DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan (y algunas cosas que no) son de sus respectivos dueños. Algunas partes de la trama, y algunos personajes, son míos, ergo, Made In Rocker Lullaby, o también y más claramente, de Rocker Lullaby.
SINOPSIS
Explicación para quién haya leído "El Héroe Perdido": Cambiaremos a Jason por Harry, sorry. Para quién no, una historia donde Harry y Percy intercambian lugares sin recordar nada. [Muchas partes de la trama son gracias a la insuperable imaginación de Rick Riordan, {solo igualada tal vez por J.K. Rowling}] Cronológicamente está ubicado después de que cada héroe derrotó a su respectivo villano, pero ambientalmente ambos tienen quince años. Oh, y nadie murió en el último de libro de cualquier saga, excepto los villanos.
Add: Pueden leer mi One-Shot "Ante del Intercambio", originalmene estaba hecho para antes de "El Héroe Perdido", pero tembién funciona con esta historia. xD
INTERCAMBIO
Capítulo 1
Llegando al Campamento Mestizo
Annabeth POV
Ayer Rachel había repetido la profecía. Eso y la desaparición de Percy hace tres días nos indicaron que la profecía había comenzado. Yo había llamado una junta con los líderes de las cabañas, para que me ayudaran con ideas para encontrar a Percy. Ayer por la noche tuve un sueño que parecía venir de Hera, que repetía "La respuesta está con el chico de la cicatriz de rayo, debes ir a una búsqueda".
¿El problema? No confiaba en Hera.
En este momento, Silena y Beckendorf se estaban besando. Intensamente. Ugh.
Los Stoll parecían tener como meta del día hacer explotar a Clarisse con nada más que sus voces e ingenios, porque cada que ella entrecerraba un poco más los ojos, las comisuras de sus labios se elevaban en igualdad.
Clovis de Hypnos tenía su cabeza apoyada en la mesa y babeaba. Por desgracia, me recordó a la primera vez que vi a Percy, pues el también babea cuando duerme. Sentí un deje de ternura, y más tarde una tristeza infinita. Una cosa estaba clara, Percy era mil veces más guapo que Clovis.
Michael Yew parecía haber sacado de su padre eso de ser una nulidad en los haikus (lo sabía porque Thalía y Percy me hablaron de él), lo comprobé por que Michael se fue a una esquina de la habitación y leyó a pleno pulmón su cuaderno de haikus.
Lou Ellen, estaba jugando "tengo tu nariz" con Miranda Gardiner de Deméter, salvo que Lou Ellen realmente había desconectado por arte de magia la nariz de Miranda, y Miranda estaba tratando de recuperarla.
El resto solo hablaba entre ellos.
Miré el vacío asiento de Percy, y comprendí que así no íbamos a lograr nada. No lograr nada significaba no volver a ver a Percy. Antes de que pudiera detenerlas, las lágrimas resbalaron por mi rostro.
Rachel, que estaba a mi lado, me abrazó y me tranquilizó. La siguiente en darse cuenta fue Clarisse. Sabía que ella lo entendía hasta cierto punto, pero aún me molestaba que cualquier persona me viera llorar.
Clarisse se agachó y sacó un cuchillo de su bota, hizo su brazo hacia atrás tomando impulso, y luego clavó el cuchillo en la mesa.
—Muy bien, montón de payasos, ¿alguien tiene alguna idea de lo que podría significar la profecía? —preguntó Clarisse, matando dos pájaros de un tiro. Desviando la atención de mi llorera, y yendo al tema.
Todos, asustados, fueron a sus asientos, regresaron narices y despertaron.
Miranda levantó tímidamente la mano. Para ese momento había logrado secarme las lágrimas discretamente.
—Adelante —concedí.
—Bueno, la profecía dice: "Dos grandes héroes cambian de mundos…", hum, ¿Rachel? ¿Podrías repetirla? Recuerdo haber pensado algo al oír la profecía.
Rachel carraspeó y repitió la profecía con voz del espíritu de Delfos. Me entraron escalofríos al oírla.
