Solo quiero decir que amo este animé xD Escribí esto porque tenía curiosidad por saber como Luffy ve a sus nakamas, y que son ellos para él :3
Es una historia con distintas escenas de la vida de Luffy que marcaron su forma de ser y de pensar a futuro. Espero que les guste, y no se olviden de comentar ^^
Por supuesto, One Piece no me pertenece! El afortunado es el genio de Oda.
El tesoro del capitán Luffy.
Monkey D. Luffy siempre había querido ser un pirata. Había decidido que sería uno cuando su abuelo le relató sobre sus largas peripecias en el mar con un único objetivo: atrapar al famoso pirata Gold D. Roger. Por aquellos días Luffy acababa de cumplir cinco años y escuchaba a su abuelo fascinado.
-Roger era un hombre intrépido y temible, Luffy. Pero se volvía especialmente temible cuando tenía que proteger a sus nakamas…
-¿Nakama?- repitió el niño, confuso.
Garp asintió estrechando los ojos con un brillo titilando en sus pupilas oscuras.
-Los piratas llaman nakamas a sus compañeros. Se podría decir que el capitán pirata no es nada sin sus nakamas. Y viceversa. Para muchos piratas se trata de un vínculo muy poderoso. Por eso son peligrosos, Luffy. Y no hay nada más peligroso que meterse con los nakamas de un capitán pirata, especialmente si ese era Gold Roger- Garp soltó una carcajada estrepitosa antes de añadir:- si…, Gold Roger era un maldito, pero tengo que admitir que siempre supo confiar en sus amigos.
Lo cierto es que si Monkey D. Garp había decidido contarle sus aventuras a Luffy como marino, era con la esperanza de motivar a su nieto para querer convertirse en uno y seguir el buen camino.
Lo que Garp no esperaba es que Luffy si se motivó… pero hacia el bando contrario.
Garp nunca olvidaría ese día.
-¡Abuelo, abuelo! ¡Tienes que saber esto abuelo!
-¿Eh? ¿Qué pasa Luffy?
El niño de cinco años le enseñó una amplia sonrisa.
-Ya sé lo que quiero ser en el futuro. ¡Me gusta mucho el mar, abuelo!
Garp sonrió y revolvió su cabello con orgullo.
-¡Ha, ha, ha! ¡Así que has decidido seguir el camino de tu abuelo! ¡Ese es mi Luffy!
Luffy siguió sonriendo, y alzando los brazos con un brillo en la mirada, exclamó emocionado:
-¡Me convertiré en un famoso pirata!
El rostro del anciano se quedó petrificado.
-Seré un pirata, reuniré una tripulación y tendré muchas aventuras, shishishishi.
Esa fue la primera vez que Garp golpeó a su nieto en la cabeza.
Y también fue cuando supo que, hiciera lo que hiciera, la sangre era mucho más fuerte.
Poco después Luffy conocería al primer pirata en carne y hueso: Shanks El Pelirrojo.
Y tuvo suerte, porque aquel era el modelo de pirata en el que soñaba algún día convertirse. Un capitán que daba la vida por sus compañeros y que valoraba la aventura por sobre todo el oro del océano.
-Hay dos tipos de piratas, Luffy- le explicó Shanks una tarde mientras el niño lo visitaba en la litera de su barco- están los que arriesgan la vida por cosas materiales y los que están dispuestos a darla por el ansia de la aventura, la fama y el honor.
-Mi abuelo dice que los piratas no tienen honor- dijo Luffy haciendo un puchero.
Shanks soltó una carcajada.
-¡Pues se equivoca!
Luffy lo miró emocionado.
-¿Ah sí?
-Escúchame bien, pequeño: un pirata de verdad siempre tiene la capacidad de dar la vida por sus compañeros de tripulación. Y ese es el verdadero honor en el mar. El único tesoro que vale la pena conservar es el lazo entre tus nakamas.
-¡Yo quiero ser así, Shanks! ¡Quiero ser como tú! No…, espera- Luffy sonrió con un brillo de convicción en los ojos- No me convertiré en un pirata…
Shanks alzó las cejas sorprendido.
-¡…me convertiré en el Rey de los Piratas!
El Pelirrojo rió de buena gana y revolvió el cabello del muchacho con cariño.
-Me recuerdas tanto a mí mismo cuando joven.
Años después, cuando Luffy por fin se echó a la mar y consiguió una tripulación pirata, empezó a comprender lo que Shanks le decía cuando él le suplicaba que se lo llevara en su barco. Comprendió que aunque la vida de un pirata era grandiosa, también conllevaba peligros ilimitados.
