De un cuerpo a otro
El vacío de la casa pesaba más que otros días. InuYasha se sintió solo y deseaba poder regresar al departamento de Kagome donde al menos siempre había ruido pero ahora estando de vuelta en su hogar, sólo se escuchaba el sonido del silencio. Se sentó frente al televisor y lo encendió, con dificultad se quitó el sacó y lo arrojó sin preocuparse donde fuera a caer. Comenzó a sentirse pesado y cansado, su nariz se humedeció y se envolvió entre los cojines del sofá quedándose profundamente dormido. La noche pasó rápidamente y ya era media mañana. Se despertó con los golpes que provenían de la puerta principal y se levantó con fatiga para abrirla. Miroku se encontraba en el pórtico con cara de angustia y al abrirse la entrada a la casa de su amigo se introdujo rápidamente caminando a paso acelerado. Se apresuró hacia el sofá y buscó en la habitación. Al ver el saco de InuYasha sobre el suelo lo recogió y lo presionó contra el pecho del hanyou.
-Tenemos que irnos, ya son las diez de la mañana y Sesshomaru se la ha pasado preguntando por ti. Ten- dijo con insistencia a InuYasha quien se encontraba parado junto a él encorvado. En seguida Miroku lo observó con atención y al notar en él su malestar dio unos pasos hacia atrás. –Estás enfermo-
-Sí, ¿qué nunca me has visto enfermo?- cuestionó pasándose la mano por debajo de la nariz. –Ayer me quedé dormido viendo en el sofá por eso no me levanté porque no escuché la maldita alarma-
Miroku negó con la cabeza y tomó a su amigo del brazo para sacarlo de la casa y llevarlo a su coche. Cuando estuvieron a punto de llegar al edificio InuYasha vio el anuncio de la panadería. Sin poderse contener comenzó a sentir un hormigueo en el estómago; se dio cuenta que estaba algo hambriento. Le pidió a su amigo que se detuviera y lo esperara en el coche. Entró al establecimiento y había algunas personas delante de él haciendo fila en la caja registradora donde se encontraba Kagome. -¡Buenos días!- exclamó la joven sin mirar hacia arriba de primer momento y al ver que se trataba de InuYasha su gesto cambió. Se veía algo molesta. InuYasha levantó la mano correspondiendo al saludo y después sacó un pañuelo para sonarse la nariz. Hacía tanto ruido que varios de los clientes lo volteaban a ver horrorizados, algunos de sólo escuchar la congestión en las vías respiratorias del joven tuvieron que salir ya que no podían con el asco que sentían. En pocos minutos la fila disminuyó y pronto fue el turno de InuYasha.
-¿Qué haces aquí?- preguntó susurrando acercándose a InuYasha.
-Es una panadería, vengo a comprar pan, ¿o qué?, ¿piensas que vengo a verte?- InuYasha no estaba seguro de su pregunta pero fingía ante la joven que la respuesta era no. -¿Me vas a atender o quieres que nos quedemos aquí todo el día y que pierdas a todos tus clientes?- preguntó señalando a las personas que habían llegado después de él. Kagome se cruzó de brazos mirando hacia arriba y negando con la cabeza. –Si no me atiendes toda esta gente se va a dar cuenta del pésimo servicio que… que… que… ¡achú!-
Los ojos de InuYasha se cerraron y al abrirlos se encontraba frente a sí mismo. "¡Maldita sea! ¡Nos cambiamos otra vez!" pensó al ver la patética expresión que estaba dibujada en su rostro.
-¡Ya sé lo que pasó!- exclamó InuYasha golpeando su puño contra la palma de su mano. –Es demasiado simple…- pero fue interrumpido por uno de los clientes que se quejó a causa de la lentitud en el servicio. Kagome miró hacia atrás horrorizada al ver al menos unas diez personas esperando a ser atendidas. Volteó a ver a InuYasha con preocupación. Movió sus manos intentando apurarlo pero el joven no sabía ni por dónde empezar; jamás había estado detrás de una caja registradora.
Kagome se salió de la fila y caminó detrás del mostrador. –Muévete- dijo empujándolo y comenzó a usar la caja. Comenzó a tomar órdenes mientras que InuYasha se quedó parado a su lado. Varios clientes se retiraron molestos con sus órdenes incluso uno se quejó específicamente con la joven por no saber hacer su trabajo y que de que su novio tuviera que hacer su trabajo por ella. Por supuesto que todo iba dirigido hacia InuYasha quien los clientes creían, era Kagome. La joven tomó un letrero y al retirarse el último de los clientes colocó un letrero de "Volveré más tarde". Tomó de la mano a InuYasha y lo llevó hacia la cocina en donde se encontraba Hojo. El joven los miró confundido pero le sonrió a Kagome quien en ese momento para él era un extraño.
-Hojo, ¿nos puedes dar un momento?- pidió su colega. Al escuchar tal petición los ojos de Hojo se abrieron considerablemente. Se preguntaba cómo es que ese extraño supiera su nombre y con tanta familiaridad le solicitara que se marchara, sin embargo, no puso objeción y salió de ahí.