Dos grandes héroes que cambian de mundos
Algo que los afectará a ambos
Es de menester juntarlos
Para derrotar al malvado
Miranda escribió la profecía en la libreta de Michael Yew, la cual le había arrebatado a su dueño, que ahora se apoyaba en el respaldo con aire enfurruñado.
—Anotado. ¡Ah! Bueno, iba a decir que parece que hay que juntar a los héroes (en la tercera línea) pero en la primera línea dice que hay que cambiarlos. Creo que se refiere que hay que juntar los mundos y no a los héroes. —Todo el tiempo, Miranda estuvo moviendo la nariz al hablar, de tal modo que me recordaba a Hechizada. Esperaba que no fuese un efecto secundario del hechizo de Lou—. No lo sé, ¿quizá podrían ser peligrosos juntos?
—La segunda línea también podría referirse a los mundos o a los héroes —hizo notar Michael, ahora prestando atención, aun con los brazos cruzados, pero apoyado en la mesa.
—No importa, porque si son grandes héroes, su desaparición los afectará tanto a ellos como a sus mundos —declaró Silena.
—Respecto a lo que dijo Miranda, al último, ¿cómo podrían ser peligrosos juntos? Digo, lo primero que me viene a la mente es que quieran fama y no cooperen con el resto —Lou dijo. Creo que notó la mirada asesina que le dirigía al insultar así a mi novio, porque continuó rápidamente—. ¡No creo que Percy sea así! De ser así, en este momento sería un dios, por lo que escuché. Pero no conocemos al otro.
—No creo que sea así —intervino Beckendorf—. Creo que es más como si nos fueran a dar otro Percy. Alguien que vale lo mismo que Percy aquí, en su propio mundo, debió haber hecho algo grande. Sabemos que Percy no hubiera logrado todo lo que hizo si fuese un megalómano[1], hay que confiar en que el otro también.
—¿Cuál otro? —inquirió Travis Stoll.
—Bueno, dijeron «Dos héroes que intercambian mundos» o algo así. Eso significa que si Percy se fue… —dijo Connor Stoll dejando el suspenso.
—…Nos llega a cambio otro Percy —completó Travis, comprendiendo.
—Ayer tuve un sueño —exploté. Todos callaron y me miraron. Los sueños de los semidioses nunca son solo sueños—. Era de Hera –continué un poco más tranquila. Todos alzaron una ceja ante el nombre Hera. Era bien sabido que no nos llevábamos—, "La respuesta está con el chico de la cicatriz de rayo, debes ir a una búsqueda", repetía.
»El chico de la cicatriz debe ser el otro héroe, ¿no?
Me negaba a llamarlo otro Percy. Debía buscar a mi Percy, y cuanto más pronto encontrara al chico de la cicatriz, más pronto encontraría a Percy.
—¿Cuándo parte la próxima búsqueda? —pregunté al tiempo que me levantaba y caminaba a la salida. ¿Has visto esas películas donde la estrella de cine va por ahí con personas a sus lados respondiendo sus preguntas? Me pasó algo así, solo que no me sentía como una estrella de cine.
—Sale en cinco minutos, a las 3:40 hacia Armpit, Nevada, a petición de Gleeson Hedge. —Miranda miraba su reloj.
Yo, llena de adrenalina ante la idea de volver a ver a Percy, sabiendo que cuanto más pronto encontrara al otro más pronto vería a Percy, corrí al carruaje con pegasos. Dentro estaba Butch, hijo de la diosa del arcoíris. En verdad, el aspecto de Butch era algo ridículo, calvo y con un arcoíris en sus bíceps.
—¿Por eso te saltaste la reunión? —pregunté.
—Gleeson llamó y dijo que era urgente. Tiene a uno, Iain Laprarie, pero dice que apareció otro del que no sabía nada. Cree que es un hijo de Hécate, porque parece capaz de manipular la niebla —contestó Butch.
Tenía la sensación de que el supuesto "hijo de Hécate" era el "héroe del otro mundo".
Comenzamos la marcha hasta Armpit, Nevada. A mis espaldas, oí un susurro incoherente proveniente de uno de los hermanos Stoll.
—¿Creen que se refiera a literalmente de otro planeta, o solo con respecto a la información que poseemos?
Rodé los ojos.
