Disclaimer: los personajes de InuYasha no me pertenecen, son obra de Rumiko Takahashi.

Advertencia: AU, Ooc, posible aburrimiento. La autora no se hace responsable.

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— ¿Inuyasha? —Kagome parpadeó rápidamente al no poder creer lo que veía. ¿Qué hacía Inuyasha ahí?

— ¿Sorprendida de verme, tonta? —una sonrisa ladina se formó en sus labios.

—C-Claro que si —recobró la compostura. Ella sabía que tarde o temprano esto pasaría. Sus madres siendo amigas, harían una comida y ella irremediablemente tendría que encontrarse con Inuyasha, pero nunca esperó encontrárselo ahí, justo cuando estaba esperando por Koga, para tener una cita. Suspiro derrotada—. Parece que cada vez que voy a encontrarme con otro chico o estoy con otro chico, tu radar se activa y vienes, Inuyasha —pero no pudo evitar sonreír ante lo estúpido que sonaba eso. Dejó escapar una fresca risa— ¿estás celoso, Inuyasha? —sus ojos chocolates se enfrentaron contra los dorados.

—Puede —la sonrisa en el rostro del plateado cambio a una más suave.

Kagome frunció sus finas cejas al sentir algo en su pecho. No era justo. Inuyasha era un tonto insensible, compulsivo y egoísta. ¿Por qué sus acciones la afectaban tanto?

— ¿Qué haces aquí, Inuyasha? —preguntó con voz firme.

—Quería verte, Kagome —susurró el muchacho, con voz rota, como si estuviese conteniendo unos angustiantes sentimientos.

Los delgados brazos de Higurashi hormiguearon, unas locas ganas de rodear el gran y fuerte cuerpo de Taisho la invadieron. Quería abrazarlo, por aquella expresión de niño solitario, porque sus ojos dorados que normalmente brillaban con determinación, ahora lucían apagados. Quería…

—Inuyasha —sintió un doloroso nudo en su garganta, que la estrangulaba.

— ¿Puedes caminar conmigo? —la miró con ojos de cachorrito abandonado. Era imposible decirle que no—. ¿Por favor? —ladeó el rostro, luciendo todavía más tierno. El muy bastardo.

—Si —respondió algo insegura. Sacó su celular y rápidamente tecleó una disculpa para Koga, diciéndole que no podía asistir a su tan esperada cita, la mandó. No esperó respuesta, puso su móvil en vibrador para no ser molestada y lo guardo en su bolsillo de pantalón. Koga era muy comprensible, así que no se enojaría. Claro que si se llegaba a enterar que ella se encontraba con Inuyasha y que había cancelado su cita por irse con Taisho…

Suspiró. Ni quería pensar qué pasaría. Se encontraba muy a gusto, no quería que tuvieran un pleito y mucho menos por Inuyasha.

Inuyasha sonrió agradecido y le tendió la mano, esperando que ella la aceptara. Se estaba comportando extrañamente sumiso, pensó Kagome, pero prefería eso a que volviera a ser el arrogante de siempre. Kagome le devolvió la sonrisa, pero no tomó su mano. Comenzó a caminar sin saber a dónde irían, Inuyasha se situó a su lado al instante, sus ojos dorados se veían un poco opacos. Quizás fue porque no le cogí la mano. No… él no se pondría triste por algo así.

—Dime, Inuyasha —comenzó Kagome, ya que odiaba los silenciosos incomodos y sentía que el aire entre ellos la asfixiaba— ¿qué ha sido de tu vida? —más por amabilidad que por interés, preguntó eso.

—Pues… no mucho. Mi hermano está en casa y nos trajo a su nueva novia —bufó—. Mi madre ni siquiera le ha preguntado si piensa casarse con ella —sus labios se convirtieron en una fina línea, delatando su enojo—. Mi padre ha decidido pasar más tiempo en casa, lo que significa que tiene más tiempo para disgustarse con su hijo menor —hizo una mueca y sus orbes doradas se apagaron un poco más.

Kagome, tan noble como era, se sintió horrible al saber que en la mansión Taisho, el ambiente familiar era pesado, especialmente para Inuyasha. Con urgencia, buscó entre sus pensamientos un nuevo tema para cambiar la expresión del de cabellos plateados.

—Creo que nunca te lo he preguntado, pero ahora me ha nacido la curiosidad —sus mejillas se sonrojaron ligeramente cuando los ojos contrarios se enfocaron en ella—, exactamente qué haces.

Al ver que el joven no entendía, ella volvió a intentar.

