TWILIGHT Y SUS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
Corregido por Isa
ADVERTENCIA:
ESTA HISTORIA CONTIENE MATERIAL PARA AUDIENCIAS MADURAS TALES COMO: DROGAS, SEXO, SUICIDIO, ENTRE OTROS TEMAS QUE PUEDEN FOMENTAR PENSAMIENTOS NEGATIVOS A AUDIENCIAS JOVENES. SE ACONSEJA PRUDENCIA. SOLO PARA MAYORES DE 18.
MI NOMBRE ES MISERIA Y TE AMO
POR STILL LIFE HORROR
CAPITULO 1
TODO EMPIEZA CON UN ¡BANG!
Hospitales, hay algo terriblemente abrumador en ellos —aparte del hecho que es un lugar de muerte rutinaria—, es tal vez la estética estéril, o bien la falta de ésta. Es posiblemente el color blanco en abundancia, con espasmos de azul y verde que no hacen nada por el rojo consistente e inevitable que lo acompaña. No, para Edward los hospitales tenían un significado mucho más simple. Era sufrimiento encarnado, era una prisión de almas y de vida. Siempre —desde que entró al hospital en Saint Mary hace tres años—, piensa que nunca lo dejará del todo.
—Por favor muere, por favor muere —decía en un mantra con su voz baja pero concisa. Solo los que desean la muerte saben lo liberadora que es ésta.
Esa oración no cambiaba nada para su desgracia, todo seguía igual. La misma vida estática y con lento desvanecimiento que veía siempre en la cara de ella.
Mira el cuarto una última vez tratando de desprenderse de esa sensación que lo acompañaba siempre: impotencia. Sale del cuarto 203 y se sienta en el piso con sus piernas dobladas, un ritual casi inconsciente que sigue hace tres años.
En el largo pasillo de Saint Mary, él se destacaba con su simple vestimenta y golpes en la cara. Son algo de lo que se ha acostumbrado tanto que esas marcas no significan nada, inclusive aunque la gente no pueda dejar de mirarlo como un pobre infeliz. Está cansado y con hambre, mira su reloj y apenas son las 6:00 pm. No tiene el coraje para ir a la oficina administrativa y revisar a cuánto asciende su cuenta, ¿serán $20,000 o $21 000? No importa, la semana pasada no tenía para pagarlos y hoy mucho menos. ¿Por qué no puede morirse? Es lo que inevitablemente se pregunta, compulsivamente. El primer año se sintió como una mierda por desearla muerta, hoy simplemente no puede evitar rezar para ser libre de esta puta condena.
Cubre su cara con sus manos tratando de ponderar si esos 20 dólares que le quedan deben ser gastados en alcohol o en gasolina.
—¡Bella, mujer, te estuve buscando por todos lados!. —Edward voltea instintivamente a la voz de un hombre, pero cuando lo hace lo único que puede ver es a una mujer sentada viéndolo intensamente. Es lejos, pero aun así puede ver la postura desganada de la chica. Trae un simple jeans y una chaqueta de piel negra que es apenas visible porque su abundante cabellera café cubre gran parte de su torso.
El hombre toca el hombro de la chica y ésta voltea saliendo de su trance. Ella se levanta usando un bastón, pero sin dejar de mirar a Edward que, por su parte, no la pierde de vista. El rubio se ríe y luego se queda muy serio. La mujer — Bella—, voltea nuevamente con Edward y levanta su dedo medio.
Edward se sorprende, abriendo su boca para reclamar, no sabe qué hizo mal. Antes de que pueda decirle algo a la mujer, ésta se va caminando con la ayuda de su bastón, dejándolo solo en el blanco pasillo. Bueno, parece que alcohol será, después de todo.
X~~®~®~®~®~®~®~®~®~®~MEMYTA~~®~®~®~®~®~®~®~®~®~X
—¿Por qué te gusta hacerme sufrir, Bella?. —Bella toma su bastón y lo mira con detenimiento.
