Prólogo: Mafia Liliana

En Hogwarts, Lily Potter era conocida principalmente por cuidar a su familia como una osa madre, destrozando con sus colmillos de bruja a quien osara herir a un miembro de su familia. Funcionaba como la mafia, con un claro código de honor entre todos los miembros de la familia Weasley. Lo único que ella requería para funcionar era una persona-objetivo claramente culpable de siquiera un rasguño físico o emocional en alguno de sus familiares.

Era la diosa justicia en sus tierras, así que siempre tomaba diferentes testimonios para obtener la verdad, además de clasificar si ese daño, como un posible tropezón o un corte hecho con una pluma, era intencional o accidental. Se congratulaba de ello, y ella era siempre la jueza más parcial que pudiese existir.

Aún así, si juzgaba que el imputado era culpable, no quedaba más remedio que tomar el castigo por sus propias manos, devolviendo el golpe al mejor estilo "ojo por ojo", con un valor agregado de venganza, lo cual alejaría a la persona de volver a intentar a herir a alguien.

Y no estaba sola en esto, no. Cada Weasley tenía la obligación por sangre o apellido de apoyar a la pequeña Potter, fuera el momento que fuera, cualquier cosa que pidiese. Solo así se podría cumplir la misión.

Además de los que llevaban el apellido Weasley, estaban los amigos, quienes mediante un ritual secreto habían prometido ser parte de la mafia inglesa a pequeña escala que llevaba Lily. Lorcan y Lyssander Scamander estaban dentro, por ejemplo. Y también Scorpius Malfoy, por parte de Albus y Rose. También Frank y Hannah Longbottom, y por supuesto, Teddy Lupin, quien era el que enviaba los instrumentos "de tortura": polvos de oscuridad instantánea, rastreadores, juguetes explosivos con salsa y harina, y libros de chistes. Todo eso no lo podían conseguir con sus propios medios, pues sus padres se darían cuenta, o también lo harían las autoridades del colegio.

Y es que ellos no podían comprender la necesidad adolescente de la venganza.