Disclaimer: la historia y los personajes no son míos, ambos pertenecen a Julia James y Stephenie Meyer respectivamente.
Capítulo 9
Bella P.O.V
La luz que entraba por la ventana y el olor a café recién hecho despertaron mi adormilada mente. Me pregunte por qué me sentía tan bien… y entonces me acorde. Abrí los ojos.
Edward estaba sentado en el borde de la cama, vestido solamente con un albornoz blanco que acentuaba el precioso tono de su piel…
—Buenos días, mío cariño —dijo él, sonriendo. Sentí como si se me derritiese el corazón. Se me iluminaron los ojos.
—Edward.
Una enorme sonrisa se posó en su boca.
Había sido verdad, no había sido un sueño. Una maravillosa verdad que me quitaba el aliento de placer. Edward había ido a por mí y me había llevado a Italia, la más romántica de las ciudades, para hacerme suya. Sonreí aún más, deleitándome al mirar la preciosa cara de aquel hombre.
—¿Quieres café? —preguntó él, cuyos ojos reflejaban diversión y desconcierto al mismo tiempo.
—Oh… por favor—conteste.
Comencé a enderezarme en la cama, pero entonces recordé que estaba desnuda. Una repentina confusión y vergüenza se apoderaron de mí y, al sentarme, me tape con el edredón. Edward se acercó a colocarme la almohada para que me pudiera recostar en ella. Al sentir el sedoso pelo de él acariciar mi mandíbula sentí cómo mi corazón se derretía.
—¿Con leche o solo?
—Oh… con leche, por favor.
Mi voz parecía entrecortada y, repentinamente, sentí demasiada vergüenza como para mirarlo a los ojos. Tome la taza de café y me la lleve a los labios para beber un sorbo. Edward se acomodó en la cama para tomarse el café y, cuando lo hizo, lo mire, sintiendo cómo me estremecía de nuevo.
Entonces se me iluminó la cara al sonreír abiertamente.
—¿Ocurrió de verdad? —pregunte sin poder evitarlo—. Pensaba que quizá todo hubiese sido un sueño —dije entrecortadamente— ¡Fue tan maravilloso!
El esbozó una sonrisa y, de nuevo, sus ojos reflejaron diversión y desconcierto.
—Fue un placer —murmuró.
El acento italiano de él hizo que me estremeciera.
—Para mí también —dije—. Un placer enorme… —deje de hablar y esboce una mueca—. Hum, er… Bueno…
Me bebí el café precipitadamente, inclinando la cabeza para que mi pelo cubriera la vergüenza que sentía al haberse comportado como una idiota.
—Mírame —ordenó Edward.
Me esforcé en hacerlo. El se acercó y me besó la frente, haciendo que todo estuviera bien de repente, que nada fuese vergonzoso. Sonreí abiertamente de nuevo. Sentí cómo la felicidad me embargaba.
Lo mire a los ojos y sentí que todo era agradable, encantador… y perfecto. Esa era la palabra. No quería buscar calificativos a aquello, sólo quería seguir sintiéndome más ligera que el aire, feliz y por las nubes. La luz del sol iluminaba la habitación, colándose por la ventana, otorgando tonos dorados al ambiente.
—Todo está bien, cariño —me dijo él dulcemente— Porque tú estás aquí conmigo —acercó su boca para acariciar sus labios con los míos.
Entonces se echó para atrás, asintiendo con la cabeza ante el café.
—Bébetelo —ordenó.
Obedeciendo, bebí un gran trago de café, su sabor me recordaba detalles de Italia… cafeterías con terraza y soleados balcones. Observe cómo Edward bebía café, levantando elegantemente la taza.
Al terminar de beber, él dejó su taza en la bandeja. A continuación hizo lo mismo con la mía. Durante un momento, sólo un momento, mis ojos se quedaron como platos debido a la alarma que sentí. Me pregunte si él iba a mandarme hacer las maletas. Educadamente, desde luego, y encantadoramente, pero a hacer las maletas igualmente. Me pregunte si me iba a llevar a que tomara un avión de regreso a Estados Unidos para así continuar con su vida.
