"En serio, ya estoy mucho mejor" insisto. "¡Id ahora mismo a disfrutar de vuestra boda, por favor!".
"¿Estás segura?" Jane no parece convencida.
"Segurísima. Anda, pasadlo bien" le sonrío "y que no se entere mamá de nada de esto, ¿vale?". Buena es mi madre, imagínate la que puede liarse si se entera de que me he quedado en paro justo ahora. Capaz es de forzarme a presentarme en todas las mesas a mendigar una entrevista para antes del lunes.
Jane y Charles por fin abandonan la habitación donde me he escondido para tranquilizarme y recobrar el control. Will y Charlotte siguen conmigo, aunque desearía estar sola. No llevo bien lo de hiperventilar en compañía.
"Eso va también por vosotros, chicos. No hace falta que os quedéis, respiraré hondo un par de veces más y me reengancharé a la fiesta en un santiamén".
"Ni hablar, nos quedaremos aquí contigo hasta que quieras salir de nuevo" dice Will. Una oleada de gratitud me recorre de arriba abajo.
"Gracias" contesto con un hilo de voz. "Es que me siento tan idiota... Pensaba que lo estaba haciendo genial, y no se me hubiera ocurrido jamás que ese... maldito manuscrito..." trago saliva y miro a Will de soslayo, pero su gesto es insondable "me iba a traer tantos problemas".
"Eres una fuera de serie, Lizzie. Ya verás, encontrarás algo en un visto y no visto. ¡Rosings se lo pierde!" dice Charlotte mientras me da palmaditas en el hombro. "Esa Carol es una zorra".
"Sí. Muy, pero que muy zorra" me río con amargura.
"¿Qué tal si traigo unas copitas de vino y brindamos por que a ella también la despidan? No creo que una socia pueda comprar un manuscrito plagiado e irse de rositas. A ella también le ha caído lo suyo, os apuesto lo que queráis".
"Me parece una idea genial" Will se incorpora de un salto. "Qué os traigo, ¿tinto o blanco?"
"¡Noooo!" Charlotte se pone en pie como un resorte y sale rápidamente hacia la puerta. "Ya voy yo, que para eso ha sido idea mía. Tinto para todos, ¿vale?". Me lanza una miradita significativa antes de desaparecer.
Will y yo nos quedamos quietos y en silencio durante unos instantes. Finalmente soy yo quien rompe el hielo.
"Bueno, pues qué vergüenza, ¿no?" sonrío y agito el Cleenex que aún tengo en la mano derecha. Will sonríe. "Siento haber dicho eso... lo del maldito manuscrito".
"No, no pasa nada" Will parece completamente sincero. Me dirige una amplia sonrisa. "Es comprensible que hayas acabado cogiéndole manía. Siento todo lo que ha ocurrido, aunque me alegro de que George no se haya salido con la suya, claro".
"George" pongo los ojos en blanco con desprecio. "Valiente hijo de puta... Me ha engañado como a una colegiala".
"Ya te he reconocido alguna vez que George sabe cómo ganarse a la gente".
"Lo sé" dejo caer las palmas de las manos sobre las rodillas. "También me he equivocado mucho contigo... mucho más de lo que me gustaría admitir. Ese manuscrito...". Sopeso la posibilidad de sincerarme con Will, de contarle cómo han cambiado mis sentimientos hacia él desde que le conozco... "ese manuscrito es lo mejor que he leído en mucho tiempo. Eres un escritor genial, Will".
Will abre los ojos de par en par. "¿Cómo?"
"Bueno" su reacción me descoloca y las palabras me salen atropelladamente "pues eso, la novela que escribiste... Quería decirte que me pareció preciosa, y que por eso se la di a Carol. Hacía muchísimo tiempo que no leía algo así".
Will se ríe, incómodo, y se levanta. "No Lizzie. Esa novela no la escribió George Wickham, pero tampoco es mía".
Esta revelación me deja atónita. ¿Cómo? Intento reordenar las piezas de este puzzle lo más rápidamente posible, pero el ruido de mis pensamientos no me lo permite. No comprendo nada, pero Will me saca pronto de mi confusión.
"Verás, esa novela la escribió mi hermana hace ya tiempo, cuando tenía 16 años".
"¿Tu hermana...?" el hilo de voz no hace más que evidenciar lo muy perdida que estoy. ¿Qué hermana?
