Me he inspirado en este capitulo con la canción Time - Hans Zimmer.
CAPITULO 2016
Ficción o realidad
No recordaba la última vez que había sentido el calor del sol acariciar su piel. Un horrible frío le bloqueaba siempre sus sentidos, volviéndole insensible como una estatua. El líquido viscoso le envolvía el cuerpo como una armadura petrificante, oprimiéndole las ganas de moverse. Con los ojos abiertos, viendo a través de un velo oscuro los acontecimientos que sucedían más allá del cristal; como una película sin final y a la cual nunca podría volver a acceder.
Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo se le clavaban en su alma, recordándole que había vida más allá y que él continuaría encerrado en medio de una líquida oscuridad. En ocasiones, su mente viajaba a tiempos pasados, rememorando épocas mejores donde podía moverse y relacionarse con los demás. Donde tenía metas y expectativas, donde tenía una vida para experimentar. Pero pronto regresaba a la realidad, golpeándole con fuerza. A veces, solo a veces, alcanzaba a oír algunas voces. Voces provinentes de fuera el cristal, voces que identificaba con las borrosas imágenes que aún podía ver. En algunas ocasiones era Akako, en otras, Lucifer. No entendía nada de lo que decían pero podía intuir cuando hablaban de él por las miradas de recelo que a veces le dirigían. Ella lo miraba siempre con rabia y desprecio, mientras que Lucifer con insulsa indiferencia.
Un día, Akako se aproximó hacia él con la faz desfigurada. Él no comprendía la causa de su enfado, pero tampoco le interesaba mucho. No obstante, comenzó a inquietarse cuando vio que cogía un enorme mantel y…Todo se volvió negro. Ahora no podía ni tocar, ni oír, ni oler, ni degustar ni ver. Privado de todos los estímulos externos que le ayudaban a mantenerse consciente, empezó a perder la cordura. Sucumbió a la desesperación, pero ni siquiera era capaz de desquitarse pues tampoco podía gritar. La frustración se convirtió en una emoción que se lo comía por dentro y que era imposible de saciar. El tiempo seguía pasando y él cada vez se sentía peor y más perdido.
Así que empezó a soñar. Soñar con su infancia, con su adolescencia y con las cosas que había dejado atrás. Soñó con historias imposibles, con universos alternos, con un futuro del que estaba seguro que nunca podría realizar. El tiempo pasó en segundo plano y ya no esperaba poder salir de las entrañas del Espejo Negro. Se convirtió en un organismo en medio de un espacio desconocido, como una bacteria atrapada en una probeta, con sus recuerdos y su imaginación como el único medio para mantenerse ligado al mundo que se hallaba fuera, con el único objetivo de sobrevivir.
Inesperadamente, un día la luz volvió a colarse en sus ojos. Fue repentino y brusco, sintiéndose al principio muy desorientado y confuso. El rostro desencajado de Kaito le informó que al fin le había descubierto. Pero no parecía querer rescatarle. Después de verle, vio como retrocedía torpemente y se quedaba contemplándolo con horror. Él quería gritar, quería exigirle que le sacara de allí, pero el hechizo le mantenía pétreo. Le fue imposible calcular cuanto tiempo le estuvo observando, pero fue demasiado rato. Para su satisfacción, al fin vio que Kaito reaccionaba y se abalanzaba hacia el espejo con intención de romperlo. Hacía tanto tiempo que no sentía la alegría y la anticipación recorrer por sus venas… ¡Iba a salir de allí! ¡Por fin iba a salir!
Sin embargo, pronto se dio cuenta que Kaito no podía romper el espejo. Y, para su desdicha, Lucifer apareció y le habló al mago, obteniendo como resultado que Kaito se marchara del lugar y lo dejara allí solo, otra vez. Esa fue la peor de sus temporadas. Tras degustar la fantástica esperanza de que al fin podría salir de allí, ver a su salvador marcharse y abandonarlo de nuevo le derrumbó. Ahora era cada vez más consciente de todo, de su frustración, de su tristeza, de su impotencia. Ya estaba harto. Quería morirse. Con sus esperanzas destrozadas, tan solo le quedaba su prodigiosa mente y ésta, con sus recuerdos y sus deseos irrealizables, era un suplicio. No se callaba, siempre auto lamentándose, siempre atormentándolo. Pero ni siquiera podía hacer desaparecer su existencia.
