprenderme de una vez por todas con tantas cosas que había descubierto y las innumerables ocasiones que había repetido esa frase ya.
InuYasha me miró receloso, probablemente analizando mi expresión para saber cómo actuar y era obvio en su nerviosismo que mi rostro no debía ser precisamente amigable en ese instante.
De alguna manera me sentí… engañada.
Más que de costumbre. No era mucho el tiempo que había pasado con la pequeña, sin embargo formé un vínculo que yo creí fuerte por sentirme unida y empática con su situación familiar, pero ahora saber que el tonto era su hermano resultaba como mínimo… extraño. Había dado por sentado que de alguna forma estábamos conectadas y ahora me daba cuenta que siempre fui para ellos una completa extraña.
Nadie de esa familia había confiado en mí desde el inicio, ni siquiera la más pequeña y aunque estaba segura de que ella solo era influenciada por los adultos y no era su culpa me resultaba imposible dejar de sentirme herida.
Nunca me lo hubiera imaginado, ellos ni siquiera actuaban como hermanos, se suponía que Sesshoumaru era su padre. Rin incluso llamaba tío a InuYasha… Podía presentir que había un lado demasiado turbio detrás de aquél secreto.
Y si algo había aprendido por lo menos es que mis malos presentimientos tienden a ser correctos.
—Kagome…—escuché al tonto llamarme con un deje de alivio. Mientras yo estaba entretenida deliberando aquél asunto parecía que él había aprovechado para hacer una llamada pues el celular que traía en la mano ahora lo estaba guardando. —Todo está listo, veremos a Rin en mi departamento y…
—¿En tu departamento? —cuestioné interrumpiéndolo. Era difícil entender que así de sencillo me iría lejos de la mansión que tanto odiaba y vería a la pequeña.
Ya no sabía si sentirme feliz de ver a quién me consideraba una extraña, y mucho menos me alentaba la idea de tener que relacionarme nuevamente con el albino. Por más que intentaba sonreír el agobiante presentimiento de que algo peor estaba a punto de ocurrir me impedía tranquilizarme.
—Sí, al parecer Sesshoumaru ya la había enviado a otro lado, Kaede me ha dicho que ni siquiera han desempacado —completó él.
Era demasiado extraño que el posesivo hombre que conocí durante esas pocas semanas fuera capaz de dejarla ir, así fuera para esconderla en otro lado. Eran excesivas las cosas aparentemente inocentes, pero anormales para el comportamiento que aquél hombre había demostrado. Que la casa estuviera vacía, que él permaneciera en su despacho completamente solo, como si esperara algo… o a alguien. Pero InuYasha no parecía pensar demasiado en ello pues sonreía despreocupado, tendiéndome la mano para tomarla y avanzar.
No quise darle demasiadas vueltas, ignorándolo, seguí los pasos del hermano mayor y salí de ese cuarto, escuchando al poco tiempo tanto las pisadas molestas así como los reclamos de mi indeseado acompañante. Este era un tema que debía analizar con cuidado, pero por ahora me daría un pequeño descanso mental.
Tenía lo que quería, Rin y mi libertad. Además había un tema pendiente a discutir, el parentesco de mí –por ahora- esposo y la castaña.
—Dime InuYasha…—murmuré lo suficientemente alto para que me escuchara. Era seguro lo que iba a preguntar y él debía esperarlo pues su semblante cambió a uno sereno y pensativo. Podría decir que incluso sus ojos reflejaban que el tema era doloroso, pero parecía dispuesto a hablar. —¿Cómo es que Rin y tu son hermanos…?
OoOoO
La quietud que ocupaba la habitación de su despacho fue la única presencia que le recibió al momento de abrir la puerta. Como había esperado desde el inicio, después de que cediera caprichosamente la custodia de Rin ambos se habían retirado de inmediato. No tardarían nada en localizarla pues estaba con Kaede y aunque le había ordenado expresamente no comunicarse con nadie sabía que desobedecería su orden a la primera llamada de su medio hermano.
Esa mujer sabía la historia completa de la familia Taishou, incluyendo el grave incidente por el que Rin fue concebida y el inicio de sus más desastrosos errores. El pasado del que se avergonzaba y que era imposible de detener desde entonces, pues aún a pesar de sus esfuerzos éste había regresado en el momento más inapropiado de la mano de aquella chiquilla de cabello negro y ojos castaños que ponía de cabeza su mundo, trayendo de vuelta el caos que creyó superar.