Pero al enderezarse él y darse la vuelta hacia mí, me percate de que mandarme hacer las maletas era lo último que tenía él en mente…
Me besó de manera suave y prolongada. Sentí estremecerse cada célula de mi cuerpo. Me deje llevar por el dulce y maravilloso sensual placer de ello. Acerque mis manos para acariciarle el pecho, deslizándome de nuevo en la cama. Edward me acarició la boca con la suya y me entregue, completamente, al extraordinario placer de sentir cómo Edward Cullen me hacía el amor de la manera más bella posible…
Edward P.O.V
Nos quedamos un día en Italia.
—Debo poner algunas cosas en orden con el personal de mi oficina, sfortunatamente—dije con arrepentimiento—. Pero mañana por la mañana nos podemos ir.
—¿Adónde? —pregunto.
—Ya lo verás —conteste sonriendo pícaramente.
Sabía perfectamente dónde iba a pasar aquellos días con ella. Todavía no era la temporada, pero era mucho mejor que el calor del verano y no habría mucha gente que nos molestara. Era un lugar al que nunca llevaba a mis amantes, pero Bella era diferente. No sabía en qué, pero simplemente sabía que la clase de aventuras que había tenido con otras mujeres no funcionaría con ella. Bella no era alguien a quien poder dejar en mi apartamento mientras yo seguía con mi rutina diaria de reuniones de trabajo y alto nivel de estrés laboral para luego cenar con ella en algún restaurante, o en la ópera, como había acostumbrado a hacer con Tanya y sus predecesoras a lo largo de los años. No, yo quería a Bella para mí permanentemente… segura a mi lado, en mi cama. Había pensado que ella había estado prohibida para mí… y, en aquel momento en el que el destino me la había entregado, no la iba a descuidar.
Así que merecía la pena volver locos a mi asistente personal y a mis directivos para dejar todo organizado y no dejar nada pendiente. Algunos asuntos no podían ser solucionados en ese momento y tendría que resolverlos estando en contacto con mi despacho mediante mi ordenador portátil. Pero no trabajaría más de un par de horas al día.
Me pregunte a mi mismo cuánto hacía que no me tomaba unas vacaciones. Hacía mucho tiempo y bueno… en aquel momento las iba a tomar, junto a la mujer que había pensado que jamás sería mía.
En ese momento recordé a Jasper y me pregunte si no debía ponerme en contacto con él para descubrir por qué Bella y él habían roto su relación.
Pero aparte aquel pensamiento de mi mente. No importaba lo que hubiese ocurrido entre ellos… todo lo que importaba era que Bella ya no estaba atada a mi hermano y que era libre de estar conmigo. Me pregunte si ella habría estado enamorada de Jasper. Pero me dijo a mi mismo que no, que era imposible ya que no parecía tener roto el corazón ni nada parecido. Si no hubiera sabido que había estado con Jasper, quizá jamás habría sospechado que en la vida de ella hubiera habido ningún hombre recientemente.
Durante un momento la incertidumbre se apoderó de mi mente. Las apariencias habían sido engañosas respecto a Bella… nadie lo sabía mejor que yo. Cuando la había visto por primera vez había pensado que era una puttana barata. Pero había estado muy equivocado. Aquella vulgar apariencia de ella había sido una máscara… un necesario disfraz para su trabajo. Y, aunque naturalmente yo hubiera preferido que ella nunca hubiese trabajado en el casino, ese trabajo ya se había terminado para ella. Además, había estado dispuesta a perder su trabajo antes de hacer algo que contravenía su ética. Lo que, de nuevo, era un punto a su favor.
Y a mí me había rechazado debido a su compromiso con Jasper.
Eso había sido lo que me había convencido sobre ella, que se había resistido a mí por mi hermano.
—¡Edward, no! No puedo aceptar… de verdad que no puedo.
Como respuesta, agite una impaciente mano.
—Insisto.
—No voy a permitir que me compres ropa.
Le tome las manos en medio del elegante salón de una de las casas de alta costura donde la había llevado, tras haber desayunado, la mañana en la que íbamos a marcharnos de Italia.
—Hazlo por mí, mío cariño. Para tenerme contento. Quiero ver tu belleza realzada hasta la perfección.
Bella se mordió el labio inferior.
—No puedo —dijo—. No estaría bien.
—¿Entonces por qué no lo consideras como un préstamo, nada más, al igual que hiciste con el vestido en el hotel? —propuse, encogiéndome de hombros.
Ella frunció el ceño.
—¿Qué hiciste con el vestido?
Me volví a encoger de hombros.
—Se lo di a la muchacha de servicio. Estuvo muy agradecida.