—¿Crees que es anti-sexy este bastón?. —Jasper ignora a Bella y sigue moviendo su pierna circularmente.
—Si tan solo practicaras en tu casa, no tendría que verte tan seguido, no tendrías que soportarme y yo sería un hombre más feliz sin tu insoportable personalidad. —Bella lo mira condescendientemente.
—Es precisamente por lo que te hago sufrir. Estar aquí en este hospital todo el día te deja intolerante. Deberías saber que todos los lisiados somos unos sádicos secretamente —Bella patea su pierna y se levanta sin previo aviso.
No es la primera ni la última vez que hará ese tipo de acciones. Jasper odia con todo su corazón que ella lo ignore cuando la está tratando, pero lo que más detesta es que deje las terapias a medio terminar.
—No son las siete todavía, ¿a dónde crees que vas?. —Bella prende un cigarro y ajusta su pantalón.
—Voy a conocer a alguien —dice misteriosamente.
No sabe quién fue el hijo de puta con excelente sentido del humor —y sentido común— que puso un bar a dos cuadras de un hospital, pero puede asegurar que es la mejor idea del mundo. Baja de su Munstang apagando su cigarro con el pie derecho mientras toma su bastón. Cuando entra al umbral del bar, se da cuenta que está en el lugar correcto. Se sienta en la barra a un lado de Edward y pide una cerveza de marca local. Puede sentir la mirada estupefacta de él. Después de unos segundos que Edward toma para recobrarse de la sorpresa, la ignora y sigue tomando su cerveza de marca internacional, la última, pues no tiene para más.
Cuando Edward se para de la barra, mira de reojo a la misteriosa castaña que parece como si hace una hora no lo hubiera tratado como un pervertido. Desea regresar y preguntarle qué jodidos hizo mal como para que le haya levantado el dedo, pero sinceramente le vale un carajo; su vida es demasiado complicada para agregar la locura de una mujer que no conoce.
Busca su auto —lo cual no es difícil— en el casi vacío estacionamiento del hospital.
—Prende, prende, prende. —Es como si la vida de Edward fuera reducida a rogar por cosas imposibles. Esos mantras de poco sirven pues su auto no prende por más que ruegue—. ¡Qué puta mierda! —golpea el volante y abre la puerta. Tres putas cervezas es lo que le costó un viaje a casa.
Escucha el rechinido de un auto y voltea para ser cegado por un par de faros automotrices. Se tapa los ojos por la intensa luz y mientras su vista se va acomodando al destello, el auto se mueve hasta quedar el lado del copiloto frente a él. Una ventana polarizada se baja invitándolo a asomarse, lo cual hace con recelo. Lo recibe la sonrisa maliciosa de la castaña del bar.
—¿Tienes problemas chico-del-bar-que-ignora-a-la-lisiada? —Bella pregunta cínicamente. Edward entrecierra sus ojos.
—No quería que volvieras a tratarme como un cabrón pervertido —Edward dice de manera déspota, un poco irritado por la sonrisa que la castaña le muestra, esa sonrisa sarcástica que siempre ha detestado en las personas.
—Déjame adivinar, te gastaste el dinero de la gasolina. —Edward se recarga en la ventana metiendo un poco su cabeza dentro del auto; el interior huele a piel sintética y cigarro.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta él sorprendido. Bella sonríe.
—¿Sabías que cuando un idiota no le echa gasolina a su auto, suele expedir un olor fuerte a combustible?. Me refiero al auto, no al idiota —Edward la mira poco convencido.
—¿Y así sacaste la conclusión de que me gasté el dinero?. —Bella levanta su ceja.
—Dios, eres lento —dice murmurando. Edward no la escucha.
—¿Tomarse tres cervezas cuando evidentemente necesitas al menos otras tres? Si tuvieras dinero todavía estuvieras ahí dentro —Bella apunta con su dedo pulgar hacia la calle.
