Notas de la autora:
¡Hola a todos! Aquí os traigo el capítulo de mi primera historia con esta cuenta, basada en Inazuma Eleven GO. La verdad es que les tengo mucho cariño a esta saga de juegos/anime y en especial les tengo mucho cariño a Shindou y a Kirino, así que espero que disfrutéis tanto leyendo esta historia como yo lo estoy haciendo escribiéndola.
Disclaimer: Ni Inazuma Eleven ni ninguno de sus personajes me pertenecen. Todos ellos son propiedad de Level 5.
Advertencia: Esta historia contiene shounen-ai, es decir, que la pareja principal (y de momentoo todas las que tengo en mente) es un chicoxchico. No tengo intención de ser especialmente explícita (el rating es T, después de todo), pero si a alguien no le gustan este tipo de fics, por favor, que no lo lea.
Y dicho esto, adelante con la historia.
Capítulo 1: Un susurro en la azotea
Para cuando Kirino Ranmaru logró llegar hasta el tablón de anuncios del instituto, ya parecía que la mitad del alumnado se hubiera amontonado en el pasillo, peleándose por leer lo que había escrito en uno de los carteles que alguien había clavado en el corcho. El muchacho, que había tenido la vana esperanza de poder alcanzar el recibidor del edificio antes que el resto, había recogido sus libros como una exhalación y había salido corriendo tan pronto había sonado el timbre que anunciaba el fin de las clases, pero estaba claro que su esfuerzo había sido completamente inútil. La zona que rodeaba al tablón era un mar de uniformes y cabezas que lo cubría todo a su paso, impidiéndole el paso como una muralla infranqueable. Con un suspiro, Kirino terminó de bajar las escaleras y se internó entre la multitud. Si tan sólo al profesor de matemáticas no se le hubiera ocurrido detenerlo en mitad de su carrera para comentarle los detalles de su último trabajo...
-¿Qué obra le ha tocado a tu club? – ante aquellas palabras, el chico se detuvo en seco y aguzó el oído, observando por un instante a dos chicas que emergieron de la aglomeración frente a él. Por su aspecto, parecían de primer año, y bastante ilusionadas por lo que habían encontrado escrito en el tablón - ¡Yo me estoy muriendo de ganas de empezar a ensayar! ¡Va a ser increíble!
-¡Ya lo sé! ¡Hay tanto por hacer que no sé por dónde empezar! – rió la otra sacudiendo la cabeza.
Kirino frunció levemente el ceño y redobló sus esfuerzos por avanzar hacia el cartel, pero no tardó mucho en toparse con una barrera de estudiantes de tercero frente a él, cortándole el paso por completo. Tragándose una queja, trató de buscar una apertura, pero no tardó mucho tiempo en percatarse de que le iba a resultar imposible avanzar por el momento. Estaba a punto de darse por vencido y apartarse a esperar a que el recibidor se vaciase cuando oyó a una voz conocida llamarlo por su nombre.
-¡Eh, Kirino! Yo no seguiría intentándolo. Creo que por mucho que te esfuerces no vas a lograr pasar hasta que ellos se aparten.
El chico contuvo una sonrisa y se giró hacia la persona que le estaba hablando. Antes de dar media vuelta ya sabía con quién se iba a encontrar: llevaba escuchando aquella voz toda su vida y habría podido reconocerla en cualquier circunstancia; en cualquier parte.
-¿Tú has logrado ver el cartel? – preguntó a su vez, metiéndose las manos en los bolsillos del uniforme y avanzando hasta situarse al lado de quien se había dirigido a él.
Shindou Takuto frunció levemente el ceño y clavó los ojos en la muchedumbre durante un instante, pero volvió a fijar la vista en su amigo tan pronto como éste llego a su lado. Los dos se conocían desde hacía prácticamente toda una vida; en la mayoría de los casos, eran perfectamente capaces de leer los gestos el uno del otro.
-Sí – respondió. – Claro que lo he hecho.
-No pareces muy preocupado. ¿Puedo tomármelo como una buena señal? ¿Quiere decir eso que se ha confirmado ya que este año no hay desfiles?
Shindou soltó una carcajada y negó con la cabeza. Hacía algunos años, a algún miembro especialmente ocurrente dentro del profesorado del Instituto Raimon se le había ocurrido que nada podría unir más a los alumnos del centro que un festival de primavera. Un festival temático, para más inri, en el que los estudiantes se agruparían por clubes y prepararían un número (escogido por los profesores) que luego deberían representar ante la escuela entera.
El año anterior, cuando Shindou y Kirino habían entrado a primer año, se había organizado un desfile de temática marina. Durante los días que había durado el festival, los miembros de todos los clubes se habían paseado por los terrenos de la escuela vestidos de vikingos, surfistas, marineros y pescadores, ofreciendo a los visitantes pinchitos con forma de pulpo y tartas decoradas con redes de pescar de chocolate. Al club de fútbol, sin embargo, y debido a su gran número de integrantes, se le había encargado disfrazarse animales del mar y guiar a través de los terrenos a los padres de los alumnos. Por decirlo sencillamente, habían estado todos ridículos.
En el mismo momento en el que se había visto paseando dentro de un traje de foca bebé mientras los miembros del club de ajedrez se pavoneaban de un lado a otro vestidos de piratas, Kirino había llegado a la conclusión de que alguien del profesorado los odiaba. Durante los días anteriores al anuncio de la temática del festival de este año, el chico no había parado de rezar porque, fuera quien fuese quien los detestaba tanto, hubiera decidido ser bueno con ellos y no obligarlos a hacer el ridículo como el año anterior. Al menos no demasiado.
-Estás de suerte, sí: este año no hay desfile – Shindou volvió a sonreír – En su lugar, cada una de las clases tendrá que preparar y representar una obra de teatro.
