Capitulo 9:
La poesía es el lenguaje del alma, y los insultos el lenguaje de Malfoy.
Draco suspiró por enésima vez desde que estaban reposando ahí. Se estaba aburriendo mucho. Ya ni siquiera hallaba en que mas pensar. Hermione a su lado parecía estar en las mismas.
—Me aburro mucho —suspiró la chica. Ya había pasado suficiente tiempo para que su lengua se destensara y pudiera hablar bien aunque no es que lo que fuera a decir fuera la banda de la coherencia—. ¿Los gatos se aburren, Draco?
—Supongo que sí —contestó él llanamente como si ni siquiera una pregunta de esa índole pudiera distraerlo.
—¿Entonces soy un gato? —preguntó Hermione como si hubiera descubierto lo más maravilloso del mundo.
—No.
—Ya decía yo…
No dijeron nada más en un buen rato.
—Es extraño… —Hermione se había volteado hacia donde estaba Draco y tenía su cabeza apoyada en una de sus manos—. Antes de este día no podría haber creído que fuera tan agradable estar a tu lado.
Draco enarcó una ceja. Seguía teniendo las manos bajo la nuca por lo que no veía la expresión de Hermione. A pesar de eso le parecía que la chica se lo decía en serio, no había matices de broma en su voz. A Draco le extrañó, ¿de cuándo a acá Hermione decía aquellas cosas sobre él?
—Granger, ¿yo te atraigo? —preguntó sin pensar. Había algo raro en su cerebro esa noche, estaba claro. Y realmente, su suposición no estaba muy lejos de la verdad.
—Supongo que sí —contestó Hermione.
—¿Supones? —preguntó Draco enarcando una ceja—. ¿Acaso no sabes?
—Físicamente sí, eres atractivo. Pero creo que eres odioso, aunque no recuerdo muy bien porqué.
—Tengo la sensación de que falta algo. Siento como lagunas en mi cerebro. ¿A ti no te está pasando eso? —preguntó Draco.
—Sí… —dijo Hermione—. Aunque muchas cosas creo que están relacionadas contigo.
Draco chasqueó la lengua fastidiado. Se le ocurrió algo.
—Podemos intentar reconstruir todo. Desde el principio. ¿Qué es lo último que recuerdas?
—A ti fastidiando a un chiquillo y luego… —Hermione se detuvo súbitamente. Había tenido una revelación—. ¡Nos hechizaste, Draco Malo–Feo! ¡Nos hiciste del tamaño de un lápiz!
—Bien… —asintió Draco viendo la funcionalidad del ejercicio. Tomó la palabra—. Yo recuerdo que mi varita… ¿se rompió? Sí, porque había una multitud de gigantes. Luego de eso… ¿Qué? —arrugó el ceño al verse incapaz de recordar nada más.
—¡Nos separamos! —exclamó Hermione—. Y cuando te encontré estabas a punto de caer en un escalón. Creo que un cuadro nos ayudó.
—Y creo que después de eso bajamos hasta las mazmorras.
—No sin antes pasar por una de las ilusiones de Peeves —completó Hermione con los ojos brillantes.
—Exacto —Draco chasqueó los dedos de su mano—. Peeves —saboreó el nombre del poltergeist con odio—, ese condenado.
—Y al llegar a las mazmorras Slughorn nos confundió con un par de doxys y nos encerró en un tarrito.
—Y ahí… hablamos. —Draco parecía querer buscarle el sentido a esas palabras.
—Sí… conversamos. Creo que empiezo a recordar —y con un fruncimiento de ceño Hermione se sostuvo la cabeza con una mano. Un pinchazo empezó a molestarla a la vez que sentía que la cabeza conectaba cosas en su sitio—. Yo… tú… ¡te chupas el dedo para dormir! ¡Y te gustan los dulces! —a pesar de que no era su intención, Hermione sonó acusadora.
—¡Y tu nunca has besado a nadie! No vengas con esos cuentos de… ahh. —Lo último había sido un estallido de dolor, producto de un pinchazo repentino en la parte de delante de su cabeza.
—¿Por qué… diablos me recriminas… eso? —cortó Hermione, desestabilizada por la jaqueca que tenia—. ¿No eras tú el que estaba a punto de besarme?
—Claro, yo a punto de besarte a ti.
—Malinterpretas mis palabras —dijo ella furiosa. Mas bien, estaba solo obstinada de tener que discutir con un dolor de cabeza. Prefería dejarlo estar, pero el espécimen con quien lidiaba no lo dejaría estar así de fácil—. Quiero decir… ¡diablos! Apenas recuerdo las cosas, ¿vale? Pero creo que fue algo de los dos. ¿Qué te parece si lo dejamos en el olvido?
