Que miren, mi Twitter está llamándolos sensualmente (Arroba) ShawarmaNugget
Ahora sí, la esperada primera parte de por qué he reescrito este fanfic. Bueno, después de leerlo detenidamente, me cuesta creer que hace casi dos años escribía así, como una retrasada mental. Aún lo hago, pero quizás no soy tan retrasada como antes(?).
Act 2016: Lo estoy volviendo a reescribir, lol.
—Se pueden cometer muchos errores —comenzó a decir una persona situándose detrás de un joven vestido de negro. Éste último se encontraba sentado en la cima de un edificio, contemplando las luces y las patéticas personas que iban caminando entre las calles—, pero parece que al final, se nos da otra oportunidad.
Sin comprender a qué venía el discurso de su padre, el joven subió las piernas, que anteriormente se encontraban colgando hacia el vacío, en el brocal y se puso de pie. Al momento de voltear a ver su padre, con un detenido gesto de sorpresa, se quedó mirando fijamente lo que llevaba éste en sus brazos.
—¿Una cosplayer? —preguntó en tono acusador sin poder creérselo aún. Su padre tenía una cosplayer en sus brazos. Ropa de porrista, calentadores, calzado deportivo... todo color rosa. Además de un odioso broche corazón sujetando el cabello de la chica en una media cola.
La expresión de su padre no cambió. Con sosa indiferencia, su mirada se dirigió a la chica, como señalándola. Una cosplayer, ¿qué rayos estaba haciendo con una de esas?
—No es humana, Ikuto —aclaró finalmente—. Más bien, no es nada que tú conozcas.
—¿Ah no? —las cejas del joven se elevaron por primera vez en mucho tiempo—. ¿Me estás diciendo que otros seres hacen cosplay? Aunque nunca había visto a ese personaj—
—Ya basta —la voz de su padre ya reflejaba que perdía la poca paciencia que tenía—. Escucha bien. Esta niña es una Piffle.
—Piffle —repitió Ikuto con tono indiferente, interrumpiendo a su padre.
—Existe un mundo de los sueños —la voz del hombre subió de tono para callar a su hijo—. Lamentablemente, es un lugar imposible de llegar para cualquiera de nosotros. —dirigió su mirada a la chica—. Esta chica es de allí. La he encontrado en la calle, se veía bastante confundida —terminado de decir eso, el padre de Ikuto observó su sorpresa, oculta tras la común máscara de indiferencia—. A lo que quiero llegar —continuó—, es que los Piffles son especies raras, que convertidas en demonio pueden ser bastante poderosas. Más que tú, yo y todos los que conozcas juntos. A pesar de ser seres bastante tontos, son terriblemente buenos exterminando a los demonios de su especie, por lo que es imposible aliarnos con ellos.
Bien, perfecto. Pensó Ikuto, sin saber exactamente a donde llevaba todo aquello.
—¿Me estás diciendo que esta chica es un demonio? ¿Como nosotros?
—No —más irritación en su respuesta—. No lo es —antes de que Ikuto pudiese decir otra cosa, su padre prosiguió—. Pero no sabe defenderse, expresa abiertamente su miedo, no actúa ante nada. Esta criatura es apenas una niña inexperta —Ikuto pudo casi pudo percibir cierto deleite en su voz—, lo que significa que podría convertirse en uno de nosotros, de alguna manera. Los Piffles que no cumplen ciertas exigencias son convertidos en demonio en manera de castigo, aunque los eliminan inmediatamente. Si logramos que esta chica se convierta en un demonio, tendríamos un poder inimaginable.
Por supuesto, la palabra "poder" en la mente de ambos activó una chispa que se notó claramente en los ojos de ambos. Padre e hijo. Ikuto logró mantener su expresión serena hasta ese punto.
—¿Cómo sabes todo eso? —enarcó una ceja.
—Como dije: Se pueden cometer muchos errores. Tuve la suerte de encontrarme con uno de estos hace muchas décadas, pero no sabía su valor, ni lo que era, así que… —La respuesta era obvia.
