Cap. 20: "El principio del fin"
Kagome camino hacia lo que quedaba del altar del templo, deteniéndose frente a Kiyoshi que la miraba sin siquiera parpadear. Kagome cerró los ojos cuando sintió un fuerte dolor en el corazón y la los gritos de Inuyasha en su cabeza, llamándola. Kiyoshi se acercó a ella elevando su aura maligna y extendiendo su brazo hacia ella, creando una oscura bola de energía. Ella imitó su acción y creó una bola de luz, pero la voz de Inuyasha la distraía y causaba que su corazón doliera más y más.
—debiste haber dejado que lo matara desde el comienzo —le dijo Kiyoshi con el ceño fruncido y un gruñido.
—nadie hiere a Inuyasha —le dijo ella furiosa.
—Salvo tú —Kagome sintió el golpe que sus palabras provocaban dentro de ella—. Admítelo, pequeña sacerdotisa, eres tú quien se llevará al hanyou a la tumba… recuerda que al hacerte su compañera uniste tu fuerza vital con él…
—Él vivirá —fue todo lo que dijo mientras elevaba su fuerza espiritual.
—morirá, sacerdotisa. Sobre todo ahora que sabe que tú lo harás… él va a seguirte… pero al quitar su marca… te has asegurado que no se reúnan en el más allá… —Kiyoshi sonrió con engreimiento y Kagome lo miró fijamente, pensando si sería bueno que ella le dijera la verdad, pero al recordar que de todas formas ambos iban a morir, le confesó la verdad:
—Lo haremos —le dijo con seguridad— Inuyasha me marcaba cada vez que estábamos juntos, reafirmando el vínculo cada vez con más fuerza. Es por eso que no morí en el momento en que me la quité… Inuyasha era demasiado posesivo y se aseguró de que nuestra unión fuera indestructible… pero él no morirá conmigo… yo voy a asegurarme que viva… en cambio tú que te uniste a mí para poder vivir fusionando nuestras fuerzas vitales… voy a morir ahora… y el vínculo que has hecho conmigo ha liberado a Inuyasha de la muerte. Si yo muero, tú lo harás conmigo… así que… —Kagome dejó de aumentar su poder y se acercó paso a paso a Kiyoshi— podemos hacer esto de forma fácil o de la difícil… luchar hasta que estemos agotados o solo esperar a que mi hora llegué e irnos ambos en paz…
— ¿estás dispuesta a irte conmigo? —preguntó él mirándola con extrañeza, imitando la acción de ella y quedándose frente a frente.
—aunque no lo creas de alguna forma estoy agradecida… —Kagome acercó su mano a la mejilla de Kiyoshi y le dio una pequeña sonrisa— a pesar de todo lo que has hecho, has cuidado de mí y trataste de darme una vida… mientras me hacías olvidar lo que me causaba dolor…
—eres una humana muy extraña… mujer de otro tiempo —Kagome cerró los ojos y sonrió tristemente— dices esto pero solo quieres eliminarme como otros antes de ti…
—quieres acabar con el mundo en el que vive la gente que amo…—Kagome apoyó su frente contra Kiyoshi un momento y se separó de él— aunque puedo entender tus razones… no puedo permitirlo… es por eso que solo hay dos caminos para nuestro destino…
—No me iré sin luchar —le advirtió Kiyoshi aumentando su tamaño y volviendo su apariencia aún más terrorífica.
—Que así sea —le dijo Kagome suspirando y entrecerrando los ojos— esto acaba con nosotros, ahora…
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La guerra se había desatado completamente. Inuyasha y su grupo estaban atestados de monstruos, que escapaban desde el templo en todas direcciones y que no dudaban en atacarlos. El cansancio ya estaba haciendo mella en Miroku y Sango, a los que les corrían gotas de sudor por las sienes. Los movimientos de ambos poco a poco se hacían más lentos. De no ser por la espada de Sesshomaru y la de Inuyasha que acababan con la gran mayoría de un golpe, todos estarían muertos.
