Baile de Navidad

Capítulo 1: La invitación

Faltaban tan solo cuatro días para el baile de navidad de ese año. Según las palabras del director de Hogwarts, Albus Dumbledore, iba a ser el más bello y deleitable en comparación a los de otros años, siendo así algo digno de ver. Ya que el baile de cuarto año fue tan concurrido y divertido, en conmemoración al Torneo de los Tres Magos, se decidió que volverían a repetir la experiencia, con las mismas reglas y clausulas –los alumnos de curso inferior a cuarto año no podían ir a menos que fuesen invitados por alguien de ese curso para arriba-. Se rumoreaba que Flitwick iba a encantar las estatuas para que sirviesen solas el champagne sin alcohol y el jugo de cítricos árabes –que, alabados por la crítica, se habían buscado para beber en el colegio en una oportunidad única-. También se rumoreaba que Slughorn iba a mezclar esas bebidas con diversas pociones de regocijo, ánimo y sabores dulces. Aunque claro, eso se quedaba en rumores tan solo, diciendo así que perfectamente podría haber salido de algunas boquiflojas transformadoras de la verdad y expertas en chismes como lo eran las Gryffindors de sexto año, Lavender Brown y Parvati Patil. Rumores simplemente, que en general, hacían que la mente bullente de Hermione Granger se enojara. No de esas veces en las cuales podías perder la cabeza mediante un hechizo doloroso, no. Era de esas veces en las que la prefecta de Gryffindor se irritaba hasta tal punto en la cual empezaba a decir barbaridades en contra del chismorreo que, sin transgredir el vocabulario, eran verdaderamente terribles. Y es que cuando la chica quería hacerse notar frente a las cotillas, podía hacerlo de verdad. Sin embargo, siempre se volvía a repetir la misma escena cada cierto tiempo, en la cual Hermione vencía por un corto periodo sin ser nunca permanente.

-Porque claro, yo ni miedo doy. –resoplaba Hermione, caminando apresurada a su clase de Encantamientos. No iba tarde, ni remotamente, pero quería llegar temprano para poder practicar un poco antes de que la clase comenzara. Y eso era aproximadamente treinta minutos antes del inicio de la hora, inmediatamente luego de desayunar. Iban a practicar los hechizos punzantes, los cuales en brevedad hacían que la cara se hinchase, a tal punto de hacerla irreconocible. Además, estaba el punto de buscar pareja para el baile. Debía pensar cuidadosamente sus opciones, pues desde ya hacía dos semanas que se había avisado sobre el evento, y ya casi todo Hogwarts (los que podían ir al baile) tenía alguien con quien ir. Todos, menos Hermione.

Tenía algunos candidatos en su lista, pero nadie que le interesara verdaderamente, y todos eran dos años menores. "Lo único que me faltaba, pedofilia", pensaba ella. Suspiró. Iba a ser más difícil de lo que imaginó el poder asistir a un baile. El de dos años atrás había sido esplendoroso, el mejor y primero de su vida, encontrando en el al caballeroso Viktor Krum, a quien no volvió a ver –por desgracia de la distancia y las ocupaciones deportivas de él- desde entonces, pero con el cual mantenía una cálida y remota correspondencia. Debía encontrar a alguien, y pronto, o una de las mejores oportunidades para siempre recordar en Hogwarts se le iba a ir entre los dedos. Debía hacerlo, y como se llamaba Hermione Jean Granger, lo haría. Luego de la clase de Encantamientos, claro está.

Caminaba de manera rítmica por el pasillo desolado, silencioso y… muerto. Así se sentía ante la obvia falta de vida, lo cual, al darse cuenta, le daba terror y escalofríos leves en la espalda, captando perfectamente que debía sentirlos. Era natural. Pero lo que le puso los pelos de punta fue el escuchar unos sonidos provenientes… ¡del aula de Encantamientos! "Merlín, ¿Qué haré ahora?" Y era de lamentar, pues los ruidos eran todo menos normales, y eran lo suficientemente fuertes como para llamar la atención de cualquiera que pusiera los pies en el corredor. Eran… como bancos corriéndose, arrastrándose por las baldosas que componían el suelo del aula. ¿Y si fuese alguien en problemas? ¿Y si pasara algo indebido allí dentro? ¿Y si fueran estudiantes rompiendo deliberadamente las reglas? No podía quedarse allí, no señor. Como prefecta que era, debía entrar y ver que sucedía. Podían ser infinitas posibilidades, algunas peores que otras, que debía, podía y también quería resolver.

-Ahí voy. –dijo entre dientes, dándose valor Gryffindor que poseía en el fondo de su ser, sujetando firmemente el pomo de la puerta, y girándola lentamente, pero abriéndola de un solo golpe, revelándose a ella la escena que contenía en el interior que, sin poder evitarlo, desequilibró a la chica.

