Aquí nuevamente con el capítulo del doctor Chopper. Aunque no creo que sea el mejor de los relatos, sí es al que le tengo un aprecio más personal, por el tema que he decidido explorar en él. También quiero dar las gracias a todos quienes han comentado hasta el momento: ¡son los mejores!
Espero que les guste este capítulo ^^
Y por supuesto, los personajes no me pertenecen. Todo esto pertenece al gran Eichiro Oda.
Chopper
La vida era frágil…
Pero aquella, sin duda alguna, había sido la lección más difícil de aprender para Chopper. Y con la que habría de cargar durante toda su vida.
"Nunca nos acostumbramos a la muerte" había dicho el doctor Hiruluk en una ocasión "Pero a veces hay gente que se rinde demasiado pronto"
El hombre que había estado a punto de morir y milagrosamente había sobrevivido tras la visión de un cerezo en medio de la nieve tenía eso que a Chopper siempre le había faltado desde el principio: confianza. La certeza de que, aunque nadie quisiera tenerlo como médico en la isla, tarde o temprano se vería recompensado por todo su esfuerzo.
Tener una motivación para vivir era algo que Chopper envidiaba.
-¿Por qué no regresa al mar, doctor?- le preguntó el reno un día, mientras ambos contemplaban el océano helado que rodeaba la isla Drum. Ligeras briznas de nieve se precipitaban desde el cielo-. Yo podría acompañarte si quieres.
-Me gustaría, Tony Chopper, pero mi destino es curar a la gente de esta isla. ¡Yo tengo que ayudarles!
-¿Y por qué es tan importante? Ellos…- Chopper titubeó-… ellos siempre huyen de ti, doctor.
Hiruluk rió entre dientes, de buen humor.
-Puede que por fuera se van sanos, Chopper, pero sus corazones están enfermos. Todo este país está enfermo.
Unas semanas después de aquella conversación, Chopper vio a Hiruluk llorar por primera vez y no pudo reprimir sus propias lágrimas al oír que el hombre le decía, desplomado sobre una silla con el rostro hundido en una mano y una sonrisa amarga:
-Hey…Tony Chopper…
-¿Sí?
-¿Quién dice… que está mal que un doctor llore la muerte de un paciente?
Para Chopper fue duro aprender a convertirse en doctor luego de que su mentor perdiera la vida. No eran tanto los complicados estudios de medicina en sí como la frialdad que a veces se necesitaba al momento de enfrentar el delicado umbral que separaba a alguien de las garras de la muerte. Sin embargo, nunca pensó realmente en abandonar su sueño hasta aquel día en que Doctorine lo llevó por tercera vez en una de sus visitas médicas a la ciudad…
-Tiene los pulmones absolutamente infectados y el tumor se ha ramificado hasta cubrirlos por completo- dijo Kureha después de revisar a la niña que yacía en la cama, respirando con dificultad. La mujer miró a los padres de la pequeña, que la miraban lívidos-. Lo siento mucho, pero ella no sobrevivirá.
Chopper se sobresaltó.
-¡No! Usted… usted… ¡No me mienta!- gritó la madre llevándose las manos al rostro-. Mi niña… mi pequeña…- su marido la estrechó entre sus brazos y ambos se echaron a llorar.
Kureha se quedó con la familia hasta que la niña dejó escapar su último aliento, ante los ojos horrorizados de Chopper.
Cuando salieron de la casa, el reno finalmente se echó a llorar, sacudiendo la cabeza con rabia antes de mirar a la vieja doctora.
-¡¿Por qué no la salvaste, doctorine?! ¿No se supone que somos médicos?
-¡Cállate de una vez!- repuso Kureha de mal humor-. No había ninguna forma de salvar a esa niña. ¡A veces incluso los mejores médicos no pueden hacer nada en casos como esos!
-¡Sí podemos!... El doctor nunca se habría rendido, él habría…
El puño de la anciana lo tumbó contra la nieve.
-¡Reno estúpido!- le espetó Kureha antes de sacar su botella de licor y beber un largo trago, resoplando entre dientes-. ¡Si no eres capaz de afrontar la muerte entonces jamás estarás capacitado para ser un médico!
