MI YO SLYTHERIN, POR ALBUS SEVERUS POTTER

Capítulo 1: La carta a mi padre y mi casa Slytherin

Albus se sentó en su cama, con una linterna muggle que su padre le regaló antes de ir a Hogwarts –para usarla antes de aprender cómo hacer un lumos, decía él-, y en sus rodillas, un cuaderno de esos que usaba para hacer sus deberes del antiguo colegio, al que iba con Rose. Ella había quedado en Ravenclaw, llevando la contraria a la regla tácita de que todos los Weasley iban a Gryffindor, pero él, Albus, había pasado la línea. Era Albus Potter, y se suponía que no debía ir a la casa que le tocó. ¡Slytherin! ¿Qué pensaría su padre cuando le contase que su segundo hijo había quedado en la casa de las serpientes, y de donde había salido el mismo Lord Oscuro, ese tipo loco al cual su padre había enfrentado? Por mucho que Harry Potter que lo negase, Al sabía que se defraudaría si él no iba a Gryffindor, pues se esperaba de él, al igual que se esperaba de Rose que fuese una pequeña Hermione, lo cual había sido una confidencia que ella le había dado el día anterior.

Rose… era una parte muy importante para él. Era su prima, y por cómo se querían y trataban, casi se podía decir que eran hermanos, exceptuando su diferencia física abismante: ella era pelirroja en un cien por ciento, y él era de cabello negro. El pelo de ella era rizado y salvaje, y el de él era tieso y recto como el de una escoba. Los ojos de ella eran azules, muy azules, como el cielo, y los de él eran de un verde esmeralda, iguales a los de su padre. Rose tenía pecas en sus mejillas y tres en la nariz, mientras que él tenía su piel con lunares en el cuello, la espalda y uno debajo del ojo. Rose era muy inteligente y le encantaba leer. Albus mismo era incapaz de ver un libro por más de cinco minutos sin aburrirse. Simplemente eran demasiado diferentes, pero así se querían. Pero ahora que Rose iba a estar lejos de él, ¿Qué iba a hacer? Generalmente ella era la de las ideas, o simplemente era la que le apoyaba a hacer lo que fuese necesario, dándole confianza que el mismo no sentía.

¿Qué fue lo último que dijo ella antes de que entraran al Gran Salón? Dijo: no importa la casa en la que quedes, Albus, en lo que te conviertas va a ser lo que me interese. No te dejaré jamás, pero será necesario que te las apañes solo en caso de ser necesario. Sé que puedes, no por nada eres mi primo. Una de las cosas que más le disgustaba en las personas era que lo compararan con su padre, con su hermano, e incluso con sus abuelos. Como tenía los mismos ojos que Harry y Lily Potter, le era inevitable que medio mundo le dijese que eran iguales. ¡Él sabía perfectamente de qué color eran sus ojos, muchas gracias! Era lo mismo que le desagradaba a Rose, pues a ella le decían que sería igual de brillante que su madre, a sabiendas de que ella era completamente capaz de hacer su propia fama, nada fácil cuando Hermione Weasley es tu madre.

James ya había hecho su propia leyenda, siendo el bromista incorregible de los Gryffindor. Pero lo que sería de él era el rotundo problema. ¿Sería la oveja negra de los Potter, el Slytherin? Siempre que hablaban de esa casa era un momento incómodo. Su madre, Ginny Potter, servía postre, y su padre intentaba cambiar de inmediato el tema a la vez que James hacia una mueca rara con su boca, como si le asqueara tan solo esa palabra. ¿Qué pensaría de él ahora? ¿Qué era un traidor? Él no había escogido nada, tan solo había hablado con un sombrero extraño que le había dicho quién era –siendo obviamente el segundo hijo del archifamoso Harry Potter, otro Gryffindor más- pero cuando llego ese instante, Albus se enojó. Al igual que su prima favorita, odiaba que lo tacharan igual a los demás. ¡Él era diferente, y por Merlín que iba a demostrarlo! ¡El, antes que todo, era Albus Severus! Pero no había esperado para nada que luego el sombrero le dijera que iba a Slytherin. Quería ser diferente, pero no un renegado en los Potter-Weasley. Para eso debía estar loco.

