Titulo: Enseñándole al Tiempo

Renuncia: Esta historia está basada en los personajes creados y es propiedad de JK Rowling, de varias editoriales pero no limitada solo a los libros de Bloomsbury, ScholasticBooks y los RaincoatBooks, y Warner Bros,. Inc. No se está tomando dinero de aquí, y no se pretende tomar los derechos de la autora.


Capítulo Diez: Vacaciones de verano, parte II.

Donde la oscuridad es casi permanente, la luz, da miedo ― Antonio Gandía.

Hermione se mordió los labios con nervios mientras se encontraba sentada en una silla de madera y observaba la figura tendida de Tom Ryddle frente a ella. Sus ojos azules estaban cerrados y por primera vez la adolescente pudo notar lo espeso de sus pestañas. Su usualmente impecable cabello ahora no era más que un revoltijo de hebras negras que iban en todas direcciones, y la piel de su rostro se pegaba más al hueso de su pómulo dándole a entender que estaba más delgado de lo que ya habitualmente era.

La castaña dejó de mirar el cuerpo del desmayado Ryddle, cuando un ligero pop resonó en la estancia y Wanda, la elfina doméstica que les había auxiliado, apareció sosteniendo una botella de vidrio entre sus manitos. La adolescente recibió el envase notando como un líquido carmesí se mecía de un lado a otro. Se levantó de su asiento y se arrodilló en el suelo quedando una altura adecuada para lo que haría a continuación. . . Una intrépida y atrevida gota de nerviosismo paseó por su mejilla y se deslizó por su piel perdiéndose entre sus ropas. Sentía dentro de ella como si estuviera violando la póliza de alejamiento que el Slytherin solía tener con los demás.

Pero era por su bien…

Para entendernos mejor; Hermione había solicitado a Wanda si podría traerle una poción - dudaba que en aquella casa no hubiera un botiquín con toda clase de pociones - nutritiva y que le ayudara a disminuir el dolor sin sedar por completo al mago. No era una experta en conocimientos de medimagia pero al menos conocía lo básico respecto a cuidados. Ya había emitido una serie de hechizos en el cuerpo del adolescente en busca de un hueso roto o dislocadura pero afortunadamente no encontró ninguna. De haberlo encontrado, realmente hubiera sido muy difícil reprimirse los deseos de ir a hechizar el trasero de esa famélica y estirada vieja inglesa.

Dando un suspiro en alto para calmarse, destapó la botellita y forzó la poción por la garganta del desmayado Slytherin, se ayudó de su varita para que no se atragantara. Sus manos temblaban pero sabía que estaba realizando lo correcto, la adolescente no tenía idea de cuánto tiempo él había sido privado de alimento o de una apropiada dormida sin estar sujeto tal y como lo había estado.

Finalmente Hermione se levantó de su sitio y dando tumbos hacia atrás se sentó en una butaca tamaño personal. No se atrevía a avanzar tan lejos curando el cuerpo del adolescente mago, después de todo, por muy angelical e inocente que se viera durmiendo, desmayado, cuando despertara y sus fríos y carentes de vida ojos azules se recobraran, sería alguien totalmente diferente.

Los ojos color miel de la castaña se desviaron hasta una mesa de refinada madera a un costado de su brazo derecho, allí, yacía una varita de inocente aspecto ― como su dueño ― como si ella no fuera a ser la culpable de los atroces crímenes que cometería Tom Ryddle en un futuro. Varios escalofríos recorrieron por su piel al imaginarse que esa misma varita en un pasado/futuro había cesado con la vida de los padres de su mejor amigo, y causado desgracia y estragos al mundo entero.

Una parte de ella le gritaba que la tomara entre sus dedos y quebrara en dos aquel objeto mágico que usaba de núcleo ― según Harry le había dicho ― una pluma de fénix. Sabía que le haría un favor al mundo entero deshaciéndose de Tom Ryddle antes de que fuera una verdadera amenaza para Europa y el mundo entero.

No. . . No podía. ¡Ella no era una asesina! Tú no, le dijo una parte severa de su mente, pero el sí.

La castaña se congeló en su sitio tomando el peso de sus pensamientos, la consecuencia de sus propias acciones. ¿Es que acaso no pensaba? Muchos magos la habían felicitado por su inteligencia pero precisamente unas horas atrás no se había tomado la molestia en meditar, sino que había salido corriendo ― literalmente ― por las calles de Londres buscando una dirección que ni remotamente conocía. Pero lamentablemente, nuestra castaña no era una Slytherin de corazón, quien no se le hubiera cruzado por la mente tales acciones tan arriesgadas, en el fondo de su corazón ella era una verdadera Gryffindor, valiente y que luchaba por defender a aquel que sufría de injusticias. Estaba en su verdadera naturaleza, y a pesar de estar en otra casa y convivir con otra clase de personas, serpientes, nunca olvidas quien eres y de dónde vienes.

Contenta con la excusa que se había dado, Hermione giró su rostro revisando su alrededor por primera vez en un vano intento de distraerse. Notó que se encontraban en el mismo vestíbulo en el que habían aparecido un rato atrás. La habitación tenía altas paredes de color crema y de ellas colgaban retratos de diferentes paisajes. El suelo era de una brillante cerámica altamente decorada y al final de la estancia se alzaba una alta chimenea donde a su lado pilares y una repisa de mármol blanco le resguardaba. Por primera vez, la adolescente tuvo tiempo de contemplar una alta ventana pero no pudo ver su paisaje, puesto que unas pesadas cortinas le tapaban la vista y no sería ella, por curiosa, quien las movería.

Finalmente, dio un último vistazo al reloj de cuerdas que hacía un molesto tic― tac, y comprendiendo que aun era temprano se acomodó en la butaca y cruzó sus delgados brazos sobre su pecho. Su cuerpo le estaba cobrando la factura tras aquella alta dosis de adrenalina que había vivido y sus ojos miel se cerraron agotados. Su último pensamiento fue que tendría que volver al Caldero Chorreante antes de que Harry despertara y no la encontrara, porque eso sería un verdadero caos.

._._._._._._.

La siguiente vez que los ojos de Hermione Granger se abrieron, deseó no haberlo hecho. En realidad, no se había despertado ella misma, sino que había sido el suave susurro de su apellido lo que terminó por hacerle abrir los ojos.