Eran dos adolescentes, una chica y un chico. No podía verle la cara a "él", pero sí a "ella". "Ella" era Paulette Gimmerton, Hufflepuff de séptimo año. La conocía porque en sus tutorías se había presentado voluntariamente, pues al parecer tenía problemas con las explicaciones de los profesores, o como Hermione decía, "se distraía siendo toqueteada y vista indiscriminadamente por los chicos de su clase, y ¿Por qué no? De Hogwarts". Era de cabellos de colores entre rubios y miel, ojos negros y grandes, actitud perfectamente predecible pero no muy dominable. Una clase de chica con la que la prefecta no congeniaba precisamente. Estaba siendo rodeada por "él", un chico que, a juzgar por su corbata y bufanda, era Slytherin, llamando la atención por su cabello rubio claro y su altura algo intimidante. Al instante, Hermione dedujo quien era: quien más sino Draco Malfoy, sexto año. Con esos pensamientos, ya se le arrugaba la nariz de enojo y los colores se le subían a la cara, aumentados porque la ignoraban. Paulette Gimmerton y Draco Malfoy la ignoraban completamente aunque había chocado la puerta contra la pared contraría, haciendo un ruido de los mil demonios, y parada con toda su actitud Gryffindor, siendo ella una prefecta.

-Ejem –carraspeó ella, tomando así la atención de Paulette, quien al verla se ruborizó completamente, pero no se movió, sino que le dio una intensa mirada a través de sus oscuros ojos al Slytherin, quien no parecía darse cuenta de nada. "O no quiere, simplemente".- Quisiera saber porque están a estas horas en el aula, haciendo Merlín sabe que cosas.

-Granger, no hacíamos nada, tan solo… -empezó a explicar la Hufflepuff, alarmada ante la posibilidad de que los delatara a algún profesor.

-Por lo que sé. –Continuó sin inmutarse Hermione, en su reproche a ambos.- A la primera hora les toca a Slytherin y Gryffindor, a las nueve de la mañana. Mi reloj dice que son las nueve menos cuarto, y que tú, Gimmerton, no deberías estar aquí ahora.

-Mira, Granger. Yo puedo explicártelo todo, así que no hagas drama lo que es simplemente común. Draco y yo estábamos… estábamos…

-No es tu asunto, sangre sucia, pero si quieres saber para acusarnos con alguien, diré que me la pasaba bien con una chica. Tan solo eso, pues creo que lo entiendes bien en cuanto a lo que me refiero. –interrumpió Malfoy, girándose lentamente hacia Hermione, y fijando sus ojos mercurio, en una expresión parecida a la ira, hacia ella. Se sintió temblar internamente ante solo esa mirada, por lo que transmitían sus orbes, pero sin moverse ni un solo milímetro, con su bien ensayada expresión de neutralidad, que tanto le servía en diferentes discusiones. Como esta.

-Malfoy, si no quieres tener problemas, te sugiero que expliques algo razonable. Mi paciencia es escasa, así que tus insultos tan solo harán que tu tiempo vaya restándose rápidamente. –él no dijo nada, Paulette seguía con sus ojos embelesados fijos en el rubio, y Hermione observaba todo con sus ojos castaños entrecerrados, intentando calmar el torbellino de sensaciones. Furia, por Malfoy. Humillación, por su tono despreciativo. Intranquilidad y tal vez miedo, por su gélida mirada. Impaciencia, por su falta de palabras.- El tiempo corre y se va volando, apresúrate si te quieres evitar un buen castigo de parte expresa de la profesora McGonagall.

-No diré nada, porque nada tengo que decir. No creo que digas nada a nadie, pues ante nadie yo podría esgrimir una perfecta respuesta lógica y moralmente correcta. Y si nadie escucha nada, nada sucederá. –esa frase hizo perder ya la paciencia de la prefecta Gryffindor, quien se adentró unos pasos dentro de la sala, pero con voz de murmulló, sentenció. Ya llevaba bastante peso esa mañana como para que esos dos le destruyesen su buen humor del día.

- Veinticinco puntos menos para Hufflepuff, y treinta y cinco puntos menos para Slytherin. Espero que estén contentos con lo que hicieron, pues si los vuelvo a encontrar, no seré tan benévola como en esta ocasión.

Y, con esas frías palabras, salió de la sala, preguntándose internamente si lo que había hecho estaba correcto. "Por supuesto que sí. Rompieron las reglas de Hogwarts, merecen un castigo. Los prefectos dan castigos. Es lógica simple, y tú lo comprendes". Entonces, ¿Por qué se sentía como una tirana cuando les quitó esos puntos, sin saber para nada la verdad y guiándose solo por instintos? Esa no era la Hermione Granger que conocía, actuando tan primitivamente. Esa no lo era, enojándose y descontrolándose frente a una situación desfavorecedora. Tal vez fuese incorrecto haberlo hecho. Tal vez fuese demasiado duro. Tal vez no debió haber hecho eso. No sabía la verdad completa, no era una Gryffindor justa y noble.

Vio el piso, deteniendo su marcha, y sujetando con una mano sus libros, mientras con a otra mantenía su cabeza en alto, como si fuese demasiado el peso que debía soportar sobre sus hombros. "¿Me habré equivocado? ¿Habré sido injusta con ellos? ¿He hecho algo mal?" Suspiró, pero de pronto, la lúcida verdad desfiló frente a sus ojos, burlándose de su incompetencia. "¡Sí seré tonta! Se lo merecían completamente. Yo soy la que es demasiado inocente aquí. ¡Las cosas que habrán hecho allá y yo sin enterarme! He hecho bien en haberles quitado puntos, es más, debiera haberles quitado más. Al menos cincuenta cada uno, por su descaro a hacer… eso en una sala de clases. ¡Sí seré tonta!" Se repitió eso unas cuantas veces más antes de que el toque de campana la pillase desprevenida, haciendo que empezara una loca carrera en busca del aula profanada.

