Se quedó en el mismo sitio, quieta, hasta que vio a Ikuto (su nuevo compañero de cuarto y psicópata en potencia) desaparecer.

Vale, estoy en el Haden. Lo he conseguido, estoy aquí. Voy a estudiar en uno de los Institutos más prestigiosos del mundo, tendría que estar contenta. Feliz. Vamos, sonríe. Eso es, casi lo tienes, solo un poquito.

Los labios de Amu se abrieron en una pequeña sonrisa para después crisparse en la comisura derecha y abrirse completamente. Así, empezó a temblar, apretó sus manos en puños, tanto que los nudillos se volvieron blancos por la presión. Sus dientes se juntaron más y más, sus ojos cerrados en rabia contenida.

De repente, gritó. Gritó como cuando no pudo subir a la montaña rusa por su estatura, como cuando su madre murió, como cuando la aceptaron en el Haden. Como cuando conoció a Ikuto. Soltó toda la tensión, la rabia, la impotencia, y se quedó vacía.

Paso tras paso, comenzó a andar, a moverse por el que a partir de ahora sería su nueva casa, su hogar. Recorrió todo el Instituto, los jardines, las zonas comunes, las pistas. La campana sonó indicando el final de las clases, y ella estaba totalmente perdida. No sabía dónde estaba su apartamento, no tenía la llave.

Algo la empujó hacia atrás, algo duro y fuerte que la había golpeado en el hombro. Se dio la vuelta, preparada para insultar al imbécil que no la había visto. Pero no fue eso lo que hizo.

-¡Perdón, lo siento! No te había visto. Eres tan bajita…

El chico era castaño, ojos verde claro, intensos. Al parecer se dio cuenta de que ese comentario no le había hecho gracia a la chica del pelo rosa, por lo que intentó arreglarlo.

-Perdóname-dijo de nuevo-¿Eres nueva, verdad? Nunca te había visto por el Haden antes.

Amu lo miró. Tenía una bonita sonrisa, era muy mono. Decidió comportarse bien, ser agradable. Quería hacer amigos aquí, no estar sola.

-Sí. Me llamo Amu. Encantada.

La chica levantó la mano. El joven la miró perplejo, pero aceptó.

-Yo soy Kukai.

Se miraron el uno al otro, esperando algo. Ninguno sabía el qué.

-Entonces, ¿tienes algún problema? Estar parada en mitad del pasillo mientras la gente sale de la última hora de clase no es una buena idea.

-No. Bueno, sí. No sé donde están los apartamentos, y tampoco tengo la llave.

-¿No te han dado la llave de tu apartamento? Eso es muy raro. Pero no te preocupes, te ayudaré. Yo también me dirigía hacia allí.

Amu se sorprendió de la amabilidad del chico al que acababa de conocer. ¡Ojalá fuese él su compañero, y no Ikuto!

-Gracias.

Los dos se encaminaron hacia los apartamentos, situados al norte del Instituto. Todos los estudiantes que estudiaban en el Haden vivían allí. Caminaron en silencio. Amu se entretenía admirando los uniformes de los estudiantes. Los chicos llevaban corbata y pantalones oscuros, con camiseta blanca y americana azul. Las chicas llevaban falda plisada azul oscura y un lazo negro al cuello, con la misma camiseta blanca. Era muy elegante, propio de una institución de tanto prestigio. Solo de imaginar el precio que debían de tener, se estremeció. Nunca podría haberlo pagado de no haber sido por la beca que la mantenía allí.

-Bueno, ya hemos llegado.

Amu se paró delante de dos grandes edificios. Estaban situados paralelamente uno del otro y al fondo había un gran jardín. Desde donde estaba podía ver la piscina, las pistas de tenis, el pabellón de deportes.

-El edificio de las chicas es el de la derecha. Ahora están en obras, los pisos de arriba están en malas condiciones.

-Oh, yo… yo no estoy en el de las chicas.

Kukai la miró confundido.

-Pero, tú eres una chica. Por favor, dime que eres una chica, porque sino…

-¡Claro que lo soy! Pero no vivo ahí. Debido a los problemas que hay en esas plantas, viviré con un chico, en su apartamento. Pero ese chico es un imbécil que me ha dejado tirada, cuando se suponía que tenía que enseñarme el Haden e indicarme donde estaba nuestro apartamento. Por no hablar de las llaves, que seguro tendrá él.