"Sí, Georgiana. Es mi hermana pequeña, ¿no te la he presentado?".
"Ehmmm... no, juraría que no. De hecho, acabo de enterarme de que tienes una hermana" replico.
"Vaya, perdona. El día ha sido un tanto extraño, se me ha debido de pasar. Es la chica rubia que estaba hace un rato con nosotros, la del vestido azul, ¿sabes?".
Me retuerzo en un intento por no expresar el alivio que siento, aunque se me escapa una especie de suspiro. ¡Así que es su hermana, no su ligue! Pues claro que es su hermana, Lizzie. ¿Cómo has podido pensar otra cosa? Se trata de Will, no de un gigoló de tres al cuarto.
"¿Esa es tu hermana? Pero, ¿qué edad tiene?" me levanto yo también.
"Hará 22 años en octubre" sonríe con cierto orgullo.
"No me lo puedo creer, ¡es jovencísima!" mi mente vuelve a la novela. "¿Cómo fue capaz de escribir una historia así con sólo 16 años? ¡No me lo puedo creer! Debe ser un genio".
"Bueno, no soy del todo imparcial... pero así lo pienso yo. Tiene un auténtico don para la escritura".
Detengo mis pensamientos frenéticos y vuelvo a fijarme en Will. "¿Quieres decir que hay más manuscritos?"
"Sí, creo que ya ha escrito seis".
En ese momento regresa Charlotte con las copas de vino tinto y nuevas teorías sobre el futuro laboral de Carol. Yo, sin embargo, no soy capaz de seguir la conversación con el mismo entusiasmo. Mi cabeza echa humo con lo que Will acaba de contarme y desearía seguir preguntándole sobre su hermana. De hecho, tengo un renovado interés por la rubia que esa misma mañana me había parecido una niñata tonta, al creerla la novia de Will. Menuda maraña de información, ojalá le hubiese preguntado a Will por el manuscrito el día que empecé a sospechar que George me mentía...
Pero no consigo que nadie me presente a la fascinante Georgiana. Mis labores de hermana de la novia me tienen presa el resto del día. Atender a los invitados; aplacar a los familiares más molestos e impertinentes; repartir los regalitos a los invitados durante el postre, etc. Ni siquiera vuelvo a coincidir con Will en todo el día. Mi hermana y Charles decidieron sentarnos en mesas diferentes para evitar roces, creyendo que las cosas entre nosotros habían explotado de mala manera hacía ya semanas.
Horas después me encuentro despidiendo a los últimos familiares molestos. Es tan tarde que hasta los novios se han ido ya. Me encuentro feliz, a pesar del reciente despido y de la tortura que están ejerciendo mis tacones sobre mis pies. Ha sido una boda preciosa, llena de detalles y momentos emotivos. Pero toca pensar en volver a casa, aquí no queda prácticamente nadie.
"¿Quieres que te acerque a casa?" oigo la voz de Will detrás de mi y el estómago me da un brinco.
"¿Qué haces aún aquí? No te hacía tan trasnochador..." nos reímos.
"Me alegro de que estés más animada. No gusta tener que decírtelo, pero te pones muy fea cuando estás agobiada" reaparece esa media sonrisa.
"Bueno, he decidido que no es para tanto. Encontraré algo más pronto que tarde" sonrío con optimismo. Permanecemos mirándonos unos segundos.
"¿Te queda mucho que hacer aún por aquí?" pregunta, cambiando de tercio. Yo miro a mi alrededor.
"No, parece que mi trabajo aquí ha terminado".
"Genial. Coge tu chaqueta, te llevo a casa" su voz ha adquirido una resolución de lo más sexi.
Pienso en agradecérselo y declinar la oferta, pero ¿qué demonios? Me muero de ganas de que me lleve a casa. Cojo mis cosas, me despido de Charlotte, que sigue por ahí, y nos montamos en el coche de Will con rumbo a mi casa. Conduce sin prisas, dándonos tiempo a comentar la boda de cabo a rabo. Para cuando llegamos por fin a mi portal, Charles y Jane ya no nos dan para más. Bajamos del coche en silencio y sonrientes, y nos dirigimos tranquilamente a la puerta.
"Muchas gracias por traerme, Will. ¡Los tacones ya me estaban matando!" me quito allí mismo el zapato derecho, Will se ríe.
"Nunca entenderé por qué os ponéis esas cosas si no os gustan".