Lo eliminó. Concluyó Ikuto en su mente. Todo lo que se le cruzaba por el frente a su padre corría la misma suerte, sin duda.
—Así que "la otra oportunidad" de la que hablas es ella... —ladeó la cabeza hacia la chica de cabello rosa. Su padre asintió sin más.
—Pero no será mi segunda oportunidad —respondió estirando sus brazos hacia su hijo, ofreciéndole el "botín"—. Será la tuya de demostrarme que puedes alcanzar un mayor poder tú solo.
A pesar de ser una buena oferta, Ikuto retrocedió un paso con gesto asqueado. La chica olía a algo suave y limpio. Demasiado —pensó—. Es demasiado rosa.
—No voy a ser el chaperón de nadie —gruñó, negándose de alguna manera—. Lo que quieras hacer, hazlo tú.
Al darse la vuelta, su padre ya lo encaraba de frente, sujetando a la chica por el cuello de modo que su cuerpo colgaba y terminaba totalmente de frente a Ikuto. Casi como si fuera una muñeca. El rostro inconsciente, piel pálida, cara sucia, como si hubiera estado durmiendo en el suelo. Ikuto sólo sintió que le dejaban el trabajo sucio. No podía negarse, era su padre. De no obedecer estaría perdido.
La tomó en brazos, cuidando no rozarse mucho con ella. La mirada iracunda en su rostro dirigida a su padre. Parecido a él, salvo por el cabello, que era más largo. La mitad de su cara cubierto por éste, en un corte casi cuadrado.
—Bien —se atrevió a decir por fin—. Pero no te aseguro nada —había arrogancia en su voz.
Se dirigió hacia la puerta del tejado que conducía a las escaleras; y sin llegar a abrirla, ya había desaparecido.
/
Sentía mis manos palpitar. Algo las ataba bastante fuerte, haciendo que me dolieran. Me retorcí intentando zafarme, pero mis extremidades estaban atadas, mis ojos vendados y mi boca sellada. Un increíble pánico me había invadido. Los recuerdos de lo sucedido llegaron a mí tan deprisa que me sentí mareada.
Era un hombre. Tocaba su violín con una perturbadora sonrisa, luego de aquello, los recuerdos sólo parecían un montón de imágenes sin sentido que no me decían nada. Dadas las circunstancias, no podía tratarse de nada bueno. Esto era terrible.
Permanecí en silencio, realizando que mi situación probablemente me llevaría a la muerte; hasta que el sonido de la puerta del lugar en el que me encontraba produjo el sonido de ser abierta, provocando que me sobresaltara con un chillido sofocado. A través de la tela, percibí la claridad que adquirió la habitación, que antes percibí como negrura. Los pasos de alguien se detuvieron justo donde me encontraba.
—Así que has despertado —era una voz burlona, casi pude sentir cómo sonreía su dueño. Mi piel se erizó y me tensé. Una escalofriante sensación invadió mi cuerpo, como si se hubiera dormido y sólo mis oídos permanecieran activos. Sentí que me ahogaba, y deseé desesperadamente que se detuviera, hasta que por fin lo hizo y mi respiración agitada era sofocada por lo que fuera que me cubriera el rostro.
Me sobresalté de nuevo al sentir que algo me tocó. Unas manos desataron los nudos que me mantenían presa y una luz brillante llegó a mis ojos haciendo que los cerrara de inmediato; cegada cuando lo que cubría mis ojos había sido zafado. Entreabriéndolos, intenté enfocar la vista y acostumbrarme a la luz. La habitación apenas tenía un bombillo miserable. Las cortinas, de encaje roto y desgastado, dejaban traspasar la escasa luz de la calle nocturna que pasaba a través de unas pocas tablas de madera, en un torpe intento de cubrir la ventana. Había una especie de cama con un colchón en mal estado y el resto de la habitación tenía cajas que asumí estarían mu polvorientas. Fijé mi vista en el chico que tenía frente a mí. Ojos y cabello oscuro azulado. Su mirada me hizo arrepentirme totalmente de mirarlo y me eché hacia atrás intentando alejarme. Pareció molestarse y, jalando mi brazo bruscamente, me puso de pie.
