AL LÍMITE

6. Collision

― ¿Quieres hacer el maldito favor de abrir la puerta?

Shinichi todavía tardó varios minutos, pero finalmente asomó su despeinada cabeza por la entrada de su piso en Boston. Heiji le esperaba al otro lado, vestido con aspecto informal. Entró en el hogar de su amigo dando dos grandes zancadas sin molestarse en pedir permiso. Una vez dentro, dio una vuelta sobre sí mismo poniéndose otra vez en frente del de Tokio, que girado a él cerraba la puerta.

― ¿Y bien? ― quiso saber con una sonrisa. ― ¿Te ha llamado Akai?

― No. Me dijo que llamaría más tarde.

― ¡Y yo para qué me levanto tan temprano! ― se lamentó Heiji acercándose a la cocina. ― Si lo llego a saber, duermo un poco más...

― Ya lo sabías, te lo dije ayer ― le reprochó el otro mientras le seguía ―. ¿Puedes calmarte? Sólo hace dos días que has salido del hospital. Relájate. Todo va bien ― dijo, separando cada frase con anchas pausas.

― No, nada va bien ― manifestó el moreno mientras se sentaba con un bol de leche en la mano ―. ¿Es que no lo ves? Mientras los jodidos médicos me incitaban a quedarme más semanas reposando en el hospital, vosotros vais y os topáis con la muerte de una de las mujeres más influyentes del país, que encima resulta que ha matado Vermouth ― habló atropelladamente y con aire indignado ―. ¡Siempre me pierdo lo mejor!

Shinichi dejó que se desahogara mientras sorbía su taza de café con leche. Heiji le miró decaído y siguió refunfuñando.

― Seguro que fue Jodie la que le insistió al hospital para que me quedara más días... ― se fijó en Shinichi y puso ojos amenazantes ― Y así no molestase a Don Perfecto...

El otro se dio por aludido y rió. El piso estaba iluminado por la luz pálida y anaranjada del día. Heiji masticaba sonoramente los cereales que había vertido en la leche mientras su mirada barría, con nostalgia, cada detalle que alcanzaba a ver de la ciudad desde la ventana.

― Este es el momento que más me gusta del día ― confesó en un susurro. Hubo un silencio. Shinichi le miró atento, esperando explicaciones ―. El amanecer. Cuando el mundo está lleno de promesas.

Continuó masticando. Ninguno necesitaba decir nada para comunicarse.

― Eh, Kudo ― volvió a hablar de pronto el moreno. Su tono era serio y apretó un puño con nerviosismo ―. ¿Te das cuenta, no? Ahora mismo, los más altos cargos del FBI y posiblemente de la CIA se están reuniendo para decidir por dónde encaminamos la investigación ― Shinichi asintió. Hubo otro silencio ―. Estamos... Estamos muy cerca ― resumió, casi incrédulo.

El de ojos azules rió y despertó a su amigo dándole una palmada en la espalda.

― Hattori, sé que estás tan emocionado como yo, pero te pido que no hagas tonterías. Los dos conocemos de sobra tu temperamento...

No le dio tiempo a acabar la frase. Jodie llamó al móvil de Heiji, reuniéndoles a ambos en su despacho en las oficinas de Boston. Se sentaron simultáneamente en los sillones de cuero que había frente su superior.

― Antes que nada ― comenzó la rubia, mirando a Heiji ―, Hattori. Es un placer volver a tenerte aquí ― el otro sonrió y dejó que ella continuara ―. Bien, chicos. Tenemos un largo camino por delante. Lo único que sabemos es que Sealmedics y la Organización tienen una conexión ― los jóvenes agentes asintieron y siguieron escuchando con interés ―. ¿Alguna sugerencia sobre lo qué debemos hacer?

― ¿Cómo? ― se sorprendió Shinichi, seguido de Heiji ― ¿Habéis estado reunidos más de dos horas y no habéis llegado a ninguna conclusión sobre qué debemos investigar?

