Hoooooooooola! ^^ Después de Treinta días dije que volvería, y así lo he hecho :P. Es el primer fic en plan historia y eso que escribo de estos dos, así que no sé si se me dará bien la cosa xd. Pero bueno, espero que baste para que os guste! :3
Disclaimer: ninguno de los personajes (menos los OC) de esta historia me pertenecen (ojala :_). Yo no sería capaz de crear tal perfección, para eso está Andrew Marlowe 3.
Prólogo
No es la primera vez que se encuentra en aquella posición y todavía siente el fuego naciendo bajo sus pies cuando camina sobre el césped de aquel lugar. Todavía se le agarrotan todos y cada uno de los músculos de su cuerpo, el nudo en la garganta que a día de hoy parece ineludible sigue formándose como siempre y la pesadez que le supone el seguir respirando cada vez se hace más insoportable.
Pero es que cada vez que barre con la mirada el nombre grabado sobre esa lápida, siente un abismo abriéndose bajo su persona. Y se ve a sí misma, precipitándose hacia un vacío del que no se ve capaz de resurgir.
Debería estar curada en salud, más o menos. Y sobre todo, debería dejar de bajar la cabeza de esa manera y sentir que en cualquier momento se va a asfixiar con su propia saliva porque ya no es ni consciente de cómo actúa su propio ser. Pero aun así, se las arregla para, de una manera u otra, intentar articular un entrecortado e inseguro "Felicidades, Castle" que suelta al aire sin esperar a que haya ningún receptor para escucharlo.
Después se viene abajo, como de costumbre.
Como cree que va a ser hasta algún día que aún no es capaz de vislumbrar.
Ya ha pasado un año y poco más. A Beckett le cuesta recordar cuándo fue la última vez que sonrió sinceramente, porque cada vez que lo hace se acuerda de todas las sonrisas que le conseguía sacar él. De cómo le hacía reír y cómo sonaban sus carcajadas. Limpias. Llenas de felicidad.
De cómo le hacía sentir la mujer más feliz del mundo con poco que dijese. De cómo había dejado de sentirse sola.
Y vuelve al mismo punto. Vuelve a hundirse porque esa etapa de su vida ya no existe. Son solo recuerdos.
Desgraciadamente, cada vez ve más improbable en que esta experiencia post-traumática no se convierta en algo trascendental y permanente en su vida.
Y eso es algo que ni el doctor Burke va a ser capaz de solucionar.
Quince meses antes
Cuando Castle nota el frío del metal de aquel cañón presionando con fuerza sobre su sien, sabe que está jodido. Muy jodido. Y la circunstancia en la que está metido no sirve de ayuda para mejorar la situación, porque nadie sabe dónde está. Ni su madre. Ni Alexis. Ni Gates. Ni toda la comisaría. Ni Beckett.
Ni siquiera él.
Lo único que sabe es que está atado de pies y manos sobre una silla y va a morir. Que le quedan alrededor de treinta segundos. Es "o dentro de un minuto me dices donde está la detective Beckett" o "te vuelo los sesos".
Y Castle ha optado por la segunda. Casi con lágrimas en los ojos, niega de un lado para otro con la cabeza, tragando duro. La saliva se le hace amarga, su propia garganta se asfixia ante la ansiedad y la plena conciencia de saber que está demasiado cerca de vivir su propio su fin.
Cuando sabe que le quedan poco más de quince segundos, cierra los ojos. Ante su nerviosismo, acompañado de un severo tembleque muscular a causa de su estado psíquico y un intenso dolor por todo el cuerpo, siente un bulto meneándose contra la piel de su pierna, en su bolsillo, y no sabe si pedir como última voluntad sacar ese objeto de ahí y tirarlo en alguna parte donde afortunadamente nadie lo encuentre.
No sería muy ético ni para él ni para Beckett que inspeccionaran el cadáver y encontrasen su anillo de compromiso ahí, entre toda la sangre. Para nada.
-Es una pena, señor Castle –oye a su asesino pavoneándose de él-. Quiero decir, tenía un futuro prometedor ahora que se estaba haciendo nuevamente rico a costa de… ¿cómo era? ¿Nikki Heat?
Castle hubiera preferido contestar un "vete a la mierda" o algo con lo que se le llenara la boca. Pero ni eso es capaz de hacer. El dolor de cabeza, la hemorragia nasal, las dos o tres costillas rotas que debe de tener y el disparo en su rodilla no facilitan sus ganas de hacerse el valiente. Y la tensión del momento que está viviendo, tampoco.
-Bueno, señor Castle –puede oír el seguro que aquella pistola desactivarse, y sabe que a pesar de llevar un rato concienciándose está lejos de encontrarse preparado mentalmente-. ¡Adiós!
Un "lo siento, Kate" es lo último que oye retumbar en su cabeza antes de que el sonido de un disparo cortase el silencio de aquel lugar.
Kate traga saliva, cierra sus ojos y siente cómo sus mejillas arden con el contacto de las lágrimas transcurriendo sobre ellas. Se da la vuelta, pensando en que necesita un buen baño, respirar hondo, tumbarse en la cama y pensar que, afortunadamente, mañana no se volverá a levantar de la cama.
Pero, por desgracia, no es algo que vaya a pasar. Y mañana volverá a cargar con esto sobre sus hombros. Como lleva haciendo todo este tiempo.
Y se aleja, sacando a relucir su collar por fuera de su camiseta, acariciando ahora el segundo anillo mientras se muerde el labio por no llorar más. Y piensa si esto no será una broma del destino.
Si había una vida anterior en la que había sido una persona potencialmente horrorosa y ahora está pagándolo viviendo con eso.
Bueno, el prologo y tal, flojillo. Pero creedme, esta historia va a dar para largo jajaja. Muchas gracias por leer y tal, nos vemos en el proximo capi! ^^