A cada paso que daba, escuchaba más ruido a su alrededor. Gritos de furia, risas burlonas y llenas de crueldad y el rugir de las motos que pasaban casi rozándola a su lado. No podía ver nada por la venda que le tapaba los ojos, pero supo que ya habían llegado: La Fabrica.
Dos chicos de la banda la guiaban bruscamente hasta la entrada de la fábrica donde todo tenía lugar. Amu temblaba de miedo por dentro y por fuera. Notaba como sus músculos entraban en tensión cuando alguna moto pasaba tan cerca de ella. Reprimió un grito cuando los dos chicos la soltaron y la pusieron de rodillas en el frio suelo. Le quitaron la venda. Y lo primero que vio fue a un Ikuto asustado y cabreado.
Solo estaban ellos dos en la fábrica. Kukai siempre hacia el gilipollas cuando no tenían nada que hacer, pero eso ya pasaba de normal. Llevaban una hora en la fábrica y se aburría. Nagehico se estaba retrasando, algo raro en el, por lo que decidieron hacer carreras con las motos. Kukai nunca aprendería que su vieja moto nunca podría ganar a la de Ikuto. Pero no iba a ser él quien le quitase la ilusión. El peliazul sonrió de lado al ver lo gracioso que se veía Kukai en el suelo pataleando como un crio.
-No me eches la culpa. Sabes que esa chatarra es inservible, Kukai.
El nombrado paro instantáneamente de patalear y se levantó de un salto. Con la boca crispada de rabia contenida, se acerco a su vieja moto plateada.
-¡Como te atreves llamar así a mi Esmeralda, mal amigo! Te exijo que te disculpes enseguida. ¡Ella hace lo que puede!-grito indignado.
Ikuto lo miro con mala cara, pero luego volvió a sonreír burlonamente. Sabía que Kukai tenía sentimientos muy fuertes hacia su vieja chatarra, pero eso ya era demasiado.
-Asúmelo, esa monstruosidad debería estar en el desguace hace siglos. Y no me digas que es muy sensible, porque solo es una chatarra inservi…
-¡Es muy sensible, coño! Déjame, Ikuto, tú no sabes lo que es amar…
De pronto un fuerte ruido se escucho en toda la estancia y resonó en las paredes, provocando un prolongado eco.
Y la sonrisa desapareció de la cara de Ikuto.
Tadase y sus compañeros estaban entrando en la guarida de su enemigo. Y eso estaba prohibido a no ser que quisiera pelea. Y al parecer, eso es lo que venía buscando.
-¡Queremos una explicación a esto!- grito el rubio.
Antes de que nadie pudiese decir una palabra, dos compinches de Tadase dejaron a alguien en el suelo de rodillas.
Y después le quitaron la venda negra.
Una cabellera rosada sobresalto bajo las luces de la fábrica. La muchacha intento levantarse, pero Tadase la empujo, haciéndola caer de nuevo en el duro y frio suelo.
-Quiero que me expliques porque esta cría sabia donde esta mi cuartel, y porque llevaba esto-del bolsillo derecho de su chaqueta saco un pañuelo. El pañuelo de los Larkinian. El pañuelo de la banda a la que Ikuto y Kukai pertenecían.
-Amu-susurro Ikuto.
Amu miro lo miro y se le iluminaron los ojos. Las lágrimas le asomaban por sus dorados ojos mientras temblaba. E Ikuto sintió de repente un miedo enorme, mayor incluso que el que Amu sentía. Hablo en un susurro a Kukai, que miraba horrorizado las heridas que Amu tenía en las piernas desnudas y en los brazos.
-Escúchame, Kukai. Coge mi moto ahora mismo y corre. Corre tanto como puedas. Y trae ayuda-su voz estaba rota, y se notaba que estaba tenso por el repentino temblor de los músculos de sus brazos.
Kukai le miro con duda. No podía dejarle solo con todos esos pandilleros. Ni siquiera él podría con tantos son ayuda.
-Pero, Ikuto…
-¡Corre!
En un rápido movimiento Kukai se subió a la moto oscura y atravesó la fábrica con tanta rapidez que los muchachos del rubio ni si quiera pudieron rozarlo. Salió por la puerta de atrás y se perdió en la oscuridad de la noche.
Tadase no se inmuto. Cogió a Amu por el brazo y tiro de ella hacia arriba, haciendo que se levantara de un tirón. Ikuto dio un paso hacia delante, pero algo lo detuvo. Algo brillante salió de los vaqueros rotos de Tadase,
-Bien. Recapitulemos, ¿quieres? Esta mocosa- dijo señalando a Amu con la cuchilla- Esta mocosa entrometida se ha colado en mi terreno. Esta mocosa de aquí sabe cosas que solo sabemos los pandilleros y eso no le va a gustar a Nagehico, ni tampoco me gusta a mí. Y tú, Ikuto, se lo has contado. ¿Verdad, mocosa?- acerco la navaja hasta el cuello de ella.
Ikuto no pudo más y exploto.
-¡No la toques!
Tadase separo unos milímetros la navaja del cuello de Amu, la cual tenía los ojos cerrados con fuerza.