Kirino abrió la boca y parpadeó, incapaz de decir nada durante un momento. En un principio, la idea de actuar sobre un escenario parecía mejor que la de pasearse por los terrenos del instituto disfrazado de foca, pero había algo en todo aquel asunto que le estaba dando un mal presentimiento que se iba acrecentando por momentos.
-¿Qué obra tenemos que representar? – preguntó.
Shindou comenzó a decir algo pero, antes de poder terminar de pronunciar una sola palabra, una voz conocida se alzó sobre el murmullo general, haciendo que la mayoría de los estudiantes guardaran silencio.
-¡No pienso actuar en esa obra! ¡Me niego!
Kirino y Shindou apenas tuvieron tiempo de cruzar una mirada antes de que la multitud se abriera y Kurama emergiera de entre el pelotón de alumnos junto con Sangoku, Amagi y Kurumada. Detrás de ellos, y prácticamente corriendo para no quedarse atrás, iban Tenma y Shinsuke, que parecían más preocupados que molestos por el caos que se había formado repentinamente a su alrededor.
-¡Vamos, Senpai, no puede estar tan mal! – iba comentando el primero de ellos en tono animado - ¡Podríamos adaptarla si hay algo que no te gusta! Y, además, podría ser peor, ¡a los del club de natación les ha tocado ir vestidos de payasos!
La única respuesta de Kurama fue un bufido ahogado. Tenma, que cada vez parecía más preocupado por el arrebato de ira de su compañero de equipo, siguió tratando de convencerlo, pero el otro chico simplemente lo ignoró y se detuvo en el pasillo. Tras pasear la mirada por el corredor, los localizó a Shindou y a él y se dirigió a ellos a zancadas.
-Dime que esto es alguna clase de broma – le dijo al capitán, como si esperara que éste pudiera cambiar algo. Shindou negó con la cabeza.
-Es el anuncio oficial. Me temo que, por mucho que protestáramos, sería imposible que nos adjudicaran otra obra a estas alturas. Ya lo intentamos el año pasado y no funcionó, ¿no te acuerdas?
Kurama gruñó algo más, pero finalmente bufó y se dirigió a la salida, seguido por el resto de sus compañeros. Tenma y Shinsuke, por su parte, cruzaron una mirada y echaron a andar a través de otro pasillo, comentando qué hacer para darle a la obra "temática de fútbol" y sonriéndose como dos niños de preescolar.
Si a Kirino ya había algo que le resultaba sospechoso, aquella ya fue la gota que colmó el vaso. Entornando los ojos, se giró hacia Shindou.
-Antes no me has contestado. ¿Cuál dices que es la obra?
El capitán del Raimon hizo una mueca.
-Un cuento clásico. La Bella Durmiente. Considerando las opciones, hemos salido bien parados. – dijo sin más.
-Ah – Kirino supo que probablemente su amigo esperara una respuesta más elaborada, pero fue incapaz de decir nada más. Jamás se había interesado por el argumento de La Bella Durmiente en profundidad y al pensar en ello ahora todo lo que le vino a la mente fue una rueca, tres hadas regordetas y una bruja malvada que se convertía en dragón. Un castillo encantado, un beso de amor y una historia que, en definitiva, no parecía la más apropiada para que se encargase de representarla un club de fútbol.
-¿Cómo que "ah"? – la voz de Shindou sacó al muchacho de sus pensamientos. Su amigo parecía divertido - ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
-Es mejor que el desfile del año pasado e infinitamente menos ridículo que vestirse de payasos como el club de natación, pero aún así me parece una obra muy... extraña para que nosotros la representemos. Pero tú, por otra parte, pareces demasiado tranquilo. No sabía que te gustaran tanto los cuentos de hadas.
-No es que me desagraden, pero no es eso. Es sólo que... Esta obra es un clásico importante, y nosotros tenemos que prepararlo todo para poder representarla – Shindou esbozó una media sonrisa culpable, y en aquel momento Kirino se percató de que su amigo parecía incluso contento – Tenemos que hacerlo absolutamente todo, ya sabes: los disfraces, el decorado, la adaptación del guión...
El defensa sonrió.
-Y la música para la obra, ¿no? ¿Es eso?
Shindou asintió, entre avergonzado y orgulloso de sí mismo, y Kirino se encontró alegrándose por su amigo. El muchacho no solamente era un genio en el campo de juego, sino todo un artista al piano y como compositor. Desde que el Raimon había prosperado enormemente como equipo, Shindou había tenido que centrarse en sus compañeros y dejar los conciertos de piano a un lado, pero Kirino sabía que, a pesar de no poder emplear todo su tiempo libre en ella, su amigo echaba de menos la música. Probablemente, el muchacho no cupiera en sí de gozo ante la idea de poder volver a centrarse en componer, esta vez para algo que estaba haciendo junto a sus amigos, pero lo más seguro era que también se sintiese algo culpable por el poco entusiasmo que habían demostrado la mayoría de sus compañeros al escuchar qué obra tenían que representar. Tuvieran que actuar o estuvieran jugando sobre el campo, todos ellos seguían siendo un club de fútbol, y Shindou era el capitán. Era más probable que los elefantes volaran a que su amigo dejara de preocuparse por el resto de sus compañeros, y eso Kirino lo sabía perfectamente.
-Estoy seguro de que a todo el mundo le gustará la música si la compones tú – dijo.
Ante esto, Shindou sonrió de un modo que hizo que el defensa se sintiera increíblemente cálido por dentro.
-Y ahora bien, ¿hay algún papel que quieras hacer tú?