Una tonta que huyó de su pasado, que debía incluso obligarse de ser necesario a tener aquellos monstruosos recuerdos de regreso si había vuelto cuando no debió.
Se dejó caer exhausto sobre la silla, suspirando con tanta fuerza que sintió por un momento que dejaba ir todo el aire de una vida contenida en tan impropio gesto. Como supuso ninguno de los dos se había tomado la molestia de revisar los documentos en los que trabajaba en ese instante, incapaces de ver más allá de sus narices y advertir de sus acciones aún sin explicarlas.
Con un movimiento de manos abrió aquella carpeta que siempre tenía bajo llave, examinando el contenido que a ese punto ya sabía de memoria, sin ninguna expresión visible. Tomó uno de los papeles que encabezaban la fila de documentos oficiales y fotografías, era la copia del expediente policial con la versión oficial y retrato adjunto de la que fuera su esposa hasta hace poco, Kagura Aihara.
Asesinato, en proceso de investigación y sin sospechosos hasta el momento. Fue difícil de ocultar el hecho a la prensa amarillista y mucho más que no tuviera mayor difusión la nota pero con su poder lo logró. Lamentable que el alcance de su fortuna no fuera más allá de cubrir las cosas cuando ya habían pasado.
Dejó aquello para coger el segundo papel, un documento legítimo para establecer la disolución del vínculo matrimonial entre su medio hermano y la que hasta hace pocas horas residía en su casa. El hecho de que ambos creyeran que su matrimonio seguía en pie le daba las facilidades para actuar a sus anchas, moviendo los hilos detrás de escena para soportar las circunstancias y armar una nueva estrategia contra su adversario.
Era conveniente por el momento que su matrimonio pareciera legal.
No tenía ganas de llevar más lejos ese asunto, pero era necesario. El motivarla a ir contra InuYasha sólo fue una estrategia perfecta para mantenerla cerca y manipularla fácilmente pero había funcionado muy poco tiempo, no había contado con su actitud tenaz y la inoportuna intervención del idiota.
De ella recordaba mayormente sus grandes berrinches y la manera tan obsesiva en que los seguía a él y a InuYasha a todos lados, sin despegarse de Kikyou. Antes la creía una llorona que no sería capaz de soportar ningún golpe fuerte como hasta ahora, sin embargo cuando la reencontró y poco a poco fue tratando con ella se dio cuenta de que aún podría guardar algunas sorpresas.
Y a Sesshoumaru Taishou definitivamente no le gustaban las sorpresas.
Deseaba a alguien a quien manipular fácilmente, para mantener la desesperante situación que se vendría bajo control. Incluso para mantenerse él mismo bajo un estricto control. No era como el idiota de su medio hermano que se lanzaba ante la menor provocación, pero era ineludible el hecho de que debía calcular cada uno de sus pasos.
Era cuestión de vida o muerte.
—¿Por qué tan pensativo, Sesshoumaru?
El eco de aquella asquerosa voz lo hizo elevar la mirada hasta el dueño de aquella desagradable presencia.
—Naraku, que sorpresa verte —exclamó seco, clavando sus gélidos orbes en dirección al intruso que descaradamente había irrumpido en su despacho. Tal como lo esperaba después de las inconscientes acciones de Higurashi. —Es realmente extraño, considerando que normalmente eres demasiado cobarde para venir en persona —añadió con una tensa pero desdeñosa sonrisa, tratando de imprimir el leve sentido de la burla a sus palabras, pero estaba demasiado rígido para sonar más que agresivamente sincero.
El hombre de cabello negro río divertido, entornando sus ojos por la habitación y analizar los alrededores antes de continuar con su diálogo.
—Veo que estás bien acompañado —ironizó. —Pareces haberme estadio esperando, es un honor.
Se miraron fijamente, desafiándose con la mirada para continuar, antes de que el siniestro personaje hiciera un aburrido monólogo de sus circunstancias y diera vueltas sin sentido como siempre, Sesshoumaru decidió retomar su conversación primero para sentir que dominaba la situación.
—¿A qué has venido? —cuestionó cortante. Lo vio sonreír con burla, avanzando lentamente en su dirección pero se mostró imperturbable.
—Viendo que te han dejado solo, asumo que la pequeña Kagome no está en casa —acotó para sí mismo, agrandando la expresión socarrona, examinándolo detenidamente, como si intentara medir su reacción. —Tenía ganas de una conmovedora reunión familiar.