—Aunque me gustaría conformarme con tu diplomática respuesta preferiría zanjar este asunto de una vez por todas. ¿Qué se supone que pasó entre nosotros este día?
—Hablas como si hubiera pasado algo relevante —terció Hermione.
—Aunque trates de ignorarlo, ¡sí que pasó algo! Yo tampoco recuerdo con exactitud todos los detalles pero, ¡joder, Hermione! Algo habrá pasado para que ahora no me llames por el apellido, ¿no?
—Tú me salvaste —dijo ella con simpleza—. Yo te salvé. Creo que fue una especie de acuerdo tácito.
—Me encanta tu palabrería Gryffindor, la verdad. Hace que todo suene heroico cuando la verdad no lo fue —gruñó Draco irónico—. Para empezar, solo por salvar a alguien no empiezas a morrearlo.
—¡Yo no te…! ¡Ash! ¡Eres un imbécil! —estalló Hermione—. Un bipolar, o qué sé yo pero definitivamente tratar contigo es más difícil que lamerse el codo con la lengua.
Draco se le quedó viendo un momento antes de intentarlo. Hermione puso los ojos en blanco y le bajó el brazo con un manotazo. La lengua de Draco quedó en el aire.
—¡Eres imposible! —chilló Hermione.
—¡Oye!
La discusión podría haber transcurrido un largo rato mas pero una risa maléfica (sí, maléfica como la de un maniático despiadado) resonó por todo el pasillo. Al girar, ambos chicos se encontraron con el causante de todos sus problemas, el detonante de que aquel día hubiera sido tan horrible, el mismísimo Peeves. Los primeros rayos del sol empezaban a asomarse por el horizonte y desde esa ala del castillo el cielo se veía de un tono malva sumamente hermoso, lo que contrastaba con los ánimos de cualquiera de los que se encontraban en ese corredor.
Draco vio a Peeves riendo y acercándose y entrecerró los ojos hasta convertirlos en un par de rendijas llenas de odio. ¿Sería esta su oportunidad de humillarlo? Algo en su ser bullía de un sentimiento que nunca había sentido antes. Tal vez fuera obra del residuo de las galletas en su tracto sanguíneo como tal vez fuera algo más: el deseo de tener una venganza dulce.
—¡Eh, Peeves! —gritó a toda voz llamando la atención del poltergeist. Por un segundo, su expresión siempre juerguista se contorsionó hasta formar una mueca de horror y sorpresa que descolocó a Draco un momento, mientras decidía si lo que había visto era verdad o solo fruto de su imaginación. Había pasado tan rápido que así parecía. Peeves volvió a poner su expresión amena y poco seria aunque había un matiz amenazador en su rostro.
—Vaya, vaya, vaya. Si son nada menos que Malfoy y Granger. Pensé que ya a estas alturas estaríais muertos —comentó acercándose a los chicos.
—Mira que no. Afortunadamente estamos vivos y coleando —respondió Draco altanero. Peeves en sus ojos tenía encendido un fuego que aterrorizó a Hermione y la dejó helada en su sitio. Gracias al cielo, nadie pareció darse cuenta.
—¿Y cómo es que habéis sobrevivido? Creo que ha sido todo algo de mucha suerte.
—Ya ves, creo que somos un buen equipo —dijo Draco echando una mirada de soslayo a su compañera que se pregunta al mismo tiempo como Draco Malfoy cambió de actitud tan rápido.
Peeves le sostuvo la mirada a Draco unos segundos más y luego decidió cambiar de táctica.
—Dime, chica. Granger —dijo acercándose más a Hermione. Dejó de flotar hace rato y se mueve a través del suelo con sus piernas—. ¿Por qué no has dejado morir a este idiota en todo el día? Tenía entendido que os odiabais.
Como un pinchazo, Hermione escuchó la pregunta de Peeves y se dio cuenta que la respuesta era algo que aun no tenía del todo claro.
—Además, se comportó como un imbécil todo el día. ¿Acaso no te provocó dejarlo tirado a su suerte en algún momento? —siguió Peeves.
—No lo creo —respondió Hermione cuando logró hallar su voz—. A pesar de todo, sigue siendo una persona. —Dicho eso Hermione intentó conectar la mirada con Draco tratando de trasmitirle que tenía su apoyo en lo que a Peeves se trataba pero se sorprendió al no encontrarlo.
De hecho, no había nada a su alrededor más que Peeves y la negrura. Estaba a punto de entrar en pánico cuando recordó que el poltergeist era capaz de hacer ilusiones de ese tipo y que todo seguía estando bien. Era solo una tortura mental.
—Claro, ¿pero no te hervían los nervios cada vez que te insultaba? ¿Qué te despreciaba, que te consideraba inferior? ¿Cómo es que habéis llegado aquí juntos?