—Tengo dinero —dice Edward ofendido y un poco avergonzado, sabe que es una mentira absoluta.
—Pero es obvio que no lo usas para ponerle gasolina a tu auto —Bella termina con una sonrisa amable que baja ligeramente las defensas de Edward, el cual hace una mueca de desaprobación y la mira detenidamente.
—Vamos, sube, mañana puedes venir por él —dice Bella quitando el seguro de la puerta.
—No voy a subir contigo, puedo ser un asesino serial. —Bella se ríe.
—¿Tú, un asesino serial? Oh no, los asesinos seriales son demasiado neuróticos y obsesivos compulsivos como para que su auto se quede sin gasolina. —Edward voltea a su auto y luego a Bella.
Después de varios segundos ponderando entre humillarse con esta mujer o bien hacer una hora caminando a casa, decide meterse al diminuto Mustang; siempre ha sabido que la dignidad no es una prioridad. Cuando entra, lo primero que hace es ponerse el cinturón de seguridad. Bella se ríe.
—Haces bien, traigo varias cervezas encima —con eso ella acelera y da una vuelta rápidamente hasta que está fuera del estacionamiento. Edward está estupefacto, el auto ha pasado de 20 km/h a 80 en unos segundos.
—Interesante —murmura para sí mismo, pero Bella lo puede escuchar. Ella esboza una sonrisa de satisfacción.
—¿Dirección? —pregunta Bella al llegar a un semáforo rojo.
—Solo sigue derecho, te diré cuando des vuelta. —Bella asiente ligeramente y mueve la manija de cambios cuando el semáforo cambia a verde.
Edward tiene varias preguntas que rondan en su cabeza. Quiere hablar, quiere preguntar y entablar una conversación, pero a su vez está cansado y no desea escuchar explicaciones simples. Más que nada, desea poder sentirse como un hombre que por primera vez ve a una mujer que le interesa en mucho tiempo. El problema es que no puede darse ese lujo. Afortunadamente, Bella Swan es excelente para cubrir silencios incómodos.
—¿Hace cuanto peleas?. —Edward levanta la ceja y la voltea a ver.
—¿Cómo sabes que peleo?. —Bella inclina su cabeza y voltea a ver los nudillos raspados y amoratados de Edward.
—Oh... hace unos cinco años. Nunca he peleado realmente, como profesional digo —Edward traga saliva y toca sus nudillos, sintiéndose un poco inseguro físicamente por primera vez en años. Esos golpes son parte de él, esta vida que se ha forjado ha sido gracias a golpes, literalmente. No pretende sentirse avergonzado, después de todo paga las cuentas.
—Da vuelta en la calle Orange West a la derecha —dice Edward en voz muy baja.
El vecindario al que se están adentrando es un terreno lleno de casas rodantes, donde la basura blanca* como él se acumula como una infestación de cucarachas estadounidenses.
—No te gusta pelear —Bella no pregunta, es la afirmación que hace al observar el poco entusiasmo con el que su copiloto responde a todo.
—Paga las cuentas —Edward dice volteando la cara a la ventana, evadiendo la mirada escudriñadora de la mujer a su lado.
—Pero no es todo lo que haces —Bella dice mientras se adentran en un vecindario aún más decrépito que el de hace tres cuadras.
—No —contesta secamente Edward—. Da vuelta a la derecha y luego a la derecha otra vez —Edward, al decir esto, se voltea hacia Bella un poco molesto—. ¿Cómo sabes eso? ¿Cómo puedes saber a qué huele un auto cuando no tiene gasolina? ¿Cómo puedes saber que estos golpes no son simplemente de una pelea callejera de hace dos noches? O mejor aún, ¿cómo jodidos puedes saber cómo se comportan los asesinos seriales? Porque eso no es el tipo de información que la gente sabe a priori.