—¿Qué es todo eso? —chillé por fin— ¿Quién rayos eres?
—No deberías preguntar cosas que no necesitas —respondió con brusquedad. Tomó mi barbilla y la movió a voluntad, fijándose por todo mi rostro en busca de algo que desconocía. Incrédula y asustada, me removí en su agarre. Me soltó como si fuera un trozo de papel arrugado y pasó totalmente de mí mientras se dirigía a la puerta y agarraba unas llaves de su bolsillo. Caí en lo que iba a suceder y corrí tras él, deteniendo la puerta con mi pie entre ella para evitar que la cerrara.
—¡No me encierres! —pedí mientras empujaba la puerta, mientras él se daba cuenta de lo que yo había hecho— ¡no lo hagas!
Estaba muerta de miedo, ¿pero qué rayos podía hacer? No tuve oportunidad cuando me empujó de nuevo dentro de la habitación con su mirada iracunda.
—Tú no puedes salir de aquí hasta convertirte en un demonio.
Sentí cómo empezaba a temblar y me abracé para detenerme.
¿Cómo podía saber eso? ¿Quiénes eran estas personas? Primero el que me había dejado inconsciente, luego este chico… Mi mirada parecía revelarle mi desconcierto. No había manera de ocultarlo, fuera quien fuera esta gente, sabían quién era yo. Una Piffle del mundo de los sueños.
—No voy a cambiar por estar encerrada —respondí tras unos segundos mirándonos. Me puse de pie y lo arrollé mientras salía corriendo con todas mis fuerzas de aquella habitación, dejándola atrás y aproximándome a unas escaleras que se ampliaban a medida que bajaba. Justo cuando llegué a un pasillo, el chico me esperaba de brazos cruzados, como si se tratara de un simple y mundano juego infantil. Me detuve en seco y me di la vuelta para volver a escapar, pero su mano tomó mi cabello con rapidez y caí de rodillas siendo jalada.
—¡Eso duele, ya basta! ¡Déjame ir!—chillé intentando alejar sus manos de mí. Aquel muchacho se arrodilló a mi altura. Le daba la espalda, y sólo pude sentir sus labios en mi oído mientras hablaba.
—Dejarte ir no es una opción —sentí su sonrisa y mi garganta me empezó a arder de angustia— ¿Acaso no lo entiendes, niñata tonta? Desde ahora tú me perteneces.
/
Mi mano, deslizándose por la puerta, trazaba figuras sin sentido mientras intentaba no perder la cordura. Llevaba días encerrada en esa habitación. Solía distraerme y vagar por ella, y cuando no me daba cuenta, un plato de comida asquerosa aparecía junto a la puerta. No importaba cuántas veces intentara escapar, una extraña fuerza me rodeaba y me lanzaba de nuevo en aquella oscura habitación. Ni siquiera podía encontrar el interruptor de la luz, sencillamente para colmo.
A veces permanecía pegada a la puerta, intentando escuchar todo lo que sucedía afuera. Parecía que el muchacho de ojos y cabello color zafiro que me había atrapado la última vez nunca estaba en casa, pero resultaba que sí. Sólo podía entender que el demonio que me había capturado y él eran cercanos. No podía distinguir sus nombres, sólo una voz más grave que la otra. El muchacho rara vez venía a la habitación, y mi voz se cortaba y no podía hablar, como un extraño efecto que me dominaba y no me deja hacer nada. Continuaba revisándome, y de repente, una de sus miradas hacía que todo mi cuerpo sintiera dolor. El otro siempre observaba todo desde la puerta. Era enfermizo y retorcido. Me sentía totalmente exhausta. Era fácil asumir que estas personas no eran humanos, sino demonios
¿Los demonios podían hacer eso? ¿qué clase de monstruos eran estos? Los del mundo humano ahora me resultaban más tenebrosos que cualquiera de los sueños.
