Capítulo 2

"De los sueños a la vida"

"¿Qué haces aquí?"

Hiccup apretó los dientes y tensó su cuerpo. La tranquilidad que había sentido hasta ese momento se desvaneció por completo, siendo remplazada por un súbito miedo. El muchacho finalmente se hizo consciente de lo que lo rodeaba, y tragó saliva al darse cuenta de que no era más que rocas enormes y un poco de neblina acariciándolas suavemente. Un escenario bastante peculiar.

"¿Qué haces aquí?" Repitió la voz, está vez con un tono mas impaciente.

Hiccup giró su cabeza varias veces, intentado localizar el origen de la presencia. Sin embargo, su boca se movió antes de que su cerebro le dijera que no lo hiciera, y dijo: "No lo se. Solo desperté aquí."

Unos ojos verdes aparecieron en la distancia, detrás de una roca y Hiccup se llevó la mano al pecho. "No me refiero aquí." Aclaró la voz. "¿Qué haces en esta casa? ¿Por qué entraste?"

El castaño frunció el ceño ante la extraña pregunta, y dejó que ésta entrara en su cabeza. Al niño se le ocurrió contarle a la voz la historia desde el principio, pero entonces se dio cuenta justo a tiempo de que eso sería estúpido. A la voz no le interesaba eso, si ésta quería una respuesta concisa él se la daría.

"Porque aquí vivo".

"No es cierto". Respondió de inmediato la presencia.

Hiccup se indignó. ¿Lo estaba llamando mentiroso? "¡Si lo es!".

"¡Que no!".

"¡Que sí!"

"¡Que no!"

"¡Que sí!" Volvió a decir el niño, parando la trompa. Entonces una extraña mano se asomó por la roca y los ojos verdes pronto se hicieron parte de un rostro que el joven aún no logró distinguir. Fue cuando una idea se cruzó por su cabeza. Tragando saliva, Hiccup continuó. "Sí vivo aquí, y viviré aquí por los siguientes 50 años."

El extraño, que empezó a tomar forma, lo señaló con un oscuro dedo. "¿Cómo puedes decir eso? Yo he vivido aquí por más de 100 años. Esta es mi casa."

Hiccup asimiló la información. ¿O sea que eso era un fantasma? Apresurándose a continuar con su plan, el castaño se cruzó de brazos. "Pues yo me he escondido en el ático por mucho tiempo." Mintió el joven y dio unos pasos hacia atrás. "Me escondo allí desde que puedo recordar."

La presencia, que en realidad se convertía en algo más material, se asomó más y Hiccup se dio cuenta de que éste tenía figura humana, aunque los detalles aún estaban escondidos tras las sombras. Los ojos verdes se cerraron un segundo y se abrieron con extrema lentitud. Sus borrosas piernas dieron unos pasos hacia adelante, y la luz iluminó su cuerpo. El aliento se escapó de los pulmones del castaño.

Un joven, Hiccup asumió que de unos 17 o 18 años, estaba a unos metros de distancia. Su cabello era negro y bastante alborotado. Su piel morena a veces era manchada por lo que parecían ser escamas de un azul oscuro. Pese a que había pasado lo que Hiccup quería que pasara, que la presencia se mostrara ante él, Hiccup se dio cuenta de que no podía controlar su cuerpo, no podía moverse y para ser honestos, ni quería. ¿Por qué? Ni idea.

"Es verdad." Dijo el peculiar muchacho, interrumpiendo sus pensamientos, y con una calma que no concordaba con su ánimo anterior. "Te has escondido en un ático mucho tiempo. Nunca has salido de él." El hombre se acercó hacia el castaño y el lugar en el que estaban empezó a cambiar. Hiccup miró hacia los lados bruscamente y sus ojos se abrieron como platos cuando las rocas fueron remplazadas por enormes libros, y la oscura profundidad se transformó en un tapiz azul bastante familiar. El niño miró hacia abajo y cerró sus puños al darse cuenta de que no tenía piso en el cual pararse, y la caída que experimentó fue tan lenta que en un momento se preguntó si moriría o si seguiría cayendo eternamente mientras a su alrededor la negra atmosfera se transformaba en un recuerdo de su antiguo cuarto y las palabras del muchacho resonaron una y otra vez en su cabeza: atrapado en un ático.

