Los personajes pertenecen a Takahashi Rumiko. La trama si es mía, es ficticia, fue creada con el fin de entretener. Desarrollada en otro multiverso de la continuación del anime de Inuyasha creada por Sunrise y del manga de Takashi Shiina.


SANANDO

El frío viento agitó las hojas de los árboles, haciendo que las hojas otoñales se desprendiesen de sus ramas, volando con el aire hasta caer en el suelo. El sol comenzaba a ocultarse tras él y fue lo que le permitió ver su sombra reflejada en el suelo y con ella, sus orejas, un nudo se formó en su estómago, uno que no se formaba en él desde hace mucho tiempo. A su mente había llegado un recuerdo de su niñez que no era precisamente agradable, tampoco es como que tuviese muchos recuerdos buenos y felices de aquel tiempo.

Una rama se rompió cerca de él, alguien se acercaba, no volteó, su nariz había captado el aroma de aquella persona, su compañera lo había ido a buscar.

—Inu— le llamó ella al hincase a su lado en el suelo.

—¿Estás bien?, Moroha…— dirigió preocupado su mirada a la cabaña, su niña tenía apenas tres meses de nacida y con el brote de gripe en la aldea, se preocupaba por ella, después de todo, tan sólo tenía un cuarto de sangre youkai en sus venas.

—Ella está durmiendo, ¿en qué pensabas?— claro que ella había notado su cambio de humor, era muy perceptiva.

—Está anocheciendo y debería ir por más agua— se levantó al no querer hablar de esa parte de su pasado que quería olvidar—. Ya no hay suficiente en los jarrones.

—No evadas mi pregunta— también se levantó y le vio con aquella mirada llena de determinación que tanto la caracterizaba.

—Kagome…— en ese momento no quería hablar de ese tema, pero sabía que su compañera no lo olvidaría, sus orejas se agitaron—. Se despertó, Moroha— su pequeña había sido su salvación.

—No vas a poner de pretexto a…— ella suspiró con resignación al escuchar el llanto de su bebé.

—Ve con ella, no tardo— esperaba que al volver ella dejase pasar el tema.


Esa tarde resultó ser algo cálida, por lo que decidió salir y sentarse en el engawa trasero de la cabaña, desde ahí podía vigilar a Kagome y Moroha que tomaban una siesta, se cruzo de pies y manos, cerrando sus ojos, recargado en la columna de madera y disfrutar del agradable clima.

Los minutos pasaron y escuchó a su compañera levantarse, ir a la cocina y al escuchar el "tac, tac, tac" del filo del cuchillo sobre la madera, supo que Kagome había comenzado a preparar la comida de ese día. No fue necesario que abriese sus ojos para saber que Moroha seguía durmiendo, la respiración de su hija era tranquila.

El sonido de los pasos de su compañera se fue acercando, ella caminaba hasta él y debió evitar sonreír al escucharla intentar contener una risa, algo le había parecido gracioso o se preparaba para hacer alguna travesura.

—Buenas tardes— murmuró contra una oreja de él, haciendo que todo su ser se agitase por el suave rose de los labios de su compañera.

—¿Qué intentas hacer?— la jaló para dejarla acunada entre sus piernas, Kagome le sonreía traviesamente, sabía muy bien lo que había hecho, era muy consciente de lo que ese rose le provocaba.

—Saludarte— respondió con falsa inocencia.

—Entonces hazlo como se debe— se inclinó sobre ella hasta juntar sus labios, el beso fue suave, lento, no tenían prisa, jamás se cansaría de besarla, no había manera en que eso pasara.

—¿Mejor?— en definitiva lo había sido, pero quería más, lo hubiese tenido de no ser porque la mirada de Kagome se desvió al interior de la cabaña, segundos después de que sus orejas se agitaran en dirección de su hija, ella había despertado—. Voy por ella— la ayudó a levantarse y la vio ir hasta el futón, justo a tiempo, Moroha comenzaba a agitarse—. Tranquila, aquí estamos— decía al cargarla—. Tú papá es mejor que un monitor de bebé.

—¿Un qué?

—Algo de mi época— respondió al comenzar a cambiar el pañal mojado de Moroha, al terminar volvió junto a él, sentándose ahora con la pequeña en brazos que comenzaba a buscar el pecho de su madre—. Alguien despertó con mucha hambre.

Ver a Kagome alimentar a Moroha era algo que disfrutaba ver, de alguna manera lo reconfortaba y tranquilizaba, podía ser algo que vería todo el día. Pero se levantó para ir por un trapo limpio y agua, lo primero para luego de que Moroha terminase de comer, había aprendido por la mala que debía ponerse un trapo en el hombro para evitar accidentes cuando le ayudara a sacar el aire, y lo segundo, para Kagome, ella siempre tenía mucha sed luego de amamantar a Moroha.

Volvió a sentarse en su anterior lugar y esperó a que su hija terminase de comer, no le sorprendía el apetito que tenía, después de todo, era su hija.

—¿Ya no quieres comer?— Moroha había dejado de mamar y ahora se concentraba en algo más—. ¿Te gustan las orejas de papá?— sobre el pecho de Kagome, se estaba reflejando la sobra de su cabeza y Moroha se le había quedando viendo—. A mi también me gustan, son muy tan lindas— su hija soltó el pezón del cual se alimentaba y movió su pequeña cabeza para verlo, sus pequeños ojos avellana lo veían fijamente.

Vio con curiosidad a Kagome acomodar a Moroha en brazos, hincarse y ponerla a la altura de su cabeza. Él solo pudo esperar sin moverse, aguardando a lo que sea que su compañera fuese a hacer.