Hermione no tenía muy claro a donde quería llegar Peeves con eso pero de un momento a otro, comenzó a ver imágenes a su alrededor. Era como el despliegue del rollo de una cámara que giraba a su alrededor. Comenzó solo captando alguna toma al azar. Ella, en tercero, dándole un derechazo a Draco en el rostro. Otra en la que Draco la insultaba en segundo y otra en cuarto. Las imágenes que sucedían eran básicamente de lo mismo. Ella y Draco riñendo, a veces con sus amigos, a veces a solas. Muchas eran de ese mismo día en la mañana.
Llegado un momento, Hermione desconectó con la realidad perdida en las imágenes. Una pregunta lejana se abría paso por su cerebro, rebotando con insistencia en las paredes del cráneo. ¿Acaso era ese Draco Malfoy de las imágenes el mismo que la había salvado de morir desangrada en un salón de pociones solitario? ¿El mismo con el que había conseguido conectar y conversar de cosas tan personales? ¿El mismo que había estado a punto de darle su primer beso?
Era imposible.
De pronto se veía incapaz de diferenciar la realidad de la fantasía. De saber qué había pasado. ¿Qué había pasado? ¿Quién era en realidad Draco Malfoy?
¿El irritante compañero de curso con el que discutía con demasiada regularidad… o el chico profundo, interesante y algo amable que ella creía haber conocido ese día? Se sostuvo la cabeza entre las manos con frustración. A lo lejos sentía las risas de Peeves.
—¿Confundida, Granger? —decía el espectro—. ¿Qué piensas ahora?
Y en un abrir y cerrar de ojos, todas las imágenes desaparecieron de la vista de Hermione y logró ver que aun se encontraba en el pasillo, ya casi amanecía, Draco estaba a unos pasos de ella y Peeves reía con malicia. Cayó de rodillas incapaz de sostenerse en sus piernas mucho más tiempo. No había nada más pesado que la confusión en su mente, lo acababa de comprobar.
Sintió como Draco se acuclillaba a su lado y le preguntaba como estaba. Lo alejó de sí misma con rapidez. No creía poder soportar más todo aquello. Sentía una opresión insoportable en el pecho.
—¿Qué…? —preguntó Draco tanto o más confundido que Hermione. Se giró a ver a Peeves de nuevo y al verlo reír tan alegre supo que él era la causa de que Hermione estuviera eso—. ¿Qué le hiciste?
—¿Yo? —preguntó Peeves parando de reír para aparentar una inocencia que no le pertenecía—. No hice nada, rubiecito. Solo le ayude a recordar, a ver la realidad. —Draco quería preguntar a que se refería pero Peeves continuó—. ¿Qué te parece si mientras ella ordena su mente, nos ponemos al día? Para empezar, ¿cómo lograron escapar del gato? —preguntó Peeves, famélico.
¿El gato? ¿Qué gato? Se preguntó Draco un momento antes de recordar a Crookshanks. Pero ¿qué sabia Peeves de Crookshanks? Como un rompecabezas que se empezara a armar en su cerebro Draco fue conectando los puntos. Al terminar, tenía una hipótesis consistente pero ¿sería en realidad verdadera?
—¿Qué puedes saber tu de Crookshanks? —espetó a Peeves—. ¿Acaso hay algo que hayas olvidado decirnos?
—Parece que lo has entendido bastante rápido. Disculpa que me sorprenda, siempre he pensado que los rubios son tontos.
Draco apretó los puños hasta que sus nudillos quedaron blancos. No puedes hechizarlo, no puedes golpearlo. ¡Contrólate! Se repetía a modo de mantra. Peeves seguía hablando. Al parecer le gustaba molestar y llevar a Draco a esos extremos de paciencia.
—Pero no hablemos de racismo, ¿va? Creo que tienes una idea aproximada de lo que he estado haciendo hoy. —Peeves se sentó a lo indio frente a Draco en una posición que le permitiera hablar más largo y tendido—. No ha sido fácil, para nada. Me ha traído unos cuantos dolores de cabeza pero ha sido divertidísimo.
Draco seguía viéndolo con odio sin atreverse a dirigirle una palabra.
—¡Vamos! ¿No te da curiosidad saber que he estado haciendo? Es una historia muy interesante. Creo que hasta te sacará una sonrisa en esa cara larga que siempre tienes. ¿Nada? Bueno, igual te la contaré.
»Cuando vi que tu y Granger estabais de ese tamaño se abrieron ante mí un abanico de posibilidades infinitas para divertirme —dijo Peeves expresando la extensión de ese abanico con sus pequeñas manos—. En realidad, vosotros me ayudasteis a maquinar las ideas. No estaba siquiera pensando en vosotros hasta que caísteis en la trampa del pasillo. ¿Recuerdas? Me di cuenta en ese momento de lo divertido que sería hacedlos pasar por calamidades. Me volví invisible y me decidí en seguiros. Debo admitir que una de las cosas que más me ayudó fue tu actitud. ¡Era perfecta para mis planes! ¡Cuando entraste en la mazmorras! Solo tuve dos segundos para hacer que Slughorn creyera que erais los doxys con los que había trabajado en clase.
