Título: Dance Of Death - O La Danza de la Muerte -

Resumen: AU: Un niño dormido en un parque de Privet Drive despierta debido al molesto siseo en su oído, una serpiente le observaba con ojos hambrientos. Tras su mordida, todo cambiará para el, pues siendo enviado a un Orfanato enfrenta la difícil vida que es sometido a su pequeña edad, intentando dejar atrás toda su vida; el cambiará su identidad para siempre.

Pareja: Harry James Potter & Lord Voldemort (Una relación no slash, es decir no hay contenido sexual/romántico hombre-hombre)

Renuncia: Esta historia está basada en los personajes creados y es propiedad de JK Rowling, de varias editoriales pero no limitada solo a los libros de Bloomsbury, Scholastic Books y los Raincoat Books, y Warner Bros,. Inc. No se está tomando dinero de aquí, y no se pretende tomar los derechos de la autora.

Advertencias: Lord Voldemort no hará aparición dentro de los primeros cinco capítulos de esta historia, En los primeros son exclusivamente de la vida de Harry. No tengo intenciones de convertir esta historia en slash, para eso serán otras historias. Y advertencias típicas, mis historias siempre contendrán escenas rating M, sadismo, situaciones adultas y pido gente con mentalidad abierta. Dicho esto a un principio, no se volverá a repetir en los anuncios de la historia.


I was rambling, enjoying the bright moonlight / estaba paseando, disfrutando la luz de la luna
Gazing up at the stars / mirando a las estrellas
Not aware of a presence so near to me / sin estar consciente de una presencia tan cerca de mi
Watching my every move / mirando cada movimiento mio

Feeling scared and I fell to my knees / sintiendome asustado caí al suelo
As something rushed me from the trees / cuando algo me arrastra desde los árboles
Took me to an unholy place / y me llevaba a un lugar desconocido.

Dance Of Death - Iron Maiden~.


Feliz Cumpleaños, RR. Que celebres entre mortífagos y con una buena taza de mantequilla de cerveza :) ¡El whiskey de fuego es para mis lectores y yo!


Capítulo Uno: Los pergaminos detrás del ladrillo.

Yacía en el suelo mientras contemplaba las nubes del cielo gris de Privet Drive, sus brazos se encontraban debajo de su cabeza para encontrarse más cómodo mientras observaba el cielo teñirse de oscuras nubes que amenazaban con una fuerte lluvia. El viento soplaba con fuerza, agitando sus cabellos negros. Desde hace un mes, los días se habían vuelto más extraños, con fuertes cambios climáticos que habían tomado por sorpresa a todos los meteorólogos del país, y del mundo, al menos eso había alcanzado a escuchar antes de que lo mandaran a lavar la loza de la cena. Sus labios entreabiertos cantaban una melodía que había inventado aquella mañana mientras se dedicaba a limpiar el sótano de la Señora Collins, la dueña de la casa noventa de Privet Drive.

Había sido una buena mañana, la mujer se había apiadado del paliducho y ― peligroso ― Harry Potter, le había convidado los restos de la cena del día anterior con un desabrido refresco, pero que él aceptó jugosamente, tenía mejor aspecto de cualquier alimento que los Dursley podrían haberle dado, si es que se acordaban siquiera de qué requería alimentarse. Había movido cajas, ordenado libros, barrido, trapeado, limpiado los vidrios, haber removido todas las cenizas de la vieja chimenea, razón por la cual sus pálidas manos ahora se hallaban recubiertas de hollín, incluso la pudo acompañar a la tienda de la esquina donde la mujer accedió que le cargara las bolsas a cambio de unas escasas monedas, pero que él había recibido con anhelo.