― Granger ― escuchó en su sueño, pero en realidad no era más que Tom Ryddle que estaba demandando su atención. Hermione se encontraba con su cabeza reposando en el brazo de la butaca y al abrir sus ojos se encontró con la peculiar mirada del mago, por lo que se incorporó de un salto e inmediatamente sintió sus músculos agarrotados por la posición en la que se había encontrado durmiendo. Al notar su fría mirada, todo rastro de sueño se desvaneció mientras le observaba atenta.

― R-Ryddle ― tartamudeó la castaña, sin saber que más decir al encontrarse con la inquisidora mirada del joven sobre ella. Por unos segundos, Hermione notó como un brillo de confusión danzaba en su mirada, pero luego desapareció rápidamente como si nunca estuvo allí. Ryddle se había incorporado del largo sillón donde había sido acostado y al parecer había intentado, medianamente, ordenar sus cabellos dejando un resultado más. . . sexy, de lo normal. La castaña apretó sus labios sintiendo la tensión del ambiente llegar hasta niveles exasperantes. El muchacho se encontraba revisando la habitación en la que ambos estaban, sus ojos eran calculadores pasando de sitio en sitio, pero finalmente su mirada descendió, observándose a sí mismo como si quisiera comprobar su estado.

― ¿Qué has visto? ― murmuró el mago dejando de verse tras un largo tiempo, en el que parecía haberse quedado congelado estudiándose, para luego posar su mirada interrogante en Hermione.

― N-nada ― confesó la castaña inmediatamente a su acusación, ante la negativa que observaba en los ojos de Ryddle, tragó saliva y decidió explicarse mejor antes de que el mago se pusiera más alterado ― No sabía dónde ir, la elfina doméstica nos trajo hasta este sitio y cuando arribamos te has desmayado. Ryddle, prometo que no…

Hermione dejó de hablar al notar esta vez, como el inteligente Slytherin posaba sus ojos en una botella vacía que estaba tirada en el suelo. Yacía inocentemente en la alfombra de amplio pelaje, pero la mirada forzada del mago connotaba cuan de acuerdo estaba en que 'nada' había sucedido. Por un momento se elevó la comisura de sus labios en una mueca sarcástica, pero antes de dirigirse a ella todo rastro de simpatía en él se borró. Sus labios rojizos se apretaron en una sola línea recta que solo se despegó cuando habló:

― ¿Qué es eso? ― demandó saber nuevamente, claramente hablaba de la botellita del suelo.

Hermione no fue consciente en el momento que la magia del muchacho se había liberado gracias a su propia furia, y entornó los ojos cuando una muestra del puro poder que despedía el mago colisionó contra su propia aura mágica. La castaña lejos de intimidarse, aunque si se había sorprendido, frunció el entrecejo molesta por las reacciones del mago y se levantó de su butaca.

― Estabas desmayado Ryddle; eso que ves allí, es una poción que muy amablemente le he pedido a Wanda que me otorgara. En caso de que no escucharas, estamos en la casa del creador de la sociedad de pociones por lo que es muy lógico que haya pedido algo para ayudarte ¿No crees? ― recalcó la castaña, con el sarcasmo puro en su oración. Finalmente, el Slytherin terminó con sus preguntas y Hermione volvió a su butaca tomando aire para llenar sus pulmones con oxígeno. A pesar de que los instigadores ojos de Ryddle seguían en ella, la pesada atmósfera que se había creado desapareció y la adolescente suspiró aliviada.

― ¿Cuándo terminará la guerra? ― escuchó que el mago preguntaba después de unos minutos de silencio. Hermione abrió los ojos sorprendida por su pregunta ― Tu debes de saberlo ― acusó, al notar su falta de respuesta.

La castaña asintió sin estar parcialmente convencida, sabía que Ryddle estaba informado respecto a que eran viajeros del tiempo pero tampoco quería darle una pista de cuantos años por delante estaban.

― En un par de años ― contestó parcialmente, dándole a entender que terminaría pero no diciéndole en qué momento. A su respuesta, pudo jurar como el pálido adolescente maldecía bajo su aliento y antes de escucharle hacer más preguntas de su viaje decidió cambiar el tema. ― Ryddle, tenemos que volver ―

― ¿Volver? ― Repitió el mago girando su cuello hacia Hermione para observarle detenidamente ― ¿Volver donde? ― exigió saber.

― D-donde me estoy quedando con Harry. En el Caldero Chorreante ― respondió ella, y luego de eso notó como el mago se relajaba en su lugar. ― Ryddle ― llamó por última vez Hermione ― No. . . No puedes volver allí. . . ese sitio. No. Te puedes quedar con nosotros Ryddle. . . ― terminó en un hilo de voz mientras retorcía sus manos, no obtuvo ninguna clase de respuesta del mago por lo que tomó su silencio como un sí y no hablaron más del tema.

Fue muy difícil poder sacarse de encima a la persistente y demandante elfina doméstica. Cuando Hermione la llamó para despedirse y agradecer su infinita amabilidad, la criatura mágica se negó a dejarlos ir aduciendo que debían de esperar hasta la próxima semana que llegara Héctor Granger para que les conociera. A pesar de que la castaña poseía en ocasiones un respeto por las personas, su terquedad y mañosería solía ganarle, por lo que sus replicas del porqué debían de marcharse eran cada vez más propias de un troll que las de una dama. Solo se vieron liberados cuando Tom Ryddle intercedió alegando que la señorita Granger volvería antes de comenzar el siguiente curso de Hogwarts.

Cuando el reloj marcó casi las ocho de la mañana, Hermione y Ryddle se despidieron del breve alojamiento de la mansión Granger y utilizaron los polvos flu para llegar hasta la chimenea principal del Caldero Chorreante. Una sensación de alivio le recorrió su cuerpo cuando pudo poner un pie fuera de la chimenea y se encontró con la conocida vista del restaurante. Ya habían algunos magos levantados tomando desayuno. La adolescente se giró con una cansada sonrisa al silencioso mago a su par, para preguntarle si quería tomar desayuno pero una bruja apareció a su lado antes de que pudiera decir algo.