Llegando sin aliento, se sentó en los primeros asientos, buscando el lugar más estratégico dentro del lugar, el que fuese el más cercano al profesor, en el cual pudiese empaparse de toda la información que le iba a llover encima, pues los consejos útiles y teorías perdidas eran cosas de valor dorado para alguien como Hermione, quien aprovechaba cada palabra al máximo, así logrando el mejor resultado. No cruzó ni una sola mirada con el chico que le había disgustado tanto esa mañana, que le había insultado sin menor atisbo de importancia, y que era un descarado. No era secreto entre los estudiantes –y mucho menos para Hermione, con cotillas magnánimas como lo eran Lavender y Parvati- que Draco Malfoy era todo un picaflor entre las mujeres, siendo tomado por muy pocas en cuenta como algo serio. Con las que salía generalmente eran como Gimmerton, fáciles y ligeras, sin tener ningún tipo de relación directa. Merlín, si Hermione supiera a cuantas chicas había besado, o con las cuales se había reunido, se iría de espaldas luego de marearse un poco. Promiscuo era poco para el símbolo que representaba él.

Llegó el profesor Flitwick, llamando la atención de todos con sus palabras, y empezando de inmediato su clase, haciendo que la chica dispersara sus pensamientos, colocando su mente totalmente en el pequeño profesor y su clase. Los hechizos punzantes eran algo que ya había aprendido, pero que nunca hacían mal en repasar.

Jardines y terrenos de Hogwarts. Después de almuerzo.

Hermione se sentó bajo un fuerte árbol para dispersar su mente un poco de las clases del día, centrándose en lo bello que se veía todo el lugar, con una ligera capa de nieve blanca cubriéndolo todo. Estaba cubierta por un gorrito abrigador de lana roja, su bufanda fiel a Gryffindor y su uniforme, junto con la capa más gruesa y todo lo que halló a la mano para poder capear el frío que se instalaba ya en el castillo. Ya había pensado en todos los prospectos a pareja que podían estar para su puesto como acompañante, pero cuando les preguntó a sus compañeras de cuarto sobre el status, estaban ocupados. Ahora, tan solo le quedaba ir sola… o no ir. Ir sola iba a ser completamente desagradable, pues además de parecer aún más amargada –pues sabía lo que pensaba de ella el resto del mundo-, sería la eterna solterona de todas las fiestas. No era desgraciada físicamente, pero no se esmeraba simplemente. Además, encontraba algo ridículo que las personas solo les importase el exterior a lo interior. "Basura", pensaba ante todo eso.

-Y ahí está Granger, sin nada mejor que hacer que morir congelada por la falta de alguien que llene ese vacío al cual llamas vida. –el único que era capaz de arrastrar indiferentemente las palabras con ese tono de superioridad y desprecio era Malfoy, quien si no.- Me sorprende de verdad que ahora recién te des cuenta de que nadie quiere tu compañía. Ni Potter o Weasley, quienes tan solo te soportan por los deberes que deben entregar. O alguien en específico. Incluso, una de mis conquistas me dijo que vas a ir sola al Baile de Navidad.

-¿La cotilla de Gimmerton? ¿O alguna otra con las cuales te juntas, huroncito? –ironizó ella, aludiendo a un pasado que sabía a Malfoy le daría bajo. Nadie se metía con Draco Malfoy: el maravilloso hurón botador y vive para contarlo. Claro, si no eres Hermione Granger.- Y si no tengo pareja, es de mi exclusivo interés.

-¿El idiota de Longbottom se dio cuenta de que nada vales? ¿Ningún Gryffindor noble va a llevarte a bailar? Claro, con tu genio y dos pies izquierdos, nadie llevaría la proeza de bailar contigo.

-Si supieras Malfoy. –se burló suavemente. Sinceramente, no tenía ánimos de pelear, pero no dejaría que se fuera tan campante sin una cucharada de su propia medicina.- Si supieras cuanto sé de baile en el ámbito práctico, no dirías esas cosas.

-¿Algo como que eres incapaz de moverte al ritmo de la música? ¿O que echas abajo cualquier cosa en un radio de cinco kilómetros a la redonda? –Malfoy había llegado hasta quedar frente a la chica, quien seguía viendo hacia el horizonte, como si el rubio no existiese en su mundo personal, aunque fuese muy consciente de su existencia.- Aunque fueras la última chica en el mundo, no te llevaría, Granger.

-Nunca he dicho que quisiera ir contigo, Malfoy. Tú metiste el tema solito. Si pides mi opinión, no sé qué tan mal bailarín eres, así que no daría un juicio objetivo, pero sí sé que nunca iría a un baile contigo, sea el que sea, donde sea y cuando sea. –Hermione se levantó, viéndole ahora fijamente, con una seguridad que sorprendió al Slytherin. No le importaban sus insultos, y le respondía con una rapidez y altanería insuperable.- Repito: si voy al baile sin pareja, o simplemente no voy, no te importa. Y, a final de cuentas, ¿con quién vas a ir tú? ¿La retrasada de Parkinson? ¿Alguna otra Slytherin sangre pura? Y el que utilice esos barbáricos temas acerca de la sangre, es porque tan solo ese concepto medieval puede caber en tu retorcida mente racista. –se apresuró a explicar.