-Pero…- lloriqueó Chopper sin levantarse-… pero…
Sus balbuceos se acallaron cuando vio que la anciana también había llorado. Lo supo al contemplar sus ojos, y por el ligero temblor de su voz. Pero nunca lo habría notado de no ser porque ella se había subido los anteojos para clavarle una mirada de sentencia:
-Las personas mueren- dijo Kureha-. A veces podemos salvarlas, es cierto, pero no somos Dioses. Incluso el más fuerte y temerario de los hombres puede sucumbir ante el puñal de una enfermedad. Nunca olvides eso.
Chopper no lo olvidó, pero lo cierto es que jamás pudo aceptar completamente la verdad que amparaba esas palabras, aun si sabía, desde el fondo de su alma, que doctorina tenía razón.
La vida era frágil…
Era frágil y, al mismo tiempo, fuerte e impredecible como el más bravo de los océanos. Y aun si su pasado seguía horadando heridas en su conciencia de vez en cuando, Chopper amaba vivir por sobre todas las cosas. Le gustaba despertar por las mañanas oyendo las voces de sus nakamas, para luego sentir la brisa del mar sobre su pelaje y los cálidos rayos del sol pegándole en los ojos.
Vivir…
¡Como amaba vivir! Porque vivir era tener aventuras maravillosas con sus nakamas, su familia. Vivir era ser protegido por Zoro o jugar con Usopp en la cubierta del barco; probar la deliciosa comida de Sanji; ser abrazado por Nami cuando la pelirroja estaba de buen humor; contemplar los inventos fabulosos de Franky; escuchar la música de Brook al atardecer o las historias impresionantes que a veces les leía Robin cuando Luffy declaraba que se aburría.
Vivir era ser alentado por su capitán…
-¡Ah, Chopper, eres genial!- exclamaba siempre el muchacho de goma cuando el reno terminaba de coserle algún corte ganado en batalla de forma limpia y eficiente-. ¡Estoy como nuevo, jaja! ¡No sé que haríamos sin ti!
Y Chopper se echaría a bailar de un lado a otro, sonrojado:
-¡Decirme eso no hará que me sienta feliz, hijo de puta!
Chopper huía de la sombra de la muerte constantemente, y era la razón por la que durante las batallas no conseguía ocultar de todo su temor, a pesar de esforzarse por parecer valiente. No era miedo a que le hicieran daño o resultar herido, sino a perder a uno de sus amados nakamas. Revivir, una vez más, el dolor que la pérdida del doctor Hiruluk sembró en su pasado.
Él sentía que no podría soportarlo por segunda vez.
-¡Por favor, tengan cuidado!- les diría siempre con voz aprensiva cada vez que sus amigos decidieran hacer algo temerario o peligroso.
Y Luffy replicaría con su sonrisa habitual.
-¡No te preocupes, estaremos bien! ¡Esta es una aventura! ¿Lo recuerdas?
-¡Yo… yo me quedaré cuidando del barco!- añadiría Usopp de inmediato-. Mi enfermedad de-no-puedo-entrar-a-esta-isla ha regresado… ahhh, ¡Chopper! ¡Necesito de tu medicina!
-¡Usopp! ¿Estás bien?
Nami resoplaría, irritada.
-Idiotas.
Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo y se fortalecían los lazos con sus nakamas, Chopper se reprochaba a sí mismo una y otra vez que debía ser más valiente, más perseverante. Pero su baja autoestima le hacía reprocharse cosas bastante a menudo…
Como aquel día en que Luffy, poco después de que se uniera a su tripulación, descubrió lo que había hecho con su nariz.
El muchacho de cabello negro se detuvo, lo miró fijamente y luego caminó hacia él sin parpadear ni una sola vez. Chopper retrocedió, sudando.
-¿Qué… qué ocurre, Luffy?
El capitán torció la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro, entornando los ojos en una rara actitud pensativa.
-Mmm… te ves diferente hoy.
El reno abrió mucho los ojos. Entonces Luffy, apuntándolo, exclamó horrorizado.
-¡Tu nariz! ¿Qué le pasó a tu nariz? ¿Estás enfermo?
Chopper se llevó la pata a la nariz y murmuró, avergonzado:
-Yo… yo la pinté.
Luffy frunció el ceño, cruzándose de brazos, y lo interrumpió:
-¿Estás loco? ¡Tu nariz no se ve nada bien de color café! ¡No me gusta! ¿Qué pasó con el azul?
