Disclaimer: Aunque a veces me presten a Sesshomaru, ni él ni Inuyasha son de mi autoria, sino de Rumiko Takahashi.

N/A: Hello! Muchas gracias por los reviews, favoritos y follow, no saben toda la motivación que eso representa para mi! Espero compensarlos y que les guste el Cap :)


"Ella era frágil para amar, fuerte para proteger y ambos para permanecer a su lado"

Capitulo IV

Todo se quedó en silencio.

Lo único audible eran las respiraciones de una sacerdotisa que miraba atónita al nieto de Inu no Taisho, sin saber que decir, sin saber que pensar. Y la de un mitad demonio que permanecía inalterable frente a Kagome.

"—Si, Sesshōmaru es mi padre. —"

En sus oídos, la sacerdotisa podía sentir los acelerados latidos de su corazón.

"¿Cómo es que no me di cuenta antes? Aunque al principio me pareció que tenía un cierto parecido con Inuyasha es ahora que me doy cuenta que a quien realmente se parece es a Sesshōmaru. Son idénticos"

Se reprochó a sí misma sin quitarle la vista de encima a Shirōu.

"De verdad, ¿Cómo puedo ser tan distraída?"

Quizá los ojos felinos eran más grandes que los del medio hermano de Inuyasha, pero era esa misma mirada gélida de oro derretido. Tal vez sus rasgos lucían mucho menos maduros, pero ese rostro delicado que no dejaba de ser masculino no podía compararse a nadie además del hijo mayor de Inu no Taisho.

— ¿Piensas permanecer así mucho más? — él, irguiéndose, preguntó. — No tengo todo tu tiempo. Como te lo he dicho ya, esta es una carrera contrarreloj en la que aparentemente llevo desventaja.

Ella entonces reaccionó violentamente dando un salto en su lugar para salir de su asombro, parpadeó velozmente tratando de alejar sus curiosos ojos castaños del híbrido, y se obligó a comportarse como si nada de lo dicho cambiara algo.

Hijo de su cuñado o no, Shirōu y sus parentescos no eran lo realmente relevante ahí. Si no el hecho de que volvían a estar bajo una amenaza desconocida y letal.

— Descuida, no vamos a permitir que nada de eso vuelva a suceder. — prometió dulcemente, con determinación.

Él la fulminó con ojos furibundos.

— Masacraron a la versión más fuerte de cada uno de ustedes, varios años en el futuro y aún así consideras que tienen lo suficiente para vencer en este tiempo...?—Frio y casi con aires de burla habló.

Kagome frunció el ceño.

—Inuyasha se ha vuelto muy fuerte entrenando al lado de Tessaiga, además no creo que Sesshōmaru se oponga a pelear una vez más con nosotros, ya sabes, ahora que él tiene a Bakusaiga dudo que algún oponente le resulte difícil. Y aunque sé que mis poderes no son los más capaces, estoy dispuesta a luchar cuantas veces sea necesario.

Él negó lentamente con la cabeza.

—Estas siendo idiota, Madre… ¡Es decir M-miko! — se corrigió casi de inmediato, después de un sonrojo inminente y un par de tartamudeos que desencajaban en su parsimonia habitual.

— ¿Eh, Me llamaste…mamá? — Se apuntó a sí misma con un dedo tembloroso y el semblante descompuesto por el desconcierto, ligeramente ruborizada. Una bizarra escena de ella, el hermano de su amado Inuyasha y un Shirōu de proporciones pequeñas en medio de ambos le llenó la cabeza cuando el joven le otorgo el título descabellado.

—Tch. — chasqueó la lengua él, y mentalmente se reprendió: "Si continúo cometiendo estupideces seré yo mismo quien impida nuestro nacimiento y no esos imbéciles"

Luego de un interminable segundo de silencio durante el cual ambos evitaron el contacto entre sus miradas a toda costa, él se aclaró la garganta y volvió a hablar:

—El parecido que guardas con mi madre es más del que deberías. Es todo. — su voz nerviosa, forzándose a sonar igual de inalterable que antes.

— ¿Ah, tú crees? Yo dudo mucho ser similar a algún tipo de mujer que le guste a Sesshōmaru, je je je. — Ella comentó levantando la vista para mirar divertida a su sobrino.

—Hn. — Aparentemente la pequeña broma no le hizo gracia, porque él joven frunció las cejas disgustado.

Pero ella ignoró esto último.

—Aunque ahora que lo dices, ¿Cómo es que Sesshōmaru acabó formando una familia?

Kagome recordó todo lo que era el medio hermano de Inuyasha: Frio, circunspecto, casi siempre indiferente. Además del enojo y el desdén que usaba cuando se enfrentaba a alguien, la sacerdotisa remotamente le conocía otra emoción.

— ¿Realmente necesitas una explicación? — Tajante respondió, comenzando a avanzar a través del sendero boscoso, dejando a Kagome rezagada.

—Es que él es tan…Frío. — La mujer mencionó, no muy segura de a quien estaba refiriéndose: Si a Sesshōmaru o a su primogénito.