Kirino parpadeó, sorprendido ante la pregunta. Hasta que su amigo lo había dicho, no se le había ocurrido pensar en ello. Shindou llevaba tocando el piano toda su vida, así que su función en la obra estaba más que definida, pero a él – salvo el fútbol – no había nada que se le diera especialmente bien. No sabía dibujar, nunca había probado a actuar y era nulo para diseñar disfraces. De hecho, incluso el traje de foca del año anterior había acabado terminando de cosérselo su madre, y aún así la mayoría de los estudiantes lo habían confundido con un disfraz de delfín. Lo único en lo que destacaba era en tener el pelo rosa y los ojos grandes y de color turquesa, y si para seleccionar el papel de cada uno se basaban en sus atributos más obvios, entonces lo más probable era que le encargaran hacer de...
-No lo sé, pero no quiero ser la Bella Durmiente. Quedas avisado.
Shindou lo miró sorprendido un momento antes de echarse a reír. Los dos sabían que, en más de una ocasión, algún desconocido incauto había confundido a Kirino con una chica y que el muchacho jamás se había sentido cómodo en aquel tipo de situaciones. Más de una vez alguno de sus otros amigos le había sugerido que se cortase el pelo, pero el defensa siempre se había mantenido en sus trece en lo que a longitud de cabello se refería, aunque sólo fuera porque, siendo niños, Shindou le había dicho que le gustaba así. Y ya se había acostumbrado, además. Lo cual no quitaba que no tuviera ni el más mínimo deseo de dejárselo suelto, ponerse un vestido de época y esperar el beso de amor de uno de sus compañeros haciéndose el dormido en un decorado con forma de palacio medieval.
-Te digo que no pienso hacerlo – repitió, cruzándose de brazos y haciendo un mohín – Preferiría encargarme de algo relacionado con la parte técnica. Luces, decorado, guión... Lo que sea.
Shindou sacudió la cabeza y miró a su alrededor, observando cómo el grupo en torno del cartel se disolvía. De repente, pareció recordar algo y frunció levemente el ceño durante un segundo, como si algo lo preocupara. Sin embargo, y antes de que Kirino pudiera abrir la boca para preguntarle qué le pasaba, aquel gesto desapareció y su amigo se giró hacia él con una sonrisa.
-No deberías preocuparte por eso – le dijo – El club tiene tres gerentes, ¿verdad? Lo lógico sería que una de ellas interpretara a la princesa, y no tú.
Kirino se giró justo a tiempo para ver cómo Sorano Aoi y Yamana Akane desaparecían al otro lado del pasillo. Durante un momento, observó a su amigo sin saber muy bien qué decir, pero luego asintió con la cabeza y esbozó su mejor sonrisa.
-Eso espero – contestó tras echar una última mirada al corredor. No estaba seguro de por qué, pero le pareció que su mejor amigo había detenido demasiado la vista en ellas al verlas marchar, de nuevo con la expresión grave del que está preocupado por algo grabada en la cara. No obstante, y de nuevo, el gesto desapareció tan rápido como había llegado y Kirino se mordió el labio, dudando.
Debía de estar imaginándose cosas.
El descanso que se les daba a los alumnos para comer terminó no mucho después, y los miembros del club de fútbol tuvieron que regresar a sus respectivas aulas. Kirino había compartido clase con Shindou desde que un profesor los había sentado juntos en una ocasión en la escuela primaria y él ya se había acostumbrado a mirar alrededor y ver los rizos castaños de su amigo inclinados sobre los libros de texto. Por eso mismo, era capaz de adivinar con una certeza casi perfecta cuándo Shindou estaba contento, triste, enfadado o preocupado por algo.
Exactamente como ocurría en aquel momento.
Ya se lo había parecido durante un instante cuando se habían encontrado antes frente al tablón de anuncios, pero, aunque estuviese tratando de disimularlo, Shindou tenía algo en mente que lo preocupaba. Además de capitanear el equipo de fútbol del Raimon y ser un prodigio del piano, el chico tenía uno de los expedientes académicos más perfectos de todo su curso, lo cual implicaba que, mientras los demás se dedicaban a cuchichear y mirar por la ventana en clase, él, sentado en primera fila, atendía y tomaba notas en todas y cada una de las clases. Incluso si Kirino intentaba distraerlo para decirle algo, la mayoría de las veces sus esfuerzos eran absolutamente en vano. En condiciones normales, Shindou dejaba de escuchar a nada que no fuera el profesor hasta que no acababan las clases y gruñía a cualquiera que lo apartara de sus libros, cuadernos y hojas de actividades. Y, sin embargo, ese día tenía la barbilla apoyada en la palma de la mano y la vista clavada en el campo de fútbol que había más allá del ventanal a su izquierda como si el texto en inglés que estaba leyendo uno de sus compañeros no le importase ni lo más mínimo.
A su amigo le pasaba algo, Kirino estaba seguro de ello. Algo que, curiosamente, no le había contado aún. Y eso, si cabía, lo estaba preocupando más aún. Shindou y él siempre habían hablado absolutamente de todo; no existían secretos entre ambos.
El alumno que estaba leyendo el texto se trabó con una de las palabras y el profesor se retiró de la parte delantera de la clase para ir a aclararle la pronunciación de ésta. Aprovechando que nadie podía verlo, el muchacho arrancó un pedazo de una de las hojas de su cuaderno y garabateó unas palabras en ella a toda prisa. Después, la dobló rápidamente y se la lanzó a Shindou, que estaba sentado en la fila de delante y a su izquierda.
Gracias al cielo, el trozo de papel llegó a buen puerto, cayendo en el centro del pupitre de su amigo, que dio un respingo sobre su silla y lo desdobló sin girarse. El profesor, que había acabado de corregir a su alumno, volvió a dirigirse al frente de la clase y comenzó a escribir algo en la pizarra. En el mismo momento en el que dio la espalda a los estudiantes, el trozo de papel, cuidadosamente doblado, cayó de vuelta sobre el cuaderno de ejercicios de Kirino.