Edward siente que sus mejillas están rojas, no de vergüenza, sino de una ansiedad que hace mucho no lo invadía. Bella levanta las dos cejas y aprieta el volante, luego se queda muy callada hasta que llegan a una calle cerrada. Es obvio que la casa rodante —la única casa rodante— le pertenece a Edward.
—Sé muchas cosas observando a personas —Bella apaga el motor pero Edward no sale de su auto, simplemente se queda mirando la casa rodante como si ésta fuera una prisión a la que tiene que regresar.
—¿Qué puedes saber cuando me ves? —Edward voltea seriamente. Bella se relaja en su asiento y voltea todo su cuerpo hacia Edward.
—Sé que no tienes dinero para la gasolina lo cual es bastante obvio por tus ropas. No lo tomes a mal, me gusta tu ropa, es muy... interesante—dice ella mirándolo de arriba hacia abajo. Edward se voltea a ver su ropa sin notar nada diferente. Trae unos jeans, una camisa y una chaqueta de piel, justo como ella. Bella toca con su dedo índice la rodilla de Edward que está cubierta de pintura azul y lo mira con una sonrisa maliciosa.
—Probablemente haces trabajos de medio tiempo: construcción o mudanzas, tal vez los dos; tu chaqueta y pantalón están llenos de pintura azul y verde. Tienes cemento en tus botas y tu cabello aún tiene el yeso que, es probable, te haya caído esta tarde antes de ir al hospital. Sé que esos golpes no son de una pelea, porque son constantes y precisos. Son en lugares donde has dado y aceptado golpes una y otra vez, sin mencionar que tu nariz se ha quebrado más de una vez. Tomas cerveza internacional, cuando con lo que cuesta una puedes comprar dos locales, eso me dice que no eres alcohólico, simplemente deseas disfrutar de las cosas buenas, lo cual también me dice que tuviste un mal día. Nadie toma Guinnes sabiendo que se quedará sin dinero para ir a casa, a menos claro, que su día sea tan mierda que le importe un carajo. Si me permito adivinar, cosa que no hago porque adivinar es para mediocres, diría que cada céntimo que tienes no es para ti, ¿me equivoco? No contestes, sé que no me equivoco. En fin, creo que hoy te hice un favor. De nada —Bella termina de hablar y saca un cigarrillo.
Edward no sabe qué ha pasado. De pronto esta mujer le ha dicho la mitad de su vida, en una forma que lo hace ver patético y bueno... No es que se equivoque, pero no ayuda nada a su autoestima.
—Eso no me contesta por qué sabes sobre asesinos seriales. ¿Acaso hay algo en mi ropa o mis manos que te hace pensar que no voy a estrangularte?. —Bella da una inhalada a su cigarro y lo mira contemplativamente.
—Los asesinos seriales no hacen ese tipo de preguntas —Bella sonríe. Edward sacude su cabeza.
—¿Entonces si te invito a pasar estás completamente segura que no voy a matarte?. —Bella entrecierra sus ojos.
—¿Me estás invitando a pasar?. —Edward voltea a su casa rodante y luego a Bella.
—Sí, pero con una condición. —Bella pone cara de incredulidad.
—Vaya, esto hay que oírlo. Bien, ¿cuál es tu condición?
—Tienes que contestarme sin rodeos, ¿por qué me hiciste esa seña en el hospital? —Edward cruza sus brazos esperando la respuesta de Bella.
—Simple, no es educado quedarse viendo a una inválida —Bella sonríe, como una niña que dice un mal chiste.
—No te estaba viendo... Espera, ¿crees que te estaba viendo con lástima?. —Bella encoje sus hombros.
—¿Lo estabas? —pregunta Bella, viendo el aura naranja que expedía su cigarrillo. Edward sacude su cabeza negativamente.
—No, te estaba mirando porque tú me estabas mirando primeramente. —Bella levanta una ceja.
—Siempre te miro, es la primera vez que volteas y te das cuenta que estoy en el pasillo. —Edward abre la boca en sorpresa.