-¿Te interesa? –se burló él, lo que dio ánimos a Hermione para seguir insistiendo. "¿No quiere decirme? Ya verá él".

-Sí, Malfoy. Quisiera saber eso y porque no me quieres decir quien es tu pareja. Es entendible que no lo quieras decir si es alguien que no está a tu altura… -Hermione dijo eso lentamente, pero al ver la expresión del chico, que mutó de bravuconería y defensiva a incómoda.- o simplemente no tienes.

Esa era una noticia de la cual podría burlarse hasta el final de los tiempos. "Draco Malfoy, cazador nato, macho alfa y príncipe de Slytherin, no tiene pareja para el baile de Navidad". Podía usarlo en su provecho, devolverle el golpe con intereses, pues no solo ella sería la que estuviera en su contra, sino que todo Hogwarts murmuraría sobre él, se burlaría en su cara o a sus espaldas. Sería la venganza perfecta, y saldría vencedora de una vez por todas, dejando en claro quién era el inteligente en su rivalidad. "¡Podría hacerlo!" Y de hecho, así era. Podría ir al castillo, ir a la torre Gryffindor o donde fuera, encontrar a Parvati y Lavender, y empezar a mover el chisme. Chisme con base razonable y lógica, pues vendría de ella.

Pero no lo haría. No, bajo cualquier circunstancia, ese secreto no sería revelado por ella. Porque, principalmente, por muy enojada que estuviera con Malfoy, por mucho que él le hubiese hecho cosas terribles, ella era Gryffindor. Una Gryffindor llamada Hermione Granger, quien si quería, podía llevarse los secretos a la tumba sin ninguna pista sospechosa a sus espaldas. La cara de Malfoy, tan incómoda, y aterrorizada en el fondo le decía que no lo hiciera. Le gritaba, en efecto. Sentía… congoja ante el dilema que se estaba librando en él. Lo sabía porque veía que dudaba entre pedirle que callara la boca o amenazarla a que se quedara callada, meditando que funcionaría mejor en ella. Lo sabía, porque si fuese al revés, haría lo mismo.

"Espera, Hermione… ¿estás de acuerdo en callar un secreto del sucio hurón que te hace la vida imposible tan solo porque te lo pediría? ¿Así de mal estás? Recuerda que su tan preciada reputación de casanova se vería arruinada si sueltas el chisme, la insinuación poca. ¿Y quién sabría que fuiste tú? Nadie. Es tu oportunidad." No podía. Simplemente no podía.

-Granger, si yo tengo o carezco de acompañante, no es tu problema, o de tu interés. –Empezó a decir él.- Y preferiría que no contaras nada sobre esta conversación a nadie. Secreto por secreto.

-¿El gran Draco Malfoy no ha conseguido a nadie para que le acompañe? Las chicas han de ser más listas que años anteriores. O tal vez no has escogido bien, y las que has invitado han muerto de la impresión. Digamos que participativas del club de fans de Draco Malfoy no son buenas alternativas para llevar a un baile. –se mofó un poco, diciendo a medias la verdad. O verdad completa en un tono irónico.

-La verdad, Granger, es que sí. Soy demasiado para las demás chicas, demasiado hombre en comparación a otros con los cuales frecuentas. Incluso me sorprende que no te hayas desmayado en cuanto me hayas visto, pero no es secreto en absoluto que no posees un buen gusto en cuanto a todo. –la altanería y desprecio hacia Hermione la hacía retractarse de su decisión en cuanto a callar la boca, pero no iba a ser tan despiadada como para echar abajo la reputación de Malfoy, de una manera tan baja como lo era el chismorrear. No, señor. Si iba a acabar con el chico, iba a ser en una pelea limpia, pues no por nada era una Gryffindor.

-Y también no es secreto que las chicas que tú frecuentas no son mucha cosa. Son tan solo amiguitas de noche con las cuales te diviertes, pero con las que nunca llegarás a algo más, es simplemente así. O no, si llevas a cualquiera que no será devorada por tus padres por cualquier cosa que les digan, amedrentándola hasta el punto de hacerla llorar. Eso, aunque sería divertido, no es lo mejor. Nunca encontrarás el amor al paso que vas, con tu mente fija en la pureza de la sangre y el físico de las chicas. Lástima. –Hermione hizo un gesto falso de que sentía lo que decía, seguidamente colocando su mano diestra en el pecho, y negando suavemente con la cabeza, continuó.- La descendencia Malfoy en un matrimonio estable es tan solo un sueño en el cual solo un iluso podría creer.