— ¿Estudias, trabajas… no haces nada?

—Hum… pues estaba estudiando en la universidad, pero he terminado con las clases y estoy en periodo de vacaciones. Pero no estoy seguro de seguir con la carrera.

— ¿Por qué? —lo miró curiosa, sus ojos chocolates brillando.

—No me gusta —se encogió de hombros—. Yo no escogí mi carrera, fui impulsado por mi padre —sonrió con amargura—. Básicamente estoy estudiando lo que me dicen que estudie —la miró de reojo—. ¿Encantador, eh?

— ¿Qué querías estudiar tú? —preguntó en un susurro.

—Pues no sé —se sintió incómodo con la pregunta, en toda su vida nadie se había preocupado por siquiera preguntarle qué quería hacer de su vida.

—Entiendo que tus padres estén preocupados por tu futuro y quieran lo mejor para ti, pero… —se mordió el labio inferior, pensando cuidadosamente las palabras que quería decir—… pero es tu futuro, a fin de cuentas, Inuyasha. No deberías dejar que nadie te diga qué hacer o cómo actuar —los ojos dorados y sus ojos achocolatados se encontraron por unos segundos, escrutándose.

Inuyasha sonrió de lado, pero su sonrisa no llegó hasta sus bellos ojos.

—Eres la primera que me dice eso, Kagome —ni siquiera Kikyo le había dicho eso.

Kagome se sonrojó furiosamente y su corazón palpitó fuerte contra sus costillas. La mirada de Inuyasha…

— ¿A dónde quieres ir? —preguntó Taisho, con la vista enfrente.

— ¿Eh? —lo miró sin entender.

— ¿Prefieres caminar sin rumbo o quieres ir a algún lugar en especial? —habló suavemente, relajando su expresión.

—Yo… no conozco muchos lugares —y era verdad, ella sólo salía con sus amigas y dichas salidas eran a las plazas o al cine. Con Hōjō tampoco habían salido a muchos lugares.

—Hay un lugar, que quisiera compartirlo contigo —sonrió.

Kagome se maldijo mil veces al sentir cómo su corazón se aceleraba otra vez. Ella asintió débilmente en respuesta.

—Bien, iré por la moto —comenzó a caminar, pero se detuvo, como si hubiera olvidado algo. Giró la cabeza un poco, mirando a Kagome sobre su hombro—. Por favor, espérame —murmuró y su voz parecía débil.

Eso sólo ocasionó que todo su ser se estremeciera. Maldito Inuyasha y sus expresiones que derrumban su interior.

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Se sentía como un déjà vu, estar en la motocicleta de Inuyasha, abrazándose a él, oliendo su aroma sin realmente quererlo, sentir el viento azotando suavemente su piel y sintiendo sus hebras ébanos bailar con el aire.

Hacia aproximadamente quince minutos que habían dejado la ciudad detrás y todo lo que ella veía eran árboles y carretera. Inuyasha no le había dicho a dónde irían. Había sonreído misteriosamente, para después ayudarla a subir. No es como si ella necesitara ayuda, es decir, el vehículo ni siquiera era tan grande, además de que ella se había subido otras veces sin ayuda de nadie. Pero al sentir las grandes y calientes manos de Inuyasha sobre su cintura, alzándola ligeramente y sentándola con delicadeza en la moto… ni siquiera tenía palabras para expresar lo que pasaba dentro de su cabeza.

Se abofeteó mentalmente, quitando esos pensamientos que no hacían más que confundirla, prefirió centrarse en el aire fresco que mecía sus hebras oscuras y acariciaba sus mejillas. La verdad es que desde hace unos días estaba haciendo un buen clima y eso simplemente provocaba que ella se pusiera de buenas.

Cerró los ojos y se permitió sonreír un poco. Por varios minutos de silencio nada más eran ella y el viento, ni siquiera Inuyasha estaba presente en sus blancos pensamientos.

Dejó de escuchar el motor de la motocicleta y poco a poco abrió sus ojos, las lagunas achocolatadas tardaron un poco en adaptarse al brillante sol que iluminaba todo. Se trataba de una playa, muy pequeña en verdad, el mar azul se extendía en todo su esplendor, la arena, algo blanca, parecía suave al tacto, ella quiso pisarla.

Inuyasha se bajó lentamente, quitándose el casco. Sacudió su melena plateada. Giró la cabeza y le sonrió abiertamente a Kagome. Sus ojos dorados, brillaron hermosamente, parecía un niño entusiasmado.