Kukai la escuchaba atentamente, pasándose la mano por el pelo un par de veces.

-Vale, ese tío es un gran cabrón. Pero eso no ayuda ahora. Si no tienes llave, ¿cómo vas a entrar en tu apartamento?

La chica estaba al borde de las lágrimas. ¿Por qué tenía que pasarle esto a ella?

-Solo sé que es el piso 4-Amu respiró hondo-Muchas gracias por todo, Kukai. De no ser por ti, ahora estaría perdida por algún pasillo.

El chico sonrió, sonrojándose.

-No es nada. El primer día siempre es difícil-miró su reloj, que inesperadamente no era caro- Tengo que irme, llego tarde. ¡Hasta la vista, Amu!

Antes de que la chica pudiese agradecerle de nuevo, Kukai empezó a correr por donde habían venido.

Amu se dio la vuelta y relajó los hombros. Cuando entró en el gran edificio, se encontró con la mirada de muchos chicos, casi todos mirándola extrañados. Las chicas no podían venir al edificio de los apartamentos de los chicos, y al revés. Entre miradas y exclamaciones, Amu intentó pasar desapercibida, lo cual era difícil con su tono de cabello. Llegó al ascensor, pulsó el botón y los 20 segundos que tardó en bajar se le hicieron los más largos y pesados de su vida. El ascensor abrió sus puertas mecánicas y Amu entró como una exhalación. En menos de un minuto ya estaba en el pasillo del cuarto piso. Resignada, se sentó al lado del ascensor, detrás de una planta. Cuanta menos gente la viese allí, mejor. Esperaría a que el idiota de su compañero apareciese. Era la única manera.

Sentada, Amu calculó el tiempo que esperaba. Chicos y chicos salían del ascensor y se dirigían a sus respectivos apartamentos. En cada apartamento vivían dos estudiantes, por lo que cuando dos chicos entraban en un mismo apartamento, la chica lo eliminaba de la lista de "posibles apartamentos".

Pasadas tres horas, sobre las 9 de la noche aproximadamente, la chica se levantó de su pequeño escondite y se dirigió hacia el único apartamento donde nadie había entrado todavía. El número 29. Tocó la puerta varias veces, incluso llamó a Ikuto por su nombre. Desesperada, lo llamó con insultos, pero tampoco funcionó. A las 10 y media, el ruido de las puertas del ascensor abriéndose despertó a la chica, que se había quedado completamente dormida, con la espalda contra la puerta de su apartamento.

Ikuto la miró, con los ojos brillantes. Se acercó hacia la puerta y descaradamente, le dio un golpecito en el hombro a Amu con el pie derecho, para hacerla a un lado y así abrir la puerta.

La muchacha se levantó todo lo rápido que pudo y se colocó entre la puerta e Ikuto, la llave en su mano.

-¿Se puede saber-comenzó Amu, con la voz un poco tomada- dónde has estado durante las 5 horas que llevo esperándote, gran estúpido?

-No recuerdo haber invitado a una cría con pelo rosa a mi cama esta noche.

Amu sintió su cara enrojecer de rabia.

-No necesito invitación ni para tu cama ni para el apartamento. Vivo aquí. ¡Tenías que haberme enseñado el Instituto y acompañarme hacia nuestro apartamento y darme la llave!

Ikuto rió. Se acercó rápidamente hacia Amu, y puso sus ojos en frente de los de ella. Zafiro contra oro. Esta acción puso nerviosa a la joven, que intentó echarse hacia atrás, chocando contra la puerta. Cuando él habló, Amu cerró los ojos de manera inconsciente.

-Este, este en concreto, es mi apartamento. Que el director me obligue a compartirlo contigo es algo muy diferente. Pero, ¿sabes qué? Te daré un consejo. Quítate de delante de la puerta, vuelve al Instituto, entra al despacho del director y dile que abandonas.

Amu abrió los ojos, desconcertada.

-¿Qué?

-Lo que oyes. Tú te vas, yo me quedo el apartamento, y todos contentos. No necesito que una niñera responsable con buenas notas me controle.

