¡He vuelto! Aquí vamos con un capítulo más de VaP, ¿sienten eso? Es el aire de la rosa de Guadalupe, los milagros existen y vienen en forma de lectoras que confían en mi trabajo para comisionar los capítulos así que esto va para ellas y en especial para "H" por comisionar este capítulo 36.
Disclaimer: InuYasha no me pertenece ni ninguno de sus personajes, a excepción de los creados por mí.
Advertencias: Posibles faltas de ortografía. Aquí no hay betas, muero sola.
Dedicatoria: A "H", gracias por todo tu apoyo y confianza.
Viaje al pasado
La sombra de una verdad
Renard caminaba ansioso por la cueva mientras esperaba impaciente el arribo de sus compañeros, desde el aviso de uno de los mensajeros no pudo evitar que la anticipación hiciera mella en sus sentidos, habían pasado meses separados, nada extraño cuando tenían que hacer de embajadores en otras tierras, pero a veces, se sentía apartado puesto que él nunca había sido parte de esos viajes de reconocimientos, entendía el razonamiento de Sef sobre porque enviar a Gen y Hanae, tenían mayor experiencia y edad que él, aunque eso no evitaba del todo el cosquilleo de inconformidad que surgía cuando los veía marcharse, pero ya estaban llegando.
Volvían a casa.
Sef miró a su hermano menor volver a caminar hacia la entrada de la cueva y retroceder segundos después, demasiadas emociones en su rostro y expresión corporal, una de las tantas razones por las que no lo dejaba ir aún como embajador, Renard llevaba el corazón en la cara, lo cual podría ser contraproducente en muchas situaciones como mensajero de otras tierras, tantas cosas podrían salir mal con sólo una mueca sin intenciones, pero con el tiempo podría ser un gran líder, claro, si él accedía a ser su sucesor, había muchas cosas en juego ahora como para que el futuro no fuera seguro.
—¿En serio lo harás? —cuestionó en voz baja Kitzuna rozando la palma contraria con suavidad, siendo recompensada con un suspiro y unos dedos entrelazándose con los suyos.
—Sí, ya es momento de empezar a movernos, no podemos ignorar más el clima político, hay un gran peligro fuera de las fronteras y ninguno de los lores fuera de Sesshōmaru-sama se han estado interesados en hacer o investigar sobre el hanyō Naraku —Sef apretó su mandíbula ante eso—. Si bien Sesshōmaru-sama esta tras él por un motivo más personal, sigue siendo el único que está en la mira y por ende todos nosotros y el Oeste, el ataque de hace unos meses demostró que están probando nuestras defensas y recabando información, no me gusta estar en la mira sin poder hacer algún movimiento para acabar con la amenaza.
—Siempre preocupándote —suspiró levantando sus manos unidas para besar los nudillos de su pareja.
—Esa es la definición de mi trabajo, preocuparme por el futuro —sonrió—. Y una vez Sesshōmaru-sama tome legítimamente la silla del Oeste, creo que nuestro trabajo se duplicara, después de todo la diplomacia no parecer ser su fuerte.
—Pensé que Kagome-sama sería la diplomática.
—No. Si en un supuesto Kagome-sama regresa para convertirse en nuestra señora, Sesshōmaru-sama definitivamente no la perdería de vista, menos mandarla a tierras extranjeras sin él, además, de dejarla ir entraríamos en más guerras de lo que necesitamos.
Kitzuna embozó una sonrisa sorprendida.
—Creí que confiabas de corazón en Kagome-sama.
—Oh, no, no. No te equivoques, mi confianza nunca titubeara ni mi corazón —sus ojos se encontraron con los de su amada—, eso lo sabes más que nadie —sonrió ante el rubor complacido de ella—. Pero Kagome-sama es una humana sin conocimientos y peligrosa, sus emociones siempre las vive, pasaran años antes de que entienda su papel y obligaciones para el Oeste, los juegos sociales son delicados, sin embargo, sé que lo lograra. Es terca y hace que queramos seguirla… hasta el final. Son excelentes características para una líder.