― Claro que hemos llegado a una conclusión. Habéis demostrado ser tan hábiles en contactar a la Organización, incluso estando separados, que os dejaremos cierta libertad. Digamos que habéis ascendido un nivel ― ellos la miraron entusiasmados ―. Eso sí: deberéis consultarlo todo conmigo y Shu, que somos los que nos encargamos del caso. ¿Entendido?

― Perfectamente ― contestó eufórico Shinichi. La rubia les miró orgullosa. El de Tokio se le adelantó al hablar ―. Pues yo tengo una idea ― Sus compañeros le miraron impresionados por la increíble rapidez con la que se había puesto al cargo ―. No sabemos adónde fue Vermouth, pero sí que estuvo en Sealmedics con Anna Soft. Propongo que miremos todos los laboratorios que tiene en el país.

Se podía leer desilusión en los rasgos de Jodie.

― No olvides que tenemos a Sealmedics bajo vigilancia ― informó mirando a sus dos agentes ―. Eso ya lo ha hecho un grupo del FBI estos días, y no han encontrado nada.

Shinichi apretó la mandíbula decepcionado y arrugó el ceño haciendo ver que pensaba. Heiji se pronunció con ojos alegres, con la intención de animar al resto.

― Bueno, pues conformémonos ― asumió, dejando a los otros desconcertados. Les impresionó la responsabilidad con la que Heiji parecía aceptar las cosas ―. Algo tienen que haber encontrado en los laboratorios, lo que sea, documentos por ejemplo ― Jodie asintió. El moreno añadió con una sonrisa cómplice ―. Eso nos bastará, ¿eh, Kudo?

Shinichi le miró con una sonrisa en los labios y duda en los ojos. Pensó fugazmente en su encuentro con Vermouth la noche anterior y chasqueó la lengua contra el paladar. Heiji ya había recogido lo que necesitaban cuando ambos salían del despacho de Jodie para reunirse en el de Shinichi, más pequeño pero en el que se sentían más cómodos.

Heiji estaba frente su ordenador. Fotografías de miles de experimentos iban sucediéndose una tras otra. Luego, nombres de trabajadores. Congeló uno en medio de la pantalla: Juliet Brown. Apretó dos veces y le salió un expediente con todo tipo de información. Era la décima vez que lo leía.

― ¡Menuda mierda! ― exclamó agotado. Miró el reloj, la 13.00h ― Llevamos más de cuatro horas con esto ― se giró sobre su silla de ruedas para ver aparecer a Shinichi por la puerta. ― ¿Qué? ¿Dónde estabas? No me he enterado de que habías salido.

― Estaba... Tomando un café ― explicó el otro, sentándose rápidamente en su silla.

Heiji le miró divertido, fijándose la ancha sonrisa que tenía, y no dudó en preguntar.

― ¿Tienes algo?

― Sí ― respondió alterado ―. Se me ha ocurrido ahora ― se excusó, señalando la puerta ―. Hemos estado buscando experimentos que nos parecieran sospechosos, pero no tenemos tantos conocimientos como para juzgar cuáles podrían ser realmente peligrosos. Lo hemos estado enfocando mal ― concluyó, dejando a Heiji muy interesado en sus palabras ―. Miremos en qué trabajaban Juliet, William y Peter. En qué sectores, en qué experimentos.

― ¡Claro! ― interrumpió Heiji comprendiendo las palabras del otro. ― Es lo mismo que con los padres de aquella niña, Haibara... La Organización se interesó en ellos por los proyectos que habían empezado.

Shinichi asintió. Acto seguido tecleó los tres nombres en el ordenador que tenía delante. Otra vez volvieron a recorrer millones de letras que hablaban sobre diferentes pruebas que habían hecho.

― Así que hormonas de crecimiento ― repitió Heiji al cabo de unos minutos de leer todos los archivos ―. Menos Juliet, que se dedicaba a la investigación en fertilidad humana. Se ve que es una de las pioneras en fecundación in vitro. No sé, ¿a ti te dice algo esto? ― miró de reojo a su amigo, que negó con la cabeza.