Suspiró con melancolía, permitiéndose en ese transcurso de la solitaria tarde un momento de debilidad, fuera de los ojos de los transeúntes. Bueno, no es como si en todo caso una de aquellas personas fuera a posar sus ojos en aquel bajo y debilucho niño con una cicatriz en la frente, que como le había inquirido alguna vez un profesor, producto de una pelea callejera propiciada por él. ¿Cómo es que alguien podría tener tan mal concepto de él, se preguntó? Pero luego le restó importancia, que todos los profesores pensaran lo que quisieran de él, puesto que por más esfuerzo que el pusiera en sus clases, Dudley siempre se encargaba de arruinar su reputación.

Ya era hora de marcharse, pero no quería, no quería ir a la casa del cuatro de Privet Drive, la tía Petunia le había prometido que recibiría una buena tunda de parte de ella, incluso lo amenazó de muerte.

― Es hora de cerrar el parque, Verónica ― escuchó decir Harry al encargado, que iba acompañado por una mujer de mediana edad. Ambos iban enfundados en un abrigo, y fue cuando el pequeño notó de que su piel se encontraba congelada, el frío del invierno al parecer se había adelantado una estación.

― Me pareció ver a un niño hace unas horas entrar ― meditó la mujer a la que respondía el nombre de Verónica, desde su sitio oculto, el niño notó como ella movía sus ojos castaños por el recinto, buscando el fantasma de su visita.

― Quizás otro vago que quiera pasar la noche aquí, o quizás ya se fue ― le restó importancia el hombre y continuó caminando.

Algo dentro de su cuerpo de diez años, le detuvo de haber corrido hacia la entrada antes de escuchar como el ruido metálico del candado chocaba contra las puertas de metal, dejándolo encarcelado, quizás, un atrevimiento de su parte que le saldría muy caro por parte de su tío Dursley, pero su cuerpo parecía estar sujeto al suelo por el cansancio, y la tranquilidad que sentía de hallarse solo era confortante, era un tedio estar bajo la mirada de todos. Los golpes y maltratos siempre los tendría, llegara temprano o llegara tarde a la casa.

Poco a poco, fue quedándose dormido desde su posición, cerró sus ojitos lentamente, disfrutando la fría caricia del césped sobre las partes descubiertas de su cuerpo, el rumor del viento golpeando contra sus mejillas, el cansancio agolpándose en cada rincón de su pequeño cuerpo: Lo durmió…

Qué delicia… tan frágil, tan exquisito, miren que perfume… ― susurró una delicada voz, sacándole del pesado sueño en el que se hallaba, se removió inquieto debajo de la tierra, aun dormido, sintiendo el roce frio y duro sobre su pierna, algo se arrastraba… ¡Algo se arrastraba! Pensó mientras un segundo después se incorporaba de golpe removiéndose con fuerza en la tierra. Harry dejó escapar un gemido de miedo al ver, a sus pies, una gruesa serpiente observarlo amenazante, casi a punto de morderlo, sus escamas negras brillaban bajo el cielo gris, era magnífica, y completamente atónico el niño no se pudo mover de su sitio.

¡Pero si serásss imbécil! ― Siseó el animal, y en sus ojos brilló la determinación de morderlo, fue casi en una fracción de segundo, en el que el pequeño juró que el animal se retiró un poco hacía atrás, y tomó impulso…

¡No lo hagas! ― gritó el niño, pero había sido demasiado tarde cuando la serpiente clavó sus dos feroces colmillos en su pantorrilla derecha. Emitió un fuerte grito agudo de dolor, para luego sentir como un calor fuerte se extendía a lo largo de su pierna, intentó hablar nuevamente a su atacante pero su lengua se había hecho pastosa, su visión comenzó a hacerse borrosa y unos ojos brillantes negros como el ébano fue todo lo que vislumbró antes de tocar el suelo mareado.

Lo lamento, Maestro― pensó que escuchó, pero ya había perdido la consciencia...