La yōkai asintió comprensiva porque era verdad, cuando fue elegida para convertirse en la pareja de Sef tuvo que aprender mucho rápido y en poco tiempo, nunca le gusto la política era demasiado engañosa y manipulable, la confianza no era algo que pudieras dar en poco tiempo o alguna vez, lo tratados eran tan frágiles como una flor en invierno, era un ambiente que te asfixiaba, entendía porque Sef no dejaría a Kagome deslizarse tan pronto a esos lugares, ella era demasiado idealista.
—Kagome-sama lo lograra.
—Sí. De eso no hay duda alguna.
—¡Llegaron!
La voz de Renard los trajo de regreso casi sonrieron al ver la emoción desbordante del menor, Kitzuna se alejó para prepararse y recibirlos, no tardaron en entrar a la cueva, Sef les dio una larga mirada, ambos kitsunes habían tenido un pasado trágico cuando llegaron a sus manos.
Hanae fue la primera en entrar sus ojos lucían cansados, pero intensos, una de las principales razones para mandarla de diplomática era su postura firme y cara inexpresiva, hasta a él le costaba muchas veces poder leerla, siempre mantenía sus sentimientos bajo control no importaba el lugar, las únicas veces que la había visto romper su máscara fue alrededor de Renard lo que no le sorprendía, desde que se conocieron ella supo cuál sería su posición y deber, por eso se forjó dura y letal; cuando sus miradas se encontraron se inclinó dejando que los mechones rubios cenizos que no se encontraban dentro de su larga trenza rozaran sus pómulos bronceados, notó como sus ojos esmeraldas brillaban con alivio.
—Hemos regresado —anunció una vez se reincorporó.
—Bienvenidos.
Antes de que los saludos pudieran presentarse el otro kitsune que se alzaba como una sombra detrás de la espalda de Hanae se inclinó con una sonrisa dentada dejando que su cabello naranja cobrizo cayera libre sobre sus hombros anchos, sus brazos libres de mangas mostraban su infinidad de cicatrices que decoraban la piel morena, sus ojos grises vibrantes y divertidos lucían bastante despiertos a pesar de los meses lejos, no duda ni un segundo que encontró la forma de entretenerse y molestar a Hanae de paso, Gen no era un kitsune típico, su carácter fácil y simpático lo alejaban de la imagen de un guerrero feroz, sin embargo, él era uno de sus mejores luchadores curtido de dolor, sangre y veneno, Gen era el claro ejemplo de nunca juzgues a alguien sin conocerlo, puesto que arrastraba una larga estela de muertos detrás suyo, y sin bien, no era el mejor candidato para la diplomacia como Hanae, su aura suave hacia que muchos bajaran la guardia lo que perfectamente servía para reconocer a enemigos y aliados potenciales.
—He escuchado que teníamos invitadas —exclamó deslizándose hacia Renard que comparado con el diplomático lucía más pequeño, puesto que los años de entrenamiento arduo y constante lograron abultar y definir sus músculos, aunque cuando se ponía sus kimonos para encontrarse con otros dirigentes o diplomáticos podía disimularlo, no como ahora que dejaba libre sus brazos y piernas, viajaba siempre con ese patrón de vestimenta porque se sentía mucho más libre para moverse y reaccionar ante cualquier ataque—. ¿Te divertiste, Renard?
Hanae tiró rápidamente de su compañero de la oreja para que se separara del futuro líder.
—Quieto —ordenó frunciendo el ceño ante la descortesía—. Primero el informe y luego puedes molestar a Renard-sama.
—¿No se supone que no deberían molestarme?
Ella suavizó su expresión tomando un cariz más juguetón.
—He aprendido a elegir mis batallas, está no es una de ellas —replicó soltando a Gen, que se quejó ante el maltrató, pero guardó silencio y llevó sus manos hacia su espalda para volver a fundirse en la sombra de Hanae.
Sef se deleitó por la interacción, cuando el ambiente volvió a tonarse formal su rostro cambió a uno más serio, no tardó en indicarle que comenzara con el informe, no oyó nada que le sorprendiera, aunque había una relación amena con el norte el cambió de lealtad de los kitsunes seguía siendo un tema delicado a tratar, la muerte de su abuelo había sido el pago final para la liberación de ellos del norte, podía recordarlo marchito y solitario puesto que él era el único que seguía conectado a su antiguo amo y su conexión con el pueblo kitsune ya no lo tenía; era un destino cruel, pero un precio justo. Por lo que, aunque la animosidad estaba ahí, sus tratos seguían siendo gratos, sin embargo…
—Entonces, el mismo Lord Genbu les recibió, eso es inusual.