-Ya sé por qué cambiamos- dijo Kagome en voz baja mirando hacia todos lados cuidando de no ser vista por su jefa. –Cambiamos cuando estornudamos, ¿te das cuenta? Lo mismo pasó en… en la oficina de tu hermano y ahora esto-
InuYasha arqueó las cejas y rompió en carcajadas –Kagome, ¿de verdad crees eso? Por favor, ¿cómo va a ser?-
Kagome intentó colocar su mano contra la pared para intentar intimidar a InuYasha pero le costó algo de trabajo al sentir que las mangas del saco le apretaban. Se sonrojó al suponer que la prenda se había encogido cuando la metió a la secadora el día anterior. Se sintió tan avergonzada que de inmediato su actitud cambió. –Lo digo en serio. Además fuiste tú quien dijo que debiéramos considerar todo; pues ahora te pido que lo consideres- respondió poniendo su mano debajo de la nariz haciendo un gesto de repulsión. –Estás enfermo- dijo.
-Sí- respondió el joven cruzándose de brazos.
-En cualquier momento volveré a estornudar entonces y vas a ver que tengo razón- dijo apuntándolo con cólera.
Salieron de la cocina y se encontraron con Miroku quien estaba sentado en una de las mesas frente a la ventana. Se levantó y se paró frente a Kagome pensando que hablaría con su amigo. Le dio una palmada en el hombro mirándola conciliadoramente. –InuYasha si me hubieras dicho que querías ver a la señorita Kagome me habría ido para darte tu espacio y que no tuvieras que apurarte- Kagome se sonrojó mientras que InuYasha se interpuso entre ambos con las manos hechas puño dando pasos pesados.
-¡Deja de decir tantas idioteces!- exclamó.
Miroku miró a InuYasha desconcertado ya que para él quien había dicho esas palabras había sido Kagome de quien no se imaginaría tal reacción. –Señorita Kagome, discúlpeme, no sabía que le ofendía tanto el aprecio que mi amigo siente por usted-
-¡Que te calles!- gritó pisándolo con fuerza.
Miroku se encorvó tomando su pie y dando pequeños saltos debido al dolor. Kagome permanecía de pie cubriéndose la boca con las manos mirando con impacto a InuYasha y a Miroku. El hanyou la miró frunciendo el ceño pero con las mejillas más rojas que un tomate. Le hizo una seña con la cabeza en dirección a Miroku, indicándole con el gesto que se fuera con él. Kagome asintió y tomó de los hombros al amigo de InuYasha quien se mordía los labios intentando controlar el dolor. Salieron del establecimiento e InuYasha los vio subir al coche.
Pensó en lo que Kagome había dicho sobre la causa de los cambios y decidió llevar a cabo un experimento para comprobarlo. Caminó hacia la cocina y vio que Hojo estaba allí de nuevo. El joven volteó a verlo y levantó su mano saludándolo. –Kagome, ¿ya se fue tu amigo?- preguntó amigablemente.
-¿Estás ciego o qué? Sí, ya se fue- respondió con hastío.
-Se ve buena persona, ¿estás segura de que fue él quien te hizo sentir tan mal?-
Antes de escuchar la pregunta de Hojo, InuYasha llevaba un gesto en el rostro de Kagome que la hacía ver irritada pero una vez que el joven realizó su pregunta, su semblante se ablandó. "Vaya que le ha dicho a todo el mundo" pensó sintiéndose humillado. –Pues, no se ve, ES una buena persona- respondió el hanyou volviendo a su expresión de antes. –No sólo es buena persona sino que es bueno en lo que hace y…- pero se quedó callado al no poder pensar en nada bueno qué decir sobre sí mismo.
Hojo lo miraba con afecto y sonrió. Tomó una charola que se encontraba sobre la mesa y la metió al horno. –Veo que te importa mucho esa persona- dijo mirando hacia el interior del horno, se dio la vuelta para ver a su colega pero ya no se encontraba en la cocina. InuYasha salió de ahí para buscar el baño. Abrió la puerta y la cerró con candado. Desenrolló un poco de papel de baño y comenzó a hacerlo rosca de tal manera que fuera posible introducir la punta a su nariz. Introdujo el papel en sus narinas y comenzó a sentir una sensación desagradable de picazón. Después de varios minutos de retorcer el papel comenzó a sentir un impulso por estornudar y lo hizo. Abrió los ojos y ya no se encontraba en el baño sino que estaba frente a Sesshomaru quien lo miraba con la misma expresión de siempre sólo que curiosamente sostenía una bolsa con chocolates.
-¿Qué te traes tú con esos chocolates?- preguntó InuYasha confundido sobándose la nariz.
-Tú los trajiste. ¿Esta desorientación que tienes será un problema, InuYasha?- cuestionó el youkai con voz monótona. Colocó los chocolates sobre el escritorio y se puso de pie. –No sé qué es lo que te pasa últimamente pero me está irritando y voy a perder la paciencia. No pretendas verme la cara- amenazó.
InuYasha se levantó de la silla y caminó hacia la salida. Sesshomaru lo miró marcharse y después tomó la bolsa de chocolates. La sostuvo en sus manos y la observó cuidadosamente. "Es curioso que la esencia de InuYasha cambie de esa manera" pensó. Colocó los chocolates en uno de los cajones de su escritorio y continuó trabajando.
Mientras tanto en la panadería, Kagome salía del baño sosteniendo su teléfono para escribir un mensaje:
Kagome H. dice: Tenía razón. Ya ves? Y TÚ QUE NO ME CREÍAS!
InuYasha no respondió. La joven reía viendo hacia su celular pensando que seguramente estaba siendo demasiado orgulloso como para responder ya que la joven había tenido razón. Guardó su teléfono en su delantal, caminó hacia la puerta principal del establecimiento y quitó el letrero para seguir trabajando.