Sin esperar respuesta, Ikuto empujó ligeramente a Amu, que para lo pequeña que era ella y para la fuerza que tenia él, era suficiente para hacerla a un lado y abrir la puerta. Entró la llave, la giró y la puerta se abrió. El joven entró en su apartamento y cerró la puerta.

-¿En serio?-Amu empezó a dar portazos a la puerta-¡Déjame entrar! ¡Llevo horas esperando para poder entrar!

Dentro, Ikuto dejaba las llaves en la mesita de la entrada y entraba en su cuarto para quitarse la camisa y la corbata. Intentaba no hacer caso a los insistentes ruidos provocados por la pelirrosa, pero resultaba difícil. Fuera, ella seguía gritándole, con algún que otro insulto en medio.

-Capullo, déjame entrar. ¡Déjame entrar! Iré a hablar con el director y le diré lo que estás haciendo. ¡Le contaré que no te conozco de nada y que anoche estabas huyendo de esa gente! ¡Le diré que estás metido en algo raro y luego...!

La puerta se abrió y en un parpadeo Amu estaba dentro. La puerta se cerró detrás de ella con un fuerte golpe y de repente se encontraba contra ella, con un Ikuto aparentemente furioso agarrándole el mentón con fuerza. Acercó su cabeza a la de ella sabiendo que eso la intimidaba.

-¿Qué sabes de esa gente? ¿Crees que puedes venir a amenazarme con algo que ni siquiera conoces, eh? Habla.

Amu hizo una mueca y, con un valor que desconocía, le quitó la mano de su mentón y lo empujó hacia atrás ligeramente, abriéndose paso.

-Solo quería entrar. No sé nada de esa gente, o en lo que estás metido. Ni me importa.

Ikuto aún estaba en la misma posición en la que se había quedado cuando Amu lo empujó. Iba a decirle un par de cosas sobre donde podía entrar cuando la puerta se abrió.

-¡Ikuto! Por fin, pensaba que no ibas a volver nunca. Te he llamado un millón de veces, estúpido. Hoy he conocido a una chica nueva, con el pelo rosa. Se llama Amu, y es muy bonita. Tiene unos ojos color miel preciosos, y es tan bajita que no me llega ni a los hombros, y…

Kukai paró en seco cuando se dio cuenta de que la chica de la que estaba hablando estaba delante de él, y de que a su lado estaba Ikuto. No se había equivocado de apartamento.

-¿Muy bonita?-Ikuto arrugó la nariz cuando miró a Amu, que hizo lo mismo y desvió la mirada.

Kukai se sonrojó tanto que hasta el tono de piel se sus orejas se volvió rojizo.

-¿Este es el gran cabrón?-Preguntó confundido el castaño.

-¿Gran cabrón? ¿Qué coño estás diciendo, y por qué conoces a mi nueva y enana compañera de cuarto?

-¡No soy una enana!- Amu miró a Kukai- ¿Ikuto es tu amigo?

Kukai se encontró en una situación muy rara, en la que cualquier respuesta podía ponerlo en problemas.

-No.

Ikuto le dirigió una mirada cargada de odio.

-¿Cómo que no?

-Quiero decir… ¡Sí!-esta vez, Amu fue la que lo miró- Somos amigos. Pero no sabía que era tu compañero de cuarto, ¡ni mucho menos que fuese un gran cabrón!-dijo señalando a Ikuto-¿Y por qué demonios no llevas camisa?

En ese momento, Amu se dio cuenta de que, como decía Kukai, Ikuto no llevaba nada que le tapase el torso. El rojo volvió a adornar sus mejillas y desvió la mirada de nuevo, mientras se cruzaba de brazos. Ikuto sonrió arrogante.

-Como si fuese la primera vez que me ves así, chica.

Tanto Amu como Kukai enrojecieron aun más con aquel comentario.

-Ikuto, dime por favor que no te has aprovechado de esta chica. Dímelo.

-¿Estás loco? Tiene el pelo rosa. ¡Rosa!

Amu lo miró de nuevo, los ojos brillantes de odio.

-Dios, eres insoportable. No veo el día en que pueda irme de aquí.

-Lo mismo digo- Ikuto se cruzó de brazos también.