No obstante, para su sorpresa, el mago volvió. Retornó con algo entre sus manos, algo largo y fino, similar a una espada. Le pareció que invocaba a Lucifer y, pocos segundos después, lo confirmó. Lucifer salió de su bola y estuvieron platicando un rato. Luego, no sabía muy bien cómo, Kaito destrozó la bola y liberó a Lucifer. Mas, la sorpresa le golpeó de nuevo, al darse cuenta que el mago también quiso liberarle a él con la espada. Se abalanzó contra el espejo, inyectando la espada entre el rudo cristal. Todo sucedió muy rápido. La espada ocasionó grietas, fisuras que se fueron extendiendo por toda la superficie. El líquido negro que lo envolvía empezó a moverse, inquieto, y le pareció que su inmovilidad corporal disminuía. Apenas podía creer lo que le estaba sucediendo. El Espejo Negro envió a Kaito lejos, estampándolo contra el suelo. Seguidamente, le pareció oír un aullido, semejante a un lamento…Era un grito de dolor ¿Podría ser el mismo Espejo Negro? El cristal se rompió en mil pedazos y el líquido negro se desintegró.
De pronto, volvió a respirar.
Los pulmones se le llenaron de aire, doliéndole como si fuera la primera vez, como si volviera a nacer; y las extremidades, libres ya de cualquier atadura, quedaron adormecidas después de tanto tiempo sin moverse. La gravedad siguió su curso y lo estampó contra el suelo. Le dolió, pero se alegró de ello, pues eso significaba que podía disfrutar del sentido del tacto de nuevo. Se percató, además, que el suelo era frío y húmedo y que el aire de su alrededor estaba enrarecido.
Quiso experimentar más, pero sus ojos, cansados de estar tanto tiempo abiertos, ya no le respondían y la vista se volvió borrosa mientras sus parpados se cerraban lentamente.
Pero eso no le importaba porque era libre, al fin.
Se despertó en una cama mullida, rodeado de aparatos que emitían pitidos, de un ambiente blanco y embriagado por olor a medicina. No hacía falta ser un detective de alto intelecto para deducir que se hallaba en el hospital. Al contrario que cualquiera que se despertara en un hospital, Hakuba sintió una enorme paz y se enfrascó en observarlo todo tendido en la cama, disfrutando de la blancura que le ofrecía de la habitación, acostumbrado como estaba de convivir durante tanto tiempo rodeado de oscuridad. Dirigió su vista a la ventana y dedujo, por la posición del sol, que era por la mañana. Se alegró por ello, pues hacía tiempo que no veía el sol y lo había echado de menos.
Se intentó incorporar, pero sus extremidades seguían adormecidas y la cabeza le daba vueltas. De repente, oyó la puerta de la habitación abrirse y de allí apareció una joven de pelo castaño claro y corto, sosteniendo un café. El pecho de Hakuba dio un salto al verla. Ella cerró la puerta, sin darse cuenta que él estaba consciente, cosa que él aprovechó para observarla de lejos. Llevaba el pelo un poco más largo de lo que recordaba y algo despeinado, su figura era esbelta, como siempre, pero no pudo evitar fijarse que estaba más delgada que de costumbre. Ella se giró y sus miradas se encontraron por fin. Ella abrió los ojos al verle, con la boca entreabierta y dejó el café deslizarse de sus manos y caer el suelo.
Se acercó a él con celeridad, con una expresión de preocupación que nunca había visto en ella, impresionándolo en sobremanera y dándole esperanzas respecto su relación. Llegó hacia él y le palpó los hombros, la cara y él pecho, como si no creyese que estaba allí.
- ¡Estás despierto! – Exclamó con voz quebradiza - ¡Despierto!
Hakuba observó las ojeras que se hallaban debajo sus ojos vidriosos y cansados, su piel pálida y demacrada. Por primera vez, no se le ocurrió nada ingenioso o de un mínimo entendimiento que decir. Se limitó a abrir y cerrar la boca, como un pez fuera del agua, sin saber exactamente cómo comportarse. Ella lo abrazó con fuerza y él la correspondió con dubitación, desorientado. Ella rompió el abrazo fugazmente y volvió a mirarle de arriba abajo y a palparle con las manos.