—Son tan suaves ¿cierto?— le escuchó hablarle a su hija al poner una de las manitas de ella sobre una de sus orejas—. Son tan lindas y afelpadas, a Moroha le gustan las orejas de papá, está sonriendo, le gusta tocarlas.

Aquella sensación era diferente a cuando Kagome las tocaba, a diferencia de aquella corriente eléctrica que lo recorría por completo hasta acumularse en su entrepierna, el tacto de las pequeñas manos de su hija era cálido y reconfortante, hacía que su corazón se llenase de una paz y felicidad que amenazaba con salir de sus ojos en forma de lágrimas. Debió contenerse al escuchar los balbuceos que él reconoció como la risa de su hija.

. . .

Aguardaba sentado en el marco de la puerta a que Kagome terminase de preparar el té y cenar juntos mientras Moroha dormía. Seguía cada movimiento de ella, la vió cortar dos pares de rebanas de shokupan y ponerle miel, para luego ponerlos en una charola con dos tazas de té e ir a su lado.

Observaba y escuchaba atento a Kagome, ella siempre le contaba sobre ella, su día, de cómo se sentía o alguna anécdota de cuando estaba en su época. Sabía que se preocupaba por él y desde la tarde anterior, se quedó inquieta por su comportamiento. Dejó la mitad de su segundo pan sobre el plato, tomó aire antes de comenzar a hablar.

—Cuando era niño— habló teniendo la mirada fija en las estrellas, sabía que sí veía a Kagome, no podría continuar—. Perdí la cuenta de todas las veces que mis orejas fueron lastimadas por otros niños o gente del palacio— los niños lo arrastraban por la tierra sujetando sus orejas y los adultos eran más crueles, solían quemarle con leños—. Intentaba curarlas por mi cuenta o esconderlas para que mi madre no se preocupase, nunca funcionaba, siempre se daba cuenta— aún recordaba el olor de las lágrimas tristes de su madre, ella lloraba mientras lo curaba—. También les llegué a poner broches para que no se vieran, pero al final no podía soportar el dolor y yo mismo me terminaba lastimado. Siempre…— su voz se quebró, no solo por el dolor de recordar aquello y decirlo en voz alta, podía percibir a la perfección que Kagome se entristecía—. Siempre fue lo que más odie de mi, era algo que no podía ocultar, revelaban mi naturaleza.

—Inuyasha— escuchó una taza rodar por el suelo de madera y antes de que la taza detuviese su camino, Kagome ya lo abrazaba, rompiendo en llanto—. No hay nada malo con ellas— con ambas manos le acarició sus peludas orejas blancas y las besó.

—Ahora lo sé— confesó, le correspondió el abrazo sujetándola por la cintura, dejando que su cabeza se refugiase en el pecho de ella.

—Nunca vuelvas a odiarlas u odiarte por tus facciones que te hacen quien eres, no olvides que a mi me gustas tal cual eres— Kagome se separó de él para tomarle el rostro con ambas manos y mirarlo fijamente a los ojos—. Y ya no solo a mi, a nuestra hija le gustan y te ama, ama a su padre.

Nuestra hija, su padre, sonrió con aquellas palabras, ahora tenía una preciosa hija con la mujer que amaba, a quien esperó por tres largos años. Y hubiese esperado otros 500 años más, solo para poder verla de nuevo.

—Sé que no hay manera de cambiar tu pasado, ni manera en que olvides las cosas tristes, pero… Podemos crear nuevos recuerdos, que sean felices.

—Ya lo hemos hecho, ya lo has hecho, desde el primer día que apareciste en mi vida no has dejado de hacerlo— sin darse cuenta, Kagome le ayudó a sanar, no solo físicamente con sus cuidados, lo hizo también espiritualmente.

—Pero ahora lo haremos los tres.

—Te amo tanto, las amo tanto— sus orejas se agitaron—. Moroha, aquí estamos— le habló a su hija al notar que se agitaba, estaba por comenzar a llorar.

Kagome se apresuró a ir junto a Moroha y comenzó a arrullarla con una tonada, pero seguía inquieta por lo que debió cargarla.

—¿Qué tienes?— preguntó al acercarse a ellas, en cuanto su hija escuchó su voz quiso ir con él, la tomó en brazos y la cubrió con las mangas de su haori, calmándola de inmediato.

—Creo que solo quería estar con papá y decirle que ella también lo ama— le dijo Kagome, les veía con una gran sonrisa y ojos llorosos, pero no de tristeza, de pura y verdadera felicidad.

Bajó su mirada y vio la carita angelical de su niña, la comenzó a mecer con suavidad, se enterneció al verla bostezar.

—Vuelve a dormir, papá está aquí contigo— murmuró Kagome al depositar un suave beso en la frente de Moroha—. Deberíamos dormir también.

Él solo asintió, le dió otro vistazo a Moroha, ya se había dormido de nuevo. Su infancia tuvo más momentos tristes y llenos de dolor que de felicidad, pero eso no pasaría con su niña, con su hija, él se aseguraría de que tuviese aquella felicidad de la cuál él careció y más.


20/10/2022

Yo aquí de nuevo con algo cortito que tenía pendiente desde el 2019, porque quería esperar a tener otra idea y no fuese del mismo tema que la historia anterior. Pero, buscando otra cosa, me topé con archivo y la inspiración llegó. Ha sufrido ligeras modificaciones ya que originalmente Moroha no aparecía, aún no existía XP. Y creo que fue bueno que me olvidase del archivo, siento que Moroha le da un significado mas profundo a esta historia.

Deseo de corazón que les gustase y de ser posible me dejen su comentario.

Nos estamos leyendo.