Baile de Navidad
Capítulo 3: Albatros Aparentium
Draco caminaba distraído por los pasillos con su acostumbrada compañía: desde hacía algún tiempo, Pansy se le había pegado como una lapa, sin dejarle moverse más que cuando iban a clases distintas, siendo estos los únicos momentos libres en los cuales podía estar libre de la peste que implicaba estar en el radio de Pansy Parkinson. Aunque había intentado varias veces alejarla con sus palabras, con sus actos y con sus amenazas, Pansy siempre quería llenar todo con sus palabras, con sus gestos, con sus mohines de niña caprichosa y mimada. Cada berrinche que hacía por lo mal que le trataba, según ella, le hacía crispar los nervios, y por cada chillido que retumbaba en sus oídos surgido por la potente garganta de la Slytherin, Draco sentía que envejecía unos siete años por lo menos. Y si seguía con ese patrón de molestias, iba a llegar a su ancianidad en menos tiempo de lo que dices "Quidditch". De hecho, ya había estado pensando en hacer un testamento si no hechizaba a Pansy primero.
-…Y Draco, Blaise me llevará al baile, como sabes, pero dices una palabra y yo voy junto a ti. Ya sabes, para bailar muy juntos y pasarla muy bien en toda la noche… -el aludido volvió a la realidad, que se mostraba en el aspecto de ir en camino de la clase de Transformaciones esa mañana. Pansy iba colgada del brazo que no llevaba su mochila, y le parloteaba acerca de todos los detalles que poseía, como su pareja, su vestido, sus zapatos, su maquillaje, que se había cortado el cabello hacia algunas semanas, que si todo iba bien iba a ser la chica más deseada en todo Hogwarts, y miles de cosas más. Pero, como siempre, Draco la ignoraba. Efectivamente, chicas como Pansy Parkinson eran la razón por la cual iría con Hermione al baile, pero no lo había dicho a nadie, por lo cual Pansy hacía como si el no tuviese pareja y que moría por llevarla a ella, lo cual no sucedería –y haría todo lo posible por evitarlo, estaba seguro- aunque fuese la última mujer soltera en el mundo entero.-… Y mi vestido será color guinda. Ese es un color que combina con todo, ¿sabes? Yo me encargué de supervisar todo el trabajo de los elfos. Tú sabes que si uno no los vigila pueden arruinarlo todo, esas pequeñas pestes torpes ni siquiera serían capaces de usar una aguja si no tuvieran amos.
Esa era otra razón de "porque Hermione y no Pansy". La Slytherin era despiadada con todo el mundo al cual ella considerara como inferior, y si le dabas un puesto de cargo real frente a otra criatura, sería una tirana maligna, que por tan solo la falta de razones le llevaba a maltratar a los elfos domésticos. No había nada más distinto que Hermione, siendo esta la única parte activa de la P.E.D.D.O., afiliación que sabía no funcionaba, pero que demostraba que ella quería hacer el cambio sin saber cómo moverse más rápido. Y la última razón era…
-¡DRACO, NO ME ESTÁS ESCUCHANDO! –La razón número tres era que con Hermione, su oído no sufría. Nunca gritaba, nunca hacía berrinches ni lloriqueaba para obtener lo que quisiera. Siempre tenía lengua suficiente como para acallar a los demás, siendo así divertido molestarla a sabiendas de que la obligaba a defenderse. En cuanto a Pansy…- ¡NO ME PRESTAS ATENCIÓN Y CADA VEZ ES MÁS FRECUENTE! ¿ES OTRA, CIERTO?
-¿Qué? –La cabeza de Draco iba a explotar si seguía así, pero no tenía ninguna manera de alejarla.- ¿Qué otra, Pansy?
-Otra chica. Tienes a otra chica como novia, ¡y no nos quieres decir! –la primera reacción de Draco y lo primero que sintió fue la incredulidad. Es decir, él era un Malfoy, y todo Slytherin sabía que no había que molestar a su príncipe, pero claro, no es que Pansy tuviera muchas luces. La segunda reacción y sentimiento fue la ira, sintiendo que, si no fuera una chica, le iba a dar un puñetazo en el rostro. Y la tercera reacción fue la defensiva. Y como era un Slytherin, él se defendía con el sarcasmo y la actuación, preferentemente.
-¿Y eso a ti qué? –al escuchar la respuesta ácida del que creía ya su nuevo novio, Pansy puso una cara de ofendida, y exclamando con voz muy fuerte, pidió, lo que creía, le correspondía.
-¡Que debes invitarme a salir, por supuesto!
-Pansy, tú no me gustas, nunca me has gustado ni me gustarás. Yo… -Draco suspiró hondo. Si no se lo decía ahora, a ella y al resto del mundo que siguiera sus intenciones, el baile le iba a decir unas cuantas verdades a los demás. Incluyendo también a Potty y a Weasel- tengo pareja para el baile. Tú tienes a Blaise, y eso debería de bastarte.