"Oh, ¡pero si nos encantan! Son incómodos, pero nos quedan tan bien..." digo con algo de malicia.
Me tambaleo peligrosamente al quitarme el otro tacón, pero Will me agarra por los hombros justo a tiempo de evitar que caiga al suelo de la forma más ridícula posible. Nos reímos un poco, pero no nos separamos. No habíamos estado tan cerca el uno del otro desde nuestro amago de cita, y reconozco que lo he echado de menos. Me armo de valor y me insinúo.
"¿Quieres subir a tomar algo...?" soy todo contacto visual inquebrantable.
Will aparta la mirada hacia su coche y chasquea la lengua. "Es tarde, debería irme ya..." dice.
"Ah. Bueno, quizá otro día..." me muero de la vergüenza, pero aún le concedo un instante para cambiar de opinión.
"Sí, por supuesto. Buenas noches".
Me doy la vuelta lentamente y me refugio tras el portalón. Qué vergüenza, no tengo precio como femme fatale. Y no tengo precio porque está claro que se me da francamente mal. ¿Quizá debería haberme insinuado más? ¿ofrecerle una copa? ¿guiñarle el ojo...? Lo tendré en cuenta para el próximo ligue, a Will ya me da demasiada vergüenza mirarle a la cara. Primero lo de la falsa noche de pasión, y ahora esto. Creo que no me repondré jamás. Tengo orgullo, pero esto ya no hay quien lo ignore.
Justo cuando estoy deslizando las llaves por el cerrojo de mi puerta, escucho el telefonillo del portal. Entro apresuradamente en la casa
"¿Si...?"
"Lizzie, soy yo. ¿Puedo subir?" es Will.
Abro sin decir nada, plenamente consciente de que se me está acelerando el pulso por segundos. ¿Y esto? Me quedo en la puerta esperando a Will, que aparece subiendo las escaleras de dos en dos escalones. Cuando llega a mi puerta, se detiene y respira hondo con una sonrisa.
"¿Qué pasa?" le miro sin comprender.
"Pasa que..." se pone una mano en el pecho intentando recuperar el aliento "... que ya vale de andar jugando al ratón y al gato, ¿no te parece?".
Me parece entender a dónde quiere ir a parar, pero no me atrevo a decirlo.
"Creo que vas a tener que ser un poco más concreto" sonrío.
Él se acerca lentamente a mí, coloca sus manos en mi cuello y me atrae hacia su cuerpo. Cuando ya no queda nada entre nosotros, me da un beso de película que me hace vibrar de arriba a abajo. Después de unos pocos segundos, se aparta y me vuelve a sonreír.
"Me gustas mucho. Basta ya de tonterías, a partir de ahora tendrás que preguntarme antes de hacerte una idea equivocada, ¿vale?".
"Y tu tendrás que procurar no cerrarte, que pareces un tupper ware de última generación".
Nos reímos sin soltarnos, visiblemente nerviosos por la situación. ¿Y ahora qué?
Will parece adivinar lo que estoy pensando. Me coge suavemente la barbilla y borra mi sonrisa con un beso. Comienza dulce pero se caldea en cuestión de unos segundos. Su otra mano, que estaba todavía en mi cuello, se desliza espalda abajo hasta donde empieza a perder ese nombre. Nos metemos en el piso sin mediar palabra, nuestros labios ya lo están diciendo todo.
Cierro la puerta a ciegas, no quiero interrumpir lo que está pasando ni para asegurar la integridad de mi piso. Por mí que vengan los ladrones y se lleven hasta el pan duro de la cocina, ahora mismo no me importa. Por primera vez en mucho tiempo, siento que mi vida se reencauza. El suelo vuelve a estar en su sitio y el cielo sobre mi cabeza. Will hunde su cabeza en mi cuello, besándolo y mordiéndolo sensualmente.
Sí, estoy segura. Por fin mi vida ha dejado de estar del revés.
FIN
...
¡Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios!
Esta historia ha sido muy especial para mí, aunque la he maltratado
dejando que pasara demasiado tiempo entre el principio y el
fin, y descuidando un poco la trama. Por eso he decidido
descargar la historia y reescribirla como me lo pide la conciencia.
Si os interesaría recibirla, entrad en
soyjuliabrandi (punto) blogspot (punto) com
y apuntáos a la newsletter.
¡Habrá muchas más historias!
...