- E-estabas en coma… - le comentó con una voz llena de contenida emoción – Y-ya hace dos semanas q-que lo estás…N-no sabían cuanto despertarías… -
Él se dio cuenta que sus manos le temblaban por el nerviosismo y sus ojos estaban húmedos, aunque no llegaron nunca a dejar salir ni una lágrima. Quiso tranquilizarla, así que le cogió las manos entre las suyas y las colocó en su pecho para que oyera sus propios latidos, esbozando una alentadora sonrisa.
- Ahora ya estoy bien.
La puerta abrirse detrás de ellos rompió la romántica atmosfera que les rodeaba, y Ran apareció con su faz en estado de shock.
- Esta… - balbuceó - ¿Se ha despertado?
Shiho asintió con vehemencia desde su sitio con una sonrisa en su rostro, cosa que contagió a Ran.
- ¡Voy avisar al doctor!
Antes de que nadie pudiera decir algo, Ran ya había desparecido por la puerta. Él miró atónito a Shiho, preguntándole con la mirada qué hacia Ran Mouri allí.
- Todos estábamos muy preocupados por ti – contestó simplemente ella, acariciándole algunos mechones de pelo con ternura.
Hakuba sintió ese movimiento tan afectivo e intimo que no pudo evitar sonrojarse un poco. Si ella supiera el tiempo que había estado pensando en ella dentro de ese Espejo… Había estado soñando despierto, construyendo su vida junto ella, como un deseo irrealizable que ahora lo contemplaba como una posibilidad no muy remota. Ahora, pero, vio el ceño fruncir de Shiho.
- Pero ¿Qué te ha pasado? – Preguntó ella con algo de ansiedad - ¿Dónde estuviste durante tantos meses?
- ¿M-Meses? – vaciló él.
- Sí – susurró ella – Has estado tres meses desaparecido. Te he estado buscando durante todo este tiempo… - sacudió la cabeza – Pero no hubo manera de encontrarte.
- ¿Tú? – repitió atónito y esperanzado - ¿Me buscaste?
- Sí – asintió ella, algo avergonzada – Pero… ¿Dónde estabas? ¿Cómo llegaste a entrar en coma?
Él miró al techo, dubitativo. ¿Cómo podía explicarle todo lo que le había pasado? Maleficios, brujas, espejos mágicos, Lucifer… Parecía un cuento de hadas. Pero él era un detective de prestigio, siempre en busca de la verdad. Así sería la única manera de avanzar. Sin embargo, antes de que él pudiera responder, aparecieron el médico y Ran en la habitación. Shiho se apartó de Hakuba y el doctor se dispuso a hacerle un chequeo.
- Parece que todo está en orden – musitó el doctor tras realizar la revisión – Ha tenido mucha suerte, joven – Hakuba le sonrió agradecido – De cualquier forma, ahora vendrá el inspector de policía a prestarle declaración, ya les he avisado. Es mi obligación por su larga desaparición. He de decir que estaré aquí en todo momento, por si necesita mi asistencia.
Esta vez Hakuba asintió, pero la sonrisa se le había borrado de su cara. No pensaba que la policía vendría a prestarle declaración, pero era lo más lógico. Minutos más tarde, se vio rodeado por miradas curiosas. El inspector Megure y Takagi se habían presentado, acompañados de Shinichi Kudo – de seguro avisado por su novia – y Shiho, Ran y su médico también estaban presentes. Demasiada gente, demasiada presión. Veía en cada rostro las diferentes expectativas dirigidas hacia él, y Hakuba se rió amargamente por dentro, pues nadie tenía ni idea lo que iba a decir.
Tomó aire y empezó a relatar. Lo explicó todo. Cómo sospechó del comportamiento de Kaito Kuroba y decidió ir a verlo a casa de los Koizumi, como se coló en la mansión, como se aventuró en una sala llena de pociones, como Lucifer apareció de la nada, como le explicó el estado de Kaito y Akako, como Akako lo descubrió, como lo encerró en el Espejo Negro…Como Kaito lo liberó y como cayó desmayado. Hakuba fue estudiando las distintas fases de los rostros a medida que iba relatando su historia. Lo primero fue la perplejidad, después el rechazo, la incredibilidad y, por último, la lástima. El médico se rascó la nuca, pensando en el relato y haciendo sus propios apuntes mentales.
- No me creéis ¿verdad? – musitó Hakuba al ver que el silencio se iba extendiendo.
- Oh, no es eso, Hakuba, es solo que… - empezó Megure, sin saber cómo explicarse.
- Tienes que admitir que es bastante surrealista – completó Shinichi – E inverosímil.