Hiccup miró hacia arriba y a lo lejos distinguió los mismos ojos verdes que le habían espantado momentos atrás. El castaño entrecerró sus ojos y alcanzó a ver que las facciones de la criatura no estaban adornadas de venganza, o de placer por verlo caer, más bien, y Hiccup quiso golpearse por si quiera darse cuenta, de que en su rostro abundaba la curiosidad y el miedo.

En el momento en el que Hiccup estiró su mano, un intento vano por alcanzar al muchacho, algo golpeó su espalda y el mundo se obscureció.

"¡Noo!"

Hiccup dejó escapar el grito contenido, y al abrir sus ojos se dio cuenta de que estaba en su nueva casa, y que se había quedado dormido mientras esperaba que las muchachas lo llamaran a cenar. La prueba de ello era un plato lleno de comida fría olvidado en la mesita que estaba a lado de su cama. El joven se inclinó hacia adelante y llevó su mano a su cabellera, su cabeza le dolía un poco. ¿Qué había sido ese sueño? Se había sentido tan real, ¿Y a que se refería el muchacho con lo del ático? Hiccup se encogió un poco al darse cuenta de que tal vez entendía lo que ese tipo le había querido decir, pero admitirlo era una cosa completamente diferente. Para ser honestos, Hiccup tenía miedo de aceptar que había vivido cómodamente atrapado en su cabeza toda su vida. Él no quería verse a si mismo como un mártir, o algo peor: un cobarde.

Pero el niño se sacudió estos pensamientos de la cabeza y se levantó de la suave cama. El sol aún no había salido completamente, pero el cielo ya no estaba tan oscuro, así que Hiccup decidió que era la mejor hora para empezar su día. Después de lavarse la cara y cambiarse de ropa, el castaño sacó un ligero abrigo de su nuevo closet y bajó por la puerta secreta que daba al pasillo de la casa. Caminó lo mas silenciosamente que pudo, para no despertar ni a su padre ni a las chicas de la limpieza, y finalmente llegó a la puerta que daba al jardín, a Hiccup le encantaba despertarse antes que todos los demás, tenía la sensación de que había ganado horas extras para ese día, lo cual hacía que el joven se sintiera calmado, al abrir la puerta el helado aire le pegó en la cara, pero fue una sensación refrescante. Hiccup sonrió al pisar la húmeda hierba y anduvo caminando por la enorme masa verde por un rato.

El lugar estaba olvidado, pero aún tenía potencial para ser un bello jardín. Su madre habría tomado la iniciativa para mejorarlo, pero ahora que no estaba la tarea recaía el Hiccup, o a él le gustaba pensar eso. El castaño no sabía mucho de jardinería, pero había ayudado a Valhallamara de niño, y recordaba las cosas más básicas, además sería un buen pasatiempo.

"Que bueno que ya despertaste".

Hiccup sintió que la sangre se secó de su cuerpo y reconoció la voz que lo había espantado. Puso una cara de fastidio al voltear su rostro para ver a su padre. "Casi me matas, no vuelvas a asustarme así."

Stoick solo rio un poco y se adentró al jardín. "¿Un Haddock? Nosotros…"

"Jamás nos asustamos". Dijo Hiccup, terminando la frase. Había escuchado las mismas palabras toda su vida y había aprendido a odiarlas. Sin embargo, siendo el buen hijo que era, el castaño nunca se atrevió a contradecir a su padre. Él no sería responsable de romper la relación que tenía con Stoick.

El hombre asintió complacido. "Si, nunca nos tomarán por sorpresa." Y entonces sus ojos azules se oscurecieron un poco, y su sonrisa se convirtió en una mueca de tristeza. Sus hombros cayeron y la mañana se hizo mas fría.

"Papá…" Susurró Hiccup, no estando seguro de que iba a decir, pero con la certeza de que tenía que intervenir y romper la atmosfera a la que tanto se había acostumbrado. Pero Stoick sacudió un poco su cabeza y apretó los dientes, un gesto que espantó solo un poco a su hijo, y luego volteó a verlo. "¿Y bien? ¿Ya estás listo?"