-Más claro, el disparatado sombrero lo está. –murmuró, a la vez que empezaba una carta. Debía contarle a su padre lo antes posible que estaba en Slytherin, antes de que se enterara por otra fuente –como lo eran Molly, Victoire o James-, y luego la carta de tío Ron. Aunque Harry tan solo estuviese decepcionado –lo cual era horrendo y una de las peores cosas que podían pasar, a su punto de vista-, tío Ron iba a explorar al ver que Albus, el niño perfecto, el callado, sumiso y responsable Albus era el que iba a Slytherin. Era el favorito de tía Hermione, y eso no hacía más que agravar la situación.

"Querido papá:"

"Hoy he ido en el tren, y me he divertido mucho con Rose. Como los demás nos ignoraban, buscamos nuestro propio compartimiento, estando solos todo el camino, viendo por el exterior y hablando de Hogwarts. Ella sabe mucho, así que me tranquilizó, igual que siempre. Creo que tal vez debas adjuntarle un mapa sobre cómo llegar a la torre Ravenclaw, pues ambos sabemos que no tiene mucho sentido de la orientación. Pues, como he dicho, Rose va en Ravenclaw, y el sombrero me seleccionó a Slytherin. Sé que tal vez no te agrade, pero yo…

No, eso no era carta. Se estaba ocultando bajo aspavientos para decirle la verdad, y daba inmensos rodeos en cuánto a relatar se contaba. Debía ser más directo, y más seguro.

"Padre:"

"He ido a Slytherin, y no me importa lo que opines de ello, pues la decisión ya está tomada. No vale de nada que pongas esa cara de cachorrito abandonado como cuando mamá te deja sin pudding porque te has pasado por mucho en el tiempo de la escoba con James…

Eso ya rayaba en lo cruel, así que, como no quería ser así con su papá, volvió a empezar la carta. ¿Qué quería en esta? Se preguntó, respondiéndose a sí mismo a la misma velocidad: Que lo aceptara. Que simplemente fuera Albus, su hijo, y no la persona que reemplazaría a Harry Potter en el colegio, no el buscador estrella de Gryffindor, no el que iba a hacer grandes amigos para toda la vida como Ron y Hermione, no el que iba a ser el niño que sobrevivió o el elegido. Simplemente Albus, su hijo.

"Querido padre:"

"El camino hacia Hogwarts ha sido sin contratiempos, me la he pasado bien con Rose en el trayecto, y me ha instruido sobre muchas cosas que hay aquí en el castillo. No hemos ido en Thestrals, sino que en botes. Hagrid nos ha reconocido, y nosotros también a él, así que no fue tan complicado el camino de llegada. Luego, el tío Neville –el profesor Longbottom, papá, ya lo sé- nos ha llevado hasta el centro del Gran Salón, con las miradas de todos viéndonos fijamente. Uno por uno nos ha llamado, llegando mi turno hasta el sombrero. Antes de que yo fuese nombrado, un chico rubio –me parece que se llamaba Scorpius-, el hijo del señor Malfoy, había sido llamado. Me llamo la atención porque estaba tan pálido que parecía un fantasma, y temblaba un poco, además de que Rose dijo que tal vez iba a vomitar, por lo nervioso que estaba. Por Merlín que no lo hizo. Cuando me tocó a mí, el sombrero me inspeccionó muy bien, midiéndome, pero catalogándome de otro Gryffindor. Eso me enfureció, pues yo era más que solo otro más, así que, al verme en mi estado de rebeldía, me dijo que yo quería ser diferente, y me mando a Slytherin, antes de que nadie dijera nada. Rose me sonrió con ánimos cuando me bajé del taburete. Ella fue a Ravenclaw."