—Lo fue —concordó Hanae recordando al yōkai de intensa mirada viridiana que combinaba perfectamente con su cabello peinado pulcramente sentado en la silla del Norte con una sonrisa perezosa y reservada con un toque de agudeza tras la comisura de sus labios—. Parece interesado en reabrir el comercio e intercambio con el Oeste, tal parece que el Este ha estado moviéndose estos últimos años para recuperar su antigua influencia en los puertos y empezó con Lord Genbu, pero antes de cualquier tratado formal quiere darnos la oportunidad de hacer tratos con él.
—Preferencia, ¿eh? —Sef tarareó—. Sería una buena oportunidad tener como principal aliado al Norte, su fuerza bélica sería un problema de tener al Este como enemigo y que éste ganara una alianza primero.
—Dejé las negociaciones abiertas, dando una apertura de aceptación, pero…
—Sólo Sesshōmaru-sama puede aceptarlo.
—Sí. Después de todo si fuimos enviados fue para verificar los tratados de no acción contra las fronteras, hablar sobre abrir el intercambio de bienes iba más allá de mis funciones.
—Lo hiciste bien, estoy seguro que Lord Genbu no esperaba que las negociaciones se cerraran, pero su presencia dice que está propuesta es seria, tendré que presentarle esto a Sesshōmaru-sama lo más pronto posible, tener el apoyo del norte considerando el estado debilitado de nuestras fronteras y el miedo que hay fuera de ellas con el asunto del hanyō que nuestro señor está cazando sería estupendo —terminó cruzándose de brazos.
—El problema es que no sabemos cuándo regresara Sesshōmaru-sama —intervino Kitzuna—. Lo más prudente sería esperar su regreso, pero considerando lo rápido que pueden cambiar las mareas con el Este sería mejor conseguir la aprobación lo más pronto posible.
Sef tarareó casi sonriendo por las circunstancias que podría usar para mandarlos legítimamente con Sesshōmaru y Sayumi.
—De acuerdo, en este momento daré por concluido el reporte —vio como Hanae fruncía el ceño ante eso, ella era muy diligente con sus misiones—. Si crees que algo es más importante que la mención del tratado con el Norte puedes seguir hablando, sino aquí acaba el reporte.
La vio reconsiderar rápidamente antes de negar.
—No. No hay nada.
—Entonces, aquí termina el reporte lo que se dirá a continuación será únicamente para sus oídos, nada que se diga ahora podrá repetirse a nadie, de ser necesario morirían en vez de rebelarlo.
Gen se acercó con su cara menos juguetona y más seria mientras se ponía al lado de Hanae, quien se había cuadrado ante el tono de su líder, ambos habían estado lejos, pero reconocían la gravedad del asunto y pronto mientras Sef les iba contando los detalles de lo que paso en su ausencia se percataron de que todo iba a cambiar, el balance de poder iba a pasar a manos de mujeres desconocidas y bastantes influyentes como la manera de describirlas tan amplia y cariñosamente se daba a entender.
Gen miró de reojo a Renard que no había hablado en toda la reunión, al entrar lo primero que notó en él fue un aura extrañamente abierta, algo que no había visto en años, por lo que la curiosidad se arrastró lenta y persistente en su mente, pero lo abordaría después del informe, sin embargo, con lo que Sef contaba se dio cuenta rápidamente de la forma en que su cuerpo reaccionaba al nombre de Sayumi.
Sayumi, heredera del Oeste, hija de Lord Sesshōmaru.
Una combinación que él catalogaría como… altiva y engreída, nadie que naciera en una cuna de oro y definitivamente no siendo hija de Sesshōmaru-sama, podría ser diferente, pero por lo que logró captar en su camino hacia Sef, era todo lo contrario y estaba siendo protegida directamente por sus líderes y entrenada con sus maestros guerreros, que Renard pareciera cercano a la heredera le causó cierta diversión pensando que había sido obligado a tener que escoltarla, sin embargo, ahora esa idea se había caído, porque él parecía sincera y abiertamente apegado a la yōkai; sus ojos se desviaron de Renard a Hanae, reconoció enseguida que no estaba satisfecha ni conforme con lo que oía.