—Eso fue un gesto muy generoso… el vestido costaba una fortuna. Pero no… —dijo, esbozando una mueca— tanto como costaría aquí —entonces me miró a los ojos—. Edward, no es sólo que no pueda aceptar que me compres ropa, sino que tampoco quiero que te gastes tu salario en algo así. No estoy segura de qué puesto ocupas en Edllen, pero incluso…
La elegante dependienta de la tienda, que estaba a una discreta distancia de nosotros, tosió levemente. La mire con recriminación para, a continuación, mirar a Bella.
—Digamos que aquí compro la ropa a precio de coste —dije, haciendo una pausa—. Edllen tiene un acuerdo de participación con esta casa de modas que me permite hacerlo. Obtengo un descuento.
Bella me miró con la sospecha reflejada en los ojos.
—¿Qué clase de descuento?
—Uno considerable —conteste suavemente.
Aquello pareció tener efecto y Bella aceptó, contentándose a sí misma al decirse que me permitiría comprarle, bueno… hacerle un préstamo, de no más de tres prendas. Mientras las elegía y se iba a probarlas, me plantee si decirle que Edllen no era sólo copropietaria de aquella boutique, sino que yo era el director y mayor accionista de la empresa.
Pero decidí no hacerlo. Ella no había mostrado mucho interés en mi trabajo y, por lo que a mí respecta, era algo bueno. Pero aun así quería verla vestida con ropa decente.
Aunque sería para mí solo, ya que donde la iba a llevar no estaría a la vista de todos.
Me pregunte si estaba apartándola adrede del mundo en el que yo me movía. Reconocí que podría ser. Me plantee si era porque no quería que ella viera lo lujosa que era mi vida o si era porque la quería sólo para mi, si quería toda la atención de aquella mujer en exclusiva… lo que era más verosímil.
También me plantee si sería porque Bella Swan no parecía una mujer a la que le impresionara el lujo. Había parecido realmente reacia a que yo le comprara aquel vestido en Phoenix y, en la boutique en la que nos encontrábamos, también se había opuesto a que yo gastara dinero.
Entonces le di algunas instrucciones a la dependienta. Bella quizá pensara que iba a salir de allí con sólo tres conjuntos, pero yo tenía otros planes. Le había dado a la dependienta las medidas de Bella para que pudiera proveerle del resto de la ropa necesaria. Era cierto que, a donde iban a ir, ella no necesitaría una gran selección de ropa formal, pero necesitaría mucho más que los tres conjuntos que me iba a permitir comprar. Satisfecho, centre mi atención entonces en mirar el primer conjunto de ropa que Bella había salido a enseñarme.
Media hora después, todo estaba hecho. Bella no iba vestida con las baratas falda y camisa con las que había llegado, sino con un impecable vestido a juego con una chaqueta que, por fin, hacían justicia a su belleza.
Colocando la mano de ella posesivamente en mi brazo, y dejando que el personal de la boutique colocara las bolsas de lo que había comprado en el maletero de mi coche, salimos a la calle. Nuestra siguiente parada era el aeropuerto y después Brasil, pero no uno de los muchos lugares famosos de la Rio de Janeiro, sino un lugar mucho más privado, donde Bella y yo pudiéramos estar a solas…
Me eche para atrás en la silla en la que estaba sentado en la pequeña terraza, permitiéndome evadirme del informe de mercado que estaba analizando, más por un sentido de obligación que por ningún interés verdadero.
Aunque ineludiblemente había llevado trabajo conmigo, no le estaba prestando mucha atención.
Pero claro, nada de lo que había pasado durante las dos anteriores semanas había captado mi atención… aparte de Bella.
Ella encajaba a la perfección allí. Cualquier duda que hubiera tenido se había despejado al haberla ayudado a subir a la lancha que había estado esperándonos tras haber aterrizado en Rio de Janeiro.
—¿Adónde vamos? —había preguntado ella con los ojos como platos.
—Tengo una villa —dije—. Pero no está en el continente. ¿Has oído hablar de la Isla Esme?
Ella había negado con la cabeza.
—Está a poca distancia de la costa. Mi villa está en una pequeña isla, Isla Esme … que es poco más que un islote —entonces había sonreído—. Espero que te guste.
A ella le había encantado.