"Luego de la selección, llegó la cena. A diferencia de lo que James cuenta de Gryffindor, mi mesa está llena de carnes exóticas, como la de Hipogrifo -¿recuerdas esa vez cuando el ministro nos invitó a cenar y nos encontramos con esa carne que James escupió?- y salsa de tomatitos cherry, según decía una niña que se sentó cerca de mí. Además de una inmensa fuente de papas a la francesa, estaba un plato de manzanas peladas y picadas en pequeños rizos, que formaban un trozo de tarta. Era deliciosa, y tenía un suave sabor a caramelo. Después, un prefecto nos llevó en dirección a las mazmorras, como recordaba, y allí dijo la contraseña –no te la diré, ¡porque es secreta! Pero te diré que tiene que ver con las serpientes-. Una puerta de piedra se abrió, y entramos a un lugar de lámparas y luz verdosa, pero que tenía cierto aire de elegancia en los muebles y posesiones de aquel lugar. Se veía interesante."

"Ya llegando a mi cuarto, Slytherin de primer año, éramos cinco niños: Yo mismo, Scorpius Malfoy, Alexander Nott, Marco Zabini y Peter Plummer. Como salían en el periódico –parte economía y negocios- los primeros, adiviné correctamente que el último era de origen muggle, pero que era tan Slytherin como todos nosotros. Marco se durmió apenas puso la cabeza en la almohada, el muy dormilón. Alex conversó un poco de todo mientras preparaba todo para dormir, y Peter se nos unió cuando supo que ninguno iba a reprocharle que estuviera allí –como si ahora importasen mucho los temas de sangre, pero al parecer él estaba algo bien informado-. Al parecer él iba a ir a Eton, pero como le llegó la carta de Hogwarts, aceptó inmediatamente. Scorpius se veía más tranquilo que hace algunas horas, pero aún no parecía completamente relajado. Y cuando le pregunte porque, el sencillamente respondió:"

"-Todo Hogwarts me odia. –eso era extraño, pues no me había parecido que lo odiaban, sino que le veían igual que a los demás.- no te das cuenta porque no quieres. Todos me miran con odio, y me dicen cosas horribles, como mortífago y asesino, o hijo de asesino."

"-Eso no es cierto. Yo sé que no lo eres. –le respondí muy seguro, en una actitud muy Rose Weasley, defensora de los derechos igualitarios. Como tú me habías dicho, Draco Malfoy, su padre, no había matado a Dumbledore, y mucho menos a otra persona, hacía que no habían bases en las cuales fijarse- Por lo menos, todo Slytherin de primer año no te odia."

"-¿Y qué pasa si algo malo sucede? –su mirada transmitía su preocupación, así que decidí tranquilizarlo con palabras de esas sedantes como las que tú me decías a mí cuando los demás niños me veían raro porque podía hacer magia."

"-Estaremos contigo, Scorpius. Somos tus amigos, y por eso no debes temer. Además. –y una sonrisa malévola se asomó en mi rostro, seguro de que mi amenaza no sería en vano.- Si alguien quisiera ponerte un dedo encima, mi prima Rose chillaría como una demente contra el pobre desgraciado. Cuando quiere, puede ser toda una banshee rabiosa."

"-Supongo que eso me hace sentir mejor. –se dio la vuelta, pues ambos estábamos acostados en nuestras respectivas camas, y me dijo en voz bajita.- Buenas noches, Albus."

"Y como aún no tenía mucho sueño, decidí escribirte a ti, así que aquí estoy. Mañana le pediré prestada su lechuza a mi prima para enviar la carta. Sev aún sigue de viaje, pues Rumania queda lejos, y tío Charlie me había escrito. Nos vemos, y controla al tío Ron para que no haga un escándalo."

"Los quiere."

"Albus."

Al terminarla, la guardó en un cajón de su mesa de noche, cuidadosamente doblada, para que no se arrugara. Había escrito lo que sentía –y suficiente como para que Harry supiera que su hijo confiaba en él como para contarle todo lo que le sucedía-, y se sentía satisfecho con ello. Ahora solo restaba ponerle ojos de cachorrito abandonado a Rose para que le prestase a Letter, haciendo un doble viaje, pues después de todo, las casas de ambos no estaban tan lejos una de la otra, si considerabas que el valle de Godric y la periferia de Londres no es tan lejos.