Lo cual podría ir muy mal para Sayumi si su compañera no la aprobaba, la palabra protectora se quedaba corta cuando se trataba de la relación entre Hanae y Renard; volvió a mirar a Sef para captar los últimos detalles sobre la pelea y destierro de las mujeres y la posibilidad de que regresaran con Sesshōmaru-sama después de que este fue a por ellas, definitivamente la balanza de poder ya estaba inclinada.
—¿Qué significa eso para nosotros? —preguntó Hanae una vez la voz de su líder se extinguió en el aire.
—Que desde este momento sus servicios y lealtades serán para Renard y quienes él decida poner bajo su protección, ya no responderán a mí ni a Kitzuna.
Ambos diplomáticos se estremecieron, sabían que ese día llegaría, fueron entrenados desde sus primeras colas para ser el escudo y la lanza de Renard cuando el momento llegara, serían sus consejeros y anclas, pero… ¿tan pronto?
Hanae buscó a Kitzuna, quien asintió ante las preguntas mudas por lo que apretó la mandíbula.
Gen se acercó al kitsune más joven y se arrodilló frente a él.
—Yo, Gen de la tribu del Oeste daré mi lealtad a Renard hijo de Kairi, que mi vida sirva para fortalecerlo en su camino y destino, guíame para ser tu escudo.
—Que tu voto nunca se rompa.
Se levantó con una sonrisa antes de adelantarse y abrazarlo, escuchando una protesta antes de advertir que era correspondido en su muestra de afecto.
—Oh, Renard, necesitó escucharlo todo —mencionó jovialmente alejándose, manteniendo sus manos sobre los hombros aún menudos, anotó rápidamente en su cabeza que necesitaba entrenarlo intensamente, si había entendido correctamente la estratagema detrás de todo, ellos iban a estar en medio de un conflicto de poderío y Renard debería empezar a preparase para ello.
—Sólo tienes que preguntar —sonrió antes de girarse hacia Hanae que no parecía nada contenta, sin embargo, cuando sus miradas se encontraron algo se calmó en ella—. ¿Hanae?
La kitsune se adelantó para arrodillarse siguiendo el ejemplo de Gen momentos antes.
—Yo, Hanae de la tribu del Oeste daré mi lealtad a Renard hijo de Kairi, que mi vida sirva para fortalecerlo en su camino y destino, guíame para ser tu espada.
Sef entendía la desconfianza de Hanae por eso tenía una fe ciega para estar al lado de su hermano, si existiera alguien que moriría antes de dejar que Renard fuera herido, era ella; y si alguien podía asegurarse que ella siguiera en una pieza ese era Gen, ellos eran un equipo formidable; así que una vez la vio levantarse para ser abrazado por su compañero pese a sus quejas del espacio personal y las risas de Renard, se acercó.
—Te marcharas al amanecer, debes informar a Sesshōmaru-sama sobre la petición del Este y traerme su respuesta de regreso si él no viene en persona —indicó posando su mano en la espalda de su hermano.
—¿Y después? —preguntó éste.
—Escucha a tu corazón, yo respaldaré cualquier decisión que tomes —miró a Kitzuna—. Y Kit-
—Ni lo pienses —puso las manos en sus caderas sin una pizca de dulzura en su postura—, me quedaré aquí. Renard ya tiene el respaldo necesario, así que alguien debe cuidarte la espalda.
—Kitzuna.
—Nada de eso, me quedó y lo sé —se acercó para tomar a su pareja de la cara, sujetándolo con suavidad y firmeza—, sé que la razón por la que quieres dejarme ir, es porque no soportarías verme atada a decisiones que no me agraden —los ojos de Sef se mostraron atormentados ante la idea, ella suspiró antes de sonreírle—. Pero esto es algo que yo estoy eligiendo ahora, quedarme aquí, no me quites eso.
Y él no podría.
—De acuerdo —cedió con una espiración lenta antes de inclinarse y besar su sien; se giró hacia los tres kitsunes que evitaban miraros—. Saldremos para terminar de dar unas órdenes y anunciar su salida, Renard trata de dormir, vendremos por ustedes cuando sea el momento.