—¿A qué te refieres con que siempre me miras?. —Bella exhala tratando de pensar en una respuesta.
—Tus horas de visita son a la misma hora de mis terapias. Martes y Jueves a las 6 pm.
—¿Cuánto tiempo? —pregunta Edward en voz baja.
—¿Te refieres a hace cuánto tiempo he atestiguado lo miserable que eres sentado en el piso del pasillo de Saint Mary? O, ¿cuánto tiempo realmente gasto mi tiempo mirándote reflexionar sobre lo mierda que es la vida?
—Ambos —dice Edward seriamente.
—Bueno, eso es algo que solo te voy a contar con una cerveza en la mano —Bella dice burlonamente.
—Tengo cerveza —Edward dice sin inmutarse.
—¿Local o internacional? —pregunta Bella con una sonrisa.
—¿Importa? —Edward contesta levantando su ceja.
—Solo si se acaba —Bella, al decir esto, abre su puerta y sale desdoblando su bastón plegable —el que usaba para ocasiones especiales—.
—Vamos, ¿vienes o no? —dice ella desde afuera del auto.
—Qué puto día más extraño —musita Edward, luego se compone y abre su puerta.
X~~®~®~®~®~®~®~®~®~®~MEMYTA~~®~®~®~®~®~®~®~®~®~X
Edward entró primero. Nunca fue un caballero, pero de alguna forma pensó que a Bella no le importaría. Sacó un par de cervezas —locales— que había en su refrigerador. Su casa era tan pequeña que con un paso podías cambiar de la cocina a la sala. No era de sorprenderse que al voltear pudieras ver su cama sin tender, posters de pianistas famosos en las paredes y papeles de cuentas de hospital tirados por doquier. Sabía que su casa no era un palacio, pero trataba de tenerla un poco ordenada cuando estaba en ella. Al ver el estado en el que estaba, se sintió un poco avergonzado.
Bella estaba sentada en un sofá que en mejores tiempos pudo ser blanco, pero hoy era un desteñido gris que lo hacía verse más sucio de lo que estaba. Edward le pasa la cerveza y deja la suya en una pequeña mesa.
—Disculpa el desorden, no he tenido tiempo de limpiar —Edward empieza a guardar papeles de cuentas, así como platos que estaban frente al televisor de la noche anterior.
—No soy nadie para juzgar, deberías ver mi departamento. —Edward se detiene y voltea; lo recibe una cándida sonrisa de Bella.
—Supongo que ser adulto no significa ser ordenado —dice Edward tomando su cerveza, recargándose en la mesita y olvidando el supuesto desorden de su casa.
La verdad es que en un lugar tan pequeño es casi imposible tener muchas cosas, y al no tenerlas, es difícil poder tener desorden. Bella lo sabe, ha examinado esta habitación en los cuatro minutos que ha estado dentro y puede saber más de Edward en estos minutos que los tres años que lleva observándolo.
—Te llamas Bella, ¿cierto? —Edward dice.
—Isabella, pero puedes decirme Bella —contesta ella mirándolo directamente.
—Soy Edward —él dice abriendo su cerveza con su llavero, luego mira que Bella tiene la suya aún cerrada.
—Perdón, deja abrirla. —Bella sacude su cabeza.
—Yo me encargo —ella toma la cerveza y la abre con su palma en un movimiento rápido.
—Impresionante —Edward dice honestamente.
—Me lo enseñó mi papá —ella toma un trago y se relaja en el sillón mirando a todos lados, inspeccionado. Edward, sabiendo lo buen observadora que es, le da miedo que este lugar diga demasiado sobre él.
—Lo siento, no soy bueno con la caballerosidad, no soy bueno para tratar a las mujeres en sí, es decir, hace mucho que no hablo con una. Tú sabes, cuando vienen no... hablamos y eso... —Edward dice nerviosamente, luego se da cuenta lo que ha dicho y mira un poco aterrorizado a Bella—. No es que vayamos a hacer otra cosa, claro —Edward aclara, haciendo que Bella sonría.