._._._._._._

― ¿Ves como le sangra su pierna? ― inquirió una voz adulta a su lado, con preocupación. Harry dio un fuerte respingo, y abrió los ojos pestañeando varias veces tratando de acostumbrarse a la blanquecina habitación en la que se encontraba, su vista era borrosa, su cabeza le daba vueltas sobre la dura y maloliente almohada en la que se hallaba, escuchaba ecos de los que hablaban, demasiado ruido a su alrededor.

― Está despertando ― sentenció una mujer de voz rígida, su voz tenía un acento marcado inglés.

― Duele ― susurró Harry tratando de llevarse una mano a su pierna derecha donde sentía el ardor de una herida, poco a poco las memorias fueron llegando a su más despejada mente, recordó como se había quedado dormido en el parque, y como había despertado por el tacto de una serpiente que le había mordido sin piedad.

¿Seguía vivo? Sí, probablemente sí, el dolor y el calor que sentía no estarían instalados de estar muerto, no sentiría nada de ser así.

― ¿Cómo te llamas? ― inquirió una voz más pesada a su lado, colocando una mano en su pecho y despertándolo, puesto que los sopores del dolor lo estaban sumergiendo en la inconsciencia. Sentía como su pierna y su cuerpo entero se estremecía, como el sudor pesado recorría y humedecía su rostro, su cuello, y su pecho.

― ¡Deja al niño tranquilo, Jorge, por Dios! ― gritó la misma mujer, y el sonido de su voz parecía amplificarse en sus oídos. Se revolvió inquieto.

― Serpientes, la serpiente me habla, ella me mira ― susurró el niño en medio del calor de su piel, una mano fría se posó en su frente, aliviándole ese calor que le invadía momentáneamente.

― Está ardiendo en fiebre, probablemente por los tubos que se insertó tras saltar las rejas del parque le han dado gangrena. Morirá― el hombre sentenció con un chasquido de lengua ― Eso les pasa por escaparse de los orfanatos y creerse libres, se lo merecen pequeños demonios rebeldes ― escupió con odio.

― ¡Jorge! ¡Es un niño por el amor de Dios!― Reclamó la mujer de voz chillona.

― No más golpes, no más por favor― interrumpió desde su sitio el niño, meciéndose en su cama. ― La luz verde… papá, mamá ¿Dónde están? ¡No! ¡Vuelvan! ¡No mueran!― gritó el niño levantándose de la cama en medio del dolor, el mareo que se produjo a partir de la fuerza que ejerció le hiso perder el equilibrio, casi arrastrándolo fuera de la cama. Dos brazos fuertes le detuvieron.

― Suéltame, no me encierres de nuevo, no de nuevo― comenzó a patalear, las sabanas a sus lados se deslizaron al suelo mientras el niño chillaba que lo soltaran en medio de su borrosa visión, sentía un líquido húmedo extenderse sobre su piel antes de que unas cuerdas le sujetaran con fuerza.

― Está delirando― murmuró la mujer, y unos paños frescos sobre su caliente piel fue lo que sintió antes de caer nuevamente en la inconsciencia.

― Lo más probable, es que morirá ― declaró el hombre, levantándose de la cama y caminando hacia la puerta.

._._._._._.

― ¿Así que tienes padres?― preguntó la mujer, una vez bajó la fiebre de Harry y este se encontraba con su cabeza apoyada en la pared respirando entrecortadamente.

Habían pasado días de intensos delirios y dolores, donde el niño se había sumido en un juego contra la muerte, según su nueva cuidadora. Le contó que se encontraba en el Orfanato Público de Londres, había llegado allí en estado de inconsciencia y herido. Los recolectores de basura le habían encontrado en el parque de Privet Drive entre medio de tierra y sangre producto de una herida en su pierna derecha, al observar su mal aspecto y condición física, asumieron que era uno de los muchos niños que lograba escaparse del orfanato, y lo llevaron de vuelta.

― ¿Qué me pasó? ― preguntó, con voz rasposa, sus labios secos gritaban por agua, más no la pidió.