Draco aflojó sus manos y destensó un poco sus hombros. Peeves los había encerrado en ese tarro en el salón de pociones. ¿Qué más podría haber hecho?
»Luego salí de allí con Slughorn —continuó el poltergeist—. Me dediqué a conseguir aliados. Primero intenté que Myrtle se me uniera pero solo hice que escapara llorando a otro baño. Fue en ese momento que el gato de Granger pasó a mi lado dándome otra idea. Engañarlo a él fue muy sencillo. Lo dejé pasar por el tubo de ventilación que daba al salón de pociones dándole la idea de que erais ratones. Sabía que el plan no fallaría. El gato acabaría con vosotros y si no, siempre estaba Myrtle, dispuesta a inundar cualquier baño si se le picaba solo un poco. —Peeves volvió a reír pensando que su plan era la mejor comedia del año.
Draco lo vio y se volvió a tensar. ¡Peeves había querido matarlos! ¡Por diversión! Era un maniaco. Se preguntaba porque seguiría en ese colegio. De repente, la cara de Peeves cambió por una más pasiva y con mirada evaluadora, inspeccionó a Draco.
—Lo que sigo sin comprender, es cómo pudisteis salir de todo eso. Con ese tamaño, no os daba muchas esperanzas. La verdad.
Draco sonrió ladinamente. Había algo que Peeves no había evaluado en sus planes y era la posibilidad de que ambos trabajaran juntos. Si era verdad lo que le decía, la última vez que los había visto él estaba molesto con Granger y ella estaba a medio camino de la depresión.
Pero habían pasado demasiadas cosas. Habían charlado. Habían hecho confesiones. Se habían ayudado mutuamente y hasta bromeaban. Y además, habían estado a solo un pelo de besarse. Eso era algo que Peeves definitivamente no había esperado. Era algo que no concebía. Que no concebía nadie. Ni siquiera él mismo.
—¿Entonces? ¿Me aclararás mi duda? Yo ya te he contado lo que hice —sonrió Peeves. Su humor era como una montaña rusa, se dijo Draco.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Qué descubrimos que trabajando juntos todo sería más fácil? Soy ahora yo el que te subestima, Peeves. Pensé que eras más inteligente. —El tono de Draco era acido, justo como él solía utilizar siempre que insultaba alguien. El regusto que le dejó en la lengua tenía un sabor dulzón. Le encantaba.
Peeves estalló en carcajadas.
—Entonces algo nos estaréis ocultando. Es imposible que dos personas que se hayan odiado durante tanto tiempo decidieran de pronto hacer las paces por un día.
Draco entrecerró los ojos. ¿Qué pretendía Peeves en realidad?
—Estar al borde de la muerte te cambia la perspectiva de la vida —respondió Draco con simpleza. Peeves solo se dedicó a observarlo divertido.
—No será que sientes algo por Granger, ¿o sí? ¿O debería decir Hermione?
—¿Qué? —dijo Draco arrugando el ceño—. ¿Cómo sabes…?
—Los escuché discutiendo hace un rato —dijo Peeves encogiéndose de hombros—. Por cierto, sería interesante que me pusieras al tanto de ese casi beso… no me gustaría expandir la noticia con malas fuentes.
—Eres un imbécil… —masculló Draco entre dientes.
—¿Eso es lo mejor que tienes? ¿Imbécil? Créeme que cuando pasas quinientos años en este castillo escuchas de todo. Además, ¿soy yo de verdad el imbécil?
El tono en que habló Peeves era una clara sugerencia hacia Draco.
—¿Yo soy el imbécil? —estalló él—. ¡Yo no intentó matar a otras personas por diversión!
—Y además de imbécil, mal perdedor. —Peeves hizo un gesto de decepción como si Draco tuviera una enfermedad terminal incurable. Levantó la cabeza a la vez que ponía una expresión de compasión en su rostro—. Primero, eres un imbécil si ni siquiera puedes descifrar lo que sientes hacia una chica y segundo, eres aun más imbécil por haber pasado casi veinticuatro horas del tamaño de un lápiz cuando la solución era tan fácil. Aunque no me quejo, me ha dado algo que hacer hoy.
Draco no hallaba que responder. Demasiada información en la mente al mismo tiempo. ¿Cómo que no sabía lo que sentía por una chica? ¿Y como que había una solución para volver a la normalidad "tan" fácil? Seguro era un truco de Peeves por distraerlo. Trató de mantener la compostura y sonreír sardónicamente pero ese gesto ya no le salía.