Había gritado de puro placer al ver la simple construcción de piedra, y yo había sentido cómo el último de los nudos que tenía en la garganta se disolvía. Había comprado aquel lugar en un impulso hacía varios años. Ya tenía un apartamento en Italia, pero aquel lugar era más que nada un lugar de diversión.
Aquella pequeña isla suponía un gran contraste con el lujoso dúplex de Italia. Aunque rara vez tenía tiempo para acudir allí, cada vez que lo hacía deseaba poder quedarme más tiempo. Era un lugar donde nunca había llevado a ninguna de mis amantes, ya que cualquiera de ellas habría estado fuera de lugar. Pero Bella…
Levante la mirada y pude verla delante de mí. Estaba escalando por la pequeña cala que había frente a la villa, tan ágil como una gacela, con el pelo recogido en una coleta. Iba vestida con pantalones cortos y una camiseta. Tenía el aspecto de una colegiala.
Entonces se acercó a mí.
La mire fijamente. Incluso vestida con aquella sencilla ropa estaba estupenda, me quitaba el aliento.
Ella disfrutaba de lo que yo le ofrecía, así como también disfrutaba de mi, disfrutaba de todo el tiempo que pasábamos juntos.
Yo también.
Me pregunte si había estado alguna vez tan relajado con una mujer, o tan contento con simplemente estar sentado mirándola…
Aquél era un pensamiento extraño, uno que no había tenido antes.
Bella P.O.V
Me acerque a él, apoyándome en una esquina de la mesa de la terraza, donde normalmente desayunábamos y comíamos. Como siempre ocurría cuando miraba a Edward, me dio un vuelco el corazón. Había pensado que él estaba impresionante con traje, o sin nada, pero con ropa deportiva, como los pantalones chinos y el polo que llevaba en aquel momento, estaba todavía más guapo, más impresionante. Me quede sin aliento.
Me pregunte si realmente estaba allí con Edward o si era una fantasía que creía ser cierta. Pero la maravillosa sensación que me recorrió el cuerpo al mirarlo me dijo que era cierto. Era real y maravilloso.
Y era algo que parecía mejorar cada día. Cada momento parecía mejor que el anterior. En los brazos de Edward había descubierto una sensualidad que no había sabido que poseía. Y, aunque él tenía mucha más práctica en el exquisito arte de hacer el amor que yo, nunca me había sentido inadecuada o sin experiencia… nunca había sentido que no podía dar el mismo placer que él me daba mi. Y ésa, reconocí, era la mayor de las habilidades de él… hacerme sentir que era tan bella, tan sensual, tan deseable como yo sabía que él quería que fuese una mujer. En los brazos de él, resplandecía de felicidad y rebosaba de vida de una manera que nunca antes había experimentado.
Pero no era sólo cuando me tenía en sus brazos cuando él me hacía sentirme bella y deseada. Cada vez que me miraba me lo dejaba claro, provocando que me estremeciera y que sintiera cómo una calidez me recorría todo el cuerpo hasta lo más profundo de mi corazón. Simplemente con estar allí, con Edward.
Pero esa calidez que sentía me preocupaba. Y comencé a oír una voz dentro de mí que me pedía que tuviera cuidado.
No sabía exactamente sobre qué me estaba advirtiendo a mí misma, pero sabía, con un instinto de peligro, que debía tener en cuenta esa advertencia.
El destino me había arrebatado en un segundo, aquel fatídico día del accidente, lo que yo había pensado que estaría allí para siempre. Pero, de la misma incomprensible manera, me había otorgado aquel maravilloso tiempo que estaba viviendo. Edward Cullen había entrado en mi vida… no sabía por qué, sólo sabía que el destino había hecho que ocurriera, concediéndome aquel regalo. Eso era lo que él suponía para mí. Un regalo. Un regalo que había llegado de ninguna parte y que iba a tener el mismo final. Lo sabía perfectamente.
No tenía ningún futuro con Edward Cullen. No podía ser. El era como una copa del mejor champán que me había ofrecido el destino. Bebería el champán hasta el límite, permitiría que se me subiera a la cabeza.
Pero sería prudente y no dejaría que me llegara al corazón.
Lo mire sonriente. Estaba muy a gusto con él, lo había estado durante todo el tiempo que habíamos estado juntos. Habíamos pasado las noches amándonos, llenos de pasión y de deseo, pasión que me derretía los huesos, pasión que me llevaba al éxtasis… Los días habían pasado alegre y muy rápidamente. El constante cansancio que había sido parte de mi vida durante tanto tiempo finalmente había desaparecido en aquel paraíso. No había trabajo que realizar en la pequeña villa… una pareja se ocupaba de las labores de limpieza y de cocina.
