Hola a todos, antes que nada les debo una GRAN PERO GRAN DISCULPA, hacia mas de cinco años que había dejado esta historia botada, la verdad la había olvidado por completo. Hace poco me decidí dar un paseo por mi viejo fanfic y realmente me quede sorprendida que después de tanto tiempo habían personas que seguían esperando saber algo de ella, por lo que he decidido continuarla. Después de releerla he decidido darle un par de varios cambios, pero sin afectar la historia que había planeado hacer, por lo que a quienes que habían seguido la historia, pueden comenzar a leerla y notaran los cambios mencionados. Y para los que son nuevo, bienvenido a ella y espero que puedan seguir leyendo. En verdad estoy muy feliz de ver tantos mensaje, los cuales me apoyan a seguir escribiendo. Muchas gracias por todo!
Capítulo I
Apago con una mano el molesto despertador que la hizo salir de su sueño, abrió lentamente los ojos mirando con pereza los rayos del sol que se filtraban a través de su ventana. No deseaba levantarse todavía. Hacía apenas un par de horas desde que había podido conciliar el sueño. Volvió a cerrar los ojos negándose todavía a despertar, hasta que alguien decidió que ya había dormido suficiente.
—Mamá, mamá…— decía repetitivamente un pequeño mientras brincaba sobre su cama haciéndola despertar de nuevo.
Sonrió al verlo con su cabello revuelto y todavía de con su pijama de osos estampados puesta. Sabia que debía levantarse ya que aunque quisiera no podría lograr dormir con su hijo sobre ella.
— ¡Ya es hora de levantarse!— gritaba el pequeño sin dejar de brincar.
Seiji se dejó caer al lado de ella mirándola directamente a los ojos. Con unos pequeños ojos color ámbar. Ella lo abrazo maternalmente acariciando con una mano su cabello plateado.
—Mamá- la llamo, tratando de zafarse de sus brazos, a lo que ella lo tomo con mayor fuerza — ¡Mama! voy a llegar tarde a mi primer día de escuela— dijo con disgusto.
Ella suspiro, no entendía como un niño de seis años podía sentirse ansioso por ir a su primer día de clases. Hacían dos semanas en las que no podía dejar de preguntarle cuando comenzaría a ir a la escuela primaria. Aun recordaba lo difícil que había sido para ella volver a la escuela después de vacaciones y ahora veía a su hijo entusiasmado por ir a la escuela.
— ¿Qué tal si nos quedamos durmiendo y dentro de uno o dos años comienzas a ir a la escuela?— tuvo ganas de reír al ver el ceño de su hijo arrugarse.
— ¡Mamá levántate!— decía mientras la empujaba con sus pequeñas manos.
—Esta bien… esta bien, ya voy— se levanto con pesadez, mientras se dirigía a empezar su día.
— ¿Leche o jugo?— pregunto mientras abría el refrigerador.
—Jugo— escucho la eufórica voz infantil tras ella.
Habían pasado siete años… siete años desde que su vida había cambiado por completo. De una niña inocente y con pensamientos infantiles, lo que había vivido la había obligado a madurar rápidamente. Se había mudado de ciudad dejando atrás la familia que la había acogido desde que tenía siete años y la habían criado como su propia hija. No podía quedarse con ellos después de lo que le había hecho su hijo mayor.
Aun recordaba al señor Taisho; el cual lo había considerado su padre por doce años, enfrente de su escritorio después de decirle que ya no podía seguir viviendo con ellos. Él no les dijo nada, ni siquiera pregunto por qué ese cambio tan repentino. Y Kagome había agradecido que no la cuestionara. El señor Taisho había liberado la cuenta que le habían dejado sus padres antes de morir en aquel trágico accidente. Y sin decirle nada a nadie se había marchado sin dejar rastro.
Se había mudado de Tokio a un pequeño pueblo en Osaka. El dinero que le habían dejado sus padres no era suficiente para mantenerse por más de un año, había tenido que terminar la universidad de manera en línea, y trabajar para usar lo menos posible el unido capital con el que contaba.
Pero a pesar de ello, no le podía reprochaba nada a la vida.
Tenía un hermoso hijo que amaba sobre todas las cosas. Y trabajaba en una pequeña librería en donde era socia. A pesar de no ser rica le daba para vivir cómodamente.
Aunque tenía veinticinco años, y todavía era joven, ya no quedaba mucho de aquella muchacha ingenua que había sido fácilmente engañada por aquel hombre que le había hecho tanto daño. Debía odiarlo por todo lo que le hizo pasar… pero no lo hacía. No podía odiarlo cuando la personita que más amaba en el mundo se parecía tanto a el.
—Mamá— escucho una voz haciéndola sacar de su pensamiento — ¿Ya podemos irnos?