― No entiendo para qué les interesaría hacer crecer algo ― murmuró Shinichi, pensativo, girándose otra vez a la pantalla del ordenador ―. Lo que a mí me dieron era justamente lo contrario. Rejuvenecí.

― Pero eso fue un experimento fallido, ¿no?

― Tampoco estaba diseñado para hacer lo contrario. En realidad tenía que matarme... Aunque, ahora que lo pienso, Haibara me comentó que su verdadero propósito no era asesinar gente.

Heiji le miró alterado. Apretó los dientes. Intentó pensar en algo, plantearse más hipótesis. El objetivo de la Organización. Cambió de dirección.

― ¿Y si miramos los lugares en los que solía trabajar alguno de ellos? ― propuso de pronto. Shinichi le escuchaba atento ― No sé, por si encontramos alguna pista.

El otro cogió el expediente de Juliet Brown y se lo entregó a su amigo.

― ¿Vamos a Ohio, entonces?

Vermouth miraba el mar desde el tejado de un alto edificio. Sentía la nicotina del Marlboro que fumaba instalarse en su sistema. Soltó una humareda tóxica con una sonrisa triste. Tenía los brazos cruzados. No le hizo falta girarse para saber que Gin estaba detrás de ella: desde siempre había sido capaz de notar su presencia. A metros de distancia.

― ¿Quieres uno? ― dijo, de espaldas al rubio, ofreciéndole la cajetilla llena de cigarrillos. Sintió su dura y penetrante mirada observarla, para luego escucharle cargar su pistola. Al dar la vuelta tenía el cañón apuntándole en la frente. Rió ― Si que estás violento hoy.

― No juegues conmigo ― escupió el otro sin bajar el arma ―. Sé que sabes dónde está.

― No digas tonterías ― le contestó ella con aire sensual. Respiró otra calada ―. Eres el que se relaciona con traidoras.

El dedo índice de Gin se acercó al gatillo, pero fue incapaz de disparar. Soltó el arma con una rabieta, impotente. La otra tiró la colilla que le quedaba hacia la ciudad que tenían debajo para luego acercarse despacio al oído del hombre. Le susurró algo y pudo ver cómo se le erizaban los pequeños pelos de la nuca bajo el sombrero que le cubría el alma (que ella tan bien sabía descifrar). Él la examinó de reojo y la vio morderse el labio, atrayente.

Heiji Hattori y Shinichi Kudo habían entrado por la puerta de atrás en un sucio almacén perdido en medio del estado de Ohio. Estaba vacío, no había nadie. Enseguida se habían puesto a inspeccionar cada rincón, cada lomo de libro que sobresalía por las estanterías repletas de polvo, cada cajón atascado.

― Pues este es el último lugar dónde trabajó Juliet ― comentó Heiji, titubeante, mientras veía a su compañero con el ceño fruncido todavía enfrascado en buscar pistas ―. Y no hay nada ― acabó, sabiendo que esto no gustaría a Shinichi. Éste chasqueó la lengua.

― Mierda ― murmuró rascándose la cabeza ―. Tenía... La sensación de que podía estar por aquí...

― Kudo, llevas repitiendo eso todo el día ― observó Heiji. Se apoyó en una pared ―. ¿Qué es exactamente lo que esperabas encon...?

La última sílaba la pronunció en un grito. La pared se había movido, cual puerta. Shinichi sonrió alentado y corrió al lado del moreno, que ya la había abierto del todo. Enfocando con la luz de sus linternas fueron caminando sigilosamente por el oscuro pasillo que habían descubierto, que acababa con otra puerta. Ambos hicieron el gesto de mantenerse callados para escuchar lo que había al otro lado. Shinichi se aventuró a abrirla. Estaba cerrada. Para su sorpresa, alguien la abrió desde dentro.

