¡Como podía tener tan mala suerte!, ¿por qué Elizabeth no podía llevar las bragas de algodón hasta las axilas como todo el mundo?. Tenía que descargarme, el dolor de mis testículos ya era insoportable.

CAPÍTULO 20

A ESCONDIDAS

Pov Darcy

Agarré sus braguitas y las encerré en mi puño, necesitaba un objeto fetiche que me recordara a ella, que oliera a ella, quería tenerla a mi lado de algún modo. Entré con cuidado a mi habitación, rebusqué en la cómoda, y levantando la ropa que había encima, encontré aquel retrato a carboncillo que dibujé cuando éramos pequeños. Lo había enmarcado hace ya muchos años, en consideración a la única amiga que tuve en la infancia.

Me desnudé completamente, y tumbándome en la cama, enredé sus bragas en mi mano derecha al tiempo que agarraba mi pene erecto y comenzaba a frotarlo. Quería que los fluidos de nuestros sexos estuvieran unidos de alguna manera. Con la mano izquierda sostuve su retrato sobre mi pecho para poder verlo. Aunque fuera el retrato de una niña, la esencia de su cara seguía intacta. Observé la dedicatoria que ella me escribió, "amigos para siempre". ¡No!, ahora ya no éramos unos simples amigos, ¡ella era mi amante!, ¡mi mujer!, ¡mi vida...!

Miré sus labios vírgenes, labios que sólo yo había besado y disfrutado, un torbellino de pasión se instauró en mi cuerpo, provocándome un frenesí que me llevó directamente al cielo. Mi mano empezó a frotar con más fuerza y rapidez, explotando repentinamente derramándome sobre las braguitas de Elizabeth. Tan sumido estaba en mi éxtasis, que no me di cuenta que la puerta se había abierto.

— ¡Pervertido!, ¡degenerado!, ¡vicioso!, ¡libertino!

Bruscamente volví a la realidad, vi a Elizabeth con los ojos desorbitados llenos de horror, dedicándome esos calificativos que en ese momento no comprendía. Ella se volvió corriendo a su habitación, dando tras de sí un portazo.

— ¡Elizabeth, vuelve aquí inmediatamente! — grité sin saber qué pasaba.

Al ver que no me hacía caso, me puse una bata y fui tras ella. Cuando entré la vi cogiendo ropa de su armario, furiosa, la tiraba encima de la maleta que estaba sobre su cama.

— ¡Me voy con mis padres!,

Me acerqué a ella, la cogí por los brazos, la sacudí desesperado ante la sola mención de quedarse con sus padres.

— ¿Qué es lo que te ha pasado para que me trates así?

— ¡Jamás hubiera pensado que fueras tan depravado!, ¡te excitan las niñas!. ¡Confié en ti y me has decepcionado!

Comprendiendo las acusaciones que sobre mi vertía, me di cuenta que no había reconocido la identidad de la niña del retrato.

— Déjame decirte que si he llegado a este punto de necesidad, sólo tú eres la culpable.

La empujé arrastrándola hacia mi habitación, cogí el retrato y se lo puse enfrente de su cara.

— ¿La reconoces?

Ella pareció sorprendida, se quedó parada sin saber que decir. Tragó saliva, y titubeando logró decir...

— Will... William, ¿no es ese el dibujo que me hiciste cuando éramos pequeños?, ¿por qué lo tienes guardado?

— ¡Sí, el mismo!. Ya en aquel momento sentí que eras especial, pero nunca imaginé que llegarías a ser mi esposa.

Unas lágrimas brotaron de sus ojos y confuso procedí a explicarme.

— No quiero confusiones entre nosotros Elizabeth, no me excitan las niñas. Sólo tú me llevas a un estado de necesidad, que un simple dibujo de cuando eras niña hace que me ponga duro. ¡Te deseo!, y eso es algo que no puedo controlar.

— Sé que me deseas, pero necesito tiempo para entender todo lo que son las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer, para entregarme a ti completamente.

