Hola otra vez! ~ :D ¿Cómo están? ¡Espero que estén teniendo un hermoso día hoy! Y aquí meencuentro publicando el primer capítulo de Fate's red thread~

Aclaro que cada capítulo estará en un punto de vista variado pero siempre lo identificaré debidamente con el nombre del personaje seguido del "POV".

"Normal POV" o "Normal POV": Significa que es en tercera persona la narración.

Sin más que decir les dejo el capítulo! Aclaraciones al final ~

Disclaimer: Inuyasha y su historia no me pertenecen si no a la gran Rumiko Takahashi. Únicamente algunos personajes orginales que agregué y por supuesto la trama de éste fanfic salió de mi cabeza. Escribo sin ánimos de lucro, por y para fans.

••Fate's red thread••

Capítulo 1
El nuevo vínculo

Era Feudal, 15 años después.
(De la desaparición de Naraku y la perla de Shikon)

Neutral POV

-Mamá. –se escuchó una voz infantil de una pequeña humana. El cielo seguía resplandeciendo tan claro como el anterior, pocas nubes, brisa relajante. El pasto verde y abundante después de todo, esa había sido una muy buena cosecha.- Mamá.

-Dime Haru. –respondió una voz más madura y algo cansada de una mujer, mientras la pequeña se dedicaba a ver el firmamento recostada en una roca junto a su madre que tendía la ropa en una cuerda junto a un pequeño peñasco cubierto de pasto.

-Mamá. Mamá. –Siguió insistiendo la pequeña de cabello corto y negro tanto como el de su madre como el de su padre.-

-Te estoy escuchando Haru. –respondió resignada y algo estresada por todo el esfuerzo de aquel día de trabajo.

-¿Cuándo regresará Otousan de trabajar? –preguntó descuidadamente, su mente se hallaba en otro lugar. La mujer se levantó y dio unos golpecitos en su cintura para que el dolor no terminara de amotinarla-

-Probablemente cuando encuentre el primer castillo en el camino. –Comentó con una mueca en sus labios y suspirando resignada volvió a sus tareas inclinándome para tomar una manta mojada y tenderla junto a la anterior ya en la cuerda.-

-¿Porqué no trabaja en el pueblo? ¿Por qué es un Monje? –preguntó siempre con el mismo tono infantil desinteresado, sólo deseaba pasar el rato aburrido. Bajó de la roca y miró a su madre seguido dejando que la brisa despeinara un poco su lacia y hermosa cabellera negra- ¿Porqué se va por días? ¿Por qué no trabaja en otra cosa? ¿Porqué…?

-Demasiadas preguntas, Haru. Sólo una.

-¡Pero…!

-Una.

-Mamá.

-Una.

Se escuchó un bufido y luego silencio, la mujer sonrió de lado mientras se inclinaba para buscar las últimas tres prendas de ropa mojada.

-Aisht. Así no puedo entablar una conversación contigo mamá. Es aburrido.

-Deja de repetir las palabras que escuchas de tu padre. Ni si quiera sabes que significan. –Advirtió la mujer con tono retador pero un tanto pasivo, después de todo simplemente era una chiquilla de 9 años con una curiosidad abominable.-

-¿Porqué? ¿Dónde está Outosan? ¿A qué hora regresará? ¿También se irá como mi Tío?

-preguntó mirándola ahora acostada en el pasto con sus manos debajo de su pequeño mentón. Sobre ella cae una segunda niña justo igual a la que estaba abajo mirando a su mamá también-

-¿Se irá Outosan como Tío Inuyasha? ¿Está Outousan triste también? –preguntó ahora la nueva chiquilla que había llegado. La mujer volteó a ver a sus hijas y suspiró sonoramente dejando sus puños en sus caderas-

-Ustedes no tienen que estar hablando de las cosas de los adultos. –replicó apenas siendo severa-

-¿Porqué Tío Inuyasha no regresó más? –preguntó Haru dejando un dedito bajo su boca de forma pensativa-

-Siempre estaba malhumorado. –musitó la otra niña que estaba arriba con sus manitas despeinando el cabello de su hermana- Y siempre te miraba como si quisiera comerte. Así ¡Rawr! ¡Te comeré Haru! –trataba de asustar a la otra niña que ya había comenzado a gritar y se levantó dejando caer a la otra que no tardó en levantarse y correr tras la primera niña que ya huía- ¡Rawr! ¡Soy Inuyasha y te comeré!

La mujer miraba a sus hijas correr y jugar, iba a reaprehenderlas pero recordó las palabras de las dos infantes y su semblante se tornó melancólico.