Este último se detuvo un instante, giró el rostro y mirando por sobre su hombro a la sacerdotisa, añadió:

—Él sólo encontró a alguien que le dio calor. —murmuró con indistinguible tristeza, perdiéndose en sus palabras y reanudó su andar.

Kagome sonrió conmovida. Aceleró el paso para alcanzarle.

—Supongo que ella debió ser la mujer más hermosa de todas, ¿Verdad?

Si Sesshōmaru proyectaba algo, además de frivolidad, era perfección. Y cualquiera con ojos podría decirlo. Sus técnicas de batalla eran excelentes, todo movimiento que realizaba y palabra que pronunciaba parecían seguir un guion pre- escrito. Su vestimenta siempre estaba alineada y de un blanco pulcro. Su cabello siempre lucía estúpidamente perfecto y sus facciones severas, difícilmente se movían con gestos o emociones que pudieran deformarlas.

Por razones obvias, sería difícil imaginar a alguien como Sesshōmaru con cualquier mujer; y Kagome pensó que la pareja de este, sería una Inu- Youkai de exquisitas facciones, delicado andar y ascendencia poderosa; Trato de imaginar la apariencia de la madre de Shirōu, pero a su mente sólo llego un Sesshōmaru con pechos y cabello negro.

Traumático.

Kagome dudaba que tuviera algún parecido con aquella mujer.

—Ella era perfecta. — aseguró el muchacho, mirándola más fijamente de lo que a la chica le gustó.

Entonces una brisa ligera, movida por un viento casi cálido les salpico a ambos el rostro juguetonamente. Por entre las hojas verdes de los árboles, un rayo de sol iluminó el rostro de la sacerdotisa y le arrancó destellos iridiscentes a su cabellera azabache.

Una sensación extraña abrazó su cuerpo desde dentro y por un brevísimo instante, su corazón latió diferente. Como si despertase de un sueño largo y viera todos los colores de la naturaleza por primera vez en mucho tiempo. Como si regresara del lugar donde esperaba, como si respirara nuevamente luego de contener el aire bajo el agua.

"Shirōumaru" Una voz maternal acarició el nombre en su mente. Y lo reconoció: a su pequeño niño con cabecita de noche.

— ¿Shirōumaru…? — Musitó Kagome apenas audiblemente. Confundida por la voz ajena que de pronto invadió su interior.

Él la miro extrañado con una ceja levemente arqueada. ¿En qué momento había encontrado el espacio para decirle su nombre completo, y que este era en realidad un homenaje a su padre?

Ella lucía como si estuviese en un limbo entre dos mundos. Entre pasado y futuro. Parcialmente perdida y casi por absoluto rencontrada.

—¿Si? — Se limitó a decir, confundido.

La voz del aludido la despertó. Brincó suavemente en su lugar y sacudió la cabeza, sorprendida.

—Huh…— "Bien, exactamente ¿Qué acaba de suceder?" — Deberíamos volver.

Dijo de improviso cuando volvió en sí, levemente mareada.

El asintió.

—Ya me he ausentado lo suficiente de Rin. Debemos mantenerla protegida; Es a ella a quien buscan.

El peso de sus palabras terminó de atarle los pies nuevamente a la tierra: Rin, el extraño llegado del futuro y la amenaza que los perseguía a todos.

—¿Quiénes, ¿qué es lo que podrían querer de Rin?

Había estado tan abrumada con todo, que realmente no había pensado en la relación que tenían el muchacho pelinegro y la protegida de Sesshōmaru. No había mencionado su nombre en el escabroso relato, y aquello era ligeramente tranquilizante. Por otra parte, acababa de soltarle que toda esa maldad estaba ahí únicamente con la intención de llevarse a la niña.

Ella se mordió el labio, pensativa.

—Dime que relación tienes con Rin. ¿Qué paso con ella en tu época?

Pensó en la chiquilla, mientras escaneaba con la mirada a Shirōu.

¿Se parecían? A decir verdad, sí. El flequillo de ambos tenía el mismo estilo alborotado por sobre la coronilla, difiriendo solo entre un tono negro azulado y un castaño puro.

"Si, ahora veo todo con claridad; La manera en la que mira a Rin, y también su afán por protegerla, es porque probablemente ella continuó bajo cuidado de Sesshōmaru y Shirōu se encariño con ella de alguna manera al ser hijo de este, a menos que…

De repente se puso roja.

Sacudió la cabeza para alejar los malos pensamientos.

"No, no hay manera en que Rin sea la futura madre de Shirōu, porque entonces él tendría que ser un Hanyō al igual que Inuyasha, no, entonces solo tuve esa ligera impresión, ¡Aay, en que estoy pensando! Sesshōmaru es demasiado grande para ella, sería como pedofilia o algo parecido… "

—Incluso si te lo dijera, no lo entenderías. ¿Qué sentido tiene desgastar mis palabras? — Cortante respondió. Por supuesto él debía evadir el tema. Podría imaginarse ya el hilo que tomaría la conversación si revelaba la historia de Rin también.

Ella le envió una mirada hostil al muchacho por su comportamiento.

