NO LEAS ESTO.
Que reverde, me gusta...
Mis queridos lectores de este hermoso lugar lleno de ideas maravillosas.
Si seguiste esta historia desde su inicio, gracias por la espera xD, no fue fácil, pero volví con un final que, debía hacerlo épico ¡caray!, así que disfrútalo :3.
Si eres nuevo aquí, bienvenido seas, espero que disfrutes este gran viaje, porque para mi fue maravilloso escribirlo.
Para todos, les aconsejo leer de nuevo la historia :3 hice algunos cambios en silencio, que hará un poco mas entendible este final, y otras cosas durante las aventuras de nuestros querido protagonistas.
Mi mas caluroso saludo a:
aky9110, Neri Dark, Yaelinuyasha, kagome18 y luimma.
Sin ustedes no sería posible este regreso, fueron mis pilares y no saben lo agradecida que estoy. ¡Bendiciones!
Para:
Rose CF
Recibir la notificación de tu review me dejó en shock, no creí que después de taaaaaaaaanto tiempo (fueron años, por amor a Cristo) recibiría un comentario así. Debo confesar que ese granito de arena me hizo tomar la decisión definitiva de terminar esta humilde historia :3, así que gracias, y mi querida comunidad de Fanfiction agradézcanle también, por favor xD.
Por último, mis mas sinceras disculpas por el abandono. Gracias una vez mas por tanto amor, y nos vemos pronto.
Sin mas que agregar, disfruten la función... :3
Advertencia: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, tan solo los tomo prestados (después de varios años xD) para finalizar la creación de una linda historia, caray :3...
20.
ANGELS.
.&&&&&.
Mi amada Sango…
Estoy seguro de que debes tener muchas preguntas… en especial una, ¿por qué permanecí en silencio?
Tal vez todo te parezca irracional en este instante, pero te aseguro que todos mis impulsos y deseos fueron motivados por una sola cosa… mi amor por ti.
Decidí que nuestro tiempo, por muy breve que fuera, lo aprovecharía para sacarte las mejores sonrisas, las mejores miradas, los mejores besos y las mejores palabras. Decidí todo eso, por encima de una constante mirada de preocupación y pena, que nos acompañarían desde el día en que decidiera decirte todo, hasta que finalmente pereciera.
Quiero que sepas que, los últimos momentos vividos contigo, fueron lo mejor de mi existencia. Que, a pesar de todo, nunca me había sentido más vivo en toda mi vida. Así que te pido que, cuando pienses en nosotros, nos recuerdes justo como yo lo hago en este momento… como el epítome de una gran vida.
Debo confesar que tenía miedo, de lo que pudiera pasar después. Como quedarías, como te sentirías y que pensarías. Por eso decidí escribirte esta carta, que no es más que una aclaratoria de que, donde sea que vaya a ir, te seguiré amando y esperaré por ti… te esperaré con un gran abrazo y una sonrisa, y te aseguro que, cuando llegues a mí, estaremos juntos para siempre.
También debo aclarar, mi dulce Sanguito, que incluso si esto no es una despedida, tampoco es un llamado. Quiero que vivas, y que lo hagas plenamente. Que sientas el dolor, por supuesto. Pero, después de un tiempo, te levantes un día, y decidas sonreír nuevamente, bailar, cantar, jugar… y ¿por qué no? Vivir una nueva ilusión.
No tengas miedo de mi partida, yo estaré asegurándome de dejar pequeñas huellas en el camino, para que luego de mucho tiempo, sin prisa… finalmente puedas seguirme.
No quiero finalizar el presente, sin decir que te amo, y te seguiré amando más allá de la vida y la muerte, y que espero que encuentres en cada día una razón para seguir adelante. Mientras tanto, yo te estaré cuidando.
Sé feliz.
Con afecto y amor.
Miroku.
.&&&&&.
- ¿Se puede? – Ante el tímido llamado, la princesa mayor volteó con sorpresa. Ensanchó una sonrisa al instante.
- Onigumo… - Casi suspiró. Hizo un ademán para que se acercara. - Por supuesto, adelante. – El joven moreno obedeció, pero solo se limitó a dar unos tres pasos después del marco.
- Casi no la reconocí, Alteza. – Detalló de pies a cabeza. Kikyo se sonrojó. Llevaba un hermoso vestido color vino, ceñido perfectamente a su figura, y bastante amplio a sus pies. En su cuello adornaba fina pedrería que hacía juego con sus achocolatados ojos, esta vez más intensos. Su cabello, recogido en un refinado moño, adornaba su rostro con pequeñas cascadas en bucles.
Onigumo no supo cuánto tiempo la detalló libremente.
- Por favor, por alguna vez, dime Kikyo. Kiky, si prefieres. – Murmuró en sonrisas. Onigumo tragó duro. - Onigumo, sigo siendo yo. – El aludido hizo una reverencia.
- Creo que, después de todo lo que ha ocurrido, no podría tomarme esa libertad, Alteza. –
- No te culpo por nada, si eso es lo que te preocupa. –
- Sabe que debería hacerlo. –
- No. – Respondió tajante, acercándose lentamente hacia el moreno. - Se quién eres realmente. Y ese hombre que yo conozco, jamás me haría daño. – Onigumo no dejó de mirarla con vergüenza. - Tan solo fuimos víctimas de tu hermano. –
- De cualquier forma, las cosas pudieron suceder diferente. – Respondió melancólicamente, mientras desviaba la mirada. Kikyo se detuvo en silencio. - Lo sé, ahora. –
- ¿Es mucho pedir que nos acompañes el día de hoy? – Se mordió el labio. El moreno pasó a verla, sorprendido. - Que me acompañes… -
- De hecho, venía a despedirme. – Musitó apenas. Kikyo frunció el ceño con desilusión.
- ¿A dónde irás? – Ante eso, Onigumo vio un punto indefinido en la habitación.
- Quiero recorrer el mundo. – Ensanchó una pequeña sonrisa. Kikyo escuchó, expectante. - Estuve bajo las órdenes de mi hermano tantos años, que olvidé por completo lo que depara el exterior, lo que tiene para ofrecer, cosas nunca vistas, quiero conocer todo. –
- ¿Y volverás? –
- Si su Alteza así lo desea. – Respondió, casi de inmediato.
- ¿Te puedo preguntar algo? –
- Por supuesto. – Pasó a verla con curiosidad. Kikyo se permitió acercarse un poco más.
- Te pido que, por favor, me respondas con la mayor sinceridad, dejando de lado cualquier sentimiento de culpa. – El moreno asintió. - ¿Qué sientes por mí, Onigumo? –
- Yo… - La miró intensamente y Kikyo sintió sus piernas flaquear. - T-te amo, Rumiko. – Y las palabras quedaron suspendidas…
Después de un breve momento de comunicación visual, la princesa mayor caminó en dirección contraria a él. - Bien… – Musitó con un deje de alivio, y acto seguido añadió: - Quiero que vuelvas, ¿de acuerdo? – Onigumo se sorprendió.