Cuando el muchacho lo desdobló, encontró la respuesta de su amigo bajo las palabras que él mismo había escrito momentos atrás.
¿Estás preocupado por algo o es que hay alguna cosa interesante al otro lado de la ventana?
No es nada. Es sólo que he recibido una carta que me preocupa un poco.
Kirino parpadeó y releyó un par de veces la escueta respuesta de su amigo. ¿Una carta? ¿Había recibido malas noticias Shindou por alguna razón? Preocupado, le dio la vuelta al trozo de papel y escribió algo más, aprovechando otro momento en el que el profesor se dio la vuelta para volver a lanzársela a su compañero. La respuesta de Shindou tardó apenas un minuto en llegarle de vuelta.
No, no es una carta que me haya llegado al correo. Me la ha dejado Yamana en el pupitre esta mañana. Quiere que me encuentre en la azotea con ella esta tarde antes del entrenamiento del club.
Kirino tragó saliva y volvió a destapar su bolígrafo, buscando las palabras apropiadas con las que responder a aquello. De repente, se le había hecho un nudo enorme en el estómago y no sabía muy bien por qué.
Yamana Akane se había hecho gerente del club de fútbol tan sólo por una razón, y esa razón era Shin-sama. Que aquella chica, normalmente tan callada, hubiera citado a Shindou en la azotea del instituto - y utilizando una carta, además - tan sólo podía significar una cosa. Una cosa que a él acababa de ponerlo muy nervioso de pronto.
Tratando de sonar desenfadado y totalmente despreocupado, el muchacho escribió algo en el papel. Tras leerlo, lo tachó y cambió algunas palabras, para volver a tacharlo todo nuevamente. Escribiera lo que escribiera, tenía la impresión de que estaba sonando como un idiota, así que finalmente arrancó otro pedazo de hoja de su cuaderno y anotó una única frase.
¿Y vas a ir?
La respuesta de Shindou le llegó poco después, escrita con la apretada caligrafía de su amigo bajo su propia letra redondeada.
Claro que sí. No sé qué le pasa, pero podría ser importante. A lo mejor tiene que ver con el club de fútbol. ¿Tú qué crees que quiere?
Kirino sintió una mezcla entre un alivio indescriptible y ganas de golpearse la cabeza contra el pupitre en cuanto leyó aquellas palabras. Yamana Akane sólo tenía ojos para Shindou y palabras de adoración hacia él. Era obvio lo que alguien que se dedicaba a fotografiarlo a todas horas iba a querer decirle a su amigo, y casi imposible de creer que Shindou no tuviese ni idea de por dónde iban los tiros. Porque estaba claro que no lo sabía. Y si le gustase ella lo habría hecho, ¿no?
Mordiendo la tapa de su bolígrafo, el muchacho pensó en qué contestar. Muy probablemente, hubiera podido aclararle a su amigo qué era lo que quería Akane, pero por algún motivo no se sentía especialmente predispuesto hacia ello. Durante un momento, pensó en inventarse alguna excusa estúpida para llevarse a Shindou directamente al entrenamiento tan pronto como acabaran las clases, pero tampoco se le ocurrió ninguna y, de todas formas, el hacer algo así tampoco tendría sentido. Estaba garabateando un simple "no lo sé" en el trozo de papel cuando una sombra alargada le tapó la luz que entraba a través de la ventana.
-Señor Kirino Ranmaru. ¿Podría decirme qué está escribiendo usted? – dijo una voz en tono grave – Porque, que yo sepa, eso no parece materia de mi clase.
El chico alzó la vista justo a tiempo para ver cómo el profesor de inglés le arrebataba la nota de encima de la mesa. De repente, la clase se había sumido en el silencio más absoluto y todos los ojos estaban clavados en él. No necesitó más de un segundo para darse cuenta de que acababa de meterse en un buen lío y maldijo por lo bajo.
Ojalá, al menos, el profesor le privara de la vergüenza de leer en alto lo que acababa de escribir.
Definitivamente, aquel distaba mucho de ser un buen día.
No solamente su profesor de inglés le había ordenado hacer un trabajo enorme sobre la historia de la comunicación escrita como castigo por no atender en su clase, sino que Shindou había acabado marchándose al tejado a escuchar lo que Yamana tenía que decirle y, a aquellas alturas, el entrenamiento de la tarde iba a comenzar y ninguno de los dos había regresado todavía.
Kirino suspiró, cerrando los ojos al meterse la camiseta del equipo de fútbol por la cabeza y dejando que ésta se le deslizara sobre la piel. Sus otros compañeros ya habían salido al campo y él probablemente habría tenido que darse prisa y comenzar el entrenamiento antes de que el Entrenador Endou o alguna de las otras gerentes viniera a preguntar qué le pasaba, pero había tardado más de lo normal en cambiarse por si Shindou aparecía y, si le hubiesen dejado escoger, se habría quedado allí sentado esperando a que su amigo regresara de una vez por todas.
Como parecía que no iba a darse el caso, el muchacho echó un último vistazo a la sala y salió al campo a paso lento, cubriéndose el rostro cuando el sol de la tarde lo alcanzó en los ojos. El resto de jugadores parecían concentrados en su propio calentamiento y las gerentes estaban sumidas en una conversación que, a juzgar por lo pegadas que estaban sus cabezas, parecía muy interesante. Con un nuevo suspiro, Kirino se dispuso a calentar cuando una voz lo hizo detenerse y parpadear.
-Kirino-senpai, ¿y el capitán? Nunca llega tarde a los entrenamientos. ¿Dónde se ha metido?