Hiccup agradeció el cambio de tema, sin embargo al segundo siguiente supo a lo que se refería su padre y su ánimo volvió a decaer. La escuela. Posteriormente a que Valhallamara muriera, y es que parecía que su vida se dividía en dos partes, antes de la muerte de mamá y después de ésta, Hiccup le rogaba a su padre que lo dejara ir a aprender con los otros niños. Stoick decía que solo les llenaban la cabeza de tonterías, su hijo seguiría el negocio familiar, matar bestias peligrosas para después venderlas al mejor postor, pero después de que su esposa falleciera, el hombre no supo que hacer con su hijo en la casa todo el día, y para su mala suerte al niño se le había acabado toda la motivación para ir con otros jóvenes de su edad. Pero él era el padre, el jefe de la casa, y si decía que su hijo asistiría a la escuela, entonces así sería.

Hiccup no pensaba lo mismo. Pero obedecía de todos modos. Así que el niño suspiró, puso su mala cara y asintió. "Si."


El sol acarició la piel del castaño apenas éste bajó del carruaje. Hiccup le dio unas palmaditas al caballo y dio la vuelta, listo para enfrentar las horas interminables de incomodidad social. Escuchó como su transporte se alejaba y por un momento consideró salir corriendo del lugar. Pero se lo pensó mejor, no era la mejor de las ideas y seguramente su padre se enteraría. El chico infló el pecho y miró el edificio, era un poco viejo, rodeado de arbustos y flores. Los murmullos y las risas atravesaban las gruesas paredes de ladrillo. Hiccup tragó saliva. ¿Qué podría salir mal?

Cuando el adolescente abrió las puertas de madera, todos los alumnos callaron y voltearon a verlo. En realidad no eran muchos chicos. Dos jovencitas y tres muchachos. Los cinco lo miraron de arriba abajo y arquearon las cejas.

"Aquí vamos otra vez". Pensó Hiccup, que se dirigió a un asiento vacío, haciendo su mejor esfuerzo para ignorar a los presentes.

"¿Haddock?" Preguntó la voz del maestro. El castaño levantó la mirada ante la mención de su apellido, esperaba encontrarse con un profesor bastante normal, pero éste era algo… peculiar. Su cabello rubio estaba escondido en un extraño gorro blanco, y su barba peinada en dos trenzas, sin mencionar que le faltaban un brazo y una pierna. Hiccup sacudió un poco su cabeza, no quería parecer descortés, y tartamudeó algo parecido a "a sus ordenes". Unas risitas se escucharon detrás de él.

"Muy bien, pues bienvenido". Dijo el hombre, con una brillante sonrisa, y Hiccup casi se golpeó la cabeza al notar que también le faltaba un diente. ¿Desde cuando era tan fijado? La voz del maestro nuevamente llegó a sus oídos, pero él no prestó mucha atención, simplemente se dedicó a hacer unos garabatos en su pedazo de pergamino, hasta que una chica resopló y dijo:

"Brujas, obviamente."

Hiccup frunció el ceño. ¿Brujas? Un tema interesante, y poco común donde él solía vivir. Con mucha discreción el castaño volteó a ver a la chica. Su cabello rubio estaba atado a una trenza, dos mechones cubriendo sus mejillas. Tenía grandes ojos azules y vestía con colores claros. Sin duda era muy bonita, pero su expresión de enojo arruinaba sus suaves facciones. Ella pareció sentir su mirada, porque torció la boca y se cruzó de brazos.

"Muy bien, Astrid". La premió el maestro, Hiccup recordó que su nombre era Gobber, y éste caminó hacia los jóvenes. Sus gordas manos tenían varios libros, repartiéndolos a los presentes. Hiccup dio un saltito cuando el suyo cayó súbitamente en su escritorio, levantando una ligera capa de polvo. "Sé que ustedes son muy valientes y no necesitan que un viejo como yo les diga que hacer, pero no quiero que anden por allí en misiones suicidas. Tienen que ser muy listos contra estas bestias."

Otro de los muchachos, de cabello negro y complexión musculosa, hizo su texto a un lado. "Son tonterías, solo tienes que quemarlas y se mueren. Punto." El chico que estaba a su lado, un rubio de cara alargada, se hecho a reír.

"Yo creo que es un tema fascinante. Ayer encontré unos libros viejos en el ático de mi casa con todo tipo de relatos. Mi padre dice que si sigo así pronto podré identificarlas con relativa facilidad." Se apresuró a decir el tercer muchacho, su robusto cuerpo se movía con algo de nerviosismo.