― ¿Señorita Granger? ― escuchó que le decían ― ¡Oh Merlín! ¿Dónde ha estado usted?¿Sabe el susto que nos ha dado a mí y a Tom anoche cuando ha salido huyendo de aquella manera? ― dijo una alterada mujer parada frente a ella con un delantal blanco en sus manos y una bandeja repleta de vasos por lavar. Hermione reprimió un mohín de culpabilidad al verle el afligido rostro.

― Lo lamento mucho Anne ― confesó avergonzada la adolescente ― No era mi intención hacerles sentir…

― ¡Oh bobadas! ― Le cortó la mujer al notar por el rabillo del ojo a Ryddle, quien se encontraba parado al lado de la castaña ― Ya entiendo a lo que te referías cuando has gritado que irías en busca de un amigo. ¿Quieren tomar desayuno queridos? ― preguntó la mujer con una media sonrisa, dejando a la adolescente atónita ante el brusco cambio de comportamiento.

Como si todo fuese irreal, un sueño del que pronto despertaría, bruja y mago se vieron sentados en una mesa sin decir ni una sola palabra. Todo transcurrió demasiado rápido, ni siquiera pudo sentir el sabor de los alimentos que ingería. Presa del nerviosismo al terminar de un largo sorbo la taza de té, murmuró que iría a pagar y se levantó sin esperar respuesta del silencioso mago.

Cuando Hermione pagó la cuenta, aprovechó de pedir una tercera habitación de hospedaje para Ryddle. La castaña sabía que era un error la convivencia con el mago pero si la decisión estaba en sus manos no permitiría que alguien sufriera en un lugar como aquel. Aunque eso también significara realizar un reajuste en sus cuentas, puesto que ya había contemplado todos sus gastos y con una persona más todo saldría significativamente más caro.

― Aquí tiene, la habitación número trece subiendo los escalones a mano izquierda ― indicó Tom el dueño del Caldero Chorreante, extendiéndole una sobria llave antigua unida a un nudo de cuero negro. Hermione rodó los ojos ante el número tan prestado para las supersticiones y caminó de vuelta hasta la mesa donde un silencioso Ryddle terminaba una taza de té humeante. Sus ojos azules se elevaron hacia su figura cuando la vio aproximarse.

― Esta es la llave de tu habitación. Puedes subir y descansar un rato si lo deseas. Mi número de habitación es contigua a la tuya ― le informó posando la llave encima de la mesa, a un lado de su mano. ― Esto. . . tengo unas ropas nuevas en mi baúl. Las dejaré en tu puerta para que puedas cambiarte. Espero que descanses Ryddle ― se despidió, notando el mutismo que rodeaba al adolescente de hermosas facciones. Su mirada indiferente cambió luego de su última oración pero aun así no dijo nada y Hermione aprovechó aquel momento para retirarse.

Meses atrás, comprando un regalo de navidad para Harry y ella misma en Hogsmeade, se había topado en una tienda con el mago pidiéndole a una vendedora que le accediera pagar la cuenta de su ropa con su crédito del colegio. La mujer le había denegado puesto que no trabajaban con aquel crédito y conmovida Hermione las compró. Nunca se las entregó puesto que jamás encontró la oportunidad adecuada y finalmente las había dejado en el fondo de su baúl olvidadas. Claramente esta era la oportunidad perfecta. Cuando entró a su habitación las rescató de su olvido y con un hechizo de magia las dejó afuera de la puerta del joven donde solo él podía tocar el paquete en el que estaban envueltas.

Se mordió el labio pensando en que aún le falta explicarle a Harry todo lo sucedido. Eso no sería fácil. La experiencia le dictaba que su mejor amigo se sentía visiblemente incómodo delante de Ryddle y era bastante razonable después de todo. . .

Porque Hermione, el es Lord Voldemort.

La castaña lanzó su vestido a una esquina mientras sacudía su mente intentando liberarse del ritmo de sus pensamientos. Se puso su ropa de dormir y se lanzó con cansancio a su cama envolviéndose en las sabanas y dejando solamente su cabeza para poder respirar adecuadamente. Había sido una noche demasiado, demasiado, extraña y agitada. Lo último que pensó Hermione antes de dormirse fue que la personalidad de Ryddle había cambiado drásticamente, en Hogwarts era un frío y burlesco mago que respondía a cualquier palabra dirigida a él, mientras que en el transcurso de aquellas horas había demostrado todo lo contrario, apenas respondía y era más introvertido que nunca. . . Nunca se sabía con los cambios bipolares del mago.

._._._._._.

Horas después, contarle a Harry lo que había sucedido durante la noche fue más difícil de lo que imaginó. Sentada en el borde la cama de su mejor amigo, sus manos comenzaron a retorcer una esquina de su frazada mientras le relataba lo que había sucedido. La larga fila de expresiones que surcaron por el rostro de su amigo eran como una punzada de dolor y culpabilidad para ella. Lo que más le costó asegurarle era que se encontraba bien, puesto que alertado su amigo inmediatamente se preocupó por su bienestar, inquiriéndole si se encontraba herida o algo parecido. Tras muchas insistencias el lo dejó pasar no sin cierto deje de sospecha, pero aun así le dio espacio para que hablara y le contara. El rostro de Hermione se ensombreció cuando llegó a la parte del Orfanato, aun la ira bullía dentro de ella.

― ¿Un exorcismo? ― la interrumpió Harry, reuniendo las piezas y llegando a la misma conclusión que Hermione. ― ¿Le estaban practicando un exorcismo a Ryddle? ― repitió como si aun no lo creyera, la adolescente asintió mientras seguía contándole.

Finalmente la castaña terminó su relato y sus ojos color miel viajaron hasta el rostro de su amigo en espera de un enojo. Pero en sus orbes esmeraldas solo contempló suavidad y una titubeante expresión jugando entre sus labios. Desconcertada murmuró:

― Esperaba a este punto que estuvieras enojado conmigo ― confesó jugando aun con la esquina de su sabana.

― Lo estoy Hermione, estoy muy enojado contigo por arriesgarte de aquella manera en medio de la segunda guerra mundial. ¡Algo pudo haberte pasado! ― alegó el Gryffindor, pero su expresión facial no concordaba con sus palabras ― Pero al mismo tiempo no sé qué decirte, así es como eres tu Hermione. Siempre sales a la defensa de aquel que consideras que la requiere. . . Yo… Yo siempre deseé que alguien fuera a sacarme de la casa de los Dursley Hermione, quizás Ryddle también necesitaba a alguien en este mundo que hiciera eso por el. . . ― concluyó de modo reflexivo su amigo, apretando la pálida mano de su amiga en forma de apoyo.