—Y si es tan fácil esa solución por qué no nos las dices, ¿eh? —preguntó Draco y giró la cabeza buscando a Hermione para que le apoyara pero la chica en cuestión no estaba. Peeves había puesto algún truco de ilusión a su alrededor. Estaba seguro.
—Espera, espera, espera —detuvo Peeves con (por primera vez) algo de seriedad—. Que tú creas que yo soy imbécil no significa que yo lo sea, ¿sabes? No creas que te otorgaré la solución a tus problemas tan fácilmente.
Draco se quedó expectante a que Peeves siguiera.
—Ya que me habéis quitado la mayor parte de la diversión sería lógico que me ofrecierais un poco, ¿no? A cambio, os daré la solución a su pequeño inconveniente.
—¿Qué tengo que hacer?
Peeves volvió a estallar en carcajadas.
—¿Tienes? Tenéis —aclaró Peeves y Draco de soslayo vio a Hermione de nuevo, sentada en el suelo y observando a Peeves con una mirada repulsiva. Se preguntó que habría escuchado.
—Solo di que tenemos que hacer —soltó Draco molesto. Pensaba que Peeves se estaba volviendo bastante irritante.
—Es algo bastante sencillo. Solo quiero que terminéis vuestra discusión de antes.
—¿Solo eso? —preguntó Hermione dudosa. Su voz, pensó Draco, se notaba algo atragantada.
—Sí, sí. Solo quiero que la terminéis. Pero venga, con algo de pasión, ¿sí? Gritad, pelead, llorad. No se valen los filtros, ¿eh? Solo deciros lo que pensáis del otro. Podéis comenzar, ni siquiera sentiréis que estoy aquí —los alentó.
Ambos muchachos intercambiaron una mirada indecisa. A simple vista no parecía algo difícil de cumplir. Además, si terminaban podrían volver a su tamaño normal de una vez por todas. Pero había algo en el aura de Peeves que inspiraba la desconfianza y les repetía en sus mentes que todo aquello era una broma. Aun así, no perdían nada intentándolo.
—Bien… este… ¿en que estábamos? —preguntó Draco llevándose una mano a la nuca. Estaba nervioso, no sabía muy bien porqué.
—Creo que discutíamos sobre el casi–beso —murmuró Hermione. Tragó grueso antes de agregar—: estabas molesto. Por algo que yo dije.
—¡No! Tú estabas molesta por algo que yo dije —refutó Draco.
—Ese no es el punto —negó Hermione y repentinamente una furia se apoderó de ella—. Por eso nunca se puede discutir contigo. Si no ganas, mínimo tienes que empatarla.
—¿Solo yo, Granger?
—¿Y volvemos a los apellidos? Creí que habíamos superado esa etapa.
—¿Sí? ¿Cuándo exactamente? ¿Antes o después de que casi te besara?
Hermione bufó de desesperación.
—Mira, creo que antes de hablar de eso deberíamos aclarar otros asuntos.
—¿Cómo cuales? —preguntó Draco cruzándose de brazos.
—Primero, ¿qué pasó para que dejáramos de ser Granger y Malfoy?
Draco la vio arrugando los labios, pensativo. Al menos tenía razón. Nunca podrían terminar una conversación de ese estilo sin primero aclarar otras cosas menos importantes. Mucho tenía que ver que inconscientemente, siempre estuvieran tratando de aplazar lo del casi–beso. Hermione se había dado cuenta de eso y había propuesto su brillante idea. Maldita sabelotodo, siempre dos pasos más adelante que todos.
—No lo sé. Las estrellas se alinearon de una manera diferente…
—Seriedad, Malfoy. Seriedad.
—¿Y yo soy el que vuelve a lo de los apellidos? Eres bastante incoherente si te lo propones, Granger.
Tirarse de los pelos era la opción menos descabellada que a Hermione se le ocurría para descargar su frustración.
—Tú fuiste el primero en hacerlo —recordó Hermione de pronto haciendo que la expresión confiada de Draco desapareciera de su rostro—. Cuando yo… cuando estábamos en el salón de pociones escapando de Crookshanks.
—Pero eso solo fue por la adrenalina del momento —terció él—. Después tu dijiste mi nombre.
—Y luego tu de nuevo.
—Y tu también.
—Creo que… —empezó a decir Hermione poniendo un dedo sobre su barbilla en actitud pensativa—. Creo que no deberíamos discutir el qué si no el por qué. ¿Por qué me salvaste?
—Siento que ya hemos tenido esta conversación —murmuró Draco. Sentía una especie de Déjà vu aunque no recordaba mucho más que lo que ya habían reconstruido Hermione y él unos minutos antes.
—Responde. Y esta vez el cuentito de "porque no merezco ir a Azkaban" no se vale.
