"Siempre me ha gustado este color. El amarillo... hace que me sienta despierta y viva, que cuente cosas, que hable y ría... al menos desde ese día, es como me he sentido"
"Hace ya varios años que vivo aquí. El señor Sesshomaru decidió que lo mejor para mí sería vivir como humana... pero... después de pasar tanto tiempo a su lado no deseo estar en otro lugar que no sea con él. Sí, me agrada vivir con la anciana Kaede, convivir con InuYasha y sus amigos pero con Él aprendí a ser valiente, a esperar y a vivir. No puedo pasar por alto una experiencia así ni a un ser que me enseñó tanto. Señor Sesshomaru..." la pensativa Rin repasaba un discurso similar cada mañana, a la hora de recolectar las hierbas que la anciana Kaede le pedía. La naturaleza le recordaba aquellos días en los que por gusto juntaba flores para él. Se preguntaba si algún día regresaría a aquellos momentos de felicidad pura o si se acostumbraría a una vida humana.
Al regresar de su rutina, como era costumbre, Kagome e InuYasha se encontraban en la cabaña de la anciana Kaede. Siendo ésta ya bastante vieja, Kagome la visitaba diariamente cuando Rin salía a realizar sus tareas. Al entrar, Rin comenzó a preparar unas cuentas verduras que encontró en el campo abierto para los invitados ya que siempre eran atentos con ellas.
Ocho años habían pasado ya desde la derrota de Naraku. La aldea había crecido después de la fatal destrucción provocada por su veneno letal pero gracias al poder espiritual de Kagome, las cosas se habían restablecido a tal punto que la tierra de la área era todavía más fértil de lo que era antes de la catástrofe. Más miembros se habían unido también. Los hijos de Sango y Miroku, InuYasha y Kagome. El lugar estaba lleno de niños, todo el tiempo, risas, gritos y golpes por todos lados, era cosa de todos los días por lo que siempre había un ambiente de mucha alegría y paz.
Ya casi estaban listas las verduras.
-Rin, ¿cómo te fue hoy?- preguntó Kagome sonriente.
-Bien... lo usual. La tarde estuvo muy bonita hoy, los colores del cielo eran bonitos, ¿los vieron?- respondió Rin con la usual alegría de siempre a pesar de su oculta tristeza.
-¡Ja!, no hay tiempo para eso tonta, nosotros nos ocupamos de cuidar a Taiyo y Saki, para que se conviertan en los guerreros más poderosos, no superiores a mí por su...- En ese momento InuYasha se encontraba de bruces sobre el suelo. Kagome aún no se acostumbraba a la altanería de InuYasha, cosa que, la mayoría que lo conocían ya lo habían hecho.
-Kagome, está bien, no me tomo las palabras de InuYasha como ofensa, en realidad, creo que algún día las cosas serán como él dice, no hay necesidad de...-
De pronto, un ruido fortísimo se escucho en los alrededores de la aldea. Todos salieron de la cabaña para descubrir la fuente de aquel fuerte sonido. Nada. El cielo se encontraba tranquilo, los prados intactos y los aldeanos al parecer no se percataron de aquel suceso. Después de algunos minutos de haber salido regresaron con la anciana Kaede quien parecía no haberse percatado tampoco.
-No... ya les dije que no escuché nada- respondió la vieja sacerdotisa después de que le preguntaron si ella había escuchado aquel estruendoso sonido.
-¡Ja!, de seguro tu ancianidad no te permite-
-¡Abajo!-
"¿Qué habrá sido aquel sonido?" se preguntó Rin en silencio. Era extraño que sólo ella, InuYasha y Kagome lo escucharan; de haber sido sólo Rin se habría dicho a si misma que era producto de su imaginación pero no fue así.
Sango y Miroku irrumpieron a donde Kaede junto con sus hijos y los de InuYasha y Kagome. Mientras los niños jugaban con Kirara en el fondo de la cabaña, los demás comenzaron a compartir sus teorías.
-Ha de ser obra de algún demonio- dijo Sango pero no con mucha seguridad.
-Pero, no cualquier clase de demonio... si no, ¿por qué sólo nosotros lo escuchamos... ni siquiera la anciana Kaede que tiene poderes espirituales lo percibió- respondió Miroku.
InuYasha sin permitir que se intercambiaran más ideas intervino con uno de sus elaborados planes. -¡Ja!, sea un demonio o no, ¡no podemos quedarnos a esperar a que sucede algo!, hay que ir a investigar-
-InuYasha... si vamos, no podemos cometer actos impulsivos. Tenemos una responsabilidad muy grande con...-
-¡Ya lo sé tonta!- dijo InuYasha interrumpiendo a Kagome -pero por la tranquilidad de la aldea iremos a percatarnos de que aquel ruido no provino de una amenaza-
-Fue un ruido muy extraño- mencionó Rin, intentando acercarse al menos a una pequeña probabilidad de saber más o menos qué fue lo que provocó aquel ruido. -No parecía el llanto o el rugido de algún demonio, tampoco un derrumbe... ni siquiera sonaba a algo provocado por algún ser-
-Es cierto... más bien sonó como un crujido- complementó Kagome.