-¿No te gusta?
Luffy sacudió la cabeza.
-De ahora en adelante te prohíbo que te la pintes de otro color- Luffy sonrió, satisfecho de su ocurrencia- ¡Es una orden de tu capitán!
Y cuando Chopper se avergonzara de no ser ni completamente reno ni completamente humano, Sanji o Zoro dirían, sonriendo:
-Mira a Franky… mira a Brook…
-¡Oigan, chicos!- gritó Luffy, estirándose como una carpa agarrado a los mástiles del barco mientras Usopp colocaba varias balas de cañón en su estómago demasiado estirado-. ¡Miren! ¡Soy un tirachinas! ¡Jajajajaja!
Sanji suspiró, soltando una bocanada de humo.
-Nada, Chopper. Tú solo mira a Luffy…, al lado de ese imbécil cualquiera puede sentirse felizmente normal.
La vida con sus nakamas le enseñó a Chopper que, en el océano, incluso el más humano de los hombres podía convertirse en un monstruo. Pero muchas veces tuvo que soportar la impotencia de ver como sus amigos se ponían al límite de su resistencia, desafiando a la muerte sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.
Por eso el reno nunca olvidaría el enfrentamiento contra el shichibukai Kuma. Nunca olvidaría la sensación estremecedora de hallarse impotente… de ver a Luffy desesperado por primera vez. Fue ese el momento en que supo, con una certeza fría y absoluta, de que cualquiera de ellos podía morir en cualquier momento…
Morir tan fácilmente…
"¡No puedo perderlos!" pensó Chopper antes de comerse la rumble ball prohibida y sucumbir al salvajismo de su forma más peligrosa "¡Por favor… no mueran!"
-No quiero perder a nadie- repetiría Chopper dos años después, sentado solo en la camilla de la enfermería.
Acababan de salir de una isla peligrosa en la que Zoro, Sanji y Luffy habían estado a punto de perder la vida. Los tres, sin embargo, se habían recuperado pronto de sus heridas y en esos momentos lo celebraban bebiendo y comiendo en el comedor del Sunny.
Lo que no sabía es que Zoro acababa de entrar a la enfermería. Llevaba una botella de sake.
-Nosotros tampoco lo queremos, Chopper- dijo el espadachín, sobresaltándolo.
-¡Z-Zoro!- gritó el reno dando un brinco hacia atrás.
El hombre de pelo verde le sonrió.
-¿Qué ocurre? ¿Aun estás preocupado por nosotros? Pues ya estamos totalmente curados, si es eso lo que te preocupa.
El reno sacudió la cabeza.
-No es eso…
Zoro permaneció en silencio. Chopper murmuró:
-Es que a veces yo pienso… yo pienso en qué pasaría si uno de ustedes muriera bajo mi cuidado. ¡Yo no podría soportarlo!- Chopper se limpió las lágrimas y lo miró sin dejar de temblar-… ¿de qué me sirve perseguir mi sueño si no puedo salvar a uno de mis nakamas?
Zoro se quedó callado unos momentos antes de decir, suspirando.
-Yo sé que la vida puede llegar a ser muy frágil, Chopper.
Chopper miró al espadachín sorprendido. No había esperado una respuesta como esa. Zoro bebió un largo trago de licor y, sin mirarlo, continuó:
-Una amiga mía, la mejor espadachín que conocí jamás, murió al romperse el cuello después de caer de las escaleras. Sin embargo…- Zoro sonrió, palmeando la empuñadura de su katana-… nunca he olvidado nuestra promesa. Ella sigue viva dentro de mí, y yo cumpliré su sueño por los dos. Ser el mejor espadachín del mundo.
Chopper se quedó en silencio, asombrado. Zoro, que jamás hablaba de su pasado, estaba allí contándole eso a él. Justo iba a abrir la boca para decir algo cuando de pronto todos los demás entraron a la enfermería, prendiendo las luces. Luffy exclamó, alegre como siempre:
-¡Eh, Chopper! ¿No vienes a comer?
-¡Me estás escupiendo carne en el vestido, tonto!- le gritó Nami, resoplando. Sanji la miró con adoración antes de dirigirse al reno:
-¡Oye! ¡La comida se te va a enfriar!