- Pero, Alteza… -
- Y para cuando lo hagas. – Interrumpió, tajante. - Te diré lo que yo siento por ti. – Añadió, volteando a verlo nuevamente. - Te deseo la mejor suerte, Onigumo… - Despidió con una triste sonrisa y Onigumo deseó no irse, por un momento.
.&&&&&.
Ciertamente, la vida esta sistemáticamente programada para crear un mundo vil, donde los finales son exactamente iguales a otros, donde se pierden los sueños y tu única salida es buscar una luz que te guíe a encontrar un mejor lugar.
La facilidad de juzgar las acciones, de juzgar su última decisión, se sentía en el aire.
Tal vez, simplemente, él estaba fuera de sí. Nadie podía saberlo. La cordura muchas veces deja ceguera, y arrastra de alguna forma. Tal vez todos dirían que las razones que te impulsan finalmente mueren… no es así… tan sólo pasan.
Inuyasha cerró sus ojos y se irguió, suspiró pesadamente y volvió a ver a cada uno de los individuos, que silenciosamente acompañaban el motivo del día. Pasó su mirada por el espacioso lugar, lleno de muchos recuerdos, de muchas charlas, de incontables entrenamientos, de risas, de confidencia… y ahora de despedida.
Contempló la urna en silencio una última vez, y carraspeando por lo bajo, se acercó un poco más a la pequeña multitud… presenciando que faltaba una castaña.
- Estamos reunidos, el día de hoy, para despedir a nuestro gran amigo y hermano, el Conde de Sengoku, Miroku Houshi. – Sentía como cada palabra era un puñal muy difícil de pronunciar. - Nunca le temió a nada, nunca se avergonzó de sus ideales, vivió su vida plenamente, y lo más importante, nos enseñó cómo hacerlo. Amigo, de ahora en adelante, por ti, por tu memoria; encontraremos una forma de visualizar un lugar, donde estés despierto por siempre. – Tensó su mandíbula, mientras pasaba a ver la urna una vez más. Endureció su mirada en el proceso. - Te amamos y entendemos que estabas listo. Te volveremos a ver cuándo Dios nos permita. Hasta siempre, compañero… - Sin mucho más que agregar, bajó rápidamente del pequeño pedestal donde yacía el cuerpo de Miroku.
Mientras la mayoría de los presentes se acercaban para decir algo más, o simplemente llorar, Inuyasha caminaba en dirección contraria. Divisó a su predilecta pelinegra en el fondo de la habitación y se acercó lentamente. La notó con los ojos hinchados y la expresión sumida en tristeza y suspiró pesadamente. ¿Cómo podía consolarla si él se sentía exactamente igual?
- El peor día para amar a alguien… - Musitó, Kagome, un poco sumisa. Inuyasha la vio con curiosidad. - Es cuando no están. – Notó como lo miraba con pena, él tan solo pasó a abrazarla por los hombros y darle un pequeño beso en la frente.
- Rayos… como lo extraño – Soltó por lo bajo con dificultad, apoyando su cabeza sobre la de la pelinegra. – Sango aún no lo asimila. – Kagome pasó a verlo.
- ¿Crees que lo superemos? – Notó como Inuyasha tensaba los labios. - …Que, ¿ella lo supere? –
- Debemos hacerlo, es algo natural. – Respondió, pasando su vista a aquel lugar, una vez más. - Así lo querría él. – Finalizó, con una mirada perdida.
- No puedo imaginar, cómo se siente en este momento. Otra muerte más para ella, Inuyasha. – Murmuró con horror y pena en su semblante. Inuyasha la miró nuevamente. - Desconozco como apoyarla. -
- Tranquila. No debemos presionarla. – Susurró consoladoramente. Levantando su vista hacia la multitud… hacia un punto específico para ser más exactos. - Todo estará bien. – Siguió inconscientemente, mientras volvía a endurecer su mirada.
- ¿Cómo estas tan seguro? – Preguntó, Kagome, confusa. No notó cuando una tercera figura hizo acto de presencia ante ellos.
- Kagome… - Llamó Koga, quedadamente.
- Hoy no, lobo. – Gruño, Inuyasha. Posicionándose frente a él, dejando a Kagome a su espalda.
- Esta bien, Inuyasha. – Apresuró en decir, la azabache, tomando a su prometido por el brazo. - ¿Sucede algo, Koga? – Preguntó, caminando hacia él. Inuyasha la retuvo.
- Tal vez pase por atrevido, pero pensé que no tendría otra ocasión. – Murmuró, mirándola con mucha pena. Inuyasha tensó su mandíbula, más de lo posible.
- Cuidado con lo que dices, sarnoso. – Sintió el agarre de Kagome tensarse un poco más.
- Inuyasha, basta. – Llamó con cansancio. - Está bien, Koga. Puedes decirme lo que sea. – El moreno suspiró.
- Vengo ofrecerles mis más sinceras disculpas… a ambos. – Pasó su vista de Kagome hacia Inuyasha. El pelinegro no apaciguó su semblante en ningún momento. - Fui muy descuidado, y gracias a eso, Naraku tomó ventaja. – Kagome negó.
- Pero, Koga, no fue tu culpa. Fuiste hipnotizado por Naraku. Su propio hermano estuvo bajo sus órdenes por mucho tiempo. -
- De cualquier manera, no es excusa, para todo el daño que causé. – Sintió la mirada impasible de su eterno rival, y después de un pequeño silencio, siguió: - Entenderé si ya no me quieren cerca… solo necesitaba decirles, cual apenado estoy. – Kagome quiso dar otro paso hacia él, pero Inuyasha se lo impidió nuevamente.
- Koga… - Susurró apenas.
- Estoy dispuesto a irme hoy mismo. – Siguió. - Si eso desean. – Dicho esto hizo una reverencia ante ambos. Kagome logró zafarse del agarre de su prometido y se acercó un poco más a Koga, mientras Inuyasha miraba expectante.
- Koga, no hay razón para pedirte que te vay… -
- Ya basta de actuaciones, sarnoso. – Interrumpió, el ojidorado. Koga lo miró sorprendido.
- ¡Inuyasha! – Reprendió, Kagome. Koga negó.
- Esta bien, Kagome. – Inuyasha se acercó un poco más.
- No, no está bien. No aceptamos tus disculpas. – Escupió sin tacto. Koga no se inmutó ante eso. - Unas palabras no son suficientes, si de verdad lo sientes, hazlo valer. – Lo señaló y Koga quedo petrificado. - El sarnoso que yo conozco, no se disculparía así nada más. –
- … -
- Hazlo valer, sarnoso. – Siguió. - Si decides desaparecer de aquí, te juro que te buscaré y te patearé tu pulgoso trasero. – Incluso cuando el pelinegro no cesó sus crispantes ojos, Koga soltó una risa por lo bajo. Kagome se acercó ante, el extrañamente alterado, Inuyasha.