Renard los vio marchar antes de que Gen estuviera sobre él al instante quejándose de los meses fuera y de que Hanae había sido tan fría con él, el kitsune suspiró antes de reír, los había extrañado tanto, desde que tenía uso de razón ellos estuvieron a su lado, eran en términos prácticos sus hermanos mayores y amigos, muchos de los consejeros no estaban felices al principio con esa clase de relación, preferían una línea bien dibujada entre la división de poderes y estatus, pero por supuesto Kitzuna metió sus manos y siendo ella quien educaba a todo cachorro que quedara huérfano y que además era la pareja del líder, si decía que criaría a Renard junto a Gen y a Hanae, lo haría.
Y lo hizo.
Y creció amándolos y ellos a él.
Aunque a veces podían ser demasiado sobreprotectores.
—Suéltalo —ordenó la yōkai pellizcando el costado de Gen, haciéndolo saltar de dolor—. Ahora Renard es nuestro líder, modales.
—Si me ordena morir lo haré —se quejó—; lo cual no quita que siga siendo el pequeño Renard que trajo hiedra venenosa en vez de plantas medicinales a Kitzuna-sama.
—¡Fue una vez! ¡Sólo una vez! —sus orejas y mejillas se colorearon de un intenso rojizo—. Y de todas formas no les pediré que mueran por mí, ni siquiera lo pensaría, son familia.
Hanae le creyó, pero lo sabía mejor.
—¿Aún si nuestra muerte significara salvar a la hija de Sesshōmaru–sama? ¿Nos elegirías antes que a ella? ¿Ordenarías nuestra retirada?
Él abrió la boca sin poder emitir sonido alguno, había una verdad tacita en esas preguntas, nunca podría anteponer sus vidas a la de Sayumi y eso lo aterrorizo, ¿cómo daría una orden así sabiendo que conllevaría a la muerte de alguno de ellos? ¿Cómo ordenaría a otros morir sin sentir nada? ¿Cómo Sef lo hacía?
La realidad de lo que su puesto conllevaba hizo que se tambaleara, siendo sujetado por Gen que le impidió acabar en el suelo, lo mantuvo de pie.
—Lo rompiste —protestó Gen—, no se supone que le harías saber sus responsabilidades tan de golpe, se amable.
Ella suspiró poniendo las manos sobre sus caderas y echando la cabeza hacia atrás antes de dejar caer su postura y acercarse a Renard para confortarlo con un toque suave y superficial en su pómulo.
—Me disculpo si te causé angustia, no era la manera de abordar esto, sin embargo, necesito que entiendas esto, el poder que ya tienes sobre nosotros y que tendrás cuando tomes el lugar de Sef-sama, será grande y peligro, lo que significa que cualquiera que pueda tener influencia en ti puede ser una amenaza; así que necesitamos saberlo, ¿qué es Sayumi-sama para ti? ¿Ella podría ser un peligro?
—¿Qué? No, no. No Sayumi-sama, ella es… es… —suspiró tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicarles que la yōkai era todo menos una amenaza para ellos—. Ella.
Gen articuló una maldición.
—La conoceremos cuando sea el momento —tocó con cuidado a Hanae para apartarla—, después de todo para descubrir el verdadero rostro de alguien tiene que ser en persona, directamente. Así que no te presiones ahora, las palabras llegaran cuando sea preciso; por lo que será mejor descansar, nos espera una aventura y está vez podrás venir con nosotros.
—De acuerdo, me retiraré, nos veremos al amanecer —se inclinó ante Renard antes de golpear a Gen, que le despidió con una sonrisa tonta.
La siguieron hasta la entrada donde no tardó en perderse a la distancia, Renard estaba casi seguro que iría con Kitzuna.
—Ella te asesinará algún día.
—Oh, lo estoy esperando ansioso —rió antes de inclinarse—. Nos veremos, trata de dormir y no pienses demasiado en lo que dijo Hanae, tienes mucho tiempo aún para considerar lo que conlleva ser la cabeza de todo un pueblo.
—Trataré.
Renard inhaló profundo al quedarse solo, su mirada rápidamente se dirigió al cielo nocturno, había tantas cosas por reflexionar y entender, pero lo único que lograba evocar era la imagen de Sayumi.
—Espero estés bien —musitó cerrando sus ojos—. Y feliz.