-Es cierto, Inuyasha. –musitó bajo mirando como sus hijas iban corriendo a la aldea quizá a molestar a las gallinas de nuevo. Sango mordió su labio con levedad mientras el viento soplaba y su cabello negro lacio bailaba sutilmente- Ya lo sabía.

-Pero él no aclaró que ya no iba a volver. –musitó otra voz que se agregaba, Sango miró a su lado y vio a su esposo de pie como si estuviera allí desde hacía mucho tiempo.- Aunque yo ya me lo sospechaba, su actitud era bastante fuera de lo normal.

La mujer no se movió de su puesto, sólo parpadeó mirando al pelinegro de la coleta y atinó a suspirar y bajar la mirada al césped, se cruzó de brazos y la tristeza le envolvió entera ya no sólo por los recuerdos de sus aventuras sino también por cómo acabó la historia de sus dos mejores amigos: Inuyasha y Kagome.

-Calma, querida Sango. –volvió a hablar el Monje Miroku dejando una mano en el hombro de su esposa pero Sango se encontraba en un momento bastante sensible debido a los recuerdos- Como tú has dicho, sabíamos que ya no iba a volver.

-Lo sabía, pero aún me parece todo esto injusto.

-Si lo ves de una forma más objetiva, era lo obvio a suceder querida Sango. Ellos debían separarse. –Musitó en ese tono sabio que a veces adquiría el monje, su esposa le miró un tanto contrariada sin poder creer lo que su esposo decía-

-¿Cómo puedes decir eso Miroku? De ante mano sabíamos de sus sentimientos. –Trató de explicar- Eran mutuos.

-Eso no tiene nada que ver Sango. La señorita Kagome no pertenecía a éste tiempo, su misión como portadora y protectora de la Perla de Shikon terminó justo en el momento que ésta se purificó y desapareció de éste mundo. Era de suponer que luego de cumplir su misión ella debía regresar a su tiempo, es una situación bastante delicada… Fue una treta muy cruel del destino.

Sango escuchaba en silencio, como siempre él tenía razón pero pensar que todo estaría bien era inútil. Inuyasha, un hombre mitad Bestia que siempre estuvo alejado de los humanos y su contacto debido al rechazo que recibió en toda su vida nuevamente quedaba solo. Ellos eran sus amigos, dispuestos a ayudarlo aún sabiendo que el Hanyou era demasiado orgulloso… Y la única que podía romper esa coraza era la estudiante del futuro.

Y ahora que ambos estaban en el tiempo al que pertenecían Inuyasha no tenía ningún pilar dónde apoyarse. Estaba perdido pero él jamás lo reconocería.

-Sólo espero… Que algo más ocurra. E Inuyasha pueda volver a ser el mismo. –musitó viendo como sus dos hijas regresaban corriendo sonrientes a los brazos de su padre. Sango sonrió de lado cuando las dos niñas se le lanzaron encima quedando Hana sobre los hombros de su padre y Haru haciendo pucheros en sus brazos.

-¡Yo también quiero ir arriba! ¡Otousan súbeme! ¡Quiero subir! ¡Súbeme! –insistió Hana con una voz chillona y golpeando el pecho de su padre, Sango dejó salir una risilla mientras bajaba a buscar la cesta dónde anteriormente estaba la ropa mojada y apoyándola en su vientre comenzaron a caminar una vez que las niñas estaban sentadas en cada hombro del monje. El pobre hombre sufría las travesuras de sus hijas que le despeinaban y jugaban a meter sus dedos en su boca para halar desde adentro.

Así había cambiado la vida de Sango y Miroku que vivían en la aldea de la anciana Kaede. Actualmente tenían 3 hijos, gemelas de 10 años, Haru y Hana, y un varón de 7 llamado Keichi. 15 años habían pasado desde que Naraku fue eliminado, desde la desaparición de la Perla de Shikon, y desde que el pozo devora-huesos se selló completamente. Una nueva etapa había comenzado para todos sin excepción alguna, Inuyasha en un principio también vivía en la aldea y ayudaba a Miroku con los peculiares "exorcismos", también cuidando de la aldea y construyendo cabañas nuevas cada mes.

Pero su silencio lo delataba. Inuyasha no se encontraba bien.

Hablaba poco, igual continuaba quejándose hasta del más mínimo detalle pero sólo fue en un principio, con el tiempo parecía que nada le importaba realmente, si el cielo se caía a sus pies, si las montañas desaparecían del paisaje, si el agua se secaba por completo probablemente Inuyasha sólo miraría distraído el desastre, parpadearía una vez y se retiraría sin decir palabra alguna.