- De acuerdo, suficiente. – La azabache hizo retroceder a su prometido unos pasos y luego miró a Koga con absoluta calma. - Koga, si de algo sirve… no hay nada que perdonar. – Le dedicó una pequeña sonrisa, a lo cual el moreno volvió a sentirse apenado. - Para nosotros sigues siendo una gran persona… ¿cierto, Yasha? -
- Mm… -
.&&&&&.
Muy en lo profundo de las promesas rotas, existe el eco de cada palabra dicha. Tal vez, solo tal vez, si en algún momento hubiera visto la mentira, sería mucho más fácil dejarlo ir.
Había puesto toda su confianza, había hecho las cosas mejor de lo que podía, lo intentó, intentó con todas sus fuerzas mostrarle todo el amor que sentía, incluso cuando sabía que no debía… y al final esto era lo que era, había obtenido muy poco, y ya nada importaba realmente.
Si, había llorado incontables veces por él… pero esta era la que más dolía. Dolía que él no pudiera escucharla, que no supiera que estaba cayendo en un vacío, que se ahogaba de tristeza, que no le pudiera decir que todo esto… era su reverenda culpa.
¿Esperanza? Cuando uno estaba enamorado, podía llegar a ser bien idiota. ¿Qué había esperado de él todo este tiempo? Su total sinceridad, ¿Cómo no se dio cuenta que cada paso que daba era un error? Se había convertido en una tonta, había estado tan asustada de no perder el control y no se había dado cuenta que lo había perdido hace mucho tiempo. Todo lo que ella tenía que ser, se había roto frente a él… y ahora mientras pensaba en lo que quería, se daba cuenta que tan solo desperdiciaba tiempo, porque… la única persona capaz de hacerla llorar, era la única que podía consolarla.
- Todo pasará, lo prometo. – Pestañeó, confundida, al escuchar la voz de su amiga. Pronto se dio cuenta que estaba consolándola. Se levantó de su posición y Kagome la miró con tristeza. - No sé que más decirte, lo siento. -
- Me siento muy sola, Kag. – Murmuró, sin verla realmente. La pelinegra se mordió el labio.
- Podemos ayudarte, Sango… en lo que necesites. – Volteó a su derecha para encontrarse con su primo, frunció su ceño todavía más confundida ¿desde cuándo estaba ahí? ¿cuánto tiempo llevaba alucinando?
- ¿Cómo? – Musitó, después de un pequeño silencio. Al presenciar la mudez de ambos, se paró con fiereza y se dirigió a su extenso armario. - Lo que necesito no es posible. – Elevó su tono de voz, mientras empezaba a abrir cada cajón y los cerraba con fuerza.
- ¿Qué haces? – Preguntó Inuyasha, aun desde su posición. Miró a Kagome rápidamente.
- Sango, necesitas descansar. – Alentó la azabache, intentando conservar un tono de voz calmado. - Si tienes que buscar algo, puedes pedírselo a Ayame. -
- Lo encontré. – Respondió, la castaña, rápidamente, mientras sacaba un cofre de tamaño mediano. - Esto también… - Arrojó cartas, tras su espalda. Frente a una sorprendida pareja. - Y esto. – Perlas, joyas, más cartas, vestidos, rosas… Kagome quedó petrificada ante el bulto considerable que iba creando la castaña.
- Sango, ¿qué haces? – Kagome se levantó lentamente hacia ella, seguida de Inuyasha.
- Necesito superar esto ¿de acuerdo? – Sacó retratos, más cartas, más vestidos… - No podré hacerlo mientras todo lo que tengo en esta habitación me recuerde a él. – Abrió otro cajón y saco una botella con un líquido ámbar y lo vació en el bulto que había formado.
Inuyasha se atrevió a acercarse más. - Sango, basta. – La aludida pasó a verlo con los ojos muy abiertos y una expresión vacía.
- ¿Por qué? ¿No quieres que deje de estar en negación? Bien, Inuyasha. Pasemos al siguiente punto. Confrontación. – Pasó a través de ellos con dirección a su chimenea. Kagome se encogió temerosa.
- Sango… - La castaña se volvió hacia ellos.
- ¿Quieren que afronte la realidad? Pues, es esta. – Lágrimas hicieron acto de presencia. - No quiero vivir aquí, nunca más. – Pasó su mano por su cuello, arrancando un collar que lo adornaba.
- Sango, que dices. –
- No quiero estas joyerías. – Lanzó el dicho objeto con fuerza hacia el bulto. - No quiero estos vestidos. ¡No quiero estas rosas! – Sacó el florero donde se encontraban unas rosas y lo aventó hacia el desastre que venía formando. Al escuchar el florero romperse, Kagome respingó en sollozos.
- Sango, detente. ¡Me estás asustando! – Gritó con lágrimas en los ojos.
- No lo sé, tal vez hacer esto me hace una mala persona. – Se hincó hacia la chimenea, para tomar una pequeña rama envuelta en fuego. - No me interesa. – Dicho esto se dirigió al bulto.
- Sango, tienes que detenerte. – Habló Inuyasha, esta vez, interponiéndose en el cometido de su prima. Kagome llevó sus manos a su rostro horrorizada. - Antes de que hagas algo de lo que te arrepentirás. -
- ¡¿Qué otra cosa debo hacer, Inuyasha?! – Gritó, haciendo ademanes con el fuego. Inuyasha los esquivó con cuidado.
- Sólo cálmate, prima. – Sango lloró aún más.
- Ya no me queda nada aquí, Inuyasha. – Sollozó. - Cada parte de este lugar, está lleno de recuerdos de personas que amé y ahora no están. Mi madre, mi padre, mi hermano Kohaku, y ahora… - Negó fuera de si. - Todos murieron… están muertos. -
- Sango… - Sollozó la azabache. Inuyasha rodeó a su prima.
- ¿Qué se supone que debo…? ¿Cómo voy a…? No puedo siquiera… - Balbuceó entre sollozos y frustrada de no poder decir nada coherente, miró hacia arriba. - Ya no hay nada para mí en este mundo. – Dicho esto sintió la intensidad del fuego llegar a su mano, soltando la rama en seguida. - ¡Agh! – Al caer la rama, Inuyasha la apagó en seguida, asegurándose de que no pasara nada más. Sango cayó al piso, intensificando su llanto.
- Sango, necesito que te calmes. – Se acercó, Inuyasha, en un tono tosco.