Inuyasha no podía evitar dirigir la mirada al templo al sentir como salían grandes cantidades de energía de ahí. Él sabía que Kagome estaba luchando con Kiyoshi y lo mataba que ella estuviera sola. Un segundo después el templo explotó y las figuras de Kiyoshi y Kagome se hicieron visibles para los demás, lo que les costó a él y a su grupo varias heridas por la distracción. Kagome tenía heridas en todo el cuerpo, la yukata blanca estaba rota en varias partes y manchada de sangre. Marcas como garras recorrían la blanca piel de Kagome y la sangre caía de sus heridas. Kiyoshi no estaba en mejor estado. Tenía parte de su cara quemada al igual que otras partes de su cuerpo, su ropa estaba rota y le salía humo en los lugares más próximos a sus heridas. Inuyasha lanzó su Kaze no Kizu a los demonios que se acercaban, liberándose de ellos el tiempo suficiente para correr cerca de Kagome. Se detuvo sorprendido al verla caer de rodillas y toser con fuerza, pero se horrorizó al ver que estaba escupiendo sangre. Miró a Kiyoshi y lo vio también toser sangre, con la misma violencia con la que Kagome lo hacía. Corrió hasta tener a Kagome en sus brazos y ella se recargó sobre él, como buscando su fuerza.
—Kagome, resiste —fue lo único que pudo decirle. Kagome asintió y se aferró a sus brazos. Inuyasha sintió a su corazón encogerse cuando vio las lágrimas caer de los ojos de Kagome y su frustración junto con su miedo aumentó cuando vio cómo su cuerpo se convulsionaba. Kiyoshi lanzó un gruñido y dos segundos después Inuyasha saltó con Kagome en brazos cuando una bola de energía negra salió disparada hacia ellos— infeliz…
—No la toques, hanyou —le advirtió Kiyoshi a Inuyasha que lo miró lleno de odio. Lanzó el Kaze no Kizu a Kiyoshi y este lo esquivó por poco.
—no me digas que hacer, bastardo. Ella es mía…—le dijo Inuyasha gruñendo. Su youki comenzó a aumentar y sintió como sus colmillos comenzaban a crecer, colmillo de acero comenzó a palpitar con fuerza intentando sellar su sangre demoniaca— no voy a dejar que la dañes…
—Inuyasha, de-déjame en… el suelo… por favor —Inuyasha hizo lo que Kagome le pidió, sin perder de vista a Kiyoshi que no dejaba de escupir sangre y manteniéndola a ella sujeta por la cintura. Kagome intentó por todos los medios sujetar su peso con sus propios pies, tambaleándose y temblando tan violentamente que de no ser porque Inuyasha la sujetaba ella hubiera caído bruscamente contra el piso. Ella estaba mareada y casi no podía ver más que borrones, solo sentía la presencia cercana de Inuyasha y el aura maligna de Kiyoshi que variaba de intensidad, aumentando por momentos y desapareciendo al siguiente— aléjate de aquí Inuyasha, por favor… ya… ya no puedo mantener al resto… de los demonios aquí —dijo ella entre jadeos entrecortados, intentando controlar el impulso de vomitar sangre. Inuyasha vio que los demonios que no luchaban con sus amigos, intentaban escapar siendo retenidos por un campo que los hacía volver furiosos y atacar con más fuerza.
—no te dejaré…—Inuyasha se irguió en toda su estatura, semi transformado en un youkai, y transformó a su espada en meido, lanzando su ataque hacia donde salían todos los demonios del templo. Los rayos verdosos de la espada de Sesshomaru terminaron por acabar con lo que quedaba de demonios e Inuyasha se volteó a Kiyoshi apuntando su espada hacia él—ríndete, bastardo… es tu fin…
Kiyoshi se río de forma burlona con fuerza, hasta que un repentino ataque de tos lo detuvo. Al mismo tiempo Kagome hizo lo mismo y botó más sangre de su boca. Inuyasha sujeto a Kagome antes de que esta cayera de bruces contra el suelo y vio impotente como palidecía cada vez más. Kiyoshi cayó de rodillas escupiendo sangre y de su espalda comenzó a brotar una luz negra que comenzaba a crecer poco a poco y que comenzaba a absorber todo a su paso, destruyéndolo.