—Espero que te guste la vista, es mi lugar favorito —dijo sin quitar la sonrisa de sus labios. Le extendió una mano amiga a Kagome, para ayudarla a bajar. La morena la acepto y evitó el contacto visual en todo momento. Para Taisho, esto no pasó desapercibido.

—Es muy hermoso aquí —susurró ella, observando fijamente las suaves olas que lamian la arena—. Gracias por… compartirlo conmigo, Inuyasha —lo miró de reojo y le sonrió débilmente.

—Keh —apartó la mirada, observando la espuma blanca. Se sentía algo tonto, porque de la nada comenzó a ponerse nervioso. Kagome no era la primera en conocer de su lugar favorito, obviamente Kikyo lo conocía, incluso Miroku. Pero la compañía de Higurashi era diferente a la de su ex novia o a la de su mejor amigo. Con Kagome el aire se sentía más ligero, más fresco. Sus ojos la buscaron, sonrió de lado al ver cómo Kagome se había quitado los zapatos para pisar la arena. Caminaba algo extraño, pero con gracia. La brisa del mar mecía sus hebras azabaches y su blanca piel parecía brillar por los rayos del sol. Volvió a apartar la mirada al darse cuenta de las estupideces que estaba pensando.

— ¡Mira Inuyasha! —Gritó Kagome, alzando ambos brazos para llamar su atención—. ¡Hay gaviotas muy cerca de aquí! —Higurashi caminó torpemente, alejándose un poco más de él.

Taisho inhaló profundamente y cerró los ojos, queriendo aclarar su mente. Tenía que pensar muy bien cuáles iban a ser sus movimientos de ahora en adelante. Debía ser cuidadoso, sabía que Kagome era híper sensible y que él tenía la lengua demasiado floja. Así que debía medir sus palabras. Exhaló despacio y tomó la dirección por donde había ido Kagome.

La encontró inclinada, mirando entretenidamente a las gaviotas.

—Pareces muy emocionada por un montón de aves —comentó con burla, pero cuidando no usar palabras demasiado fuertes—, ¿nunca habías visto un pájaro en tu vida? —mientras hablaba, se situó a su lado, pero contemplándola más a ella que a las gaviotas.

—En la ciudad sólo ves palomas o gorriones, pero nunca una gaviota así de cerca —extendió su delgado brazo hacia una de las aves, pero rápidamente el animalito se fue volando, ella sonrió tristemente y regresó su brazo—. Pienso que cada animal es único y hermoso —lo miró de reojo— en especial me gusta el plumaje de las aves, tan colorido… —regresó sus ojos chocolates a las otras gaviotas que volaban muy cerca del agua, buscando algún pez.

—No tenía idea de que fueras tan amante de los animales —Inuyasha decidió mirar lo que ella miraba, pero para él no eran tan fascinantes, aunque respetaba el pensamiento de Kagome.

—Yo pienso que todo ser vivo debe es hermoso y debe ser respetado. No me pongo en plan de que no comeré carne ni nada por el estilo, pero no estoy de acuerdo con el maltrato animal… ni ningún maltrato en general —se acomodó un par de mechones negros detrás de su oreja y volteó a ver a Inuyasha directamente—. Después de todo, todas las personas tienen una segunda oportunidad, ¿por qué no los animales también? —le sonrió con toda la bondad que había en su corazón e Inuyasha tuvo que ponerse de pie y caminar lejos, para que ella no pudiese ver el sonrojo que su sonrisa había causado en él.

—Eh… ¿Kagome? —El de cabello plateado aclaró su garganta antes de volver a hablar—, ¿te gustaría nadar un poco?

— ¿Estás de broma? ¿Qué no ves la ropa que traigo puesta? ¡No voy a mojarme Inuyasha!

— ¡Con un no bastaba, tonta!

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— ¿Has pensado qué vas a estudiar, Kagome? —preguntó Inuyasha mientras maniobraba con el volante de la motocicleta, ya que después de pasar un rato en la playa, habían decidido regresar y justo cuando habían ingresado a la ciudad, el trafico los atrapó en medio de las calles principales.

— ¿Eh? Hum… la verdad es que… no estoy segura… nunca lo había pensado… —guardó silencio un momento y después se rio—. Parece que somos parecidos en algo, Inuyasha.

—A mí me gustaría ser más como tú, Kagome —murmuró Inuyasha, sin apartar los ojos del tráfico—, tu familia te apoya en todo y sin importar qué decisión tomes, ellos estarán a tu lado…. Ellos en verdad te aman —su voz se fue apagando conforme decía lo último hasta morir completamente.