Sonrió al ver lo rápido que había terminado de desayunar con el propósito de llegar pronto a la escuela. Salieron de la calidad de la casa, a pesar de que comenzaba a ser frio ya que el invierno estaba cerca, el colegio de su pequeño quedaban a un par de cuadras de su hogar, por lo que podían ir caminando.
—Seiji, pórtate bien. Pon atención a tu profesora. Comes tu almuerzo. Cuídate de no lastimarte— le repetía a su hijo, aunque sabia que su el no era capaz de comportarse mal, pero como toda madre se preocupaba por el primer día de clases.
—Mamá… ya lo se- rodo los ojos al escuchar otra vez los consejos de su madre, muchas más veces de lo que el podía contar.
Kagome miro el gesto de su hijo, el parecido de su pequeño y de aquel hombre que había amado era realmente increíble. Sabía que había hecho lo correcto, al alejarse de sus amigos y de aquella a la que consideraba su familia. Aunque tenía que admitir que extrañaba a su mejor amigo y a aquellos que consideraba sus padres.
—Llegamos— decía mientras volteaba ver al pequeño que se encontraba fuertemente sostenido de su mano. En sus ojos pudo ver que estaba nervioso, pero sabía que su hijo era un demasiado orgulloso para admitirlo.
─ ¿Quieres que te acompañe hasta la entrada?─ le pregunto con un tono bajo.
Seiji asintió levemente con la cabeza, lo llevo de la mano hasta la puerta principal del colegio, había varios padres que se encontraban despidiéndose de sus hijos en su primer día, algunos pequeños se encontraban llorando al desprenderse por primera vez de sus padres.
No pudo evitar mirar como su pequeño observaba aquella escena con un semblante serio, y por un momento la hizo preguntarse "¿Si el también desearía tener a su padre junto a él en ese momento?". Solo una vez había preguntado el por que no tenía padre como todos los demás niños; al escuchar esto de los labios de su pequeño, no había podido aguantar las ganas de llorar mientras lo abrazaba.
—Pasare por ti a las dos— se inclino hasta la altura de su hijo, peinando su rebelde cabello con sus dedos.
—Está bien— decía mientras miraba hacia abajo.
Kagome lo atrajo hacia su pecho en un maternal abrazo, besándolo en la frente. No podía creer que su bebe comenzaba a ir a la escuela, los años habían pasado rápidamente.
—Cuídate mucho—dijo mientras le acomodaba la bufanda.
Lucho contra las ganas de llorar mientras lo veía entrar, se despidió con una mano. Sabía que su hijo también se encontraba triste al separarse de ella. Pero también sabia que esto le era mas duro a ella que a el.
Camino por menos de diez minutos para llegar a un local de color verde oscuro a el cual era visible que le faltaba un buen retoque de pintura, los ventanales de cristal se encontraban rayados debido al uso, y una puerta en la que había un letrero que decía "Abierto". Abrió la puerta y rápidamente el timbre de que alguien había llegado sonó.
─ ¡Ya estoy ahí, Kouga!─ dijo mientras dejaba su abrigo en el perchero de la entrada.
La vieja chimenea se encontraba encendida, por lo que la librería tenía una temperatura agradable. Miro alrededor, en su opinión el lugar no estaba tan mal, tenía un toque rustico y hogareño, pero a pesar de eso no había nadie al rededor. Suspiro resignada, hacia bastante tiempo en que las ventas habían bajado considerablemente.
─ ¡Oh! ¡Ya llegaste Kagome!─ salió de la puerta atrás del mostrador.
Kouga con su más de metro ochenta de estatura comenzó a acomodar algunos libros de un alto estante, tenía el pelo oscuro y sus hombros anchos. Era realmente atractivo pero para Kagome solo era un gran amigo además de su socio.
─ ¿Se ha vendido algo?─ pregunto mientras se acercaba a ayudarlo.
Kouga negó con la cabeza.
─Y si no hacemos algo estamos acabados.
Kagome se estremeció al escuchar esas palabras.
─No te preocupes, pediremos un préstamo y con eso…
Dejo de hablar cuando Kouga dejo los libros a un lado y se sentó de una silla que estaba junto al mostrador, la miro con una expresión seria.
─El banco no nos dará más prestamos─ llevo sus manos al cabello exasperado. ─nuestro crédito esta al topé, y lo que se ha ganado no cubren ni los intereses de este mes.
Apenas podía creer lo que estaba oyendo, no podía creer que algo así le estuviera sucediendo. Sabía que la librería no se encontraba en su mejor momento, pero no podía imaginarse tener que cerrar la librería, todo sus ahorros se encontraban invertidos en ese lugar.
Desde que había llegado a Osaka, su única preocupación había sido encontrar un lugar donde podía criar a su hijo. Hacían ya cuatro años desde que había abierto junto a Kouga a aquella librería. En los primeros años todo había ido de maravilla, pero desde que las personas podían comprar sus libros por medio de internet. Para Kagome una pantalla no podía sustituir a leer impreso, pero parecía que las personas habían dejado de interesarse en comprarlos físicamente.