— ¿Qué demonios es eso? —preguntó Miroku acercándose a ellos por la espalda. Sango estaba junto a él, preparada para atacar en cualquier momento. Sesshomaru se quedó dos metros alejado del grupo observando con el ceño fruncido al Kiyoshi.
—Es… el alma de Kiyoshi —les dijo Kagome, intentado mantenerse en pie— váyanse de aquí, ahora o los absorberá y desintegrará…
—Pero Kagome… —dijo Sango, colocándose junto a ella y tocándola en el hombro— no puedes ir ahí… tienes que venir con nosotros…
—Deben irse —les dijo con una pequeña y triste sonrisa—por favor… —Sango comenzó a llorar y a negar con la cabeza al ver que su amiga estaba decidida a morir. Miroku tomó a Sango de la cintura y la alejó de Kagome lentamente. Ambos mirándola llenos de dolor y con lágrimas en los ojos. No podían hacer nada. Kagome era la única que podía matar a Kiyoshi y ella estaba decidida a hacerlo, aunque le costara la vida. Ambos vieron la pequeña sonrisa de ella y sintieron una puñalada en el corazón al sentir que esa era la despedida— les deseo toda la felicidad del mundo…
—Espero que podamos vernos otra vez…—le dijo Miroku a Kagome con un nudo en la garganta. Sango intentaba como podía correr a los brazos de su amiga pero Miroku la tomó con fuerza y comenzó a correr con ella lejos de la bola de energía negra que estaba absorbiendo todo.
Kagome miró hacia Sesshomaru y lo vio dirigirle una mirada orgullosa y llena de tristeza. Kagome le sonrió e inclinó su cabeza con respeto hacia su cuñado. Sesshomaru repitió el gesto y volteó, alejándose del lugar. Kagome cerró los ojos, tomó aliento y miró a su compañero que tenía la vista nublada de lágrimas, pero que se negaba a soltarla. Kagome sintió que su cuerpo palpitó al ver que la energía de Kiyoshi aumentaba tanto que estaba a punto de explotar. Ella llevó su mano a la mejilla de Inuyasha y comenzó a llorar por lo que fue y por lo que pudo ser. Inuyasha besó su palma llorando desconsoladamente. Sabía que no podía detenerla, aunque todo su cuerpo gritara agónicamente en desacuerdo, e intentara evitar que su compañera se matara. Era imposible.
—te amo, Inuyasha… para siempre —le dijo ella entre lágrimas.
—Te amo, Kagome… para siempre —le dijo él, besándola por última vez. Sintiendo una agonía que lo estaba consumiendo por dentro— voy a seguirte, vayas donde vayas… voy a ir contigo…
—y yo contigo… —le respondió Kagome con una sonrisa lacrimosa. Se separó de él y, sin darle la espalda, comenzó a dar pasos hacia atrás en dirección a Kiyoshi, sin dejar de mirarlo a los ojos— siempre seré tuya…
—y yo tuyo…
Inuyasha vio como Kagome le sonrió por última vez y volteo hasta quedar frente al cuerpo casi inmóvil de Kiyoshi que levantó la cabeza al ver a Kagome frente a él. Ella puso sus manos sobre los hombros de Kiyoshi y elevó sus poderes espirituales hasta que su luz consumió toda la oscuridad de Kiyoshi. Se podía ver la luz y la oscuridad luchando por sobrevivir y consumir a la otra. Kiyoshi miró por última vez a Kagome antes de cerrar los ojos y desaparecer en una explosión de oscuridad que fue consumida por la luz de Kagome, mientras que ella giraba y miraba por última vez al hombre que a pesar de todo iba a seguir amando para toda la eternidad, mientras que era envuelta por una luz potente hasta desaparecer convertida en polvo. Inuyasha soltó un aullido de dolor potente, convertido en un youkai, al ver que Kagome cerraba los ojos y desaparecía. Todo terminó con él cayendo de frente contra el piso sin moverse.