- ¡No! ¡No puedo! No puedo… - Negó al aire desconsoladamente. - Me duele, me duele mucho. Por favor, haz que pare. – Llevó una mano a su pecho. - ¿Por qué, Miroku? – Apretó sus puños. - Me duele demasiado, que pare, por favor. – Inuyasha se acercó lo suficiente para abrazar a Sango, y miró a Kagome angustiado.
- Inuyasha… - Llamó, Kagome, señalando su hombro. El pelinegro volteó hacia la castaña y suspiró.
- Lo siento, prima… - Fue lo último que escuchó, antes de sentir una presión en su nuca, y caer rendida a la inconsciencia.
.&&&&&.
- ¿Cómo se encuentra, doctor? – Preguntó, la azabache. Como si fuera una madre y de su hijo tratase.
- Bastante estable. – Respondió, el aludido, mientras salía con calma de aquella habitación que había estado en conflicto anteriormente. Se acercó a la real pareja, mientras guardaba sus implementos en su fiel maletín. - Fue buena idea calmarla a tiempo. – Los miró seriamente. Kagome se abrazó a si misma. - Otro poco más, y hubiera sufrido una Neurosis. – La azabache llevó una mano a su rostro, despavorida.
- ¿Puedo pasar a verla? – Preguntó, casi de inmediato. El doctor la miró curioso.
- Si así no fuera, lo haría de todas formas ¿cierto? – La pelinegra se ruborizó y el doctor tan solo suspiró, divertido. - Pase adelante, Alteza. Se encuentra despierta. – Y sin escuchar más, la pelinegra desapareció del otro lado de la puerta.
- Yo esperaré aquí. – Musitó Inuyasha, pasivamente.
- Debo aclarar, Alteza. – Llamó. Inuyasha lo vio, curioso. - Deben cuidar que la Duquesa no pase por otro momento así. – Comentó en un tono neutro. - No en su estado. – Inuyasha frunció el ceño, confundido.
- ¿En su estado? ¿está enferma? -
- Por el embarazo. – Respondió, con un deje de ironía. Inuyasha sintió su sangre congelarse. - Esos episodios de crisis, le hacen un gran daño al bebé. – Que repitiera eso último, por favor…
- … ¿Cómo? -
.&&&&&.
Silencio, silencio, brutal silencio.
- Di algo, Kagome. – Se atrevió a decir, la castaña, luego de un tiempo. Kagome seguía en shock. - Sé que es una locura. – La azabache pestañeó y Sango siguió: - Ni siquiera nos habíamos casado y… -
- Sango… - Interrumpió, sin cesar su sorprendida mirada. - Esto es simplemente hermoso ¿no te das cuenta? – Soltó efusivamente, al borde de las lágrimas. Sango sonrió.
- Lo sé. – Llevó sus manos a su rostro, apenada. - Aún no lo puedo creer. –
- ¿Por qué no me lo dijiste? –
- No lo sabía. – Respiró profundo. Kagome no cesó su soñadora mirada. - Me había sentido extraña hace muchos días, pero pensé que se debía al cambio de clima, o que me enfermaría en algún momento… - Suspiró bruscamente, pasando sus manos por su vientre. - Dios… - Kagome la tomó de los hombros.
- Tranquila, está bien. – Sonrió consoladoramente. - Todo estará bien, Sango. Te lo prometo. – La castaña se mordió el labio y frunció el ceño.
- No, Kag… - Soltó un sollozo. La aludida se alarmó. - No sé que voy a hacer sin él… - Hizo más presión en su pequeño vientre. - Se supone que debería estar apoyándome en estos momentos. – Kagome la abrazó.
- Tal vez no es exactamente lo que necesitas, pero no estás sola. – Se separó para verla mejor y tomarla de los hombros nuevamente. Sango hipó. - Te amamos, y siempre nos preocuparemos por ti. – Pasó una mano por su abdomen. - Y este pequeño, será tan querido, y llenará tanto tu vida, que nunca más volverás a sentirte triste. -
- Gracias, Kag. – Musitó, mientras secaba las traviesas lágrimas. La joven princesa quiso sonreír, pero llamó su atención unos toques en la puerta.
- ¿Puedo pasar? – Preguntó un joven, bien conocido por ambas.
- Primo, cuanto lo siento. – Respondió, Sango, encaminándose a la entrada de la habitación. - Adelante. – Inuyasha entró cuando la castaña abrió totalmente la puerta. Dio unos pasos dudosos y sin ver a Kagome, carraspeó, concentrando su atención en su prima.
- ¿Estás bien? – Preguntó, casi sin mirarla.
- Lo estaré. – Notó como Kagome se acercaba a ellos.
- ¿Quieres descansar? Podemos irnos si deseas. – Comentó, la azabache.
- Estoy bien, se los prometo. -
- Sango, hay algo que debo darte. – Y lo hecho, hecho estaba… - Miroku me encomendó estrictamente, a que fuera yo quien te la entregara en tus manos. – Dicho esto sacó un pequeño sobre color salmón, de la manga de su traje. Kagome lo miró curiosa. - Es una carta para ti, de su puño y letra. – Sintió la mirada indignada de su prometida, mientras Sango aceptaba el presente, muy sorprendida.
- Yasha… – Musitó apenas. Silencio, silencio, brutal silencio…
- Inuyasha, ¿qué significa esto? – El aludido tensó su cuerpo.
- Lo escribió unos días atrás. – Continuó.
- ¡¿Estuviste de acuerdo con todo est…?! -
- Creo… que si necesito un momento a solas. – Inuyasha cerró los ojos y apretó los puños.
.&&&&&.
- ¿Qué demonios hiciste, Inuyasha? – Preguntó con furia contenida, la azabache, cerrando la puerta con fuerza. Inuyasha se volteó hacia ella, desde el interior de la habitación.
- ¿Podrías calmarte? – Respondió, con algo de cansancio.
- No, no actúes como si esto fuera algo insignificante. – Negó, elevando su molestia. Inuyasha la tomó por los hombros, impasible, forzándola a verlo.
- Sólo cálmate, Kagome. – La aludida odió, por un momento, ese oro penetrante, mirándola como si estuviera loca. Sintió sus ojos humedecerse.
- Lo sabías… ¿no es así? – Inuyasha frunció el ceño. - Supiste todo este tiempo que, él iba a morir. – Kagome sintió como su prometido le quitaba las manos de encima y endurecía su mirada ¿qué rayos pasaba con él?
- Si, si lo sabía. – Sin una pizca de vacilación, una vez más, esa habitación presenciaba el profundo sonido de una cachetada. Tan rápido como Inuyasha recibió el golpe, volteó su mirada a la azabache y le tomó las manos.
- ¿Cómo pudiste…? – Forcejeó la azabache, perdiendo el control. - ¿Sabes el daño que han hecho? – Intentó otro golpe fallido e Inuyasha apretó su agarre atrayéndola hacia él.
