En mi defensa, puedo decir que no podía dormir con esta historia en la cabeza.
Advertencias: El género es Humor y Romance, ya veréis porqué. Rated T por lenguaje e incidencias varias. No esperéis a un Draco que exude miel ni a una Hermione con trastornos de depresión simultánea, no os puedo asegurar nada. Cualquier parecido con la realidad es síntoma de que tu vida es rara. Queda a vuestro criterio seguir leyendo.
Prólogo
Lo que no te mata te hace mas fuerte… o pequeño
Hermione se levantó aquella mañana como siempre, muy temprano. O por lo menos, más temprano que el resto.
Se bañó, se vistió y salió para dar su típica ronda de prefecta matutina.
Al igual que todas las mañanas dejó su varita junto a su mochila pues debía volver para recoger sus cosas luego y en el camino esperar que Harry y Ron bajasen para desayunar mas tarde.
Salió por el hueco del retrato después de saludar al grupo de Gryffindor que se encontraba en su sala común a esas horas, posiblemente haciendo sus trabajos a última hora.
Le dio una vuelta a los primeros pisos, como siempre, procurando que todo se mantuviera en orden. Siempre le sorprendía que ya a las ocho, el castillo estuviera tan silencioso pero afortunadamente eso solo significaba que todo estaba en orden. Paseó un poco más y se dio la vuelta para regresar a su torre, cuando lo oyó. Un forcejeo, un gritito de ayuda y una amenaza.
No lo podía creer. ¿Quién a esas horas podía estar molestando a sus compañeros?
La respuesta llegó sola, acompañada de una cabellera rubio platino. Suspiró cansada.
—Malfoy —llamó fría y secamente con un matiz amenazador—. Déjalo en paz
El pequeño niño de Hufflepuff al que Malfoy había estado acorralando, aprovechó la distracción de su depredador y huyó despavorido por el pasillo, dejando una estela de viento a su paso.
El chico que quedaba, Malfoy, vio a Hermione con una mueca que expresaba desagrado, claramente dirigido a la chica. Ella lo vio inquisitoriamente y molesta. Muy molesta.
—¿Qué? —preguntó él con un tono inocentoso.
—¿Se puede saber que te hizo? Para qué lo acorralaras contra la pared, quiero decir.
—Se rehusó a hacer lo que le pedí —dijo con ese tono de como quien no quiere la cosa que tanto le odiaba a Hermione. Ante la mirada asesina que le dirigía la chica continúo picándola—. Ya sabes… Porque soy prefecto y eso.
La miró directamente a los ojos y formó una sonrisa torcida sumamente encantadora. Arrogante y encantadora.
Hermione se puso roja pero no precisamente por el gesto del rubio. Ella estaba indignada. Odiaba el despotismo que tenia Malfoy hacia los demás, odiaba que se creyera el dueño del mundo y odiaba la manera en que abusaba constantemente de su poder de prefecto.
—No te preocupes, Granger —continuó el chico—. Llegaste justo a tiempo para resguardar al pobre indefenso del día. Ya hiciste tu buena obra Gryffindor de hoy, quédate tranquila —le rogó con mofa.
Hermione no podía con toda la furia de su ser. ¿Cómo podía una sola persona molestarla tanto en tan poco tiempo? Le provocaba gritarle y estrangularlo pero trató de controlarse. Ella no era del tipo impulsivo.
—Malfoy… —dijo con un tono amenazante que hizo carcajear al chico. Apretó sus puños hasta que le quedaron los nudillos blancos y continuó—: si te vuelvo a ver abusando de tu cargo de prefecto yo te… te…
—¿Tu qué, Granger? ¿Me reportaras a McGonagall? ¿Harás que me castiguen? O peor —Hizo una pausa cargada de falsa intriga—, ¿Que me expulsen? —Hermione apretó más los puños para contenerse. Draco, sabiendo el efecto que estaba teniendo con la chica terminó diciendo—: Vaya sangresucia, debo sentirme aterrorizado ante tanta maldad junta. Deberías haber quedado en Slytherin, serías una potencia del mal.
—¡Eres imposible! —le gritó ella exasperada—. Eres repugnante y abusivo. No logro entender cómo puedes caer siempre tan bajo, molestando a otros para divertirte
Draco la vio con recelo y Hermione se dio la vuelta para irse antes de que él replicara, pero una nueva voz llamo su atención.