— Elizabeth, lo que viste hace un rato cuando me viste en mi cama, es completamente normal. Llevo conteniéndome mucho tiempo, necesitaba masturbarme urgentemente. Cuando un hombre se excita y no libera su semilla, duele mucho. El dolor que sentía era insoportable, y... cuando me encontré con tus bragas... ¡Dios, que bragas!, sentí que si no me desfogaba moriría. Por cierto no imaginaba que llevases ese tipo de ropa interior, ¿de dónde la sacaste?

— Eso es cosa de tu hermana, me obligó a cambiar toda mi ropa interior, decía que la mía no era la adecuada para seducir a un marido.

— ¿Tu realmente quieres seducirme?

— Sí — contesté temerosa a un rechazo — quiero que las cosas entre nosotros sean "normales"

— No hace falta que te esfuerces Elizabeth — me abrazó y me susurró al oído — me tienes seducido desde el primer día que te vi, vestida con un saco, para mi serías la mujer más sexy del mundo. Aun así recuérdame que le dé las gracias a mi hermana por ese consejo — en ese momento se separó y se quedó pensativo — aunque... ¿cómo sabe ella lo que es correcto para seducir a un hombre?, recuérdame también tener una seria conversación con ella.

El viaje a Longbourn fue largo y pesado, yo habría querido ir directamente a Nederfield, pero Elizabeth estaba ilusionada con la boda de su hermana y quería ayudarla con todos los preparativos de última hora.

Los señores Bennet nos recibieron con una cena. La madre de Elizabeth se sentó a mi lado y estuvo toda la noche taladrándome la cabeza con su incesante e inútil charla, provocándome dolor de cabeza. Por respeto a Elizabeth, la miraba asintiendo a todo lo que decía, como si fuese la conversación más interesante que había tenido en la vida. De vez en cuando la buscaba pidiéndole ayuda, pero ella se limitaba sonreír sin echarme un cable para librarme de su madre.

— Espero que os quedéis a dormir esta noche aquí — dijo el Sr Bennet — mañana es un día importante y hay que madrugar para ultimar todos los detalles.

Elizabeth me miró suplicante para ver si estaba de acuerdo.

— Como usted quiera Sr Bennet, si no causamos ninguna molestia pasaremos la noche aquí - contesté intentando agradar a Elizabeth.

— ¡Ohh no es ninguna molestia!, le aseguro que estará muy cómodo en el sofá de la biblioteca, además estaré encantado de que Lizzy ocupe de nuevo su habitación, junto a Jane — manifestó el Sr Bennet con una sonrisa socarrona.

¿Cómo?, ¿no iba a dormir con Elizabeth?. La miré pidiendo ayuda de nuevo, ella simplemente levantó las cejas y los hombros en señal de sumisión. Uff... en buena hora se me ocurrió acceder a los deseos del Sr Bennet. Mañana mismo me encargaria de trasladarnos a Nederfield.

— Le apetece un trago de brandy Sr Darcy — Preguntó el Sr Benet, ofreciéndome una copa apoyado en la chimenea.

— Sí por favor — necesitaba pasar el mal trago de la noticia que me acababan de dar.

Cuando me acerqué a coger la copa, el Sr Bennet bajó su cabeza hasta mi oído, y con un susurro amenazador me dijo...

— ¿No pensarías que te iba a dejar dormir con ella?, hasta que ella me dé su aprobación y yo pueda llamarte hijo, no dormirás con ella, por lo menos bajo mi techo.

Esa noche nos acostamos todos pronto, yo estaba en el sofá dando vueltas intentando conciliar el sueño, esa era una tarea imposible, necesitaba el calor de su cuerpo a mi lado. La puerta de la biblioteca se abrió precipitadamente entrando por ella la Srta Bennet.

— Sr Darcy — dijo susurrando Jane — Sé que mi padre es un poco irracional e incomprensible en estos momentos, pero tiene sus razones.

— Sí, su única razón es hacerme la vida imposible.