De repente Kouga coloco un documento enfrente de ella, haciéndola salir de sus pensamientos.
─ ¿Qué es esto?─ dijo mirando el papel frente a ella extrañada.
─Nuestra única esperanza.
Kagome leyó el documento detenidamente, volvió a leerlo rápidamente corroborando lo que ahí decía. Se detuvo en el nombre que decía en el logo "Shikon", conocía aquella empresa, era una de las más conocidas de Japón, la cual se encargaba de comprar pequeños negocios en la ruina y hacerlos crecer.
─ ¿Quieres que vendamos la librería?─ aparto el documento para mirar a los ojos a Kouga sin soltarlo.
─No Kagome. Es un carta de la Corporación Shikon, la cual está dispuesta a invertir un gran capital en nuestra librería.─ dijo Kouga sonriendo ─Pagaran todas las deudas, no nos cobraran ningún tipo de interés, hasta que la librería comience a tener utilidades─ finalizo de explicar.
─No entiendo… ¿Por qué harían eso?─
Aquello sonaba demasiado bien para ser real, sin deudas podían mejorar el local y hacerlo más tentador a los clientes. Las ganancias no irían destinadas a pagar solo los intereses en el banco, los cuales solo habían hecho aumentar más su deuda. ¿Pero cuál sería el beneficio de su inversor?
─ ¡No importan los motivos!─ hablo Kouga con visible excitación ─Nos están dando la mayor oportunidad de nuestras vidas ¡Vamos Kagome! No nos podemos negar. Es esto o cerrar la librería para siempre.
Al escuchar que podía perder la librería, hizo sentir a Kagome una punzada en el estómago. Si se iban a banca rota no tendría ingresos, debería de conseguir un trabajo. No podía imaginar lo que tendría que hacer mientras lo buscaba, mientras debería de mantener su hogar y a su hijo.
Sintió como Kouga la tomo por lo hombros acercándose a su rostro.
─Vamos cariño ¿Qué dices?
Kagome leyó el gran letrero grabado frente a un alto edificio "Shikon", el cual como Kouga le había dicho era su única salvación de la banca rota. Según la informacion que habían recibido tenía que dirigirse a la oficina central para cualquier duda o informarles que aceptaba su inversión. Su propuesta era demasiado tentadora, pero prefería leer las letras pequeñas antes de aceptar.
El edificio era inmenso, tomó el ascensor hasta el piso decimoctavo. En el camino el ascensor se detuvo tres veces, dejando entrar a hombres con sacos y corbatas, y mujeres con elegantes trajes de oficina. Kagome se pegó mirando su reflejo través de la brillante pared del asesor. Su cabello azabache caía sobre sus hombros, sus mejillas se encontraban rojas y el abrigo que llevaba se notaba que era viejo. Tal vez había tenido que hacerle caso a Kouga y haber tomado un taxi y no el metrobus en donde había tenido que caminar varias cuadra en el frio de las calles.
Las puertas se abrieron y ella salió del ascensor, lo primero que vio fue un gran escritorio se dirigió con el folder en sus manos a la recepcionista rubia que había de tras de él.
─ Vengo a…─ la recepcionista le dirigió una mirada para luego mirar el folder que sostenía, hizo una cara de desagrado.
─Espere en la sala de espera por favor─ la interrumpió, mientras que su vista se volvía a dirigir al ordenador frente de ella.
Kagome dio la vuelta mirando una pequeña sala, y tras un fuerte suspiro se dirigió a sentarse colocando el folder sobre sus piernas. La recepcionista parecía saber a lo que venía con solo mirar el documento en sus manos. Seguramente había un gran número de empresas pequeñas las cuales habían recibido la misma ayuda que ellos.
Pasaron más de cuarenta minutos esperando en los cuales la recepcionista le había dirigido unas cuantas miradas, miro su reloj que pasaban de la una de la tarde, debía darse prisa si no quería llegar tarde a buscar a su hijo. Si se iba en ese momento podía llegar a tiempo en metrobus, en esos momentos no podía darse el lujo de tomar un taxi. Dio un suave suspiro mientras se levantaba de su asiento para dirigirse al escritorio. Pensaba dejar el folder con la recepcionista y darle las gracias por nada, mientras se olvidaba de aquella desagradable experiencia. Hasta que una voz la hizo detenerse.
—Kagome—
Se paralizo al escuchar aquella conocida voz tras de ella, sentía su corazón latir rápidamente, no podía ser… aquello no podía ser real, no podía creer que se aquel hombre se encontrara tras de ella. Sintió como su cuerpo vibraba al sentir aquella pesada vista tras de ella. Volteo para encontrarse con aquellos ojos color ámbar que la miraban tan fijamente.