—¿De qué estás hablando? —profirió despacio, haciéndose el desentendido para intentar averiguar que tanto conocía él acerca de la verdad. Naraku se acercó confiado, dejando entrever en su mirada la respuesta.
Ya lo sabía absolutamente todo.
—Me has subestimado, señor Sesshoumaru —Su enemigo se dedicó a pasear cuál depredador al acecho por el frente de su escritorio intentando intimidarlo, más no dejaba de observarlo. —Tú mismo has hecho posible todo.
—No entiendo a lo que te refieres.
—La niña —dijo en tono más grave, obteniendo su desconcierto involuntario. Agradado por la pequeña pérdida de ese semblante indiferente que logró obtener, continúo en su papel de hombre perspicaz que intentaba adivinarlo todo mediante una mirada. Probablemente, a estas alturas era verdad. Si Naraku se había tomado la molestia de ir en persona a pesar de los riesgos por una segunda vez es que estaba seguro de tener todas las cartas en la mano. —Admito que tardé demasiado en descubrirlo, pero finalmente el hecho de que existiera una heredera de mi querida Kikyou dejó de ser un secreto hasta el momento en el que la trajiste a vivir a esta casa.
—¿Qué demonios dices…? —increpó furioso, batiendo las manos con fuerza contra el escritorio de caoba y tomando altura al elevarse de su asiento por inercia.
Los ojos siempre fríos se abrieron enormes hasta el punto de dolerle el reestiramiento de la frágil piel de los párpados. Sus pupilas dilatadas apenas podían distinguir la pose victoriosa y el semblante arrogante de su enemigo al momento de dar a conocer aquello.
—Así es, señor Sesshoumaru…
Si el mal nacido no se estaba solo burlando, quién había provocado el regreso de sus propios demonios había sido él y no aquella pelinegra.
Asumió erróneamente que Naraku conocía a Kagome desde hace años, más concretamente, cuando se creyó forzado a buscarla para protegerla y envío a InuYasha en su búsqueda causando que su idiota hermano menor se enamorara y se casara con ella, olvidándose de lo que debía transferir el dinero sin que ella se diera cuenta y dejarla vivir en el anonimato.
Sesshoumaru se tensó, aferrando los reposabrazos con fuerza suficiente para blanquear sus nudillos, captando la verdadera intención que escondía aquella frase, más no se permitió demostrarlo.
No tenía miedo, su poder financiero y sus contactos eran mucho mayores a los del pelinegro, quién después de perder su cuantiosa fortuna había desaparecido por muchos años del bajo mundo. Incluso él, que sus tratos eran en la superficie tenía renombre en el mercado negro y sus actividades ilícitas por la gran estafa a uno de sus hombres principales, Naraku, y el incidente que no quería recordar.
Ahora no podía decir que le sorprendía la repentina aparición de Naraku en sus terrenos, su propio error al colocar a Kagome Higurashi de vuelta en el mapa prácticamente lo había invocado muy a su pesar.
Él, que se jactaba de ser perfecto, había cometido el más absurdo de los errores al suponer que Naraku desconocería para siempre la existencia de esa niña y ahora se la había puesto en bandeja de plata.
—¿Qué es lo que sabes? —interrogó apesumbrado, esperando que no conociera todo de lo que no debía enterarse jamás.
Naraku sonrió, esbozando una sonrisa guasona y aquella frase que estaba ansioso por decir desde el inicio.
—Tengo ganas de conocer a mi hija.
OoOoO
InuYasha me había guiado en silencio a la avenida principal y me obligó a abordar un taxi junto a él. Hasta el momento había estado dispuesta a respetar su necesidad de ordenar sus pensamientos por la melancolía que reflejaban sus ojos, sin embargo me estaba cansando. Si no había exigido respuestas ya era porque no era un tema que me parecía apropiado discutir en un espacio abierto.
—InuYasha…—exclamé, dispuesta a proponerle discutir el tema en casa ante las miradas curiosas y el ansia de escuchar nuestra conversación del conductor, pero su sonrisa cansada me detuvo de ello.
—Lo siento —se excusó. —No es algo fácil… Y en realidad nunca lo había dicho antes, así que no estoy seguro de por dónde empezar.