La carta, escrita con una pluma muggle, fue guardada en el cajón del niño, y este luego se acostó, disponiéndose a pensar en el día siguiente. ¿Qué aventuras le acompañarían? ¿Ganaría amigos, o algún enemigo, Merlín no quisiese? ¿James le mataría por haber ido a Slytherin? No lo sabía.

Pero si sabía que, haber ido a Slytherin había sido una de las mejores cosas que le habían sucedido. Era diferente, y lo aceptaban tal como era después de haber demostrado que no era igual del pesado de James. Defendía a los Slytherin, pues era uno de ellos. Y ay del que se entrometiera con él, pues era Albus Severus Potter.

Gran Comedor. Lunes, dos de septiembre.

Ese día prometía, pues era su primer día en Hogwarts, el día en que empezarían sus clases, y todo lo que eso conllevaba. Albus se desperezó, rápidamente, y se dirigió directamente a la ventana. Como en todas las habitaciones de los Slytherin, tenían tres o cuatro ventanas relativamente grandes, donde no se veía el exterior exactamente, sino el fondo submarino. Así es, uno podía quedarse mirando todo el día los diferentes tipos de peces que se encontraban, sirenas y Grindylows, siendo estos inofensivos cuando se encontraban al otro lado del vidrio, pero aun así horrorosos. Sonrió, pues sabía que ninguna otra casa podía jactarse de que su ventana daba directamente al fondo del lago negro. Rose iba a matarle de la envidia, pues lo único que no sabía y que nadie había estudiado o siquiera visto aún, era lo que estaba viendo en esos instantes.

-Si sigues con esa cara de alucinado, Potter, creeré con razones palpables que te has vuelto loco. –la voz de Marco Zabini, burlona mas no molestosa le hizo despertar de su ensoñación.

-Buenos días, Marco. –la cara morena y somnolienta del muchacho italiano le sonreía desde su cama, al parecer sin muchas ganas de salir de allí.

-¿No tienes frío? –era cierto, pues un escalofrío breve le recorrió la espalda, desapareciendo en el momento. Era más sangre fría de lo que esperaba, literalmente.

-He pasado temporadas de invierno durmiendo en campamentos a la nieve y el viento, creo que eso me ha inmunizado. –Era cierto, algunas noches cuando estaban de vacaciones de invierno, James, Harry y él salían a hacer campamentos a la intemperie con una tienda de acampar para probarse a sí mismos.- Era divertido. Éramos mi padre, mi hermano mayor y yo. Y no usábamos magia. –agregó, sintiéndose orgulloso de lo que ya era común en la familia Potter.

-Genial. –Marco lo vio con admiración. Los ronquidos relativamente fuertes de Alex, y las palabras que Peter soltaba entre sueños eran suficientes como para darle un aspecto extraño a la habitación. Agregando que él tampoco debía de tener una gran pinta, se volteó a la cama más próxima a la suya.- Scorpius está dándose una ducha larga. Siempre lo hace. –Aclaró.- generalmente es el primero en las mañanas en tomar el baño, pues una de las cosas que más le gusta es que, además de que nadie lo vea con pinta mañanera, es consentir su cabello de niña.

-¿Cómo una niña? –se aventuró Albus, arreglando su uniforme encima de su cama. Bufanda Slytherin, capas bordadas y pantalones bien planchados. Imagen perfecta e intachable.

-Sí. Pero si le quitas esas rutinas de exfoliación y que se yo más, él es bastante hombrecito. Niño mimado, pero hombrecito. Un gran amigo. –Marco le guiñó un ojo con simpatía a la vez que se cubría más con sus mantas.

-Ya lo creo. –Y eso pensaba Albus. Scorpius era bastante sincero cuando le preguntabas algo, pero había que hacerlo, y era bastante paciente con todos. No era de muchas palabras, sino las suficientes, dándole así un aura de enigma que a Albus le chocaba. Acostumbrado a vivir con una familia tan parlanchina como la suya, contrastaba la poca comunicación natural que tenía Scorpius Malfoy.

