La Señora del Oeste junto con Ryuunosuke seguían los últimos detalles, el ocaso estaba por ponerse y los pasillos comenzaban a llenarse de un jolgorio que hacía años no se vivía en el Palacio. Las manadas comenzaron a mezclarse entre pláticas, unas tantas de índole meramente social mientras que otras comenzaban a crear alianzas en el caso de que sus hijas no pudieran concretar un arreglo con el daiyoukai del Oeste. En ese tipo de ceremonias las cosas se manejaban de esa manera, todos tenían un as bajo la manga, siempre preparados para salir ganando de alguna forma. Sin embargo, podía sentirse un resentimiento en el aire infundado por estos rumores que ya circulaban desde hace años pero que todos habían podido reforzar con sus propios ojos debido a los tratos tan especiales que no sólo Sesshomaru, sino la misma Señora del Oeste tenía con Rin, la humana.
Kimiho caminaba del lado de su compañero, siendo cuidadosos también de no revelar el escándalo de su propio secreto. Mas no era extraño que la mujer le tomara del brazo al andar juntos, y aprovechando esa cercanía, podía compartirle las inquietudes que le aquejaban. -El viejo Jaken llegará pronto… Llegó una carta hace unas horas. El consejo de la Rosa de los Vientos estará aquí para presenciar el Festival… Temo que esto se prolongue más de lo que es debido, que Sesshomaru no elija a su compañera esta noche o…-
-Si está en juego otra opción… ¿Sería el fin del mundo?-
-Del mundo que conocemos… Sí. Existen reglas que son inquebrantables… Sesshomaru no ha sido tampoco lo suficientemente diligente y complaciente como para que hayan consideraciones… Que el consejo pretenda hacer acto de presencia quiere decir que están listos para tomar represalias de no llevarse las cosas en forma…-
El hombre pudo ver en los ojos de la mujer una inmensa angustia. Sabía que por todos los medios había intentado encaminar a su hijo a seguir las reglas, a evitar que corriera un destino fatal como había sido con Inu no Taisho… Pero parecía que entre más se emplearan esfuerzos por llevarlo a un camino distinto, no había hecho más que labrar el empedrado por el mismo destino. Se permitió colocar su mano sobre la de ella, deteniéndose en un rincón entre los pasillos, a lo cual, la Señora del Oeste pretendió reprenderle con tan sólo una mirada. Aunque los demás perros estuviesen a sus asuntos, sabía bien que los ojos estaban puestos sobre toda la familia. Aún así, Ryuunosuke se hizo de ojos ciegos y estrechó aún más su tacto sobre ella.
-Tal vez los años están haciéndome perder la cordura, Kimiho. Tal vez después de esto sólo querrás de mí un servicio leal y dirigido tan sólo a lo que me compete como encargado de tus tropas y nada más. Pero me voy a permitir ir más allá de mi obligación y lo que compete a las leyes de tus Tierras…-
La señora del Oeste le miró desconcertada, asustada incluso. Y ella misma se aferró a esa mano que la rodeaba.
-¿No crees que es momento de dejar que el destino tome su propio curso? Dejar que las cosas pasen sin tomar en cuenta estas reglas que a toda esta familia ha mantenido presa por tanto tiempo…-
-Pero…-
El hombre colocó su dedo sobre los labios de la mujer, indicándole que aún no terminaba de hablar en un acto suave y noble, puesto que sabía que cualquier cosa que dijera venía de ataduras que se habían hecho tan parte de ella como de él por tanto tiempo.
-No importa lo que digas. Si cometemos los mismos errores del pasado… La historia toma poder y se impone para repetirse. Tal vez no bajo las mismas circunstancias, pero la tragedia tomará control de la vida de tu hijo… Tu único hijo. Y tú seguirás sometida a contener tu propia libertad, a portar estas ropas que plasman heridas que ya han sanado y que te condenan a pasear el recuerdo de un fantasma que seguro maldice desde el mundo de los muertos que se repita este acto lleno de falsedades que no han traído más que dolor y mentiras…-
La mujer calló y se desprendió de él. Sin ser del todo brusca pero rechazando por el momento las palabras que el otro estaba poniendo sobre ella. Como dagas sobre su corazón, las sintió profundamente; quería negarlas por completo pero muy en el fondo, se sacudían esas fantasías por un pasado distinto. Estaba a punto de replicar, cuando del lado opuesto del pasillo percibieron los pasos de su padre. Yoshiro se acercó a ambos, con una mirada compleja, no era sencillo leerlo. Les miró a ambos con una solemnidad propia de su carácter pero pronto ensanchó una sonrisa.
-Basuto está haciendo las cosas complicadas, ¿no es así?-
El mayor desvió la mirada hacia los jardines centrales, donde los sirvientes habían colocado ya mesas llenas de banquetes, lámparas que estaban listas para iluminar el palacio para competir con la oscuridad que prometía la noche y a los músicos tomando sus sitios preparados para amenizar la ocasión. Cruzó los brazos, dejando que un profundo suspiro alzara su pecho para dirigirse al par que había guardado silencio ante su llegada.