—Porque tenía una deuda contigo, ¿qué no es obvio? Ya te he dicho que no me gusta tener deudas con nadie.
—Si estamos hablando de las veces que yo te "salvé" ya habías cubierto bien esa cuota —dijo Hermione con calma—. Por favor, Draco. ¿Te hez muy difícil hablar con sinceridad? ¿Acaso yo me he andado con rodeos a la hora de decirte la verdad? Yo. —cerró los ojos un momento. Estaba de repente recordando el momento en que habían estado a punto de besarse. La atmosfera, la conversación que había tenido antes… un pinchazo, producto de la pequeña resaca que había quedado de las galletas, empezó a atenazarle el cerebro pero ella siguió forzándose a ahondar en su laguna de recuerdos. Un poco más… ya casi lo tenía…
«—No es agradable ver a morir a alguien que te importa —susurró ella.
—¿Y yo te importo? —preguntó Draco sin caber en su asombro.
—De alguna extraña e incomprensible manera, sí —suspiró Hermione—. Y no preguntes porque… ni yo misma lo sé.»
—Yo ahora lo sé —dijo con una exhalación al abrir los ojos apenas un segundo después de cerrarlos.
—¿Qué? —preguntó Draco confuso. Sus pensamientos estaban lejos de los de Hermione.
—Dime algo, ¿yo te importo? Quiero decir, si yo muriera o si me pasara algo… malo, ¿qué sentirías?
Draco se quedó atónito. Podría haber contestado cualquier cosa, claro, pero en los ojos de su interlocutora estaba marcada la frase Habla con sinceridad. ¿Qué diría entonces? Un centenar de respuestas evasoras se acumularon en su mente pero ya había dejado que Hermione viera demasiado de su alma como para ocultar la verdad a estas alturas. Se decantó entonces, y que Merlín viera este acto de redención desde donde fuera que se encontrara, por la verdad.
—Sí. Sí me importas —dijo en voz alta. Todavía se preguntaba de donde estaba sacando fuerzas para decir aquello—. Quiero decir, cuando te salvé… joder, es difícil de explicar —exclamó subiendo los brazos para revolverse el mojado, aplastado, sucio y ya desordenado cabello platinado—. Es que… no estaba pensando precisamente en que te debía algo o si era moralmente correcto —bufó con frustración—. Yo… no quería perderte. A ti.
El corazón de Hermione dejó de latir con las últimas dos palabras de Draco. Cuando volvió a sentir su pulso, creía que se le saldría del pecho y la cosa fue definitivamente a peor cuando Draco dio un paso al frente. Se vio los pies antes de subir la mirada. Parecía nervioso.
—Antes de este día —comenzó a decir en un susurro— no pensé que podría soportar estar contigo más de lo necesario. Pensaba que eras insoportable (y en parte lo eres no digo que no) y que te creías superior a todos solo por ser amiga de Potter.
Hermione sonrió solo un poco ante eso. Sentía las mejillas ligeramente azoradas. Se preguntó como hacia Draco para mantenerse tan impasible en esa situación
—Creía que te odiaba. No, te odiaba —continuó Draco—. Pero no sabía por qué. ¿Por ser amiga de Potter y Weasley? ¿Por ser Gryffindor? ¿Por ser una san… hija de muggles? —A Hermione no le pasó por alto la corrección en el último instante—. Son razones estúpidas para odiar a alguien. Creo que hoy conocí por fin a Hermione Granger y… me di cuenta que no es tan mala como parece.
Draco la vio directamente a los ojos. Trataba de medir su reacción. ¿Habría hablado de más? ¿Estaría pareciendo un tonto en esos momentos? ¿Por qué había dicho eso? pero lo más importante: ¿Por qué debería preocuparle eso si era la pura verdad? Bueno, si Granger pasaba un solo segundo más en silencio la golpearía. ¿Por qué coño no reaccionaba?
—Yo… —dijo al cabo la chica. Parecía tratar de buscar las palabras correctas—. Creo que me pasó lo mismo —asintió.
Las mejillas se le colorearon de un tono rosado que a Draco le pareció adorable. Maldita sea. Adorable de nuevo. Debería empezar a olvidar esas palabras mariconas.
—Ya sé porque me importas también y porque no me importaría ayudarte de nuevo, Draco —murmuró Hermione. El sol se estaba levantando, algunos pájaros ya cantaban en las afueras del castillo con tonos melodiosos y una luz dorada empezaba a inundar el pasillo. Draco se quedó expectante esperando que Hermione continuara. Los segundos empezaban a tornársele eternos. Al final la chica habló con una voz dulce y comprensiva, de esas que ponen las maestras especialmente cariñosas—. Porque te quiero.
Uno.
Dos.
Tres.