-Supongo que hablaban de mí, ¿no es así? –la voz alegre y mañanera del chico rubio llenó la habitación, completamente vestido y peinado. Listo para salir en cualquier momento. Ya no se veía inseguro o estresado, sino… tan normal como se podía ver una persona.

-Así es, Malfoy. De ti y de tus "rutinas de exfoliación, tonificación e hidratación" y toda la chorrada de cosas que haces con diferentes cremas y lociones. –reforzando las comillas con sus dedos, Marco se echó en su cama, ya retirando con sus piernas las mantas, dejando un estropicio en su lecho.

-Pues, es necesario para verse totalmente perfecto. Merece el esfuerzo, así que yo no tengo problema alguno en hacerlo. Buenos días, Albus, ¿dormiste ben anoche?

-Sí. He escrito una carta a mis padres, así que le pediré a mi prima Rose su lechuza. –La cara de Albus, de completa relajación, se volvió una expresión de alerta permanente, como si le diesen cinco segundos para decir sus sabores favoritos de pastel.- ¡Rose!

-¿Qué sucede con tu prima, Potter? –agregó a la conversación Marco, aún en la misma posición.

-¡Rose siempre desayuna muy temprano y luego se va a clases muy temprano! ¡No la alcanzaré!

Y, tomando todas sus cosas, Merlín sabe cómo, se metió al baño, usando la impresionante táctica de hacer todo al mismo tiempo. Claro, utilizable si tuviera una coordinación experta, así que se decidió a hacer apresuradamente una cosa a la vez. Cinco minutos. Eso tardó Albus en entrar y salir del baño porque su ropa interior se había quedado en el fondo de su baúl, convencido de que recordaría que debía sacarla, o tardaría demasiado en la mañana. Y fueron quince minutos en su preparación total, tomando sus cosas –incluyendo la carta en todas ellas-, y salió corriendo. Claro, gritándole a todos que se levantaran, dejaran de ser flojos y que quedaban cinco minutos para que empezaran las clases –incentivo perfecto para los tres zánganos que quedaban. Tenían once años, era predecible que aprovecharían el máximo de tiempo para dormir-. Y llevando a Scorpius por un brazo para que empezara a correr. El Gran Comedor no quedaba tan lejos de la sala común de Slytherin cuando corres sin parar con todo a tus espaldas, así que no tardaron casi nada en llegar a su destino. Las mesas se veían medio llenas, así que repasó visualmente todas, sin ver ninguna cabeza femenina rizada y muy pelirroja.

-No ha llegado, ¿verdad? –dijo el muchachito rubio a su lado, viéndole de manera furiosa. Al ver el ligero asentimiento de Albus, su faz ya se volvió la de una estatua, pero su voz era lo más frío y amenazante que el chico Potter hubiera escuchado en su vida.- ¿Y por eso hemos corrido de la sala común hasta acá? ¿Nada?

-Lo más probable habría sido que fuese una de las primeras en salir del Gran Comedor, pero… supongo que aún no llega. –Albus no entendía. Generalmente, Rose era una de las primeras en todo, la más madrugadora de todos, y quien siempre llevaba la cabeza mas no el liderazgo.

-¿Quién llegaría al Gran Comedor a las ocho y cinco minutos? –Ironizó Scorpius, de mal humor tangible y palpable- Oh, claro, dos tontos que llegan para buscar a la desaparecida prima del primer tonto.

-Solo nos queda esperar. –planeó "el primer tonto". "Segundo tonto" tan solo hizo rodar sus ojos y seguirle de mal semblante, como si hubiese comido un sapo lleno de verrugas a la hora de desayunar.- Tendremos una oportunidad cuando llegue. La puerta que llega aquí está justamente al lado de nuestra mesa, así que será imposible que no nos vea. Simple.