― Gracias Harry ― murmuró la castaña abrazando a su mejor amigo luego de sus palabras, eran un verdadero alivio, ese peso invisible liberándose de sus hombros. Se separaron cuando escucharon unos repiques en el cristal de su habitación. Ambos giraron sus cuellos para encontrar una lechuza de color pardo con un pequeño sobre atado en una de sus patas. Harry se levantó de la cama y atravesó el espacio para dejarle entrar.

― ¿Quién es? ― inquirió Hermione con curiosidad, sobre todo al notar la sonrisa de felicidad que surcó los labios del pelinegro. Al oír la pregunta de la castaña se congeló en su sitio y sus mejillas se colorearon.

― Es el señor con el que conversaba el día anterior, en el partido ― respondió mientras desanudaba la carta de la pata de la lechuza que dio un suave ulular ante su movimiento. La castaña hiso memoria y recordó como Harry conversaba animadamente con un señor de mediana edad los movimientos del partido el día anterior ― Es un inventor, asiste a los partidos para poder conocer mejor las estructuras y el movimiento de las escobas. Es muy amable. Y… le comenté algunas movidas y amagues que había aprendido en el colegio y pareció interesado en verlas. . . ― contestó, pero su tono nervioso a Hermione le indicó que algo no iba bien.

― ¿Y cómo se llama él Harry? ― inquirió la castaña sospechando por donde iba el asunto. Acertó cuando las mejillas de su mejor amigo se tiñeron de un gracioso carmín mientras daba vueltas la carta entre sus dedos, aun sin abrirla.

― Douglas Nimbus ― confesó con una media sonrisa nerviosa mientras Hermione abría los ojos de la sorpresa.

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La adolescente de alborotados cabellos dio un ligero respiro de alivio cuando los ladrillos del callejón Diagón se abrieron delante de ella. Siempre le había gustado aquel pasaje por su hermosa diversidad y por la cantidad de familias y niños que solían visitar en busca de compras. Era un sitio bastante alegre y le traía lindos recuerdos porque sus padres habían podido al fin conocer un poco de su mundo. Hermione había sentido mucha nostalgia de no poder enseñarles lo mucho que estaba aprendiendo gracias al decreto que restringía a los magos menores de edad sobre su uso de la magia. Fue en el callejón Diagón que por primera vez les mostró encantamientos de su varita.

En realidad no tenía ningún propósito fijo al salir, le había dejado espacio a Harry para que respondiera al hombre de apellido Nimbus pero tampoco pudo evitar cierto tono de reproche. Ambos sabían perfectamente que la línea de escobas Nimbus serían mundialmente reconocidas en un futuro por el mundo de los Quidditch y las más vendidas. Extrañamente no tenía ánimos de adelantar sus deberes y acordó con su mejor amigo que retomarían el trabajo en el mapa de Hogwarts cuando el terminara de traspasar la lista de hechizos para comenzar a aplicarlos por lo que su tarde se encontraba despejada y sin compromiso. Por unos minutos había considerado preguntarle a Ryddle si quería pasear por el callejón, pero la puerta de la habitación del mago se encontraba cerrada y mágicamente protegida por lo que no se atrevió a tocarle la puerta.

― ¿Qué es eso? ― preguntó Hermione cuando se asomó por una vitrina y encontró telescopios mágicos que se movían de un lado a otro en dirección al cielo. Había una especie de yo-yo gigante dentro de una burbuja de cristal que daba vueltas y generaba una especie de intensa luz que vibraba.

― Ah, muy buen ojo señorita ― halagó un vendedor de larga barba y ojos negros repletos de astucia ― Eso es un caleidoscopio mágico del solsticio. . . Puede ser suyo por la modesta cantidad de treinta galeones. ¿Está interesada en él? ¡Podría ser su fortuna! ¿Desea tener el poder del tiempo? ¿Saber el momento en el que deberá encontrar el amor? ¡Lo puede detener si se lo propone! Todo se lo entrega el caleidoscopio mágico. Vea, vea, si lo pone en su mano este le dará la respuesta. . . ― antes de que Hermione pudiera negarse el hombre la había tomado de un brazo y la jaló dentro de la tienda mientras murmuraba aquella sarta de tonterías, dando traspiés, la castaña despegó sus labios para decirle que la soltara pero una fría voz a sus espaldas la detuvo

― ¿Caleidoscopio mágico? Esto es una basura. . . ― espetó un adolescente parado frente a la vitrina, hablándole al molesto vendedor que jalaba a Hermione hasta el interior de la tienda. El hombre de larga barba se detuvo cuando la voz mencionaba uno de sus artefactos y girando su cuello observó a un pálido muchacho sosteniendo entre sus largos dedos el caleidoscopio mágico, que giraba y vibraba en su mano dando vueltas frenéticamente como si quisiera escapar de las garras del mago.

Hermione sintió una punzada de sorpresa y alivio al observar a Ryddle, pero también sintió como las palabras se atoraban en su garganta al observarle vestido con la nueva ropa que le había entregado. El adolescente mago vestía una camisa de cuello grisáceo que lograba resaltar el brillo de sus profundos ojos azules y por encima una túnica negra de fina fabricación le llegaba hasta sus rodillas dándole un real aspecto de un mago de portada de revista. Lo único que lo delataba era aquella aura oscura y dominante que le rodeaba.

― Pone eso en su lugar muchacho ― ordenó el mago dejando libre a Hermione quien aprovechó de caminar lejos de aquel horrible vendedor mientras se sobaba el brazo.

Ignorando la desconcertante mirada que Hermione le dirigía, Ryddle curvó media esquina de sus labios y lanzó el objeto hacia una pared para que se estrellara, pero la castaña sospechando de sus acciones tenía su varita lista y la detuvo a medio camino. Aun en el aire, la adolescente agarró el artefacto y lo depositó encima del mostrador. Ignoró las protestas del vendedor por ultrajar su tienda y tomando de un brazo a Ryddle salieron de la tienda.