- Necesito que te calmes, Kagome. – La pelinegra frunció su ceño aún más. - Solo así diré lo que tenga que decir. –
- No, no quiero escucharte. – Negó más calmada y tajante. - Tal vez creas que hicieron esto por las mejores razones, pero al final, el sufrimiento es más grande. – Inuyasha la soltó.
- ¿Hablas por Sango, o por ti? -
- El dolor de saber que te han mentido todo este tiempo, es más grande que una dura verdad, Inuyasha. – El aludido bufó, pasando una mano por su sien.
- No hagamos esto más dramático, Kagome. – Grave error…
- ¿Mas dramático? – Aumentó su voz de nuevo. El pelinegro quería suicidarse ahí mismo. - Inuyasha Taisho, acabas de ser cómplice en la solitaria muerte de Miroku… - La desesperó que su semblante pasivo se mantuviera… como si nada le importara. - ¿Ni siquiera sientes algo de culpa? ¿acaso no crees que él tenía alguna esperanza de salvarse? -
- Si me conoces bien, Kagome, sabrás que nunca me retracto de mis decisiones. – Soltó con brusquedad. La azabache se irguió ante eso, y pasó a verlo con decepción.
- Si, te conozco bien. – Inuyasha la miró curioso. - No sé cómo no lo vi venir. –
- No te pido que entiendas lo que hice, solo que lo respetes. – Gruñó con impaciencia. Kagome le dio la espalda, como queriendo desaparecer del lugar.
- Dime algo, ¿siempre será así? – Volteó de nuevo hacia él, debido a su silencio. - ¿Seguirás ocultándome las cosas? –
- No cambiaré lo que soy, Kagome. – Tajó, señalándose con resignación. - Si tienes dudas, creo que debemos… -
- No, no lo digas. – Cortó, rápidamente. Hizo un ademán para despedirlo, mientras frotaba su sien con cansancio. - Es suficiente… creo que, necesito estar a solas. – Inuyasha pateó un escritorio.
- ¡Rayos, Kagome! ¿qué demonios quieres de mí? – La azabache calló temerosa. - ¿Crees que no me afecta esta situación? ¿qué estoy feliz de haber dejado morir a mi amigo? -
- Pues, actúas como si no te importara. – Se atrevió a decir, arriesgándose a alterar más el temperamento del pelinegro. - Actuaste como si no te importó. – Se arrepintió cuando vio como la miraba con una expresión triste y a la vez sorprendida.
- ¿Ese es el problema? ¿esperas una reacción de mi parte? – Preguntó, casi en un hilo de voz, como si le costara pronunciar esas palabras. Kagome suspiró, y se atrevió a acercarse un poco más a él.
- Lo único que quiero es que seas sincero conmigo. – Musitó con tristeza. Inuyasha la miró en silencio. - Entiendo que no le dijeras a Sango, pero ¿por qué me lo ocultaste? – Notó como desviaba su mirada de ella.
- Es mucho más complicado que eso, Kagome. No lo entenderías. -
- Entonces, explícame. – Insistió. - Si en serio quieres arreglar esto, explícame, Inuyasha. – El aludido bufó.
- De acuerdo, bien. Digamos que te hubiera dicho todo, ¿luego que? – Kagome retrocedió ante sus palabras, nuevamente explosivas. - ¿Hubieras respetado su decisión? –
- Nadie merece morir solo, Inuyasha. -
- ¡Fue su decisión, Kagome! – Hizo un ademán. - Todo lo demás son daños colaterales. -
- ¿Cómo te atreves a decir eso? – Soltó sorprendida. Sintió como sus ojos volvían a arder. - ¿No confías en mi porque tengo humanidad? – Inuyasha negó bruscamente y con un cansado semblante, se dirigió a la puerta.
- No tengo más nada que decir. – Finalizó dispuesto a salir de la habitación.
- Bien, has dejado todo claro. – Notó como el pelinegro se detuvo para oírla, y su furia aumento cuando no se atrevió a mirarla. - Quiero que sepas que, con este Inuyasha, no me quiero casar… - Y el sonido, violentamente tajante, de la puerta siendo cerrada, había declarado que Troya estaba ardiendo.
.&&&&&.
Dicen que la belleza de un ángel es una representación magnifica, inhumanamente posible de personificar. Tal perfección, no ha podido ser descrita con exactitud durante los años, solo había que presenciarla para poder sentir, tan solo así, una pizca de tal exquisitez.
Sin embargo, poder contemplar uno era un pequeño privilegio, que solo él tenía. Lo sabía ahora, que la tenía enfrente, entrando a la cripta familiar.
- Hola… - Sonrió con ternura al verla ahí, parada. Tenía los ojos hinchados, y la mirada un poco ausente, pero para él seguía siendo la mujer más hermosa del planeta. Soltó una pequeña risa, al ver como mostraba un curioso recipiente de metal, que bien sabía lo que contenía en su interior. - Pensé que esto te gustaría más que las flores… - La escuchó comentar, mientras se agachaba para depositarlo al pie de la lápida.
Pasó su mirada por ella, la detalló, y concluyó que verdaderamente era una obra de arte para admirar. Notó que bajó la mirada, como si estuviera indecisa. Intentó acercarse a ella.
- Gracias por la carta. – Murmuró, mientras jugaba con sus dedos. Subió la comisura de sus labios, agradeció a Inuyasha internamente. - Todo está bien ahora, yo lo estoy. –
Quiso suspirar de alegría ante ese comentario, pero sabía perfectamente que mentía. Negó por lo bajo, sin cesar su sonrisa, y pasó a acercarse un poco más, casi a la par de ella.
- Por eso espero que, estés en ese gran lugar que me dijiste. Esperando por mí. – Pensó que eso sería una gran idea, pero prefería dedicarse a pasar un tiempo más con ella... antes de partir definitivamente. La verdad no tenía mucho tiempo. - Y estés tranquilo, porque estaremos bien. –
Dirigió su mirada a sus manos, apoyadas en su pequeño pero prominente vientre. Sonrió con mucha dulzura, y cuando la vio hincarse, la acompañó en la acción.
- Ciertamente, intento estar feliz. – Notó como hacía un gran esfuerzo por no sollozar. - Pero, Miroku, se siente como si realmente te fuiste… - Y las lágrimas se avecinaban. - Creo que todo lo que quiero decir es, te extraño. - ¿De que manera podía hacerle entender que todo estaría bien?
Se acercó lentamente hacia ella. Recordó el primer día en que la vio, como supo que era diferente a todas las mujeres que había conocido, la primera vez que le dijo lo hermosa que era, como se esforzó por ganar su corazón, como adoraba que le dedicara las mejores sonrisas, la primera vez que le dijo que la amaba y como se sintió cuando ella había aceptado casarse con él. Esos momentos habían sido lo mejor de su existencia y ahora los atesoraría para siempre… hasta que Él volviera a reunirlos finalmente.