Era una mujer. Toda ella envuelta de porquería, vestida con poco más que un suéter y unos pantalones. El pelo recogido en una cola que le hacía un aspecto todavía más descuidado, mechones desordenados le caían a ambos lados de la cara. Piel sucia. Ojos cansados. Los detectives no salían de su asombro. Heiji se atrevió a pronunciar su nombre.

― Juliet... Juliet Brown...

Ella se lanzó a sus brazos, le faltaba energía. Shinichi dio un rápido vistazo al lugar donde había estado captiva: una diminuta ventana por la que apenas entraba luz, algunas bolsas de supermercado con latas en conserva, una pistola. Miró otra vez a la científica que recostaba su cara en los hombros de Heiji, que la sujetaba como podía.

― ¿Entiende japonés? ― ella asintió ― ¿Ha estado aquí todo este tiempo? ― preguntó en voz baja.

A ella le costó encontrar su voz. Le dolía la garganta.

― No... ― hizo una gran pausa antes de continuar ― Es... Escapé.

― ¿Sola?

― Me ayu... ayudó ― continuó. Tragó saliva. Miró directamente a los ojos azules del que le hablaba ―. Ella. Dijo... que... vendríais a... buscarme. Por eso... he abierto.

Se desmayó cuando acabó de hablar. La cara de Heiji evidenciaba incomprensión. Miró confuso a Shinichi.

― ¿Que vendríamos a buscarla? ― repitió observando astutamente la reacción del otro ― ¿Tú lo sabías? ¿Era a ella a quién hemos estado buscando todo el día? ― Shinichi no pudo aguantarle la mirada. Heiji enfureció ― ¿De qué va esto, Kudo?

― Cálmate, ¿vale? ― le sugirió el otro con semblante tranquilo. Heiji soltó un bufido ― Esto no puede salir de aquí, ¿me oyes? Sí, yo lo sabía.

― ¿¡Pero qué mierda me estás contando! ― exclamó colérico el de Osaka, sin dejarle explicarse. Cogió fuertemente en brazos a Juliet por miedo a que se le cayera en medio de la discusión ― ¡Esta mujer estaba trabajando para ellos! ¡Y alguien la ayudó a salir! ¿¡Y ahora me dices que tú sabías que estaría aquí! ¿¡Es que tú tienes algún tipo de conexión con esos tipos!

― ¡Hattori! ― Shinichi le agarró fuertemente por los brazos con la intención de tranquilizarle ― ¡Tú me conoces! ¿De verdad crees que estoy relacionado con ellos? ― hubo un silencio. Sólo se oía la respiración agitada del moreno.

― No.

Shinichi le soltó enseguida, contento por haber logrado serenarle. Le miró a los ojos verdes.

― Bien. Escúchame antes de volver a gritar ― recomendó rodando los ojos ―. El mismo día que mataron a Anna Soft, me encontré con Vermouth ― Heiji abrió la boca para volver a reprocharle algo, pero la cerró cuando vio la mirada amenazante del otro ―. Hicimos un pacto.

― ¿¡Qué!

― Ayuda mutua ― continuó relatando Shinichi ignorando a su amigo ―. Ella me da las pistas necesarias para acabar con la Organización, y a cambio nosotros la aceptamos como una de los buenos cuando todo esto acabe ― Heiji se quedó atónito ―. No sé por qué, pero resulta que tenemos el mismo objetivo: acabar con ellos.

― ¿Pero qué dices? ― interrumpió el de Osaka ― ¿En serio confías en esa mujer?

― No ― contestó tajante Shinichi ―. No del todo, al menos. Piénsalo: no me delató cuando supo que había encogido, y tampoco han encontrado a Haibara desde que le pedí que no se entrometiera. Han pasado cinco años y Vermouth no ha intentado complicarme las cosas. Está claro que no se lleva bien con ellos.

Heiji se quedó pensativo. Encontró razonable lo que explicaba su amigo. De pronto sintió el peso de Juliet en sus brazos.

― Deberíamos volver.