—Granger y Malfoy, escondidos en un pasillo —canturreaba Peeves desde la esquina—, demostrando lo que sienten, mientras a besos se mecen…
La chica no supo nunca que la sorprendió más: si la estúpida y arrítmica canción de Peeves (que de lejos dejaba atrás los intentos de poema de Ginny) o el rayo de luz que salió disparado hacia el poltergeist. Dirigió su mirada de nuevo al frente del pasillo y vio a Malfoy sosteniendo su varita, apuntando directamente hacia donde hasta hace unos momentos estaba Peeves, con los ojos llenos de furia.
—¿Por qué tan molesto, rubiecito? ¿Acaso es verdad que meces a Granger a besos?
Otro rayo de luz salió directo adonde estaba Peeves quien logró esquivarlo por una fracción de segundo. Hermione estaba colorada, pero a esas alturas ya no sabía si de vergüenza o de rabia.
Maldijo el momento en el que dejó su varita en su habitación. Tal vez con ella en la mano podría detener a Malfoy quien ahora lanzaba hechizos a diestra y siniestra, tratando de darle al molesto poltergeist aunque lo único que lograba era espantar a los dibujos de los cuadros que huían despavoridos a través de las paredes. Algunos hechizos rasgaban los marcos y otros le daban de lleno al lienzo. Uno incluso le paso a Hermione justo al lado de la nuca.
—¡Malfoy detente! —le gritaba pero no se escuchaba entre el estruendo de los impactos de los hechizos y las risas de Peeves que al parecer disfrutaba que le lanzaran hechizos como cosa de todos los días—. Malfoy… ¡NO!
Muy tarde, el rubio se dio cuenta de lo que había hecho. Uno de los hechizos que lanzo a Peeves le dio directamente a una de las armaduras de la escuela. El metal mágico de la carcasa rebotó el hechizo, produciendo que docenas de rayos salieran disparados por todo el pasillo. El poltergeist aprovechó el momento para desaparecerse lleno de pánico.
Draco y Hermione habían sido alcanzados por el rayo antes de siquiera darse tiempo de salir del pasillo y cayeron estruendosamente al suelo de piedra.
Lentamente, la chica abrió los ojos para hacer el recuento de daños. No sabía qué tipo de hechizo había impactado contra ella pero seguro era el causante de ese punzante dolor de cabeza que tenía. Con una dolorida espalda aun pegada al suelo vio el techo del castillo y le pareció que estaba mucho más alto que de costumbre. En un primer momento se lo atribuyó al dolor de cabeza. Se levanto para ver a Malfoy y lo que vio no le gustó.
No le gustó nada.
El muchacho en cuestión, se encontraba todavía tumbado en el suelo a tan solo unos pasos de ella con su varita a un lado. El asunto era, que la varita era más grande que su amo.
—¡Por Merlín Malfoy! ¡Mira lo que has hecho!
Él pareció reaccionar y abrió los ojos para encontrarse a una preocupada Granger corriendo hasta él. Había algo raro. Todo se veía diferente, como si fuera más grande o como si ellos…
—¡Nos encogimos! —gritó ella preocupada.
Estaba claro que eso no era algo bueno. Se sentó con un mareo terrible. Volteó a su derecha y vio su varita intacta. Su perfecta y fiel varita estaba intacta pero le duplicaba en tamaño.
—¿Qué has hecho, Granger? —dijo horrorizado pero arrastrando las palabras con desprecio. Al parecer no había cambiado más que físicamente.
La chica le sonrió peligrosamente y le respondió con cinismo.
—¿Qué he hecho? Oh, pues… algo muy inteligente como lanzarle hechizos a un poltergeist, tal vez.
—¿Ahora quieres hacerme creer que fue mi error? No es mi culpa que no sepas usar tu varita, sangresucia —dijo él con saña, a la defensiva.
—Malfoy, ¿te has escuchado? —dijo Hermione impasible sin dejarse intimidar por el insulto del chico—. Ni siquiera cargo mi varita conmigo
—Que responsable. ¡La gran Hermione Granger sale a pasear sin su varita! ¿Qué clase de bruja eres?
—Mis disculpas, oh gran Malfoy. Es verdad que con la ayuda de tu varita hemos logrado hazañas insospechadas —dijo ella con ironía—, como por ejemplo, destruir medio pasillo de Hogwarts y encogernos del tamaño de un lápiz. ¡Todo al mismo tiempo! —Sonrió burlona—. Eso demuestra la gran capacidad que tienen los sangre pura con las artes mágicas. Gracias por exponérmelo de esa manera tan impulsiva.