-Draco, yo soy la única mujer que es para ti. Blaise no es nadie, tan solo… tan solo es mi segunda opción. Yo sé que tú quieres llevarme a mí al baile, y que por creer que no estaba disponible elegiste a otra chica, pero no es así, amor. Draco, mi Draquito, yo soy tuya, y de nadie más. Yo sé que vamos a ir al baile, los dos juntos.
-Entonces, yo creo que vamos a tener problemas, pues yo nunca, en mi vida, querría atarme a una chica como tú. A quien quiero llevar al baile es de mi sola intención, y aunque fueses la última chica soltera en el mundo entero, no te pediría a ti que me acompañases, y con Blaise o sin él, si yo quisiera hipotéticamente el ir contigo habría hecho todo lo posible. Y creo que, si yo no he movido ni un solo dedo para obtener tu compañía, debería de bastarte lo que te estoy dando: nada. Además. –Si no fuese porque era de Pansy de quien hablaba y él era Draco Malfoy, eso casi parecería un mal intento de obra teatral a lo Gilderoy Lockhart. De hecho, se sentía un actor de segunda, pero era un Slytherin, así que con la mirada más fría que pudo emitir, culminó la oración.- No me llamo Draquito, y ese es el peor error que pudieses cometer.
-Pero, yo…
-Nos vemos, Pansy. –"nos vemos en el infierno", pensó en su fuero interno, y escapó lo más rápido posible de la escena que Pansy querría montar.
Y, luego de estar mucho tiempo con la molestia que podía llegar a ser la chica Slytherin, se alejó.
Biblioteca, después de almuerzo.
Draco, luego de pasar un rato a solas y disfrutando del silencio que le rodeaba, se dirigió a la biblioteca. Razón: si Pansy ya se había enterado que él tenía como pareja a otra chica, de seguro querría obtener venganza de quien no se lo merecía. Por lo tanto, necesitaba decirle a su pareja, quien era Hermione Granger, que debía cuidarse. ¿Por qué? Principalmente, dos razones. La primera era que si la humillaban a ella, lo pasaban a llevar a él, y nadie en su vida pasaba a llevar a un Malfoy. Era un código que se debía respetar por las serpientes. Y la segunda razón era que no quería que la vida de Hermione fuese un infierno, pues… ehm… ¡para eso estaba él! Sí, él debía hacerle la vida imposible de la peor manera, y por eso no se podían meter con ella. Sí…
Como de costumbre, a esa hora Hermione estaba revisando la biblioteca, al parecer buscando un libro en específico. No avanzaba mucho, pues a cada segundo estaba distrayéndose con cualquier ejemplar en las estanterías, siguiendo en la búsqueda del misterioso libro. Y ya llevaba cuatro libros en sus manos cuando en realidad debía pedir solo uno, el cual debía usar para hacer la redacción de Transformaciones sobre los principios de los encantamientos y propiedades de la transformación. Ya se los sabía, pero prefería agregar material y datos para que fuese aún más contundente de lo que sería solamente con el libro de clases. Y como estaba tan distraída leyendo los títulos de los libros, no escuchó como un alumno se acercaba rápidamente a ella, a la sección más alejada de la puerta. No habían muchos estudiantes si por no muchos tomamos en cuenta a unos dos que estaban devolviendo sus libros a Madame Pince, al otro lado del lugar.
-¡Granger! –escuchando una voz profunda llamándola, la respiración de alguien en su nuca y la repentina aparición, Hermione se asustó, y de esas veces en que era de verdad. Es decir, escuela de magia, sola en ese rincón de la biblioteca, ambiente espectral… tenía lógica. Y soltando los libros de improviso, dio un gritito que provenía desde el fondo de sus pulmones, que con los estantes de libros en su alrededor, cortó el eco, agregando un respingo que iba incluido en el pack del horror. Tan pronto como se recuperó del susto (que fueron dos o tres segundos), notó que el alguien que la había llamado se estaba riendo. Un momento… ¿riendo? Y, dándose vuelta, lo vio a él, y por eso sus manos se dirigieron automáticamente a golpearle el hombro.- ¡Ouch!
-Te lo mereces por querer ser un espíritu de ultratumba. –sentenció, y empezó a recoger los libros que habían caído al piso. Draco, quien aún seguía riendo por la escenita que Hermione había realizado al mejor estilo de película de terror, le ayudó.
-Y tú te lo mereces por sugestionada. No creo que todas las personas que te buscan sean recibidas con un grito y un golpe, y espero que tú tampoco lo creas.
-Es solo que, Malfoy, contigo todo es diferente. Desde las peleas hasta las veces en que la pasas sin insultarme, o cuando yo te golpeo o te hechizo.
-¿Y eso lo tengo que tomar como un halago o un insulto?