La pregunta de Tenma, que había abandonado lo que estaba haciendo para acercarse a él con expresión preocupada, probablemente había tenido la más inocente de las intenciones, pero Kirino no pudo evitar sentirse ligeramente molesto con el chico. Al ver que no contestaba, su compañero de equipo simplemente lo observó con los ojos azul grisáceo muy abiertos.
-Akane tenía que hablar con él, Tenma – respondió alegremente la voz de Aoi desde el banquillo – No te preocupes por él, volverá pronto.
El muchacho volvió a mirar a Kirino y parpadeó, pero finalmente asintió, esbozó una sonrisa y corrió hacia Tsurugi para completar el calentamiento. El defensa, sin embargo, permaneció quieto en su sitio, con los labios entreabiertos y la vista clavada en el banquillo. Por lo que parecía, no sólo Aoi estaba al corriente de la conversación que Akane quería mantener con Shindou, sino que Midori también lo sabía. E incluso Otonashi-sensei parecía demasiado contenta y había hecho demasiadas pocas preguntas sobre el asunto como para ser una parte neutral en todo aquello. Por lo que parecía, el único cercano a una de las partes que no había tenido ni idea de lo que se avecinaba había sido él. Y no es que aquello lo molestara en el sentido literal de la palabra, pero algo en su interior se sentía terriblemente inquieto y preocupado, como si alguna cosa no estuviese del todo bien. Por primera vez en mucho tiempo, no le apetecía calentar o jugar al fútbol. Ni siquiera le preocupaba ya todo el asunto de la obra que tenían que representar para el festival. Tan sólo...
-Otonashi-sensei – tomando una decisión, el muchacho se acercó a paso ligero al banquillo, dirigiéndose a la profesora. Ni Kidou ni Endou habían llegado todavía, así que era ella quien estaba a cargo, y Kirino dio gracias al cielo por ello – Creo que me he dejado la tarea que me ha encargado el profesor de inglés en clase. ¿Podría volver un momento a por ella? Es... Es importante.
Si Haruna detectó algún indicio de que su petición era una mentira de proporciones descomunales no lo dejó entrever.
-Está bien, pero no tardes, ¿de acuerdo? El entrenamiento de hoy será algo más corto de lo normal porque tenemos que repartir los papeles para la obra, así que no puedes perderte parte.
-Estaré de vuelta en cinco minutos – tras asentir con una sonrisa temblorosa y murmurar aquella frase en voz baja, Kirino se despidió con una mano y echó a correr hacia el edificio principal del instituto. Casi sin pensarlo, cruzó la planta baja y subió las escaleras hasta la planta de segundo año, sin saber muy bien qué hacer a partir de aquel momento. Su clase, como era de esperar, estaba desierta, y tampoco había ni un alma en los pasillos. Todos los alumnos se habían ido y el personal de limpieza no había llegado aún, así que la única persona en todo aquel piso era él, quieto junto a la entrada de su clase y vestido con el uniforme amarillo y azul del equipo de fútbol del Raimon.
Había mentido a su profesora, se había escapado del entrenamiento, había regresado a su clase poniendo como excusa recuperar el enunciado de un trabajo que estaba a salvo en su mochila, y todo ello con el objetivo de, ¿qué?
¿Tratar de interceptar a Shindou cuando bajase del tejado? Si había algo que contar, su amigo ya lo haría cuando regresaran a sus casas después del entrenamiento, así que aquello no tenía sentido. ¿Evitar que hablase con Akane? Shindou ya era lo suficientemente mayor como para poder elegir con quién hablaba y con quién no y él, por muy amigo suyo que fuese, no tenía derecho a inmiscuirse. ¿Cerciorarse de que todo estaba bien? Tal vez fuera eso, sí. No era normal que tardaran tanto o que el capitán del Raimon llegara tarde a un entrenamiento. Quizás hubiera pasado algo, o tal vez aquellos dos ya se hubiesen marchado de allí y simplemente se habían cruzado con él en el camino.
"A lo mejor ya ni siquiera están en el tejado, ¿no? Tal vez me estoy inquietando por nada"
A paso lento, Kirino abandonó la puerta de su clase y avanzó hasta las escaleras, deteniéndose en el descansillo. El tejado estaba dos plantas más arriba, y el campo de fútbol al que sabía que debía regresar estaba en dirección contraria, una planta más abajo. Tomando aire, el muchacho lo pensó durante un instante y, finalmente, tomó una decisión.
Tenía que darse mucha prisa.
La puerta de acceso al tejado estaba abierta y la suave brisa de la tarde se colaba hasta el rellano, donde Kirino había vuelto a detenerse, observando el parche de pavimento, valla y cielo azul que se veía a través del umbral frente a él.
Para bien o para mal, en el exterior no parecía haber nadie. No se escuchaban voces, ni siquiera un solo ruido, así que, muy posiblemente, Shindou y Yamana se habrían marchado ya y todos en el campo de fútbol se estarían preguntando por qué le estaba llevando tanto tiempo recuperar un simple cuaderno de ejercicios.
"No sé ni por qué me estaba preocupando tanto" se dijo, sacudiendo la cabeza y sintiéndose sonreír. Decidido a echar un último vistazo, se acercó a la puerta abierta y avanzó un par de pasos, sintiendo el calor del sol sobre el rostro. Más allá de la valla se veía la amplia extensión verde del campo de fútbol, y al resto de sus compañeros, poco más grandes que puntos azules y amarillos, arremolinados en torno al Entrenador Endou, que parecía estarles dando instrucciones en un tono muy animado. Tenía que darse prisa si no quería ganarse una buena bronca.
El muchacho acababa de lanzar una última mirada al campo cuando oyó la frase. Una frase que lo hizo quedarse quieto en el sitio, con los ojos abiertos como platos y sin atreverse casi a respirar.