Esta persona parecía quererme hacer "despertar" ¿Quería acaso que me convirtiera en un demonio? No tenía cómo explicarle que yo nunca podría ser uno. Ni siquiera estaba condenada a serlo, no había manera ¿por qué querían que yo lo fuera? Estaba inundada de miedo, y odiaba que me inundara también aquel efecto asfixiante y doloroso que parecían causar en mí.
—¿Por qué hacen todo esto? —me murmuré antes de resbalar de espaldas por la puerta y abrazar mis piernas mientras ocultaba mi rostro. Solté un enorme suspiro mientras algo me dolía allí donde estaba el corazón. Me sentía perdida, impotente. No podía escapar ¿así era como iba a morir? Dolía más el asumir que esa podría ser la realidad.
Después de un rato, comencé a dar vueltas por la habitación como un ratón encerrado. Fantaseaba con que Yaya y Nadeshiko aparecieran y me salvaran ¿Ellas podrían hacerlo? ¿Alguien había notado mi ausencia en mi mundo? ¿Qué hay de mis padres? Todos esos pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta se abrió de golpe un rato después, y dejé de revisar la caja que estaba hurgando para quedarme mirando fijamente a la persona en la puerta. Era él, el demonio joven.
Me tensé en cuanto lo vi, temiendo que fuera a hacerme lo mismo de siempre. No fue así. Cerró la puerta con un golpe y se apoyó en ella cabizbajo, sus puños apretados en señal de molestia. Rápidamente me vi alarmada. Pensé en moverme, pero al dar el primer paso, temí enojarlo y terminar siendo torturada de alguna manera. La incomodidad de su presencia me afectó unos segundos después tras ver que parecía no moverse. Me abracé a mí misma y bajé la mirada, tratando inútilmente de ignorar que estaba allí. Con el pasar de los minutos, fui retrocediendo hasta apoyarme en la esquina y resbalar por la pared hasta volverme un ovillo. Miré a aquel chico escondida entre mi cabello, y finalmente, pude decir:
—¿Por qué me hacen esto?
Inmediatamente un gran nudo se formó en mi garganta. Sentí ardor y angustia, básicamente todas mis sensaciones estos días habían sido eso: terror, angustia, dolor. Mi anticipación me hacía sentirlos nuevamente antes de que algo siquiera pasara. Estaba siendo imprudente ¿No habría sido mejor quedarme callada? Si lo pensaba, el hacer estas cosas era justamente lo que hacía que Yaya y Nadeshiko cerraran mi boca siempre. Me pregunté si en este momento, me hubieran silenciado tan solo por el haber pensado hablarle.
Al pasar muchos segundos, por fin obtuve respuesta. Alzó su rostro para mirarme y vi los notorios golpes y marcas en su cuello y rostro. Me pregunté si el otro hombre le había hecho aquello.
Sentí el aire de mis pulmones escapar mientras se acercó y colocó en cuclillas justo en frente de mí, observándome con intensidad. Mis ojos se abrieron llenos de horror al ver sus heridas de cerca, y giré el rostro tratando de esconderme. Sus manos tomaron mis muñecas bruscamente y las apoyaron en la pared a ambos lados de mi rostro. Chillé y cerré los ojos. Seguramente este era mi fin, lo estaba asumiendo por completo cuando dijo:
—Esa es una pregunta estúpida —temblaba, y él podía sentirlo—. Tengo hambre —añadió con un gruñido—. Gracias a ti, he tenido que quedarme en esta sucia casa esperando por cualquier cambio, pero no tienes pensado cambiar ¿Cierto? Me estoy cansando de no poder cazar humanos.
Cazar humanos. Realmente dijo humanos.
Llena de impotencia, sólo pude negar con la cabeza.
—No tengo idea de lo que dices —susurré con la voz ahogada—. No puedo cambiar.
Este muchacho realmente parecía pensar que dejándome sola podría convertirme en un demonio, ¿siquiera tenía lógica eso? No sabía cómo reaccionaría mi cuerpo en el mundo humano, apenas y tenía pocas nociones de éste. Era imposible saber qué pertenecía o no a este lugar tan sólo viendo sueños. Esos hechos sólo me hacían sentir más pánico. Mi rostro me ardía, y mis ojos se humedecían rápidamente. No quise parpadear mucho para apartar las lágrimas. La visión distorsionada y borrosa de su rostro era mejor que ver sus ojos llenos de odio.