—Ah, entiendo —respondí sin saber que más decir. La que armaba dramas y formaba ese clima de tristeza entre ambos siempre era yo, así que tampoco sabía muy bien cómo actuar. ¿Consolarlo, alentarlo, presionarlo o dejarlo ser? Le dirigí una mirada de ayuda al chófer ya que estaba tan metido en el tema como yo, pero él sólo se encogió de hombros como diciéndome que no lo forzara.
—Kagome… —me llamó de pronto, yo volteé a verlo por reflejo. —Quizás no es toda al historia aun, pero necesito decírtelo —y se tomó la libertad de unir nuestras manos al decirlo, más no pude soltarme sin tener la extraña sensación de sería muy incómodo para él si seguía mis impulsos. Sus ojos que siempre miraban arrogantes y confiados estaban serenos, fijos con una necesidad de entendimiento y fui incapaz de negarle la mirada. —Es muy importante que me escuches ahora, y que confíes en mí a futuro…
—InuYasha… —interrumpí al saber que mi gesto delataría la ligera burla ante su petición. —Sabes que, por más cosas que me hallas explicado, confiar es…
—Difícil, lo sé —terminó de decir por mí. —Pero créeme cuando te digo que, si había algo que yo quería que tu tuvieras, es la felicidad que hay en el olvidarlo todo.
—¿De qué demonios estás hablando? —exclamé ya más alarmada. —¿Tú también sabes que es lo que no puedo recordar? ¿Qué es tan grave qué…?
Peor no pude terminar pues el acalló mis preguntas con un ligero beso que me robó. Sorprendida, molesta y ruborizada, me lancé a darle golpes por el atrevimiento, sin pensar en que ya no me producía la misma sensación de anhelo que antes y sólo me atacaba la impotencia de la humillación sufrida.
—¡Óyeme bien hijo de…!
—Kikyou no es la verdadera madre de Rin —Confesó de pronto, deteniéndome.
—¿Qué?
—Rin no es hija de Kikyou, ni Sesshoumaru es su padre. Él la adoptó recién nacida cuando consideró que yo era un estúpido irresponsable que no podría hacerse cargo de una niña a la que odiaba.
—¿Tú la odiabas? —cuestioné sorprendida de aquello que pudo pasar para que las cosas terminaran así. Más él no dejó de lado su repentino momento de sinceridad y continúo contestando a mis palabras con más revelaciones.
—Esa niña… es hija de mi madre, Izayoi Taishou. Eso es lo que la vuelve mi media hermana.
Podía jurar que el mundo se vino abajo cuando escuché una de las más grandes verdades que cambiarían mi vida. Incluso, sin estar del todo enterado en el tema, el chofer casi provocó un accidente al ver el semblante iracundo y tembloroso de InuYasha, quién parecía a punto de echarse a llorar.
Como pude lo sostuve, dejando que derramara el dolor de aquella gran herida que pronto conocería más a fondo, en carne propia.
OoOoO
Notas de Kou: ¿Quién actualizaría un fic de madrugada? *Kou: ¡Cielos, tres de la mañana! –prende su computadora para escribir-* Si algo he aprendido de mis errores es a que mis promesas se vuelven inversas, si digo "no tardo" el mundo se confabula para que me tarde meses en actualizar. Ya ni cara tengo para pedir disculpas, muchas cosas pasaron en mi vida que le dieron la vuelta.
El capítulo original que escribí está perdido, así que aproveché un sueño dónde recordé lo que tenía escrito en esencia y mi falta de sueño. Lo de Rin sigue sin aparecer pero creo que he dejado suficientes pistas y la revelación de un secreto por lo pronto.
Para las que estaban preocupadas por mí, muchas gracias, de todo corazón se los agradezco. El asunto se resolvió con mi madre finalmente después de muchas cosas. Fue curioso que mi madre huyera de casa y regresara como niña arrepentida, que a eso le siguiera la huida de una semana de mi hermana. Tomamos terapia y la verdad es que nos ha ido mucho mejor. Arg, me da vergüenza ser un espécimen de drama continúo, pero me anima saber que sólo en este fic lo saben –una que otra cosilla en los otros- Un abrazo enorme y miles de chocolates para los que me leen en fics de otros fandoms, me di cuenta que especialmente DL xD
No contesto reviews porque ya ni se han de acordar que pusieron, pero quiero decirles que las amo y… Arg, no. Sin promesas porque se me regresan feo. Estoy enfocándome en mis historias olvidadas, espero que nos leamos pronto.
PD: Fanfiction anda fallando estos últimos meses pues a veces no me llegan las alertas, una disculpa.