- Sé que no es lo frecuente, pero es la pura verdad – replicó el otro, a la defensiva – no me he inventado nada.
- ¿Pero has oído su propio relato? – Espetó el arrogante detective - ¡Has dicho que Akako Koizumi es una bruja y que tú has estado hechizado durante todo este tiempo! ¿Y qué me dices de Lucifer? – Resopló - ¡Ridículo, sumamente ridículo! La magia y las deidades no existen.
Hakuba le dirigió una mirada gélida.
- Yo pensaba igual que tú – respondió con voz sombría – Hasta que lo vi con mis propios ojos – Ahora miró hacia Shiho, quien la contemplaba consternada – Es la verdad. No miento.
En la habitación se formó un silencio sepulcral. Los presentes se contemplaban los unos a los otros, sin saber qué decir o hacer. Ése no era un comportamiento propio de alguien tan sensato y tan entregado a la ciencia como Saguru Hakuba. El doctor, que había permanecido totalmente atento a su historia, se aproximó con disimulo a los policías para exponer su teoría.
- Lo mejor que podrían hacer es irse, señores – Aconsejó él – Sospecho que mi paciente sufre de amnesia transitoria retrógrada como consecuencia del traumatismo cráneo–encefálico o quizá de posibles acontecimientos traumáticos. Debo decir, además, que en este tipo de casos el paciente suele completar las lagunas memorísticas con sucesos imaginarios para dar sentido a lo que ha sucedido, son como "delirios de la memoria", llamados fabulación. No es un extraño que suceda. Aconsejo que, por hoy, descanse y se quede en observación.
Los policías no podían estar más de acuerdo. Hakuba, quien como todos había oído la explicación, se incorporó indignado.
- ¿Pero qué está usted diciendo? – Exclamó enojado - ¿Amnesia transitoria? ¿Acontecimientos traumáticos? ¿Sucesos imaginarios? ¡No me estoy inventando nada! – Expresó cada vez más alterado - ¿Y desde cuando tengo un traumatismo? ¡Yo no me he hecho daño!
De nuevo, todos se quedaron mudos ante tal muestra de irritación. Shiho se aproximó cuidadosamente hacia él y le puso una mano en el hombro como gesto tranquilizador, atrapando su atención.
- Saguru – Le llamó con una dulce voz pero con un dejo de tristeza – Sí te diste un golpe en la cabeza.
- ¡Yo no me…!
Se tocó instintivamente la cabeza y se percató de que una venda la envolvía. Entonces… Sí que había sufrido un traumatismo craneal. Pero… ¿Cuándo? Recapacitó y llegó a la conclusión que se la debió hacer al caer del Espejo Negro cuando Kaito lo rompió. Ahora volvió a mirar a los presentes y comprendió que, a juzgar por sus rostros llenos de lástima y compasión, nunca le creerían.
Shinichi Kudo no sabría decir exactamente qué demonios estaba haciendo allí. Todo parecía sencillo ¿No? Es decir, hasta el medico del hospital lo confirmó. Las incongruencias de Hakuba resultaban ser delirios provocados por la amnesia…Algo relativamente normal entre ese tipo de trastornos. Lo más lógico sería dejarlo estar. Entonces ¿Qué era esa sensación, ese instinto detectivesco, que le advertía de que se le escapaba algo? Ignorarlo sería la solución más rápida y sensata, pues se trataba de una simple corazonada, sin fundamento ni método, pero su experiencia previa le advertía que quizá debería ver más allá, alcanzar otra perspectiva.
Y allí estaba él, delante de la residencia de los Kuroba, accediendo a la petición del trastornado detective inglés de ir a buscar a Kaito Kuroba para hablar con él de lo sucedido. Ciertamente, Shinichi no tenía nada que ver con todo ese embrollo, pero tenía que admitir que la curiosidad le invadía cada vez que oía de ese extraño caso. Un detective desaparecido durante meses, secretos no confesados, delirios, alucinaciones y joven mago, de carácter difícil y huraño, que parecía ser la incógnita de la ecuación. Nada podía fascinar más a Shinichi, a pesar que había definido la situación como surrealista y ridícula esa misma mañana.