-¿Y qué harás si no llega a tu lado servicial y dispuesta? Es una posibilidad, y tu mente es demasiado cerrada como para comprender todas las opciones. –le intentaba hacer dudar.

-Rose vendrá. Siempre atiende al llamado de la familia. –Albus se veía muy seguro, y se sentó en su mesa, esperando a que su prima traspasara esas puertas.

-Eso espero. –Scorpius no dudaba, pero quería irritar al para nada molestado Albus. Al parecer, vivir con James Potter como hermano mayor había hecho que lo molestoso que resultaba él no fuese nada en absoluto.

-Tú vigila. Cuatro ojos son mejores que dos.

-¿No era que "dos cerebros son mejores que uno"? –le corrigió.

-Supongo que sí. La que sabe de cosas muggles es Rose.

Scorpius, con un suspiro, empezó a ver por la puerta, escaneando a todas las personas que cruzaban el umbral, revisando que ninguno de ellos fuese Rose Weasley. A definición de Albus, esa chica debía de ser más alta que él, y delgada, de ojos azules y pecas, mentón algo puntiagudo, y un detalle distintivo de todos los Weasley: cabello pelirrojo. Pero lo que la diferenciaba de todos eran sus rizos. Scorpius había visto con anterioridad a Hermione Weasley, cuando hacía visitas al ministerio con su padre, y el cabello de la mujer siempre era rizado y salvaje, llegando al punto de no verse siquiera peinado.

El pequeño Malfoy se sirvió un cuenco de copos de maíz, junto con leche fresca. Era un desayuno que le daría energías para lo que le quedaba de día –que era, básicamente, todo-. Y ya estaba con una cucharada en su boca y otra en camino a esta cuando se le hizo imposible tragar, o al menos, moverse. El por qué era una niña espigada, de cabellos color fuego, y con caireles bien definidos que caían con gracia a cada paso que daba, dando cuenta de que el mundo ponía su nombre en la etiqueta. Sus ojos, chispeantes y muy claros, eran enormes, y su sonrisa seguramente sería radiante. O eso fue lo que pensó cuando la vio entrar, sin pensar quien era, sino en recordar su imagen grabada a fuego en su retina.

-¡ROSIEEEE! ¡ROSEEEEE! ¡ROSE WEASLEY! –chillaba Albus como un poseso a su lado, aumentando a sus chillidos unos gestos con sus manos. Merlín, estaban a quince metros, máximo ¿y era necesario hacer todo el escándalo?

La chica celestial, que había posado la mirada en su primo, hizo una mueca rara, como si le incomodara que le gritasen frente a todo el Gran Comedor. Scorpius creyó que ella saldría corriendo a Ravenclaw, donde pertenecía, pero ella hizo algo inesperado. Rose dio un pequeño vistazo a todo el lugar, consciente de que todas las miradas estaban en ella, así que, con una gran sonrisa –radiante, como había predicho él, y con dientes muy saludables- llegó a la mesa Slytherin, donde deliberadamente se sentó, sin importarle mucho estar prácticamente rodeada de serpientes.

-¿Era necesario que le rompieras el tímpano a todo el Gran Comedor?

-Rose.

-Buenos días, Albus. ¿Has pasado buena noche? –dijo Rose, sentada muy derecha y sin tocar nada, con las manos en el regazo. Estaban ellos frente a ella, Albus con una sonrisa de lado a lado y Scorpius con una expresión indescifrable, pero un pequeño sonrojo que él sabía de vergüenza.- ¿Cómo es la sala común de Slytherin?

-Fabulosa. Pero lo más fabuloso que es que en mi ventana ves lo más fabuloso que podrías creer. –Aseguró Albus, sirviéndose una montaña de panqueques en su plato, llenándolo de crema y frambuesas.- La vista subacuática del Lago Negro. Fabuloso, ¿no?

-¿La vista submarina? –la boca de Rose abrió y cerró rápidamente, como si le costase vocalizar lo que pensaba, hasta que tomó aire y volvió a intentar.- ¿Entonces el rumor era cierto?