― ¿Qué fue eso? ― preguntó Hermione soltándose del brazo del Slytherin, ignorando su pregunta Ryddle se encogió de hombros como si no hubiera sucedido nada y ella no insistió encontrándolo como un caso perdido.

Hermione invirtió una buena cantidad de tiempo en contemplar con fascinación los objetos de las tiendas, generalmente entraba por si encontraba un instrumento que le llamaba la atención y para su sorpresa encontraba que Ryddle se posaba a su lado sin hacer ningún comentario sarcástico, simplemente estudiaba lo que ella pedía ver y luego él continuaba recorriendo las tiendas en busca de algo más que observar. Al final, la castaña era quien terminaba esperándolo.

La ultima tienda a la que entraron fue a Flourish & Botts, era de aquellas tiendas de libros en las que podías estar todo tu tiempo y entrar cada día pero siempre había un tomo nuevo que leer o algo interesante que comprar. La castaña tomó el brazo izquierdo del Slytherin jalándole muy levemente indicándole que entraran allí. Y así lo hicieron.

Hermione no supo cuanto tiempo pasó perdida allí adentro, pero cuando sus botines comenzaron a crearle un cierto dolor, y la pila de libros que deseaba comprar incrementaba peligrosamente, la castaña decidió salir en busca de Ryddle. Lo encontró inmiscuido en una lectura, de un libro de portadas negras y letras rojas de dudosa enseñanza.

Después de todo Hermione, no puedes olvidar quien es el… Nunca olvides quien es el.

La adolescente de rebeldes cabellos agitó su cabeza, tratando de removerse el malestar frío que apareció en ella luego de observarle leyendo un título de artes oscuras tan absorto. Las dudas de su mente parecían arremolinarse en su cabeza pero aun así fingir colocar una suave sonrisa en sus labios.

― Eh, Ryddle ― le llamó la castaña capturando la atención del frío mago ― Tengo mucha hambre, apuesto que tu también. Paguemos esos libros y vamos a conseguir algo de comida ― dijo mientras señalaba los dos libros que yacían a un lado del alto cuerpo del Slytherin.

― ¿Me estás comprando esto? ― señaló el frio mago incorporándose del lugar y caminando con el entrecejo fruncido hacia Hermione. La castaña ignoró su pregunta adrede mientras caminaba hacia el mesón de compras donde una bruja de aspecto fornido los atendió. La adolescente depositó en la pila de sus libros los dos tomos que Ryddle había apartado y no se atrevió a mirar los títulos para no volver a arrepentirse de sus acciones. Curiosamente evadió la mirada de sospecha y escrutinio de la mujer al notar los libros que había comprado y sintiéndose repentinamente asfixiada dentro de aquella librería, tomó los paquetes y salió rápidamente de Flourish & Botts.

Hermione esperó un par de minutos afuera, con su espalda apoyada en una de las paredes de ladrillos a que Ryddle saliera finalmente de la librería. Cuando la alta e imponente figura del mago apareció, tuvo un mal presentimiento. Sus ojos azules y su entrecejo fruncido al observarla, francamente le dieron mala espina. Sabía que tarde o temprano el adolescente de pálida piel la enfrentaría, pero no por ello se sentiría preparada para el ataque verbal del mago.

Cuando el la alcanzó, parecía rodearle una bruma oscura cargada de ira. Un escalofrío descendió por su espalda y toda su mente racional le gritaba que saliera de allí, pero simplemente plantó sus pies con firmeza y alzó su barbilla esperando por sus palabras.

― ¿Qué es todo este circo Granger? ― inquirió Ryddle cuando llegó hasta su sitio, sus brillantes ojos calculadores observando con atención cada movimiento de ella.

― ¿Circo? ― repitió perpleja Hermione. Escuchó un bufido sarcástico del Slytherin como si no creyera por un segundo lo que ella tenía que decir.

― Todo esto ― señaló abriendo sus manos, demostrando que se refería a todo su entorno. El sarcasmo impregnado en su voz. ― Todo lo que estás haciendo. ¿Crees que no veo tras tus actos? Ir a ese lugar, alquilar una habitación, comprar ropa nueva, libros. . . ¿Qué es? ¿Quieres burlarte de mí en mi cara Granger? No soy un tonto ¡Dímelo!― exigió duramente.

― No es nada de eso ― comenzó a responder la castaña, el pánico apoderándose lentamente de ella al no saber explicarse, pero nuevamente Ryddle continuó hablando por lo que no le dejó explicarse.

― ¿Entonces qué es? ― demandó saber ― ¿Quieres mofarte de mi Granger? Creo que eso es lo que querías después de todo. . . tu falta de argumentos explica todo. ¿Acaso no estoy a la suficiente altura de una sangre pura como que es necesario querer burlarte en mi propia cara? ― Hermione se congeló en su sitio al escuchar los motivos de desconfianza que el mago le daba, pero esta vez, lejos de hacerle sentir disminuida la castaña sintió que algo dentro de ella se prendía, estaba harta de sus acusaciones y paranoias.

― ¡Mi mejor amigo es sangre mestiza Ryddle! ― explotó la adolescente dando un paso al frente, sus mejillas coloreándose de la furia y del acto indigno que se le acusaba ― ¡Yo no tengo ningún prejuicio contra la pureza de la sangre y puedo asegurarte que en ningún momento se me ha cruzado la pureza de la tuya! Es estúpido juzgar a alguien y aislar a un ser humano por el simple hecho de que nació en una familia y condenarlo por ello. Me has escuchado debatir contra el estúpido maniático de la sangre Abraxas Malfoy ¿Y aun así crees que quiero burlarme de ti?

Es más, ni creerías lo absurdo del tema cuando estás frente a una hija de muggles. . .

― ¿Entonces por qué te importa Granger? ¿Por qué te importaría ir por mí…? ― presionó, esta vez el ritmo de su voz había descendido drásticamente, pero aun no dejaba el tono de desconfianza y confusión de su demandante pregunta.

― ¡Solo me preocupé por ti Ryddle! No hay absolutamente nada de malo tener en este mundo personas que actúen como seres humanos con los demás ― respondió exasperada, tenía ganas de jalarse el cabello ante la necedad del adolescente frente a ella. ― Hay gente que en este mundo realiza acciones sin esperar algo a cambio Ryddle. Existen. . . ― finalizó con un susurro, recordando su propio pasado y el del mismo Harry, a sus propios padres inclusive.