-Pase lo que pase… Hay que encontrar la forma de disfrutar esta velada. Actuemos como si tuviéramos la seguridad de que mi nieto hará lo que se espera de él. Finalmente, él es el Señor de estas tierras, ¿no es así? Las represalias que surjan de su rebeldía, son enteramente asunto de él… Lo que sea que suceda, creo que se encuentra listo para tomar las riendas de lo que se cruce en su camino… Ah…-
Yoshiro movió ligeramente sus orejas, detectando que a los territorios había finalmente llegado aquél demonio al servicio de su nieto en compañía de otras manadas, y sobre todo, el consejo de la Flor de los Vientos. Rió por lo bajo, llevándose el dedo índice a la mejilla, en un gesto analítico y a la vez expectante. -No sabía que ellos estarían aquí también…-
-No… no lo mencioné, padre. Fue justo hace unas horas que recibí las noticias…-
-Con mayor razón aún… ¿Para qué preocuparnos si el consejo ya se encuentra un paso adelante? Su presencia aquí no indica otra cosa más que la posibilidad de un juicio… Seguramente que mi nieto ya está enterado de su llegada… Confiemos en que, sea lo que sea que haga, sabrá perfectamente cómo manejar la situación… Sino…-
-Sino estaremos listos para apoyar su decisión- intervino Ryuunosuke.
Yoshiro miró al hombre mientras sus pobladas cejas se alzaban en un gesto lleno de satisfacción. Llevó su mano hacia el brazo del otro y le dio un par de palmadas. -Buen hombre. Justo eso- y así, el mayor se retiró, añadiéndose a las conversaciones que estaban dándose entre los asistentes, dejando a la Señora del Oeste en una profunda reflexión y Ryuunosuke, determinado al haber recibido aprobación a su pensar.
O
Y así, finalmente, el tan esperado evento dio lugar. Fue por inicio del señor Yoshiro quien tomó su lugar al centro de la explanada que se había dispuesto para el festival, cautivando a los presentes con su gallarda presencia y palabras. Al lado suyo se encontraba su hija, asumiendo ese rol solemne que le correspondía cargar como viuda del Señor del Oeste y como era de notarse, brillaba por su ausencia Sesshomaru. Aún así, muchos sabiendo la polémica situación de la familia ni siquiera se inmutaron y el hombre que aún tenía tomada la palabra bajo su voluntad, se ocupó de llenar los egos de las familias al expresar maravillas de cada uno de ellos, así como de resaltar las buenas cualidades de todas las mujeres que se encontraban en ese ritual de conquista, esperando a ser elegidas para convertirse en la próxima Señora de las Tierras del Oeste.
Como era costumbre en la formalidad de dicho evento, pese a que todos ya se conocían y habían tenido convivencia en días anteriores, era parte del protocolo que cada familia, representada por el patriarca o líder presentara a la hembra soltera que se ofrecía para la ceremonia. Se trataba de un proceso sumamente serio, que debía tomarse con el peso debido, pero para ello, era necesario que estuviese presente el macho a conquistar y él, aún no llegaba.
-Ryuunosuke- llamó Yoshiro al capitán de las tropas que se encontraba a un costado de la Señora del Oeste, manteniendo una distancia recatada y prudente.
-A sus órdenes, señor-
-¿Serías tan amable de recolectar la voluntad de mi nieto y traerlo aquí? Dile por favor, que lo estamos esperando y que el consejo de la Rosa de los Vientos ha llegado también-
El consejo se encontraba detrás de las familias, tres de ellos, el cuarto siendo precisamente el abuelo de Sesshomaru, quien lamentaba que ahora que los otros tres se encontraban ahí, él debía también actuar distinto y seguir las reglas o al menos, proseguir con los protocolos adecuados.
Sin perder tiempo, Ryuunosuke siguió las órdenes que se le instruyeron y se dirigió hacia los aposentos de Sesshomaru, en poco tiempo. Lo encontró pegado a la ventana, observando todo desde las alturas. Ni siquiera lo volteó a ver cuando llegó, pero el youkai sabía perfectamente que ya estaba al tanto de su presencia. Caminó hasta colocarse a su lado, llevándose las manos hacia atrás mientras compartía la vista de aquella ceremonia que apenas podía admitir, tanto detestaba él también.
-Señor, no tiene que elegir a ninguna de esas mujeres… Si busca rechazar los ofrecimientos del resto de las manadas, eso sí, creo que sería mejor viniendo de usted. Pero sepa una cosa y es que, he hablado con su madre y su abuelo, y sin importar cuál sea la decisión que usted tome, la casa del Oeste lo apoyará hasta las últimas consecuencias-
Fue entonces que Sesshomaru le miró por primera vez desde que se plantó en su habitación y le dedicó una mirada llena de desconcierto y desagrado.