Despierta Draco que te acaba de decir que te quiere. Era la voz de Pansy en su cerebro de nuevo solo que esta vez Draco estaba seguro que no era Pansy, que era él mismo. Tragó en seco. ¿Acaso era verdad? ¿Hermione Granger; la eterna prefecta perfecta, la hija perdida de McGonagall, la heroína de Gryffindor, la santa amiga de Potter; le había dicho a él: Draco Malfoy; su otrora peor enemigo y príncipe de las serpientes; que lo quería? ¿Qué estaba sucediendo?
Una parte de su cerebro empezó a mandarle señales de alerta. Que era una broma, que había escuchado mal, que se molestara. Que aquello era malo. Pero, ¿cómo podía ser malo algo que se había sentido tan bien?
Además de su madre (y en ocasiones una que otra chica) nadie le había dicho a Draco que lo quería. No tan abiertamente por lo menos. Y si lo había hecho, no recordaba que fuera un momento tan genial. Tan gratificante, tan glorioso. La verdad no hallaba palabras para describir la sensación de flotar en una nube que le concedían esas simples palabras. Se sentía en algo parecido al estado alfa.
—Yo… yo también te quiero, Hermione —contestó aclarándose la garganta. Para alguien que nunca había tenido la necesidad de decir esas palabras le era difícil hacerlo pero, siempre había una primera vez, ¿no?
Hermione sonrió, pero luego su sonrisa se apagó. Vio a Draco directamente antes de hablar.
—Lamentablemente, eso no resuelve el asunto del beso. O el casi–beso, en realidad —dijo—. Yo quiero a Harry, y quiero a Ron. También a Neville inclusive pero no por eso…
—¿Intentas besarlos? —completó Draco sombrío. La nube en la que yacía hace unos segundos desapareció.
—Exacto.
—Creo que entiendo tu punto. —De pronto Draco parecía devastado. Y por primera vez en las últimas veinticuatro horas nada tenía que ver tener el tamaño de Alicia al entrar en el país de las maravillas—. Más bien, me gustaría agregar algo. —Hermione esperó al que él empezara—. En todo este día, han pasado cosas que nunca imaginé que podría llegar a vivir. Y estuviste en la mayoría de ellas. ¿Crees que podremos olvidar algún día eso?
—Desearía que eso fuera posible —suspiró Hermione afligida—. De todas maneras, fue un placer conocer al verdadero Draco Malfoy. Por lo menos durante un solo día.
—Y creo que conocer a la Hermione Granger real y humana fue algo estupendo.
Hermione bajó los hombros y desvió la mirada.
—Estamos hablando como si no nos volveremos a ver nunca. —Arrugó el ceño contrariada—. ¿Olvidas que aun tenemos un año entero en Hogwarts por delante?
—¿Entonces los correcto sería olvidar lo que pasó y volver a la rutina habitual del odio mutuo? —arriesgó Draco.
—No creo eso. ¿Qué te parece si lo guardamos como un secreto? Si salimos de esta volveremos a ser los mismos ante todos, por supuesto, pero siempre tendremos en cuenta que entre nosotros las cosas no son iguales.
—Creo que es lo mejor —aprobó Draco. Luego volvió a su tono arrogante de siempre—. Acéptalo, Hermione. Lo nuestro nunca funcionaria.
Y Hermione, riendo ante el comentario y movida por alguna otra cosa, tal vez fruto de su desesperado inconsciente, se lanzó a los brazos de Draco y lo abrazó con todas sus fuerzas. Lo que ninguno de los dos esperaba era que el rubio devolviera el gesto. Estuvieron así un rato solo inhalando la esencia del otro, embargados de una extraña sensación de comodidad hasta que se vieron interrumpidos por un carraspeo. Pero esta vez, a diferencia de otras veces, la inoportuna intervención de Peeves no molestó a Draco. Solo se sintió vacio cuando Hermione se separó de él deteniendo la corriente eléctrica que lo recorría.
—Excelente conversación, la verdad. —Aplaudió—. Toda una demostración del verdadero poder de las palabras. —Se giró a ver a Draco rápidamente enviándole una mirada petulante y cargada de significado—. Por eso siempre digo: confiad en Peeves. Él sabe lo que hace.
Peeves se acomodó la chaqueta y se paseó alrededor de los chicos. Sonrió y esta vez su sonrisa era algo bastante extraño: parecía una sonrisa de verdadera felicidad, no de burla como solía tener.
—Bien, bien, creo que os debo algo, ¿no?
La mente de ambos muchachos, embotadas por completo en lo acontecido hace pocos minutos trabajó a la velocidad de la luz para recordar qué era aquello. La solución a uno de sus problemas y en esos momentos, el más insignificante. Ser del tamaño de un lápiz. Prestaron atención a las palabras de Peeves.