El de cabello negro se golpeó la frente y su amigo solo rio un poco más. "Cállate, Tuffnut. Eres un imbécil". Dijo su hermana gemela, dándole un puñetazo en el brazo.

Hiccup sonrió, entretenido con el espectáculo. A veces disfrutaba más de la vida siendo un espectador, y no alguien que pudiera arruinar las cosas con sus actos.

"Fishlegs tiene razón, muchachos. Lo más importante es saber identificarlas antes de cometer un error garrafal. Podrían arrepentirse, ¿saben?" Contestó Gobber, cruzando los brazos… bueno, brazo. "No tienen idea de lo que son capaces esas malditas sirvientas de satanás." Su pesada figura cayó sobre el escritorio de los gemelos. "Ellas saben como atraer a un humano. Se deslizan por las calles de nuestro pueblo, siempre en el silencio más lúgubre que puede haber. Te seducirán y pronto sus encantos se transformarán en dientes filosos con restos de carne, sus ojos estarán inyectados en sangre y su piel apestará a carne podrida."

Los seis adolescentes contuvieron la respiración. Gobber rio un poco y se rascó la sucia barba. "Sí, en efecto, las brujas son muy engañosas. Por eso es que antes de meterse con ellas deben saber como alejarse de ellas, para regresar después con refuerzos. Recuerden, una bruja solitaria jamás podrá contra dos hombres o más." Astrid asintió vigorosamente y apretó los puños.

El resto de la clase no fue tan aburrido como Hiccup pensó que sería. El tema de las brujas, al parecer, era el favorito y el joven había llenado su pergamino de anotaciones y más garabatos, esta vez dedicados a las hechiceras del demonio. Todo parecía ir mucho mejor de lo esperado, hasta que llegó el momento de regresar a casa. El castaño caminaba tranquilamente por el pueblo, observando a los desconocidos y preguntándose cual de ellos podría estar al servicio del mal, ¡vaya!, las clases lo iban a volver loco, cuando una fuerte mano lo tomó por el cuello y lo arrastró a un callejón.

"Miren al pequeñín". Dijo una voz, y Hiccup reconoció a Snotlout, el muchacho de cabello negro de la clase. "¿Crees que estás listo para enfrentar los problemas de este pueblo, niño?" Tuffnut obscureció lo poco que entraba de sol por las paredes y escupió. "Enclenques como tu no duran ni una semana."

Hiccup apretó los ojos y los dientes. ¡Justo lo que necesitaba! Una paliza de bienvenida.

"Te recomendamos que te mantengas alejado, o te daremos una demostración de como hacemos las cosas por aquí." Snotlout miró hacia arriba, como si una idea hubiera llegado a su hueca cabeza y una cínica sonrisa cruzó por sus delgados y secos labios. "Pensándolo mejor, creo que te daré una probadita ahora."

Hiccup apenas tuvo tiempo para subir los brazos, cuando el puño del chico llegó a su mejilla izquierda. La sensación no era nueva, sus amigos en su antiguo hogar se encargaban de darle lecciones cada que podían atraparlo. Aun así le dolió igual.

"¿Qué están haciendo?" Preguntó Astrid desde lejos. "No tenemos tiempo para tonterías, ¡Vámonos!"

Y así como habían llegado, el dúo salió corriendo, dejándolo en la oscuridad de la pequeña calle. Hiccup se quedó en el suelo un momento, increíblemente irritado con lo que había pasado. El castaño se levantó con lentitud y recogió sus pertenencias. Un gruñido salió de su boca para luego ser remplazado por una vacía risa. ¿Qué acaso tenía un letrero pegado en la espalda que decía: "golpéame"? ¿Era una broma del destino?

Hiccup suspiró y, derrotado, regresó a su nuevo hogar.


"¿Cómo te fue un tu primer día de escuela?" Preguntó Stoick cuando padre e hijo se sentaron a cenar. Las jovencitas atendiéndolos en cada momento.

"Bien."

"¿Qué te pareció tu maestro?"

"Bien."