Tocó el timbre y, en pocos segundos, Aoko apareció por la puerta con una faz llena de sorpresa. Tras explicarle brevemente el motivo de su visita, Aoko le dejó pasar con una expresión de cautela e inquietud. Cuando llegaron al salón, Aoko le informó que Kaito estaba cortando rosas en el jardín. Shinichi asintió y se dispuso a salir al jardín por la puerta trasera, pero la pequeña mano de Aoko le sujetó el brazo y lo frenó. Él, confundido por el inesperado gesto, le preguntó con la mirada a qué venía ese movimiento. Ella lo miró con ojos llenos de preocupación y nerviosismo.
- ¿Qué quieres exactamente de Kaito?
El frunció el ceño, extrañado.
- Solo le vengo a pedir que vaya a visitar a Hakuba. Él quiere hablar con Kuroba, ya sabes, sobre lo de su desaparición…- Aclaró Shinichi – Los inspectores de policía necesitan aclarar lo sucedido.
- ¿Los policías? – Esta vez Aoko palideció - ¿Hay…hay policías? ¿Por qué?
- Necesitan una declaración – Shinichi ladeó la cabeza, confundido y le sujetó de los hombros – Aoko ¿Te encuentras bien? Estás pálida.
- Le crees sospechoso ¿verdad? – le preguntó con un tinte de impaciencia – Has venido a detenerle.
- ¿Eh? ¡No! – Shinichi soltó – Es decir, pienso que esconde algo, pero no he venido a detenerle. – Achicó los ojos, receloso - ¿Debería hacerlo?
- ¡No, claro que no! – Hizo una sonrisa forzada – Qué tonterías dices.
Shinichi no acababa de comprender la actitud tan inquieta y cautelosa que expresaba Aoko, pero era evidente que ella escondía algo.
- Aoko, si tienes algo que decirme…
En ese momento, la puerta que daba al jardín se abrió y apareció Kaito tras ella. El mago quedó extrañado al ver al detective allí, pero su mirada se obscureció al ver que Shinichi sujetaba a Aoko por los hombros y estaban situados en una corta distancia. Shinichi, al ver la mirada severa e irritante que le lanzaba Kaito, se apartó de Aoko con rapidez para evitar algún mal entendido. Demasiado tarde, pues la mente de Kaito ya viajaba a cien por hora, hipotetizando escenas que podían haber ocurrido antes de su llegada.
- ¿Qué hace él aquí?
Shinichi tragó duro al oír la voz áspera y grave del mago, y empezó a sudar frió al ver cómo sujetaba de forma rígida las tijeras de podar con aire amenazante. Parecía un asesino en serie a punto de atacarle. Él respiró hondo y se dispuso a tranquilizarle y anunciarle el motivo de su visita. Al fin y al cabo, él no había hecho nada malo.
- Hakuba quiere que le vayas a ver –le explicó con templanza - Quiere agradecerte que le hayas rescatado.
Eso no era del todo cierto, pero así se aseguraba de que venía por las buenas.
- ¿Hakuba? – Soltó incrédulo y desconfiado - ¿Ese fantoche quiere darme las gracias?
- ¡Kaito! – Clamó Aoko - ¡No hables así de Hakuba!
Él le envió una mirada de indiferencia y se encaró de nuevo a Shinichi.
- Tan solo es una visita – insistió Shinichi.
Kaito siguió mirándole con recelo cuando Aoko volvió a inmiscuirse en la conversación de los dos jóvenes.
- Claro que iremos a visitarle, Shinichi – le aseguró ella con una sonrisa – Era nuestra intención desde el principio – Ahora se giró hacia Kaito - ¿Verdad?
- Habla por ti – soltó el aludido con resentimiento en su voz.
Aoko frunció el ceño, algo disgustada, pero después se volvió a Shinichi con otra sonrisa.
- No te preocupes, irá.
Kaito había ido al hospital a regañadientes. La visita de Shinichi en su casa no le gustó demasiado. Ni la prospera amistad que disfrutaba con Aoko. Esa cercanía que tenían era irritante y molesta. Y para el colmo, los dos insistieron en que fuera a visitar a Hakuba por propia petición del lisiado. Aoko le estuvo acompañando, más bien siguiendo, hacia la habitación donde se hallaba el detective inglés. Con esa mirada de suspicacia, dudando, sospechando de él, como todo el mundo hacia. No era tonto, se había dado cuenta de todas las incertidumbres y recelos que habían ido surgiendo entorno a su persona.