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Sayumi estaba tratando de tranquilizarse respirando hondo y lentamente, apenas se percató que su padre había desaparecido apartó a Kitto para deslizarse hacia dentro del pozo, sin embargo, nada paso además de que sus piernas le fallaron y cayó como un saco de papas, agradeció que sólo estuviera su compañero kitsune para ver su caída nada digna; palpó el suelo terroso, pero nada indicaba que pudiera pasar a través de él, como si sólo se hubiera abierto para Sesshōmaru, ¿sería posible que sólo el yōkai podría atravesarlo? ¿Podría traer a su madre devuelta?
La ansiedad volvió a subir por lo que cerró los ojos y visualizó los ejercicios de respiración que su tío Sōta le enseño cuando tenía ataques de pánico por no saber de su madre por días cuando iba de misiones, la preocupación era abrumadora y paralizante, pero había aprendido a ocultarlo hasta que simplemente se quebró y Sōta estuvo ahí para ella.
Y ahora no estaba.
Se sentía tan sola…
El quejido que Kitto la sacó de sus pensamientos, levantó la cabeza para ver al kitsune agazapado en el borde sin poder bajar porque no había el espacio suficiente para que dieran ambos.
—Estoy bien, Kitto, promesa —se levantó sin que sus piernas temblaran, el sedante ya había perdido efecto y tenía más control de sus extremidades—. Voy a salir.
Ella estaba esperando a que se moviera para poder saltar, pero grito sorprendida cuando el kitsune metió su cuerpo superior para alcanzar sus ropajes y levantarla, parpadeó varias veces al estar de nuevo sentada en el borde del pozo con la cabeza de su compañero frotándose contra su costado con cariño.
—Gracias —rió correspondiendo los mimos—, necesito ir al Goshinboku, pediré madera para que los aldeanos puedan construir el pozo, puede que no sea necesario para que regrese mamá, pero esto sirve para contener a los demonios y monstruos.
El kitsune agitó sus colas mientras la seguía con dirección al árbol sagrado, no tardaron en llegar se quedó quieto cuando Sayumi palmeó en el costado, vio s sonrisa antes de que se adelantara para subirse en las raíces y tocar la corteza con delicadeza.
—Árbol de las edades y protector del tiempo, mi familia ha cuidado de ti por generaciones, por eso me atrevo a solicitarte humilde madera para reconstruir el pozo que fue destruido sin consideración, me disculpo en nombre de él puesto que a pesar de contar con mi resentimiento sigue siendo parte de mi familia, puedes pedir una retribución de mí si lo requieres —musitó apoyando su frente contra el tronco.
Por unos segundos no pareció que su petición fuera hacer escuchada y atendida hasta que bajo las yemas de sus dedos sintió como el Goshinboku se estremecía y el crujido de madera rompiéndose hizo que se alejara siendo protegida rápidamente por Kitto que uso sus colas para mantenerla cubierta, ella se dejó envolver mientras observaba fascinada como una de las ramas cae a sus pies con un sonido sordo.
—Kitto lleva la rama, por favor —El kitsune no tardó en seguir las órdenes de Sayumi, enrolló sus colas alrededor de la madera para levantarlo, ella miró el imponente árbol iluminado por la luna y las estrellas, el suave vaivén parecía despedirla—. Muchas gracias —se inclinó en una venia completa—. Traeré ofrendas.
Dándole una caricia en el cuello del kitsune caminaron de regreso al pozo con el corazón ansioso por volver a ver a su madre, cruzaba los dedos para que al arribar ya estuvieran ahí.
Casi podría verlos ahí, su padre parado en el borde, inclinado mientras ayudaba a salir a su madre que le sonreiría antes de ir hacia ella y abrazarla, hundirse en su calor y amor; pero sólo fueron ilusiones, cuando volvió a entrar al claro el lugar seguía igual de solitario que antes.
Suspiró.
—Sólo queda esperar —murmuró sentándose siendo seguida por Kitto que dejó la rama junto al pozo antes de colocarse a su espalda para que pudiera recostarse y estar cómoda, Sayumi sonrió mientras disfrutaba del cálido pelaje y la sincera preocupación de su compañero—. ¿Crees que estén juntos ahora?
Kitto sacudió sus colas mientras gruñía su respuesta, ella bufó.
—Sí, tienes razón. Padre nunca regresaría sin luchar antes.
Ella cerró los ojos y esperó.