-Tómalo como quieras, pero creo que es un término medio. –Los libros ya estaban recogidos del suelo y bien apilados en la estantería que, para la altura de Draco quedaban algo pequeñas, ya que posiblemente eran del mismo tamaño. Hermione, quien ya se veía algo más calmada, volvió su faz, blanca pero sonrosada por el frío, a Draco.- Ya, ¿Qué querías?
-Hablar contigo.
-¿Y sobre que, si se puede saber?
-Pues… -¿Cómo empezar sin que le asesinara a sangre fría? Estaban solos en un pasillo que estaba demasiado lejos para que algún alumno en su sano juicio paseara por allí, y luego estaba el que Madame Pince no se levantaría de su sitio a no ser que media biblioteca estuviera en llamas. Pero la cara de Hermione, que ya empezaba a expresar su impaciencia, le decía que no tenía mucho tiempo para replantearse las veces en que Madame Pince hubiese salido de la biblioteca en horarios de trabajo.- Como le he dicho a Pansy que yo ya tengo pareja, ella no se lo ha tomado muy bien. Y ya que los chismes corren en Hogwarts como escobas en mundial de Quidditch, probablemente vaya a querer… tú sabes… vengarse.
-¿Qué? ¿Pansy Parkinson? –Hermione, luego de la estupefacción que bañó su rostro, soltó una risita a la vez que volvía a tomar los libros. Ignorando a medias al chico rubio que estaba a su lado en busca de una respuesta más contundente, siguió buscando el ejemplar que necesitaba.- Malfoy, si Parkinson es o era tu novia, no tengo problemas en que vayas con ella si es lo que quieres. Después de todo, si me va a hacer la vida imposible a mí y te va a gritar o decir cosas cuando estés en su campo visual, no creo que sea algo afortunado a no ser que de verdad estés perdidamente enamorado de mí, lo cual no es el caso.
Draco bufó sonoramente a la vez que la seguía. Como gesto inconsciente, le quitó los libros que cargaba en sus brazos a la Gryffindor, y replanteó una respuesta que ella sí entendería.
-Granger, si yo quisiera a Pansy como mi pareja, hubiese hecho incluso que Blaise, su pareja, rodara colina abajo para que se quebrara ambas piernas y no pudiese bailar, en un caso extremo claro está. Pero no lo quiero y mucho menos que esa pervertida mujer vaya a corromper mi inocencia. –terminó con palabras lastimeras, haciendo que Hermione hiciera rodar los ojos.
-Tú tienes de inocencia lo que yo tengo de cotilla, así que es mejor que no piense en que habrá hecho Parkinson para que no la quieras como pareja. Es guapa, es Slytherin, es sangre pura… y no es que me parezca mejor, sino que ella es compatible contigo.
-Pero olvidas que es racista, no muy inteligente por no decir que tiene el coeficiente intelectual de una dona muggle, y aunque me quiere como pareja oficial sé que no se conformara con solo un hombre, aún si es Draco Malfoy. Además, ¿con quién iras tú si yo estoy con otra persona? –le preguntó, creyendo ponerla en una encrucijada. Pero ella tan solo se encogió en hombros y con su dedo índice en los lomos de los libros, siguió buscando.
-No es gran cosa si es que no quieres ir conmigo. No puede ser tanto, y siempre habrá más bailes después de este, así que no es que me pierda de mucho. Creo que tengo trabajo pendiente de la última clase de Transformaciones y no he terminado el ensayo de Flitwick. De hecho, si no fuera porque tengo pareja, me quedaría actualizando deberes. –Esperen… ¿Hermione Granger se quería perder el baile de Navidad de Dumbledore? ¿Al que tanto esfuerzo le habían puesto todos? ¿El genial baile de Navidad? Algo raro sucedía, y un Malfoy nunca se queda con la duda.
-Granger, sé que tú no eres asidua a salir de noche ni tampoco a bailar desenfrenadamente, pero si no quieres ir al baile de este año, es porque algo raro te sucede. ¿Qué pasa? ¿McGonagall no te dio puntos por alguna respuesta? ¿Potter te ignoró completamente por su novia comadreja? ¿O Weasley te dejo de lado por esa noviecita Gryffindor? –el rostro de Hermione, que estaba cabizbajo, le dijo que había dado en el clavo. El mentón de Hermione se elevó, así dándole un aspecto altanero, pero no se veía poderosa, ni segura. Se veía asustada, rota, como si una herida le estuviese supurando, pero se estaba escudando bajo diferentes máscaras para que nadie tocase esa herida. Y eso, sin querer, preocupó una parte de Draco, esa parte que no usaba en lo más mínimo simplemente porque no tenía a nadie con quien usarla… a excepción (odiosa excepción, debía aclarar) de ella.- ¿Es eso? ¿Potter y Weasley te ignoran por sus noviecitas?