Todos se mantuvieron en silencio por un buen rato. Sólo se escuchaban las risas de los niños y los maullidos de Kirara.
La noche estaba cayendo. InuYasha y Miroku acordaron ir al día siguiente a investigar sobre la fuente del ruido. La casa quedaba vacía, sólo Kaede y Rin permanecían dentro, aún frente al fuego.
-Rin... tu corazón se siente débil, ¿estás bien, niña?- preguntó Kaede mientras deshojaba unas plantas medicinales.
-Sí abuela Kaede, estoy bien, sólo me pregunto por qué el Señor Sesshomaru no ha venido a visitarme. Me preocupa todo esto, ¿sabe?, a pesar de saber que es un demonio muy fuerte me inquieta que algo malo le suceda- contestó Rin con una sonrisa que poco a poco fue esfumándose.
Kaede se mantuvo en silencio. Ella también estaba preocupada. ¿Sería posible que el ruido que los muchachos habían escuchado en la tarde era el despertar de alguna guerra o que fuese un mal presagio?. Lo único que Kaede quería tal etapa de su vida era descansar de toda preocupación, transferir sus conocimientos a Kagome y Rin. No más demonios, no más maldiciones, no más peligros para la aldea y la gente, sólo descansar.
-¡Rin!-
La voz de un niño se escuchaba en los sueños de Rin.
-¡Riiiiin!-
Despertó.
El dueño de aquella voz era Shippo, quien había entrado a la cabaña de Kaede para despertar a Rin.
-Hola Rin- saludó el zorro con felicidad -la anciana Kaede me pidió que viniera a despertarte, dice que vayas al prado, tiene algo que enseñarte-
-Gracias Shippo... ¿tienes idea de qué se trata esto?- preguntó Rin tallándose los ojos mientras se incorporaba.
-No, ni siquiera me lo quiso mostrar, dijo que era algo que debías ver tú primero-
"¿Se tratará sobre el Señor Sesshomaru?" pensó Rin. Lo primero que sintió fue felicidad pero después, sintió como si un hueco en su estómago se formara... ¿le habría pasado algo al Señor Sesshomaru?"
Rin se levantó velozmente, apretando el listón de sus vestimentas y corrió sin darse cuenta que casi destruye las facciones del pequeño Shippo.
-¡PUDISTE HABERME MATADO, RIN!-
Rin ignoró a Shippo y corrió hacia el prado. Conforme iba acercándose podía ver a la anciana Kaede recargada sobre la cerca de madera, con su arco en la otra mano. No podía descifrar el gesto de Kaede, era neutral. Mantenía su mirada hacia el pasto. Al acercarse Rin, Kaede dirigió su mirada hacia ella y le sonrió.
-Ven, Rin, mira esto-
Se acercó y vio en el pasto un pequeño botón de flor amarillo. No era sobre Sesshomaru, pero no pudo evitar sonreír ante esa pequeña flor amarilla. Lo vio como un símbolo de buena suerte, que debía seguir sonriendo hasta siempre, por el Señor Sesshomaru.
Estaba atardeciendo. Habían pasado varias horas desde que Miroku e InuYasha habían dejado la aldea para investigar y aún no regresaban. Kagome y Sango se encontraban jugando con sus hijos en el campo sin dejar de pensar, ¿qué habrían descubierto?, ¿si ya tenían respuestas para aquel evento extraño?
-Kagome… ¿te sientes igual de preocupada que yo por todo esto?- preguntó Sango sin dejar de mirar a los niños que corrían a pocos metros de donde se encontraban sentadas.
-Sí. Es extraño- respondió riendo un poco –Será que ya es costumbre nuestra estar alertas… ¿no has pensado que tal vez, al menor ruido o actividad fuera de lo normal, pensamos lo peor?-
Ambas permanecieron pensativas por un momento. No era sólo por los sucesos pasados… ahora tenían en sus manos la vida de otros seres, era de esperarse. Si la vida de sus hijos se encontraba en peligro, no lo pensarían dos veces para atacar a la fuente agresora.
A los pocos minutos, InuYasha y Miroku regresaron a la aldea. Llamaron a Sango y Kagome y se reunieron en la cabaña de la anciana Kaede.
-Han regresado…- notó Kaede. -¿Qué descubrieron?-
-Así es…- respondió Miroku –curiosamente, no pudimos encontrar nada, ni siquiera un rastro que indicara algún desastre, nada. Preguntamos a unos soldados si habían escuchado algo el día anterior pero nadie sabe nada al respecto-
Kaede asintió. Era extraño, todo era muy misterioso. Ella no había escuchado nada tampoco, ni tampoco los aldeanos, pero era imposible pasar por alto que de hecho, ese ruido se efectuó en algún momento y fue algo estruendoso ya que, todos los que se encontraban en ese momento habían escuchado, excepto ella. -Es desconcertante… -
-Sí que lo es- dijo Sango mientras observaba el pequeño fuego.