― En los seres humanos; un acto jamás es realizado sin esperar algo a cambio Hermione. Nadie lo hace por humanidad. . . Ni siquiera mi madre fue lo suficientemente humana para vivir por su hijo ― susurró el Slytherin tranquilamente, dando por terminada la conversación.

Si el contenido de sus palabras no le hubiera impactado, puesto que jamás pensó escuchar a Ryddle hablar de su madre de aquella forma, hubiera caído en la cuenta que era la primera vez que el la llamaba por su nombre. El adolescente de cabellos negros se dio media vuelta en dirección al callejón y se perdió dejándola allí.

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Había transcurrido cerca de una semana desde que se inició aquel conflicto en el callejón Diagón entre Hermione y Tom Ryddle. La adolescente, había regresado a su habitación temblando de pies a cabeza y solo reveló aquel incidente a su mejor amigo luego de que este encontrara sospechoso su nerviosismo y la presionó hasta que finalmente logró hablar. Para su alivio, Harry no tomó una acción precipitada en dirección al oscuro mago, sino que más bien le instó a Hermione de que se apartara lo máximo posible puesto que no confiaba del todo en el adolescente Ryddle y no era para menos.

La joven de rebeldes cabellos sacudió su cabeza en el aire y despegó su mirada de color miel del liviano libro atrapado en sus manos. Había estado muy distraída el último tiempo y llevaba una buena cantidad de tiempo sosteniendo la misma hoja sin haber entendido siquiera un párrafo. Sorprendida, notó que ya habían depositado en su mesa un trozo de pastel recién horneado y una tibia taza de hidromiel. Cerró el libro tranquilamente y lo depositó a un lado. Tomó un tenedor plateado entre sus pálidos dedos saboreando de antemano el que tenía toda la pinta de ser un sabroso postre, pero al levantar su rostro se encontró que unas mesas más lejos de allí, Tom Ryddle estaba sentado en una banca de madera, con una expresión completamente vacía observando el infinito de la pared de madera enfrente de él.

Sintió un retorcijón extraño en su estómago al contemplar su figura, el sublime brillo de sus ojos azules había desaparecido y parecía encismado en un triste recuerdo que le daba un aspecto desgarbado. Hermione recogió su libro y lo guardó en la bolsa de su capa, tomó el plato donde estaba su pastel y se levantó de la mesa caminando hasta donde Ryddle se encontraba. Sus pasos eran lentos y meticulosos, presentía que en cualquier momento le llegaría una maldición que pondría fin a su vida. Pero no fue así, cuando alcanzó la pequeña mesa empujó una silla y depositó el plato de fina loza en la mesa.

― Hola Ryddle ¿Puedo sentarme? ― preguntó educadamente Hermione sin esperar a que el contestara, puesto que ya se había sentado. Ojos azules parecieron salir de su ensoñación y se posaron en las orbes color miel de la adolescente.

― Granger ― devolvió el saludo secamente mientras sus perfectas cejas se juntaban reflexionando ― ¿Qué haces aquí? ― cuestionó en voz baja a los segundos de observarla.

Hermione, quien se esperaba la pregunta rodó los ojos y empujó con cuidado el pastel horneado en dirección a él.

― Te vi sentado aquí y pasé a saludar; he traído un postre ― señaló dándole un par de golpecitos al plato como si fuera obvio.

― ¿Has traído un postre, a mí? ― repitió incrédulo el mago, alzó una fría ceja en forma de duda. Sus labios estaban estirados en una línea demostrando una expresión completamente dubitativa. Hermione no se dejó intimidar por sus máscaras para ahuyentarla, ya era un gran paso que él le hablara siquiera un poco. En Hogwarts le había conocido por ser un burlesco adolescente, pero este nuevo Ryddle que conocía era más introvertido que nunca y sacarle una palabra era más difícil de lo que pensó.

― No es todo para ti, la mitad es mío ― bromeó la castaña conjurando un tenedor de plata, lo deslizó delicadamente por la superficie y se mordió el labio esperando a que Ryddle lo cogiera. Los ojos azules siguieron el trayecto del utensilio con atención, y la adolescente quiso gritar de alegría al notar como la mano del mago cogía el tenedor y lo daba vuelta entre sus manos con duda. Hermione rodó los ojos comprendiendo que aun no probaba un bocado dado que ella aun no lo tocaba y se apresuró en degustarlo antes de que el mago se arrepintiera. ― Está buenísimo ― dijo, deleitándose con el dulzón sabor del pastel en su paladar. Cerró sus ojos unos momentos permitiéndose disfrutar del extraño momento y cuando volvió a abrir sus ojos vio como el Slytherin se había decidido a probarlo también.

― Dime Ryddle ¿Has estudiado algo para el siguiente año? ― preguntó Hermione buscando un tema de conversación. Sintió una punzada extraña en su estómago al ver como se formaba una sonrisa perfecta en el rostro del guapo mago al oírla hablar. La castaña se había olvidado de la belleza que poseía el slytherin al estar sonriendo, y por unos segundos quedó perdida en los hoyuelos de las mejillas de su acompañante. Luego cayó en la cuenta del peso de sus pensamientos y se reprendió así misma por ello.

― ¿Asustada de que nuevamente te supere en las notas Granger? ― se jactó Ryddle, tomando otro pedazo del pastel y metiéndolo a su boca. Una media sonrisa abandonó los labios de Hermione al ver un poco más de ánimo en sus palabras, era mejor eso antes que el frío pedazo de hielo en lo que a veces se convertía él.

― ¿Tu, superarme? Creo que deberías mantener en línea ese exceso de confianza Ryddle, este año no te lo pondré tan fácil ― replicó la castaña con una nota de diversión, pero aún así dejando entrever el escondido reto para aquel año escolar.