Desayunábamos tarde… ya que nos acostábamos a altas horas de la madrugada tras haber estado haciendo el amor, cosa que a veces se repetía en medio de la noche. Desayunábamos despacio, disfrutando del aroma del café y de los cruasanes. Solíamos leer y tomar el sol, tras lo cual íbamos a dar un paseo entre los árboles o por la orilla del mar. La costa era preciosa y estaba desierta. Había una moto de agua aparcada en una cala y Edward me había llevado a dar paseos en ella, y me había enseñado el resto de las islas.
Se había ofrecido a llevarme al continente en una ocasión, pero yo no había querido. Mi negativa no sólo había sido porque no veía mucho atractivo en la excesivamente edificada costa, con sus grandes hoteles y enormes bloques de apartamentos. Había otra razón… y no era sólo porque me deleitara con el hecho de tener a Edward sólo para mí.
Era porque allí, en aquella diminuta isla, podía mantener el mundo real aparte. Allí estaba con Edward, pensando sólo en él, estando sólo con él. El absorbía todo mi tiempo, toda mi mente…
Mantenía mi mente alejada de lo que estaba ocurriendo en Suiza y de cuándo tendría noticias de Jasper.
No quería pensar en eso. No quería que aquella subyacente ansiedad se apoderara de mí mientras no podía hacer nada para ayudar. Todo lo que podía hacer era esperar a que Jasper se pusiese en contacto conmigo. Entonces lo sabría.
Hasta entonces… tenía a Edward. Y debía aprovechar el tiempo con él al máximo posible. Por muy corto que fuera.
Extendiendo una pierna, aparte con el pie el informe que Edward tenía en las manos. Le sonreí.
—Oh, tira ese aburrido informe, Edward, y ven a vagabundear por la playa conmigo —le dije.
—¿A vagabundear por la playa? —dijo él, frunciendo el ceño con humor.
—Ya sabes… a andar por la playa para ver qué puedes encontrar.
—Pero no he terminado de analizar este documento —objetó él.
—Oh, los italianos son tan responsables. Ven. El agua esta riquísima, el mar está muy bonito y cristalino —entonces respire profundamente— Adoro la fragancia de los arboles… lo impregna todo.
Edward sonrió, dejando el informe sobre la mesa.
—Te has perdido la mimosa, lo que es una pena… su fragancia es exquisita. También nos estamos perdiendo la lavanda. ¿Te gustaría visitar Sao Paulo mientras estamos aquí? Es el centro de la industria del perfume… y Edllen tiene una profumeria allí que yo te podría enseñar. Y deberíamos ir a Copa Cabana, que no está muy lejos. Te he enseñado muy poco de Brasil.
—No me importa —asegure — Estoy feliz aquí en la isla. ¡Muy contenta!
Apenas podía recordar haberme sentido alguna vez tan feliz como me sentía en aquel privado y secreto mundo de ambos, con nuestra privada y secreta felicidad.
Pero debía racionalizar mi negativa a abandonar la isla.
—Me encantaría que el resto de la costa fuese como esto… simplemente con árboles y la playa, con unas pocas villas… Es una pena que lo hayan echado a perder. Lo siento, no debería ser tan criticona.
Edward P.O.V
Pero yo no estaba ofendido… ni mucho menos.
—Todavía hay algunas partes en las que no se ha construido a lo loco —dije, esbozando una leve sonrisa—. En las colinas, lejos de la costa, no hay muchas construcciones. Incluso en la costa misma hay algunas zonas menos feas y menos modernas.
Cuando regresemos a Italia te llevare a Volterra es hermoso y pintoresco. Mi madre vive allí con mi padrastro…
Repentinamente dejó de hablar, pero proseguí haciéndolo al instante no mencionando ese tema.
—Volterra también es menos turístico. ¿Sabías que según la leyenda Volterra era dirigida por vampiros?
Logre captar la atención de Bella, justo lo que había pretendido. Había sido un error mencionar a mi madre y a mi padrastro.
—No puede ser, los vampiros no existen… O ¿si?—dijo ella.
Entonces comenzamos a mantener una divertida conversación sobre Vampiros y Hombres Lobo, pero Bella se percató de que yo estaba tratando de distraerla.