-Sí, completamente. De hecho, Scorpius puede comprobarlo. ¿Cierto? –la movilidad volvió al aludido, y viendo a los dos alternativamente con los ojos abiertos, no dijo palabra más que una murmuración pequeña de asentimiento a lo que decía Albus.- Déjalo, está de mal humor porque lo arrastré hasta aquí para poder… -Albus se mordió la lengua en el último segundo antes de echar a perder su fabuloso plan.- llegar a tiempo a clases.

-Eres un fastidioso, ¿lo sabías, no? –suspiró Rose, pero volviéndose al rubio con una sonrisa marca Rose (mezcla amabilidad y mezcla prudencia, que cuando le caes bien se transforma a espontánea felicidad), y ofreciéndole una mano- Soy Rose Weasley, ¿y tú eres?

-Scorpius Malfoy. –le dijo, estrechándole la mano por encima de la mesa, devolviéndole la sonrisa. Era irónicamente cómico que tenía a la prima de Albus frente a él, una de las dos personas de las que más le habían advertido –la otra era el mismo Albus-, y quien era amable con él. Como si el pasado no fuese más que una molesta y casi inconsciente voluta de humo.

-Un placer. –Luego de soltarse las manos, Scorpius escondió su mano derecha en su regazo, mientras que con la otra comía lentamente sus copos de maíz. Todo el mal humor se había ido magistralmente en cuanto había visto a Rose. Irónico que ella fuese quien Albus tanto buscaba por una tonta carta.

-Rose, ¿has enviado a tu lechuza? Porque necesito algo que solo tú puedes darme. –le dijo Albus, ya colocando la ensayada cara de cachorrito abandonado.

-¿Qué quieres, Albus? –La cara de "sonrisa marca Rose" se volvió una de molestia, como si supiera lo que seguía. Y así era, de hecho.- Creo que puedes ir al grano.

-Verás, Rose. Tú sabes que el tío Charlie está en Rumania, ¿verdad? –Albus pestañeó lentamente, para dar más realismo a su actuación, como si le estuviese explicando una historia totalmente nueva, aunque no fuera así en realidad.

-Desde toda mi vida y mucho antes, ¿Por qué? –la paciencia de Rose, que ya de por si era corta, se acababa rápidamente ante la lentitud de su primo. Como odiaba la vaguedad de Albus y sobretodo de James, ambos buenos actores pero con fallas que ella siempre veía.

-Porque él me ha escrito hace poco, diciéndome sobre su duro, duro, duro trabajo. –empezó a explicar con énfasis en las palabras que creía convenientes.- Que se ha herido cuidando de un dragón hembra, así que solo le quedaba quedarse en casa, por lo cual me ha escrito. Y como he tenido que enviar a Sev hace poco, no ha vuelto desde entonces. ¿Tú crees entonces que, no lo sé, podrías prestarme a tu lechuza?

-¿Letter? –Albus afirmó, haciendo él solo una obra dramática. Rose elevó una ceja, escéptica.- Albus, ya que has escrito una carta y necesitas que yo te preste mi lechuza ya que cometiste la insensatez de enviar una lechuza, mejor dicho, TÚ lechuza fuera del país, veo que debo prestarte mi lechuza, de nombre Letter. -La cara de Albus se iluminó, viéndola directamente a través de sus ojos esmeraldas, esperando la respuesta afirmativa que tanto quería y esperaba. Definitivamente, la tenía en el bolsillo.

-Pero mi respuesta es no.

-¿No? ¿No me la quieres prestar? –la expresión de satisfacción absoluta cambió a desagrado total y algo de incredulidad.

-Aunque quisiera, no podría. Ya he enviado a Letter esta mañana, y por eso he llegado tarde al desayuno, o si no mamá me iba a estrangular cuando llegue allá en Navidad. Así que tendrás que usar una de las del colegio para tu carta. –y, sin darle mayor importancia a ambas e idénticas caras de desconcierto, empezó a servirse su desayuno, que consistía en un coctel de frutas. Las caras de Albus y la de Scorpius mostraban un descontento máximo, y un gesto de incredulidad.

