Momentos

Despedida

Hyrule se encontraba cubierta por un cielo estrellado, no había luna esa noche.

Las calles de la ciudadela estaban casi desiertas salvo por aquellos borrachos que cantaban a todo pulmón y los desvelados que iban de regreso a sus casas después de una noche de juerga.

En el palacio también se podía apreciar cierta actividad, algunos guardias empezaban su turno, mientras que sus compañeros se retiraban a descansar. Otros se escabullían con alguna doncella al cuarto de estas, protegidos por la oscuridad de los ojos indiscretos.

No eran los únicos amantes despiertos a esas horas.

En una de las tantas habitaciones los gemidos y palabras apagadas de un hombre y una mujer…

Calidez, humedad y el cuerpo que temblaba delante de él era lo único de lo que estaba consiente en ese momento.

Ahora ella estaba de espaldas a él, apoyada en su pecho, respirando sonoramente, confundida entre decirle que se detuviera o parara, gracias a esa sensación de placer que nacía de entre sus piernas.

Algunas veces lograba atrapar las manos de Link haciendo que se detuvieran sobre sus pechos guiándolos hacia abajo, mostrándole como y donde debía acariciar.

-¡Link! –llamó Zelda alcanzando su límite, apretando la carne del muslo de su pareja cuando este dio con uno botón sonrosado entre sus piernas. Se mordió los labios cuando sintió como su límite la invadía hasta los pies.

Él vagamente se dio cuenta de que era aruñado, pues, en ese momento todo su ser se tensó, apretando los dientes, dejando escapar un jadeo, al sentirse privado de toda fuerza.

La mujer se recostó, llevándose a su amante con ella al lecho que compartían. Estaba algo adormilada y casi cerraba los ojos pero:

–Es una tontería –comentó él finalmente, después de unos minutos en silencio.

–¿Qué cosa?

–El hecho de que tengas que volver a viajar –la besó detrás de la oreja–, apenas si acabamos de regresar.

–Lo sé –se dio la vuelta y quedó frente a él–, no estaré fuera más de quince días –sonrió y le besó de piquito.

Sintió pronto como el rostro de su esposo se escondía en su cuello, hasta que los dos se quedaron dormidos.

La reina de Hyrule, viajaba en la mañana con la intención de visitar a un reino aliado. Sin embargo lo haría sola.


Dos días antes se habían reunido con el consejo, donde escucharon reportes de la situación actual del reino. Todo parecía en orden hasta que uno de ellos pidió la palabra.

Era la persona menos favorita de los dos, sobre de todo de Link, era uno de esos miembros doble cara. Mientras de frente no se cansaba de elogiarlos y lamer sus zapatos, por la espalda era otra situación, no paraba de cuestionar la unión entre la reina y su persona.

"Un mero pastorcillo con suerte"

Después de todo el hombre se jactaba de ser descendiente de una rica estirpe de nobles. Zelda le había contado que sus antepasados habían sido meros campesinos al igual que él lo fuera hasta hacía unos pocos años.

Aquél hombre siempre tenía en el rostro una expresión de desagrado que acentuaba más su delgada complexión. Zelda siempre tuvo la impresión de que los vientos del desierto Gerudo podrían hacerlo volar.

–Su majestad, si me permite añadir algo, la presencia de su alteza es requerida –dijo el "concejal favorito" de Link.

Inconscientemente, el joven lanzó un suspiro.

–Si puedo saber, ¿dónde se necesita con tanta urgencia mi presencia, señor Adolfo?

–El ejército tiene reclutas nuevos esta semana, mi lord.…

–Ashei puede encargarse de ello.

–Mi señor, su presencia es importante para ellos, los inspira –sonrió, si a su mueca se le podía llamar risa–. Después de la última ausencia ¿No cree que debe evitar esta salida, para reforzar el ejército?

Rodó los ojos, entonces sintió una mano sobre la suya. Su mujer, con la mirada, prácticamente le decía que era mejor evitar una discusión, por ella no había problema.