― Probablemente intentando buscar refugio, saltaste la cerca del parque y te clavaste en tu pierna dos fierros provocando una infección ― explicó, mientras se removía incómoda en su asiento, era la única opción cuerda que quedaba al ver las heridas, ella no era ninguna experta, pero creer que un animal exótico podría estar en las calles londinenses escapaba de su inteligencia, tal como sugirió el Señor Jorge, el celador del Orfanato.

Harry no contradijo la historia que ellos mismos habían creado respecto a él, en casa de los Dursley había aprendido a que cualquier comentario que escapara la lógica era castigado. Su pequeño cuerpo se sentía débil y las sabanas grises y sucias en las que se encontraba le daban calor, a pesar del estado abrigado de la mujer de canas blancas.

― Es un milagro que hayas escapado de la muerte, niño ― replicó la mujer, y Harry pestañeó varias veces intentando acostumbrarse a esa sonrisa que le ofrecían, era extraño, casi como un sueño donde alguien le estaba hablando como si fuese alguien normal, y no un fenómeno como solían llamarle los demás.

― ¿Viviré aquí? ― preguntó con su trémula voz el niño, frunciendo el entrecejo.

― No tenemos sitio para ti, no hay más espacio― respondió la cuidadora, levantándose de su sitio con una mueca mientras caminaba con su amplia falda de lana fuera de la habitación.

― No me importa si duermo en el suelo ― replicó el niño antes de que ella saliera de la habitación, en un último intento.

― Veremos ― fue su única respuesta, cerró la puerta con fuerza y sus pasos se dejaron de oír a medida avanzaba más lejos.

Era su oportunidad: Harry saltó de su cama quitando de en medio las sabanas que cubrían su cuerpo, aún se encontraba vestido con la misma ropa que había sido encontrado, con excepción de que su camisa se encontraba arrugada en el suelo en una esquina, y su pantalón remendado roto hasta la rodilla en la parte izquierda, donde un vendaje blanco afirmado por cinta adhesiva le recordaba la herida provocada por aquella serpiente.

Sentado en el borde la cama, examinó la habitación en la que se hallaba. Le recordaba incluso a una pequeña prisión, aunque mucho más acogedor de lo que nunca fue su espacio debajo de las escaleras en la casa de sus tíos. Era una recámara pequeña, con dos camas blancas de metal oxidadas que rechinaban bajo el liviano peso del niño cada vez que este se movía, la escasa luz que entraba a la habitación era filtrada por unos ventanales sucios y amarillentos, los cuales sus bordes de madera carcomida connotaban la antigüedad de la casa, los ventanales eran afirmados por unos barrotes negros y altos que frustraban cualquier posible intento de escape, y luego solo quedaba una única puerta de madera de pino vieja y que rechinaba. Las paredes eran de ladrillos descoloridos, que acentuaban el ambiente tétrico del Orfanato.

― No hay más camas para el ― sentenció mordaz la voz de un hombre ― Y no me interesa lo que le suceda a ese mocoso afuera en las calles; él se lo buscó…―

― Si alguien coloca una demanda en la policía sobre su desaparición, y preguntan aquí por él y decimos que lo hemos sacado a las calles…― comenzó a amenazar la mujer, pero fue silenciada.

― Está bien, está bien ― concedió con voz pastosa ― Llévalo a una habitación y que se adecue al ritmo de los otros.―

― No tenemos camas ― replicó la mujer, tras un breve silencio.

Las voces fueron haciéndose cada vez más fuertes, a medida se aproximaban a la habitación donde Harry se encontraba. El rápidamente se metió bajo las sabanas, y fingió estar dormido.

― Podríamos abrir ese cuarto que ha estado cerrado por mucho tiempo, no sé qué fue lo que llevó a la antigua administradora a cerrarlo, pero no hay nada de malo en él. El niño se podría quedar allí… ―

._._._._._.

― Te traeré un trapo y un balde de agua y te encargarás de la limpieza de esta habitación― sentenció la señora Martinica, quien así se llamaba, mientras intentaba forzar una puerta enmohecida y con varios candados sobre la corroída madera.