—Estoy seguro de que no quieres… ¿Tendré que cambiarte yo mismo, entonces?
¿Él mismo? Me estremecí. Su mirada estaba fija en mi cuello, lar lágrimas ardían mucho en mis ojos para mantenerlas allí, así que pude verlo. Sin pensarlo, ya me estaba retorciendo ante su agarre, tratando inútilmente de soltarme. Toda mi piel se erizó y grité cuando su nariz olfateó mi cuello con necesidad. Mi primera reacción fue empujarlo lejos, pero no se movió mucho. Sentí que algo era enterrado en mi cuello y mi corazón casi se detiene del susto.
Dolía, dolía demasiado. Eran piezas frías enterrándose en mi piel con un húmedo y pastoso sonido. Comencé a patalear y a empujarlo mientras gritaba inundada de terror. Era una sensación asfixiante, y prácticamente sentía como si algo fuera vaciado de mí. Gemí cuando clavó sus dientes con mayor fuerza.
—¡Detente! —rogué— ¡no hagas eso! —volví a gritar cuando sentí su lengua pasear por lo que parecía ser piel desprendida— ¿Un vampiro? —grité más aterrada.
Con mi respiración acelerada y la cabeza a punto de estallar, finalmente el chico se separó de mí de golpe, pudiendo mostrar no un par de caninos, sino toda una hilera de dientes puntiagudos no muy sobresalientes, pudiéndose confundir casi con una dentadura humana normal. No recordaba que sus dientes fueran así, pero definitivamente eso no era un vampiro. Llevé mis manos a la herida del cuello y sentía que de ella brotaba mucha sangre. Chillé al sentir el dolor del pequeño roce y retiré las manos bruscamente, encontrándolas llenas de sangre. Mi vista empezaba a nublarse, ya no sabía la razón.
—Oh, eso me insulta. "Cazar humanos" no es exclusivamente de vampiros… —relamió sus labios, su barbilla y boca bañados con mi sangre. Sentía todo aquello como puñaladas al corazón bastante dolorosas—. A diferencia de ellos, nosotros también comemos carne —se sobresaltó cuando intenté gritar de nuevo, pero parecía ya no tener voz—. No pienso matarte, sin embargo. No quiero que mi padre vuelva a hacerme algo así —señaló los golpes en su rostro y cuello.
Cobré algo de noción y me encontré en sus brazos firmemente agarrada. Mi cabeza echada para atrás otra vez como cuando había empezado a morderme. No recordaba haber llegado a esa posición, ni cuándo hice todo lo que recientemente había hecho allí, en sus brazos. De repente todo parecía desordenado y confuso. Cuando apretó su agarre, mi espalda se arqueó intentando alejarme de su cuerpo.
Acarició suavemente mi cuello brutalmente mordido. El hecho de pensar en cómo lucía me hacía agitar levemente la cabeza para alejar la imagen, lo que hacía que me doliese más.
—Oh, pero comer carne no es todo. Puedo beber sangre si quiero, es casi igual de nutritivo, y recobrar algo de fuerzas ¿sabes lo que es aguantar tanto tiempo sin algo de… —lamió la herida, cubriendo mi boca al mismo tiempo que mi garganta liberaba un grito de dolor— esto?
Voy a morir. Eso era más que un hecho. Sentía que iba a perder mi conciencia. Este chico bebía y ni siquiera sabía cómo lo hacía con tanta rapidez. No recordaba siquiera cuando había dejado de luchar una vez que sus dientes volvieron a clavárseme en esa parte, llegando a ser incluso más doloroso que la primera vez. Mis jadeos y chillidos eran sofocados por su mano, y mis brazos dejaron de intentar apartarlo y se sentían fríos, cayendo colgados para casi convertirse en hielo. Mi rostro entero lleno de lágrimas y mi respiración fallando cada vez más.