Así había estado los últimos 2 años de los 4 que vivió en la aldea hasta que finalmente un día como cualquier otro todos los aldeanos vieron marchar a Inuyasha justo cuando atardecía, el cuerpo del Hanyou desapareció entre los colores cálidos del firmamento para dejar sólo su recuerdo y una noche muy oscura de Luna Llena. No dijo nada pero tampoco hacía falta, Inuyasha no era de expresar sus sentimientos y en tales situaciones mucho menos comentaría algo ni si quiera a Miroku. Inclusive la anciana Kaede sabía la perfección que Inuyasha tenía su corazón herido y había perdido totalmente su rumbo en esa vida.

Sólo quedaba que él pudiera encontrar el camino nuevamente y que el brillo en esos orbes miel regresara.

-Por cierto. ¿Cuánto tiempo tenías oculto mientras tendía la ropa? Hoshi-sama. –Le miró de forma asesina, su esposo rió nervioso mientras aún era preso de sus hijas-

-Es que, tenía un precioso paisaje de tus lindos atributos, esposa mía. –se excuso mientras una de sus hijas le tapaba la nariz y le hacía sonar de una forma nasal-

-Cómo envidio a Kagome, ella tenía el conjuro para controlar a Inuyasha pero con usted yo estoy perdida. –suspiró resignada, escuchó otra risilla de parte de su esposo. Un pervertido empedernido no importara cuantos años pasaran.


Época Actual, 14 años después.

Aderu POV

¿Por qué el patio debía ser tan grande? ¡No! Me costaba correr, y me iba a caer lo sabía.

Tenía tanto miedo de ese feo fantasma… Siempre estaba persiguiéndome, se reía de mí. Me asustaba y me obligaba a hacer cosas muy malas… Mis padres se enfadaban pero yo no sabía como explicarles que no era yo. ¡Y otra vez! Sucedía.

Corrí lo más rápido que pude y vi las hojas en el suelo. ¡Me caeré! ¡Me caeré!

Me rasparía las rodillas y me dolería… y sangre de nuevo.

Yo no quería volver a ver sangre, tenía miedo. Y frío, así como nieve.

-Okaasan! –grité muy fuerte aún sabiendo que ya ella no estaba conmigo. Me dejó. Sentí mis mejillas calientitas y otra vez lloraba. Imaginé que mi papá me regañaba con ese tono al que también le tenía miedo y rápidamente me limpié las lágrimas: No debo llorar.

Gimoteé y cerré los ojos. ¡Tonta! Me, me caí inmediatamente…

Ya no podía respirar bien y raspé mis rodillas, las dos, qué tonta… qué tonta era.

Mis mejillas estaban sucias llenas de tierra y húmedas, mi flequillo desarreglado y mis rodillas sangrando, y el fantasma estaba ya mirándome con sus ojos rojos… ¿Porqué? Yo, yo era una buena niña… siempre arreglé mi cama cuando mi mamá me decía, y mis muñecas… yo, yo las peinaba…

Aumentó mi llanto y entonces sentí mucho más frío, me abracé queriendo imaginar que estaba en una playa cálida y entonces… si, me bañaría en el mar con mi inflable. Encontraría caracolas y haría castillos.

Yo quería a mi mamá… yo, yo quería a mi dulce mamá.

-Aderu. –Me llamó, el fantasma. Yo abrí mis ojos pero ya no esa sombra negra, no. Ahora había alguien con un vestido rojo… Un vestido, no. No era un vestido, abajo eran pantalones. Y tenía muchas canas, de esas que tiene ahora mi abuela. En todo el cabello largo, canas… Pelo blanco brillante- Aderu. –escuché otra voz ahora, miré a otro lado pero no había más nadie, ahora sin darme cuenta me encontraba en ese árbol grandote que estaba en el templo donde ahora vivía.

Miré al frente y estaba una mujer, de un cabello negro largo y hermoso. Mis hombros se relajaron pero no dejaba de llorar, es que no podía…

-Tranquila, cariño. Todo está bien ahora. –Habló de nuevo esa mujer tan bonita y me tendió la mano- Ven conmigo.

-El, el fantasma… -hablé apenas, me daba miedo. ¿Y si regresaba el fantasma y atacaba a esa mujer bonita? No, no. La mujer pareció sorprenderse cuando dije esto. ¿Ella también tenía miedo?

-Puedes verlos también… -dijo no muy fuerte pero yo asentí y me acurruqué más en las raíces de ese árbol grandote. No quería ir con ella, siempre que iba al árbol el fantasma me dejaba tranquila, el árbol me protegía.- Ya no está. Le dije al fantasma que se fuera y lo hizo. Ya no vendrá más.