"Agh, que arrogante. No me queda duda que es hijo de Sesshōmaru"

Luego se puso las manos sobre la cadera y se detuvo en seco. Él también paró.

—Ponme a prueba. — Le desafió, levantando la barbilla.

Shirōu suspiró. Sabía que su obstinada, terca madre difícilmente se resignaría con una respuesta tan vaga, pero tenía que intentarlo.

Maldijo por lo bajo. Sabía que si decía demasiado, arruinaria la esperanza de que las cosas se corrigieran, pero si decía lo necesario por otra parte...

—Huh, Rin es... parte de mi familia.

Kagome asimiló la información.

"No hay forma en la que estén relacionados por sangre. Lo dirá en sentido figurado, así como yo considero a Sango o a Shippō parte de mi familia"

—¿Qué pasó con ella en tu futuro, también fue…?

El simple pensamiento lo horrorizó. Kagome lo vio tensarse.

—Si murieron tantos fue para protegerla a ella. Y si ella está viva, es porque la envié a esta época cuando era más pequeña.

La sacerdotisa jadeó.

—¿Cómo…?

"Rin viene del futuro"

—De la misma forma en que tú lo haces. A través del pozo devora-huesos.

"Rin puede viajar en el tiempo"

—No entiendo lo que sucede. Si ella viene de tú época ¿Qué relación tienen ustedes dos?

Él miro al cielo, como pidiendo ayuda para escoger las palabras correctas. Suspiró apesumbradamente, sacando con lentitud el aire.

—Rin es mi hermana. ¿No es obvio?

Kagome sintió que podría atragantarse con el aire que acababa de inhalar, impactada. Su mirada se abrió excesivamente, por tercera o quinta vez en el día, no sabría decirlo con exactitud.

"Rin es hija de Sesshōmaru…?"

—Eso no es posible…Rin no es un Yokai. — Extranguladamente dijo.

Él puso los ojos en blanco.

—Yo tampoco lo soy. Mírame bien.

La aludida lo escaneó con la mirada detenidamente de nuevo. Lo primero que saltaba a la vista era su cabello. Después, los extraños relieves blancos que estaban donde su padre tenía las líneas rojas de Yokai.

—Tus marcas son distintas a las de Sesshōmaru. — atinó a decir. — Tu cabello no es platinado como el de tu padre o el de Inuyasha. Pero si Rin y tú no son Yokai, ¿Entonces…?

—Mi madre es…era, de una especie distinta. Ella y mi padre no eran muy compatibles en más de un sentido. Y como resultado su descendencia tampoco lo fue.

Se encogió de hombros.

Ella todavía sin poder controlar su asombro, continuó:

—No eres un hanyō, y Rin tampoco.

Por donde quiera que se le mirase, la niña era humana.

—La anciana Kaede nos llamaba Semi- Yokai, pero esa palabra suena más acertada en mí. Eso es lo que soy: Un monstruo defectuoso. Rin en cambio, es un punto de equilibrio perfecto entre los demonios y el mundo espiritual. Si ella luce humana es porque nuestra madre puso un sello en su herencia Yokai para ocultarla de aquellos que la quieren. Si la encuentran…si la controlan a ella, controlan ambos mundos.

"El mundo espiritual. La tierra a la que sólo entran los monjes y las sacerdotisas; Aquellos que tienen contacto con Dios" Reflexionó ella.

"Mi madre puso un sello en su herencia Yokai"

"Una sacerdotisa" Su mente recalcó, escandalizada. "Solamente las sacerdotisas pueden sellar demonios"

El hombre no había mencionado a Kagome en su relato, pero a su madre sí. Podría deberse a que la incluyó en la lista de muertos o bien a que su madre y ella eran la misma persona.

Sus ojos no pudieron apartarse de la cabellera negra del joven del futuro ni de la forma de sus ojos. Tampoco pudo quitarse de la cabeza el mero hecho de que él y Rin podían viajar a través del pozo y el tiempo.

Se estremeció con rumbo que estaban tomando sus pensamientos.

—Cuando hablas de ellos, ¿A quiénes te refieres Shirōu…a quienes nos estamos enfrentando?

— Ojalá lo supiera, Miko. Eh peleado contra mil demonios de caras familiares y mil más que desconozco. Sólo sé que obedecen ordenes de alguien con mucho más poder. Alguien que considera a mi padre indigno por…bueno, por hacer lo que hizo.

Sonrió apenas perceptiblemente con amargo humor.

Kagome tenía miedo de seguir preguntando, y aún más de escuchar las respuestas. Sin embargo, lo hizo:

—¿Qué fue lo que Sesshōmaru hizo?

La miró fijamente con insistencia incomoda. No despegó la vista dorada de sus ojos marrones, como si pudiera ver algo o a alguien que ella aún no veía.

—Se enamoró de una humana.

Kagome sintió como si un balde de agua fría se deslizara por su columna.

—A Sesshōmaru no le gustan los humanos— alcanzó a musitar con voz ahogada, aferrándose a esa leve esperanza que descartaba sus teorías absurdas.