–Me quedaré, si no hay otra solución.

–Majestad ¿Esta usted de acuerdo? –dijo el hombre, dirigiéndose a quien una vez fuera su princesa.

–Lo estoy, aún así, Kadyn vendrá conmigo.

–Por supuesto alteza –dijo el flacucho sujeto.

Algunos miembros se removieron incómodos en su silla, otros solo negaron con la cabeza. Todos estaban cansados.

Después de la sesión, él y Zelda fueron los últimos en retirarse.

–Quita esa cara, no van a ser tantos días –dijo ella, mientras se levantaba de su asiento.

–No es eso lo que me molesta –le dijo dejando que fuera la primera en atravesar la puerta.

–¿Qué te molesta?

–Él …. –bufó molesto, sin terminar lo que quería decir.

Para sus sorpresa la mujer rió.

–¿Qué te divierte tanto?

–Tus berrinches.

–Sólo me pone de mal humor –sonrió–…ya se me pasará.

–Bueno… de todos modos sé como quitártelo.

Link no tuvo tiempo de responder, la reina abrió la puerta de una habitación lo arrastró dentro de ella.

Un guardia que hacía su ronda por aquella ala del castillo, se percató de la escena, carraspeó tratando de disimular su vergüenza. Aclarándose la garganta dio media vuelta y regresó por donde vino.

–Siempre me pasa a mi.


Zelda despertó temprano, sintiendo el brazo de su pareja debajo de ella. Él seguía profundamente dormido. Sonrió y se levantó con cuidado, escuchando un gruñido de protesta provenir de su compañero de lecho.

Se colocó encima la bata que había dejado abandonada la noche anterior y se dirigió al cuarto de baño. Mientras, esperaba que la bañera se llenara, observaba su reflejo en el espejo, él siempre era cuidadoso de no dejar rastros que señalaran sus furtivos encuentros, aunque, a veces era algo que no podía evitarse.

Al pasar los dedos cerca de la naciente de su cabello, en la nuca, sintió la marca de unos dientes en la piel. No recordaba en que momento la mordió, aunque tampoco era muy claro como es que habían terminado en aquella curiosa posición.

Se alejó del espejo y cerró la llave de la bañera. Estaba por quitarse la bata cuando alguien más la atrapó por la espalda.

–Yo te la quito –le dijo e hizo que volteara a verlo.

–Me mordiste –alcanzó a decir antes que él la hiciera apoyarse contra los fríos azulejos.

–Estamos a mano… ayer me aruñaste.

Sin querer, se quejó cuando Link apoyó su pelvis contra la suya, haciéndole saber sus intenciones.

–Saldré tarde por tu culpa –gimió.

–Lo sé –sonrió, mientras la mordisqueaba en la clavícula, con cuidado esta vez.

La bata cayó finalmente en el suelo.

–Ya inventaremos algo.

La cargó hasta la bañera, dejando que se sentara sobre él. Un jadeo involuntario salió de sus labios al sentirla por dentro. Iba a aprovechar el tiempo del baño tanto como pudiera.

Minutos más tarde, los dos se estaban despidiendo. Zelda subía al coche que la llevaría hasta el país que visitaría. El debía quedarse, aunque no le gustara la idea.

–"Dos semanas, son sólo dos semanas." -pensaba desilusionado viendo como su compañera se alejaba rápido por el camino.


SI están leyendo esta última nota, eso quiere decir que leyeron la historia (al menos eso espero). Bueno pues esta es la primera de varias pequeñas historias, todas diferentes y sin embargo las mismas. Trataré de plasmar ideas que no quise plasmar en Instinto por pena como esa escena que borré después de que Zelda "entrara" a la casa de Link, esa escena donde él se rinde. Serán situaciones algo ... raras de relatar. Bueno sean bienvenidos a: Momentos.

pdt: Link será violado por si mismo :D, como dice antes del fin. com