Sin embargo, cuando entró en la habitación, toda su percepción verso el asunto cambió. Media docena de miradas se dirigieron hacia él, inspeccionándolo de arriba abajo. Reconoció al instante al inspector Megure y Takagi que lo miraban con escama, mientras Ran lo miraba con preocupación y Shiho y Shinichi con atención. ¿Qué significaba eso? ¿Una trampa? ¿Hakuba había dicho su verdadera identidad? Quiso escaparse, pero Aoko estaba detrás, bloqueándole el paso, con una expresión de alerta y con la faz nívea.
Volvió a girarse, encarándose al problema. Reflexionó un poco y dedujo que no podían saber de su identidad. Todo estaba atentamente calculado y premeditado. Pero a juzgar las caras llenas de recelo que todos desprendían, de algo grave se trataba. Al fin, dirigió su mirada a Hakuba. Aún se encontraba en la cama del hospital, con la cabeza vendada y algunos rasguños por todo el cuerpo provocados por los cristales del espejo negro. Un nudo en la garganta se le formó al pensar que todo lo sucedido en la mansión fue por culpa suya y se prometió a sí mismo que nada parecido volvería a ocurrir. Y, por respeto al detective que yacía en la cama, se quedaría allí y no intentaría huir, enfrentándose a las peliagudas preguntas que de seguro le vendrían encima.
Hakuba vio como la faz de Kaito se iba desfigurando al ver toda la gente que le rodeaba. No era difícil deducir que el miedo se había instalado en su persona, quizás por el temor de que su segunda identidad hubiese sido revelada. No obstante, este no era el caso. Aunque le encantaría enormemente desvelar su identidad, no le había hecho venir por esa razón. Su memoria y sus deducciones, siempre bien consideradas e incluso tachadas de privilegiadas, le estaban jugando una mala pasada. Nadie se creía su versión de los hechos verso su desaparición y, a parte de deshonorar su nombre, le disgustaba sentirse tan desorientado y contrariado. Él, siempre seguro de sí mismo y de sus investigaciones, ahora dudaba de todas sus experiencias de los últimos tres meses, hasta al punto de creerse la historia del medico al decir que se trataban de alucinaciones.
Pero fue tan real, tan vivido, tan doloroso… Le costaba creer que todo era fruto de su imaginación. Así que… ¿Quién mejor que Kaito Kuroba para disipar sus dudas?
- Kuroba, te he hecho venir para que confirmes lo ocurrido en la mansión de los Koizumi.
De pronto, Kaito se puso rígido y endureció la mirada. Eso no le gustó a Hakuba, pues significaba que no daría su aportación por las buenas.
- Pensé que ya lo había dejado claro – sentenció el mago – Apenas me acuerdo de nada.
Hakuba le envió una mirada amenazante, pero el otro quedó impertérrito. Saguru ya había sido informado de la versión que había dado el mago. ¿Dos hombres y un disparo? Ah, no, nada de eso había pasado. Y decía que no se acordaba de nada… ¿ni del lugar, ni de su novia, ni de Lucifer…? Por su actitud defensiva, no quería colaborar. Una impotencia se generó en su interior provocando que la ira saliera por su boca, en un tono hosco.
- ¿Cómo puede ser que no te acuerdes? Estuve encerrado durante meses en ese espejo… ¡En la mansión de los Koizumi! – Le espetó con energía - ¡Tú me salvaste! ¿Y no te acuerdas?
- La verdad, no se de qué me estás hablando.
- Sí que sabes de lo que estoy hablando, no mientas - dijo con furia - Como mínimo, admite lo que de verdad es tu novia.
- ¿Qué es?
- Una bruja.
- ¿Una bruja? – levantó el ceño.
- Sí, de esas que hacen hechizos y maleficios - Aclaró Hakuba, cada vez más alterado – Ella fue quién me encerró en el Espejo.
- Creo que necesitas descansar más – rió un poco – Esta claro que el golpe en la cabeza te ha trastornado.
- ¡Es la verdad!
- Oh vamos, Hakuba. – Rió más desenfadado - Debes admitir que lo que dices no tiene ni pies ni cabeza.
Hakuba miró a su alredodedor y vio en las miradas de los presentes que pensaban igual que el mago. Maldita sea. Esto no estaba resultando como había esperado… ¡Pero debía luchar por la verdad!
- Sé que suena disparatado, pero es lo que pasó – le señaló con el dedo índice – Y tu sabes que es verdad. Admítelo. Akako me hechizó y a ti también, Kuroba.