— No se preocupe, ya verá que las cosas cambian, no es un ogro, de momento le voy a echar un cable. El está en su despacho arreglando unos papeles urgentes, tardará un rato, ya que me ocupé personalmente que estuvieran bastante desordenados.

— No entiendo que me quiere decir con esto — miré extrañado a Jane.

— ¡Suba a la habitación de mi hermana!, yo les cubriré las espaldas. Les avisaré cuando mi padre termine, el resto de la familia está durmiendo como troncos.

— ¡Gracias Srta Bennet!, ¡no sé cómo agradecerle lo que está haciendo! — exclamé dándole un beso en la mejilla.

— ¡Llámeme por mi nombre!, y... agradézcamelo siendo la madrina de su primer hijo — dijo riéndose

— ¡Eso delo por hecho!

Salí de la biblioteca temeroso de encontrarme con alguien, pero como bien había dicho Jane la casa estaba desierta. Cuando abrí la puerta del cuarto vi a Elizabeth tumbada en una de las camas, sin pensármelo dos veces me metí en ella.

— ¡William!, ¿cómo se te ocurre subir aquí?, mi hermana...

— ¡Cállate ya, Elizabeth!, esto es cosa de tu hermana. No perdamos tiempo y dame mi besito de buenas noches.

Ella se abalanzó contra mí, y comenzó a darme besos por toda la cara, pero cuando nuestros labios se juntaron, lo hicieron de una forma... caliente... abrasadora..., ella parecía descontrolada. Mis manos desataron la parte de arriba de su camisón, y directamente se dirigieron a tocar sus suaves pechos. Estos estaban coronados por unos pezones duros, ardientes, preparados para que yo me los comiera. Lentamente fui lamiendo su cuello, descendiendo paulatinamente hacia el rico manjar que me esperaba un poco más abajo. Cuando engullí la sabrosa areola, un chillido de placer salió de la boca de Elizabeth

— ¡Para William!, ¡para!, ¡no me toques!

— Uff, ¡me vas a matar Elizabeth! — bufé estirándome a un lado de la cama

— No quiero que me toques porque... no soporto mantener la boca callada. Tus caricias y tus besos hacen que pierda la cordura, me provocan tal placer que solo deseo gritar — confesó jadeando — Si mi padre me oyera gritar te aseguro que no tardaría ni un segundo en aparecer por la puerta, y eso no nos conviene a ninguno de los dos.

— La verdad es que no, no nos conviene. Sólo me queda resignarme a pasar otra noche de sufrimiento. Elizabeth... ¿crees que tu padre vendría si el que gritara fuese yo?

— Seguro — dijo ella riéndose con malicia.

— ¡Pues deja de bajar tu mano!, estate quieta o tendremos un serio problema.

— ¡Cállate, tonto!, y... ¡déjame conocerla! — ordenó ella poniendo y apretando toda su palma en mi hombría — no quiero que sufras ni un minuto más, bastante lo has hecho con mi madre esta noche.

Cogí la almohada y me la puse encima de la cara mordiéndola, quería ahogar el alarido de placer que salió de mi garganta. Elizabeth me había pillado desprevenido, empezó a bajar su mano por mi pecho, metiendo el dedo en el ombligo. Llegando a la parte baja de mi abdomen, yo encogía la tripa con la esperanza de que el cinturón de los pantalones, no le impidiera bajar más abajo. Sorprendentemente ella no paró, soltó la hebilla y desabrochó los pantalones, dejando todo mi masculinidad al aire.

Bajé la almohada de mi cara, no quería perderme ninguna reacción de mi esposa. Ella miraba curiosa mi rígida virilidad. En ese momento vi cómo se mordía el labio inferior, y tuve que volverme a tapar la boca.

— ¡Dios mío Lizzy!, vas a hacer que tenga un orgasmo con sólo mirarte.

— ¿Puedo tocarla?