-Si te refieres a Ginny y a Lavender, pues en realidad no es que sea algo novedoso. Siempre están con ellas, y se besan, y se miran… como si nada más en el mundo importara más que el otro. Y eso… no es algo nuevo, por tanto, no es que me afecte, en serio. Yo… estoy bien, solo algo cansada. –Hermione le dio una mirada y una sonrisa que intentaban ser de una persona agotada por el trabajo que hacía. Pero Draco la conocía demasiado bien como para poder creerle, además de que no le creía.
-Granger, tú nunca te cansas. Puedes dormir cinco horas o menos y siempre podrás hacer todo lo que te pidan o debas hacer. Además, si tus amigos no te prestan la debida atención, eso te deja en segundo plano, ¿cierto? –Hermione, quien no podía creer que le sucediese eso a ella, tan solo puedo asentir con fingida indiferencia. Se suponía que nadie debía saberlo, que ella estaba bien, que no necesitaba a nadie.- Pero eres demasiado fuerte como para dejarte abatir tan solo por eso, así que es otra cosa. ¿Qué es? Y lo sé, así que no me mientas.
La mirada acerada que le dirigió Draco la desarmaba poco a poco, más por lo definido y potente que por lo atrayentes que eran. Y como él ya le había dicho un secreto profundo, ella también debía hacerlo como deuda tácita. Respiró profundo un par de veces, le devolvió la mirada, y luego se fijó en lo interesantes que eran las cubiertas de los libros que el Slytherin tenía en sus brazos.
-Yo… les pedí que me dijeran si mi vestido para el baile era bonito. Estaba en su cuarto, y quería su opinión de verdad, así que los obligué a verlo. Yo… lo diseñé yo misma, y no sabía si en realidad me quedaba bien, así que lo examinaron a consciencia. Me dijeron indiferentemente que sí, era bonito. Les pregunté si era solo bonito, porque era tal y como si hablaran del clima para mañana, como si no les interesara. Y ellos contestaron que sí. Me conformé con lo que dijeron, pues la verdad es que no tienen un léxico muy desarrollado en cuanto a lo que apariencia se refiere, por lo que me preocupe. De hecho. –Y meditó un poco antes de seguir.- Creo que no quería que me diesen su opinión real, sino que me dijeran que yo era bonita, muy bonita.
-¿Y qué sucedió luego?
-Yo había guardado mi vestido en el fondo de mi armario, para que nadie lo viese, y estábamos en la sala común. Ginny y Lavender, las dos juntas, les pidieron que fueran a la habitación de los chicos, y yo fui por curiosidad, porque no era nada de parejas o algo parecido. Me invitaron ellas, a decir verdad. Ella querían su opinión sobre sus vestidos para el baile, si les quedaba bien y todo eso. Sus vestidos eran lindos, y me gustaron. Les dije la verdad, aunque con Lavender el color rosa chillón no iría con su cabello o que el dorado no va con Ginny. Pero… Harry y Ron se deshicieron en palabras en lo que respecta a ellos. Hermoso… creo que precioso fue lo menos que les dijeron. Yo sabía que esos no eran los vestidos reales, que tan solo era una prueba para que les dijesen algo halagador. Pero, la forma en que lo dijeron fue tierna. Están muy enamorados, y yo tan solo soy un mal tercio para lo que ellos tienen.
-Te tienen descuidada. –sentenció él.
-Más o menos. Sé que no es su culpa, pero la verdad es que tener un reducido grupo de amigos me está jugando en contra. Y sé que no debería molestarme o importarme, que yo misma debiera bastarme, pero es complicado cuando todo el mundo te ignora y te sientes la mujer invisible. Todas son más bonitas que yo, y siempre quedo en último plano haga lo que haga. Y aunque suene como una niña insegura es porque es así. –pareciera a punto de llorar, y aunque fuese algo demasiado sensiblero para su gusto y el de la misma Hermione, la quería hacer sentir mejor. Que él fuera una razón para que sonriera. Porque tenía lindos dientes, y una linda sonrisa. Luminosa, así era ella.
-Granger, la razón por la que yo quiero que seas mi pareja y no cualquiera es porque tú eres diferente. Diferente en un buen sentido. Siempre tienes una respuesta para todo y todos, ya sea una duda de McGonagall o Longbottom, o que yo te diga algo hiriente. Eres benévola con los demás, y siempre tienes que pensar lo mejor de las personas sea quien sea, incluyéndome a mí. Además, si dejaste a todos con la boca abierta en cuarto año, quisiera ver que tal te luces mañana. –le guiñó un ojo a la vez que veía cómo se sonrojaba. Ella nunca recibía cumplidos, y mucho menos desde que la habían dejado de lado. Y Draco Malfoy se sorprendía gratamente a veces cuando esa chica se sonrojaba.