-¿Y quién va a impedírmelo? Has roto el juramento, y debes ser castigado. Y esta mocosa pagara por tu error.
Amu abrió los ojos y miro a Ikuto. Tenía miedo, mucho miedo. Y él lo sabía, y estaba a pocos metros de ella.
Tadase volvió a acercar el filo de la navaja al cuello de Amu, pero algo lo detuvo y le saso una sonrisa burlona.
-Házmelo a mí.
Todos los que estaban presenciando el espectáculo miraron atónitos a Ikuto, que se había puesto de rodillas, suplicando. Pero Ikuto nunca suplicaba.
Amu lo miro desesperada. ¿Qué intentaba hacer?
Tadase estallo en carcajadas.
-¿Cómo has dicho?
-Házmelo a mí, si eso es lo que quieres. Golpéame, insúltame y mátame, si es lo que deseas. Pero déjala ir. Por favor…-Los ojos de Ikuto miraron suplicantes a Tadase, que se lo estaba pasando en grande. Todo esto tenía que ser una broma.
-Imposible-ahora todas las miradas se fijaron en Tadase, menos la de Amu, que seguía mirando preocupada a Ikuto-Tu, que nunca te preocupas por nadie que no seas tú mismo y tu estúpido amigo castaño. Tu, que antes eras un cruel pandillero, que nunca pedía perdón, que siempre decía las cosas con la cabeza bien alta-su risa macabra inundo la atmosfera- Tu que nunca has caído antes nadie, ni siquiera ante mí. Y ahora estas de rodillas, suplicándome que no la haga daño a esta inútil mocosa. Es imposible. Te has enamorado de ella…
Tadase acerco la navaja hasta el cuello de Amu, tanto que un hilo de sangre comenzó a caer lentamente hasta su garganta y el grito ahogado de Amu se escuchó por toda la fábrica.
-¡No!-grito Ikuto.
Se acerco de nuevo hacia Amu, esta vez hasta quedar a dos pasos de ella y Tadase. Ikuto paro cuando la sangre de Amu comenzó a brotar con más intensidad.
-Debería decir que estoy contento, pero no es así como quería acabar contigo.
Tiro a Amu al suelo de nuevo y ordeno a sus compañeros que la retuviesen. Se acerco hasta Ikuto y le pego un puñetazo cerca del abdomen, que tumbo al peliazul de lleno.
-No me culpes, hermano. Tú lo has pedido.
Y empezó a pegarle patadas en el suelo, mientras Ikuto se retorcia. Los gritos de dolor de Ikuto cada vez eran más fuertes y dolorosos. Amu también gritaba y lloraba, pidiéndole que parasen. Tres muchachos más empezaron también a golpearle. Todo era desesperación y sufrimiento y satisfacción y crueldad.
-¡Parad! ¡Parad, por favor! ¡Vais a matarlo!- Amu intentaba escapar de los fuertes brazos de los que la retenían, pero era inútil. E Ikuto empezaba a no moverse.
Tadase levantó la mano y todos pararon.
-Levántate.
Ikuto le miro con odio, e intento levantarse, temblando de dolor. Pero no era capaz.
-¡Levántate!-Tadase estaba al borde de la furia extrema y le propino otra patada en el estomago.
Ikuto gimió y Amu cerró los ojos y grito, desconsolada. Lentamente, Ikuto se levantó, tambaleándose y cojeando por el pie derecho. Se llevo la mano al estomago, intentando calmar un dolor que lo estaba matando por dentro.
-Agarradle. No queremos que se nos acabe la diversión. ¿Verdad, Amu?
Esta le miro con odio. Intento quitarse de encima a los que la retenían, pero volvió a ser inútil. Hasta que Tadase la sorprendió.
-Soltadla. Y a él también. Quiero ver a la parejita feliz-sonrió de lado.
Ikuto cayó al suelo y Amu fue empujada hasta el. Rápidamente la pelirosa le cogió con cuidado la cabeza y la coloco en su regazo, apartándole la sangre de la cara. Ikuto abrió los ojos.
-Eres un idiota. Todo esto es mi culpa, y ahora van a golpearte hasta que mueras-gimió-¿Por qué haces esto? ¿Por qué?
El muchacho saco fuerzas de donde no las tenía y levantó con dificultad la mano izquierda hasta posarla en la mejilla de Amu. Esta la oprimió contra su mejilla y dejo escapar una lágrima. Los ojos del joven brillaron y sonrió todo lo que le permitían sus heridas. El susurro de Ikuto apenas se escucho, pero Amu lo entendió muy bien.
-Porque te quiero.
Amu lo miro, sin poder articular palabra. Lo miro y con un impulso que venía de su corazón lo abrazo contra ella con cariño, llorando.
-Conmovedor. Lástima que ahora eso no te sirve de nada, porque vas a morir.
Tadase empujo con fuerza a Amu y agarro a Ikuto por el cuello de la camiseta. Antes de que Tadase le clavase la cuchilla en el estomago, Ikuto miro a Amu con los ojos medio cerrados, y esta, desde el suelo, pudo entender lo que le estaba diciendo.
Te quiero, chica.