—Cálmate, solo vamos a hablar, Edward, a menos que tengas en tu lista para antes de morir, cogerte a una lisiada —Bella levanta la ceja mientras Edward, como el absoluto inepto que es, sacude su cabeza—. Eso pensé —Bella toma un trago de su cerveza.
—No es que piense que eres una lisiada, es decir, ¡Dios qué mierda! Solo voy a callarme —dice Edward tallando su cara. Bella lo mira con gracia, sabe que se está burlando de él, le encanta hacer sentir incómoda a la gente cuando puede.
—No me molesta que me llamen así, me molesta que lo nieguen y me traten como si todo estuviera bien —Bella cambia su voz a un tono más serio.
Edward inmediatamente mira sus piernas, no sabe qué es lo que le sucede, pero es obvio que es algo permanente. Cree que si pregunta qué le sucedió, será de terrible mal gusto o bien, grosero. Ella ya se molestó antes por eso, no quiere arriesgar otra sacada de dedo. Lo que se le ocurre es preguntar cómo es que ella ha estado en el hospital todo este tiempo y él apenas la ha notado. Se pregunta si él le ha provocado lástima a Bella, porque ella definitivamente le provoca muchas cosas, menos lástima.
—Así que el hospital… —Empieza a decir él, pero ella lo interrumpe.
—¿Quieres ver algo sumamente cool?. —Edward la mira extrañado, mientras Bella empieza a sacar algo de su bota derecha.
—Mmmm, ¿sí? —dice él confundido, pero cuando mira la pistola en la mano de Bella, sabe que debió haber dicho que no.
—Oh, no pongas esa cara, no te voy a matar —Bella prepara el arma y quita el seguro, pero sin apuntar hacia Edward.
Edward, por su parte, siente que está a punto de morir. Ahí está una extraña frente a él con un arma, que si bien no le está apuntando, eso no lo hace menos intimidante.
—Hey... calma —dice Edward levantando las manos. Bella se ríe.
—Edward, no voy a hacerte daño, deja de actuar como una mujer histérica—Bella levanta su pantalón del lado izquierdo para revelar algo que a Edward le cuesta entender.
Es una prótesis, parece plástico con diferentes articulaciones color piel, se ve plástica, pero a su vez es tan poco lo que se muestra que no sabe si lo que está viendo es real. Antes de que Edward pueda preguntar, Bella toma su arma y apunta a su prótesis.
Hay un bang que resuena en la diminuta casa rodante. Edward solo puede mirar el hoyo infringido que ha destrozado un pedazo de la prótesis, pero sin dejarla inservible. Es como si ella lo hubiera hecho antes, porque es obvio que sabía dónde apuntar sin dañar el objeto ortopédico.
—Deberías ver tu cara en este momento —Bella empieza a reírse hasta que su risa subsana poco a poco.
—Tienes una prótesis —dice Edward en shock.
—Tu capacidad de observación es impresionante. —Edward la mira todavía en shock.
—Solo una pierna —él dice entre afirmación y pregunta
—Sí, ¿qué tan bueno es Dios que me dejó la pierna derecha? Debe ser porque soy diestra y comí todas mis verduras de niña—dice Bella sarcásticamente, tocando con sus nudillos la prótesis agujerada.
—Ahora que sacamos el enorme elefante ortopédico del cuarto, podemos conocernos realmente. Mi nombre es Bella Swan, lisiada de tiempo completo, consultora de medio tiempo de la policía de Chicago, con ligero interés en autos deportivos y una obsesión que raya en lo juvenil, por la velocidad. Tú eres Edward, el desdichado del hospital al que he visto salir del cuarto 203 por tres años y que apenas ahora sabe que existo.
*al referirse a basura blanca o white trash en inglés, es a las personas de raza blanca que tiene poca educación o bien ignorantes (y en muchos casos extremadamente pobres).