-Gracias, Malfoy. –y sonrió. Fue especial, porque no le sonreía ni a Harry o a Ron por alguna broma, no le sonreía a Neville por hacerle sentir mejor, no le sonreía a alguna persona, como un profesor, por cortesía. Le sonreía a Draco, no a Malfoy en realidad. Y le sonreía porque le había hecho sentir mejor.- ¿Me querrías ayudar a encontrar un libro?
-¿Cuál? –preguntó él, aparentemente solícito luego de que ella se relajara y se mostrara más abierta.
-Es uno sobre los principios de los encantamientos y las propiedades de la transformación. Había unos pocos ejemplares, y no creo que los hayan utilizado todos, pues solo tenían un par de datos para los de sexto que se pueden encontrar en otros libros, y son principalmente por lo básico de las Transformaciones. Había cinco, pero no encuentro ninguno.
-Si es tan solo para los de cursos inferiores, pues podría estar en otra estantería, ¿no crees, Granger? –Hermione, quien pareció pensarlo un instante, asintió. Y, con la seguridad del que conoce bien la biblioteca, se dirigió a las estanterías de transformaciones para los de sexto. Llegando ya al lugar, con Draco pisándole los talones, paseó su dedo índice en los lomos de los libros, buscando el tomo que necesitaba rápidamente. Iba muy rápido, por lo que no tardó mucho tiempo en detenerse en alguno de ellos.
-Puede que… tal vez podría ser que… ¡lo he encontrado! –Exclamó en voz baja la chica, sacando el libro correspondiente.- "Transformación: Principios elementales". Solo quedaba uno, ¿crees esa suerte, Malfoy?
-¿Qué es eso?
-¿Eh? –Hermione se volteó hacia donde estaba su compañero, quien señalaba curioso un libro oscuro, que tenía grabado un símbolo muy extraño en el lomo, dorado pero con una figura bamboleante y algo atrayente.- Pues, supongo que debe de ser sobre transformaciones… o está en el estante incorrecto. Peligroso no debe ser, pues sino estaría en la sección prohibida, pero puede que algún alumno se haya equivocado y…
-Shhh… -le susurró Draco, sacando con maestría el libro de su lugar. Era pesado, aproximadamente unas seiscientas páginas por lo menos, pero tan delgadas y frágiles como las de una verdadera Biblia. Abriendo por fin el libro, los dos leyeron lo que rezaba el encabezado:
"Transformaciones de magia antigua"
-Nunca lo he visto por aquí nunca… ¿de qué tratará? –la curiosidad de Hermione, que subía efervescentemente dentro de sí, la llevaba a leer lo que ese antiguo e interesante libro les mostraba a ambos, sin poder refrenar por nada su sed por el conocimiento.
-¿Transformaciones relacionada con magia antigua, tal vez? –Ironizó Draco, pero no pudo evitar pasar la página para ver que más decía, que seguía.- "De sillas a aves ancestrales, de árboles a dragones" –leyó atentamente.
-¿Qué es esto? ¿Transformaciones avanzadas? Es prácticamente imposible transformar un árbol a un dragón. Imposible.
-Y sin embargo, aquí dice cómo. –Draco hizo el ademán de pasar la página, pues lo que veían era el enunciado y un dibujo a lápiz (lo de antiguo nada se lo podía quitar), pero fue frenado en seco por Hermione, quien escandalizada le sostuvo los dedos con su mano.
-Aun así. –le interrumpió, quitándole el libro hasta rodearlo con sus brazos, alejándolo del chico.- Es peligroso. Se necesitarían muchos magos bien coordinados y enseñados como para siguiera dominar un dragón real, ¿Cómo será transformar uno? Y además, apenas somos alumnos de sexto año como para hacer cosas como esas.
-Pero… Granger.
-No. Lo dejaré en su lugar y haremos como si nunca hubiese pasado. Incluso podría dejarlo en la sección prohibida, este libro es dinamita en las manos equivocadas… -farfulló Hermione en voz baja.
-Granger, ese libro, aunque no hagamos lo que dice, es oro puro. Nunca nadie ha escuchado como transformar un dragón, son criaturas mágicas que no se pueden hechizar. ¿Y ahí te enseñan cómo transformar un objeto inanimado a una de esas bestias? Es irreal, pero está allí. ¿Quién sabe que más guarda? ¿Qué desafíos y enseñanzas que en Hogwarts nunca nos dirán?
-Puede ser magia oscura… -balbuceó casi sin que se le entendiera, pues ella también quería leer el libro, no necesitaba de la persuasión para desear conocer los secretos que tanto anhelaba conocer.- Puede ser peligroso.
-No creo que por leer un par de líneas iremos a caer al piso muertos, un libro no puede hacer eso, menos un libro de Hogwarts. Solo… es el conocer. –los ojos de Draco, al igual que los de Hermione, brillaban de curiosidad, emoción y anhelo. ¿Qué podrían encontrar en ese libro? ¿Qué podrían conocer, aprender, controlar? Las posibilidades eran ilimitadas.