-Pero…no podemos ignorarlo así nada más, ¿o sí?- preguntó Rin quien no pretendía dejar por resuelto todo aquello, más que nada porque quien le preocupaba era su Señor.
-Rin, entendemos cómo te sientes, creo que todos estamos igual de confundidos ya que, los cinco compartimos la misma duda y preocupación pero no tenemos pruebas de que todo haya pasado, no sabemos el por qué… posiblemente, se trataba de una criatura que posiblemente ya se ha marchado. Nosotros, siendo personas expuestas ante demonios y criaturas años atrás, estamos demasiado conscientes de estos sucesos a diferencia de los aldeanos que no tienen más que seguir con sus vidas. Nosotros debemos hacer igual- dijo Kagome, posando su mano sobre el hombro de la desconcertada Rin.
-Yo también lo escuché- dijo Shippo quien estaba siendo usado como pelota por los niños al fondo de la cabaña.
-¡Enano, no habíamos notado tu apestosa presencia!- gritó InuYasha en tono de burla –pero al parecer ellos sí-
-¡NO ESPERABA QUE ME VIERAS TÚ, PERRO PULGOSO!- gritó Shippo con un gesto difícil de interpretar ya que los niños no se dedicaban a otra cosa que no fuera deformar la cara del zorro.
-¡Vas a ver mocoso infernal!-
-¡Abajo!- gritó Kagome quien se puso de pie para rescatar al pequeño Shippo de los niños.
-No… estábamos jugando con él- dijo Kokoa, una de las gemelas de Miroku y Sango.
-Queremos jugar, déjanos mamá- dijo el pequeño Taiyo, con sus ojos color azabache y esas cejas gruesas, dándole un gesto pícaro como el de InuYasha.
-Lo siento niños, Shippo, aunque parezca, no es de su edad. En este momento debemos hablar de algunas cosas, ustedes sigan jugando con Kirara, les prometo que al terminar, Shippo vendrá a jugar con ustedes-
Dicho esto Kagome regresó con sus camaradas y Shippo, mirando hacia donde estaban los niños, les enseñó la lengua en un infantil intento de clamar victoria.
-Shippo, ¿escuchaste el ruido entonces tú también?- preguntó Sango.
-Así es. En mi camino hacia acá, al salir de mi entrenamiento, escuché como si un trozo gigante de madera se hubiera quebrado en mil pedazos, cerca de la montaña- dijo Shippo abriendo sus enormes ojos verdes –además… lo más extraño fue que los animales salieron huyendo despavoridos… eso fue lo más raro de todo aunque no percibí alguna presencia maligna… pero no puedo ignorar la conducta de aquellos animales, es como si ellos hubieran sentido algo que nosotros no somos capaces de percibir-
- O más bien, algo que no quieren que percibamos…- dijo Miroku seriamente, observando a quienes se encontraban ahí.
-¡¿Entonces cuál sería el punto de hacernos notar el estruendo?- preguntó InuYasha desesperado –algo o alguien quiere captar nuestra atención y no sólo eso… ¡está jugando con nosotros y eso no lo voy a permitir!- dijo gritando.
-¡Cálmate InuYasha!- se acercó Kagome quien cargaba a la pequeña Saki y sostenía la mano de Taiyo. Los niños se habían acercado a su madre al ver que su padre se encontraba alterado. Se habían preocupado –No los asustes. No seas imprudente InuYasha. No podemos perder la calma… no percibimos ninguna energía maligna, eso ya es motivo para tranquilizarnos-
-Señorita Kagome, no es por contradecirla ni preocuparla pero recuerde que en el pasado, Naraku ocultaba su energía maligna gracias a aquella joya del monstruo montaña… no podemos bajar la guardia, en eso estoy de acuerdo con InuYasha. Sugiero que nos mantengamos alertas, tener nuestras armas al alcance por si surge algún ataque sorpresa. No podemos permitir que algo ataque nuestra aldea-
-Es cierto- repuso Sango –aunque preferiría no hacerlo, creo que lo más conveniente será considerar esta posibilidad. No podemos confiarnos… Naraku dejó de existir pero aún hay otros demonios poderosos que sólo buscan hacer daño, además, existe aún rencor por la destrucción de la perla de Shikón… y tal vez es precipitado decirlo pero no podemos ignorar que es muy probable que estos entes quieran atacarnos por venganza.
Rin y Kaede, que se habían mantenido calladas también temían por todo aquello. Kaede no quería que se dieran más peleas, ni que se corrieran más riesgos. Después de cincuenta años, sintió que el vacío que Kykyo había dejado al morir se había llenado cuando InuYasha y sus amigos entraron a su vida… no quería preocuparse más. Rin, temía por la vida de sus amigos y por Sesshomaru, ya que, la posibilidad de regresar a su lado se veía casi nula con los posibles acontecimientos que sus amigos relataban.