-Estable será con alguien sangre pura. ¿Y qué si no amo a mi futura esposa? No creo que eso intervenga mucho en el caso cuando tus padres te prometen con alguien más cuando eres tan solo un recién nacido. Lo único que importa es tu sangre y todo el dinero que aportes a tu matrimonio. Tal vez en el mundo actual esté pasado de moda, pero lo de las dotes de las muchachas y todo eso es una realidad en mi mundo. Posiblemente en tu mundo Gryffindor todos se casen por amor. –Draco escupió esa palabra como si le hubiese injuriado terriblemente- Pero yo me casaré con alguien con la sangre tan pura como yo. Y, ¿sabes? ¡Ni siquiera debería de estar hablando contigo! –el rostro del chico, generalmente pálido, se tornó rosa en las mejillas, descontrolándose, enojado por todo lo que decía inconscientemente- Mi futuro no te concierne para nada, así como tampoco deberías de escuchar tan pacientemente lo que es mi vida. Deberías mantenerte al margen de todo, y ¿sabes qué? Olvídame. Fuera de Hogwarts toda la rivalidad se acabará porque no nos veremos nunca más. Nunca volveré a verte, aunque nuestro camino se cruce miles de veces. No creo que sea malo que empecemos a olvidarnos desde ahora, así que toma mi consejo y olvídame, pues yo ya te olvidé a ti.

-Malfoy. –intentó hacerle razonar. "¿Por qué dice esas barbaridades? ¿Qué le sucede?"- Creo que estas algo… alborotado. Podrías… respirar hondo, limpiar tu mente de malos pensamientos y obtener paz. Vamos, respira. Uno… dos… tres… uno… dos… tres… -al parecer, las suaves palabras de Hermione hacían que el prefecto de Slytherin empezara a calmarse, respirando profundamente, y haciendo que sus mejillas volviesen a su color natural.- No tiene nada de malo sentir lo que sea que sientas hacia mí. Eso te hace lo que eres, partiendo por el hecho de que si no sientes, no vives. Y no creo que quieras pasar tus últimos años de colegio así, esforzándote en olvidar tú alrededor porque el resto de tu vida tal vez no sea como la de ahora… Que apresures el cambio no hará que sea menos drástico. Así que… supongo que al volverme repentinamente tu consejera y maestra de yoga…

-¿Qué es yoga, Granger? –El mal humor y lucidez volvió a hacerse en Draco, lo que hacía salir una pequeña arruga en el entrecejo del chico, como si frunciera ligeramente el ceño.

-Tengo que darte un consejo. Créeme, todo volverá a la normalidad luego de esta… charla, así que escúchame y hazlo bien. Disfruta lo que te queda de Hogwarts. Disfruta como un niño, y regocíjate en lo que puedes encontrar en el castillo y sus alrededores. Busca amigos nuevos, llévate bien y crea buena vibra, pues tarde o temprano volverá a ti con intereses. Tal vez el karma no sea una realidad completa, pero sí que está comprobado que mientras te sientas feliz y satisfecho, sentirás todo de una manera diferente. Mírame. –Los orbes grises chocaron con los castaños, en una mezcla de mercurio y miel.- No te preocupes por lo que mañana sucederá, o no va a haber un hoy para recordar. No creo que tu futuro fuera de Hogwarts sea tan malo como imaginas…

-¡Sí que lo es! –exclamó, molesto de nuevo, intranquilo por solo pensar en lo difícil que sería la vida en cuanto cumpliera los dieciocho años, fuera de Hogwarts.- No sabes nada sobre lo que va a suceder.

-¿Y qué es tan malo como para impedirte disfrutar del día en un carpe diem? –ella rió sin mala intención

-El futuro. –Respondió parcamente.- Lo que sucederá sea como sea, y que de cualquier manera se cumplirá.

-¿Y por qué tu futuro es tan diferente y terrible? ¿Es tan malo que ni yo puedo oírlo? –Draco sabía que si seguía allí iba a hablar de más, quisiera o no, ni tampoco podía alejarse, luego de que alguien se interesara en lo que tuviera que decir, así que decidió contarle todo. Después de todo, esa conversación tan fuera de lo común iba a ser como si no existiese. Le contaría su secreto mejor guardado.

Ya más tranquilo, Draco se sentó frente a ella, con las piernas grácilmente cruzadas, como un indio, y tan solo a dos metros de distancia a donde se encontraba Hermione. Sus ojos mercurio le decían que se sentía lo suficientemente en confianza como para contarle lo que fuese que tuviera que contar. Mas la forma en la que sus labios temblaban, como si estuviese completamente inquieto, hacían que prestase mayor atención a todos sus movimientos. Lo que hacía y como lo hacía. Notó, por ejemplo, que sus dedos se movían ligeramente, estando entrelazados, así como también sus ojos veían discretamente un punto sospechosamente cercano a su hombro izquierdo, como si concentrase toda su atención hacia allí, pensando en cómo contarle todo. Notó también que su cabello rubio estaba prolijamente peinado hacia atrás, pero no como lo era los primeros años, sino que como si lo peinase cuidadosamente en la mañana, y luego lo desordenase y volviese a arreglar con los dedos, haciendo un gesto que Hermione supo reconocer rápidamente: se peinaba innecesariamente con los dedos de la mano derecha a veces, tal y como lo hacía Harry cuando estaba nervioso.

-¿Por dónde empiezo? –murmuró, sin bajar demasiado el volumen de su voz, haciendo que Hermione escuchase perfectamente. La respuesta lógica, que ella siempre tenía y era la primera que se le venía a la cabeza, surgió de sus labios.

-Por el principio.

-Pues… entonces tendría que contarte todo y el porqué de todo. Todo parte de mi historia, la de los Malfoy, la de los que se hacen llamar sangre pura.