-Malfoy… tendrías que pedirlo tú. –sentenció. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro, y asintió a lo que Hermione decía.- Con estos libros ya no puedo pedir más, así que tú serás quien lo pida para compartirlo los dos.
-Muy bien. Vamos.
Aunque había pasado gran parte de su vida escolar dentro de la biblioteca de Hogwarts, nunca había pasado tan rápido desde el fondo hasta el principio en tan poco tiempo. Tendría que ver que ella nunca corría dentro de ese recinto de los libros, ni que el peso de los mismos le impedía moverse rápida o ágilmente, o que no necesitaba correr cuando había mesas de estudio para sentarse a leer. Draco llevaba los libros de Hermione con un brazo, y con la mano de su otro brazo llevaba a Hermione, lo más rápido que le diesen sus largas piernas. Como él era mucho más alto que ella podía ir más rápido, por lo que en menos de lo que dices "Chuddley Cannons" llegaron a la mesa de Madame Pince. La anciana señora estaba ordenando, apilando y marcando libros en su escritorio, lugar del que nunca nadie le había visto salir, y levantando su arisca mirada a los dos jóvenes que llegaron sin aliento y con una mirada brillante, les preguntó tan fría como el ambiente de allá afuera.
-¿Libro?
-Todos estos para Hermione Granger. –dijo Draco sin inmutarse, colocando en una pila perfecta los que llevaba de su compañera, mientras que la misma, quien llevaba el "preciado libro", intentaba recuperar la respiración para no morir sofocada por la corta carrera maratónica que le había tocado correr.
-Y este para Draco Malfoy. –farfulló ella, colocando el que quedaba junto a los otros.
Sin ninguna palabra más –tampoco es que Madame Pince fuese muy habladora, a fin de cuentas-, les devolvió los libros. Llevando de nuevo a la Gryffindor de la mano, corrió hasta un aula vacía. Por suerte, esta estaba vacía –ya que el frío que había no era muy acogedor como para reunirse a esa hora en cualquier otro lugar que no fuera una Sala Común- y allí los dos se sentaron –o, de nuevo, Draco arrastró a Hermione hasta un par de sillas-. La luz no era suficiente, por lo que con un hechizo no verbal de la castaña unas luces de color neutro iluminaron la estancia, dándole un ambiente cálido. Y como el frío era suficiente como para hacer helar un buey en la cima del Himalaya, se cubrió lo más posible con su capa, ignorando la falta de guantes, que serían muy útiles en esos instantes.
-¿Qué dirá? –dijo Draco, aún sin abrir el libro, pero examinándolo cuidadosamente con sus manos. Hermione, fijándose en su compañero, se dio cuenta de que las manos del chico era suaves, muy blancas y de uñas limpias y perfectas. Sus dedos eran largos y finos, muy perfectos. Fijándose en las suyas, vio que eran pequeñas en comparación, de uñas cortas y algunas durezas toscas por usar la pluma tantas veces, con algunas manchas de tinta por aquí y por allá. Eran diferentes, pero no por ello malo.
-¿Por qué no lo lees de una vez? –le dijo, llevando la lógica de su lado. No por nada era Hermione Granger.
-Si no fuera porque lo voy a leer, te respondería, Granger. –respondiendo, Hermione bufó.
-Sí, claro.
Dos horas después
-Inténtalo de nuevo. –le animó Hermione. Como se había negado tajantemente a probar cualquier hechizo que encontrara (ya que aparentemente el libro no tenía autor alguno, ni marca que dijese algo sobre el escritor), Draco intentaba hacer salir un ave de fuego de su varita. Como era magia blanca pero antigua y muy compleja, esas aves eran domesticadas, de diferente tamaño, brillo y forma de acuerdo al mago. Luego de intentar durante mucho tiempo, Draco no había sacado más que unas cuantas lenguas pequeñas de fuego. Eran como un patronus, pero simplemente y por más que intentara, no funcionaba.- De seguro estás haciendo algo mal y por eso no funciona.
-Eso es fácil de decir cuando no eres tú quien lo hace. –le respondió, malhumorado. Hermione, ya acostumbrada a esos comentarios, le siguió aconsejando a su manera.- "Para hacer aparecer a su ave, necesita tener un sentimiento cálido y firme en el pecho, hacer una floritura rápida con la mano diestra del mago o hechicera y pronunciar fuerte y claro el hechizo Albatros Aparentium". Ahora, tan solo siente esa emoción cálida, parecida al fuego, para que sea lo suficientemente fuerte, y luego realizas el hechizo. Vamos, que no es tan difícil.
-Lo es cuando no sabes que sentir, ni cuánto.