Kukai los miro a los dos, primero a Amu y luego a su amigo, repetidas veces.

-Creo que será mejor que me vaya. Presiento que tendréis muchas cosas de las que hablar para conoceros y eso.

Los dos jóvenes le dirigieron una mirada desafiante a la vez.

-Vale, está bien. No habléis si no queréis, pero tengo que irme igual. ¿Podríais intentar no mataros el uno al otro esta noche?

-No prometo nada.

Amu puso los ojos en blanco.

-Insoportable.

Kukai se pasó la mano por el cabello e intentó no preocuparse.

-Me voy-abrió la puerta-Ikuto, tenemos que hablar. Ha habido problemas, aunque si te hubieses presentado a la reunión, lo sabrías.

Ikuto asintió sin mucha atención y Kukai salió del apartamento, cerrando la puerta tras él. La estancia quedo en silencio durante unos segundos, hasta que Ikuto lo rompió.

-No sabía que conocieses a Kukai.

-Me ayudó a encontrar los apartamentos. Más de lo que has hecho tú, por cierto.

Ikuto la miró y sonrió de lado. El día ya había sido bastante largo, no tenía ganas de discutir. Además, algo le decía que vivir con esa enana de metro cincuenta no sería del todo aburrido.

-Es tarde y quiero dormir, estoy cansado. La cocina está ahí, el baño es esta puerta de aquí y mi cuarto, ese de ahí. Hoy tendremos que dormir juntos, este apartamento solo tiene un dormitorio. No sé cuando traerán otra cama, puede que tarden semanas.

El oji-azul comenzó a caminar hacia su cuarto. Cuando estaba a punto de entrar, dijo algo más.

-Por cierto, tus maletas y tus objetos personales están en el salón, ahí. Puedes cambiarte y tomar una ducha, si quieres.

Entró en el dormitorio y cerró la puerta. Amu respiró hondo y se dirigió al salón. Como había dicho Ikuto, sus maletas estaban ahí. Abrió la más pequeña, sacó su pijama y entró en el cuarto de baño. Estuvo bajo el agua de la ducha cerca de un cuarto de hora. Cuando se secó y vistió, entró al dormitorio.

Estaba oscuro, pero no quiso encender la luz. Ikuto estaba dormido, tumbado de lado en la cama, con solo un pantalón ancho de pijama, de color oscuro. La habitación era grande, lo suficiente para poner otra cama, sino fuese por el tamaño de la cama de Ikuto, que era del tipo matrimonial. Despacio, caminó descalza hacia su lado de la cama, a la derecha. Intentando hacer el menor ruido posible, se tumbó, mirando para Ikuto. Tenía los ojos cerrados y su respiración era constante, tranquila. El cabello se esparcía sobre la almohada, brillante y oscuro. En la oscuridad, Amu se giró hacia la derecha y se puso de espaldas a Ikuto. Cerró los ojos.

Hacía calor, la ventana estaba abierta. Ikuto se movió hacia adelante y al abrir los ojos, se encontró cabellos rosas por todas partes. El cabello de Amu era largo, aproximadamente le llegaba entre los hombros y más arriba de los codos. Se acercó un poco más hasta rozar los cabellos rosados con su mano, sin darse cuenta. Se acercó un poco más. Aquella chica…

-Hueles muy bien, Amu.

El chico hundió el rostro en el pelo de ella. La chica abrió los ojos y se dio tan rápido la vuelta que, de no ser por la mano de Ikuto que agarró su cintura y la pegó a él, se abría caído de bruces contra el suelo.

-¿Qué estás haciendo, pervertido?-Amu le pellizcó en el brazo que tenía alrededor de su cintura y se alejó todo lo que pudo de él.

Ikuto la miró burlón. Definitivamente, vivir con aquella chica sería muy divertido. Se acercó hasta ella, lentamente.

-A pesar de tu mediocre estatura, tu poco desarrollo y tu absurdo color de pelo, hueles muy bien, chica. ¿Sabías?

Amu infló las mejillas y se dio la vuelta, cerrando los ojos con fuerza.

-Grandísimo estúpido del demonio-susurró.

Ikuto soltó una suave carcajada y se dio la vuelta también.