Esperó hasta que el sueño la arrastró profundo.
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Sesshōmaru prestó atención a su alrededor, aún no entendía en donde estaba, segundos atrás había estado con Sayumi tratando de calmarla para que no cayera de nuevo en una transformación forzada, no podría asegurar que tanto aguantaría mentalmente esos cambios abruptos y su cuerpo aún no había madurado lo suficiente para soportar la tensión en sus huesos y músculos, sería tan fácil el perderse que lo inquietaba, esa sensación de impotencia se hilaba en su pecho con un silbido de advertencia.
Él no sabía si podría sobrellevar su desvanecimiento, no a estas alturas; y no le mintió a Sayumi cuando dijo que no temía su muerte, era algo que aceptó en el momento en que pudo encajar las piezas de su origen, pero no poder protegerla a ella o a Kagome le dejaba un sentimiento vicioso y agobiante.
Así que se prometió a si mismo hacer todo lo que estaba en su poder para que ellas tuvieran todo aun cuando él les faltara, por lo que estar ahora mismo en un lugar desconocido no le sentaba nada bien, sus sentidos se agudizaron tratando de encontrar algo o a alguien en los alrededores oscuros donde no había un arriba o abajo, un lado y otro.
Era como si estuviera en la nada.
En una nada que le observaba.
Llevó las flores de Sayumi hacia su obi, teniendo cuidado de no dejar caer o romper el pequeño ramo mientras lo colocaba y fijaba en su cintura, una vez asegurado el presente de Kitto a su hija, su mano se trasladó a hacia su espada, listo para pelear con quien fuera el cobarde que se escondía entre las sombras y-
—Eso no será necesario, Sesshōmaru —una voz femenina se expandió con gracia y profundidad.
Él se giró aún con sus dedos en la empuñadura, sin embargo, cuando se encontró con la persona perdió el agarre sorprendido ante su presencia.
—Kagome —llamó casi dudoso de que la estuviera bien, pero ahí estaba ella, quien sonrió al escuchar su nombre.
—Hola, Sesshōmaru —rió complacida.
Él avanzó para alcanzarla, sin embargo, unos metros antes de llegar a la mujer se detuvo, sus ojos clavados duramente en los contrarios que nunca dejaron de verlo, suave, gentil y… heridos. Había tanto dolor en ella.
—Tú no eres Kagome —renegó alcanzado de nueva cuenta su espada.
—No. No lo soy —aceptó sin inmutarse ante la clara amenaza hacia su persona—. Pero en realidad lo soy. Tal vez sería más preciso decir que soy la Kagome que un día conocerá un mundo sin ti, una sombra de lo que pude ser.
Él entendió.
—Eres la madre de Sayumi.
Kagome embozó una sonrisa.
—Tu Kagome igual lo será, ¿sabes? Pero técnicamente hablando sí, soy la Kagome que la dio a luz en el futuro y la que la mandó al pasado. A ti.
—¿Por qué?
—¿Mmm? Bueno, si iba confiar en alguien para cuidarla, siempre te escogería.
Sesshōmaru negó con la mirada dura y fría.
—No. ¿Por qué estás aquí? Ahora.
Algo cambió en ella, su postura abierta se cerró y sus ojos se volvieron oscuros y atormentados.
—Porque necesitas saber la verdad. Una verdad que ni siquiera Sayumi sabe.
El yōkai escuchó y su corazón se rompió.
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Sōta regresaba al Goshinboku al percatarse que su hermana tardaba en seguirlo, la cena se estaba enfriando por lo que decidió apurarla, una comida caliente le levantaría el ánimo, la sazón de su madre siempre era un alivio para el corazón, caminaba rápido hasta que un estruendo se escuchó en dirección al pozo, se detuvo unos segundos sorprendido antes de que un déjà vu lo golpeará con fuerza, la imagen de su hermana al fondo del pozo sangrando hizo que corriera hacia él, cuando deslizó la puerta y reveló que a los pies de la escalera había alguien se sorprendió, porque no era quien esperaba. No era Kagome.
—¿Quién…?
Sus ojos se encontraron cuando la persona se giró y por unos momentos pensó en InuYasha, el color era tan similar, pero al mismo tiempo diferente, había menos emociones y tenía una dureza en los bordes que rápidamente relacionó a Kagome, a su hermana de ahora, no era tan notorio como del hombre, pero ahí se encontraba.