—Simplemente estás hablando de leyendas para tratar de no tener que bajar a la playa conmigo —dijo, agarrándome por el brazo—. ¡Vamos, vago! Tenemos que hacer ejercicio antes de comer.
—Yo puedo pensar en un ejercicio estupendo… y ni siquiera tenemos que andar diez metros —murmure con picardía.
Pero Bella se levantó y tiró de mi brazo, me levante a regañadientes.
—Eh, bien… si insistes, vamos a vagabundear por la playa —dije, resignado.
Bella P.O.V
Me tomo de la mano y sentí la calidez y la fuerza de la mano de él en mis dedos, haciéndome sentir repentinamente segura y valorada.
Un pequeño escalofrío me recorrió el cuerpo y, como un fantasma susurrándome en la cabeza, escuche de nuevo la advertencia de tener cuidado.
Escuche las palabras, pero tras ella escuche otro susurro que me hizo sentir un escalofrío más profundo.
«Ya es demasiado tarde».
Edward P.O.V
—De verdad, Edward, eres un miedica. El agua no está tan fría.
Bella sonrió divertida ante mi negativa de hacer lo que estaba haciendo ella. Habíamos llegado a una roca que estaba sobre el mar y ella no había dudado en quitarse las zapatillas y en meter los pies en el agua. Estaba fría, no había duda, pero eso no era razón para sacarlos.
Estaba sentado a su lado, pero con las piernas dobladas sobre mi pecho. La mire con desdén.
—El masoquismo nunca me ha atraído, amore —informe—. Y ni siquiera sueñes con que voy a frotarte los pies cuando se te congelen.
Bella rió, echándose para atrás apoyada en sus codos. Entonces me miró.
—Obviamente nunca has estado en las playas de Washington, ¿no es así? —bromeó—. Por no hablar de La Push, cerca de Forks. ¡Eso es lo que yo llamo agua fría… incluso en verano! Pero, aunque está helada, es una playa fantástica, a mi padre, le encantaba ir de vacaciones…
Su voz se quebró y dejo de hablar
Pensé que era extraño oír a Bella hablar de su familia. En realidad, me di cuenta de que nunca lo hacía. Yo tampoco lo hacía… por razones obvias.
Me pregunte dónde estaría la familia de ella pero, de hecho, no quería pensar en las familias, ni en la de ella ni en la mía. No quería pensar en la existencia de ella en otra parte que no fuera allí. No quería recordar el trabajo que había ejercido o la relación que había tenido con mi hermano. Quería olvidarme de todo aquello. Sólo quería que estuviera allí, conmigo, en mi villa, aislada del mundo, en un refugio privado donde podía tenerla para mí solo…
Pero, aunque quisiera, no podía permanecer allí para siempre. Ya habían pasado las dos semanas que había pensado estar fuera y me pregunte durante cuánto tiempo iba a ser capaz de retrasar mi regreso a Italia. Ya estaba recibiendo correos electrónicos de mi desesperada asistente personal y de mis directores, indicándome que necesitaban que volviese a centrar su atención de nuevo en Edllen.
La irritación y el enfado se apoderaron de mí. No quería pensar en Edllen, no quería tener que regresar a Italia, ni tomar decisiones, ni asistir a reuniones… No quería involucrarme de nuevo en mi trabajo. Por lo menos no en aquel momento.
Aquellos momentos que estaba viviendo eran demasiado importantes para mí.
Mire a Bella, que había cerrado los ojos mientras tomaba el sol.
Sentí cómo el deseo se apoderaba de mí y mire los exquisitos rasgos de la cara de aquella mujer. Cada vez que lo hacía sentía un gran placer. Podría estar mirándola durante horas.
Había como una serenidad reflejada en su cara en aquel momento…
Me quede sin aliento.
Lei ècosì bella!
Más que bella.
Más que deseable.
Algo se movió dentro de mí… algo que no reconocí, pero que podía sentir como una presencia extraña.
Me pregunte qué era y en mi mente se formuló la respuesta; no quería dejarla marchar.
Entonces la mire a la cara y acerque mis labios a los de ella, besándola sensualmente mientras le acariciaba un pecho.
Sentí la respuesta de ella, note cómo comenzaba a mover sus labios e, invadido por una profunda satisfacción, le hice el amor allí mismo, bajo el sol…
Espero les haya gustado
Saludos
Maby