Juliet despertó dos días después en una pequeña habitación del Massachusetts General Hospital, en Boston. Le dolía la cabeza. Tenía algunos vendajes repartidos por las manos. La habitación era muy blanca y limpia y le costó acostumbrarse a ver. Una enfermera vino y le ajustó algunas cosas muy rápidamente. Luego se fue.

― ¿Está bien? ― era Shinichi. Ella le miró desorientada pero asintió. ― Sé que ahora mismo necesita descansar, pero necesitamos hacerle unas preguntas.

― Claro ― musitó ella.

― Antes que nada, tengo que decirle que ya no tiene nada que temer. Cuenta con la protección del FBI ― explicó Heiji, al lado de Shinichi. Ambos estaban de pie junto a la cama. Esta afirmación pareció tranquilizar a la científica por unos segundos.

― Tienen que ayudarme a sacar a William de allí ― recordó de pronto. Sus ojos estaban llenos de miedo ―. Nosotros no hemos hecho nada malo ― Shinichi y Heiji la miraron comprensivos.

― La ayudaremos ― sostuvo Shinichi ―. Pero necesitamos que nos cuente todo lo que sabe sobre ellos.

― Sé poco ― murmuró hundiéndose de hombros ―. Aunque he estado tres años trabajando, nunca me contaron para qué. Yo me encargaba de fecundar los óvulos que me traían.

― ¿Óvulos? ― repitió Heiji.

― Sí. Muchos ― concluyó ella ―. Ellos lo llamaban cultivo. Imagínense. ¡Cultivo de personas! ― exclamó horrorizada. Los otros dos agentes también quedaron escandalizados ― No sé para qué. Pero sé que se morían pronto, tenían problemas con ello. Decían... que todavía no estaban bien diseñados... Hablaban así, como si fueran máquinas... ― parecía ensimismada en sus pensamientos, y de pronto despertó ― ¡Tienen que sacar a William de allí!

― Cuando dice William... ― empezó Shinichi en un tono apaciguador, observando cómo Heiji le aumentaba el nivel de sedante a Juliet ― ¿se refiere a William Wong?

― Sí.

― ¿Estaba allí con usted?

― Lo veía poco. No sé lo que hacía, si es lo que quiere saber. Pero somos amigos, ¿sabe? ― pronunció con la mirada dura ― Y aquello es un infierno.

― ¿Conoce también a Peter Ford? ― quiso saber Heiji. Ella asintió muy despacio, desviando la mirada ― ¿Está allí también?

― Lo mataron ― hizo un largo suspiro ―. Bueno, les he contado todo lo que sé...

― Una última cosa ― interrumpió Shinichi ―. ¿Sabe dónde estaba trabajando? Me refiero al lugar en el que está la Organización. Su base, laboratorio, lo que sea.

― No sé la localización exacta, no sabría decirles en qué prefectura...

― Lo que sepa.

― Entonces supongo que lo mismo que ustedes ― Shinichi le hizo el gesto de que siguiera explicando ―. ¿Qué? ¿No saben nada del posible lugar dónde está la Organización?

― Nada ― afirmó Heiji cruzándose de brazos ―. Suponemos que debe estar por aquí, en Estados Unidos, pero claro...

― ¿En Estados Unidos? ― repitió ella casi riendo ― Pues suponen bastante mal. ¿Por qué creen que les sería útil que yo entienda y pueda hablar japonés? ― ambos detectives palidecieron. El corazón se les aceleró. Se miraron con los ojos abiertos ―. Puedo asegurarles que yo estaba en Japón.

Jodie había salido fuera del edificio. Se colocó bien las gafas de su padre y el gorro de lana que le cubría la cabeza. Sacó el móvil de su bolsillo y le llamó.

― ¡Shu! Ya hemos hablado con Juliet. Está bastante bien... Escucha: la Organización tiene una de sus bases en Japón, y William Wong está allí. También sabemos que están literalmente cultivando personas. Horrible.

