Llegando al Oeste.

Irasue esta en una de las grandes habitaciones principales de palacio. Pensaba en la miko con la que su hijo se emparejarìa. Una humana...nada más y nada menos, ella ya había perdido a su pareja por una humana y ahora su hijo, a quien se había esforzado por moldear como el mejor, se casaría con una humana, casarse no -pensó frunciendo el ceño mientras la mirada dorada se oscurecia- emparejarse, era de por vida y sabía bien que si aquello iba mal, por muy poderoso que fuera su hijo era probable que se volviese loco. Un Inuyoukai emparejado era, como todos los demás, uno solo con su pareja, pero en los Inu de un modo más intenso, la separación o la muerte de uno acarreaba una profunda desesperación en el otro, que podía y a largo plazo terminaba en locura y muerte.

Irasue cerró los ojos, el miedo, un sentimiento poco conocido en su vida, se abría camino de nuevo en su pecho, la última vez que lo había sentido fue cuando su compañero los dejo para ir a defender a la humana que había preñado. Ahora temía por su hijo y por lo que podría suceder si, volubles como eran los humanos, la miko no asumiese todo lo que emparejarse implicaba. La historia youkai compilaba casos de grandes youkais que habían perecido por causa de estos matrimonios entre especies, porque los hombres o mujeres en cuestión luego cambiaban sus afectos.

El sonido de la tela al rasgarse hizo que la youkai abriera los ojos. Miró la tela de sobrecama que había rasgado, frunció el ceño, viendo los hilos rotos.

"Rotos, los hilos rotos, así como los de mi alma. Toga...lo hice por él, por Sesshomaru." Ese pensamiento cruzó por su mente como un rayo, estremeciendo su alma. Ella también se hubiese vuelto loca, había estado al borde del precipicio; recordó al General Taisho yéndose a salvar a la madre de Inuyasha, la mirada de puro amor y sincera disculpa que le dirigió a ella, en las puertas de este mismo palacio - Ella no lo sabía, pero lágrimas calientes recorrían sus mejillas al mirar desde la habitación al gran portón de entrada de palacio, custodiado por los centinelas - el la amaba, ella nunca lo dudo, una noche, era lo que había bastado. Una noche en los brazos de la princesa humana, y el resultado que crecía en el vientre de aquella princesa había hecho que el sentido de honor del entonces Señor Occidental le hiciera velar por ella y su criatura.

"Izayoi esta en parto, su vida corre peligro - la voz cálida y fuerte la hizo apartar la vista de su lectura, Irasue lo miró fijamente sin querer dejar traslucir la miríada de emociones que recorría su ser- Inukimi (su cuerpo se estremeció cuando el la estrecho en sus brazos mientras hacia alusión al rango que ella ostentaba, señora de los Inuyoukai celestiales, aquellos que representaban y eran intermediarios de Tsukoyonomi en la tierra) yo tengo que ir, me asegurare de su bienestar, el cachorro estará con ella, los establecere en un sitio seguro y cuando tenga edad lo traere a palacio. Yo volveré - sello su promesa con un beso al que ella siempre distante en sus afectos fuera de la alcoba, se vio en necesidad de responder con fiereza- el cachorro es mio, yo puse a Izayoi en esta situación, yo debo sacarla de ella y darle a su hijo el lugar que le corresponde ".

No fue consciente entonces de que sería la última vez que lo vería. Lo siguiente fue horas después, en lo más cerrado de la noche, el dolor punzante en su pecho, una garra invisible que le apretaba el corazón, sentía su ser romperse en mil pedazos. Su mente le decía lo que su corazón no quería aceptar, su compañero, su pareja predestinada se había ido, Toga Taisho había muerto. El alarido de dolor de la Señora del Oeste recorrió palacio, su dama de compañía se quedó junto a la puerta de la alcoba de su señora, no quiso entrar. Lo demás transcurrió en una bruma de dolor y locura. Irasue recurrió por vez primera y única a sus privilegios, Tsukoyonomi accedió a sellar parte de su ser, su bestia, ella podía transformarse en una gran Inu, pero el lazo de compañeros que había quedado roto había sido sellado, ella conservaba los recuerdos, pero había perdido la capacidad de sentir. "

La youkai se apartó de la ventana y se miró al espejo, acariciando la piedra Meidou que pendía de su pecho, aquello se os había entregado su Señor al tomarla como su igual y Señora del Inframundo. Sabía que Sesshomaru era como era y le había reprochado en su juventud esa falta de afecto, pero ella nunca se lo quiso decir, porque por él,para poder criarlo y verlo tomar su lugar como heredero de Toga, debió sellar ese vínculo, sino se hubiese vuelto loca por la pérdida, hubiese seguido a Toga al otro mundo, pues una vez emparejados, si uno moría el otro jamás se sentiría en paz en este mundo.

Pero si al contrario, la miko probaba su valía, Irasue pronto terminaría su labor en este mundo y podría entregarse a su pena y su dolor, y quizás un día alcanzar a Toga en el otro mundo.

Ella sonrió apreciativamente y sus ojos dorados relucieron, sin duda la miko Kagome era fuerte, ella lo había comprobado, y era nada más y nada menos guardiana de la Shikon no Tama, si la unión era fuerte y sincera el Oeste alcanzaría los más altos esplendores y su hijo alcanzaría su felicidad como ella pudo vivirla en sus años con Toga sama.

- Una miko y un Daiyoukai. La miko más poderosa y el Daiyoukai más poderoso, la casa del Oeste será fuerte y perdurable - dijo para si misma mientras se encaminaba al baño para tomar una ducha.

Abandonaron la espesura del bosque y la planicie dejó ver las murallas del imponente palacio, eran enormes y sólidas. Kagome estaba allí, podía sentirla desde donde se encontraba.

- ¿Te sorprende? Espera a ver tras las murallas - inquirió Dargys, ella lo miró fijamente un momento y el youkai sintió un estremecimiento al ver los ojos negros de la miko.

- Es formidable - dijo Kikyo por toda respuesta. Habia llegado al Oeste, lo que ella no sabía es que había llegado para quedarse.

Hasta aquí el nuevo cap. Gracias por leer, espero que la parte de Irasue les haya gustado, aclara un poco algunas cosas.

Crystal Taisho Cullen