Luffy no temía a la aventura: de hecho le encantaba.
Luffy no temía morir en batalla, porque era un riesgo que había asumido desde el momento en que decidió dedicarse a la piratería.
Pero Luffy descubrió que si tenía un temor.
Uno que siempre se guardaba para sí mismo, de espaldas a su tripulación.
-No quiero perderlos- le confesó a Rayleigh una noche, mientras cenaban a la intemperie en la isla donde llevaba a cabo su entrenamiento- No soporto la idea de vivir sin mis nakamas.
-Pero es un riesgo que debes aprender a asumir como capitán- terció el anciano.
El muchacho suspiró.
-Lo sé. Y por eso he decidido entrenar tan duro estos dos años: quiero protegerlos a todos. No dejaré que nadie más pierda un brazo por mí…, o muera por mí.
Luffy tensó los puños, inspirando hondo, y añadió:
-Quiero que todos logren sus sueños. Haría lo que sea por ellos, por su felicidad.
Rayleigh lo miró sorprendido.
-¿Quieres decir que antepones los sueños de tus compañeros a los tuyos?
Luffy sonrió mientras terminaba de tragar un suculento trozo de carne.
-¡Je, Por supuesto! ¿Cómo podría llamarme su capitán si no estuviera dispuesto darlo todo por sus sueños? Yo no soy nada sin ellos.
Rayleigh sonrió emocionado.
Esas eran las mismas palabras pronunciadas por Roger años atrás.
Cuando Luffy se reencontró con su tripulación tras esos dos años de duro entrenamiento, no podía haber sido más feliz. Esa noche hubo una fiesta en el Sunny y todos comenzaron a relatar sus aventuras. Todos menos Luffy, que aparte de hacer el idiota y prorrumpir en contagiosas carcajadas cada dos minutos por alguna cosa, fue el único que guardó silencio respecto a aquel tiempo en el que estuvo lejos de ellos.
Era demasiado doloroso aun.
Sus compañeros se percataron de ello, pero decidieron respetar el silencio de su capitán.
Le debían al menos eso.
Pero una tranquila tarde, mientras Luffy contemplaba el mar sentado sobre el mascarón con cabeza de león, sus dos primeros tripulantes se acercaron a él y decidieron hacerle le pregunta.
-¿Cómo estás, capitán?
Luffy miró a Nami y Zoro parpadeando confundido.
-¿Eh?
-Siempre nos hemos preguntado si aun te culpas por lo que ocurrió ese día… cuando nosotros no estábamos allí- murmuró Nami.
Luffy permaneció callado unos momentos y entonces, para sorpresa de sus dos amigos, esbozó una sonrisa. No la sonrisa socarrona y despreocupada de siempre. Sino una verdadera sonrisa.
-¿Capitán?- dijo Zoro, frunciendo un poco el ceño.
-Ace no me perdonaría si viviera culpándome por su muerte- dijo Luffy simplemente- Además él vivió libre, como siempre quiso. Y estoy seguro de que fue muy feliz.
-¿Y tú?
Luffy parpadeó.
-¿Yo?
-¿Eres feliz, Luffy?- le preguntó Nami con curiosidad.
El muchacho de cabello negro se echó a reír.
-¡Claro que lo soy, porque tengo el One Piece! ¡Shishishishishi!
Zoro y Nami se miraron perplejos.
-¿Cómo?
Zoro se cruzó de brazos y sonrió burlón.
-¿De qué hablas, Luffy?
Luffy los miró, luego alzó la vista hacie el cielo sin dejar de sujetar el sombrero de paja y con una sonrisa brillante explicó:
-Ustedes, todos ustedes, sin mi One Piece. Mi mayor tesoro.
Mucho tiempo después, cuando Monkey D. Luffy muriera en batalla tras años de ostentar el poder del Rey de los Piratas, Zoro y Nami recordarían esas palabras y le dirían a sus llorosos compañeros:
-Él fue feliz, chicos. Fue el hombre más libre y feliz de todo el océano… incluso antes de hallar el One Piece, él nos confesó que era feliz.
Monkey D. Luffy fue el hombre que lo tuvo todo. Pero especialmente, porque pudo proteger a sus nakamas hasta el final.
Me ha dado algo de pena escribir la última parte T_T, pero creo que así queda bien.
Díganme si les ha gustado =D