Draco se quedó callado sin ninguna replica inteligente que dar ante eso. Aunque le dolía admitirlo (y en serio que lo hacía), Granger tenía razón: no fue de lo más inteligente de su parte lanzar hechizos a un poltergeist. Pero es que de verdad le había molestado su ridícula insinuación. ¿Granger y él? Era imposible. Era la clase de cosas que no deberían ser dichas ni en broma. Jamás.
—Vamos Malfoy —dijo la chica sacándolo de su ensimismamiento con su típico tono autoritario—. levántate y veamos qué hacer.
Malfoy la ignoró. No seguiría órdenes de una sangresucia. Trató de usar su varita para revertir el hechizo pero con un esfuerzo enorme apenas fue capaz de levantarla unos centímetros, como hasta la altura de sus muslos.
—Eso no va a funcionar. Aunque fueras capaz de alzarla sobre tu cabeza no podrías hacer magia con ella, sería como usar un tronco completo —acotó con acertada lógica.
—Entonces, ¿Qué propones, Granger? —le dijo mordaz—. No me voy a quedar así para siempre.
—Vamos a buscar ayuda. Creo que si nos damos prisa Harry y Ron todavía estarán en la torre de…
—Espera un momento —la interrumpió de pronto—. ¿Pretendes que acepte la ayuda del cara rajada y su amigo la comadreja? Estarás soñando.
—No les digas así… —amenazó ella—, y Malfoy, no sé si tu rubia cabeza ya lo había pensado pero ya que es obvio que ninguno de los dos puede revertir el hechizo lo más lógico es que alguien lo haga por nosotros.
—¿Y qué te hace pensar que iré con ellos?
—Vale —dijo cruzando los brazos sobre su pecho—, ¿a quién propones tú? ¿Crabbe o Goyle?
La mirada elocuente que acompañó las palabras de la chica fue suficiente para aplacar una posiblemente estúpida respuesta. Luego de un rato de pensar sus opciones Draco murmuró.
—No son los únicos que nos pueden ayudar. Mira, no digo que nos vayamos con mis amigos o los tuyos. También podemos ir con Snape o McGonagall. Ya que son profesores deben conocer magia mucho más avanzada.
—Si… buena idea Malfoy —dijo Hermione—. Y en el camino podemos ir inventando una excusa para decirles como acabamos así —terminó irónica y a la vez muy lógica, de nuevo— "Hola profesor. Verá, la varita de Malfoy estaba poseída por las sirenas del lago y nos lanzó un hechizo ella solita. No es que él sea un inmaduro redomado y no pueda controlar sus arranques de testosterona" —silencio—. No me molestaría hacerlo, a mi no me harán nada pero no puedo asegurarte lo mismo; después de todo, es tu culpa.
Hermione vio a Draco con una de sus claras miradas de sabes–que–tengo–razón–no–trates–de–negarlo. El chico suspiró hastiado y claramente derrotado.
—¿Sabes Granger? Lo haremos a tu manera. Pero no esperes que les dé las gracias a San Potter y su discípulo —dijo de mala gana.
Hermione asintió con una sonrisita de suficiencia. Hizo el ademan de empezar a caminar pero vio que Malfoy se regresaba por su varita. El chico trataba de arrastrar su varita por el suelo pero a claras y primeras se notaba que le estaba costando. Hermione no quería ayudarlo, porque, no estarían en aquella situación si no fuera culpa de él pero algo en su ser (tal vez ese instinto Gryffindor altruista) la obligó a darse la vuelta y ayudarle.
De todas formas también necesitaban llegar rápido y si lo ayudaba lo harían; eso era todo.
—No necesito tu ayuda, sangresucia —dijo Malfoy escupiendo las palabras al ver las intenciones de ella.
—Como tú digas, Malfoy —dijo ella soltando la varita, lo que hizo que el chico perdiera el equilibrio— pero necesitamos llegar a la torre de Gryffindor antes de que Harry y Ron vayan a desayunar. Apresúrate.
Y sin decir nada más empezó a caminar de nuevo. No había dado ni cinco pasos cuando la voz de Malfoy le llego como un gruñido desde atrás.
—Está bien, Granger. Pero procura no tocarla mucho.
Hermione agarró la punta con una sonrisa triunfal y encaminó la marcha con un malhumorado Malfoy sosteniendo el mango de la varita tras de ella.
Aquel día prometía ser interesante.
[Continuará…]
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