Ambos continuaron hablando de aquel modo y por unos segundos Hermione se envolvió en el pensamiento de un mundo sublime; a la edad de quince años lo más complicado debería ser la combinación de tu vestuario, tener dificultades con tus clases y pensar en chicos en todo el día. No estar constantemente cuidando tu espalda, aguantando los malos ratos que su procedencia le traía, aguantar el tedio de la guerra en cada minuto de su vida, porque era como una constante, no podía escapar de ella. En su tiempo las tropas americanas invadían países trayendo desgracias y muerte, y no era ajena a que el mundo mágico estaba sufriendo una paz demasiado dulce, aquella paz que solía estar tomada de la mano con la futura desgracia que se avecinaba, la calma antes de la guerra. Guerra. La segunda guerra mundial. La guerra de Grindelwald. Y la terrible guerra que vendría a manos, del perfecto adolescente frente a ella que curvaba una media sonrisa con sus labios al degustar un postre que compartían.

De repente, el dulce sabor del pastel sabía amargo. . .

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"Sol sistere proviene del latín sol quieto; los antiguos magos creían que en esta fecha la línea de la magia se ensanchaba atrayendo a su núcleo la sensibilidad mágica de los brujos y magos (en el siglo X de la época antigua, los estudiosos afirmaban que 'brujo' y 'mago' era términos diferentes, teoría que en XVI fue descartada por el Consejo de Brujas en Escocia) haciéndoles posibles crear eventos de masiva fuerza gracias a las vibraciones de la magia en el aire. Actos como la nigromancia, transmutación alquímica, viajes en el tiempo. . . ."

Harry no pudo creer la emoción que lo embargó al leer el libro y se incorporó de la cama donde había estado tranquilamente leyendo. Se saltó el párrafo.

". . . es debido al punto cénit que alcanza el sol en la línea del trópico de cáncer. Este evento ocurre dos veces al año; en el mundo mágico moderno es conocido como una celebración mundana y que tiene como punto central varias partes de Escocia, norte de Alemania, centro de Rumania, Finlandia. . . "

"Es mayormente conocido como 'El Solsticio de Invierno y de Verano'. (Consulte libro de 'Festividades mágicas de Sammir Friedmann para ver sus tradiciones)"

El niño que vivió cerró el libro con emoción y de un ágil salto salió de su habitación en busca de Hermione. Los latidos de su corazón eran frenéticos en su pecho, la emoción se desbordaba de él pensando en la nueva información que había conseguido. Había encontrado ese libro en un retirado rincón de la librería, polvoso y místico, le había llamado la atención. Se había prometido así mismo que ayudaría a su amiga en su búsqueda, y aquí tenía una buena información. Tocó reiteradas veces su puerta pero no obtuvo resultado. Sin rendirse, decidió que por la hora lo más probable es que estuviera buscando un bocadillo dulce y bajó las escaleras del tosco sitio en el que se hospedaban.

Llegó al comedor principal y buscó la familiar cabellera castaña y enmarañada de su amiga por encima de las mesas. La encontró, en una esquina pero no estaba sola, sino que en compañía de un delgado mago de lisos cabellos negros, platicando. Harry sintió como su rostro perdía el color y sus dedos se tensaban alrededor del libro que llevaba sujeto contra su pecho. Era Tom Ryddle. Inmediatamente sus ojos se oscurecieron con miedo recordándose al frío y sádico muchacho que vio en la cámara de los secretos y se preguntó si estaría haciéndole daño a Hermione.

Por casualidad del destino, justo su castaña amiga eligió ese momento para dejar escapar una media sonrisa, apaciguando las paranoias que se habían formulado en su mente. ¿La estaría hechizando? ¿La tendría bajo un embrujo?

Hasta ese momento, Harry no había visto una real escena entre el futuro asesino de sus padres y su mejor amiga. Externamente el Slytherin no mostraba una apariencia terrorífica, pero él se había enfrentado ya varias veces al monstruo que escondía la serpiente y sabía que por muy inocente que se viera, era un ser que no dudaría un solo instante en aniquilar a Hermione si eso le convenía.

― Es normal tener celos ¿Sabes muchacho? ― escuchó a su lado una ronca voz, el niño de ojos verdes se giró y se encontró con Tom, el dueño del Caldero Chorreante, le observaba a él y luego giraba su rostro en la dirección en que Hermione y Ryddle se encontraban. ― Ven, súbete aquí y toma una cerveza ― indicó el hombre mientras frotaba unas jarras. Demasiado perplejo y aun sorprendido se subió adonde le indicaba Tom, dándole momentáneamente la espalda a su mejor amiga y a la serpiente que la acompañaba.

― No son celos, es que. . . ― comenzó a explicarse, pero una mano en alto le impidió expresarse. El sonido de una jarra repleta de cerveza de mantequilla se deslizó por la barra hasta quedar frente a él. El hombre de bigote negros le indicó que tomara un trago y viéndose presionado así lo hiso.

― Yo también fui un muchacho como tu chico, se lo es que ver a tu enamorada en manos de otro muchacho. No lo sabré yo que me pasó tantas veces ― suspiró el hombre agitando su varita y acomodando los vasos frente a él mientras observaba de vez en cuando a Harry. ― Pero si realmente estás decidido en ir por esa muchacha, debes de. . .

― No ―le interrumpió sintiendo el rubor incrementarse en sus mejillas, nunca antes había tenido una conversación de esas ― Hermione es como una hermana para mí, Tom. Siempre lo ha sido y no la veo de otra forma. ― le aseguró.

― ¿Entonces chico? Francamente no te entiendo, sino es ella, es. . . él ― meditó el tendero del bar, mientras se rascaba su barba y ponía sus dos manos encima del mesón observándole con una ceja alzada. Harry no notó como el hombre le observaba de manera diferente luego de su última oración ― Bueno, chico. . . ― suspiró ― las relaciones entre hombres no es bien vista en la sociedad mágica; y no… te recomendaría hacer un escándalo público niño. . . ―

Fue una reacción inevitable, Harry que había estado bebiendo cautelosamente de la jarra de cerveza de mantequilla, se atragantó al oírle y escupió el contenido de su boca enfrente suyo rociando toda la mesa de madera. Uno de sus dedos se alzó en el aire agitándose intentando corregirle pero los tosidos le impidieron hablar. Sus ojos se llenaron de lágrimas debido al esfuerzo por intentar defenderse.

Tom extrañado por su reacción, no le quedó más que esbozar una sonrisa conciliadora.

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Hermione sacó la varita de su bolsillo cuando terminó de subir las escaleras, dio una seca floritura en el aire abriendo la puerta de su alquilada habitación y entró a la recámara pisando fuerte hecha una furia. Su cabello castaño rebelde parecía flotar alrededor de ella y de un giro se encaró hacia la puerta, golpeando la punta de su pie contra el suelo de manera insistente.

