El cielo dio vueltas frente a sus ojos y de pronto la pesadez del mundo se vino a sus hombros. El cuerpo de Eiko poco a poco fue cayendo hacia atrás y antes de que pudiera tocar el suelo, Sesshomaru ya la sostenía de la cintura. La joven se echaba aire con las manos respirando agitadamente mientras que la risa del youkai se escuchaba suavemente en el aire.
-¿Cómo? De nuevo, otra vez, no entiendo- pudo decir por fin la joven incorporándose.
El youkai sonrió.
-Supongo que debo hacerlo a su manera-
La joven se encontraba sentada sobre el césped y vio como poco a poco la figura del imponente youkai se posaba frente a ella, hincado, sosteniendo sus manos. Su cuerpo se sentía como si fuera a explotar y apesar de sentir el frío de la noche, por dentro sentía un calor inmenso. Sesshomaru acariciaba con sus dedos las manos de la joven y sonreía al verla tan nerviosa frente a él. Quería hablar pero la enviciante mirada del demonio la tenía totalmente hipnotizada.
-Eiko- pronunció Sesshomaru con suavidad, casi como un susurro.
La joven respondió sobresaltándose y sintiéndo cómo los latidos de su corazón se hacían cada vez más profundos, sabía lo que pasaba, ya tenía la respuesta pero el momento la tenía congelada, no podía moverse, no sabía qué decir. La inmensidad de su felicidad era tal que no encontraba manera de zafarse del embrujo.
-¿Quieres estar conmigo?- preguntó el youkai, renuente a pronunciar una propuesta tan sonada. -¿Ser mi compañera?-
-No tengo otra opción, ¿cierto?- respondió abrazándolo con fuerza y hundiéndose entre su cabello plateado.
Los labios del demonio la buscaban con insistencia hasta que por fin sellaron su pacto con un beso. Acarició las humedecidas mejillas de la joven con ternura y la tomó de la mano para regresar al bosque. Aferrándose al cuello de Sesshomaru, Eiko sonrió con extrema felicidad mientras abandonaban la pequeña isla donde se acababan de comprometer. No pensaba que fuera a pasar tan pronto, ni mucho menos en esos días. No había tiempo de preguntarse razones sólo de disfrutar el momento.
-Entonces, creo que ya es momento de que viva contigo- sugirió abrazándose del cuerpo del youkai mientras pisaban el bosque otra vez.
-No, ahora yo decido que hasta que nos casemos sea así- dijo mirándola de reojo mientras la joven ponía los pies sobre el suelo.
Para decepción de Eiko, Sesshomaru estaba hablando en serio y tuvo que atenerse a esa regla, a pesar de sus preguntas, el youkai no desistió. Caminaron de nuevo hacia el muelle y se encontraron con los tres hermanos quienes sonreían desmesuradamente al ver a sus padres caminar de la mano hacia ellos y se dirigieron a la mansión Taisho a celebrar que por fin, serían una familia de nuevo.