—Ciertamente, y tampoco al resto de los Yokai. Meterse con una humana y tener hijos con ella fue visto como un símbolo de debilidad por muchos, probablemente incluso por él mismo.

Con la boca seca, ella trago dificultosamente. Escogiendo con cuidado las palabras para preguntar lo que quería escuchar directamente: ¿Era ella, en un universo alterno e imposible, la mujer con la que Sesshōmaru había tenido dos hijos? ¿Era ella la madre por la que el muchacho agotado que tenía enfrente se lamentaba?

—¿Cuál era su nombre…el de tu mamá?

Se sentía tonta simplemente de pensarlo, pero todo apuntaba a que su deducción era acertada.

Él rio sin ganas por un breve instante. Luego le hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al tema.

—No pienses más en eso. Ella ya no está. — Se giró sobre sus talones y caminó de nuevo con parsimonia. Dejándola atrás, más confundida que al principio, pero esta vez, con temor de seguir escuchando las respuestas. — Vamos. Tomaremos el camino más corto.

Lo siguió en silencio, reflexionando en todo lo que le había dicho él.

Y si sus suposiciones eran ciertas, si en un futuro distorsionado ella y Sesshōmaru habían tenido dos hijos… ¿Qué haría en el presente? ¿Qué no haría? Y ¿Qué consecuencias tendría para Rin y el muchacho sus decisiones?

Si no eran engendrados en el tiempo presente… ¿Desaparecerían para siempre de ese mundo? Si así fuera, ¿Kagome podría cargar con el peso en su conciencia de ser responsable de ello?

Y por el otro lado, aún si ella decidiera ayudarlos ¿Qué se suponía que haría? ¿Traicionar a su amado Inuyasha, con el medio hermano de este? Y Sesshōmaru ¿Cómo reaccionaría si lo supiese? ¿Qué le diría si ella le contara? ¿Debía decirle siquiera?

"Hola, Sesshōmaru! Eh, verás…tenemos dos hijos. Bueno, no todavía en realidad, pero los tendremos en el futuro! Una de ellos es Rin, por cierto. Y debemos ayudarlos, creo, a nacer y a evitar que nos masacren a todos así que…huh, ¿Qué dices, te gustaría ir a cenar primero?"

Sacudió la cabeza.

"¡Pero en que estoy pensando! Todo esto está afectándome demasiado, me estoy adelantando mucho. Ni siquiera sé si cuando habla de su madre se está refiriendo en realidad a mí. Ugh. Debo concéntrame en la situación actual: Corremos peligro. Hay marionetas de gente poderosa asechándonos "

Se concentró en el paisaje que la rodeaba y reparó en que habían estado conversando en un hermoso claro que ella visitó varios años atrás, cuando llegó a la época antigua por primera vez. Estaba rodeado por robles frondosos y cubierto en su totalidad de las flores silvestres más bellas, como si alguien hubiese diseñado aquel espacio con la única finalidad de hacerle a los visitantes sentir paz.

Un lago de aguas azuladas movía sus reflejos en la superficie con ondulaciones provocadas por el viento y los pequeños peces coloridos que contenía.

Respiró profundo, dejándose envolver por el aura de tranquilidad que la zona emitía. Debía controlar sus pensamientos, por su propio bien.

—Es un lugar muy hermoso, ¿No lo crees, Shirōu-kun? — Dijo tratando de amenizar el tenso ambiente.

Él no la miró, pero lo vio asentir.

—Lo es.

No era la primera vez que él estaba ahí, y si había decidido llevarla a ese punto alejado de la aldea, era en primera instancia porque los sonidos parecían suavizarse. Nadie escucharía. Y en segundo lugar porque era estúpidamente nostálgico y patético.

Su mente viajó a un invierno blanco, cuando aún era un niño. Cuando su madre y él vivieron en la aldea, alejados de Sesshōmaru y de su aversión al engendro de una humana y suyo.

Kagome y su pequeño hijo, cubiertos en telas gruesas que les resguardaban del frio, caminaron largo rato entre los pasajes irregulares cubiertos de nieve. Ella sujetaba su mano y lideraba el camino, él la miraba extrañado, apresurando su andar para seguirle el paso. Ambos en silencio.

Mamá ¿A dónde vamos?

Justo aquí. — dio dos pasos largos para pasar un borde de tierra y luego haló las manitas infantiles para ayudarlo a hacer lo propio. Frente a ellos, un amplio claro en medio del bosque, con un lago congelado. — Bien! ¿Qué te parece?

Él levanto las cejas.

Eh… ¿Blanco?

Muy hermoso, ¿No lo crees? Este es mi lugar favorito. Lo descubrí por accidente la primera vez que llegué al Sengoku. Quería mostrártelo. Siempre que estoy triste o preocupada me gusta venir aquí a pensar. Quizás podría ser un lugar especial para ti también.

Hn. Yo nunca me pongo triste. — el chiquillo frunció el ceño y se cruzó de brazos, dándole la espalda a su madre, ofendido.

Ella miró al niño, afligida. Su cabellera azabache tenía pequeños copos de nieve esparcidos y el blanco de su abrigo parecía hacerle la mirada dorada de un tono más frio.