-Pues, tan solo recuerda muy fuerte. Imprégnate de algún recuerdo, inspírate y luego pronuncia el hechizo. –respirando hondo, Draco cerró los ojos. Estaba decidido a realizar ese hechizo, que tan solo dos personas lo conocían en Hogwarts: el mismo y Hermione. El nivel era bastante avanzado, y que algo saliera de su varita ya lo hacía un mago capacitado. Pero… ¿Cómo hacerlo por completo? La idea era que un ave saliera fácilmente de su varita, y luego revoloteara unos segundos por la habitación, en el caso de los magos completos, pues en los más fuertes debían salir por unos minutos. Al extender el sentimiento era la duración del hechizo. ¿Pero que sentir?
-Muy bien.
¿Qué podría recordar? ¿Su fiesta de cumpleaños a los cinco? Era el primer recuerdo nítido que tenía, y tan solo recordaba que el pastel estaba delicioso, y que su padre le había dicho que ya era un hombre, un hombre grande. Fue en ese instante en que le regaló una escoba de carrera para niños. Volando por los jardines de la Mansión Malfoy, había sido un día feliz. Se concentró, y sintió esa emoción, esa felicidad que vivió al surcar el cielo –aunque solo fueran tres metros-.
-Albatros Aparentium. –dijo, con una voz segura. De nuevo, las chispas que revoloteaban salieron, pero no se vio nada más. Al parecer, no era suficiente.
¿Qué más? A los ocho, cuando había sido Navidad. Ese año había sido una navidad feliz, pues además de que había recibido todos los regalos que quería, su madre le había cantado canciones, había tocado piano para todos y escuchando sus historias ancestrales de los Black se quedó dormido en sus brazos. Las galletas de canela y vainilla junto con el dulce aroma de su madre era un recuerdo feliz. Volvió a concentrarse, en la calidez del abrazo y el amor de las canciones.
-¡Albatros Aparentium! –exclamó. Las mismas chispas, pero más nítidas, fue lo único que salió. Era un recuerdo tierno, pero no lo suficiente.
¿Qué más? No recordaba nada más que fuese algo feliz, fuera del reencuentro con su familia al terminar el año escolar, o reír de lo burdo de sus amigos, pero algo auténticamente feliz… nada.
-¿Por qué no lo intentas tú? –le preguntó irritado. No lo iba a lograr simplemente porque no tenía un recuerdo feliz. Era como el patronus, pero mucho más complicado. Y, añadiendo en un susurro propio.- De seguro a ti si te sale.
-Pues… ¿estás seguro? –le preguntó dubitativa. No sabía si lo iba a lograr, pero tenía vagas esperanzas. Por respuesta, él solo asintió.- Muy bien.
Cambiando lugares, pues Draco estaba en medio del aula y Hermione leyendo sobre una mesa, la chica elevó la varita y se concentró en algún recuerdo feliz.
-¡Albatros Aparentium! -No le costó mucho, pero luego de varios intentos –un recuerdo más fuerte que otro- pudo sacar un ave de fuego de la punta de su varita. Lo anormal del mismo hechizo era que el fuego, en vez de ser rojo (como las chispas que salían de la varita de Draco), era blanco y albino. El ave no era muy grande, ni muy vivaz, pero el aura era tan pura y poderosa que Hermione se impresionó mucho. Dando un par de revoloteos, se sentó en el hombro de Hermione, quedando así cómoda y segura. Pero con un guiño, el ave desapareció.
-¿Cómo lo hiciste? –preguntó incrédulo y aún algo irritado el muchacho, con la vista fija en el hombro de Hermione, justo donde había desaparecido el ave.
-Yo… -tartamudeó, sin creer lo que había visto.- Tan solo recordé cuando paseaba con mi abuela Jean en el campo de su casa, cuando ella me contaba sus historias…
-¿Qué? -¿Tan simple? ¿El pasaba la mejor Navidad de su vida a los ocho y ella con solo recordar podía sacar al ave? Pero sus pensamientos de incredulidad extrema se detuvieron cuando los ojos de Hermione se anegaron de lágrimas. Nunca la había visto llorar así, tan quebrada, como si una máscara hubiese caído hasta el fondo, dejándole ver el recuerdo de su abuela. No lloraba, pero sus ojos torturados en los recuerdos eran suficientes para poder palpar su dolor. Nunca hubiera imaginado que algo tan fuerte en un recuerdo hubiese podido hacerla llorar.
-Cuando yo era pequeña, la abuelita Jean me llevaba a pasear por las viñas y por los campos, recogiendo flores y contándome historia de su niñez, de mi madre. Lo pasábamos bien, pero un día se enfermó. –una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, en una triste imitación a la original, contando una historia que ya tenía un final preciso, y que a Draco no le costó mucho adivinar.