-¿Me... Me estás diciendo que yo te gusto?
"Oh...Oh, no"
Fue al darse media vuelta cuando Kirino los vio. Los dos estaban detenidos en la otra esquina del recinto del tejado, en un punto que él había sido incapaz de ver al cruzar la puerta. Shindou, de espaldas a él, tenía los dedos de una mano enredados en la valla metálica que rodeaba la azotea y había sonado absolutamente sorprendido. Akane aferraba su cámara con las dos manos y tenía los ojos clavados en el suelo con tal intensidad que no lo habría visto aunque Kirino hubiese pasado caminando a un metro de ella. Los dos habían estado allí todo el tiempo, y ninguno, al parecer, lo había visto aún.
Lo cual no quería decir que el chico supiera cómo salir de allí antes de que alguno de los dos levantara la cabeza y lo descubriera ahí parado, mirándolos con los ojos como platos y la boca abierta como un estúpido.
Tratando de moverse en total silencio, Kirino retrocedió hasta la puerta todo lo deprisa que pudo. Desde allí, no podía ver a Shindou y a Akane, y estaba seguro de que ellos tampoco podían verlo a él. Con un suspiro de alivio, el chico se giró hacia la puerta, sabiendo que cualquier persona con sentido común hubiera aprovechado aquel golpe de suerte para salir corriendo de allí y volver al entrenamiento del que nunca debería haberse marchado, pero una parte de él se negó a moverse, como si algo más fuerte que él lo estuviera obligando a quedarse en el sitio, con una mano aferrando el tejido de su camiseta del equipo y el corazón completamente desbocado.
-A mí siempre me ha gustado Shin-sama – la voz de Akane llegó en aquel momento hasta sus oídos, tan tenue que Kirino apenas fue capaz de oírla. Tal vez no se había dado cuenta de que aquellos dos estaban allí al llegar al tejado porque ella había estado hablando aún más bajo que entonces – Durante estos últimos dos años, yo he tratado de... Es decir, he estado tratando de hacerte feliz aunque tú no me vieras. Me daba igual que no lo hicieras. Me uní al club de fútbol para poder verte, así que... Lo... lo demás no... Yo solamente...
-¿Me estás diciendo que te uniste al club de fútbol sólo para estar conmigo? – la voz de Shindou llegó ahogada y sorprendida desde el otro lado del tejado, y Kirino se apoyó contra la pared junto a la puerta con la vista clavada en el suelo. La verdad fuese dicha, y aunque se llevaba bien con todos sus compañeros, jamás se había detenido a hablar con Akane, tal vez porque a ella siempre le había gustado Shindou y él era el mejor amigo del capitán. Pero el chico, a pesar de todo, siempre había sabido que Yamana era muy tímida, así que podía suponer lo que le estaría costando a la muchacha darle voz a unos sentimientos que había guardado en su interior durante dos años enteros. Y aún así, Shindou iba a rechazarla. Porque tenía que rechazarla, ¿verdad? No podía aceptarla.
-Yo... Yo sólo quería hacer todo lo posible para ayudar a Shin-sama con el club. – siguió diciendo ella – Ni siquiera había creído que pudiera llegar a declararme algún día. Yo...
-Entonces, ¿por qué lo has hecho? – la voz de Shindou sonó suave, casi demasiado suave, y Kirino se encontró alzando la cabeza hasta apoyar la nuca contra la pared tras él y conteniendo la respiración. Había esperado un rechazo por parte de su amigo en aquel momento; un rechazo amable, pero un rechazo a fin de cuentas. No una pregunta. No aquella pregunta, y mucho menos formulada en aquel tono. ¿Y si...?
Akane tardó un momento en responder, pero cuando lo hizo su tono de voz sonó más alto, y tan firme que Kirino dio un respingo.
-¡He tenido que hacerlo porque Shin-sama me gusta mucho! ¡No podía guardármelo más, habría sido injusto! Tanto para Shin-sama como para mí. ¡Aunque me rechaces, yo...! – la voz de la muchacha disminuyó en intensidad hasta convertirse en un susurro que acabó por desvanecerse en un silencio que a Kirino le pesó como una roca. De repente, se sentía muy mal consigo mismo. No sólo se había escapado del entrenamiento y les había mentido a Otonashi-sensei y al resto del equipo, sino que había terminado espiando a su mejor amigo y deseando sin ningún motivo en especial que éste rechazara a la chica que llevaba dos años admirándolo en secreto y que por fin se había atrevido a confesarle sus sentimientos. Uno no espiaba a sus amigos, especialmente en los casos en que, como el suyo, confiaban plenamente el uno en el otro. Un buen amigo le habría dado a su compañero una palmada en el hombro y lo habría felicitado porque una chica se preocupara tanto por él en lugar de desear fervientemente que toda aquella declaración saliese mal. Terminara como terminase aquel asunto, ¿qué se suponía que iba a decirle él a Shindou cuando su mejor amigo le contase lo que había ocurrido?
Kirino se mordió el labio y cerró los ojos. Shindou estaba diciendo algo más en tono suave, completamente ajeno a su presencia, pero él ya no quería escuchar. Aquello no estaba bien; tenía que marcharse.
Tratando de no hacer ruido, el muchacho se despegó de la pared y cruzó el umbral de la puerta, descendiendo las escaleras tan deprisa como pudo. Hasta que no regresó a su aula a recoger un cuaderno cualquiera de su pupitre para hacerlo pasar por el que supuestamente había ido a buscar no se permitió volver a respirar con tranquilidad.
Era la tercera vez que Kirino tropezaba con el mismo cono.