Esta vez, la sonrisa relajada de Kaito desapareció y adoptó una expresión sombría.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿De verdad crees que te fuiste a vivir con ella por propia voluntad? – Le espetó - ¡Abre los ojos, Kaito! Ella es una bruja y te hechizó para que te fueras con ella.
- Eso no es verdad – contestó enojado – Yo quiero a Akako.
- Eso es lo que crees, pero en verdad no la soportas.
- Estás delirando – declaró con voz severa – Todo lo que dices no tiene sentido. Son solo tonterías.
La mirada indiferente de Kaito y su tozudez se convertían cada vez en un suplicio mayor, y la impotencia y la ira reinaban en el cuerpo de Saguru. Nada de lo que dijese haría cambiar de idea a Kaito, él siempre protegería a esa bruja y Saguru quedaría como un mentiroso lunático. Se levantó de la cama, gobernado por la rabia y la impotencia, y se arrojó contra Kaito, sujetándole por la camisa con ira, zarandeándole con fuerza, en un acto pobre de hacerlo entrar en razón.
- ¡Basta ya! ¡Para de protegerla! – Rugió el detective - ¡Lo único que ha hecho es daño! ¡Di la verdad, maldita sea! ¡Admítelo!
- ¿Qué haces? – protestó el otro - ¡Suéltame!
- ¡Di la verdad! – Continuó el otro - ¡Para de mentir! ¡Dilo!
Su actitud era cada vez más semejante al histerismo y los detectives se obligaron a cogerle por las axilas para que no atentara contra el mago. No obstante, la fuerza de Saguru era descomunal y le pidieron a Kaito que se fuera de la habitación, al ser él la causa de su enojo. Kaito asintió con rapidez y se fue junto Aoko. Pero el hecho de que se fuera, aumento más la rabia del detective inglés, volviéndose casi incontrolable.
- ¡No lo dejéis ir! – Gritó - ¡Hacedle volver!
- ¡No, Hakuba, basta! – le contestó Shinichi.
- ¡Pero es que no dice la verdad!
Shiho se aproximó hacia él rápidamente y lo abrazó con fuerza.
- Basta, Hakuba, por favor – le suplicó Shiho – Tranquilízate.
La mirada llena de preocupación y de tristeza de Shiho frenó su ira y le templó los ánimos al fin. Se sentó en la cama y hundió su cabeza entre sus manos, intentando tranquilizarse. Nunca se había descontrolado de esa forma, no era su forma de ser. Levantó la mirada y vio que todos tenían sus ojos clavados en su figura. Todos con esa expresión de compasión y tristeza que tanto detestaba. Volvió su vista al suelo. Tal vez…Tal vez todos tenían razón y él estaba equivocado.
Quizá todo lo sucedido era producto de su imaginación.
Fin del capitulo 20
Buff! siento la enorme tardanza! Pero es que estuve muy liada en mis estudios y no he podido actualizar (ni leer) en ffnet hasta ahora! lo siento!:S:S Ademas, estoy con un nuevo fic de Sherlock, asi que tengo más faena...
Bien, este capitulo fue 100% Saguru Hakuba. Me tomé la libertad de relatar las emociones de Hakuba encerrado en el Espejo Negro porque siempre quise hacer algo semejante. Y, como siempre, me ha quedado de lo más oscuro y lúgrube...Como todo en este fic U.U
No sé si os esperabáis esto después del despertar de Hakuba, pero me gustaria saber vuestras opiniones. Quizá lo he hecho un poco dramatico, pero no quería que fuera todo tan sencillo y sería muy inverosimil si se hubieran creido el cuento de las brujas y lucifer ¿No es cierto? XD
El proximo capitulo tratara de la captura de la última joya...tatachan! por fin! Y, anunciaros que poco a poco vamos llegando al final de este laaargo y sinieeestro fic. Y deciros que ya tengo clarisisimo el final del fic. ¡Aiiigh! me ha costado unirlo todo, pero al fina ha cuadrado!apuntes por alli...por alla...! Viva mi extraña y excentrica imaginación!XDXD
Muchas gracias a:
aural17
Lady paper
Lady Paper (perdona por no haberte mencionado en el anterior capitulo! Vaya fallo!asi que te menciono doble esta vez!XD)
Shulia13
Milka2991
Nazaret
Saori Kudo
Adherel
Sharyl21
Sakura Atsue
Gwynn18
Próximo capitulo: Pandora.
BESOS!