Stoick se chupó el interior del labio y le dio otro mordisco a su enorme bistec. Masticó vigorosamente y tomó un poco del vino que tenía a lado. Una vez que hubo tragado todo volvió a dirigirse a su hijo. "¿Hiciste nuevos amigos?"

"Bien."

Las muchachas rieron un poco y se retiraron a la cocina, donde ellas comerían. No querían interrumpir tan interesante reunión.

Hiccup dio unos cuantos bocados a su propia cena, su fleco tapando el ojo morado que Snotlout le había regalado. No quería que su padre armara una escena, o peor, que lo viera con esa mirada de decepción siempre que fallaba en ser un hombre.

"Hiccup, sé que no tenías muchas ganas de ir, pero es lo mejor para los dos." Comentó su padre. Como siempre tomando sus decisiones por el, decidiendo que le convenía y que no.

El castaño había lidiado con estas situaciones muchas veces en su vida, pero esta vez no tenía ganas de exigirle a su padre un poco de consideración. Su mente solo le decía que era hora de dormir. Hiccup simplemente se dedicó a darle su avión, y Stoick se conformaba con eso. Mientras el chico obedeciera no había problemas.

El adolescente agradeció la comida y se arrastró a su cuarto. Escuchó desde el pasillo como las jovencitas le daban las buenas noches a su padre y como se apresuraban a limpiar el comedor. Las escaleras que lo llevaban a su cuarto bajaron y éste subió, agradeciendo la privacidad.

Hiccup encendió unas velas y se miró en el espejo que había pegado en la pared. Ya había visto el golpe antes, cuando había llegado a casa, pero estaba empeorando. De verse algo magullado, ahora se veía un poco negro. Tardaría unos días en irse. ¡Genial! Evitar a Stoick por tanto tiempo sería difícil.

Con el ánimo en los suelos, Hiccup saltó a la cama. Se cubrió con las sábanas, que jamás se habían sentido tan suaves, y cerró sus ojos. El sueño no tardó en llegar, prometiendo un mejor mañana.


Nuevamente se encontraba caminando en ese extraño lugar. Sin embargo, esta vez estaba consiente de lo que estaba pasando. Hiccup sabía que estaba soñando.

Sus largas piernas siguieron el mismo pasaje que había recorrido por primera vez una noche atrás, sabía que al final del camino se encontraría con alguien, o al menos eso esperaba. Pero no fue así, cuando las extrañas rocas aparecieron no había rastro del joven.

Hiccup se preguntó por qué, pero tampoco se desesperó por la ausencia de éste. En lugar de intentar averiguar que pasaba, el joven simplemente se sentó en el suelo. La tierra mojada humedecía su ropa, pero a él no le molestó, la sensación desaparecería en unos minutos. Su mano izquierda jugó con los pequeños granitos del suelo, haciendo figuras al azar. Hiccup amaba dibujar. Trazó animales fantásticos, el rostro de una mujer y una flor un poco deforme. El adolescente pensó que se dedicaría a hacer eso toda la noche, y la idea no le molestó, pero alguien tenía otros planes.

"¿Qué te pasó?"

Hiccup interrumpió sus acciones inmediatamente, asustado ante la súbita aparición de la voz. Sus ojos verdes voltearon a todas partes, intentando localizar a la extraña criatura. Entonces lo vio, estaba detrás de una roca, observándolo.

"¿De que hablas?" Preguntó Hiccup con cautela.

El muchacho llevó su mano a su propio ojo izquierdo, y Hiccup pensó que eran los ojos más enigmáticos que había visto en su vida. Sabía que el ser se refería al moretón, así que se encogió de hombros.

"Al parecer mis nuevos amigos piensan que soy el perfecto blanco para sus puños". Contestó lleno de sarcasmo y volviendo a su tarea: dibujar.

El fantasma juntó sus cejas, era lo más extraño que había oído. "¿A que te refieres?"

Hiccup subió la mirada y torció la boca en una sonrisa comprensiva. Tal vez había que ser más claros con él. "Quiero decir que ellos creen que es divertido golpearme. Ya sabes, como un deporte."

La criatura movió su nariz, analizando toda la información que se le estaba dando. Sabía que lo que le habían hecho al humano estaba mal, pero no pudo encontrar palabras para consolarlo, es más, ¿debía hacerlo? Ni idea.