-Granger… no es necesario… -empezó a decir él, pero Hermione le interrumpió, contándole lo que nunca le había dicho a nadie. No venía a cuento sacarlo con los Gryffindor, aunque fueran sus amigos, ni tampoco con su familia, que llevaba el golpe igual que ella. ¿Quién mejor que él, un duro Slytherin que tenía corazón?
-No mejoró por mucho que la trataron, y al final se fue al cielo, con mi abuelito. Yo… tenía diez años, y era invierno. –Aun sin soltar las lágrimas, agregó.- Y yo casi lo he olvidado.
-Granger. –no quería seguir escuchando, su voz estaba rota, y apenas podía modular una palabra sin saltar a la otra. No podía seguirla escuchando así, tan triste y lastimera, tanto que quisiera hacer cualquier cosa por hacerla feliz. Cualquier cosa.
-Mi recuerdo fue la última vez en que la vi feliz y plena, cuando paseábamos y corríamos. Yo era feliz, y el sentir el sol, pasear descalza por la hierba y pasear con mi abuelita fue lo mejor de mi niñez. Aún no recibía la carta de Hogwarts, y mientras en la escuela yo era la "niña rara", y en casa mis padres no comprendían como yo hacía tantas cosas extrañas, con mi abuelita podía ser yo misma. Podía hacer bailar a las flores conmigo cuando estaba de buen humor, y mi abuela no me decía nada. Tan solo me sonreía, como si supiera lo que yo era. Pero se fue. –y, con una rotura profunda en su voz, bajó la cabeza. Hermione sentía como las lágrimas corrían por su rostro, pero mordiéndose los labios aguantaba los sollozos. Igual que esa vez, todas las noches en su cama.
-Ven aquí. –le dijo Draco con voz calmada, y acercándose a ella, la envolvió con sus brazos. Temblaba como una chihuahua a la que le han derramado un balde de agua fría, pero al abrazarlo de vuelta, se calmó un poco, aunque los sollozos, ahora incontrolados, seguían siendo escuchados por ambos.- Mi abuelo también está allá arriba, y él… él era mi héroe. Cuando era pequeño y me asustaba la oscuridad, mi abuelo siempre decía que siempre que fueras un Malfoy, no debías temerle a la oscuridad. Yo era Draco Malfoy, y no me iba a amedrentar por una tonta falta de luz. Así que me armé con la varita de mi padre y apagué las luces. Y, con la firme convicción de que mi abuelo tenía razón, no me sucedió nada. –parecía casi risueño, lo que hizo que Hermione levantara la mirada. Sus ojos estaban enrojecidos, pero le veían con curiosidad.
-¿Y qué le sucedió? –dijo entre hipidos. Draco se encogió de hombros con soltura y siguió hablando.
-Murió hace algún tiempo de viruela de dragón. No era precisamente joven, y la enfermedad acabó con él.
-¿Y no lo extrañas? –Hermione no lo entendía. ¿Lo quería, lo había perdido y hablaba así de fácil de él? ¿Cómo?
-¿Cómo extrañas algo que vive contigo todos los días de tu vida? Siempre estará metafóricamente en tu corazón, pero yo creo que siempre que vas a hacer algo incorrecto sale la voz de la razón, o cuando tienes miedo. Y así nunca se va. –le contestó con sencillez.- Ahora, Fregotego. –Exclamó, apuntándole al rostro con la varita, pero sujetándole con la otra mano por la cintura.- Tienes la cara limpia.
Draco tenía razón. Las lágrimas que antes corrían como un raudal habían desaparecido, al igual que el resto de la suciedad. Estaba limpia. Viéndole fijamente, le sonrió. De nuevo. Porque ya iban dos veces en ese día en que ese guapo muchacho de ojos grises y cabello rubio le hacía sentir mejor. Y, devolviéndole la sonrisa, la guió fuera del aula.
-¿Sabes que si nos ven así todos van a pensar que es el apocalipsis? –le dijo ella, mejor aunque algo conmocionada aún. Draco rodó los ojos antes de preguntar con curiosidad.
-¿Qué es apocalipsis? –por respuesta, Hermione solo rió.
¡Hola!
Aquí una nueva entrega de "Baile de Navidad". Espero que todos hayas esperado con razón, pues es un capítulo complicado que ha dejado a Hermione como una magdalena frente a ese chico que ya le ha abierto sus pensamientos. Ahora, ella le ha abierto su corazón. El próximo capítulo es ya la primera parte del Baile, con el día de mañana, la preparación y la recepción. He preferido dividir en tres partes el baile en sí, así que tienen para rato.
Este ha sido un capítulo de transición, y el título es por el hechizo Albatros Aparentium. Busqué información y respecto a una etimología de la palabra Albatros, que fue influenciada por la palabra latina "Albus", que significa blanco –por eso el fuego blanco-.
Espero no haberles hecho esperar mucho tiempo, pero aquí ya falta menos y menos. ¡Nos vemos!
Mil besos
Casey Malfoy.