Posó su -inmaterial. - mano en su vientre, y acercó sus labios a su mejilla, para besarla de una profunda pero sutil manera. La sintió paralizarse por un breve momento y acto seguido la vio detallar el lugar con asombro, como si lo estuviera buscando.
- Eres tú. – La escuchó susurrar y se sorprendió. Lo había sentido. - Te amo, Miroku. – Le sonrió amorosamente y luego la vio llevar una mano a su abdomen. - Te amamos... -
.&&&&&.
Sintió un extraño aroma, bastante agradable, y de inmediato su estómago rugió. Frunció el ceño, buscó moverse y se encontró con un peso extra que bastante conocía. Quiso pasar por alto la comodidad en la que reposaba su cabeza, o el entumecimiento en su boca, pero no fue hasta que escuchó una risa masculina, algo lejana, que solo ahí, en ese momento, se debatió seriamente en abrir los ojos.
Pestañeó adormilada, buscando la estabilidad en su visión. Pestañeó confundida, por no reconocer el sitio en el que se encontraba. Pestañeó asustada, al sentir una presencia detrás… pestañeó molesta, al descubrir de quien se trataba, encontrándolo sonriente, con una pequeña bandeja de exquisita comida… ¿acaso Inuyasha se quería morir?
- Buenos días, querida. – Murmuró divertido, dejando la bandeja a un lado. Kagome se estrujó los ojos.
- ¿D-donde estamos? – Silencio…
- Grecia. – Soltó, en una jovial sonrisa… que no le causaba la menor gracia a la pelinegra.
- ¿G-Grecia? – Preguntó temerosa, creyendo haber oído mal. Pero si algo había aprendido de Inuyasha, era cuando hacía bromas y cuando no. - No, no, Inuyasha. No juegues conmigo, ¿dónde estamos? -
- No lo hago. – Se encogió de hombros y la azabache sintió como se le erizaba la piel. - Realmente estamos en Atenas, para ser más específicos. – Posiblemente la pelinegra hubiera respondido si no hubiera entrado en shock. - ¿Cómo te sientes? -
- Estábamos en Sengoku, era el funeral de Miroku. – Recapituló sus fragmentados recuerdos. - Peleamos. – Lo señaló, sin atar cabos aún. - ¿Cómo llegamos aquí? -
- Tal vez eso no te guste saberlo. – Mencionó por lo bajo, en una actitud infantil. Kagome sentía como empezaba a alterarse.
- ¿Qué rayos dices, Inuyasha? – Subió su tono de voz. - Tenemos que regresar, deben estar preocupados por mí. – Se levantó de la cama y poco a poco iba creciendo su furia. Inuyasha pasó a verla detenidamente, en silencio.
- … -
- ¿Qué pasa? ¡Regresemos, Inuyasha! ¡Ahora! –
- Agh, eras más divertida cuando dormías. – Bufó, dándole la espalda mientras se recostaba en un amplio sillón, en aquella pintoresca habitación. Kagome se sintió terriblemente indignada.
- ¡Inuyasha! – Chilló.
- Por favor, Kagome. Mira hasta donde hemos llegado, ¿no puedes relajarte solo un poco? -
- No puedo estar en Grecia. Miroku murió, Sango me necesita, debo volver con ella. – Ante su nuevo silencio, ella siguió. - Esto es secuestro. – Inuyasha rio por lo bajo.
- Es un poco dramático, ¿no lo crees? -
- No me parece gracioso. – Se acercó un poco más a él, en una actitud altiva. - No puedes hacerme esto, no me pienso quedar. -
- Temo que, si puedo, ya lo hice, y no hay nada que puedas hacer al respecto. – Respondió casi de inmediato, recostándose cómodamente en su respectivo asiento.
- ¿Qué intentas probar, Inuyasha? – El pelinegro paso sus brazos detrás de su nuca, y simuló que se relajaba mientras cerraba los ojos.
- Se que realmente no quieres regresar. – No podía verla, pero sabía que se mordía el labio inferior. - ¿O me equivoco? -
- Inuyasha… - Ante el llamado de la azabache, Inuyasha se levantó del mueble y caminó hacia ella. Kagome quiso retroceder, pero sintió como su cuerpo y parte de su rostro era tomado delicadamente por el pelinegro, impidiendo su brillante escape.
La miró con una dulzura tan grande, que la descolocó, ¿Qué rayos pasaba? ¡se suponía que estaba furiosa con él! ¡no se puede besar a alguien cuando lo detestas!
Para cuando se dio cuenta, era tarde. Inuyasha la había envuelto en un beso apasionante, que la hizo olvidar por completo quien era. Su roce era cálido, firme, pero delicado al mismo tiempo, y por un momento pensó ¿Cómo una persona podía causar tantas sensaciones?
Pasó sus manos por sus hombros, profundizando la conexión. Sintió como su prometido la tomaba por la cintura, aceptando gustoso. No recordaba la última vez que habían tenido tal intimidad, y cuanto lo había extrañado. Inuyasha se había vuelto necesario para ella.
Luego de considerables segundos, bastante escasos para ambos, el joven príncipe pasó a besarla dulcemente en su rostro, haciéndola reír en el proceso… si, lo había extrañado.
- ¿Que tal si tomamos un tiempo? Ese es mi punto. – Habló finalmente, el pelinegro, retomando la conversación. Kagome pasó a verlo con una mirada totalmente diferente a la que tenía desde el principio. - Los problemas seguirán estando ahí cuando volvamos. – Sin apartarse de él, asintió en silencio, provocando una sonrisa en Inuyasha, quien tan solo la besó una vez más, mientras inconscientemente caminaban en sintonía hacia otro lugar donde pudieran recostarse.
.&&&&&.
- ¿Qué te puedo decir, Higurashi? – Pasó una mano por el hombro de su amigo, quien se encontraba sumiso. - Si me pagaran por verte recibir una carta que explica la fuga improvisada de nuestros hijos, probablemente podría alimentar el mundo entero… dos veces. – Higurashi rio por lo bajo, dejando la carta a un lado.
- ¿Deberíamos preocuparnos? – Preguntó el rey de Goshimboku, tomando una taza de té.
- Tal vez, iba a pasar inevitablemente ¿no? – Respondió, Inuno Taisho, acompañando a su amigo con una copa de licor.
- Posiblemente… -
- ¿Estás de acuerdo con esto? -
- ¿Tu lo estás? –
- Te prepararé un trago, mi amigo. – Respondió con una sonrisa, mientras se dirigía a la despensa de licor, que adornaba el pequeño espacio. Higurashi iba a protestar, pero fue tarde cuando el rey de Sengoku le tendió la copa y la chocó levemente con la suya, en señal de brindis. - Ya es hora de celebrar… -
.&&&&&.