Robin hizo florecer una de sus manos para arreglar el sombrero torcido de Chopper.
-¿Pasa algo, doctor?
Chopper los miró a todos y comprendió entonces que su temor era ridículo comparado con aquellos momentos invaluables, en que todos estaban juntos, despreocupados y felices. ¡Había sido un estúpido!
Era por el presente, después de todo, por lo cual se sentía afortunado de estar vivo. Por ese presente.
Zoro había perdido a Kuina. Nami, a su madre. Sanji había estado a punto de morir de hambre. Ussop también había vivido la pérdida de su madre, así como Robin, que casi abandonó toda esperanza antes de gritarle al mundo que quería vivir. Franky había perdido a su amado maestro y Brook había visto morir a todos sus compañeros de tripulación. Y sólo dos años atrás, el hermano mayor de Luffy murió en sus propios brazos.
Todos habían experimentado la muerte de una u otra forma… y aun así sonreían. La muerte no les había arrebatado sus sueños. Chopper comprendió entonces cual era la cura milagrosa que había salvado la vida del doctor Hiruluk y sintió ganas, por primera vez, de gritarle al mundo que ya no le temía a la muerte.
"Las personas solo mueren cuando son olvidadas"
Chopper sonrió y se enjugó los ojos.
-¿Qué pasa?- le preguntó Luffy acercándose a él con una mirada curiosa-. Estás muy raro… ¡Ah, ya sé!- Luffy se golpeó la palma de la mano con el otro puño, sonriendo-. ¡Quieres jugar a algo! ¿Verdad?
El reno sonrió.
-Sí, ¡claro!
-Lo sabía, ¡por eso venía a buscarte!- dijo su capitán, y agarrándolo como si de un muñeco se tratase lo llevó afuera de la enfermería. Chopper abrió mucho los ojos-. ¡Mira, está nevando! ¿No es genial?
Los frágiles copos de nieve que caían sobre la cubierta del barco le daban a todo un aspecto mucho más luminoso, a pesar de que era de noche. De pronto Luffy lo lanzó por los aires, riendo con Usopp y Brook cuando Chopper cayó rebotando sobre los cúmulos de nieve.
El reno también se echó a reír.
"La vida es frágil, pero nosotros seguimos adelante", pensó Chopper mientras disfrutaba el contacto de la nieve fría bajo su pelaje. Justo entonces la visión de la bandera apareció en su campo de visión, ondeando con orgullo contra el viento que suspiraba el océano.
Allí estaba, después de todo, su propio árbol de cerezo.
Muchos años después, Monkey D. Luffy, el segundo rey de los piratas, miraría a su inconsolable y viejo doctor con una sonrisa mientras yacía acostado sobre un charco de sangre. Su enemigo, a lo lejos, yacía derrotado y muerto.
-Tú me salvaste ya una vez… pero hoy he elegido que moriría aquí… no te pongas triste… no hay nada que puedas hacer.
-¡Pe… pero Luffy!- sollozó Chopper sin dejar de derramar gruesas lágrimas-. Yo… yo…
La mano del hombre de cabello negro se posó sobre el sombrero del viejo reno. Nami y Zoro permanecían en silencio, demasiado conmocionados para decir algo.
-Díganle a todos que fui feliz…- añadió Luffy cerrando los ojos con una amplia sonrisa-. Esta… ¡esta realmente ha sido una vida genial… Shishishi!
Entonces, para asombro de Nami y Zoro, que temblaban y se cubrían el rostro lleno de lágrimas, Chopper dejó escapar una risa entre sus sollozos. Pero esa risa era su forma de demostrar que había entendido por fin el sentido de la vida…
Y se sintió en paz consigo mismo.
-Sí…- dijo Chopper, dejando que sus lágrimas fluyeran con libertad mientras seguía sonriendo -. Tu no morirás, Luffy.
Su capitán ensanchó su sonrisa, y sus últimas palabras, que solo fueron oídas por Nami, Zoro y por Chopper, el único doctor que pudo encontrar una cura para todas las enfermedades, se convirtieron en leyenda:
-Lo sé. Yo nunca moriré.
Muchas gracias a todos por leer ^^
El próximo capítulo está dedicado a nuestra querida Robin!