EL FANTASMA DE UNA ROSA

Los personajes de Detective Conan y de Magic Kaito no me pertenecen, al igual que las canciones citadas.

Me he inspirado en este prólogo con la canción Sacred Grove Metal – The Legend of Zelda.

PRÓLOGO

La estancia era grande y oscura, con candelabros plateados y oxidados, de decoración lúgubre, vieja y hostil, llena objetos curiosos y antiguos. Una figura envuelta en una capa negra con capuchón avanzaba hasta el centro de la habitación, donde estaba un tablero con una bola de cristal al centro. La envolvió con las manos, contemplándola con una sonrisa maquiavélica y murmurando una serie de palabras de origen arcaico y desconocido para la mayoría de los mortales. La bola brilló. Ensanchó su sonrisa. Por un momento, la estancia se iluminó con intensidad y el individuo se cegó por unos instantes. La observó de nuevo. Dentro de la esfera se mezclaban diversas sustancias que brillaban aleatoriamente y de ella salió una voz grave y potente.

- ¿Quién ha despertado al señor de las tinieblas?

- La bruja Akako, de la estirpe de los Koizumi – se presentó ella con firmeza.

- ¿Otra vez tú? – La voz que antes hablaba con contundencia, ahora parecía exasperada – No me preguntarás por ese insignificante mago ¿verdad?

- Pues claro que sí – respondió altiva - ¡Quiero todos los hombres a mis pies! – Puso una expresión furibunda – Prometí que Kuroba sería mi esclavo personal y eso es lo que será.

La voz grave echó un lento y largo suspiro. Aunque fuera el señor todopoderoso de las tinieblas, no podía negarse a los deseos de esa niña mimada y vanidosa que se presentaba como bruja. El linaje de los Koizumi tenía gran trascendencia sobre él. Su condición le obligaba a dejarse doblegar por los deseos de esa familia desde hacía tanto tiempo, que había olvidado las razones por las cuales debía actuar así. Pero tenía que resignarse.

- Existe una poción que podría funcionar… - musitó la voz.

- ¿De veras? – Akako aproximó su rostro a la bola, expectante - ¡Bien!

- Se trata de un conjuro milenario – explicó paciente – El que lo consuma, quedara bajo la voluntad de la persona que lo haya elaborado. Te convertirás en su dueña, aunque él no será consciente de ello.

La bruja empezó reír con fuerza, de forma malévola, saboreando la victoria. Ahí estaba la solución. Kuroba sería suyo por fin. Ya nada podría salvarle. Ni siquiera esa incordiosa y estúpida de Aoko Nakamori. Estaba segura que ella era la responsable de todo su fracaso. Su apariencia inocente – que estaba convencida que era una falsedad – daba más resultado que su atractivo seductor en el joven ladrón. Pero aunque esa chica corriente y vulgar ganara las batallas, ella ganaría la guerra.

- Sin embargo, existen ciertas cláusulas – replicó la voz haciendo que Akako parara de reír de golpe - Aunque lo tuvieras bajo tu yugo, el conjuro no es eterno. No es permanente.

- ¿De cuanta duración estamos hablando? – dijo arqueando una ceja.

- Depende de la calidad de los ingredientes – aclaró – Si son buenos, puede durar años. Además, el conjuro menguara cuando tú no estés cerca de él. Aunque los poderes del conjuro aumentan cuando el sujeto se acerca al lugar donde se ha elaborado la poción…

Akako miró a la bola con perspicacia. Siempre tenía que haber pegas para todo.

- ¿Existe algún modo de hacerlo eterno?

- Sí – susurró la voz haciendo que Akako sonriera con maldad – Si consigues que el sujeto te vea como el único, como el centro del Universo, como lo más importante de su vida antes de que se termine el conjuro, el hechizo ya no hará falta y será tuyo para siempre.

- Es decir… - Reflexionó la bruja – Si consigo que Kuroba se comporte como todos los hombres que tengo bajo mis pies mientras es mi esclavo…Si consigo que se enamoré de mí perdidamente…Será mío. – Sonrió astutamente – Para siempre.

- Exactamente.

- No creo que sea tan difícil.

- No te confíes, bruja – Le advirtió – Su entorno puede trastornarle y hacer que el conjuro se rompa. Esta poción es muy delicada. Tienes que estar siempre con él y alejarle de cualquier objeto o persona que haga peligrar el hechizo. Su pasado y sus recuerdos son un peligro también.

Akako creyó que el señor de las tinieblas exageraba. No sería difícil enamorar al mago, y menos teniendo en cuenta el margen de tiempo tan amplio. No por nada era la mujer más guapa y atractiva del mundo. Pero tendría en cuenta sus consejos. Toda precaución era poca. Esta vez Kaito Kuroba sería suyo. Sonrió con malicia. Eternamente.


Aquí esta otro fic mío de MK. Hacia tiempo que lo tenía pero no quise sacarlo a la luz. La inspiración de este fic fue la canción Ghost of a rose de Blackmore's night.

Sé que este prologo es muy cortito, ¡pero os prometo que el capitulo uno compensara! Es para abrir la boca.

Espero que os guste! Comentad porfavor!

Besos!