—Detente —supliqué con una voz apenas audible. Ya casi no sentía mi voz, pero igual salía. Era difícil, sentía que debía recobrar fuerzas durante mucho tiempo antes de poder volver a hablar—. Detente ya…
Aun con mis ojos abiertos, no veía nada. Me aterré aún más, pero ni siquiera pude quejarme de ello. Sentía como si cada vez que ese chico absorbía sangre, más fría y distante me sentía. Todo mi mundo se estaba volviendo de hielo, uno que se resquebrajaba de manera violenta.
Quise asesinarlo. Por primera vez, quise deshacerme de alguien de esa manera.
/
Suave, frío y a la vez cálido. Algo en mi cabeza parecía tener una forma bastante familiar. A pesar de percibirlas, aquellas sensaciones parecían bastante ajenas, como si estuviera en mi cuerpo y a la vez no.
Me senté en un acto reflejo, pero volví a caer en la almohada cuando mi cabeza dio vueltas y mi vista se nubló de una manera tan brusca que me dejó fuera de juego durante un momento. Era una situación desagradable. Mi respiración fallaba y me llevé la mano al pecho, aferrándome a mi camisa hasta que el dolor en el pecho disminuyó. Suspiré profundamente e intenté sentarme esta vez con mayor suavidad.
Me consterné inmediatamente. Este lugar no se parecía nada a donde había estado con anterioridad. Un punzante dolor en el cuello me hizo recordar todas las cosas horribles que habían sucedido. Fijé mi vista en un espejo y aparté mi cabello; mi cuello y ropa aún tenían mucha sangre, y chillé al darme cuenta de aquello. Volteé en cuanto sentí algo moverse detrás de mí. La persona emitió un pequeño, o mejor dicho, él lo hizo.
Automáticamente me lancé fuera de la cama. El golpe contra el suelo acentuó el de mi cuello.
—Oh, de todo el tiempo que llevabas allí ¿acabas de notarme? Por cierto, gracias por lo de ayer, realmente saciaste mi hambre… —su fresca tranquilidad no era como para bajar la guardia.
—¿Por qué… estoy aquí? —fue lo primero que pude decir. Vaya, entre tanto qué exigir ¿por qué eso primero?
—No tenía ningún otro lugar donde ponerte.
¿Por qué este chico se veía tan endemoniadamente normal hoy? Cada día me infundía un miedo terrible, y ahora estaba frente a mí, recostado de lado como si se tratara de cualquier joven que acaba de levantarse. No me miraba enojado, ni sus ojos estaban oscurecidos. Tampoco parecía amenazante ¿es realmente la misma persona que casi me mata ayer?
Pareció notar que internamente yo sentía como que diez mil espadas me atravesaban.
—Si te lo estás preguntando, la respuesta es no, no te violé. Eres demasiado plana para mi gusto.
—¿Pero qué…? ¿QUÉ? —di un brinco hacia atrás ¿Pero qué demonios? ¿Es una especie de juego mental? Si lo pensaba bien, había una especie de aura extraña que lo rodeaba. Pero no sabía decir lo que era… y probablemente eso me confundía más.
—No podía dejar que te desangraras allá, mi padre hubiese podido asesinarme.
Antes de dejarle decir algo más, me dirigí a la puerta dispuesta a huir, pero sus manos tomaron mis hombros. Ni siquiera vi cuándo salió de la cama ¿cómo podía ser tan rápido? Lo aparté de golpe y huí de allí, pero pronto me encontraba atrapada por él y me levantó del suelo para evitar que corriera de nuevo.
—¿CÓMO? —pregunté angustiada— ¿CÓMO HACES TODO TAN RÁPIDO? —¿Qué demonios pasaba en este mundo? Ni siquiera podía terminar de realizar lo que hago cuando ya me han atrapado. Era similar a cuando estaba atrapada en aquella habitación, una fuerza me empujaba rápidamente hacia adentro.
—Vaya, la mordida realmente te afectó ¿cómo es que no has preguntado nada sobre eso aún? ¿Mi control es tan efectivo en ti?