Iain POV
Por fin, tenía a Harry Potter arrinconado. Lo había tratado durante días, pero siempre se escabullía. Curiosamente, me caía bien. No me inspiraba hacerle alguna broma o burlarme de él, aunque definitivamente le quedaría el molde.
Harry Potter tenía algo extraño, podía asegurarlo. Había aparecido hace tres días de la nada en mi dormitorio, y después de leer una carta, alegó estar ahí desde hace tres meses, siendo mi compañero de habitación.
Ja. No lo creo.
—Harry —canturreé.
Ahora podía hacerle preguntas. Hubiera sido más fácil leer la carta si él no la hubiera guardado entre su ropa interior. Digo, yo soy entrometido, pero NO voy a mirar en el cajón de su ropa interior.
Él se volvió, asustadizo.
—¿Qué haces aquí, Harry? —El chico tenía un aire de alguien que había visto muchas cosas, alguien poderoso. Pero tímido. Una combinación extraña.
—¿A qué te refieres? —tartamudeó.
Alcé una ceja.
—Amigo, apareciste de la nada hace tres días. Chillaste como una niñita y me despertaste, luego leíste una carta y después juraste y perjuraste que había vivido aquí desde hace tres meses. No sé porque, pero no te creo.
Él entrecerró los ojos, estudiándome, y después de unos minutos me dijo—: Lo único que recuerdo es mi nombre. Lo único que decía la carta era que te tenía que decir lo que te dije.
Ahora yo entrecerré lo ojos.
—¿Puedo leerla? —pregunté tentativamente.
Curiosamente, él dijo que sí.
Caminamos a paso firme pero pausado (algo desesperante por mi TDAH) a través del pasillo, hasta mi… nuestro cuarto. Cuando llegamos, lo vi hurgar en el cajón de su ropa interior para sacar un sobre.
Me lo alargó, pero antes de que lo pudiera coger, la puerta se abrió estrepitosamente.
—Hora de irse —dijo en una voz extremadamente alta el entrenador Hedge—, Laprarie, Potter.
—¿Pero qué diantres le pasa? —pregunté enfadado porque no había podido leer la carta antes de que él llegara.
—Repito: hora de irse —luego, inesperadamente, nos jaló de la parte trasera del cuello de la camiseta y nos empujó al fondo del pasillo, que llevaba a la terraza.
Me retorcí y logré salir de su agarré fácilmente. No es que fuera un gran reto, el tipo debía tener cuando menos cincuenta y pocos años. Harry, por otro lado, estaba sudando mientras se retorcía, aún sin poder soltarse de la tenaza que Hedge tenía por mano.
No es que Harry fuera gordo —más bien era flacucho—, pero no parecía lo que se dice "atlético".
De cualquier manera, seguí a Hedge a la terraza. Tenía curiosidad.
Cuando llegamos hasta arriba, vi…
—¿¡PERO QUE ES ESO!? —grité.
Allá arriba había dos personas, un hombre grande calvo y con un gracioso arcoíris en los bíceps, y una chica rubia de tormentosos ojos grises. Bastó una mirada de esos intensos ojos para callarme.
La chica parecía alguien con quien no te querías meter, y tenía la certeza de que no apreciaría mis bromas. Era guapa, pero demasiado intensa.
Pero lo que me conmocionó fue el carruaje con caballos detrás de ellos. CABALLOS CON ALAS.
Hedge ya había soltado a Harry, quién se echó el cabello hacía atrás, húmedo por el sudor. Él tenía una cicatriz con forma de rayo en la frente, en el lugar que usualmente tapaba su cabello. Genial, ahora tenía un tatuaje y una cicatriz por las cuales burlarme. Demonios.
La chica jadeó al ver la cicatriz.
Annabeth POV
Podía decirte una cosa. El supuesto héroe no tenía apariencia de uno. Lo primero en lo que me fijé fueron los ojos, verdes como esmeraldas. Me estremecí al recordar del color de ojos de Percy, y me fijé en su cabello. Negro, unos tonos más claro que Percy. Cerré los ojos e intente tranquilizarme.
Volví a abrir los ojos y presté atención a los detalles. Era un chico flacucho y piel pálida. De alguna manera, podría también decirse que era guapo. Estaba usando una camisa completamente abotonada y fajada en los jeans. Usaba lentes circulares.