-Tengo mucho tiempo, y mi capacidad de comprensión es alta según las estadísticas. Creo que podré seguirte el ritmo. –le aseguró, con una pequeña sonrisa en los labios. Era gracioso y completamente inusual ver a su enemigo de toda su vida escolar, a un Slytherin y a un Malfoy así. Sin saber que decir, como decirlo y estando… ¿nervioso? Se peinaba el cabello con los dedos de la mano derecha, un par de veces y demasiado rápido como para ser casual.

-Está bien. –inspiró con fuerza, y dejó salir el aire con suavidad. Cerró los ojos un instante, organizando una vez más sus pensamientos, y abrió sus ojos, viendo solamente los de su compañera. Así se concentraría mejor en lo que diría, pues eran tan atrayentes por su forma y color, que si no lo impedía, no podía sacar los ojos de ese lugar.- Desde que hace mucho tiempo, en los de la era merlineana, y los fundadores de Hogwarts, se ha proclamado un tipo de clasificación entre las personas, que solo unos pocos han decidido seguir. La sangre. Salazar Slytherin fue uno de los primeros que defendió esa postura, llegando hasta el punto de romper su relación con los demás para poder continuar su camino. Luego, los que eran exclusivamente descendientes de magos se podían llamar sangre pura, proclamarse limpios de sangre muggle. Como en ese entonces, los magos eran perseguidos por practicar la magia, los magos sangre pura empezaron a odiarlos, tomando represalias contra los que ni siquiera tenían algo que ver. Uther Pendragón, rey de la Inglaterra de épocas pasadas, fue quien nos perseguía. Su hijo, moldeado y aconsejado por Merlín, un mago de destino poderoso y difícil, fue quien hizo terminar con la caza de las brujas, como se le llamó. Arturo Pendragón fue quien paró todo, luego de daños irreparables en la psique del mundo mágico. Aunque personas como Godric Gryffindor defendían a los hijos de muggles, había otros que defendían a los magos.

-Eso es ilógico. La nueva generación de muggles no tenía nada que ver con la caza de brujas. Que tomaran represalian contra ellos es muy injusto, demasiado a mi parecer. –se enojó Hermione. "¿Cómo se atrevieron a hacer algo así?" Pensaba escandalizada.

-No olvides que habían hecho mucho daño, matando también a los inocentes que, tan solo por saber practicar un arte natural como era la magia, eran condenados a morir quemados en la hoguera, ahogados en el mar y mil torturas semejantes. Siguiendo con la historia, los sangre pura, rencorosos con los muggles, quisieron dar el mismo legado a sus hijos, que no olvidaran nunca lo que yo te estoy contando. Por eso se casaron entre ellos, para mantener la pureza de la sangre. Manteniendo la superioridad entre ellos, excluyendo a los muggles. Por supuesto, hubo ovejas negras en las diferentes familias, que se separaban del cauce natural y se casaban o se hacían demasiado amigos de los muggles, convirtiéndose así en lo que se denomina "traidor a la sangre".

-Lo que, según esos términos, es Ron.

-Exactamente. Pues, en mi caso, fue igual a los sangre pura originales. Mis padres quisieron darme la misma educación que la suya hace mucho tiempo: la superioridad de los magos versus los muggles. Yo siempre fui consentido en todos mis deseos, y cuando digo todos son absolutamente todos. Fui un niño mimado, pero que tuvo una educación estricta en todo a lo que los hijos de muggles, los muggles mismos y todo lo que eso conllevaba. Las familias no perdonan nada, y si te llevas con los muggles, eres borrado del árbol familiar, y es como si nunca hubieses existido, simplemente. Te olvidan, y tú debes olvidarlos a ellos también, pues nunca van a volver a admitirte en su seno.

-Es algo… cruel, ¿no lo crees?

-Es lo justo. Si le dan la espalda a lo que siempre se ha predicado en sus familias, es normal que los borren de su memoria. La sangre va por sobre los lazos familiares. Ahora, a mí siempre me dieron todo con la condición de que les retribuyese, obedeciendo a todo lo que dijesen. Yo tenía cerca de seis años cuando me hicieron elegir, y en ese tiempo me parecía completamente beneficioso que a cambio de mi voluntad me diesen todo lo material que quisiese. Después de todo, no era mucha la voluntad que tenía a esa edad.

-Y ahora cambiaste de parecer. –afirmó Hermione, meditativa, pellizcándose suavemente el mentón.

-Más que nada, no me parece justo que cambie mis decisiones por un par de estúpidos caramelos. Mis padres deciden con quien me casaré y con quien me juntaré, donde trabajaré, donde viviré. Controlarán cada paso de mi vida, mis hijos, mis logros, mis contactos, mi trabajo, todo lo referente a mí.

-¿Y no hay nada que puedas hacer? –preguntó ella, seria y con una mente bullente de ideas en cuanto a Draco Malfoy se trataba.

-Romper el pacto. Alejarme de mi familia y vivir mi vida por mi cuenta. –los ojos de Draco se oscurecieron un poco, como si la luz que llevasen, esa tan natural en los jóvenes, se perdiese y estuviese errante. Triste.

-Es como escapar de tu casa, o algo parecido, ¿no es así? Dejar todo atrás y comenzar una vida totalmente nueva. –Hermione seguía viéndole fijamente, pensativa pero consciente de cada palabra que decía su compañero Slytherin.