Suspiró, y se sentó sobre sus rodillas para quedar a su altura. Poniéndole amorosamente una mano sobre el flequillo despeinado, habló:

Inuyasha me dijo que te preocupaste mucho cuando no regresé anoche.

Él pareció sobresaltarse y la miró con unos ojos bien abiertos que casi al instante, se entrecerraron a la par que hacía de nueva cuenta un tierno puchero de molestia.

Hanyō chismoso! — Acusó con voz infantil.

Shirōu…

Le sujetó el rostro con ambas manos para obligarlo a mirarle y lo escucho gruñir quedamente.

¡Pensé que habías muerto! — por fin estalló ante la insistencia de su madre y por toda la angustia que, en efecto, había atravesado la noche antes. Sus ojos se llenaron de agua. — Hubo una tormenta y-…Tú no puedes morirte, mamá.

Si, Inuyasha le había dicho que el niño histérico y al borde del llanto, casi escapa de la aldea en medio de la tormenta de nieve en el afán de encontrar a una Miko que sencillamente había decidido quedarse en la villa vecina a donde había asistido a un enfermo, mientras pasaba la tormenta.

No sería la primera vez. Ella demoraba en alguna de sus labores más de lo prometido, y su hijo entraba en pánico casi en todas las ocasiones.

Habría sido su culpa. Aterrorizada por las varias veces que alguien trató de herir a su hijo, y a ella, en su afán iluso de amenazar a Sesshōmaru con ello, Kagome le enseñó a Shirou desde muy pequeño que existían peligros por doquier para que se mantuviera alerta en todo momento.

También lo había acostumbrado a permanecer a su lado tanto tiempo como a ella le era posible. Lógicamente en cuanto sus responsabilidades de sacerdotisa de la aldea comenzaron a aumentar, el pequeño sintió abruptamente su ausencia.

Había hecho mal. Sobre todo dado el hecho de que la naturaleza de ambos era completamente distinta y era inevitable que en algún momento ella ya no estuviera.

Shirōumaru…soy humana. Un día, incluso si yo no lo deseo, tendré que irme.

Él la miró horrorizado.

Pero, voy a quedarme sólo cuando ya no estés…— Sollozó.

Ella negó, con una sonrisa dulce en los labios juntó su frente con la del niño sin dejar de acariciarle el cabello.

No, incluso si no puedes verme siempre estaré ahí. En la brisa ligera, y en el viento cálido de verano. Por entre las hojas verdes de los árboles con los rayos cálidos del sol. Cuando te sientas solo mira a tu alrededor Shirou, ahí vas a encontrarme, cuidando de ti.

A la distancia, donde no podía ser percibido, estaba Sesshōmaru de pie sobre la copa de un árbol alto. Observando sin ser visto, la escena de la mujer pelinegra de rodillas en la nieve, envolviendo con sus brazos al hibrido que parió.


Cuando casi hubiesen llegado a la aldea, Inuyasha saltó delante de ellos de pronto, sobresaltándolos.

Los había estado siguiendo a una distancia considerable para no ser detectado, desafortunadamente esto también le impedía escuchar con claridad la conversación.

—¡I-Inuyasha! ¿Estuviste escuchando todo este tiempo? — Ella inquirió con sutil pavor.

Él lo había intentado al menos, pero no paso mucho tiempo antes de que una esencia putrefacta le hiciera pedazos el sentido del olfato y le erizara los vellos de la nuca al darse cuenta que este empezaba a acercarse a la aldea. Cuando llegó allá, sin embargo , la energía desapareció como si lo hubiese sentido venir y huido de él. Momentos más tardes la sintió nuevamente, casi imperceptible a la distancia.

—Bah, sólo iba a asegurarme que estuvieras a salvo, Kagome. Por alguna razón no confío en este tipo.

—¿Dejaste a Rin sola, imbécil? — Irrumpió de pronto el peli negro. Inuyasha lo ignoró.

—Esa cosa que venias persiguiendo ha estado merodeando por aquí. Será mejor que me digas de una vez a que nos estamos enfrentando.

El aludido palideció. Kagome también.

—¿Y Rin…?

—Keh, ¿Por qué te importa tanto la protegida de Sesshōmaru? Ella está bien.

Él pareció relajarse y recupero su semblante inexpresivo.

Kagome suspiró aliviada por lo bajo.

—Miroku y Sango también sintieron esa energía. Rodearemos la zona para ver en donde se encuentra y atacaremos primero. — Golpeó su palma con un puño cerrado, decidido. — No le daremos tiempo de reaccionar y terminaremos con esa cosa repulsiva antes de que cause algún daño!

—Sólo vas a conseguir que nos maten a todos más rápido, Inuyasha.

—Si no hacemos algo nos van a matar de todas formas, es una energía fuera de lo común, ni siquiera Naraku tenía ese poder.

Shirōu quería protestar, pero sabía que no serviría de nada. Además, ya comenzaba a sentirse desfallecer con esa fiebre interna que le dejaba noqueado cada vez que excedía el uso de su lado yokai.

Cerró los ojos, esforzándose en mantener el equilibrio.