No era un héroe. Por lo menos no en nuestro mundo.
Me acerqué a él sin vacilar y a paso firme, en el camino sacando mi daga de la bota, y cuando llegué allí, lo empujé contra la pared, apoyando la daga en la daga de su cuello.
—¿Cuál es tu mundo y dónde está Percy?
Noté que su mano hacia un movimiento involuntario al bolsillo de su pantalón. Entrecerré los ojos hacia él, y metí mi mano en su bolsillo delantero. Allí dentro había una vara, la saqué. Medía unos treinta centímetros, de color café, pulida. Era solo una vara, pero me pareció bonita.
—¿Y qué es esto? —pregunté.
Escuché al chico tragar saliva, pues le seguía amenazando con la daga.
—No lo sé, antes no estaba ahí —contestó con voz temblorosa.
Me alejé de él con la varita, para ver como reaccionaba. Al principio pareció tener el impulso de ir a conseguirla, pero luego se volvió a su lugar. Se veía confundido. Lo único que se me ocurría que fuera la varita es que fuera un objeto mágico, y que se fuera a convertir en algún arma al toque del chico.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté.
Examiné brevemente al otro chico, suponiendo que era Iain, el chico por el que Gleeson quiso que viniéramos. Era también un poco lindo, al estilo del chico de al lado. Cabello rubio, casi castaño, y ojos color cielo. Y complexión atlética. Realmente, el chico de la cicatriz con Iain parecían lo más lejano que pudimos encontrar juntos.
Harry POV
Una pregunta que podía contestar. Relajé los hombros.
—Harry Potter.
Luego la intensa chica rubia me lanzó la vara que sacó de mi bolsillo. No sabía que hacia allí, o lo que era, pero tenía la sensación de que era importante.
La atrapé como pude, aunque en mis tres días de memoria había podido deducir que yo no tenía grandes reflejos.
La rubia parecía indignada cuando a duras penas atrapé la vara. Pero prestó más atención cuando me vio cogerla con una mano, balancearla hacia adelante, y abrir la boca.
—Esa fue una reacción —murmuró la rubia, aun indignada—. ¿Este es el héroe que reemplazará a Percy? —exclamó al cielo, como si estuviera culpándolo.
Ella regresó a su extraño carruaje, pisoteando el suelo a su camino. Por unos momentos, pareció sopesar la idea de dejarnos aquí, pero luego nos instó—: ¡Suban! ¡Tráelos, Butch!
—Ya la oyeron —dijo el rarito calvo con tatuaje de arcoíris.
—Yo no voy a subir ahí, ¡la chica me va a matar! —me excusé.
—¡Y a mí ni siquiera me miró! —dijo Iain a su vez.
Butch negó con la cabeza.
—Annabeth está bien. Tienes que cortar un poco de holgura. Ella tuvo una visión diciéndole de venir aquí, para buscar un tipo con una cicatriz. Eso se supone sería la respuesta a su problema.
—Ah, ya, ¿Potter? —inquirió Iain.
—¿Yo? —pregunté.
—¿Ves a otro Potter por aquí? —dijo rodando los ojos—. Tienes una cicatriz en la frente.
Me toqué la frente, y efectivamente, allí había una marca sobresaliente, pero podía captar bien su forma.
—¿Qué problema? —le pregunté a Butch.
—Ella ha estado en busca de uno de nuestros campistas, que ha estado ausente tres días —dijo Butch—. Ella va a salirse de su mente por la preocupación. Ella esperaba que él estuviera aquí.
—¿Quién? —pidió Iain, dejando que Butch nos guiara a carruaje.
—Su novio —dijo Butch—. Un tipo llamado Percy Jackson.
Iain y yo subimos a la parte trasera del carruaje, Butch tomó las riendas de los caballos con alas, y Annabeth ajustó un dispositivo de navegación de bronce. El carruaje se sacudió y golpeó, algo que me asustó, porque la parte trasera estaba abierta y no había cinturones de seguridad.
—¿A dónde vamos? —preguntó Iain.
—A un lugar seguro —dijo Annabeth— El único lugar seguro para los niños como nosotros. Al Campamento Mestizo.