Parpadeó intentando procesar la imagen, definitivamente era del pasado, sus vestimentas y armas lo delataban; aún si no las tuviera su aspecto general era discordante para alguien del siglo XXI y, sin embargo, al ver el porte regio, severo y noble por unos momentos creyó estar ante el emperador Akihiko, sólo lo había visto una vez en persona, pero la impresión que le dejo fue inolvidable, había un aura señorial e inalcanzable como si estuvieran en un mundo completamente diferente al suyo.
Y ese misterioso hombre poseía esa misma aura.
—¿Dónde está?
Sōta se estremeció, hasta su voz poseía una autoridad abrumadora.
—¿Q-Quién?
—Kagome. ¿Dónde está Kagome?
—¡Ah! —Entonces él era de quien su hermana le estuvo hablando—. ¿Eres Sesshōmaru?
El yōkai analizó al humano que tenía al frente suyo, era joven y no era un guerrero, sus manos estaban limpias sin un rastro de cicatrices o durezas, su postura era abierta sin rastros de amenaza ni advertencia; era una pregunta sin más pretensiones de confirmar su identidad.
—Lo soy.
—¡Oh! T-
—¡Sōta!
Sesshōmaru vio como el humano retrocedió mientras levantaba la mano.
—¡Hermana! —llamó con entusiasmo.
Kagome trotó al verlo salir del recinto donde estaba el pozo, se había preocupado cuando oyó un estrepito que no logró identificar, llámenla paranoica, pero aun estando en el futuro no se sentía del todo segura, era una extraña sensación de estar siendo observada y no le gustaba, menos si podía involucrar a su familia, una vez se cerciorara que el sonido no fuera nada actualizaría las protecciones alrededor del templo.
—¿Estás bien? Oí algo y-
Ella se detuvo a medio camino, estaba aliviada de que Sōta luciera tranquilo, se podría decir que feliz, sin embargo, detrás de él apareció alguien a quien no esperaba ver ni en un millón de años ahí.
Un contraste entre el pasado y el futuro.
Tan irreal como maravilloso.
—Sesshōmaru —jadeó casi sin voz por el nudo que comenzaba a formarse en su garganta, sinceramente pensó que gastó todas sus lágrimas en esos últimos días, pero el ardor en sus ojos indicaba otra cosa muy diferente, había tantas preguntas que quería hacer ¿cómo había atravesado el pozo? ¿Podría ella regresar con él? ¿Cómo se encontraba Sayumi? ¿Por qué su hermano lucía tan calmado al lado de uno de los yōkais más poderosos y letales de Japón? Tantas preguntas, pero en lo único que podía pensar era en correr hacia él y nunca soltarlo, lo quería tanto—. Sesshōmaru…
Él se desprendió de su armadura rápidamente, sin pensarlo dos veces se la cedió al niño humano, el que parecía ser el hermano de Kagome, antes de caminar hacia la mujer que al verlo moverse corrió con los ojos húmedos y una sonrisa temblorosa.
Sesshōmaru rodeó su cintura para estrecharla contra su cuerpo al mismo tiempo que ella se aferraba a sus hombros y hundía el rostro en su cuello con un sollozo trémulo; él bajó su cabeza colocado su mejilla contra la cabella azabache.
Ella estaba aquí.
Conmigo.
Ahora.
Las palabras de la otra Kagome aún pesaban amenazando con arrastrarlo al borde de la locura, estaba tan enfadado y aterrado de lo que significaría el futuro para ellos, giró su cara para rozar la sien de la morena con sus labios, estaba tan desesperado por aferrarse a ella. Tan estúpidamente desesperado por amarla.
—Las voy a proteger —susurró contra la piel caliente—. Voy a salvarte.
Kagome cerró los ojos.
Continuará.
.
.
.
*Huye épicamente del país* ¡No me atraparan con vida! Ya lo sé, estoy dando más preguntas que respuestas, pero es necesario, lo prometoooooo. Espero reciban con amor a Gen y a Hanae, pueden ser un apoyo o un obstáculo, ya lo veremos más adelante *risa malvada*
¡Gracias por todo su amor, espero les haya gustado el capítulo!
Con amor,
FiraLili
29/06/2022