El defensa puso los brazos en jarras y observó el pequeño objeto de plástico naranja. Tan pronto como había regresado al campo, se había disculpado con sus entrenadores, había vuelto a calentar y se había concentrado como siempre en el entrenamiento, utilizándolo como medio para olvidar sus recientemente descubiertas dotes de espía. Todo había ido perfectamente – incluso el entrenador Endou lo había felicitado de un modo terriblemente entusiasta en una ocasión – hasta que el chico se había percatado de que había pasado más de un cuarto de hora y Shindou y Akane no habían regresado.
En aquel instante, había tenido aquel cono delante y había tropezado con él de un modo increíblemente estúpido. Después de aquello había sido incapaz de concentrarse por completo. Por suerte, y al estar haciendo ejercicios de entrenamiento individual, ninguno de sus compañeros de equipo parecía haberse percatado de sus problemas para pasar por delante de un simple cono sin llevárselo de frente.
El muchacho estaba planteándose seriamente el esconder aquel endemoniado trasto naranja detrás del banquillo para no tener que utilizarlo más durante el entrenamiento de aquel día cuando el sonido de pasos y voces familiares en el borde del campo lo hizo alzar los ojos y clavarlos en las dos figuras que se acercaban.
-Shindou – murmuró, al mismo tiempo que Aoi soltaba una exclamación y echaba a correr hacia Akane, llevándose a la chica hacia el banquillo. Hasta ese momento, los dos habían estado riéndose juntos de algo, y Kirino se encontró frunciendo el ceño y apretando la superficie de plástico del cono naranja entre los dedos ante el mero pensamiento.
-¡Ah, capitán! – exclamo Tenma desde el centro del campo con una sonrisa enorme. - ¿Dónde te habías metido?
-Ahora mismo voy – Shindou le devolvió la sonrisa y bajó al campo, en dirección a los vestuarios. Como Kirino no tardó ni un segundo en constatar, aún llevaba el uniforme del instituto - ¿Qué haces con un cono de entrenamiento en la mano?
El defensa dio un respingo al percatarse de que le estaban hablando a él.
-Acababa de tropezarme con él – confesó, sin poder evitar soltar una risita – Estaba pensando en otras cosas.
-¿El trabajo que tienes que hacer o tu futuro papel en la obra? – Shindou se había detenido un momento delante de él, y Kirino se encontró cruzándose de brazos y sonriendo antes de poder evitarlo.
-En primer lugar, ¿de quién es parte de la culpa de que tenga que hacer ese trabajo? – replicó, y su amigo volvió a reírse.
-Te ayudaré a hacerlo, te lo prometo. Creo que te lo debo – dijo antes de despedirse con un gesto y echar a correr hacia los vestuarios. Kirino, todavía aferrando el cono con las dos manos, no se dio cuenta hasta que su amigo se hubo ido de que se había quedado observando sin hacer nada el lugar por el que se había marchado.
Durante el resto del entrenamiento, no hubo cono que se le resistiera.
De nuevo, volvió a ganarse un par de elogios por parte del entrenador, que parecía estar de tan buen humor como siempre, y, en la práctica final conjunta, logró bloquear a todos los compañeros que pretendían llegar al área por su lado del campo. Sin embargo, una parte de su mente permaneció fija en Akane, que estaba hablando con Aoi de algo y parecía demasiado contenta – aun dentro de su estado tímido habitual – como para haber sufrido un doloroso rechazo del hombre del que llevaba enamorada dos años. Shindou, por otro lado, parecía tan normal como siempre, y lo fue tanto durante el entrenamiento como mientras se cambiaban y acudían a la sala principal del club, donde Otonashi-sensei les había dicho que se repartirían los papeles para la obra.
"¿Qué ocurre si no la ha rechazado?" se preguntó mientras se dejaba caer en su asiento habitual, con Shindou a su lado. "¿Qué ocurre si...?"
Instantáneamente, en la mente del muchacho se formó la imagen del salón de actos del instituto, oscuro y decorado como un reino medieval, con Akane, delicada y ruborosa, vestida y peinada como la Bella Durmiente y Shindou a su lado como su Príncipe Azul. Durante un momento, casi deseó que alguien escribiera un final alternativo en el que Maléfica-Dragón matara a todo el mundo. Después, recordó que Shindou no tenía intención alguna de presentarse al papel protagonista y regresó a la realidad sintiéndose muy estúpido por estar tomándose todo aquel asunto tan a pecho.
El murmullo de sus compañeros, que iban llegando uno a uno, se vio acallado de repente cuando Endou y Kidou hicieron su entrada, precedidos de Haruna, que llevaba una lista en la mano y parecía extremadamente contenta.
-Está bien, chicos, escuchadme – comenzó en tono alegre – Yo estaré a cargo en lo que a la obra en general se refiere, ¿de acuerdo? El entrenador Endou estará al frente del departamento de adaptación de guión y mi hermano se encargará de todo lo que tenga que ver con la organización técnica.
Los miembros del equipo asintieron todos a una salvo Kurama, que parecía seguir enfurruñado y observaba la escena desde su asiento tan tieso como si acabara de tragarse una escoba.
-Ahora bien, hemos de realizar varios anuncios – continuó la profesora, haciendo caso omiso a la patente desilusión del muchacho y girándose con una sonrisa hacia Aoi y las demás, que estaban sentadas al fondo – En primer lugar, se nos ha comunicado desde dirección que los gerentes de todos los clubs deben ayudar con la organización general del festival, así que no podrán participar en las obras de éstos. Aseguraos de pasaros un momento por el despacho del director tan pronto como acabe esta reunión para que os digan de qué tendréis que encargaros a partir de mañana.