¿Era así? ¿Podía confiar en ella?

La mujer bonita me sonrió y me recordó mucho a alguien.

-Me llamo Kagome. –habló de nuevo, y yo me sorprendí. Yo escuché a mi abuela y mi padre ese nombre muchas veces, era un ángel porque siempre sonreía cuando hablaban de ella.

-Kagome. –repetí bajito y pasé mi mano debajo de mi ojo manchándome con más tierra, aspiré por mi nariz con alergia luego de llorar tanto y la mujer bonita se acercó a mi totalmente, riendo suave tocó mi mejilla y la limpió. Su mano era tan cálida… y bonita.- Kagome. ¿Viste al fantasma?

-Lo vi.

-Era feo. –opiné mientras la mujer bonita no dejaba de limpiar mis mejillas con cariño, ella asintió y luego peinó mi flequillo para acomodarlo-

-¿Te asustaba? ¿Desde cuándo?

-Cada vez que vengo… Y por eso, no me gusta aquí… No me gusta venir. Y ahora yo vivo… -mis ojos volvieron a inundarse tras recordar que mis papás me habían dejado aquí con mi abuela desde hacía días, no habían vuelto y el fantasma me molestaba… ¡Era muy feo!

-El fantasma ya se fue, y me aseguraré que ya no venga más. Te lo prometo. –habló dulce, la miré y me sonrojé. Era muy bonita y me hacía sentir bien, casi como en el árbol que me protegía. Casi, casi.- He venido a darte un regalo. –inmediatamente sacó una pulsera que brillaba muy bonito, verde claro. Eran unas pelotitas verdes bonitas y yo sonreí de inmediato, ella me colocó la pulsera en mi mano y volví a sentir lo calientito ahora en mi cuerpo. Cerré los ojos y la mujer me abrazó haciéndome cosquillas en mis orejas, pero luego ya no sentí cosquillas y la abracé también- Llévala siempre contigo, jamás te la quites y el fantasma no volverá por ti nunca más. ¿Está bien?

-… Hai –asentí una vez-

-¿No te la quitarás? –Me miró desde arriba, sus ojos eran marrones como el de la madera- Necesito que me prometas que jamás te la quitarás. Es por tu bien.

-No lo haré. No. –Tomé aire y coloqué mi mano en mi pecho- ¡Promesa!-la mujer bonita sonrió cubriendo sus labios y se inclinó para dejar un beso en mi frente, cerré los ojos-

-Buena chica. No te la quites jamás y no tendrás más problemas… Y entonces tu vida será normal.

-¿Uhm? ¿Normal? –Normal, no entendí. El viento sopló y las hojas cayeron, una aterrizó en mi nariz y me hizo estornudar, la mujer bonita rió y allí nos quedamos mucho tiempo. Contamos las hojas, vimos las nubes. Me habló de las navidades, regalos. ¡Regalos! Quería regalos.

Pero ella se fue ese día y no regresó de nuevo, quizá estaba con mis padres, quizá no quería encontrarse con el fantasma otra vez, yo tenía la pulsera y a mí no me hacía nada pero quizá a ella si… Trate de preguntarle a la abuela pero ella no me decía nada. Siempre le preguntaba por mi nueva amiga, hasta que un día lloró y me dio miedo seguir preguntando. No lo hice más, tampoco la volví a ver. Mis papás volvieron luego pero no se quedaron por mucho.

La escuela era divertida, jugaba y me enseñaron garabatos que según mi maestra se llamaban caracteres. Dibujitos. Dormía, jugaba, pintaba. Pinté mucho a Kagome y me llevaba los dibujos a escondidas en mi mochila. Me aburría, iba a la escuela con mis amigos cuando había sol y en la tarde al templo. El templo es un lugar sagrado, allí vivo con mi abuelita.

Somos solamente mi abuelita, Sonomi Higurashi y yo, Aderu Higurashi.


Notas de la autora: Lamento si me equivoqué en las palabras en japonés :D Otousan (Papá) y Okasan (Mamá) ~ Pero ya saben lo que quise decir, las uso alternadamente pues así aparecen en mi cabeza y así llegan a mis dedos y presionan las teclas. Perdonen los errores de dedo, mayúsculas, acentos y letras perdidas en el limbo!

Oh oh. ¿Quien es Aderu? -mira a los lados como si no supiera ella- ¡Comienza lo bueno! Dejen reviews bonitos please *-* Amo esos! Tengan un lindo día, nos vemos pronto~

PD: Si XD Le cambie el nombre a la madre de Kagome. No me gusta el real(?)

Sayounara All~