Unas horas más tarde, un peculiar pelinegro, caminaba tranquilamente por los alrededores de la bella posada en Grecia. Era magnifico el ambiente, tan diferente y real a la vez, tan tranquilo y lleno de esperanza, lleno de oportunidades de vivir plenamente, y no quería vivir todo eso solo.
Llevaba una manta sobre sus hombros y otro juego en sus manos. Sentía la armonía del lugar tan perfecta, que era necesario compartirla, era necesario arreglar las cosas de una vez por todas.
Notó una figura, sentada en una pequeña fuente en la lejanía, la cual reconoció perfectamente, y acelerando su paso decidió hacerle compañía.
- Desapareciste después de la cena. – La azabache volteó sorprendida. Descubriendo a su prometido en el proceso. – Hace una noche muy fría. – Vio como le tendía una manta, y la tomo con indecisión.
- ¿Cómo me encontraste? – Preguntó, en un tono neutro. Inuyasha se sentó a su lado.
- Una corazonada. – Murmuró, con una sonrisa por lo bajo.
- Necesitaba algo de aire. – No se atrevió a mirarlo por más tiempo, sintiendo su cuerpo tensarse de repente.
- ¿Cómo te sientes? – Al sentir su mirada encima, supo que no podría disimular lo suficiente.
- He estado mejor. –
- Esa mirada. – La azabache suspiró. - ¿Por qué no terminas de insultarme? – Kagome lo miró con el ceño fruncido.
- ¿Es eso lo que en verdad quieres? – Inuyasha no se inmutó. - ¿Qué te odie? -
- No… -
- Entonces, ¿qué ocurre contigo? – Se volteó para encararlo mejor. - Te desconozco, Inuyasha. – El pelinegro guardó silencio, mientras miraba un punto indefinido en el espacioso lugar.
- Si es así, ¿por qué no huyes? – Kagome lo miró como si tuviera un moco gigante en la cara. - ¿Qué te mantiene aquí? – Bufó enojada, desviando su rostro nuevamente.
- Ya basta con tus juegos mentales. – Esta vez fue el turno de Inuyasha de mirarla con rudeza.
- No, tu detén esto. – Intentó seguir con un tono de voz calmado, y la azabache se confundió ante eso. - … Cuando elegí quererte, lo hice con todo y tus demonios. Si tú no puedes aceptar los míos, tal vez tengas razón. – Kagome pasó a verlo sorprendida. - Solo quiero dejarte en claro que, no habrá días buenos todo el tiempo. Tal vez veas el viejo Inuyasha un par de veces más. – Notó como su semblante se relajaba. - Si aún no te has ido, ¿qué te retiene aquí, Kagome? -
- Tú lo sabes muy bien, Yasha. – Lo miró con resignación. - ¿No crees que ya hemos tenido suficiente por hoy? -
- ¿Estás segura? -
- Agh, de acuerdo. – Bufó hastiada, y puso sus manos en suplica. - Por favor, explícame. – Inuyasha frunció el ceño, confundido. - Necesito entender las razones de Miroku. – Y después de un prolongado silencio, el pelinegro enderezó su postura.
- Después de que regresamos de Goshimboku, él pidió verme con urgencia, y me dijo que fuera lo más discreto posible. – Poco a poco desvió su mirada hacia el oscuro cielo, como si doliera recordar. - Quedé completamente paralizado cuando lo vi. Si, lo había visto toser muchas veces, pero nunca escupir sangre. – Contó rápidamente las estrellas que los acompañaban, como si eso fuera más interesante que continuar su historia. Kagome esperó pacientemente. - Me dijo que el final era inminente, y que necesitaba de mi ayuda. – Carraspeó- - Pero primero debía ser fuerte, por él. – La pelinegra lo miró confundida.
- ¿Qué quieres decir? -
- Era mi mejor amigo, Kagome. – Sonrió con tristeza. - ¿Qué esperabas? – Pasó a verla, con un brillo inminente en sus ojos. - No recuerdo haber llorado en años. – La pelinegra sintió su corazón encogerse. - Hablamos de la vida después de la muerte, de todos los asuntos legales que había que ordenar, de Sango… y obviamente de ti. – Notó como Kagome tragaba con fuerza.
- ¿De mí? -
- Me preguntó si yo te amaba lo suficiente, como para elegir tu felicidad por encima de todas las cosas. – Rasco lentamente su sien. - Por eso pidió mi ayuda, porque yo era el único capaz de entenderlo. – Kagome cerró sus ojos como si intentara digerir la información y luego pasó a verlo con curiosidad.
- E-espera, ¿qué significa? -
- Eso es lo que hacemos por las personas que amamos, Kagome. – Se acercó con lentitud a la azabache. - Preferimos su felicidad, incluso si tenemos que mentir en el proceso. Miroku prefirió pasar sus últimos días con Sango de la manera más memorable, que verla preocupada por una realidad que era ineludible. – Kagome apreció, una vez más, esos enigmáticos ojos, que tantas emociones le causaban. - Entendí que, si era el único que podía hacer que mi amigo muriera con dignidad, lo haría… -
- Inuyasha… -
- Vuelvo a preguntar, Kag. – Entrecerró sus ojos, perspicaz. - ¿Por qué sigues aquí? -
- No te has rendido conmigo. – Respondió casi de inmediato. Acto seguido pasó a acariciar rápidamente su rostro. - Yo tampoco lo haré. – Inuyasha cerró sus ojos ante su tacto.
- ¿Estás segura? – La pelinegra soltó una pequeña risa.
- Tengo una corazonada… -
- ¿Alguna vez te pusiste a pensar, en todos los obstáculos que tuvimos para estar juntos? –
- Fueron muchos, ¿no? – Notó como su prometido se paraba de su lado, con una expresión un poco tensa. - ¿Estás bien? – Inuyasha pasó a verla.
- Para empezar, siempre fuimos tan obstinados. Y tan diferentes en tantos aspectos. Pero no nos dimos cuenta de que, aun siendo tan opuestos, nos complementábamos perfectamente. – Ensanchó una pequeña sonrisa por lo bajo y Kagome sintió sus mejillas arder. - Cuando entendí, a través de ti, lo que era preocuparse por otras personas, entendí el significado absoluto del amor. Y soy un mejor hombre gracias a eso, por eso estaré eternamente agradecido contigo. – La pelinegra se sorprendió al ver cómo le hacía una pequeña reverencia, y luego sintió su cuerpo temblar cuando la miró fijamente, con aquella profundidad, con aquel invaluable oro, ese enigmático cofre de los secretos, que la hacía poner nerviosa. - Eras rebelde, impulsiva y tan impredecible. Sabías lo que tenías que hacer, pero no soportabas que alguien te lo demandara… admito que era muy divertido verte enojar por cualquier cosa, las expresiones que hacías, como arrugabas el cejo e inflabas los cachetes, era algo tan gracioso… pero creo que empecé a enamorarme, cuando te vi sonreír. – Sintió su corazón saltar en su pecho y tras la adrenalina que empezaba a correr por su cuerpo, sintió deseos de salir corriendo, pero se limitó a verlo con vergüenza y confusión.