-¿Y, a fin de cuentas, no vas a comer a tu casa Ravenclaw? –la hostigó Albus, esperando que le respondiese. El orgullo golpeado por sus insuficientes dotes actorales era difícil de recuperar cuando tenías a la terca Rose Weasley como prima.

-Digamos que en "mi casa Ravenclaw", no soy ángel de devoción de mis compañeras de cuarto. Prefiero quedarme aquí, es más seguro para mi integridad. –respondió ella, sin quitar la mirada de su plato colorido.

-¿Y por qué te odian ahora, Rose? –dijo Albus, como si fuese lo más normal del mundo que no le cayera bien a sus propias compañeras de cuarto. O al menos eso le parecía a Scorpius, para quien el cuadro le parecía de lo más irreal.

-Pues ya es un hecho confirmado por mí que a las Ravenclaw no les gusta que las corrijan, o que les digan un punto obvio del estatuto del secreto, o del Ministerio de Magia, o de Hogwarts mismo. Ravenclaw tiene suerte de que este año las niñas no sean despistadas, porque de los libros e historia no tienen ni idea. –afirmó ella.

-Entonces déjame entender. ¿Tienes idiotizado con tu faz de "soy niña buena y adorable" a Scorpius y a la vez eres capaz de hacer que todo un curso de una casa te odie?

-Así parece. Y Scorpius no está idiotizado, de hecho, me cae bien. –le rebatió Rose. Al parecer, el aludido rubio decidió intervenir por primera vez.

-Podrían perfectamente hablar como personas normales, ya que "Scorpius" está aquí dentro. Frente a ustedes. Y no, Albus, no estoy idiotizado por tu prima. –respondió irritado a un hambriento Albus, quien ya comía como un poseso de su plato, obteniendo toda la información que podría tener de ella. No era mucha, pero era relevante saber lo que sucedía en la vida de Rose.

-Así que, en resumen, me quedaré con ustedes en lo que queda de año y tal vez de vida escolar.

-Claro que no, Rose. –afirmó Albus, viéndola como si fuese algo obvio.

-Claro que sí. –Rebatió, aún más segura que él.- Tía Ginny me ha dicho que vigile que comas dos piezas de fruta al desayuno, pues tu comida normal no es precisamente saludable, y conmigo eso debe cambiar. –Scorpius esbozó una sonrisita de suficiencia, pero la iracunda cara de Rose se volvió hacia él.- Y tú también, Scorpius Malfoy. Debes comer lo mismo que Albus en frutas y/o verduras.

La cara de ambos chicos de primer año de Slytherin que comían silenciosamente fue algo extraño, cuando esos chicos eran Albus Potter y Scorpius Malfoy, mangoneados por nadie más y nadie menos que Rose Weasley. Pero ya todo Hogwarts debía de acostumbrarse, pues que Rose Weasley ya considerara su amigo al antisocial Scorpius Malfoy, y que Albus Potter fuese Slytherin y amigo de sus compañeros de habitación, era lo suficientemente anormal como para que el que fueran amigos fuese en comparación algo relativamente normal.

O, por lo menos, los tres niños no se iban a dejar caer ante el enemigo invisible que eran los prejuicios.


Perdón, pero no he podido dejar de pensar en esto –en este short fic- , y creo que podrían decirme que piensas, y si hay pasta para hacer algo más y seguirlo. Solo serán dos capítulos más, pero largos, y algo explicativos sobre como funcionan los personajes. He estado escribiendo, pero esto creo que será lo último que escriba hasta que no pueda seguir subiendo más capítulos de lo demás –a no ser que sea un ocurrente One-Shoot. De hecho, planeaba hacerlo uno, pero se me ocurrían cosas y cosas. Pues bien, aquí está y califiquen con su review si merece la pena seguir, o no. Aún quedan las cartas para el tío Ron y para un arisco James. Estaré esperando su Review y así seguir.

Mil besos.

Casey Malfoy (pero oficialmente registrada como SeleneCassiopeiaMalfoy)