-¿Y tú crees que necesito de su aprobación para actuar bajo mi propia voluntad?-
-No…- sin inmutarse, Ryuunosuke llevó su mano hasta el hombro del youkai. -Pero no está de más tener el apoyo de su familia, señor. No tiene que entrar a un campo de batalla usted solo-
Aquello si bien no lo consideraba necesario, sí logró generar aún más determinación en Sesshomaru. No sabía todavía lo que haría respecto a Rin pero primero, retiraría la molestia de esta faramalla y ya después pensaría en lo que haría. Bajó junto con Ryuunosuke hasta la ceremonia, siendo perseguido por las miradas inquisitivas de muchos entre las manadas, pero altivo y sin inmutarse, avanzó hasta tomar su sitio al centro de una mesa en donde lo esperaban su madre y su abuelo.
-Hasta que te has dignado, hijo- le susurró la mujer mientras ocultaba su nerviosismo detrás de su abanico que mantenía de ojos curiosos el suave movimiento de sus labios.
-No estés tan contenta. No vengo aquí para quedar bien, madre-
Mientras madre e hijo intercambiaban palabra, Yoshiro se puso nuevamente de pie, reanudando la ceremonia durante la cual, los patriarcas y matriarcas de las familias, comenzaron a pasar, una por una a presentar a las mujeres que deseaban ofrecer para entregarle a Sesshomaru. Cada una de ellas siendo pavonada frente a la familia, mientras sus cualidades y habilidades eran recitadas frente a todos, como si de una entrevista de trabajo se tratara. Y es que realmente, eso era. Había un entendimiento absoluto entre todos que el manejo de ese tipo de uniones era así, como Kimiho bien sabía, los matrimonios para los demonios de su categoría eran negociados para tratar viejas treguas y sostener alianzas entre territorios, así había sido desde que ella recordaba y así como ella lo vivió, igualmente sus antepasados.
Una a una desfilaban, y por ninguna el daiyoukai mostraba interés alguno. Su postura no denotaba más que aburrimiento absoluto y la Señora del Oeste sabía bien, ya no le quedaba mayor duda que su hijo no tomaría a ninguna de esas mujeres como esposa. Comenzaba a sentir los síntomas del pánico y empezó a abaniquearse con mayor insistencia, pero en un acto discreto, Ryuunosuke se acercó, colocando su mano sobre su hombro, él aún de pie para inclinarse hasta su oído. -Confía en él- le susurró.
Llegó el turno de Gyousei de introducir a su hija Hatsuko, citando sus cualidades que era evidente que la joven se sentía bastante segura de sí misma. Quizá la competencia más fuerte de entre todas y si hubiese sido por elección de un consenso hubiese sido ella la elegida para casarse con Sesshomaru. Incluso parecía algo a propósito ya que, el hombre había decidido ser el último en pasar con su hija, una estrategia inteligente sí, pero no contaban con el enorme hastío que el hombre a quien debía impresionar ya sentía para ese punto, eso sin considerar que de todas maneras, ninguna de las mujeres presentes tenía oportunidad alguna.
-Quisiera agradecerles a todos los presentes por formar parte de esta bella tradición y reiterar que cada una de las jovencitas aquí son dignas de añadirse a esta familia, por ahora, daremos por concluída esta parte del Festival pero esperen una pronta respuesta de parte de…-
-¡ESPERA!- se escuchó a lo lejos.
Sesshomaru se puso de pie de inmediato al escuchar esa voz; era inconfundible ya que provenía de su revoltoso medio hermano. El híbrido casi corría del lado de Rin, quien se encontraba vestida con un hermoso kimono violeta con detalles amarillos y anaranjados, mientras que él, portaba ropas más formales y su cabello recogido lo que hizo que la Señora del Oeste se estremeciera por un instante al sentir que estaba en presencia de una aparición al ver el enorme parecido que el muchacho tenía con su difunto esposo.
-Aún… aún no termina esto- dijo InuYasha, tomando del brazo a Rin quien timidamente se colocó a su lado.
Las mejillas de la chica se encontraban sumamente sonrojadas y una parte de ella deseaba poder ocultarse el rostro al sentir cómo todas las miradas se encontraban sobre ella, sin embargo, deseaba demostrarle a su Señor que, aunque fuese saboteando el evento con sus sentimientos, no deseaba que tomara una decisión que lo hiciera infeliz.
-Vengo en representación de la familia… ah…-
-¡Ah! ¡Pequeña flor!- interrumpió el abuelo de Sesshomaru, notando el enredo en el que el hanyou estaba metiéndose por querer mencionar un nombre de familia. -Bueno, usted InuYasha se encuentra en todo derecho de ofrecer a una prospecto en esta ceremonia. Finalmente, usted posee sangre que lo hace indiscutiblemente parte de la familia Taisho-
Comenzó a escucharse bullicio entre los presentes, muchos comenzaron a alzar la voz, queriendo replicar y detener lo que estaba por ocurrir, pero Yoshiro tan sólo alzó las manos, queriendo hacerlos guardar silencio.
Sesshomaru seguía de pie, completamente sorprendido e incluso confundido por lo que estaba ocurriendo, sin embargo una minúscula sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Hubo un instante en que las miradas de ambos se conectaron y por un momento, dejó de haber ruido, dejó de haber caos… Tan sólo eran ellos dos contra el resto.