—Yo cumplo siempre mi palabra, deberíais saberlo. Por eso, os daré la solución. Pero prestadme atención. No creáis que ya casi lo tenéis. El maestro Peeves también sabe como alargar su juego, aunque solo le queden pocas piezas.
—¿Qué quieres decir? —inquirió Hermione.
—Les diré un acertijo en clave. Encontrar la respuesta los hará volver a su tamaño normal. Espero de verdad que no falléis. Es la única oportunidad que os daré.
—Solo habla —masculló Draco. Peeves sonrió, esta vez con su socarronería de siempre y comenzó un cantico en una voz armoniosa que desentonaba totalmente con su personalidad.
«Escucha con atención y la respuesta encontrarás
La clave en todo esto es al principio buscar.
Fastuoso no es, alegre tampoco
¿Opresará el mago al que se lo hace todo?»
Al terminar, Peeves empezó a desaparecerse hasta volverse totalmente invisible, dejando a Draco y Hermione en las mismas condiciones y con un nuevo problema que solventar.
—Putísimo Peeves.
No hace falta que diga quien dijo eso, ¿cierto?
[Continuará…]
Espero que hayáis disfrutado de vuestra entrega semanal de "Del tamaño de un lápiz". Cualquier cosita, ya sabéis. Allá abajo en mi botón favorito.
*Ahora el mensaje de la autora:
Chicas, mujeres, amigas:
Es para mí un honor y una situación de gran satisfacción saber que todas habéis llegado hasta aquí sin morir de aburrimiento en el intento. Y es un placer nostálgico comentaros que el próximo capítulo es el final. No entréis en pánico antes de tiempo, por favor. Sé que alguna dirá que ya era hora, que esto se hacía eterno como también habrá alguna que siente que todo fue demasiado corto. Pues yo entro en ese último grupo, si soy sincera.
Desde el principio tenía en mente que esto a la larga no me tomaría ni doce capítulos. Dicho y hecho, organicé todo de esa manera que había planeado para no agobiarme de mas agregando situaciones que no tuviesen nada que ver con la historia para salir del paso. Igual que escribir historias más largas no me va, aunque es una de las cosas que más me gustaría hacer. La cosa es que esta historia ya NO daba para más, y eso que estuve en varias ocasiones estirando todo para alargar la historia pero ya es logísticamente imposible continuar. Ya Draco y Hermione tuvieron LA conversación (¡que es lo más complicado que he escrito en mi vida!) y ya han pasado por muchísimas cosas juntos, algunas de las cuales atentan directamente con sus derechos humanos. ¿Qué puedo decir? Para mi tienen siete vidas como Voldemort. Pero eso ya es otro cuento.
La cosa es, que ya han madurado lo suficiente.
Tengo una teoría, que por lo menos para mí, hace creíble que Draco y Hermione empezasen a "gustarse" o no sé cómo llamarlo. ¿Alguna recuerda como se formó el trío? Pues para las de mala memoria la aventura que tuvieron Harry, Ron y Hermione con el troll en primer año fue lo que los unió y los hizo ser el inseparable trío dorado. Entonces ¿por qué si en diez minutos se creó una amistad de años en veinticuatro horas (llenas de confesiones, problemas y altibajos) no se podía crear una relación medianamente amorosa? Que si ellos se odiaban, que si Draco era un idiota, que si eran como agua y aceite… ¿pero acaso no pasaba lo mismo con el mágico trío? Y mira tú adonde fueron a parar.
Por eso, creo que un día ha sido tiempo suficiente para iniciar algo entre estos dos.
Pero bueno, mucho bla bla bla y nada de nada xD Comentemos el capitulo. Mis disculpas para las que me pidieron mejores escenas de cuando están borrachos. De verdad no hallé como eso entraría en este capítulo, aunque lo intenté. De veritas; pero al final lo borré porque era horroespantoso :( Igual lo del gato es un fragmento de aquellas escenas y ya por ahí podéis ver lo mal que escribo a la gente borracha.
Pero bueno. ¿Qué os pareció la conversación? O la discusión o el intercambio que tuvieron estos dos. ¿Entendible o confuso? ¿Alguna esperaba la aparición de Peeves? ¡Tenía que aparecer! Y fijaros en la frase que él dice de "confiad en Peeves, siempre sabe lo que hace". Tiene mucho más trasfondo del que aparenta.
¿Y qué me decís sobre la primera escena en las que ellos están medio resacosos? En fin, hay muchas cosas que podéis comentar sobre este capítulo, ¿a que si? Y ¿alguien podrá ser capaz de resolver el acertijo de Peeves? Tenéis una semana para ver si lográis acertarlo. Tened en cuenta que me he costado horrores hacerlo en rima y además de una manera que pueda ser entendible por nuestros protagonistas.
Hoy no tengo nada más que decir (además de Vaya que nota tan larga). ¡Nos vemos la próxima semana! :* ¡Besos!