No sobreactúes Hermione, no sobreactúes. . .

― ¿Qué fue eso Harry? ― fue lo primero que pudo decir cuando vio al adolescente de cabellos negros aparecer en el marco de su puerta, las palabras brotaron de sus labios a pesar de que se había recordado el no recriminarle a su mejor amigo. Cuando no recibió una respuesta, sus blancos brazos se deshicieron del amarre y cayeron a un costado de su cuerpo, un suspiro saliendo de sus labios en forma cansada. ― Debí pensarlo mejor, ha sido mi culpa. . . ― se culpó en un murmuro.

Harry era su mejor amigo, era el único amigo que le quedaba y en el que confiaba ciegamente. Pero no pudo evitar sentir una punzada de pena en su pecho por los mordaces comentarios que emitió el Gryffindor hacia el Slytherin, cuando este se les unió en la mesa unos minutos atrás. Su amigo había llegado tan solo para crear una revuelta entre ambos magos, buscando una pelea. Se sorprendió inclusive, de que Ryddle no tomara su varita y maldijera al instante a Harry. Supo que ya había rebosado el límite cuando sus ojos azules parecieron oscurecerse y parecía listo para matar al siguiente movimiento de su amigo. No aguantando más aquel comportamiento, Hermione se levantó de la mesa y con una voz dura le exigió a Harry de que subieran a su habitación para hablar en privacidad.

¿Qué había sucedido? ¿Qué había pasado? ¿Por qué había actuado así? Inclusive en los breves momentos de Hogwarts Harry solo ignoraba la presencia de Ryddle como si no le afectara. Le había costado tanto sacar un poco de su caparazón al frío adolescente aquella tarde, incluso le había visto demostrar una personalidad más abierta luego del fatídico episodio del orfanato, dado que desde entonces el oscuro mago parecía sumergido en una burbuja de mutismo de la que no parecía tener la intención de salir.

¿Pero qué había sucedido? Se gritó mentalmente desesperada, queriéndose jalar el cabello de la impotencia.

― Hermione. . . ― susurró su mejor amigo sacándola de sus pensamientos, el tono de su voz indicaba claramente signos de que se reprimía algo, sabía que pronto explotaría. ― Estoy cansado. Y-yo… no quiero. . . . No puedo evitarlo. Traté de ser fuerte y. . . al ver a Ryddle yo no puedo verle así. . . ― súbitamente se detuvo, sus ojos se iluminaron y alcanzaron el nivel de los de Hermione enfrentándose a su silenciosa mirada, ella le escuchaba atento.

― ¿Cómo…? ― instó a continuarle la castaña, su tono ya no era de reproche, más bien la joven temblaba por dentro.

― N-no lo veo del modo que tu le vez Hermione ― replicó rápidamente Harry como si temiera decirlo en voz alta ― Y-yo veo al monstruo que vi en la cámara de los secretos, veo al monstruo que intentó asesinar a Ginny; veo a Lord Voldemort, el asesino de mis padres. . . Cuando lo veo sentado en las clases me siento tentado de tomar mi varita y acabar con él antes de que. . . ― la voz del niño que vivió se quebró y una brillante lágrima se agolpó en la comisura de sus ojos verdes esmeraldas. Sus puños se crisparon mientras observaba el piso de madera como si allí se encontrara la solución.

― ¡No sé que estoy haciendo aquí Hermione! ¡Ese bastardo está a tres puertas a mi derecha y yo estoy aquí, dejando pasar el tiempo como si fuera ilimitado! ¡El que matará a mis padres está allá y yo no hago nada por salvar el mundo mágico de él! ― replicó con un tono de furia que dejó helada a la adolescente ― Quizás esa es la razón por la que estamos aquí, Hermione, no lo sé. ¡Quizás Dumbledore querría que acabáramos con él antes de que pasara todo!

Demasiado rápido, Hermione vio como la pierna izquierda de Harry daba un paso atrás como si quisiera salir de la habitación. Lo primero que se le ocurrió a ella fue detenerlo con un movimiento de su varita pero se quedó congelada cuando notó que ningún hechizo logró salir de su varita, ni siquiera una pequeña chispa. Aprovechando aquel momento de desconcentración momentáneo, su mejor amigo se había girado en su lugar y desaparecido con agiles movimientos de su recámara. Su intención era bastante obvia…

No… No podía.

― ¡Harry, no! ― gritó la castaña abalanzándose hacia la puerta, con su corazón en un puño.

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Notas de autora: Cha cha cha chán! Tengo que decirlo, me encanta el otro capítulo. Me hacía falta escribir escenas más. . .con protagonista de Tom (; Me siento como una publicista pero ¿Qué pasará? Entérese en el próximo capítulo, já. La verdad es que quería decirles que mi estilo de que pasen las cosas, es lento, no mentiré. No creo en los Tom & Hermione rápidos, creo que tienen que ser progresivos y con un previo fundamento, después de todo, lo canon-pero-no-canon "es Voldemort" del que hablamos. Por lo que sus avances románticos – he leído que me preguntan por ellos – son así, pequeños pero cada vez un poco más frecuentes….

Se nos complican más las cosas: Harry encontró algo - y muy acertado - de como volver; la magia de Hermione no respondió bajo un momento de estrés; y Ryddle es... Ryddle.

- Quería aprovechar de decirles que ya comencé la universidad, por lo que escribo en cada pequeño ratito libre que tengo, pero espero traer capítulos más seguidos y no una vez cada tres meses -

- También lamento no haberlo subido cuando prometí, ocurrió un hecho muy fuerte en la familia (un fallecimiento cercano) y todo el tiempo & ánimos se esfumaron rapidísimo. No los molesto más con esta nota, cualquier duda/comentario me dejan un review y les respondo cuanto antes lo vea.

Gracias por sus bellísimos reviews a Ziu, Lia, Rous Black, Riddle, Itsumi Riddle, Smithback, Noelia, Princesa Vampírica, Ainums, Lorraine95, Anita y ElanorTulcakelume. Así mismo a los que la tienen agregada en Alertas & Favoritos. Hacen mi día como no tienen idea :)

Kirtash R