Miroku y Sango corrieron volviendo a los restos del templo cuando la explosión se detuvo. Intentando encontrar a Inuyasha, aunque el polvo dificultaba ver alguna cosa. Cuando disminuyó, pudieron dirigir la mirada en todas direcciones hasta dar con la figura de rojo de su amigo tirada en el piso. La pareja corrió hacia su amigo, sin poder parar de llorar. Cuando se arrodillaron junto a él, lo voltearon hasta dejarlo de espaldas y vieron que él estaba convertido en youkai, pero eso no los sorprendió tanto como el hecho de ver que Inuyasha yacía tirado ahí muerto.
—Oh no…Inuyasha —dijo Sango llorando, destrozada tocando temerosamente el brazo de su amigo— ha… ha muerto… los perdimos… hemos perdido a los dos…
—amigo…— dijo Miroku viendo a Inuyasha— espero que… estés donde estés… tú y Kagome puedan… —dijo entrecortadamente, intentando contener las lágrimas— estar juntos por fin…
—Kagome… Inuyasha… no puedo… no puedo creer que… no puedo, no puedo creer que… ya no estén… y que ni siquiera tengamos el cuerpo de Kagome… para velar sus restos y dejarlos juntos… solo… solo querían estar juntos… —dijo Sango presa de un ataque de histeria, sin poder dejar de llorar— solo querían estar juntos… vivir y ser felices… ¿por qué?
—Sango…—dijo Miroku entendiendo a su esposa, acercándola a él y abrazándola, dejando que escondiera la cabeza en su pecho y llorara libremente. Él también lo entendía y se sentía culpable de él tener familia cuando Inuyasha y Kagome también deberían haber podido.
— ¡no puedo creer esto! —se oyó la voz de la pulga Myoga. Miroku y Sango vieron fijamente a la vieja pulga que ya habían olvidado que los había acompañado, creyendo que se había escapado cuando todo se había puesto feo— el amo… el amo Inuyasha…
—Lo siento mucho… anciano Myoga —dijo Miroku al ver a la vieja pulga en el pecho de Inuyasha.
—No, no, no… esto es imposible…—La pulga no podía salir de su estado de shock.
— ¿Qué ocurre? —le preguntó Sango entre hipidos.
—el amo… —pero Myoga se detuvo al sentir a Sesshomaru acercarse, pero eso no fue lo más asombroso para la pareja, entre sus brazos, traía el cuerpo maltrecho de Kagome, cubierto por el haori de Sesshomaru, quien se acercaba con lentitud.
—el… el cuerpo de Kagome… —dijo Sango asombrada al ver que el youkai lo depositaba junto a Inuyasha— pero… ¿cómo?
—Sango… —llamó Miroku a su esposa al ver que Sesshomaru descubría el hombro marcado de Kagome y este estaba color rojo. Miroku no perdió el tiempo y descubrió el hombro de su amigo y vio que estaba del mismo color— no es posible… pero… si ellos están…
—La marca… —dijo Myoga dando un salto hasta ponerse sobre la marca de Kagome— ¡oh kami sama! Esto es imposible…
— ¿qué? ¿Qué ocurre? —preguntó Sango asustada. Sesshomaru apoyo una rodilla en el suelo junto a Kagome y prestó atención a ambos cuerpos, sin prestar atención a la sorpresa de la vieja pulga y a la de los humanos, perdido en su propio asombro, solo pudo decir una cosa:
—sobrevivieron…
Demasiado tiempo ya desde la última vez.
Me da cosita volver y decir que ya solo queda el epílogo y esta historia llega a su fin.
Pero decirles que a pedido de ustedes esta historia va a contar con una breve secuela que espero sea un poco más alegre que esto que les dejo aquí con "Olvido" /
Nos leemos en el epilogo que se viene pronto
Besitos para todas!
NINA DUCIEL