"Bien, como sea. No es probable que haya un enfrentamiento pronto. Esas cosas necesitarán obtener energía de alguna parte antes de intentar atacar…"

—Huh… ¿Shirōumaru, te encuentras bien? — Kagome preguntó.

Inuyasha se sorprendió brevemente, antes de poner un semblante entre pensativo e inquisidor.

—¿Ah? Con que ese es tu nombre. Y aseguras que vienes del futuro. Vaya, no me salgas con que tú eres hijo de Sesshōmaru…?

El aludido abrió los ojos asombrado por el poder de deducción que el hermano de su padre tenía.

Kagome sintió que se atragantaba con su propio aire y emitió un chillido extraño.

—Hahaha ¿Por qué piensas eso Inuyasha? — Rió nerviosamente y agitó, quizás demasiado, sus manos frente a este en un intento miserable de restarle importancia al asunto y distraer su mirada del hijo de Sesshōmaru.

—Kagome que distraída eres. ¿No te das cuenta de que los dos tienen la misma cara de frustración? Hmm. Lo que me es extraño es el color de su cabello. Y esas marcas raras que tiene en la cara. Oye ¿Qué clase de Yokai eres tú?

Shirōu tenía un semblante ligeramente ofendido, pero sus malestares no le permitirían hacer más que esperar lo mejor de la situación.

—Dejo a tu criterio que tanta información deseas compartirle, Miko. — Y se alejó, casi trastabillando, hacía donde percibía el aroma de Rin.

—¡Oye tú! ¿A dónde crees que vas? — el Hanyō exclamó, siendo ignorado.

"Ahh! ¿Cómo se atreve a dejarme aquí de esa forma? Ay no, ahora que le voy a decir a Inuyasha" Pensó ella congelada en su sitio, mirando como el hibrido agitaba un puño al aire mientras le gritaba a su sobrino.

—¿Qué tanto te dijo ese sujeto, Kagome? ¿Es cierto entonces, viene del futuro? ¿Es hijo de Sesshomaru? Se parecen bastante.

Lo miró en silencio por un instante tratando de seleccionar las palabras adecuadas. Tratando de dividir en inicio, desarrollo y final la historia del muchacho, ocultando claro, los detalles que podrían ser perjudiciales.

Falló. En su mente simplemente no había manera correcta de decir que sí, el recién llegado venía del futuro y era de hecho hijo del mayor de los descendientes de Inu no Taisho, sin mencionar además que era hermano de Rin, que por cierto no era humana y que, cabía mencionar, existía la probabilidad, descabellada, imposible y carente de sentido de que ella fuese la madre.

Tragó saliva audiblemente y su mirada reflejó destellos de culpa y…disculpa.

—Lo lamento Inuyasha, no siento que me corresponda contarte. Pero descuida, podemos confiar en él. Shirōu vino aquí para proteger a Rin y advertirnos a todos sobre el peligro que corremos.

"Ya veo, así que ese sujeto en verdad planea quedarse por aquí" Reflexionó el muchacho de cabellos blancos.

—Keh, puedes contarme cuando regresemos. Iré a investigar por mi cuenta de que se trata todo esto.

El viento sopló frío y movió un mechón alborotado de la blanca cabellera de Inuyasha. Levantó una ceja despeinada y su orejita izquierda se sacudió.

Él era infinitamente impulsivo, con casi nada de tacto y poco romántico. Sin embargo, Kagome lo amaba y lo había hecho quizá desde las primeras veces que compartieron aventuras en el Sengoku.

Tomó sus manos. Lo miró con brillantes, amorosos ojos.

—Te quiero, Inuyasha.

Él se ruborizo por lo inesperado del comentario.

—Huh…eh, yo también. — Desviando la mirada, respondió.

La sacerdotisa sonrió nuevamente y soltó las manos del hombre.

—Yo también pude percibir esa energía maligna…por favor ten cuidado.

Asintió energético.

—¡Y tú! —Exclamó, y se adentró en el bosque dando saltos largos, con la espada en la mano.

Kagome continuó su camino. Cuando llegó a la residencia de Kaede, donde Rin y ella también vivían, el crepúsculo ya estaba desapareciendo del cielo para dejarle paso al negro intenso de la noche. Shirōu no se veía por ningún lado.

Encontró a la anciana sacerdotisa en la entrada de la casa.

—Huh, abuela Kaede, ¿Saldrá a algún lado?

La mujer mayor dio un asentimiento.

—Algo muy extraño sucedió, eh tenido a cuatro madres llorando por sus hijos que han caído terriblemente enfermos esta misma tarde.

—¿Enfermos, que sucede con ellos?

—Fiebre. Náuseas y vómitos extremos. Se deterioran rápidamente, mucho temo que no se trata de una pandemia común.

La vio guardar cosas en un saquillo que después anudó y se echó al hombro.

"Qué terrible, espero que no se trate de algo grave." Pensó, mientras recordaba la imagen de los chiquillos que jugaban con Rin por la mañana.

Advirtiendo la ausencia de la chispeante niña al lado de Kaede, Kagome preguntó:

—Huh, ¿Y Rin?