― Están peor de lo que pensaba ― Akai miraba desde su despacho en Nueva York la Estatua de la Libertad con aire preocupado ―. Está bien. Voy hacia allá. ¡Buen trabajo!

― Espera, espera, no cuelgues ― suplicó la rubia desde el otro lado de la línea ―. ¿Sabes lo que significa Japón, no?

― Ya, querrán ir ellos ― dedujo el otro mientras ordenaba sus cosas ―. Y qué, ¿no pueden?

Jodie sonrió para sí misma.

Fuera, en la sala de espera, se encontraban Heiji y Shinichi. En silencio, impacientes. Pensando en lo que habían dejado atrás y en lo que estaba por venir. En lo que podrían recuperar. Caminando de arriba abajo y de un lado a otro, Shinichi era el que estaba más inquieto de los dos. Miraba a su alrededor, como temiendo que le estuviesen observando. Que todo había sido trampa. Pero no era así, aquello era la realidad. Habían conseguido acercarse más que nunca a la Organización.

― Te das cuenta, ¿eh, Kudo? ― Heiji interrumpió sus pensamientos colocándose delante de él. Hablaba en voz baja y emocionada ― Japón ― murmuró casi enigmáticamente.

Shinichi le miró, cómplice. Asintió con una sonrisa en los labios.

― ¿Sólo piensas en eso? ― preguntó con cierta ironía, para luego añadir ― O debería corregir: ella.

― Cállate ― le cortó él, con el ceño fruncido ―. Claro que no sólo pienso en... ― no se atrevió a acabar la frase, sonrojado ―. Estamos a punto de atrapar a la Organización, soy consciente.

Shinichi chasqueó la lengua y miró con seriedad el paisaje desde la ventana del hospital.

― Aún es demasiado pronto para creer... ― susurró. Heiji le miró reflexivo y se unió a su amigo a observar el paisaje. Jodie les interrumpió unos minutos después.

― ¡Pero bueno! ¿A qué vienen esas caras? ― Ambos chicos se giraron sincronizados con las manos en los bolsillos ― ¡Que habéis hecho un trabajo estupendo! ― dio una palmada a cada uno en la espalda. Los chicos le contestaron con unas risitas, y ella decidió ponerse al cargo ― Está bien, sé que ahora mismo os importa muy poco vuestro trabajo en el FBI. Pero debéis saber que lo estáis haciendo muy bien. Estoy muy orgullosa ― empezó su discurso ―. Así que no me falléis, ¿entendido? No podemos rendirnos ahora ― hizo una pausa, conscientemente, dejando la noticia para el final. Sonrió ―. Mañana mismo volamos a Japón.


N. de la Autora:

¡Qué largo! ¡Bien por mí! (al más puro estilo London Tipton)

Bueno, pero que cerca están, ¿no? ¡Ya vuelven, ya vuelven! ¿A qué huele...? Espera, ¿puede que sea...? ¡Reencuentro, reencuentro! Lo tendréis pronto. Ais qué ganas de escribirlo.

¡Los planes de la Organización! Ya véis, no los he dejado claros del todo... Sólo pistas. Pero bastantes eh, que ya han encontrado a Juliet. Evidentemente tenía que ser experta en fecundación, como la Juliet en la que está basada, de Lost. Si tenéis preguntas decidme, que las aclaro en el próximo capítulo. Aclararé algunas cosas antes de que cojan el avión, claro...

Saori me preguntaba que por qué es Jodie la que se da cuenta de que es Vermouth. Bueno, principalmente porque me iba bien así! jajaja Si Shinichi o Shuichi se daban cuenta, entonces no podría hacer mención a la super frase de "Basta decir que la ciencia ha avanzado hasta un punto que tal vez escapa a nuestra capacidad de regularla y controlarla" que se supone que Vermouth ya había dicho una vez (lo conté en el anterior capítulo). Y esto es importante para el fic, como debéis estar viendo...

¡Nos leemos! :D