Debido a que el muchacho no dijo nada, Hiccup supuso que le daban igual sus problemas, él era igual a todos los demás. No era algo que lo pusiera molesto, pero si le lastimaba un poco. Ni siquiera un fantasma se interesaba por él.

Ignorar sus circunstancias era algo en lo que él se había convertido un experto, así que siguió dibujando, pero esta vez no tenía el ánimo para hacer algo complejo, así que solo garabateó algunas rayas, círculos o espirales. Estaba a punto de dibujar su tercer corazón cuando una luz le llamó la atención. Hiccup se dio cuenta de que provenía de la tierra, debajo de uno de sus bosquejos. ¡Y entonces el dibujo se levantó!

Hiccup se echó hacia atrás, sus ojos abiertos como platos. La figura en sí no estaba formada de tierra, sino de varias luces de colores y se mantenía a flote a unos centímetros de distancia. De repente todos sus garabatos empezaron a elevarse también, los brillantes colores contrastaban con la gris atmósfera. El castaño se levantó lentamente, sin quitarle la vista al espectáculo. Era tan hermoso. El adolescente no pudo resistir la tentación tocar, pero cuando lo hizo el garabato correspondiente desapareció.

Hey! Cuidado con eso, no son fáciles de hacer, ¿sabes?" Dijo el fantasma, recordándole al niño que, efectivamente, aún seguía ahí.

Hiccup lo miraba embelesado, no creyendo lo que estaba pasando, pero asintió. Sus dibujos empezaban a amontonarse, y él no quería destruiros, así que con todo el cuidado posible empezó a caminar entre ellos, concentrado en no tocar ninguno.

Lo que al principio parecía ser una tarea difícil pronto se transformó en diversión. El castaño daba vueltas y vueltas, brincaba un poco e incluso rodaba por el suelo.

Las risas que salían de sus labios llamaron la atención del fantasma, que mantenía sus ojos fijos en el humano. No sabía que se había apoderado de él, pero se sentía atraído hacia el niño. Era una criatura fascinante, no nueva, pero sí diferente. La criatura admitió a si mismo que estaba lleno de curiosidad por aquel adolescente.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó cuando el humano salió del laberinto de ilusiones y tropezó con una roca, cayendo sobre él. El fantasma se sorprendió un poco al darse cuenta de que el joven no pesaba nada. Éste, por su parte, se apresuró a alejarse de la criatura, pidiendo perdón varias veces. Por Dios, que vergüenza. Pensó Hiccup, alejando la mirada de la criatura.

"¿Cómo te llamas?" Preguntó el fantasma, ignorando la mirada inquisitiva que el humano le dio.

"Hiccup." Respondió el adolescente sin pensar, ¿y como podría hacerlo? Las manos del ser se estiraron y tocaron su rostro, el castaño se dio cuenta de que en lugar de uñas tenía unas garras negras, pero éstas tocaron con delicadeza la piel en la que el muchacho había recibido el golpe, dando pequeños circulitos.

"Hiccup." Repitió este y sonrió, mostrando unos afilados colmillos.


"Joven, lamento despertarlo, pero llegará tarde a la escuela." Dijo una de las mucamas.

Nuevamente sus ojos se abrieron de golpe, pero esta vez no hubo grito. El adolescente, que ya había pasado por la misma situación, solo asintió y dio las gracias.

Esperó a que la chica saliera de su cuarto para levantarse y correr a limpiarse. El sueño estaba presente en su mente, pero no podía analizarlo aún, al menos no con tanto retraso, Hiccup odiaba ser impuntual.

Antes de salir de la casa, el joven se dio un vistazo en el espejo para volver a ocultar el golpe con su fleco, pero cuando su imagen se reflejó en éste, Hiccup se congeló.

El moretón ya no estaba.


YAY! Capítulo dooos! :D Pues bien, creo que el capitulo no quedó tan mal. Si encuentran errores de ortografía pido perdón, aunque leo dos veces lo que escribo luego se me escapan, y no tengo Beta. ¿Alguien quiere serlo? ¿SI? *u*

Muchas gracias por los reviews que me dejaron, ustedes son los que me hacen continuar con mi historia, y en verdad me gustaría saber que piensan para que pueda mantener el ritmo. O si tienen sugerencias que darme también son más que bienvenidas.

Gracias de nuevo, hasta el próximo capi!