—Ya se encuentra durmiendo. Estaba muy ansiosa por alguna razón que no quiso contarme. Para ayudarle a relajarse le he preparado té de lavanda.

—Ah, ya veo. — Con voz pensativa musitó la muchacha. Consciente de que ella si conocía, o se imaginaba al menos, la razón de su ansiedad.

—Si la niña se inquieta haz que beba un poco más de té. Eso la ayudará a conciliar el sueño nuevamente.

Asintió distraidamente en respuesta a la petición.

—Dejo en tus manos cualquier eventualidad que pudiera presentarse. Volveré antes del amanecer.

—Sí, anciana Kaede.

Y esta se marchó abriéndose paso por debajo de la cortinilla de madera, dejándola vibrando en su lugar por breves instantes.

Kagome giró el rostro hacía Rin que dormía profundamente en un futón rojo cerca de la ventana. "Rin no puede recordar a su familia, y Shirōu asegura ser su hermano y también hijo de Sesshōmaru. Si todo es verdad...¿Qué es lo que va a suceder ahora con ella?"

Suspiró.

Cansinamente y con semblante ausente,Kagome se deshizo de la parte exterior de sus ropajes de sacerdotisa, quedando cubierta únicamente en el vestidillo ligero de tela blanca que usaba para dormir. Con movimientos mecánicos, se metió dentro de su propio futón, al otro extremo del suelo , y se quedó mirando al techo largo rato.

A pesar de que se sentía física y emocionalmente exhausta no podía dormir. Su mente era un remolino de pensamientos y teóricas referidas a todo lo que el extraño Shirōumaru le había contado.

Se giró sobre sí misma para acomodarse de lado sobre sus costillas y tratar de conciliar el sueño. Se volteó boca abajo. Se cubrió hasta la cabeza con las mantas. Cambió de posición mil veces y falló miserablemente en entregarse a Morfeo.

Envidiaba a la niña, que dormía pacíficamente. Estuvo brevemente tentada a tomar también el dichoso té de lavanda.

Sí, Sesshōmaru es mi padre. —

Rin es mi hermana. ¿No es obvio?

Se enamoró de una humana.

"Lo negro de sus cabellos, la forma de sus ojos. El rostro familiar de Rin. Ambos vienen del futuro, son hijos de Sesshōmaru y su madre es una sacerdotisa humana."

Agobiada por sus pensamientos, decidió concentrarse en el exterior, en escuchar la fauna del bosque con sus cantares nocturnos. Al viento suave meciendo los árboles. Y también en la calmada respiración de Rin.

Colocó una mano sobre su pecho, a la altura del corazón y permitió que la cadencia rítmica de este la arrullara. Al cabo de interminables minutos, Kagome al fin se durmió.

Mientras estaba envuelta en las pacificas tinieblas del sueño, un golpeteo constante le hizo abrir los ojos.

—¿Huh? — Tallando sus ojos perezosamente se sentó con torpeza, aún adormilada, y miró a su alrededor para localizar el origen del molesto sonido.

Ahogó un grito con el que casi se le sale el alma cuando encontró frente a si, un colosal espejo que no parecía tener principio ni final.

—Estoy soñando. — Reconoció en voz alta, pero su reflejo frente a ella, no movió los labios también.

En su lugar, continuó observándola fijamente con una dulce sonrisa melancólica y una mirada extraña que reflejaba más años de los que Kagome tenía.

Curiosa, se acercó al misterioso espejo y cuando estuvo frente a él, colocó una mano sobre el cristal. Su reflejó no se inmutó hasta que breves instantes después, la imitó, sobresaltándola en su lugar con un jadeo asustado.

—No temas, Kagome. — Le dijo su propia voz, del otro lado.

—¿Quién eres tú? — Lucia y hablaba exactamente como ella, pero distinto. Sus ojos tenían una luz diferente. Su voz se escuchaba melancólica, "Casi como la de Kikyo" Recordó.

—Ah, podría decirse que somos la misma persona; o lo seremos algún día.

—¿Qué…—Se quedó sin voz, luchando por hacer la pregunta decisiva. — ¿Qué es lo que esperas de mí?

—Que entiendas…—Y la mano pálida de su reflejo atravesó el cristal. En un movimiento rápido y firme entrelazó sus dedos con los de la Kagome del presente y la haló hacía sí.

Soltó un chillido ahogado cuando cayó al otro lado. Tan pronto como pudo, se puso de pie, tan sólo para observar a su reflejo alejarse caminando.

—No…¿a dónde vas? ¿Por qué me pusiste aquí? ¡Déjame salir! — golpeó con los puños la barrera cristalina, tratando de romperla, inútilmente. — ¡Auxilio, Inuyasha, anciana Kaede, Rin!

—Perdóname, hay decisiones que debo de hacer por ti. Algún día lo entenderás.

Se marchó, a un punto lejano donde se alcanzaba a distinguir un ápice de luz.

Y entonces, Kagome despertó.

Se incorporó con gracia y apartó las cobijas a un lado para salir del futón.