― No sé a quién se le ocurrió cerrar esta habitación ― maldijo bajo el aliento mientras Harry esperaba adolorido apoyándose en la pared opuesta.

― Ah, ya está ― susurró la mujer luego de unos empujes, la madera cedió y ella entró dando traspasos en la recámara.

El olor a encierro y a humedad golpeó las narices del niño en cuanto ella abrió la puerta, era una pequeña habitación, simple, con un closet de madera cerrado y unas ventanas tapizadas con maderas para impedir que la luz penetrara en la alcoba. La señora Martinica jaló las tablas que cedieron con facilidad y las lanzó al suelo con gran estrépito, levantando una densa nube de polvo producto del paso de los años sin que nadie realizara una limpieza.

― Ya, ya, ya, esta es tu nueva habitación… Traeré las cosas ― dicho esto desapareció en el pasillo, tiempo en el que Harry aprovechó de entrar a su nueva habitación cojeando.

¿Cómo es que todavía podía sentir la herida arderle? No con tal dolor de los primeros días, pero aun sentía las molestas punzadas y palpitaciones provenientes de la herida. Se llevó una de sus manitas a su cara, bloqueando los rayos de sol sobre su pálido rostro antes de que un trapo cayera a sus pies robándole la atención.

― Un trapo y un balde de agua; sin esta habitación no está decente para la hora de cena, no hay espacio para ti aquí ― la mujer salió del cuarto, y golpeó la puerta de madera mohosa con fuerza.

Harry caminó hasta la cama blanca y oxidada que se hallaba junto a la ventana y se sentó unos segundos pensando. Nadie le había pedido aún sus datos, aunque sabía perfectamente que tarde o temprano vendría alguien a pedírselos. ¿Qué diría? ¿Qué escogería? Se quitó su camisa de varias talles más grandes que la de él y la dejó a un lado, observó las cicatrices y hematomas que aún no curaban de los golpes. ¿Qué decir? Una historia… ya la señora Martinica había llegado a su propia conclusión al igual que el Celador Jorge respecto a él. ¿Sería seguro quedarse en un orfanato y comenzar todo de nuevo olvidándose de su familia?

Observó el trapo en el suelo y luego sus cicatrices en su abdomen. La elección era simple…

Cuatro horas después, Harry yacía en una esquina de la habitación empapado de sudor de pies a cabeza, le ardía su cabeza, trataba de ignorar el palpitante dolor de su pierna a medida se encontraba arrodillado en el suelo fregando la madera con tal de sacar el polvo de la pieza.

Siempre quiso que alguien lo recogiera, que alguien tocara con sus manos la puerta blanca de la casa de Privet Drive y preguntara por su persona, que cuando el caminara hacia la puerta esa persona abriera sus brazos y le estrechara con cariño susurrándole que ya había venido por él, que podría irse a vivir a otro sitio con gente que realmente lo quisiera. ¿Cuántas veces habrá soñado con lo mismo? Simplemente para despertarse en las duras noches tiritando de frio mientras trataba de mentalizarse una y otra vez que nadie haría algo así por él, simplemente debía de resignarse a la idea de que los Dursley eran todo lo que una vez el pidió por familia.

Ellos le habían enseñado que el amor de tío a sobrino no existía dentro de los lazos humanos naturales, que la bondad no era digna para personas como él, que la amistad sincera que profesaban tener las amigas de la tía Petunia eran falsas, que la palabra preocupación era un vocablo extinto del diccionario, que el significado de una caricia y un abrazo no existían para su persona.

Ni siquiera se habían preocupado de llamar a la policía intentando ubicarlo luego de no regresar a casa. . .

― Me duele ― susurró Harry dejando el paño sucio a un lado, y pasándose una mano por su frente intentando secar el sudor acumulado, a pesar del frío. La mordida del animal aún le dejaba secuelas.