- Yasha… - Musitó apenas.
Inuyasha desvió su mirada con una sonrisa, sabiendo perfectamente el efecto que causaba en ella. - Sentí algo en mi interior, que me conmovió de una forma que ni siquiera sabía que se podía, como si alguna parte dentro de mí, que había perdido hace mucho tiempo, por fin regresaba. Supe entonces, cuan irreal eras. Merecías mucho más de lo que creías, cosas diferentes, que estuvieran a tu altura. – Caminó efusivamente hacia la derecha y luego hacia la izquierda, mientras hacía ademanes al aire. Kagome siguió sus movimientos detalladamente. - Mi interés en ti crecía con cada día que pasaba a tu lado, y luego me comenzó a dar curiosidad sobre lo que querías en la vida, tus esperanzas, tus sueños. Y con cada cosa que me contabas, me prometía internamente que haría todo lo posible por ayudarte a cumplirlos. – Tomó una de sus manos y la besó con ternura. La pelinegra tragó duro. ¿Qué intentaba decir? Jamás había escuchado a Inuyasha hablar de esa forma. - Entonces sucedió, me sonreíste por primera vez. Fue algo tan mágico, que me dio miedo, y me sentí más egoísta que nunca. No quería que compartieras esa sonrisa con nadie más. – Volvió a verla con intensidad. - Luego te dije todo lo que querías en la vida, y que luego me encargaría de que lo obtuvieras… no tienes idea de cómo me sentí cuando me dijiste, que todo lo que querías en la vida, era permanecer a mi lado. Fue algo tan extraordinario. -
- Porque era real. Es real… - Susurró apenas, intentando encontrar las palabras para responderle. Pero el pelinegro se adelantó, haciendo que se levantara junto con él.
- Cuando es real, no puedes escapar de eso… - Mencionó mientras aún sostenía sus manos, se encogió un poco para verla mejor a los ojos, aquél pasional chocolate que podía llegarte a iluminar hasta el rincón más oscuro de tu alma. Kagome le sonrió apenas y acarició una de sus mejillas con cariño. - Eres consciente de que intenté incontables veces alejarte de mí. Pero al final seguí cayendo en tus brazos sin remedio alguno. – Cerró los ojos ante el tacto de la pelinegra. - Nos dijeron que no iba a funcionar… que no podíamos estar juntos. Y al principio lo queríamos así. – Vio cómo su predilecta pelinegra fruncía el ceño. - Pasó lo de Kikyo, lo de Naraku, lo de Tsubaki, Kaede en medio y las perlas mezclando todos esos sentimientos, y de nuevo volví a apartarte de mí. Pero esa vez me dolió más que nunca. – Abrió sus ojos al sentir como ella alejaba sus manos de él para encararlo mejor.
- Ya eso pasó, Yasha. – Negó con molestia en su voz. Él no se inmutó ante eso.
- Lo sé, pero no dejo de pensar que fui un idiota, Kagome. – Nuevamente hizo algunos ademanes al aire para captar su atención, y Kagome lo miró con un deje de indignación. - Porque preferí creer que no teníamos oportunidad, que éramos una causa perdida y que lo nuestro nunca iba a estar destinado a ser. Porque me parecía imposible, que alguien tan pura como tú, me eligiera a mí. Así que decidí pensar que el universo quería que no estuviéramos juntos. – La azabache rio sin ganas y lo miró con un poco de cansancio, ya no tenía energía para seguir con esa discusión.
- Yasha, ¿en serio crees en eso? – Negó repetidas veces. – Sabíamos desde un principio que nada de esto sería fácil. No estoy dispuesta a dejar que nos arruinen la felicidad, por favor no lo permitas tú tampoco. -
- ¿Y acaso crees que lo permitiré? – Elevó su voz, y Kagome perdió el hilo nuevamente, ¿Qué era realmente lo que quería decir? - Nadie nunca me dijo como vivir mi vida, ni a quien debo amar. Y no voy a dejar que los comentarios de personas inútiles me digan que debo hacer. – Ensanchó una pequeña sonrisa al oír como había nombrado a Tsubaki. Inuyasha se acercó a ella nuevamente y la tomó por los hombros. - No voy a dejar que la idea de una persona, sobre lo que es correcto o no, me detenga de amarte, o estar contigo, o construir un futuro juntos… eres mi vida, Kagome. – La pelinegra se paralizó ante eso. Y él simplemente se encogió de hombros. - Y si, tienes razón, no va a ser fácil. Será difícil, pero quiero intentarlo, quiero que trabajemos en esto juntos, quiero verte crecer, ver que te superes, que logres tus sueños, quiero tener hijos contigo, y encontrar cada día una razón para amarte cada vez más. Quiero que seamos tú y yo para siempre. Pero sobre todo quiero hacer las cosas bien, a partir de ahora.
- No puedo creer todo esto que me dices. –
- La vida es muy corta, Kagome. – Siguió impasible. - Estos días me ha quedado muy claro. – Sonrió tristemente. - No quiero desperdiciar más tiempo. Si tienes alguna duda, es tu momento de decirlo. – Notó su incomodo silencio. – No lo hagas por el Reino, de alguna forma lograremos solucionar todo eso. Tampoco lo hagas por mí, yo estaré bien, irremediablemente. Decide por ti… ¿Qué es lo que quieres, Kagome? -
- Te quiero a ti, Inuyasha. Con todo y tus bromas, con tu caballerosidad, con esa radiante sonrisa que tanto me gusta, con tus secretos, con tu amabilidad, esa de la que no quieres que nadie se dé cuenta… con tus demonios. – Inuyasha sintió como su alma regresaba a su cuerpo y la azabache percibió un suspiro de alivio. - Te amo de esta forma, justo como eres. – Y no pudo evitar sentir una inmensa felicidad, al ver como esas gemas doradas la miraban con amor.
Sin desviar su profunda mirada de ella se hincó lentamente, con una amplia sonrisa y Kagome sintió como dejaba de respirar. – Kagome Higurashi, me harías el hombre más feliz… si aceptas casarte conmigo. – Finalizó paulatinamente mientras mostraba una pequeña caja de terciopelo con un hermoso anillo de diamantes.
- No… -
- ¿No? – Se sintió confundido, al ver los ojos de su prometida llenos de diversión.
- No, si tú no aceptas casarte conmigo. – Inuyasha rio con ironía.
- Me ves hincado, ¿qué te parece que quiero? -
- Lo que todos queremos… -
.&&&&&&&&&&-