Me quedé llena de duda. ¿Se supone que debía preguntarle? ¿Por qué mi mente estaba tan desorganizada? No era posible quitarme toda esa desorientación. Quizás todo aquello era obra del mencionado control, lo que no me agradaba para nada.
—Usa la boca para hablar —me regañó mientras volvía a dejarme en el suelo de aquel pasillo—. No estoy hablando con una estúpida humana.
—¿A-A qué te refieres…? —por fin me las arreglé para responder, con mi cabeza dando vueltas.
Acercándose, su mano señaló la enorme herida en mi cuello.
—Veneno de demonio. Cuando uno te muerde, adquieres su naturaleza. En otras palabras…
Entreabrí mi boca, esperando decir algo útil, y en cuanto levantó las cejas, pude entenderlo.
—¿Me convertiré en un demonio? —mi voz quebrada y mis esperanzas abandonando mi cuerpo casi por completo. Mis manos cubrieron rápidamente la herida, pero las aparté en cuanto sentí que dolía demasiado.
—Al parecer, no —se agachó y sostuvo mi cuerpo. Todo este tiempo había estado intentando gritar, correr, incluso golpearlo desesperadamente; pero, ¿por qué rayos no podía? Era como si toda mi desesperación y miedo estuvieran siendo retenidos con fuerza dentro de mi cuerpo, sin dejarme manifestarlos del todo. Comencé a sudar frío.
Veneno de demonio. Me aterré con tan sólo pensar que eso podía matarme en cualquier instante.
—¿Por qué? —exigí con la voz llorosa—, ¿Por qué rayos me están haciendo esto? ¿Qué tanto necesitan de mí?
El joven suspiró. Me sentó en el suelo y se agachó frente a mí casi como intentando explicarle algo simple a una simple criatura de tres años. Era tenebrosamente extraño que su mirada oscura y macabra no hubiera sido mostrada en todo este extraño instante. ¿Era así como se comportaba al no tener hambre?
—Preciso que te conviertas en un demonio de los sueños, pequeña. No me importa lo que deba hacer para lograrlo —inclinó un poco su cabeza hacia un lado—. ¿Sabes lo grosero que es no haber hecho que mi mordida funcionara? Además de alimentarme después unos días, ese también era mi objetivo.
Sentí un alivio inesperado, y de repente todos los otros pensamientos confusos se apartaron cuando mi mirada viajó a uno de sus moretones. Mi mano ya se encontraba tocando uno de ellos.
—¿Y por qué rayos tienes estos?
Se apartó con brusquedad. Temí por un momento que fuera a hacerme algo, esa clase de acciones no eran propias de mí, ¿por qué todo parecía ser tan impulsivo? Ahora no me parecía para nada una buena idea.
—Eres bastante atrevida. Esa curiosidad te hace molesta —gruñó y cubrió con su mano el área que había tocado—. Los demonios nos tratamos así, ¿Qué esperabas, agradables tertulias bebiendo el té?
Tras levantarse y empezar a caminar con fastidio, traté de levantarme apoyada en la pared. Mi vista era ennegrecida por los bordes, estaba nublada, y mis manos perdieron el agarre de la pared y volví a caer al suelo con un ruido estrepitoso.
—Oh, vaya —admiró aquel chico con un divertido interés—. Con respecto a alimentarme de ti… debo aprender a controlarme más, casi te asesino anoche.
Cuando entró a mi rango de vista y me miró desde las alturas de su estatura, fruncí el ceño y cubrí débilmente mi cuello.
—No puedes volver a hacerlo…
Se agachó y apoyó los codos en sus rodillas, su mirada era la burla en persona. Tomó una de mis manos y la estiró hasta arriba.
—No necesariamente tengo que morder allí —comenzó a decir, acercándose uno de mis dedos a los labios—. Puedo hacerlo en cualquier parte, cualquiera… —sus dientes humanos rozaron mi dedo, el cual yo miraba aterrada. No me mordió, y soltó mi mano, la cual acuné frente a mi pecho. Liberé todo el aire que había retenido, y volví a mirarlo—. Además, ¿por qué crees que puedes decidir si te muerdo o no? Ahora mismo no tienes ningún derecho de nada.