Se incorporó del suelo, tanteando la pared en busca de apoyo, cuando sintió como uno de los ladrillos se movió ligeramente.

― ¿Qué cosa? ― se preguntó en voz alta mientras se afirmaba en busca de apoyo, y levantaba sus manos para tocar el ladrillo que cedía ante la presión. ― Debe haber algo allí ― agregó pensativo Harry, mientras se dirigía a su cama para tomar su sucia camisa, envolverla entre sus manos y comenzar a realizar presión contra el espacio de la pared.

― Vamos, tu puedes ― susurró cuando el cemento no cedía ante sus intentos, Harry miró hacia la ventana observando su propio reflejo. Sus ojos, de un precioso verde esmeralda encarcelados por unos débiles lentes le observaban impasibles, su baja figura se encontraba inclinada hacia atrás para ejercer la presión necesaria para sacar el bloque. Sus dedos callosos sostenían su camisa, para evitar los posibles raspones.

Para su mala suerte, el bloque cedió cuando pensó que ya no lo haría. Harry impulsado por su propio peso cayó hacia atrás golpeando el suelo con un ruido sordo y seco, el ladrillo salió lanzado hacia su pierna derecha, muy cerca donde se encontraba la mordida de la serpiente. Olvidándose del nuevo hematoma que tendría, se estiró hacia el bloque, lo revisó varias veces, y para su decepción no encontró nada.

― ¿Tanto para nada? ― se preguntó mentalmente decepcionado, pero luego sus ojos observaron que más adelante, un pedazo de papel envuelto en una cartuchera de cartón había caído, no lo escuchó caer al suelo debido al sonido de él mismo al impactar contra el suelo.

Tomó la cartuchera, sopló encima de ella quitando los restos de polvo y la contempló. Lo más probable, es que pertenecieran al antiguo habitante de aquella habitación. La abrió, y encontró un rollo de papel amarillento. Lo desenvolvió, y leyó:

"Dicen las cuidadoras que nací un 31 de Diciembre, yo, Tom Sorvolo Ryddle en pleno año nuevo, una noche…" El niño no pudo seguir leyendo, debido a que el papel amarillo había corroído la siguiente línea, por lo cual tuvo que saltarse, y así varias otras. "… Culpan de todo lo extraño que sucede aquí. Lo sé. Soy único. Soy especial. Soy superior. Algo dentro de mí lo…" Harry maldijo a lo bajo el tiempo, y como lograba arruinar estas memorias. "Las serpientes creen que soy su Maestro, ellas me buscan, me susurran..." Aquello trajo una punzada de reconocimiento a su memoria.

Dio vuelta el papel raído, pero para su gran decepción, solo podía leerse la última línea, era una letra fina y curva, como si lo hubiera estado escribiendo apresuradamente en la noche para que nadie lo viera, y silenciosamente guardado en aquel pequeño escondite donde no quedaba espacio para nada más.

"Yo haré, grandes cosas. Haré sufrir a través de mí poder a todos aquellos que pusieron una mano encima de mi cuerpo y se burlaron de mí. Lo juro porque los odio. Lo juro"

― ¡Necesito los datos del niño ya!― gritó una voz desconocida para Harry, que lo alertó inmediatamente, se incorporó del suelo con una rapidez que no pensó que poseía, guardó el amarillento papel de nuevo en la cajita delgada de cartón, lo escondió en el resquicio del húmedo ladrillo, y lo pegó de nuevo a la pared.

Justo cuando se daba vuelta, la puerta se abrió con estrépito, y un hombre de apariencia terrorífica entró por ella, el celador Jorge, un hombre de pésimo humor que parecía odiar a los niños. Harry tendría que tener especial cuidado con aquel hombre.

― ¿Qué haces mocoso?― inquirió mientras paseaba su vista por la habitación, y luego se fijaba en él ―¿Pero que te quieres morir nuevamente? ¡Ponte esa camisa!― gritó luego de percatarse del pecho desnudo del niño, quien ante la orden se agachó rápidamente y se la colocó fácilmente, debido a su gran tamaño.