Aoi y las demás asintieron, y Kirino observó a Akane por el rabillo del ojo, sintiéndose malévolamente satisfecho por un segundo del modo en el que su imagen de Shindou-Príncipe y Yamana-Durmiente acababa de saltar por los aires definitivamente. Hasta que Hikaru no habló, formulando la pregunta casi como si fuera incapaz de comprender cierta cosa, el chico no cayó en la cuenta de lo que se le había pasado por alto.
-Pero, sensei, si las únicas chicas que tenemos en el equipo se marchan a organizar el festival, ¿quién va a hacer de Bella Durmiente?
Casi de modo automático, los ojos del equipo en su totalidad se clavaron en determinado defensa de pelo rosa, que, sintiendo como las mejillas le ardían, paseó la mirada a su alrededor buscando un modo de salvarse. Todo lo que encontró fue a unos Tenma y Shinsuke excesivamente emocionados y a un Kariya que sonreía demasiado como para estar planeando nada bueno.
-Creo que Kirino no quiere representar el papel protagonista – como siempre, y para su alivio, fue Shindou quien terminó saliendo en su defensa – La verdad es que no le gusta mucho actuar.
-Es cierto, se me da muy mal: lo arruinaría todo – añadió el chico, viendo una brecha, tras lanzarle una mirada de agradecimiento a su amigo – Preferiría encargarme de algo relacionado con la parte técnica.
-¡Yo quiero diseñar decorados! – exclamó Hamano de pronto. Y, de repente, toda la habitación era un caos, con cada uno de los miembros del equipo diciendo en alto qué les gustaría hacer a ellos y qué no. Para cuando Haruna logró que guardaran silencio, habían pasado alrededor de unos cinco minutos, y, si había algo que había quedado claro era que nadie quería hacer de Princesa.
-Está bien, sabíamos que íbamos a tener problemas con este asunto, y queríamos que todos tuvieseis las mismas oportunidades de representar cada papel, así que se nos ha ocurrido una solución que creemos que será justa para todos – continuó diciendo la profesora – Salvo en los casos muy obvios – los ojos de Haruna se clavaron un momento en Shindou, que cruzó una mirada orgullosa con Kirino ante el gesto – hemos decidido realizar un sorteo para decidir el papel de cada uno. ¿Os parece bien?
Tenma soltó una exclamación animada, Kurama volvió a bufar desde su esquina y Kirino se tragó un suspiro de alivio. De entre todos los miembros del club de fútbol, sólo podía haber una Bella Durmiente, y sería bastante improbable que le tocara a él. Y aún así, esperaba con todas sus fuerzas no tener mala suerte.
-Bueno, vamos allá – en esa ocasión, fue Kidou quien tomó la palabra, avanzando hasta situarse frente a la enorme pantalla en la que en ocasiones proyectaban las repeticiones de los partidos que habían jugado hasta la fecha – Hemos instalado un programa de selección aleatoria. En pantalla irán apareciendo los puestos a repartir y los nombres de los alumnos que están disponibles para ser seleccionados y, una vez pulsemos este botón, la animación se detendrá y podremos ver quién ha resultado seleccionado. ¿Ha quedado claro?
Todos los miembros del equipo volvieron a asentir mientras Haruna volvía a tomar la palabra.
-En primer lugar, y como sabemos que os preocupa, repartiremos los dos papeles protagonistas. El Príncipe y la Bella Durmiente – con una sonrisa, pulsó el botón, y en la pantalla aparecieron los nombres de cada uno de los personajes principales. Bajo cada uno de ellos, y superponiéndose los unos a los otros rápidamente, parpadeaban los nombres de todos y cada uno de los miembros del equipo, apareciendo y desapareciendo de la pantalla a toda velocidad. Kirino entornó los ojos y vio el suyo parpadear apenas una centésima de segundo, primero bajo el Príncipe, luego bajo la Princesa, y luego ya no estaba. Después, y tragando saliva, vio como el dedo de Haruna descendía lentamente sobre el botón.
"Que no me toque a mí" se dijo, clavando los ojos en la pantalla "Que no me toque a mí. Que no me toque, que no me toque, que no me toque. Por favor, que no me toque a mí"
Finalmente, el dedo de Haruna entró en contacto con el botón y, tras un segundo que pareció interminable, la pantalla dejó de parpadear y dos nombres quedaron fijos en ella, en letras rojas sobre el fondo blanco. La clase quedó sumida en un silencio absoluto mientras todos los miembros del club de fútbol leían aquellos nombres.
Kirino observó la pantalla con los ojos como platos.
"No puede ser"
Y apenas un segundo después, la clase casi en su totalidad se echaba a reír a carcajadas.
Notas de la autora:
¡Muchas gracias a todos los que hayáis leído este capítulo hasta el final! La verdad es que tiendo a hacerlos más larguitos que la mayoría de los otros autores que suelo ver por aquí (alrededor de las 7.500 palabras o unas 20 páginas a Word), así que espero no haberos cansado.
La ventaja que tiene escribir capítulos así de largos es que la historia dura lo que dura, así que probablemente la acabaré más pronto que si los capítulos fueran cortitos.
En cuanto al ritmo de actualización, espero poder tener el capítulo 2 arriba para finales de esta semana o principios de la que viene, dependiendo de mis quehaceres y los exámenes. Eso sí, si lo que habéis leído os ha gustado, os agradecería mucho que me dejárais un review comentándome vuestra opinión y que os ha parecido la historia.
¡La verdad es que los reviews me dan muchos ánimos, así que siempre me encanta recibirlos y los leo todos!
Ahora bien, siento haber dejado el capítulo en ese punto, pero así os queda la intriga sobre quiénes serán la Bella Durmiente y el Príncipe Azul. ¿Quiénes creéis vosotros que van a ser?
De momento, hasta aquí puedo leer. ¡Espero que os haya gustado y (espero) que nos leamos la semana que viene!
Un saludo,
Snow Aria.