Azorado, cogí su mano y la puse sobre mi palpitante sexo. Un espasmo de placer hizo que hasta se me parara la respiración. Cuidadosamente, fui indicándole los movimientos a seguir, y como buena alumna su mano pronto cobró vida, provocándome el mayor de los placeres. Yo estaba sumido en un frenesí imparable, sentía que iba a estallar en cualquier momento. Estiré mis brazos para atraerla hacia mí y besarla, cuando lo inevitable sucedió. Con sus últimas estimulaciones sobre mi pene exploté sobre ella, derramando mi esencia sobre su abdomen.

Pasados unos momentos volví a la realidad, bajé del cielo al que había subido para ver a una Elizabeth curiosa.

— ¿Estás bien William? — sonrió Elizabeth

— Decir bien, es decir poco, estoy en la gloria. Disculpa esto — dije señalando su tripa — no pude controlarme, ahora te lo limpio.

— No tienes que disculparte — dijo cogiéndome con una mano y extendiendo mi semen por su vientre con la otra — me encanta saber que soy capaz de hacer perder el control al intachable Sr Darcy.

— ¡Sí... y no sabes de qué manera! — confesé poniéndome sobre ella — veamos si el intachable Sr Darcy hace perder el control también a la orgullosa Sra Darcy.

Estaba intentando quitarle el camisón a mi esposa, cuando unos golpes nerviosos en la entrada nos interrumpieron. La puerta se abrió rápidamente, entrando Jane tapándose los ojos con sus manos.

— ¡Sr Darcy, tiene que salir corriendo de aquí!, ¡mi padre está subiendo las escaleras!

¿Cómo me había olvidado del lugar en el que estaba?. Pegué un bote de la cama y me acomodé la ropa, menos mal que estaba medio vestido, porque con las prisas me hubiera olvidado de la mitad.

— Sr Darcy enciérrese en ese armario que hay enfrente de la habitación, cuando mi padre entre aquí, usted se dirija hacia la biblioteca. No se preocupe lo entretendremos lo suficiente para que no se dé cuenta — explicaba Jane estirándome del brazo para que abandonara el cuarto.

Como si fuese un vulgar ladrón, tuve que esconderme en el armario, acompañado de varias escobas, bayetas y demás artilugios de limpieza. Agazapado miraba a través del hueco de la llave como el Sr Bennet se introducía en la habitación de sus hijas. Esta no era una situación normal, por mucho que fuera su padre, no tenía derecho a separarme de mi esposa, mañana tendría que solucionar eso. Ya en la biblioteca, me acosté agradecido por ser la primera noche que en realidad dormía de un tirón.


Espero que os haya gustado este capítulo, el acercamiento entre ellos es casi inminente, no quiero que Darcy muera de una combustión espontánea.

Quería felicitaos la Navidad y el año nuevo, unos días más tarde, pero la intención es lo que cuenta. A lo que si llego es a escribir a los Reyes Magos.

Queridos Reyes Magos:

Este año me he portado regular, he hecho sufrir bastante al Sr Darcy y a Elizabeth, pero prometo que este año que comienza seré buena y me portaré mejor con ellos.

Aunque todos sabemos quiénes son, quiero apelar al tribunal de los lectores, que en este caso son los Reyes Magos, para pedirles un review. Ese sería mi mejor regalo.

Gracias.


Ahora os dejo un adelanto:

— Mira cómo me tienes— dije llevando su mano a mi masculinidad— tengo el arma cargada dispuesta a disparar balas de amor.

De repente, se oyó un carraspeo y un ruido metálico. cuando abrí los ojos vi al Sr Bennet apuntándome con una escopeta.

— ¡Mi casa se respeta! ¡yo sí que te voy a dar otro tipo de munición! — gritó el Sr Bennet apretando el gatillo.


Gracias por comentar a Cullen-21-gladys, Juddg, maitam, ROSSY-BELLS CULLEN, yeyuperez, Diana, EliMustang y clara.

Hadelqui, bienvenida, espero que te siga gustando mucho la historia.