― ¿Cómo llegaste aquí?― preguntó mientras agarraba una silla del pasillo y arrastrándola la colocaba al principio de la recámara tapando la pasada de la puerta con su gran figura.

― No lo sé― murmuró Harry, bajando su rostro al suelo. Desde su posición, observó el escombro del ladrillo que había zafado, se preguntó si sería muy sospechoso mover su pie para barrer con aquel polvo rojizo, pero los ojos duros del hombre se encontraban fijos en su rostro, como si quisiera pillarlo en una mentira.

― ¿Cómo que no lo sabes?― volvió a preguntar el celador, alzando el tono de su volumen.

― Lo último que recuerdo es una caída― mintió el niño ―Luego desperté aquí, no sé como llegué―

― Sí, sí, los recolectores de basura te dejaron en la puerta de aquí…― hiso un ademán con la mano, como restándole importancia a su historia. ―¿Dónde están tus padres?― se rascó su barba larga mientras sus vivarachos ojos le seguían cada gesto que el hiciera.

― Muertos.

― ¿Cómo murieron?― preguntó mientras el hombre apoyaba el lápiz en un pedazo de papel y comenzaba a deslizarlo por la superficie blanca.

― En un accidente, allí fue donde dice el…Granjero que me hice esta cicatriz― añadió Harry, intentando que su voz saliera infantil e inocente.

― ¿El granjero? ¿Quién es él? ¿Tu tutor?― inquirió con esperanza el hombre, como si encontrara una esperanza de que Harry se fuese pronto del Orfanato.

―No, el era quien me golpeaba― respondió.

―¿Sabes su nombre?― preguntó Jorge, descendiendo casi con tristeza la velocidad con la que escribía.

―No― mintió nuevamente Harry. Lo único que deseaba era desligarse de todo lo que le uniera a los Dursley, esta era una nueva oportunidad de comenzar su vida, lejos de los cotidianos maltratos que eran otorgados por todos los miembros de esa familia.

― ¿Sabes cuándo naciste?

Harry guardó silencio unos segundos, sopesando aquella información lentamente. No quería que nadie le encontrara, absolutamente nadie. Pero un plan se le había venido a su mente, una nueva identidad que debía de formar a su temprana edad.

Los ojos escrutiñadores del hombre le observaban con impaciencia, con avidez. El celador se encontraba parcialmente contento de que el niño no colocara ningún pero en sus preguntas como los demás solían hacerlo entre medio de gritos de quiero-a-mi-mamá, y balbuceos. No, el era directo, conocedor de su propia identidad. Le agradaba.

Harry entreabrió sus labios rosados, sabiendo que esta conversación le cambiaría la vida por siempre. ―El treinta y uno de diciembre, tengo diez años― contestó.

― ¿Y tu nombre completo es? ― inquirió con desínteres el hombre, más al estar con sus ojos puestos sobre la hoja de vida que llenaba no se percato del momento de incertidumbre que brillaron en los ojos del pequeño.

Se tomó su tiempo para contestar, dudas invadían su mente pero luego en un segundo se recordó la serie de maltratos que recibía de parte de sus tíos y una sensación desagradable se formó en su estómago. Estaba decidido, nunca más sería aquel niño, no quería oír más en los labios de los adultos y niños el nombre de "Harry" el ocupaba uno nuevo, algo diferente, algo simple pero fuerte:

― Tom, señor, mi nombre es Tom Sorvolo Ryddle ― contestó el hace poco llamado Harry Potter, una media sonrisa infantil acompañando sus palabras.


Notas de Autora: Una nueva historia que he traído, la armo con paciencia pero aquí va. Muchas gracias por tomarte el tiempo de venir hasta aquí y leerla, agradezco cualquier comentario/crítica que tengas. Saludos, Kirtash R