—Estoy segura de que tus padres te aman también, Inuyasha… sólo que quieren lo mejor para ti y quizás son más estrictos que los míos… pero eso es porque tenemos diferentes responsabilidades. Aun siendo el hijo menor, tienes muchas responsabilidades del negocio de tu padre sobre tus hombros. Y ellos quieren que estés bien preparado para diversas adversidades, Inuyasha —se mordió el labio inferior, buscando algo más que decir, sentía que estaba teniendo un momento de extraña cercanía con el menor de los Taisho y no quería arruinarlo ni dejar nada sin decir—. Nuestros padres no son para siempre, Inuyasha, ellos quieren que vivamos bien sin ellos, porque no estarán con nosotros toda la vida, no podrán cuidar de nosotros.

—Si, puede ser… quizás tengas razón… —después de aquel seco comentario del de cabellos plateados, un silencio incomodo reino entre ellos.

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La drástica diferencia entre el principio y el fin del pequeño viaje que tuvo con Inuyasha, dejó a Kagome con las energías drenadas. Cuando por fin llegaron al punto donde se habían visto por casualidad, la morena pensó que todo acabaría, pero cuando Inuyasha pasó por ahí sin atisbos de detenerse, su mente comenzó a pensar un sinfín de posibilidades.

"¿Por qué no se detiene? ¿A dónde vamos? ¿Ahora qué está planeando Inuyasha?". Pero su voz era incapaz de hacerse oír entre tanto pensamiento paranoico. Su corazón latía tan fuertemente contra sus costillas que sentía que en cualquier momento el de ojos dorados se voltearía y le preguntaría si ella se encontraba bien.

Pero Inuyasha no volteó en todo el camino. Y los nervios de Kagome sólo aumentaban cuando cruzaban calles lujosas que en su vida había visto.

— ¿A… a dónde me llevas, I-Inuyasha? —preguntó por fin, con su voz tan temblorosa y débil que creyó que Taisho no la había escuchado.

—A tu casa, obviamente, tonta —no fue necesario ver su cara para saber que su sonrisa socarrona estaba presente, en aquellos labios tan malditamente sensuales, de los cuales salían cosas tan estúpidas como hirientes.

— ¿Por qué? —su voz impregnada de la confusión más pura del mundo.

—Porque por mi culpa cambiaste de planes drásticamente y porque me preocupa tu regreso a casa, eres tan torpe y tienes tan mala suerte que si alguien es amable contigo en el transporte público vas a caer rendida a sus pies —una carcajada salió de lo más profundo de su estómago, estremeciendo incluso a Kagome.

La morena se indignó de sobremanera al oír aquello, pero su enojo no duró lo suficiente, ya que la risa de Inuyasha la relajaba…

Maldito Inuyasha, no puedo enojarme contigo cuando te comportas así…

Al final, ella misma se unió a las risotadas del de ojos dorados.

—Ya llegamos, Kagome —dijo Inuyasha, después de unos minutos. Detuvo la motocicleta en la entrada de la residencia Higurashi. Ninguno de los dos se movió por otro par de minutos, no sabiendo qué hacer exactamente.

Higurashi fue la primera en reaccionar, quitando los brazos alrededor de la cintura de Inuyasha, sintiéndose un poco fría. Taisho, por su parte, se bajó del vehículo y ayudo a la chica a bajar de él. En ningún momento hicieron contacto visual.

—Bueno… gracias… por el aventón de regreso a casa… a pesar de lo último que dijiste, fue un lindo gesto Inuyasha, de verdad gracias —se armó de valor y alzó la cabeza, enfrentando esos hermosos ojos dorados, que la miraban intensamente. Sintió un escalofrió recorrerla de pies a la punta de su cabello. ¿Qué demonios…? Quiso decir, pero las palabras estaban atoradas en su garganta.

Inuyasha no dejaba de mirarla, en su mente pasaban mil cosas y ninguna lo ayudaba a decidirse. Cerró los ojos fuertemente, apretó sus manos hasta convertirlas en puños, con los nudillos blancos de la fuerza que ejercía y en un arrebato de locura, los abrió de golpe y se inclinó hacía la morena, que tenía sus ojos achocolatados tan abiertos de la impresión que incluso podían salírsele.

Inuyasha la estaba besando en la frente.

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Si te gustó el capítulo, te agradecería tu review, me encantaría saber tu opinión respecto a la historia.

Muchas buenas vibras a todas y a todos.

Los extrañaba …