-Soy un niño mimado. No podría escaparme y dejar lo único conocido que tengo. Tampoco podría valerme por mi mismo, pues no tengo nada de dinero a mi nombre y las familias que conozco, que incluyen a mis amigos, me olvidarán, harán como si yo no existiera. Sería un traidor, y cualquiera que tuviese el menor trato conmigo lo sería también. Quedaría solo, sin nadie con quien contar, y yo podría morir. No estoy hecho para valerme y vivir por mí mismo, sino para ser servido. Lo que me queda y que puedo hacer es seguir el cauce, ser feliz en mi status quo.

-¿Y qué harás? –Draco, que había bajado su mirada, la levantó a los ojos de Hermione, grandes y brillante, provistos de atrayente color y forma. Ella se veía poderosa, tan solo por tener un aura de decisión y seguridad. Una Gryffindor.

-¿A qué te refieres?

-No has dicho lo que harás. Has dicho tu disyuntiva: o te unes o te separas. Y también has dicho que eres un niño mimado, lo cual tan solo te resta puntos en lo que has de hacer. Puedes perfectamente hacer lo que se te antoje, pero lo que quieres es ya otro tema. Si quieres tener el control de tu vida, elegir lo que vas a hacer, puedes seguir el camino de la rebelión. –al ver la cara de estupefacción del joven Malfoy, se explicó- Es difícil, pero puedes lograr lo que sea si lo quieres de verdad. Todos pueden hacerlo, pero el caso es que tú lo hagas, que hagas valer tu opinión. Puedes hablar con tus padres sobre lo que te acongoja, sobre el pacto que hicieron y que quieres romper.

-No me escucharán. Tienen una mente demasiado cerrada como para albergar que yo quiero tener decisiones propias, que ya no soy un niño. –el rechazo de Malfoy a su idea era algo que predijo antes de siquiera abrir la boca, así que siguió contando todo su plan.

-Y un cuerno. Si no te escuchan, vas al plan b). Te escapas y vives tu vida tal y como la planeaste siempre: libre. Libre para hacer todo lo que quieras, siempre y cuando sea legal, por supuesto. Simplemente es así, si lo que quieres es libertad, libre expresión.

-No lo sé. Es demasiado complicado como para lograrlo o siquiera hacerlo. –la indecisión de Draco le era lógica, así que, en vez de presionarle como haría normalmente, se decidió a consolarlo.

-No es necesario que se haga de un día para otro. De hecho, lo más probable y factible es que lo digas en un año y medio más, cuando salgamos de Hogwarts. Para entonces podrás tener un plan de vida bien hecho, poder tener una idea de cómo sobrevivir y todo eso. Ya siendo mayor de edad puedes usar la magia, lo cual te hace el trabajo drásticamente más fácil, así que arregla esa cara y felicítate de obtener un consejo de tu servidora. Puedes crear tu futuro con tan solo pensarlo, pero la clave es hacerlo.

Draco vio fijamente a la chica, con una cara serena y los ojos un poco entrecerrados, observando cada detalle de su rostro, como si quisiera recordarlo exactamente para luego retratarlo. Le era tan familiar y a la vez tan nuevo, que no podía hacer otra cosa que repasar su mirada una y otra vez. Terminada su inspección, se levantó lentamente, aún sereno, pensando. Se sacudió el uniforme, que estaba algo sucio y mojado por la ligera capa de nieve que había estado en el suelo. No se había dado cuenta del detalle, pero en su conversación, ni una vez se dio cuenta de que había estado sentado en la nieve, fría y escarchada.

Al estar ya de pie y bien arreglado, empezó a caminar hacia el castillo, a pasos largos y lentos, como si paseara por el desierto lugar. Hermione simplemente no atinaba a nada más que verle partir. Era extraño, pero casi le gustaría pasar más tiempo con él, charlando como si una enemistad de ya seis años no se interpusiera en medio. Era raro, pero le gustaría saber completamente como terminaría la historia de Draco. Era diferente, pero le había gustado escucharle a él. Escuchar su voz y ver sus ojos.

-Supongo que debo agradecer la charla de autoayuda por Hermione Granger, ¿no? –sin darse cuenta, Draco estaba a solo seis o siete metros, detenido completamente y vuelto hacia ella.- Me la he pasado bien, aunque sinceramente esto no estaba en mis planes.

-En los míos tampoco. –Ambos no sabían que hacer. ¿Odiarse? ¿Tratarse bien? ¿Olvidar todo y a ellos mismos? O, simplemente, dejar pasar y tal vez, empezar de cero tácitamente- Pero fue agradable.

-Sabes que un mago sangre limpia y una bruja hija de muggles no pueden ser amigos, ¿cierto? –el que él dijese eso era una puñalada a su orgullo y a su corazón ¿Le rechazaba? ¿Le sacaba en cara que de ninguna manera iban a llevarse bien? ¿O tan solo era inseguridad?

-Pues dependerá del sangre limpia, si se atreve a ser amigo de Hermione Granger. Después de todo, si ambos son jóvenes y creen en la sinceridad y amistad verdadera del otro, pueden intentarlo y salir victoriosos. –se atrevió a decir ella, mostrando la bandera blanca simbólicamente.

