Resumen:
Aquí les presento mi nuevo trabajo, se que tengo algunas sin terminar pero estamos en eso... este verano (en Argentina) pretendo terminar todas las historias.
Espero que les guste.
En Luna Nueva Edward no volvió, pero, antes de marcharse se permitió tener un último desliz con Bella, quien se entrego a él sin sospechar que 24hs después él y toda su familia se marcharían bajo la promesa: "Será como si nunca hubiéramos existido…".
Algunas semanas después del abandono Bella comienza a tener síntomas extraños, retraso, nauseas, mareos pero… lo que ella sospecha es técnicamente imposible.
Prefacio.
-Hola…- salude algo aturdida observando a la mujer frente a mí, Rosalie ni ninguna de las Cullen podría siquiera llegarle alguna vez a los pies… la representación terrenal de Afrodita, piel blanca tapizada de pecas, ojos azules con pequeñas franjas que iban del dorado, hasta el carmín y el oliva… dos gemas preciosas que brillaban en su rostro de alabastro, afilado y enmarcado por dos cortinas de cabello castaño que caían en suaves ondas que serian la envidia de cualquier peluquero… era… una diosa… pero terrenal, no celestial como eran los Cullen. Sus labios se tensaron en una suave sonrisa que pronto me contagio al tiempo que sus blancos e impolutos dientes se asomaban.
-Te estábamos esperando Bella… no te asustes… no eres la única que paso por esto… no somos muchas pero tienes bastantes casos en los cuales buscar ayuda…
-¿Cómo…?- empecé pero la sonrisa de ella se hizo aun más larga, si eso era si quiera posible, al tiempo que me inspeccionaba con sus extraños ojos.
-No eres la primera Bella, y tampoco serás la ultima… ¿sabes por que? Porque ellos no pueden evitar hacerlo…
-Tu… tu aun… ¿Tu aun eres humana?- pregunte logrando que ella rompiera en carcajadas.
-Bella, Bella…- negó con suavidad, sus rizos se mecieron con ella mientras me permitía ingresar a su "humilde" morada, un palacete construido al estilo victoriano con hermosos vitrales antiquísimos. ¿Acaso todos tenían que vivir en magnificas casas? Me pregunte, ella, al parecer, entendió mi duda y sonrió al tiempo que deposito una de sus manos marfileñas en mi hombro. –Se nota que eres una principiante en este mundo… bueno querida… permíteme ser tu institutriz, te aseguro que la próxima vez que vea a uno sabrás como defenderte…
-Gracias…
-No agradezca… no aun querida…
Espero que le guste.