Se puso de pie, jalándome con él. Me soltó cuando estuve estable y el cambio de posición perdió el efecto de su brusquedad. No podía creer nada de lo que estaba oyendo.
—No puedo salir por vigilarte, ¿qué comeré si no es a ti? ¿o acaso mi padre debería cuidarte? —levantó mi barbilla con su dedo, su voz inesperadamente seductora—. Créeme, eso no te gustaría…
Finalmente, una lágrima descendió por mi mejilla y mi boca se abrió para liberar el aire que había intentado retener. No podía soportarlo. Di un paso atrás, liberándome del toque de su dedo, y jadeé mientras comenzaba a llorar otra vez.
—Te odio… —comencé a decir. Una mascota, ¿eso es lo que era ahora? ¿iba a morir siendo la mascota comestible de estas personas? Me desconcertaba no saber cómo volver a mi hogar, ni siquiera saliendo de esta casa—. ¿Por qué tienes que arruinarlo de esa manera? —mi voz había subido de tono, uno más hostil y quebradiza—. ¡Todo estaba yendo bien! Finalmente… ¡finalmente las cosas empezaban a salir como yo quería! Dices todas esas cosas como si yo estuviese dispuesta a aceptarlas… como si… tuviese que rendirme y aceptar que no volveré a ver a ninguna de las personas que amo… —me ahogué con mis lágrimas, pero esta persona seguía mirándome con sus brazos cruzados. Los dorsos de mis manos trataban desesperadamente de secar mis mejillas, pero seguían mojándose con las nuevas lágrimas. Lo miré con rabia, y corrí hasta golpear varias veces su pecho, que era lo que alcanzaba, pero no parecía molestarle. Solté un chillido y resbalé frente a él hasta llegar al suelo nuevamente, observando mis lágrimas fundirse en la vieja alfombra que lo recubría.
Esto era inútil. Me dolía todo lo que estaba sintiendo, y el hecho de que esa maldita persona sólo se quedara mirándome como si nada.
De repente, unos pasos resonaron y nuestras miradas la siguieron, sentí que el chico se tensaba, pues apretó ligeramente lo que tenía a su alcance de su pantalón negro.
—Ve a cazar, Ikuto —Ordenó el recién llegado. Era ligeramente parecido al chico joven, y entendí que quizá eran familia, y que este era su padre o su hermano—. Ya has esperando bastante.
—Un poco tarde ¿No? Ya lo he hecho —su mirada era desafiante.
—Y dime… —Su padre respiró hondamente, acercándose con lentitud y elegancia. Mantuve mi mirada en el suelo, hacia sus zapatos, mientras supuse que miraba fijamente a Ikuto (así que ese era su nombre), y no muy amablemente debido al tono de su voz— ¿Qué hubieras hecho si la matabas?
Hubo un silencio, apenas se escuchaban mis sollozos y sorbidas por la nariz.
—Pero no lo hice.
El golpe que le habían dado fue lo suficientemente fuerte para hacer que terminara lejos en el pasillo. Volteé alarmada, fijándome en esta nueva mirada, pero la aparté antes de que pudiese dirigirme por completo esa mirada llena de odio.
—¡Arriesgaste toda la misión! ¿Tienes idea de lo que pudo haber pasado si—
—¿Y qué se supone que hiciera? ¿Morir de hambre, débil después de esa golpiza? —Interrumpió Ikuto, aproximándose muy deprisa. Me alzó y lanzó sobre su hombro como un saco, sentí mi estómago herido, pero no tenía fuerzas para quejarme más—. No se ha convertido en demonio, y no sé cómo lo hará —Comenzó a caminar con pasos fuertes—, pero ya sé que ella sola no se va a convertir en uno.
Cerré mis ojos y traté de escapar a algún lugar muy, pero muy lejano de mi mente; uno donde no existieran cosas malas, ni demonios, ni magia, ni personas que quisieran comerme, ¿acaso existiría alguna vez un lugar así?