-Entonces, supongo de nuevo que nos veremos… pronto.

-Vivimos en el mismo castillo. Creo que no será tan difícil. Incluyendo que varias veces a la semana compartimos clases. –aseveró Hermione, con tono serio pero tinte bromista. Draco le sonrió, con una sonrisilla pequeña, pero luego se humedeció los labios para preguntarle algo que podría llegar a ser, y que quería probar.

-¿Piensas pedirle a alguien ir al baile? –la pregunta descolocó a Hermione, pero respondió rápidamente, teniendo una respuesta en menos de lo lees esta frase.

-No. Ya me hice a la idea de que una tarde de lectura es mucho más producente que bailar toda la noche. Además, no quiero que me acusen de pedófila cuando invite a alguien dos años menor que yo, o incluso más. –rió ella, mostrando unos dientecitos perfectos, y produciendo un sonido suave que le hizo interesar al Slytherin. Era un risa extrañaba, pero no por eso menos… ¿bonita?

-Entonces, podemos ir al baile.

-¿Juntos? –si a Hermione no le dio algo en los siguientes cinco segundos, fue porque Draco explicó, sin percatarse de la cara de completa incredulidad de la chica.

-Pues sí. Yo te llevaría del recibidor al Gran Salón, bailaríamos un par de piezas para no hacer el tonto entre todos, y luego beberíamos algo, además de admirar la sobrecargada decoración de Flitwick. No me lo perderé por nada del mundo si Dumbledore dice que va a ser tan deslumbrante. Además, aunque no te prometo pegarme y estar junto a ti toda la noche, quiero reírme de algo más que yo. Tus amiguitos, Potty y Weasel, por ejemplo. Sin ánimos de ofender, por supuesto. –Caminando de espaldas, y empezando a ver unos copos de nieve cerca de donde estaba Hermione, Draco le sonrió, con la misma sonrisa pequeña de "tengo una razón para ser feliz, pero no soy un tonto y le digo a todo el mundo".

-Supongo que sí. ¿Nos vemos a las ocho menos cuarto en el recibidor?

-Trato hecho. Lleva algo decente, por favor, o si no desentonarás con mi perfección de chico atrayente y bien parecido. Creo que los colores oscuros te irían bien en un vestido de noche, o algo más bien azul. Darían a tu piel un tono de crema y rosas. Lo suficientemente bien como para la noche. –seguía caminando a pasos cortos y muy lentos hacia atrás, dando paso a las despedidas. Aún seguía con la sonrisilla en su boca pequeña, de labios finos.

-¿Ahora dices que eres un experto estilista? –se burló ella, también empezando a levantarse. Los copos de nieve que cada vez eran más y más, no le gustaban ni un poco.

-Tú lo has dicho, yo no. –Ella tan solo rodó los ojos ante la afirmación. Y sonriéndole, Draco le hizo una reverencia al mejor estilo de los caballeros de antaño- Buenas tardes, Hermione Granger.

-Buenas tardes, Draco Malfoy. –ante eso, Hermione hizo lo propio, usando la falda del colegio para inclinarse, moviéndose como una muñeca, dejando ver el buen talante detrás de eso.

Él nunca dejaría de ser él aunque se llevasen mejor que nunca. Un tonto con buenos modales. Pero Hermione tampoco quería que cambiase, pues sino ¿Quién sería Draco Malfoy?

OoOoOoOoOo

Lamento si es muy largo, pero todo eso debía caber dentro de un capitulo. Lo siento, pero quise también dar algo largo. Es un récord en el tiempo de lo que escribo, pues me tardé solo un día en armarlo. Incluso, la conversación entre ellos era sobre otro tema –que diré en el próximo capítulo- y el problema de fondo de Draco se creó cuando estaba escribiendo la "Historia de los sangre pura". Pero creo que ha quedado bien.

Si se preguntan sobre "Opción" y "Mi mundo", están en desarrollo. El capítulo de Opción ya está armado de base, pero me falta un trozo de la escena principal y rellenar los diálogos, pues lo escribí demasiado apresurada hacia el final, sin poder expresar todo. En cuanto a Mi mundo, me falta, pero voy trabajando. Aún debo ordenar mis ideas en cuanto a la trama, pues hay detalles que no quedan.

Se supone que en este fic "Baile de Navidad" –que va a ser corto, como cuatro capítulos como mínimo, cinco como máximo- está habituado lejos de la guerra, con cambios que son más felices. Harry venció a Voldemort en quinto año, Draco no fue nunca mortífago, pero si su padre, con tan solo una multimillonaria suma, Fred no murió y Dobby tampoco –amé a ese elfo, de verdad-, y como notarán, Dumbledore está vivito y coleando. Snape es profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras, y Ron y Hermione no son pareja –ni se han besado, cabe aclarar-. Harry Ginny están saliendo y Ron se las da de picaflor.

Espero poder subir más rápido, pues me han regalado un computador nuevo -¡hurra!- que aún no tiene internet -¡maldición!- pero con el cual escribo más rápido -¡hurra, otra vez!-. Los veo en otra actualización, que será pronto, pronto.

Mil besos desde Chile.

Casey Malfoy (llamada Sofi donde vivo y registrada como SeleneCassiopeiaMalfoy)