—¿Mitad qué y mitad qué? —pregunté cautelosamente.
—Mitad dios y mitad humano. Somos semidioses —respondió Annabeth—. Mi mamá es Atenea, diosa de la sabiduría. Butch aquí es el hijo de Iris, la diosa del arco iris.
Iain se atragantó.
—¿Tú madre es una diosa del arcoíris?
—¿Tienes algún problema con eso? —dijo Butch.
—No, no —dijo Iain—. Arcoíris. Muy machista.
—Butch es nuestro mejor ecuestre —dijo Annabeth—. Él se lleva bien con los pegasos.
—Arco iris, ponis —murmuró Iain.
—Te voy a tirar de este carro —advirtió Butch.
—Semidioses —dije—. ¿Quieres decir que crees que eres... crees que somos?
—Sí —convino Annabeth duramente—, creo que Iain es un semidiós, pero tú no. Tú, Harry Potter, ¿Qué sabes?
—Solo recuerda su nombre —intervino Iain, teniendo piedad de mí—. Siguió las instrucciones de una carta.
—Explícate —exigió ella.
Apresuradamente, Iain siguió la instrucción.
—Él apareció hace tres días, por la noche, gritando, pero luego vio una carta junto a él, la abrió, la leyó, y luego me dijo que solo tuvo una pesadilla, y agregó innecesariamente que había vivido tres meses ahí.
Annabeth asintió como si comprendiera lo que pasaba.
—Alguien confió en que la niebla te encubriría, Harry. ¿Puedo leer la carta? —solicitó.
Asentí y saqué del bolsillo trasero de mi pantalón una carta.
—Es… tan… están… estás en la… acodami… acade… aced… —Soltó un chillido de frustración y me devolvió la carta—. Juro que si no me dices todo lo que estás escrito ahí te perseguiré hasta el de los tiempos, con daga en mano —amenazó.
—¡Tienes dislexia! —acusó Iain.
Annabeth puso los ojos en blanco.
—Todos los semidioses tienen dislexia y TDAH, juntos son un signo casi seguro. La dislexia es porque nuestro cerebro está cableado para leer griego antiguo, no el alfabeto moderno. Las letras flotan fuera de la página al tratar de leerlas. Y el TDAH… eres impulsivo, no logras quedarte quieto en el aula. Son tus reflejos en la batalla. Y los problemas de atención son porque vemos demasiado, no poco. Hace de la tarea de concentrarse algo muy complicado.
»También nos dicen mestizos. —concluyó—. Ahora, Harry, si me hicieras el favor de leer la carta...
—¿Eh? Oh, sí. —Carraspeé—. "Estás en la academia Wilderness, debes decir que llevas tres meses allí hasta que alguien te vaya a buscar. Haz lo que te digo, cumple tu tarea, y te devolveré tus recuerdos. Firma un amigo". ¿Amigo significa que es un hombre?
—No es seguro. Es importante. Es lo único que se saca de esa carta, Harry. Bueno, ya llegamos. Aterrizaremos en el Campamento Mestizo. Por favor, si quieren vivir, no salgan de territorio del campamento, pues los monstruos emboscarán contra ustedes en el segundo en el que lo hagan. Aunque no sé sobre ti, Harry. Pero para ti, Iain, es seguro.
Aterrizamos junto a un lago con canoas, el agua era cristalina, y por curioso que suene, pude ver chicas en el fondo del lago, sonriendo y saludando. Incliné la cabeza, confundido, y devolví el saludo vagamente.
Butch fue el primero en bajar, ya bien plantado en el piso, le tendió la mano a Annabeth, para ayudarla a bajar. Annabeth cogió su mano y luego saltó, ya abajo, Butch se fue a lo que parecían ser los establos, llevando consigo a los pegasos.
Muchos chicos y chicas, que iba de edades entre doce y veinte años, nos rodearon. Todos preguntaban a Annabeth por Percy.
—Percy no estaba ahí. —La multitud dejó de hablar en voz alta, pero comenzaron los murmullos. Luego ella se volvió a nosotros—. Bienvenidos al Campamento Mestizo.
[1] Megalómano: Quien padece delirios de grandeza.
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