Casi de inmediato su vista reparó en Rin, su pequeña. Fue hacía ella y la miró con infinito amor y lágrimas contenidas. Peinó su flequillo y besó su frente con delicadeza.

—Has crecido mucho, Rin-chan. — La niña se removió con su contacto, pero no abandonó su sueño.

Esa Kagome, se puso de pie y salió de los aposentos de Kaede.

A las afueras de la cabaña estaba su hijo, perdido en la inconciencia que, ella sabía , era causada no por un natural agotamiento, sino por su naturaleza hibrida y contradictoria que lo noqueaba después de un excesivo uso de sus fuerzas.

Con cuidado, uso la estola sucia de este y le hizo una almohada improvisada con ella para que pudiera recargar su peso suelto sobre algo y no se lastimase. Dio una última caricia maternal en su mejilla marcada y de nuevo, se marchó.

Por largo rato, con luciérnagas y lechuzas como única compañía en los senderos obscuros del bosque, la Miko del futuro caminó en silenció.

Finalmente llegó al claro del bosque donde la Kagome del presente había estado esa misma mañana en compañía de Shirōu. Se detuvo brevemente para escanear con la mirada el paisaje. Sus ojos repararon de inmediato en una imponente silueta albina, de pie al borde del peñasco observando el cielo estrellado.

La luz natural de la noche le arrancaba destellos platinados a su cabello y su piel lucía casi del mismo tono de porcelana que la luna.

Kagome sintió nuevamente el latir acelerado de su corazón sobresaltado con emoción, como cuando estaba viva.

Sesshōmaru. — Llamó con voz anhelante.

El aludido giró levente su rostro ante la voz, pero no respondió. Se giró sobre sus talones y lentamente avanzó hasta detenerse frente a ella.

Con delicadeza inhumana levantó un mano y la colocó sobre la mejilla sonrosada de ella, acunandola. Con su pulgar limpió la lágrima que comenzaba a caer de los ojos chocolate de Kagome. Inclinándose, acercó sus labios al sensible oído de la sacerdotisa.

—La puntualidad nunca ha sido tu mayor virtud. — Su voz ronca dijo por fin.

—Ni la tuya la paciencia. — recalcó con una risita apesadumbrada, cubrió con una mano los dedos que Sesshōmaru aún mantenía en su rostro.

Se alejaron apenas lo suficiente para mirarse a los ojos. El oro que él tenía en la mirada se veía como si hubiese sido derretido a fuego lento. Los de ella destellaban brillantes con lágrimas y luz de ternura.

—¿Te eh hecho esperar demasiado?

—No importa más.

Esperaría por cientos de horas, incontables segundo y cuantos siglos fuesen necesarios a esa mujer excéntrica que desde el principio llegó a desordenar todo y a llenarlo de ruido, a responderle altaneramente para llevarle la contraria siempre que el resto bajaba la mirada en silencio y obedecía. A iluminar los espacios monótonos de su controlada, aburrida existencia.

Suave, tortuosamente, deslizó su mano hasta llegar a la nuca de Kagome sin romper el contacto visual. Enredó sus dedos en la sedosa cabellera azabache y se inclinó sobre la joven. La sintió entre abrir su boca dulce y él, unió sus labios sobre los de la sacerdotisa.

La vida le regresó al cuerpo cuando la besó, como había hecho incontables veces, años atrás.


Sango había estado siguiendo el rastro de Yoki por largo rato, calzada en su uniforme de exterminadora y con bumerang en mano, cuando en medio del bosque otra presencia, mucho más humana, llamó su atención.

Con una parsimonia extraña en su andar, advirtió a la joven mujer que caminaba por los senderos obscuros del bosque.

Se agazapó entre la maleza para evitar ser descubierta. Desde su escondite siguió con la mirada a la muchacha y reparó entonces que la mujer no era otra más que su amiga y compañera…

—¿Kagome- chan? — sorprendida respingó sin moverse.

La vio llegar al claro que estaba del otro lado del rio y ahí distinguió casi de inmediato a una tercera persona que se acercaba, quizás demasiado, a la joven sacerdotisa.

—¿Sesshōmaru…? — reconoció asombrada en un susurro.

"¿Qué asunto podría tener Kagome con el medio hermano de Inuyasha a estas horas?"

Pensó que quizás, como ella, ambos habían percibido la intensa energía demoniaca que se arremolinaba a las afueras de la aldea y decidieron intervenir. Se inclinó más sobre su cuerpo para ver mejor, y tratar de leer los labios del inusual dúo, en un intento de averiguar de que hablaban.

Desafortunadamente, no pudo hacerlo. Sería imposible de cualquier forma, tratar de leerle los labios a alguien que los tenía ocupados besando apasionadamente a la mujer de su hermano.

Sango palideció ante la escena.


N/A: OKK!. Siento que me excedí bastante con este capitulo, espero no haberlos hartado con tantas letras y tanta locura.

So... ¿Observaciones, comentarios, criticas constructivas...? ¿Review?

No duden en decirme o preguntarme cualquier cosa, yo los leó!

Les mando un abrazo yokai enorme, nos vemos el próximo capítulo!